De esta narración de los acontecimientos se desprende que la tregua de la hostilidad mequí solo fue temporal. Los jefes mequíes se estaban preparando para lanzar un nuevo ataque contra el Islam. Los jefes moribundos hicieron jurar a sus sucesores mantener la hostilidad contra el Profeta(sa), incitándoles a declararle la guerra a él y a sus seguidores. Se invitó a los habitantes de Medina a atacar a los musulmanes, advirtiéndoles que, de negarse, los mequíes y sus aliados invadirían Medina, matando a los hombres y tomando a las mujeres como esclavas. Si en estas circunstancias el Profeta(sa) no hubiera hecho nada para defender Medina, habría incurrido en una grave responsabilidad. Por lo tanto, el Profeta(sa) estableció un sistema de reconocimiento del terreno. Envió a grupos de hombres a varios lugares alrededor de La Meca, para ser informado sobre posibles indicios de preparativos de guerra. De vez en cuando se produjeron incidentes –escaramuzas y luchas- entre estos grupos y los grupos de mequíes. Varios autores europeos afirman que dichos incidentes fueron iniciados por el Profeta(sa) y que por lo tanto, él fue el agresor en las guerras que siguieron. Pero frente a los trece años de tiranía mequí, sus intrigas para enfrentar a la gente de Medina contra los musulmanes, y la amenaza mequí contra Medina, nadie puede acusar al Profeta(sa) de haber iniciado estos incidentes. Si envió a grupos de musulmanes para un reconocimiento, lo fue para su propia defensa. Trece años de tiranía constituyen suficiente justificación para las medidas defensivas que adoptaron los musulmanes. Si posteriormente surgieron guerras entre mequíes y musulmanes, la responsabilidad no fue de los musulmanes.
Las endebles razones por las que muchas naciones cristianas se declaran la guerra entre sí son bien conocidas. Si se cometiera contra cualquier pueblo europeo la mitad de las atrocidades cometidas por los mequíes contra los musulmanes, ese pueblo creería justificado declarar la guerra. Si los habitantes de un país inician la exterminación a gran escala de los de otro, o si un pueblo expulsa a otro de su patria ¿no estaría acaso justificada una declaración de guerra por parte de las víctimas? Cuando los musulmanes emigraron a Medina, les sobraban motivos para declarar la guerra a los mequíes. Sin embargo, el Profeta(sa) no declaró la guerra. Mostró tolerancia y limitó sus actividades defensivas al reconocimiento. Los mequíes, sin embargo, continuaron provocando a los musulmanes. Incitaron a los medinitas en su contra interfiriendo en su derecho a la peregrinación. Cambiaron la ruta ordinaria de sus caravanas, y comenzaron a atravesar las regiones tribales alrededor de Medina, para sublevar a las tribus contra los musulmanes. La paz de Medina se vio amenazada, por lo que era una indiscutible obligación de los musulmanes aceptar el reto de guerra que los mequíes habían lanzado durante catorce años. En tales circunstancias, nadie puede poner en duda el derecho de los musulmanes a aceptar tal desafío.
Mientras se hallaba ocupado en las operaciones de exploración, el Profeta(sa) no descuidaba las necesidades ordinarias y espirituales de sus discípulos en Medina. La gran mayoría de los medinitas se había convertido al Islam, tanto por profesión externa como por convicción interna. Algunos profesaban la fe solamente de forma externa. El Profeta(sa), por lo tanto, empezó a instituir entre su pequeño grupo la forma islámica de gobierno. Anteriormente, los árabes habían resuelto sus diferencias mediante la espada y la violencia individual. El Profeta(sa) introdujo procedimientos jurídicos. Nombró jueces para la resolución de litigios entre grupos o individuos, y sólo se admitían las demandas que el juez consideraba justas. Antes se miraban con desprecio las actividades intelectuales. El Profeta(sa) instituyó medidas para fomentar la alfabetización y el amor a los estudios. Pidió a los que sabían leer y escribir que enseñaran a los demás. Se puso fin a la injusticia y la crueldad. Se establecieron los derechos de la mujer. Los ricos debían sufragar las necesidades de los pobres, y utilizar su dinero para mejorar las condiciones sociales de Medina. Se defendió a los trabajadores contra la explotación. Se nombraron tutores para administrar los bienes de los herederos débiles o menores de edad. Las transacciones de préstamos empezaron a hacerse por escrito. Se inculcó la importancia de cumplir con todas las obligaciones. Se abolieron los excesos cometidos contra los esclavos. Se empezó a prestar atención a la higiene y la sanidad pública. Se emprendió el censo de la población y se procedió al ensanchamiento y limpieza de las calles y caminos. En resumen, se instituyeron leyes que promocionaron una vida familiar y social ideal. Por vez primera en su historia, los árabes fueron iniciados en las reglas de la cortesía y de una existencia civilizada.