El Santo Profeta(sa) enseñaba que uno de los mejores principios islámicos era que el hombre no debe interferir en los asuntos que no le conciernen, y que no se debe criticar a los demás. Es un principio que, de adoptarse e imponerse de forma generalizada, contribuye en gran medida a la paz y al orden del mundo. Una gran parte de nuestros problemas se deben a la tendencia, por parte de la gran mayoría, a interferir indebidamente, y al mismo tiempo no ofrecer la ayuda necesaria a aquellos que sufren algún tipo de desgracia.
El Santo Profeta(sa) insistía mucho en la necesidad de la cooperación mutua. Había establecido una regla según la cual, cuando una persona multada no podía reunir la cantidad exacta de la multa, sus vecinos o conciudadanos debían completar la cantidad mediante una suscripción. A veces acudía gente a establecer su residencia cerca de la del Santo Profeta(sa), y a dedicar su tiempo, de diversas maneras, al servicio del Islam. Él aconsejaba a sus parientes que asumieran la responsabilidad de satisfacer sus escasas necesidades. Según Hazrat Anasra, durante la vida del Santo Profeta(sa), dos hermanos aceptaron el Islam; uno de ellos se quedó con el Santo Profeta(sa) y el otro volvió a su trabajo normal. Más tarde, éste último se quejó al Santo Profeta(sa) de que su hermano no trabajaba. Él le respondió: “Dios también te ayuda a ti a través de tu hermano, y por tanto, tienes el deber de satisfacer sus necesidades y dejarle libre para servir a la Fe”. (Tirmidhi).
Durante uno de sus viajes, cuando llegaron al lugar elegido para pasar la noche, los Compañeros del Santo Profeta(sa) se ocuparon inmediatamente de sus respectivas tareas para montar el campamento. El Santo Profeta(sa) les dijo: “No me habéis asignado ninguna tarea. Iré en busca de leña para hacer la comida”. Sus Compañeros protestaron, diciendo: “¡Oh Mensajero de Al’lah!, ¿por qué ha de ocuparse usted, cuando estamos aquí nosotros para hacer todo lo que sea necesario?” Contestó: “No, no. Mi deber es tomar parte en todo lo que haya que hacer”, y se dirigió al bosque en busca de leña para hacer la comida (Zurqani, Vol. 4, pág. 306).