En el octavo año de la Hégira, en el mes del Ramadán (diciembre de 629), el Profeta(sa) partió en la última expedición, y consiguió establecer el Islam de forma definitiva en Arabia.
En Hudaibiya se había acordado entre musulmanes e incrédulos que las tribus árabes podrían unirse tanto a los incrédulos como al Profeta(sa). También se acordó que durante diez años las partes firmantes no se harían la guerra, salvo que una de las partes violara el pacto atacando a la otra. Bajo este acuerdo, los Banu Bakr se unieron con los mequíes, mientras que los Juza’a hicieron una alianza con los musulmanes. Los incrédulos árabes mostraban poco respeto por los pactos, sobre todo por los firmados con los musulmanes. Sucedió que los Banu Bakr y los Juza’a tenían algunas cuentas que ajustar. Los Banu Bakr consultaron con los mequíes para resolver los conflictos pendientes con los Juza’a. Les recordaron que se había firmado el tratado de Hudaibiya y por ello, los Juza’a se sentían protegidos por su pacto con el Profeta(sa). Ahora, sin embargo, decían, había llegado la hora de atacarles. Los mequíes estuvieron de acuerdo. Se unieron, pues, con los Banu Bakr en un ataque nocturno contra los Juza’a y mataron a muchos de sus hombres. Los Juza’a enviaron a cuarenta de sus hombres montados en camellos veloces a Medina, para informar al Profeta(sa) de este incumplimiento del acuerdo. Dijeron que ahora les incumbía a los musulmanes avanzar hacia La Meca para vengarse de este ataque. La delegación fue recibida por el Profeta(sa), que afirmó que consideraba las desgracias de ellos como suyas propias. Señaló hacia una nube que se levantaba en el cielo, y dijo: “Como las gotas de lluvia que veis allí, los soldados musulmanes caerán para ayudaros”. A los mequíes les perturbaron las noticias de la presencia de la delegación Juza’a en Medina. Enviaron de inmediato a Abu Sufyan(ra) a Medina para que disuadiera a los musulmanes del ataque. Abu Sufyan(ra) llegó a la ciudad y declaró que era preciso que los musulmanes firmaran un nuevo tratado de paz, pues él no estuvo presente en Hudaibiya. El Profeta(sa) consideraba imprudente contestar a tal argumento. Abu Sufyan(ra) se alteró, se dirigió a la mezquita y anunció:
“¡Oh, pueblo!, Renuevo, en nombre de los mequíes, nuestro deseo de mantener la paz con vosotros”. (Zurqani).
Los medinitas no comprendieron este discurso, y se rieron de sus palabras. El Profeta(sa) dijo a Abu Sufyan(ra): “Tu declaración es unilateral; no la podemos aceptar.”
Mientras tanto, el Profeta(sa) ya había enviado mensajes a todas las tribus. Una vez asegurado de que estaban todas listas y ya en camino, pidió a los musulmanes de Medina que se armaran y se prepararan. El uno de enero, el ejército se puso en marcha. En distintos puntos del camino, otras tribus musulmanas se fueron uniendo al ejército medinita. Sólo habían viajado unos cuantos días cuando el ejército entró en el desierto de Farán. Este ejército, tal y como había anunciado el Profeta(sa) Salomón hacía mucho tiempo, ya constaba de diez mil hombres. Mientras avanzaba hacia La Meca, el silencio que reinaba les parecía a los mequíes un mal augurio, por lo que persuadieron a Abu Sufyan(ra) para que saliera de nuevo y se informara del plan de los musulmanes. Estaba a menos de un día de viaje de La Meca cuando vio, de noche, el desierto entero alumbrado por hogueras. El Profeta(sa) había dado la orden de encender un fuego delante de cada tienda. El efecto de tantos fuegos ardientes en medio del silencio y la oscuridad de la noche era terrible. “¿Qué será esto?”, preguntó Abu Sufyan(ra) a sus Compañeros. “¿Ha caído un ejército de los cielos? No conozco ningún ejército árabe tan grande”. Estaba conjeturando cuando gritó una voz desde la oscuridad: “¡Abu Hanzala!” (Hanzala era hijo de Abu Sufyan).
“Abbas. ¿Estás aquí?”, preguntó Abu Sufyan(ra).
“Sí. Está cerca el ejército del Profeta(sa). Actúa rápidamente, o te esperan la humillación y la derrota”, respondió ‘Abbas.
‘Abbas y Abu Sufyan eran viejos amigos. ‘Abbas insistió en que Abu Sufyan le acompañara sobre la misma mula, hasta donde se encontraba el Profeta(sa). Cogió la mano de Abu Sufyan y le hizo montar. Espoleando a la mula, pronto llegaron al campamento del Profeta(sa). ‘Abbas temía que ‘Umar(ra), de guardia ante la tienda del Profeta(sa), atacase y matase a Abu Sufyan. Pero el Profeta(sa) ya había tomado precauciones, anunciando que si alguien entraba con Abu Sufyan, no debía tratar de matarle. El encuentro le causó una impresión profunda a Abu Sufyan. Le sorprendió ver cómo había cambiado la suerte del Islam. Aquí estaba el Profeta(sa), a quien los mequíes habían desterrado de La Meca en compañía de un único amigo. Habían pasado apenas siete años desde entonces y ahora estaba llamando a las puertas de La Meca con diez mil fieles. Las posiciones habían cambiado radicalmente. El Profeta(sa) fugitivo que hacía siete años había huido de La Meca temiendo por su vida, ahora había vuelto, y La Meca no le podía ofrecer resistencia.