La carta al Muqauqis fue llevada por Hatib ibn Abi Balta’a(ra). El texto de esta carta era el mismo que el de la carta al Emperador romano. Decía que el pecado del rechazo por parte de los súbditos romanos recaería sobre la cabeza del Emperador. En la carta dirigida al Muqauquis, el pecado del rechazo por parte de los coptos recaería sobre la cabeza de su jefe. La carta decía lo siguiente:
“En el nombre de Al’lah, el Clemente, el Misericordioso. Esta carta es de Muhammad(sa), el Mensajero de Al’lah, al Muqauquis, Jefe de los coptos. La paz sea con quien sigue el camino de la justicia. Te invito a aceptar el Mensaje del Islam. Si crees, te salvarás y tu recompensa será doble. Si te niegas a creer, el pecado del rechazo por parte de los coptos también recaerá sobre tu cabeza. Di: “¡Pueblo del Libro! Venid a una palabra igual entre nosotros y vosotros, que no adoremos más que a Al’lah, no asociemos partícipes a Él ni tomemos a otros como señores, salvo a Al’lah”. Pero, si se alejan di: “Atestiguad que nos hemos sometido a Dios.”. (Halbiyya, Vol. 3, pág. 275).
Cuando Hatibra llegó a Egipto, no encontró a Muqauquis en la capital. Hatibra le siguió a Alejandría donde, a la orilla del mar, se había reunido la Corte. Hatibra viajó en barco, y percatándose de que la corte estaba bien guardada, mostró la carta desde cierta distancia y empezó a hablar en voz alta. El Muqauquis mandó traer al enviado del Profeta(sa). Leyó la carta y dijo: “Si este hombre es un verdadero Profeta(sa), ¿Por qué no reza por la destrucción de sus enemigos?” Hatibra respondió: “Tú crees en Jesucristo. Fue maltratado por su pueblo y aun así, no pidió su destrucción.” El rey alabó a Hatibra, diciendo que era el enviado sabio de un hombre sabio. Había contestado bien a las preguntas que se le habían hecho. Hatibra habló otra vez: “Antes que tú, hubo un rey orgulloso, arrogante y cruel. Fue el Faraón que persiguió a Moisés. Al final le alcanzó el castigo divino. No muestres, pues, orgullo y cree en este Profeta(sa) de Dios. Por Dios, ¿Moisés no anunció el advenimiento de Jesús con la misma claridad que Jesús anunció a Muhammad(sa)? Te invitamos a Muhammad(sa) el Profeta(sa), al igual que los cristianos invitáis a los judíos a aceptar a Jesús. Cada Profeta(sa)tiene sus seguidores, que han de obedecerlo. Ahora que ha aparecido un Profeta(sa) en tu época, te incumbe creer en él y seguirle. Ten presente que nuestra religión no exige que niegues a Jesús, ni que le desobedezcas. Nuestra religión requiere que todos crean en Jesús”.
Tras escuchar estas palabras, Muqauquis reveló que ya había oído hablar de las enseñanzas de este Profeta(sa) y que consideraba que no enseñaba nada malo, ni prohibía nada bueno. También había indagado y sabía que el Profeta(sa) no era ni mago ni adivino. Había oído hablar del cumplimiento de algunas de sus profecías. Después mandó traer un arca de marfil, introdujo en ella la carta, la selló y la entregó a una criada, para que la pusiera en un lugar seguro. Escribió también una respuesta al Profeta(sa), cuyo texto se conserva en los anales:
En el nombre de Al’lah, el Clemente, el Misericordioso. De Muqauquis, Rey de los coptos, a Muhammad(sa) hijo de Abdul’lah. La paz sea contigo. Después de esto, te digo que he leído tu carta y he reflexionado acerca de su contenido y de las creencias que me invitas a aceptar. Reconozco que los Profetas hebreos han predicho el advenimiento de un Profeta(sa) en nuestra era. Pero creía que iba a aparecer en Siria. He recibido a tu enviado, y le he regalado mil dinars y cinco Knilats. Además, te envío dos muchachas egipcias como regalo. Mi pueblo, los coptos, estiman mucho a estas muchachas. Una se llama María y la otra Sirin. Igualmente te envío veinte prendas hechas de lino egipcio de la mejor calidad, y una mula para viajar. Finalmente, rezo de nuevo para que Dios te conceda la paz (Zurqani y Tabari).
De esta carta se desprende que aunque el Muqauquis trató la carta con gran respeto, no aceptó el Islam.