Tras la batalla de Uhud, se produjo una escasez de alimentos en La Meca. El Profeta(sa), a pesar de toda la enemistad que le habían mostrado, a pesar de las maquinaciones empleadas para provocar el odio contra el Islam en todo el país, empezó a recolectar fondos para ayudar a los mequíes pobres en su momento de necesidad. A los mequíes no les impresionó siquiera este gesto de buena voluntad. Su hostilidad seguía sin mermar, e incluso se intensificó. Otras tribus, que hasta entonces habían simpatizado con los musulmanes, también empezaban a mostrar cierta hostilidad. Una de estas tribus era la de los Banu Mustaliq. Antes, se habían llevado bien con los musulmanes, pero ahora se encontraban preparando un ataque contra Medina. Cuando el Profeta(sa) recibió noticias de sus preparativos, envió a un grupo para descubrir la verdad. Los hombres, al volver, confirmaron los informes iniciales. El Profeta(sa) decidió salir a enfrentarse con el nuevo ataque. Reunió un ejército y lo llevó al territorio de los Banu Mustaliq. Cuando el ejército musulmán se situó frente a su enemigo, el Profeta(sa) intentó persuadir a los adversarios de que se retiraran sin luchar. Se negaron a hacerlo y se inició la batalla, y al cabo de unas horas el enemigo fue derrotado
En esta ocasión, al ver que los incrédulos mequíes estaban inclinados a la hostilidad, y que incluso las tribus antes favorables ahora se volvían también hostiles, los hipócritas de entre los musulmanes también decidieron luchar al lado de los musulmanes. Probablemente buscaban la oportunidad de ponerles en dificultades. El encuentro con los Banu Mustaliq no duró más que unas horas y por lo tanto los hipócritas no tuvieron oportunidad de hacerlo durante la batalla. El Profeta(sa), sin embargo, decidió quedarse unos días en el pueblo de los Banu Mustaliq.
Durante su estancia, se produjo un conflicto entre dos musulmanes, uno mequí y el otro medinita, acerca del derecho a sacar agua de un pozo. El mequí era un antiguo esclavo. Golpeó al medinita, que inmediatamente dio la voz de alarma, pidiendo la ayuda de sus compañeros medinitas -conocidos como Ansar, o Ayudantes-. El mequí también pidió a gritos la ayuda de sus compañeros mequíes -conocidos como Muhayirin o Refugiados-. La inquietud reinaba en todas partes. Nadie preguntó qué había ocurrido. Los jóvenes de ambos bandos sacaron la espada. ‘Abdul’lah bin Ubayy Salul veía en tal conflicto una ayuda divina. Decidió agravarlo, diciendo: “Os habéis pasado en vuestra indulgencia para con los Refugiados. Vuestros buenos tratos se les han subido a la cabeza y ahora están intentando dominaros de todas las maneras.” El discurso podría haber tenido los efectos que ‘Abdul’lah deseaba y el conflicto podría haber adquirido dimensiones graves. Pero no fue así. ‘Abdul’lah se equivocó al evaluar los efectos de su discurso malintencionado. Creyendo que persuadía a los Ansar, sin embargo, prosiguió:
“Volvamos a Medina. Entonces el más honrado de sus ciudadanos expulsará al más despreciable” (Bujari).
Al decir “el más horado de sus ciudadanos” se refería a sí mismo, y por “el más despreciable” al Profeta(sa). Tan pronto como hubo dicho estas palabras, los musulmanes creyentes comprendieron que se trataba de una trampa. No habían escuchado, dijeron, un discurso inocente, sino un discurso de Satanás, que había venido para alejarles del camino. Un joven se levantó para informar al Profeta(sa), a través de su tío, de la situación. El Profeta(sa) mandó traer a ‘Abdul’lah bin Ubayy ibn Salul y a sus Compañeros, y les preguntó sobre lo ocurrido. Éstos negaron haber participado en el incidente de la forma que se les había atribuido. Sin embargo, con el paso del tiempo, la verdad empezó a extenderse, hasta tal punto que el propio hijo de ‘Abdul’lah bin Ubayy ibn Salul, llamado ‘Abdul’lah, se enteró del incidente y se dirigió inmediatamente al Profeta(sa), diciendo: “Profeta(sa), mi padre te ha insultado. Que la muerte sea su castigo. Si así lo decides, prefiero que me encomiendes a mí la tarea de matar a mi padre. Si mi padre muere a manos de otro, me veré obligado a vengar a mi padre, matando a aquel hombre. Así, tal vez sólo incurra en la ira de Dios.”
El Profeta(sa) respondió: “No tengo tal intención, y trataré a tu padre con compasión y consideración”. Al comparar la falta de lealtad y cortesía de su padre con la compasión y la bondad del Profeta(sa), el joven ‘Abdul’lah se dirigió a Medina, lleno de ira contra su padre. Se encontró con éste en el camino, y lo paró, diciendo que no le dejaría seguir su camino a Medina hasta que retirara las palabras que había utilizado contra el Profeta(sa). “Los labios que dijeron: ‘El Profeta(sa) es despreciable y yo soy honrado’ ahora habrían de decir: ‘El Profeta(sa) es honrado y yo soy despreciable’.” ‘Abdul’lah bin Ubayy ibn Salul estaba asombrado y temeroso, y dijo: “Tienes razón, hijo mío. Muhammad(sa) es honrado y yo soy despreciable.” Entonces, el joven ‘Abdul’lah permitió que su padre prosiguiera su viaje (Hisham, Vol. 2).
Ya hemos mencionado a las dos tribus judías que tuvieron que ser expulsadas de Medina debido a sus intrigas y maquinaciones. Los Banu Madir, una de las dos, emigraron en parte a Siria y en parte a una ciudad llamada Jaibar, al norte de Medina. Jaibar era un centro judío fortificado de Arabia. Los judíos que habían emigrado allí ya habían empezado a incitar a los árabes en contra de los musulmanes. Los mequíes, por su parte, ya eran enemigos jurados del Islam, por lo que no hacían falta más provocaciones para incitar a los mequíes en contra de los musulmanes. Los Ghatafan de Nalld, por sus relaciones amistosas con los mequíes, también eran hostiles a los musulmanes. Los judíos instalados en Jaibar ya contaban con los quraishíes de La Meca y los Ghatafan de Nalld. Además, tenían la intención de incitar a los Banu Sulaim y a los Banu Asad contra el Islam. También persuadieron a los Banu Sa’d, una tribu aliada de los judíos, a unirse en alianza con los mequíes en contra del Islam. Después de una larga intriga, se organizó una confederación de tribus árabes para luchar contra los musulmanes. Esta confederación incluía, por tanto, a los mequíes, las tribus que vivían en los territorios alrededor de La Meca, las tribus de Nalld y las que vivían en territorios al norte de Medina.