29. Los confederados se dispersan
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
Capítulos
  1. 0. Prefacio
  2. 1. Arabia en la época del nacimiento del Profeta
  3. 2. El matrimonio del Santo Profeta con Jadiyya
  4. 3. El Profeta recibe su primera revelación
  5. 4. Los primeros conversos
  6. 5. La persecución de los fieles
  7. 6. El mensaje del Islam
  8. 7. La emigración a Abisinia
  9. 8. ‘Umar acepta el Islam
  10. 9. La persecución se intensifica
  11. 10. El viaje del profeta a Ta’if
  12. 11. El Islam se extiende a Medina
  13. 12. El primer juramento de ‘Aqaba
  14. 13. La Hégira
  15. 14. Suraqa persigue al Profeta
  16. 15. El Profeta llega a Medina
  17. 16. Abu Ayyub Ansari anfitrión del Profeta
  18. 17. La vida en Medina se vuelve insegura
  19. 18. El pacto entre diversas tribus de Medina
  20. 19. Los Mequíes se preparan para atacar Medina
  21. 20. La batalla de Badr
  22. 21. Se cumple una gran profecía
  23. 22. La batalla de Uhud
  24. 23. La victoria se convierte en derrota
  25. 24. Los rumores de la muerte del Profeta llegan a Medina
  26. 25. El enfrentamiento con los Banu Mustaliq
  27. 26. La batalla de la fosa
  28. 27. Una lucha muy desigual
  29. 28. La traición de los Banu Quraiza
  30. 29. Los confederados se dispersan
  31. 30. El castigo de los Banu Quraiza
  32. 31. El juicio de Sa’d inspirado en la Biblia
  33. 32. ¿Deseaba el Profeta continuar la guerra?
  34. 33. Enseñanzas del Judaísmo y Cristianismo sobre la guerra
  35. 34. La enseñanza del Corán respecto a la guerra y la paz
  36. 35. Los preceptos del Profeta respecto a la guerra
  37. 36. Ataques esporádicos de los incrédulos
  38. 37. El Profeta parte a la Meca con mil quinientos compañeros
  39. 38. El tratado de Hudaibiya
  40. 39. Las cartas del Profeta a varios reyes
  41. 40. Carta al rey de Persia
  42. 41. La carta al Negus
  43. 42. Carta al jefe del estado Egipcio
  44. 43. Carta al jefe del Bahrein
  45. 44. La caída de Jaibar
  46. 45. Se cumple la visión del Profeta
  47. 46. La batalla de Mauta
  48. 47. el profeta parte hacia la meca con diez mil fieles
  49. 48. La derrota de la Meca
  50. 49. El Profeta entra en la Meca
  51. 50. La Ka’ba, libre de ídolos
  52. 51. El Profeta perdona a sus enemigos
  53. 52. ‘Ikrima se hace musulmán
  54. 53. La batalla de Hunain
  55. 54. “el profeta de dios os llama”
  56. 55. Un enemigo jurado se convierte en seguidor devoto
  57. 56. El Profeta distribuye el botín
  58. 57. Las maquinaciones de Abu ‘Amir
  59. 58. La expedición de Tabuk
  60. 59. El último peregrinaje
  61. 60. El Profeta hace alusión a su fallecimiento
  62. 61. Los últimos días del Profeta
  63. 62. El Profeta fallece
  64. 63. La personalidad y el carácter del Profeta
  65. 64. La pureza del alma y la limpieza del Profeta
  66. 65. La vida sencilla del Santo Profeta
  67. 66. Su relación con Dios
  68. 67. Su desaprobación de la penitencia
  69. 68. Su actitud hacia sus esposas
  70. 69. Elevadas cualidades morales
  71. 70. Su templanza
  72. 71. Justicia y equidad
  73. 72. Su consideración por los pobres
  74. 73. La protección de los intereses de los pobres
  75. 74. El trato a los esclavos
  76. 75. El trato a las mujeres
  77. 76. Su actitud hacia los difuntos
  78. 77. El trato a los vecinos
  79. 78. El trato a los parientes
  80. 79. La buena compañía
  81. 80. La protección de la fe
  82. 81. El perdón de las faltas ajenas
  83. 82. Paciencia ante la adversidad
  84. 83. La cooperación mutua
  85. 84. La sinceridad
  86. 85. La curiosidad inapropiada
  87. 86. La integridad y la honradez en las transacciones
  88. 87. El pesimismo
  89. 88. La crueldad con los animales
  90. 89. Tolerancia en cuestiones de religión
  91. 90. Valentía
  92. 91. Consideración con los incultos
  93. 92. El cumplimiento de los pactos
  94. 93. El respeto a los servidores de la humanidad
  95. 94. La vida del Profeta es un libro abierto
  96. 95. Notas
  97. 96. Sobre el autor
  98. 97. Índice de Temas
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Este peligroso plan, sin embargo, fue frustrado milagrosamente por Dios. Sucedió de esta manera: Un tal Mu’aimra, miembro de la tribu de los Ghatafan, se sentía inclinado hacia el Islam. Había venido con los ejércitos paganos pero deseaba ayudar a los musulmanes. Por sí sólo no podía hacer mucho. Pero cuando supo que los judíos se habían aliado con los árabes, y que los musulmanes se enfrentaban a la destrucción y a la muerte segura, decidió hacer todo lo posible por salvarlos. Se dirigió a los Banu Quraiza y habló con sus jefes. Les preguntó qué esperaban que hicieran los musulmanes en caso de que los ejércitos árabes huyeran. ¿No deberían los judíos, en tanto que mantenían una alianza con los musulmanes, prepararse para recibir el castigo merecido por romper su alianza? Esta pregunta asustó a los jefes judíos que le preguntaron qué es lo que deberían hacer. Nu’aimra les recomendó que pidieran como rehenes a setenta paganos. Si los paganos eran honestos y deseaban un ataque combinado, no rechazarían tal petición. Dirían que estos setenta hombres protegerían los puntos estratégicos mientras que ellos atacaban a los musulmanes desde atrás. Tras mantener estas conversaciones con los judíos, Nu’aimra se dirigió a los jefes paganos. Les preguntó qué es lo que harían si los judíos rompían su alianza; si para conciliar a los musulmanes pedían setenta rehenes paganos y luego se los entregaban a los musulmanes. ¿No era importante poner a prueba la sinceridad de los judíos, pidiéndoles que participaran de inmediato en el ataque combinado? Este consejo impresionó a los jefes paganos, y lo aceptaron. Mandaron un mensaje a los judíos, pidiéndoles que atacaran la ciudad desde atrás, ahora que ellos (los confederados) estaban preparados para el ataque previsto. Los judíos respondieron que el día siguiente era sábado y por lo tanto, no podían luchar. Además, dijeron que ellos eran de Medina, mientras los confederados eran todos forasteros. Si los árabes huían de la batalla ¿qué harían los judíos? Los árabes, por lo tanto, debían entregar a setenta hombres como rehenes. Entonces los judíos estarían dispuestos a llevar a cabo su parte del ataque. De esta manera, quedaron sembradas las sospechas mutuas. Los árabes rechazaron la petición judía, pues decían que si eran sinceros en su pacto con los árabes, esta petición carecía de sentido. De esta manera la duda empezó a socavar su ánimo, y los ejércitos árabes fueron perdiendo la moral hasta tal extremo que, al caer la noche, tanto los oficiales como los soldados volvieron deprimidos a sus tiendas y se acostaron llenos de incertidumbre y vacilaciones. Bajo estas circunstancias se produjo un milagro, y los musulmanes recibieron la ayuda desde el cielo. Empezó a soplar un fuerte viento que derribó las tiendas, volcó las ollas y apagó algunos fuegos. Los paganos tenían por costumbre mantener el fuego vivo a lo largo de la noche, pues el fuego ardiente en el campamento era un buen augurio, mientras que un fuego apagado era un mal augurio. Cuando se apagaba un fuego delante de una tienda, sus ocupantes, al considerarlo una mala señal, se retiraban de la batalla durante un día, para después volver a la lucha. Los jefes paganos ya se encontraban asediados por las dudas. Algunos soldados empezaron a recoger sus cosas, otros pensaron que los musulmanes habían lanzado un ataque nocturno. El rumor se extendió y todos empezaron a replegar sus tiendas y a retirarse del campo de batalla. Se dice que Abu Sufyan(ra) estaba acostado en la suya, y cuando llegó a sus oídos la noticia de la retirada repentina de las divisiones paganas, se levantó de un salto y en su agitación, se montó sobre un camello que estaba atado. Espoleó al animal pero éste no se movió. Sus amigos le indicaron lo que sucedía, y liberaron al animal. Abu Sufyan(ra), en compañía de sus amigos, abandonó el campo de batalla.

Habían transcurrido apenas dos tercios de la noche cuando el campo de batalla quedó completamente desierto. Desapareció un ejército de veinte a veinticinco mil soldados y seguidores, dejando atrás un campo vacío. Al mismo tiempo, el Profeta(sa) recibía una revelación que le informaba de la huida de las fuerzas enemigas gracias a la intervención de Dios. Para confirmar lo ocurrido, el Profeta(sa) quiso mandar a uno de sus soldados a recorrer el campo de batalla. Hacía un frío intenso y no era extraño que los musulmanes, mal vestidos, se sintieran ateridos. Algunos oyeron el grito del Profeta(sa) en la noche. Quisieron responder, pero debido al frío no pudieron. Sólo Hudhaifara contestó en voz alta: “Sí, Profeta(sa) de Dios. ¿Qué desea que hagamos?”

El Profeta(sa) llamó de nuevo, y de nuevo nadie salvo Hudhaifara, fue capaz de contestar a causa del frío. El Profeta(sa) pidió a Hudhaifara que recorriera el campo de batalla, porque Dios le había informado de la huida del enemigo. Hudhaifara se acercó a la zanja y desde allí vio que, efectivamente, el enemigo había abandonado el campo de batalla; ya no había soldados ni hombres. Hudhaifara volvió al Profeta(sa), recitó la Kalima y dijo que el enemigo había huido. Al día siguiente, los musulmanes recogieron sus tiendas y se prepararon para volver a la ciudad. Se había acabado una dura prueba de veinte años.

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