56. El Profeta distribuye el botín
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
Capítulos
  1. 0. Prefacio
  2. 1. Arabia en la época del nacimiento del Profeta
  3. 2. El matrimonio del Santo Profeta con Jadiyya
  4. 3. El Profeta recibe su primera revelación
  5. 4. Los primeros conversos
  6. 5. La persecución de los fieles
  7. 6. El mensaje del Islam
  8. 7. La emigración a Abisinia
  9. 8. ‘Umar acepta el Islam
  10. 9. La persecución se intensifica
  11. 10. El viaje del profeta a Ta’if
  12. 11. El Islam se extiende a Medina
  13. 12. El primer juramento de ‘Aqaba
  14. 13. La Hégira
  15. 14. Suraqa persigue al Profeta
  16. 15. El Profeta llega a Medina
  17. 16. Abu Ayyub Ansari anfitrión del Profeta
  18. 17. La vida en Medina se vuelve insegura
  19. 18. El pacto entre diversas tribus de Medina
  20. 19. Los Mequíes se preparan para atacar Medina
  21. 20. La batalla de Badr
  22. 21. Se cumple una gran profecía
  23. 22. La batalla de Uhud
  24. 23. La victoria se convierte en derrota
  25. 24. Los rumores de la muerte del Profeta llegan a Medina
  26. 25. El enfrentamiento con los Banu Mustaliq
  27. 26. La batalla de la fosa
  28. 27. Una lucha muy desigual
  29. 28. La traición de los Banu Quraiza
  30. 29. Los confederados se dispersan
  31. 30. El castigo de los Banu Quraiza
  32. 31. El juicio de Sa’d inspirado en la Biblia
  33. 32. ¿Deseaba el Profeta continuar la guerra?
  34. 33. Enseñanzas del Judaísmo y Cristianismo sobre la guerra
  35. 34. La enseñanza del Corán respecto a la guerra y la paz
  36. 35. Los preceptos del Profeta respecto a la guerra
  37. 36. Ataques esporádicos de los incrédulos
  38. 37. El Profeta parte a la Meca con mil quinientos compañeros
  39. 38. El tratado de Hudaibiya
  40. 39. Las cartas del Profeta a varios reyes
  41. 40. Carta al rey de Persia
  42. 41. La carta al Negus
  43. 42. Carta al jefe del estado Egipcio
  44. 43. Carta al jefe del Bahrein
  45. 44. La caída de Jaibar
  46. 45. Se cumple la visión del Profeta
  47. 46. La batalla de Mauta
  48. 47. el profeta parte hacia la meca con diez mil fieles
  49. 48. La derrota de la Meca
  50. 49. El Profeta entra en la Meca
  51. 50. La Ka’ba, libre de ídolos
  52. 51. El Profeta perdona a sus enemigos
  53. 52. ‘Ikrima se hace musulmán
  54. 53. La batalla de Hunain
  55. 54. “el profeta de dios os llama”
  56. 55. Un enemigo jurado se convierte en seguidor devoto
  57. 56. El Profeta distribuye el botín
  58. 57. Las maquinaciones de Abu ‘Amir
  59. 58. La expedición de Tabuk
  60. 59. El último peregrinaje
  61. 60. El Profeta hace alusión a su fallecimiento
  62. 61. Los últimos días del Profeta
  63. 62. El Profeta fallece
  64. 63. La personalidad y el carácter del Profeta
  65. 64. La pureza del alma y la limpieza del Profeta
  66. 65. La vida sencilla del Santo Profeta
  67. 66. Su relación con Dios
  68. 67. Su desaprobación de la penitencia
  69. 68. Su actitud hacia sus esposas
  70. 69. Elevadas cualidades morales
  71. 70. Su templanza
  72. 71. Justicia y equidad
  73. 72. Su consideración por los pobres
  74. 73. La protección de los intereses de los pobres
  75. 74. El trato a los esclavos
  76. 75. El trato a las mujeres
  77. 76. Su actitud hacia los difuntos
  78. 77. El trato a los vecinos
  79. 78. El trato a los parientes
  80. 79. La buena compañía
  81. 80. La protección de la fe
  82. 81. El perdón de las faltas ajenas
  83. 82. Paciencia ante la adversidad
  84. 83. La cooperación mutua
  85. 84. La sinceridad
  86. 85. La curiosidad inapropiada
  87. 86. La integridad y la honradez en las transacciones
  88. 87. El pesimismo
  89. 88. La crueldad con los animales
  90. 89. Tolerancia en cuestiones de religión
  91. 90. Valentía
  92. 91. Consideración con los incultos
  93. 92. El cumplimiento de los pactos
  94. 93. El respeto a los servidores de la humanidad
  95. 94. La vida del Profeta es un libro abierto
  96. 95. Notas
  97. 96. Sobre el autor
  98. 97. Índice de Temas
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Tras la conquista de La Meca y la victoria de Hunain, el Profeta(sa) se dispuso a distribuir el dinero y de los bienes pagados como rescate, o abandonados en el campo de batalla por los enemigos. De haber seguido la costumbre, este botín se habría distribuido entre los soldados musulmanes que participaron en estos encuentros. Pero en esta ocasión, en lugar de distribuirlo entre los musulmanes, el Profeta(sa) lo distribuyó entre los mequíes, y los habitantes que vivían alrededor de La Meca. Esta gente todavía no había mostrado ninguna inclinación por la fe. Muchos eran incrédulos convencidos. Quienes habían declarado su fe eran todavía novicios, y no sabían cuánta abnegación era capaz de mostrar alguien que hubiera aceptado el Islam. Pero, lejos de beneficiarse del ejemplo de abnegación y sacrificio que presenciaron, lejos de devolver a los musulmanes los buenos tratos que de ellos habían recibido, se volvieron más codiciosos que nunca. Sus exigencias crecieron. Rodearon en multitud al Profeta(sa) y le empujaron debajo de un árbol y le arrebataron la capa de su espalda. Al final, el Profeta(sa) se dirigió así a la multitud: “Ya no tengo nada que dar. Si tuviera algo, ya os lo habría dado. No soy ni avaro ni mezquino.” (Bujari, capítulo sobre Farad al-Jums)

Entonces, acercándose a su camello y arrancándole un pelo dijo: “De este dinero, de estos bienes, no quiero nada. Ni siquiera un pelo. Sólo he de tomar la quinta parte para el Estado. Ésta es la división que la costumbre árabe reconoce como justa y equitativa. No se gastará esa quinta parte en mí, sino en vosotros y vuestras necesidades. Recordad que quien malversa o emplea mal los fondos públicos será humillado ante Dios en el Día del Juicio.”

Los críticos malintencionados han afirmado que el Profeta(sa) anhelaba ser rey y tener un reino. Si hubiera anhelado ser rey y tener un reino ¿habría tratado a ésta multitud mezquina de esta forma? ¿Habría permitido que le quitara todo? ¿Habría explicado sus ideas de forma tan razonable? Sólo los Profetas y los Mensajeros de Dios pueden dar tal ejemplo. Todo el botín, el dinero y los bienes de valor habían sido distribuidos entre los pobres y los necesitados. Pero todavía quedaban personas insatisfechas, que hostigaban al Profeta(sa); protestaban contra la distribución y le acusaban de injusticia.

Un tal Dhu’l Juwaisira se acercó al Profeta(sa) y dijo: “Muhammad(sa), soy testigo de cuanto estás haciendo.”

“Y ¿qué es lo que estoy haciendo?”, preguntó el Profeta(sa).

“Estás cometiendo una injusticia”, respondió.

“¡Ay de ti!”, dijo el Profeta(sa), “si puedo ser injusto, entonces nadie en toda la faz de la tierra, podrá ser justo”. (Muslim, Kitab al-Zakat).

Los creyentes se enfurecieron. Cuando el hombre abandonó la asamblea, algunos dijeron: “Este hombre merece morir. ¿Nos permites matarle?”

“No”, respondió el Profeta(sa). “Si observa nuestras leyes y no comete delito visible ¿por qué hemos de matarle?”

Los creyentes, sin embargo, insistieron: “Pero cuando una persona dice y hace una cosa, y cree y desea otra distinta ¿no merece un tratamiento apropiado?”

“No puedo tratar a la gente según lo que guardan en sus corazones. Dios no me ha encargado hacerlo. Sólo puedo tratarles según lo que dicen o hacen”.

A continuación, el Profeta(sa) anunció a los creyentes que llegaría un día en el que ese hombre y sus familiares fomentarían una rebelión en el Islam. Estas palabras se cumplieron en la época del Jalifato de Alira, el cuarto Jalifa del Islam; cuando este individuo y sus amigos encabezaron una rebelión contra su persona, y se convirtieron en los jefes de una división universalmente condenada en el Islam, los Jawarill.

Tras enfrentarse con los Hawazin, el Profeta(sa) regresó a Medina. Fue otro grandioso día para su pueblo. Fue un gran día el de su llegada a Medina, como refugiado de los malos tratos de los mequíes. En este magno día, el Profeta(sa) volvió a Medina lleno de alegría y consciente de su determinación de hacer de Medina su hogar.

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