34. La enseñanza del Corán respecto a la guerra y la paz
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
Capítulos
  1. 0. Prefacio
  2. 1. Arabia en la época del nacimiento del Profeta
  3. 2. El matrimonio del Santo Profeta con Jadiyya
  4. 3. El Profeta recibe su primera revelación
  5. 4. Los primeros conversos
  6. 5. La persecución de los fieles
  7. 6. El mensaje del Islam
  8. 7. La emigración a Abisinia
  9. 8. ‘Umar acepta el Islam
  10. 9. La persecución se intensifica
  11. 10. El viaje del profeta a Ta’if
  12. 11. El Islam se extiende a Medina
  13. 12. El primer juramento de ‘Aqaba
  14. 13. La Hégira
  15. 14. Suraqa persigue al Profeta
  16. 15. El Profeta llega a Medina
  17. 16. Abu Ayyub Ansari anfitrión del Profeta
  18. 17. La vida en Medina se vuelve insegura
  19. 18. El pacto entre diversas tribus de Medina
  20. 19. Los Mequíes se preparan para atacar Medina
  21. 20. La batalla de Badr
  22. 21. Se cumple una gran profecía
  23. 22. La batalla de Uhud
  24. 23. La victoria se convierte en derrota
  25. 24. Los rumores de la muerte del Profeta llegan a Medina
  26. 25. El enfrentamiento con los Banu Mustaliq
  27. 26. La batalla de la fosa
  28. 27. Una lucha muy desigual
  29. 28. La traición de los Banu Quraiza
  30. 29. Los confederados se dispersan
  31. 30. El castigo de los Banu Quraiza
  32. 31. El juicio de Sa’d inspirado en la Biblia
  33. 32. ¿Deseaba el Profeta continuar la guerra?
  34. 33. Enseñanzas del Judaísmo y Cristianismo sobre la guerra
  35. 34. La enseñanza del Corán respecto a la guerra y la paz
  36. 35. Los preceptos del Profeta respecto a la guerra
  37. 36. Ataques esporádicos de los incrédulos
  38. 37. El Profeta parte a la Meca con mil quinientos compañeros
  39. 38. El tratado de Hudaibiya
  40. 39. Las cartas del Profeta a varios reyes
  41. 40. Carta al rey de Persia
  42. 41. La carta al Negus
  43. 42. Carta al jefe del estado Egipcio
  44. 43. Carta al jefe del Bahrein
  45. 44. La caída de Jaibar
  46. 45. Se cumple la visión del Profeta
  47. 46. La batalla de Mauta
  48. 47. el profeta parte hacia la meca con diez mil fieles
  49. 48. La derrota de la Meca
  50. 49. El Profeta entra en la Meca
  51. 50. La Ka’ba, libre de ídolos
  52. 51. El Profeta perdona a sus enemigos
  53. 52. ‘Ikrima se hace musulmán
  54. 53. La batalla de Hunain
  55. 54. “el profeta de dios os llama”
  56. 55. Un enemigo jurado se convierte en seguidor devoto
  57. 56. El Profeta distribuye el botín
  58. 57. Las maquinaciones de Abu ‘Amir
  59. 58. La expedición de Tabuk
  60. 59. El último peregrinaje
  61. 60. El Profeta hace alusión a su fallecimiento
  62. 61. Los últimos días del Profeta
  63. 62. El Profeta fallece
  64. 63. La personalidad y el carácter del Profeta
  65. 64. La pureza del alma y la limpieza del Profeta
  66. 65. La vida sencilla del Santo Profeta
  67. 66. Su relación con Dios
  68. 67. Su desaprobación de la penitencia
  69. 68. Su actitud hacia sus esposas
  70. 69. Elevadas cualidades morales
  71. 70. Su templanza
  72. 71. Justicia y equidad
  73. 72. Su consideración por los pobres
  74. 73. La protección de los intereses de los pobres
  75. 74. El trato a los esclavos
  76. 75. El trato a las mujeres
  77. 76. Su actitud hacia los difuntos
  78. 77. El trato a los vecinos
  79. 78. El trato a los parientes
  80. 79. La buena compañía
  81. 80. La protección de la fe
  82. 81. El perdón de las faltas ajenas
  83. 82. Paciencia ante la adversidad
  84. 83. La cooperación mutua
  85. 84. La sinceridad
  86. 85. La curiosidad inapropiada
  87. 86. La integridad y la honradez en las transacciones
  88. 87. El pesimismo
  89. 88. La crueldad con los animales
  90. 89. Tolerancia en cuestiones de religión
  91. 90. Valentía
  92. 91. Consideración con los incultos
  93. 92. El cumplimiento de los pactos
  94. 93. El respeto a los servidores de la humanidad
  95. 94. La vida del Profeta es un libro abierto
  96. 95. Notas
  97. 96. Sobre el autor
  98. 97. Índice de Temas
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La enseñanza del Islam es distinta a estas enseñanzas. Opta por una vía media entre las dos. El Islam no enseña la agresión tal como la enseñó Moisés(as). Ni tampoco como la predica el cristianismo actual (y seguramente corrupto), como una verdadera contradicción. No nos pide ofrecer la otra mejilla y a la par, vender nuestro manto para comprar una espada. La enseñanza del Islam se adapta a los deseos naturales del hombre, promoviendo la paz de la única manera posible.

El Islam prohíbe la agresión, pero nos insta a la lucha solo cuando, de no hacerlo, ponemos en peligro la paz o promovemos la guerra. Si el no luchar implica la aniquilación de la libertad de culto y la libertad de la búsqueda de la verdad, entonces nuestro deber es luchar. Es sobre esta enseñanza sobre la que, al final, se podrá construir la paz, y es en esta enseñanza donde el Profeta(sa) basaba su propia política y acciones. En La Meca, el Profeta(sa) sufría continuamente, pero no luchaba contra la agresión de la que era víctima constante. Cuando emigró a Medina, sus enemigos se propusieron el exterminio del Islam. Fue necesario, por ello, luchar contra el enemigo en defensa de la verdad y de la libertad de culto.

Citamos a continuación los textos del Corán que se refieren al tema de la guerra:

  1. En el Sura 22, versículos 40-42, leemos:

“Se da permiso para combatir a quienes son combatidos, porque han sido perjudicados -y Al’lah tiene en verdad poder para ayudarles-. Quienes fueron expulsados injustamente de sus hogares sólo por haber dicho: “Nuestro Señor es Al’lah_ y si Al’lah no hubiera permitido a los hombres defenderse contra la actuación injusta de los demás, ciertamente habrían sido destruidos monasterios e iglesias, sinagogas y mezquitas, en las que se conmemora frecuentemente el nombre de Al’lah. Mas Al’lah ayudará en verdad a quien Le ayude, Al’lah es ciertamente Fuerte, Poderoso_. Aquellos que, si los establecemos en la tierra, cumplen la Oración y pagan el Zakat, ordenan el bien y prohíben el mal. Pues en Al’lah está el destino final de todos los asuntos”.

Este versículo concede el permiso de luchar a las víctimas de la agresión. Dios tiene poder para ayudar a quienes han sido expulsados de sus casas a causa de sus creencias. Este permiso es sabio, porque si Dios no rechazara a los crueles con la ayuda de los justos, no existiría libertad de creencia o culto en el mundo. Dios ha de ayudar a quienes ayudan a establecer la libertad de culto. Por lo tanto, la guerra se permite cuando un pueblo ha sufrido durante mucho tiempo una agresión no provocada, cuando el agresor no ha tenido justificación para su agresión, y busca interferir en la religión de su víctima. El deber de la víctima, una vez que llega al poder, es establecer la libertad religiosa y proteger a todas las religiones y a todos los lugares de culto. Su poder ha de emplearse no para su propia glorificación, sino para el cuidado de los pobres, para el progreso del país y la expansión general de la paz. Esta enseñanza es tan excepcional como clara y precisa. Proclama el hecho de que los primeros musulmanes hicieron la guerra porque estaban obligados a hacerla. Las guerras agresivas estaban prohibidas por el Islam. A los musulmanes se les promete el poder político, pero se les advierte que no han de emplearlo para su propio engrandecimiento, sino para mejorar las condiciones de los pobres y promover la paz y el progreso.

  1. En el Surah 2, versículos191-194, leemos:

“Y luchad en la causa de Al’lah contra los que luchan contra vosotros, pero no seáis transgresores. En verdad, Al’lah no ama a los transgresores. Y matadlos en donde los encontréis y expulsadlos de donde os hayan expulsado; ya que la persecución es peor que el homicidio. Y no luchéis contra ellos ni dentro de cerca de la Mezquita Sagrada mientras no os ataquen allí. Pero si os atacan, combatidlos: esa es la retribución para los incrédulos. Pero si desisten, sepan que Al’lah es, en verdad, el Sumo Indulgente, el Misericordioso. Y luchad contra ellos hasta que cese la persecución, y se profese libremente la religión de Al’lah. Pero si desisten, recordad que no se permite hostilidad alguna excepto contra los agresores.”

La lucha ha de ser por la causa de Dios, no para nuestro propio bien, ni por ira ni deseo de engrandecimiento; además, ha de estar libre de excesos, porque los excesos no agradan a Dios. Ha de librarse entre grupos de combatientes. Los asaltos a nivel individual están prohibidos

La agresión contra una religión será contestada con una resistencia activa, porque tal agresión es peor que un homicidio. Los musulmanes no deben combatir cerca de la Mezquita Sagrada, salvo cuando el enemigo es el responsable del primer ataque, porque luchar en las inmediaciones de la mezquita sagrada interferiría con el derecho público de peregrinaje. Pero si el enemigo ataca, los musulmanes tienen el derecho de responder, siendo ésta la retribución justa de la agresión. Pero si el enemigo desiste, los musulmanes también deben desistir, perdonar y olvidar el pasado. La lucha sólo ha de durar mientras dure la persecución religiosa y hasta que se establezca la libertad de culto. El uso de la fuerza o la presión en cuestiones de religión es injusto. Si los Kafirs [incrédulos] desisten de ello y establecen la libertad religiosa, entonces los musulmanes deben dejar de combatir contra los Kafirs.

De forma categorica, podemos afirmar que los versículos anteriormente mencionados enseñan los siguientes preceptos:

  1. Se recurrirá a la guerra sólo por la causa de Dios y no por motivos egoístas, ni por el propio engrandecimiento, ni para desarrollar otros intereses.
  2. Sólo podemos luchar contra quienes nos hayan atacado antes.
  3. Sólo podemos combatir contra quienes luchan contra nosotros. No podemos luchar contra quienes no participan en la guerra.
  4. Incluso si nuestro enemigo ha iniciado el ataque, es nuestro deber contener la guerra dentro de ciertos límites. Extender la guerra, geográficamente o en cuanto a las armas utilizadas, es injusto.
  5. Sólo debemos luchar contra el ejército regular empleado por el enemigo para luchar de su parte. No hemos de luchar contra otros en el lado enemigo.
  6. Durante la guerra, gozarán de inmunidad todos los ritos y lugares religiosos. Si el enemigo no ataca los lugares donde se celebran ceremonias religiosas, entonces los musulmanes también desistirán de luchar en tales lugares.
  7. Si el enemigo utiliza un lugar de culto como base de su ataque, los musulmanes podrán devolver la agresión. No se les considerará culpables por ello. No se permiten actos de agresión en los alrededores de los lugares de culto. Queda totalmente prohibido atacar, destruir o dañar los lugares de culto. Un lugar de culto utilizado como base militar permite el contraataque. La responsabilidad de los daños ocasionados a tal lugar será del enemigo, y no de los musulmanes.
  8. Si el enemigo comprende el peligro y la equivocación de utilizar un lugar de culto como base y por lo tanto, cambia el frente de batalla, los musulmanes han de aceptar tal cambio. El hecho de que el enemigo haya iniciado el ataque desde un lugar de culto no constituye justificación para un ataque contra dicho lugar. Por puro respeto, los musulmanes deben cambiar el frente de batalla en el momento en que lo hace el enemigo.
  9. La lucha continuará sólo mientras dure la interferencia con respecto a la religión y la libertad religiosa. Una vez que cesa la persecución religiosa y cesa la interferencia, y el enemigo declara y actúa conforme a sus palabras, no deberá haber más guerra, aun cuando fuera el enemigo quien la iniciara.
  10. En el Surah 8, versículos 39-41, leemos:

“Diles a los incrédulos, si desisten, que lo pasado se les perdonará; pero si vuelven a ello, entonces, en verdad, tienen ante ellos el ejemplo de los pueblos que les precedieron. Y combatidlos hasta que cese la persecución y la religión sea totalmente para Al’lah. Pero si desisten, en verdad Al’lah vigila todo lo que hacen. Si vuelven la espalda, sabed que Al’lah es vuestro Protector. ¡Qué magnífico Protector y qué magnífico Defensor!”

Es decir, a los musulmanes se les han impuesto las guerras. Pero si el enemigo desiste, los musulmanes también deben desistir y perdonar lo pasado. En caso de que el enemigo no desista y ataque repetidamente a los musulmanes, debe recordar la suerte de los enemigos de los Profetas anteriores. Los musulmanes han de combatir mientras dure la persecución, mientras la religión no sea para Dios, y mientras persista la interferencia en las cuestiones de religión. Cuando desiste el agresor, los musulmanes también han de desistir. No deben continuar la guerra por el hecho de que el enemigo crea en una religión falsa; Dios conoce bien el valor de las creencias y las acciones, y en verdad, las retribuirá como Él quiera. Los musulmanes no tienen derecho a inmiscuirse en la religión de otro pueblo, a pesar de que tal religión les parezca falsa. Si después de una propuesta de paz el enemigo sigue haciendo la guerra, entonces los musulmanes pueden contar con la victoria, por reducidas que sean sus fuerzas, pues Dios les ayudará, y ¿quién puede ayudar mejor que Dios?

Estos versículos fueron revelados en relación con la Batalla de Badr, la primera guerra propiamente dicha entre musulmanes e incrédulos. En la batalla, los musulmanes fueron víctimas de una agresión no provocada. El enemigo había elegido alterar la paz de Medina y el territorio circundante. Aun así, la victoria fue para los musulmanes, y varios jefes importantes del ejército enemigo fueron muertos. Responder a tal agresión no provocada parece natural, justo y necesario. Pero se enseña a los musulmanes a dejar de combatir en cuanto el enemigo desiste. El enemigo no ha de conceder más que la libertad de creencia y culto.

  1. En el Surah 8, versículos 62-63, leemos:

“Pero si se inclinan hacia la paz, inclínate tú también hacia ella y deposita tu confianza en Al’lah. En verdad, Él es Quien todo lo oye, el Omnisciente. Pero si pretenden engañarte, en verdad Al’lah te basta. Él es Quien te ha fortalecido con Su ayuda y con los creyentes.”

Si en cualquier momento, durante el transcurso de la batalla, los incrédulos se inclinan hacia la paz, los musulmanes deben aceptar la propuesta de inmediato, y hacer la paz; aún cuando corran el riesgo de ser engañados. Han de confiar en Dios. Los engaños serán inútiles contra los musulmanes, que cuentan con la ayuda de Dios. Sus victorias no son fruto de su esfuerzo, sino de la ayuda de Dios. En los tiempos más difíciles y tenebrosos, Dios había apoyado al Profeta(sa) y a sus seguidores. De igual manera les defenderá contra futuros engaños. Se han de aceptar las propuestas de paz y no rechazarlas con el pretexto de que se trata de una estrategia para que el enemigo descanse antes de volver a lanzar otro ataque.

El énfasis por la paz en estos versículos no carece de importancia. Anticipa la paz firmada por el Profeta(sa) en Hudaibiya. Aquí se le advierte del momento en que sus enemigos le propondrán un tratado de paz; que no deberá rechazar con el pretexto de que el enemigo fue el agresor y cometió excesos, o de que el enemigo no es de fiar. El camino recto inculcado por el Islam exige que los musulmanes siempre acepten los acuerdos de paz. Tanto la piedad como la política hacen que dicha aceptación sea deseable.

  1. En el Surah 4, versículo 95, tenemos:

¡Oh vosotros los que creéis! Cuando avancéis por la causa de Al’lah, informaos cuidadosamente y no digáis a quien os saluda con el saludo de la paz: “Tú no eres creyente”. Buscáis las cosas buenas de este mundo, pero es con Al’lah donde hay abundancia de cosas buenas. Así erais antes, pero Al’lah os otorgó Su favor especial. Informaos, pues, cuidadosamente. En verdad, Al’lah es perfectamente consciente de lo que hacéis.”

De ahí que, cuando los musulmanes salgan para la guerra, han de asegurarse que le ha sido explicada al enemigo la inutilidad de la guerra, y que éste sigue deseando combatir. Aún siendo así, si reciben una propuesta de paz de un individuo o de un grupo, los musulmanes no deben rechazarla, puesto que no sería correcto. Si los musulmanes rechazan propuestas de paz, ya no luchan por Dios sino por su propio engrandecimiento y por sus propias ambiciones mundanales. No sólo la religión, sino también la gloria y el beneficio mundanal proceden de Dios. Dar muerte a los demás no ha de ser el objetivo, pues a quién hoy deseamos matar podría ser uno de los rectamente guiados el día de mañana. ¿Acaso los musulmanes podían haber llegado a ser musulmanes si no hubieran sido perdonados? Los musulmanes han de abstenerse de matar, porque las vidas perdonadas pueden convertirse en vidas guiadas. Dios conoce bien todo lo que hacen los hombres, así como la finalidad y motivos por lo que lo hacen.

El versículo enseña que, incluso después de iniciarse la guerra, los musulmanes tienen la obligación de asegurarse de que el enemigo pretende la agresión. A menudo sucede que, sin pretender la agresión, pero incitado por el nerviosismo o el miedo, el enemigo empieza a prepararse para la guerra. Los musulmanes no deben luchar hasta que no estén convencidos de que el enemigo tiene intención de lanzar un ataque agresivo. Si sus preparativos tienen por objetivo defenderse, los musulmanes deben aceptar tal afirmación y no declarar la guerra. No deben protestar diciendo que los preparativos del enemigo señalan claramente su intención agresiva. Es posible que puedan haber cambiado de parecer, ¿no cambian constantemente nuestros motivos e intenciones? ¿Acaso no hubo enemigos del Islam que posteriormente se convirtieron en amigos?

  1. Sobre la inviolabilidad de las alianzas, el Corán estipula:

“Exceptuados aquellos de los idólatras con los que habéis concluido un tratado, y que no os hayan fallado en el cumplimiento de sus obligaciones, ni ayudado a nadie contra vosotros. Cumplid pues estos tratados que habéis establecido con ellos hasta su término. En verdad, Al’lah ama a los timoratos.” (9:4).

Los paganos que firmen un pacto con los musulmanes, y lo cumplan y no ayuden al enemigo en contra de los musulmanes, recibirán de éstos un respeto recíproco. La piedad exige que los musulmanes cumplan sus pactos al pie de la letra.

  1. Respecto al enemigo que, luchando en guerra contra los musulmanes, expresa el deseo de conocer el mensaje del Islam, el Corán dice:

“Mas si alguno de los idólatras te pide protección, concédesela para que oiga la palabra de Al’lah. Llévalo después a su lugar seguro. Esto es porque se trata de gentes que no saben.” (9:6)

Es decir, si algunos de los enemigos que luchan contra los musulmanes, buscan refugio en éstos para estudiar el Islam y meditar sobre su mensaje, se les deberá ofrecer refugio durante el tiempo necesario para la realización de tal intención.

  1. Sobre los prisioneros de guerra, el Corán enseña:

“No corresponde a un Profeta(sa) tomar prisioneros mientras no se haya iniciado una batalla regular en el país. Vosotros deseáis los bienes del mundo, mientras que Al’lah desea para vosotros el Más Allá. Pues Al’lah es Poderoso, Sabio.” (8:68)

Un Profeta(sa) no debe tomar prisioneros de entre el ejército enemigo salvo como resultado de una guerra organizada en la que se haya derramado mucha sangre. La costumbre de tomar a miembros de las tribus enemigas como prisioneros, sin guerra y sin derramamiento de sangre, era habitual hasta el advenimiento del Islam (e incluso después); aquí, sin embargo, se declara ilegal. Sólo se podrán tomar prisioneros de entre los combatientes, después de una batalla.

  1. También se establecen normas para la liberación de prisioneros:

“…más tarde, liberadlos como gracia o recibiendo un rescate, hasta que la guerra haya depuesto sus cargas.” (47:5)

Lo mejor, según el Islam, es liberar a los prisioneros sin exigir rescate. Ya que esto no es siempre posible, también se contempla la liberación mediante el pago del rescate.

  1. También hay disposiciones respecto a los prisioneros de guerra que no pueden pagar el rescate, o que no tienen a nadie capaz o dispuesto a pagarlo. A menudo, los parientes están en condiciones de pagar, pero no lo hacen prefiriendo dejar que sus familiares permanezcan prisioneros –posiblemente con la intención de apoderarse de sus bienes en su ausencia–. El Corán contiene la siguiente práctica:

“Y aquellos de vuestros esclavos que desean contratar una escritura de emancipación, extendedla si veis que poseen alguna buena capacidad; y dadles de la riqueza que verdaderamente pertenece a Al’lah y que Él os ha concedido.” (24:34)

Es decir, los prisioneros que no merecen ser liberados sin rescate, pero que no tienen a nadie que se lo pague, podrán obtener su libertad firmando un acuerdo en el que se estipule que ellos mismos trabajarán, ganarán dinero y pagarán el rescate. Sólo podrán hacerlo, sin embargo, si se comprueba su capacidad para trabajar y ganar dinero. Si se acredita esta capacidad, incluso podrán pedir ayuda económica a los musulmanes. Por tanto, aquellos musulmanes que dispongan de suficientes recursos deberán ayudarles económicamente, o se deberá crear un fondo público para ayudar a estos desafortunados a reinsertarse en la sociedad.

Los textos del Corán arriba citados contienen las enseñanza del Islam respecto a la guerra y la paz. Reflejan en qué circunstancias, según el Islam, es justo declarar la guerra y qué límites han de ser observados por los musulmanes.

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