De nuevo, los musulmanes respiraban la paz. Pero todavía tenían que arreglar cuentas con los Banu Quraiza que habían roto su pacto con los musulmanes, algo que no se podía olvidar. El Profeta(sa) reunió a sus fuerzas agotadas, y les dijo que aún no podían descansar, pues antes de la puesta del sol, debían atacar las fortificaciones de los Banu Quraiza. A continuación, envió a ‘Ali(ra) a los Banu Quraiza para preguntarles por qué habían roto su solemne pacto. Los Banu Quraiza no mostraron remordimiento ni voluntad alguna de disculparse. Insultaron a ‘Ali(ra) y a los demás delegados musulmanes, y profirieron viles insultos al Profeta(sa) y las mujeres de su familia. Añadieron que no les importaba Muhammad(sa) y que nunca habían hecho ningún pacto con él. Cuando ‘Ali(ra) volvió para informar de la respuesta judía, encontró al Profeta(sa) y los Compañeros avanzando hacia las fortificaciones judías. ‘Ali(ra), temiendo que el Profeta(sa) se sintiera dolido por los insultos que los judíos habían proferido contra él, sus esposas y sus hijos, le sugirió que no participara, ya que los musulmanes podían hacer frente a los judíos. El Profeta(sa) le comprendió, y dijo: “No quieres que oiga sus insultos ¿verdad?”.
“Así es”, dijo ‘Ali(ra).
“Pero, ¿por qué?”, preguntó el Profeta(sa), “Moisés era uno de los suyos, y sin embargo a él le infligieron más sufrimientos que a mí.” El Profeta(sa) siguió avanzando. Los judíos erigieron sus defensas y empezaron a luchar. Sus mujeres también tomaron parte en la contienda. Algunos musulmanes se hallaban sentados al pie de un muro cuando una mujer judía, al verles, dejó caer sobre ellos una roca, matando a uno de ellos llamado Jayadra. El encuentro duró varios días, al cabo de los cuales los judíos no pudieron resistir más. Mandaron un mensaje al Profeta(sa), pidiéndole que enviara a Abu Lubabara, jefe Ansari de los Aus, tribu que mantenía relaciones amistosas con los judíos. Querían consultarle sobre un posible acuerdo. El Profeta(sa) envió a Abu Lubabara y los judíos le preguntaron si debían deponer las armas y aceptar el juicio del Profeta(sa). Abu Lubabaracontestó afirmativamente, pero al mismo tiempo pasó un dedo por el cuello, haciendo el signo de la muerte. El Profeta(sa) no había dicho nada a nadie respecto a este asunto. Pero Abu Lubabara, temiendo que el crimen de los judíos no mereciera menos que la muerte, hizo dicho gesto involuntariamente, lo que resultó finalmente mortal para los judíos. Rechazaron el consejo de Abu Lubabara y se negaron a aceptar el juicio del Profeta(sa). De haberlo aceptado, el peor castigo habría sido su expulsión de Medina. Pero la suerte quiso que rechazaran el juicio del Profeta(sa), prefiriendo aceptar el juicio de Sa’d bin Mu’adhra, jefe de sus aliados, los Aus. Aceptarían cualquier castigo propuesto por él. Entre tanto, también surgió un conflicto entre los propios judíos: un grupo de entre ellos sostenía que mientras que su pueblo había roto la alianza con los musulmanes, la conducta de éstos mostraba que eran justos y honrados. Por tanto la suya era la religión verdadera. Quienes pensaban así se unieron al Islam. ‘Amr bin Sa’dira, uno de los jefes judíos, reprochó a su pueblo, diciendo: “Habéis cometido un crimen al no cumplir con vuestra palabra. Ahora vuestro único recurso es uniros al Islam o dar la jizya.”
Ellos contestaron: “Ni nos uniremos al Islam ni daremos la jizya, porque es mejor morir que dar la jizya”. ‘Amrra respondió que en ese caso se consideraba absuelto, y abandonó la fortaleza. Muhammad(sa) bin Maslamara, comandante de una columna musulmana, le vio y le preguntó quién era. Al conocer su identidad, le dijo que marchara en paz, y empezó a rezar en voz alta:
“Dios, dame el poder de cubrir los errores de los hombres honrados.”
Con esta plegaria quiso expresar que este judío mostraba remordimientos respecto a la conducta de su pueblo, y por lo tanto, era el deber moral de los musulmanes perdonar a hombres como él. Al dejar que se fuera, había hecho el bien y había pedido a Dios que le concediera la oportunidad de volver a hacer semejantes obras buenas. Cuando el Profeta(sa) supo lo que había hecho Muhammad(sa) bin Maslamasa, no lo reprochó, sino que lo consideró correcto.
La voluntad de hacer la paz y aceptar el juicio del Profeta(sa) había sido expresada sólo por algunos judíos a título individual. Como colectivo, los judíos permanecieron intransigentes, se negaron a aceptar el juicio del Profeta(sa) y exigieron en su lugar el de Sa’dra bin Mu’adh (Bujari, Tabari y Kramis). El Profeta(sa) aceptó su demanda y envió un mensaje a Sa’dra, que seguía herido, pidiéndole que viniera para emitir su veredicto sobre la traición judía. Al anunciarse la decisión del Profeta(sa), los Aus (aliados de los Banu Quraiza durante un largo tiempo) se apresuraron hacia Sa’drapara pedirle que concediera su favor a los Banu Quraiza; le dijeron que los Jazrall siempre habían intentado salvar a sus aliados judíos. Por tanto, era el deber de Sa’dra salvar a los judíos aliados con su tribu. Sa’dra se dirigió en caballo hacia los Banu Quraiza, mientras a sus dos lados corrían hombres de su propia tribu que le pedían perdonar a los Banu Quraiza. Sa’dra se limitó a contestar que, como responsable del juicio, tenía una misión que debía cumplir con integridad: “Daré a conocer mi juicio, por tanto, tras sopesar toda la evidencia, y sin temor ni prejuicio alguno.” Al llegar a la fortaleza judía, Sa’dra vio a los Banu Quraiza alineados a lo largo de una muralla del recinto y a los musulmanes al otro lado. Acercándose a éstos, Sa’dra preguntó: “¿Aceptaréis mi juicio?”. Contestaron: “Sí”.