De aquellos que no iban a beneficiarse de la amnistía general, algunos recibieron el perdón por recomendación de los Compañeros. Entre ellos se encontraba ‘Ikrimara, uno de los hijos de Abu Yahl. La mujer de ‘Ikrimara era musulmana convencida. Pidió al Profeta(sa) que perdonara a su marido, y el Profeta(sa) accedió a tal petición. En ese momento, ‘Ikrimara estaba intentando huir a Abisinia. Su mujer le siguió, y le encontró a punto de embarcar. Le reprochó: “¿Huyes de un hombre tan clemente y pacífico como el Profeta(sa)?”
‘Ikrimara mostró gran sorpresa y preguntó a su mujer si sinceramente creía que el Profeta(sa) le perdonaría. Ella le aseguró que incluso él recibiría el perdón del Profeta(sa) y que, en realidad, ya le había dado su palabra. ‘Ikrimara abandonó su idea de huir a Abisinia y volvió para ver al Profeta(sa). “Mi mujer afirma que incluso a mí me ha perdonado ”, dijo.
“Tu mujer tiene razón. En verdad, te perdono”, dijo el Profeta(sa).
‘Ikrimara concluyó entonces que una persona capaz de perdonar a sus enemigos más hostiles no podía ser falsa. Declaró, pues, su fe en el Islam: “Soy testigo de que Dios es Uno y no tiene igual, y de que tú eres Su Siervo y Su Mensajero.” Con estas palabras, ‘Ikrimara agachó la cabeza por vergüenza. El Profeta(sa) le confortó diciendo: “‘Ikrimara, no sólo te he perdonado, sino como prueba de mi respeto por ti he decidido invitarte a que me pidas cualquier cosa que yo sea capaz de darte.”
‘Ikrimara respondió: “No le puedo pedir otra cosa sino que rece por mí a Dios, pidiendo Su perdón por todos los excesos y atrocidades que he podido cometer contra usted”.
Al oír esta petición, el Profeta(sa) rezó en seguida a Dios: “Dios mío, perdona la enemistad que ‘Ikrimara me mostró. Perdona los insultos que profirió su boca.”
Luego, el Profeta(sa) se levantó, y cubrió con su capa la cabeza de ‘Ikrimara diciendo: “El que viene a mí, creyendo en Dios, es uno conmigo. Mi casa es tanto tuya como mía.”
La conversación de ‘Ikrimara cumplió una profecía que el Santo Profeta(sa) había anunciado hacía muchos años. Hablando a sus Compañeros, había dicho: “He tenido una visión en la que estaba en el Paraíso. Vi allí un racimo de uvas. Cuando pregunté para quién eran las uvas, alguien me contestó: Para Abu Yahl”. Refiriéndose a esta visión con motivo de la conversación con ‘Ikrimara, el Profeta(sa) dijo que al principio no comprendía la visión. ¿Cómo podría entrar en el Paraíso un enemigo de los creyentes como era Abu Yahl? ¿Y cómo podría haber allí un racimo de uvas para él? “Pero ahora”, dijo, “comprendo mi visión; las uvas eran para ‘Ikrimara. Sólo que en lugar del hijo, vi al padre, una sustitución corriente en las visiones y los sueños.” (Halbiyya, Vol. 3, pág. 104).
Entre las personas que debían ser ejecutadas como excepciones a la amnistía general, se encontraba un hombre que había sido responsable del cruel asesinato de Zainab, la hija del Profeta(sa). Este hombre era Habbar. Había cortado las cinchas del camello de Zainab, de modo que Zainab cayó al suelo y estando encinta, abortó. Poco tiempo después, murió. Ésta fue una de las atrocidades que cometió y por la que merecía la pena de muerte. Este hombre ahora vino al Profeta(sa) y dijo: “Profeta(sa) de Dios, yo me escapé de ti y me fui a Persia. Pero se me ocurrió pensar que ya que Dios nos había liberado de nuestras creencias paganas y nos había salvado de la muerte espiritual, en lugar de buscar refugio en los demás ¿por qué no ir al Profeta(sa) mismo, reconocer mis faltas y mis pecados, y pedir su perdón?
El Profeta(sa) se sintió conmovido y dijo: “Habbar, si Dios ha implantado en tu corazón el amor al Islam ¿cómo puedo negarme a perdonarte? Te perdono todo lo que has hecho antes”.
Es imposible describir en detalle las abominaciones que cometieron estos hombres contra el Islam y contra los musulmanes. Y sin embargo ¡con cuánta facilidad los perdonó el Profeta(sa)! Este espíritu de perdón convirtió incluso a los adversarios más intransigentes en devotos del Profeta(sa).