Advirtió a la gente a que no tratara a los animales con crueldad sino con benevolencia. Solía referirse al ejemplo de una mujer judía castigada por Dios por haber dejado que su gato muriera de hambre. También contaba la historia de una mujer que encontró un perro que estaba muriendo de sed, al borde de un pozo profundo. Se quitó el zapato y bajándolo al pozo, pudo coger agua y dar de beber al perro sediento. Esta buena obra le ganó el perdón de Dios por todos sus pecados anteriores.
Hazrat Abdul’lah bin Mas’udra relata: “Estando de viaje en compañía del Santo Profeta(sa), vimos dos palomas muy jóvenes en un nido y las cogimos. Eran todavía muy pequeñas. Cuando la madre volvió al nido, no encontró a sus crías y empezó a revolotear, volando en círculos. Cuando llegó el Santo Profeta(sa) y vio la paloma, dijo: “Si alguno de vosotros ha cogido sus crías, debe liberarlas en seguida para consolarla” (Abu Dawud). Hazrat Abdul’lah bin Mas’udra también dice que en una ocasión vieron un hormiguero, y tras colocar paja encima, le prendieron fuego. El Santo Profeta(sa) les reprochó tal acción. En otra ocasión el Santo Profeta(sa) observó que unos hombres marcaban a un asno con hierro candente en la cara. Cuando preguntó la razón, le dijeron que los romanos recurrían a esta práctica para identificar a los animales de raza. El Santo Profeta(sa) les dijo que la cara era una parte muy sensible del cuerpo, y que por tanto no debían marcar al animal en esa zona, sino que, de ser necesario, deberían hacerlo en las ancas (Abu Dawud y Tirmidhi). Desde entonces los musulmanes siempre marcan al animal en las ancas y los europeos, siguiendo esta práctica, también hacen lo mismo.