10. El viaje del profeta a Ta’if
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
Capítulos
  1. 0. Prefacio
  2. 1. Arabia en la época del nacimiento del Profeta
  3. 2. El matrimonio del Santo Profeta con Jadiyya
  4. 3. El Profeta recibe su primera revelación
  5. 4. Los primeros conversos
  6. 5. La persecución de los fieles
  7. 6. El mensaje del Islam
  8. 7. La emigración a Abisinia
  9. 8. ‘Umar acepta el Islam
  10. 9. La persecución se intensifica
  11. 10. El viaje del profeta a Ta’if
  12. 11. El Islam se extiende a Medina
  13. 12. El primer juramento de ‘Aqaba
  14. 13. La Hégira
  15. 14. Suraqa persigue al Profeta
  16. 15. El Profeta llega a Medina
  17. 16. Abu Ayyub Ansari anfitrión del Profeta
  18. 17. La vida en Medina se vuelve insegura
  19. 18. El pacto entre diversas tribus de Medina
  20. 19. Los Mequíes se preparan para atacar Medina
  21. 20. La batalla de Badr
  22. 21. Se cumple una gran profecía
  23. 22. La batalla de Uhud
  24. 23. La victoria se convierte en derrota
  25. 24. Los rumores de la muerte del Profeta llegan a Medina
  26. 25. El enfrentamiento con los Banu Mustaliq
  27. 26. La batalla de la fosa
  28. 27. Una lucha muy desigual
  29. 28. La traición de los Banu Quraiza
  30. 29. Los confederados se dispersan
  31. 30. El castigo de los Banu Quraiza
  32. 31. El juicio de Sa’d inspirado en la Biblia
  33. 32. ¿Deseaba el Profeta continuar la guerra?
  34. 33. Enseñanzas del Judaísmo y Cristianismo sobre la guerra
  35. 34. La enseñanza del Corán respecto a la guerra y la paz
  36. 35. Los preceptos del Profeta respecto a la guerra
  37. 36. Ataques esporádicos de los incrédulos
  38. 37. El Profeta parte a la Meca con mil quinientos compañeros
  39. 38. El tratado de Hudaibiya
  40. 39. Las cartas del Profeta a varios reyes
  41. 40. Carta al rey de Persia
  42. 41. La carta al Negus
  43. 42. Carta al jefe del estado Egipcio
  44. 43. Carta al jefe del Bahrein
  45. 44. La caída de Jaibar
  46. 45. Se cumple la visión del Profeta
  47. 46. La batalla de Mauta
  48. 47. el profeta parte hacia la meca con diez mil fieles
  49. 48. La derrota de la Meca
  50. 49. El Profeta entra en la Meca
  51. 50. La Ka’ba, libre de ídolos
  52. 51. El Profeta perdona a sus enemigos
  53. 52. ‘Ikrima se hace musulmán
  54. 53. La batalla de Hunain
  55. 54. “el profeta de dios os llama”
  56. 55. Un enemigo jurado se convierte en seguidor devoto
  57. 56. El Profeta distribuye el botín
  58. 57. Las maquinaciones de Abu ‘Amir
  59. 58. La expedición de Tabuk
  60. 59. El último peregrinaje
  61. 60. El Profeta hace alusión a su fallecimiento
  62. 61. Los últimos días del Profeta
  63. 62. El Profeta fallece
  64. 63. La personalidad y el carácter del Profeta
  65. 64. La pureza del alma y la limpieza del Profeta
  66. 65. La vida sencilla del Santo Profeta
  67. 66. Su relación con Dios
  68. 67. Su desaprobación de la penitencia
  69. 68. Su actitud hacia sus esposas
  70. 69. Elevadas cualidades morales
  71. 70. Su templanza
  72. 71. Justicia y equidad
  73. 72. Su consideración por los pobres
  74. 73. La protección de los intereses de los pobres
  75. 74. El trato a los esclavos
  76. 75. El trato a las mujeres
  77. 76. Su actitud hacia los difuntos
  78. 77. El trato a los vecinos
  79. 78. El trato a los parientes
  80. 79. La buena compañía
  81. 80. La protección de la fe
  82. 81. El perdón de las faltas ajenas
  83. 82. Paciencia ante la adversidad
  84. 83. La cooperación mutua
  85. 84. La sinceridad
  86. 85. La curiosidad inapropiada
  87. 86. La integridad y la honradez en las transacciones
  88. 87. El pesimismo
  89. 88. La crueldad con los animales
  90. 89. Tolerancia en cuestiones de religión
  91. 90. Valentía
  92. 91. Consideración con los incultos
  93. 92. El cumplimiento de los pactos
  94. 93. El respeto a los servidores de la humanidad
  95. 94. La vida del Profeta es un libro abierto
  96. 95. Notas
  97. 96. Sobre el autor
  98. 97. Índice de Temas
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Parecía pues que ya nadie en La Meca quería escucharle, y esto producía una gran tristeza al Profeta(sa). Se sentía estancado. Decidió, pues, dirigirse a otro lugar para predicar su Mensaje, y eligió Ta’if, un pueblo situado a unos cien kilómetros al sureste de La Meca, conocido por su fruta y agricultura. Su decisión coincidía con la tradición de todos los Profetas. Moisés se había dirigido al Faraón, a Israel y a Madián. Jesús, igualmente, se dirigió a Galilea, a Jerusalén y a los pueblos de la otra orilla del Jordán. Y el Santo Profeta(sa) del Islam, viendo que los mequíes no querían escucharle sino maltratarle, se dirigió a Ta’if. En cuanto a sus creencias y prácticas politeístas, Ta’if no se diferenciaba mucho de La Meca. Los ídolos que se encontraban en la Ka’ba no eran los únicos ídolos de Arabia, ni siquiera eran los más importantes. Un ídolo importante, Al’lat, se encontraba en Ta’if. Por esta razón Ta’if también era un centro de peregrinaje. Los habitantes de Ta’if tenían relaciones sanguíneas con los de La Meca, y muchos terrenos cultivados entre Ta’if y La Meca pertenecían a los mequíes. Al llegar a Ta’if, el Profeta(sa) recibió la visita de sus jefes, pero ninguno pareció dispuesto a aceptar su Mensaje. El pueblo llano siguió a sus jefes, y rechazaron la enseñanza con desprecio. No se trataba de algo nuevo. Los que están inmersos en los asuntos terrenales siempre consideran este tipo de mensajes como una interferencia ofensiva. Ya que el Mensaje carece de apoyo visible –soldados o armamento- también sienten que pueden mostrarse desdeñosos. El Profeta(sa) no fue una excepción. Ya habían llegado a Ta’if diversos comentarios sobre él, y ahora se encontraba aquí, sin armas ni séquito, un hombre solo, con un único compañero, Zaid. Los ciudadanos le consideraban un incordio al que debían poner fin, aunque sólo fuera por complacer a sus jefes, Por tanto, enviaron contra él a un grupo de gamberros, que le apedrearon y expulsaron del pueblo. Zaid resultó herido y el Profeta(sa) comenzó a sangrar profusamente. Pero la persecución continuó hasta que estos dos indefensos se alejaron a varios kilómetros de Ta’if. El Profeta(sa) se sentía profundamente apenado y triste, cuando un ángel descendió sobre él y le preguntó si le gustaría que sus perseguidores fueran destruidos. “No”, contestó el Profeta(sa), “Espero sólo que de estos atormentadores nazcan personas que adoren al Único Dios (Bujari, Kitab Bad’ al-Jalq).

Cansado y afligido, se detuvo en una viña, propiedad de dos mequíes que por casualidad se encontraban allí. Habían formado parte de sus perseguidores en La Meca, pero en esta ocasión mostraron compasión. Quizás porque se trataba de un mequí el que había sido maltratado por los habitantes de Ta’if, o quizás porque, de pronto, hubiera resplandecido en sus corazones una chispa de compasión humana. Le enviaron una bandeja de uvas, llevada por ‘Addasra, un esclavo cristiano originario de Nínive. ‘Addasra ofreció la bandeja al Profeta(sa) y a su Compañero. Les miraba con pena, pero su curiosidad aumentó cuando oyó al Profeta(sa) decir: “En el nombre de Al’lah, el Clemente, el Misericordioso”. Sus orígenes cristianos se conmovieron, y sintió que estaba ante la presencia de un Profeta(sa) hebreo. El Profeta(sa) le preguntó de dónde era, y cuando ‘Addasra contestó que era de Nínive, el Profeta(sa) dijo: “Jonás, hijo de Amittai de Nínive, era un hombre santo, un Profeta(sa) como yo.” El Profeta(sa) también le habló de su propio Mensaje y ‘Addasra creyó de inmediato. Abrazó al Profeta(sa), con los ojos llenos de lágrimas y le besó la cabeza, las manos y los pies. Después de este encuentro, el Profeta(sa) se dirigió de nuevo a Al’lah, diciendo:

“Oh Al’lah, te someto mi lamento. Soy débil y carezco de medios. Mi pueblo me desprecia. Tú eres el Señor de los pobres y débiles, y Tú eres mi Señor. ¿Con quién quieres abandonarme, con los forasteros que me maltratan, o con los enemigos que me oprimen en mi propio pueblo? Si Tú no estás enojado conmigo, no me importa el enemigo. Que Tu misericordia esté conmigo. Busco refugio en la luz de Tu rostro. Tú eres quien puede disipar las tinieblas del mundo y conceder la paz a todos, ahora y en el futuro. Que no descienda Tu ira ni tu enojo sobre mí. Nunca muestras Tu ira sin después mostrar Tu misericordia. Y no hay poder ni refugio salvo en Ti” (Hisham y Tabari).

Después de esta oración, inició su regreso a La Meca. En el camino se detuvo en Najla, donde permaneció algunos días. Según la tradición mequí, ya no era ciudadano de La Meca. Había abandonado la ciudad porque la creía hostil, y ya no podía volver salvo con el permiso de los mequíes. En consecuencia, solicitó a Mut’im bin ‘Adi -jefe mequí- que le concediera permiso para volver. Mut’im, aunque era un enemigo tan feroz como los demás, era noble de corazón. Reunió a sus hijos y familiares, que se armaron y se dirigieron a la Ka’ba. De pie en el patio, anunció su intención de permitir el regreso del Profeta(sa). El Profeta(sa) volvió, e hizo un circuito alrededor de la Ka’ba. Mut’im, sus hijos y sus familiares escoltaron al Profeta(sa) hasta su casa, con las espadas desenvainadas. Sin embargo, lo que se había ofrecido al Profeta(sa) no era una protección en el sentido formal de los árabes, pues el Profeta(sa) siguió sufriendo y Mut’im no lo protegió. El acto de Mut’im no constituía más que una declaración formal de permiso para el regreso del Profeta(sa).

El viaje del Profeta(sa) a Ta’if ha suscitado alabanzas incluso por parte de los enemigos del Islam. Sir William Muir se refiere a este viaje en su biografía del Profeta(sa) con las siguientes palabras:

Hay algo grande y heroico en este viaje de Muhammad(sa) a Ta’if; un hombre solitario, odiado y rechazado por su propio pueblo, sale con valentía en nombre de Dios, como Jonás a Nínive, para llamar a una ciudad idólatra a arrepentirse y apoyar su misión. Este viaje revela la profundidad de su fe en el origen divino de su vocación (La vida de Muhammad(sa), Sir. W. Muir, edición de 1923, pp. 112-113).

La Meca volvió a mostrar su antigua hostilidad. El pueblo natal del Profeta(sa) se convirtió de nuevo para él en un infierno. Pero siguió predicando su Mensaje al pueblo. La fórmula “Dios es Uno” empezó a oírse con mayor frecuencia por la ciudad. Con amor y respeto, y con gran compasión, el Profeta(sa) prosiguió exponiendo su Mensaje. Los habitantes le daban la espalda, pero el Profeta(sa) continuaba hablándoles. Hacía su proclamación, tanto si la gente mostraba interés como si no, y su insistencia parecía dar fruto. Los pocos musulmanes que habían vuelto de Abisinia para quedarse en La Meca, predicaban en secreto a sus amigos y familiares. Algunos decidieron declarar abiertamente su fe y compartir el sufrimiento de otros musulmanes. Pero muchos, a pesar de creer sinceramente, no se atrevían a declarar en público su conversión; esperaron al advenimiento del Reino de Dios en la tierra.

Mientras tanto, las revelaciones recibidas por el Profeta(sa) parecían indicar la posibilidad próxima de una emigración de La Meca, y también le daban una idea del lugar hacia donde había de emigrar. Se trataba de un pueblo de pozos y palmeras. Pensó primero en Yamama. Pero pronto descartó esa posibilidad. Prefirió esperar, con la certeza de que, fuera cual fuese el lugar de destino, se convertiría en la cuna del Islam.

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