72. Su consideración por los pobres
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
Capítulos
  1. 0. Prefacio
  2. 1. Arabia en la época del nacimiento del Profeta
  3. 2. El matrimonio del Santo Profeta con Jadiyya
  4. 3. El Profeta recibe su primera revelación
  5. 4. Los primeros conversos
  6. 5. La persecución de los fieles
  7. 6. El mensaje del Islam
  8. 7. La emigración a Abisinia
  9. 8. ‘Umar acepta el Islam
  10. 9. La persecución se intensifica
  11. 10. El viaje del profeta a Ta’if
  12. 11. El Islam se extiende a Medina
  13. 12. El primer juramento de ‘Aqaba
  14. 13. La Hégira
  15. 14. Suraqa persigue al Profeta
  16. 15. El Profeta llega a Medina
  17. 16. Abu Ayyub Ansari anfitrión del Profeta
  18. 17. La vida en Medina se vuelve insegura
  19. 18. El pacto entre diversas tribus de Medina
  20. 19. Los Mequíes se preparan para atacar Medina
  21. 20. La batalla de Badr
  22. 21. Se cumple una gran profecía
  23. 22. La batalla de Uhud
  24. 23. La victoria se convierte en derrota
  25. 24. Los rumores de la muerte del Profeta llegan a Medina
  26. 25. El enfrentamiento con los Banu Mustaliq
  27. 26. La batalla de la fosa
  28. 27. Una lucha muy desigual
  29. 28. La traición de los Banu Quraiza
  30. 29. Los confederados se dispersan
  31. 30. El castigo de los Banu Quraiza
  32. 31. El juicio de Sa’d inspirado en la Biblia
  33. 32. ¿Deseaba el Profeta continuar la guerra?
  34. 33. Enseñanzas del Judaísmo y Cristianismo sobre la guerra
  35. 34. La enseñanza del Corán respecto a la guerra y la paz
  36. 35. Los preceptos del Profeta respecto a la guerra
  37. 36. Ataques esporádicos de los incrédulos
  38. 37. El Profeta parte a la Meca con mil quinientos compañeros
  39. 38. El tratado de Hudaibiya
  40. 39. Las cartas del Profeta a varios reyes
  41. 40. Carta al rey de Persia
  42. 41. La carta al Negus
  43. 42. Carta al jefe del estado Egipcio
  44. 43. Carta al jefe del Bahrein
  45. 44. La caída de Jaibar
  46. 45. Se cumple la visión del Profeta
  47. 46. La batalla de Mauta
  48. 47. el profeta parte hacia la meca con diez mil fieles
  49. 48. La derrota de la Meca
  50. 49. El Profeta entra en la Meca
  51. 50. La Ka’ba, libre de ídolos
  52. 51. El Profeta perdona a sus enemigos
  53. 52. ‘Ikrima se hace musulmán
  54. 53. La batalla de Hunain
  55. 54. “el profeta de dios os llama”
  56. 55. Un enemigo jurado se convierte en seguidor devoto
  57. 56. El Profeta distribuye el botín
  58. 57. Las maquinaciones de Abu ‘Amir
  59. 58. La expedición de Tabuk
  60. 59. El último peregrinaje
  61. 60. El Profeta hace alusión a su fallecimiento
  62. 61. Los últimos días del Profeta
  63. 62. El Profeta fallece
  64. 63. La personalidad y el carácter del Profeta
  65. 64. La pureza del alma y la limpieza del Profeta
  66. 65. La vida sencilla del Santo Profeta
  67. 66. Su relación con Dios
  68. 67. Su desaprobación de la penitencia
  69. 68. Su actitud hacia sus esposas
  70. 69. Elevadas cualidades morales
  71. 70. Su templanza
  72. 71. Justicia y equidad
  73. 72. Su consideración por los pobres
  74. 73. La protección de los intereses de los pobres
  75. 74. El trato a los esclavos
  76. 75. El trato a las mujeres
  77. 76. Su actitud hacia los difuntos
  78. 77. El trato a los vecinos
  79. 78. El trato a los parientes
  80. 79. La buena compañía
  81. 80. La protección de la fe
  82. 81. El perdón de las faltas ajenas
  83. 82. Paciencia ante la adversidad
  84. 83. La cooperación mutua
  85. 84. La sinceridad
  86. 85. La curiosidad inapropiada
  87. 86. La integridad y la honradez en las transacciones
  88. 87. El pesimismo
  89. 88. La crueldad con los animales
  90. 89. Tolerancia en cuestiones de religión
  91. 90. Valentía
  92. 91. Consideración con los incultos
  93. 92. El cumplimiento de los pactos
  94. 93. El respeto a los servidores de la humanidad
  95. 94. La vida del Profeta es un libro abierto
  96. 95. Notas
  97. 96. Sobre el autor
  98. 97. Índice de Temas
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El Santo Profeta(sa) siempre se esforzaba por mejorar las condiciones de los sectores más pobres de la comunidad y por elevar sus estatus dentro de la sociedad. En una ocasión, mientras estaba sentado con sus Compañeros, pasó delante de ellos un hombre rico. El Santo Profeta(sa) pidió a uno de los Compañeros que diera su opinión respecto ese hombre. “Es rico, y está bien relacionado”, respondió el Compañero, “y si pidiera la mano de cualquier chica, su petición sería considerada favorablemente, y si intercediera a favor de alguien, su intercesión sería aceptada”. Poco tiempo después, pasó delante de ellos otro hombre, que parecía pobre y de apariencia humilde. El Santo Profeta(sa) preguntó al mismo Compañero su opinión. El Compañero respondió: “¡Mensajero de Al’lah! ¡Es un hombre pobre! Si pidiera la mano de cualquier chica, la petición no recibiría una consideración favorable, y si intercediera a favor de alguien, la intercesión sería desestimada, y si intentara entablar conversación con alguien, nadie le prestaría atención”. Al oír esto, el Santo Profeta(sa) comentó: “Este hombre vale más que todo el oro necesario para llenar el universo”. (Bujari, Kitab al-Riqaq).

Una musulmana pobre limpiaba la mezquita del Santo Profeta(sa) en Medina. Durante varios días, el Santo Profeta(sa) no la vio en la mezquita y preguntó por ella. Le dijeron que había muerto. El Santo Profeta(sa) preguntó: “¿Por qué no me informaron de ello? Me hubiera gustado unirme a las oraciones funerarias”. Y añadió: “Tal vez no os era digna de consideración por ser pobre. Eso no está bien. Llevadme ante su tumba”. Entonces se dirigió a su tumba y rezó por ella. (Bujari, Kitab al-Salat). Decía que existían personas de pelo rizado y cuerpo polvoriento que no eran bien recibidas por los ricos, pero que Dios les amaba tanto que si, confiando en la beneficencia de Dios, juraban en su nombre que cierto asunto concluiría de una determinada forma, Él les daría su apoyo (Muslim, Kitab al-Birr Wa’l Sila). En cierta ocasión se hallaban sentados juntos algunos Compañeros del Santo Profeta(sa), que eran esclavos libertos, cuando pasó delante de ellos Abu Sufyan(ra) (un jefe quraishí que había luchado contra los musulmanes hasta la rendición de La Meca, y que sólo tras dicho acontecimiento aceptó el Islam). Estos Compañeros, dirigiéndose a él, le recordaron la victoria que Dios había concedido al Islam. Hazrat Abu Bakr(ra) oyó este comentario, y no le agradó que recordaran al jefe quraishí su humillación. Reprendió al grupo de Compañeros y después acudió al Santo Profeta(sa) para contarle el incidente. El Santo Profeta(sa) dijo: “Abu Bakr(ra), me temo que has ofendido a estos siervos de Dios. Si es así, habrás ofendido a Dios”. Hazrat Abu Bakr(ra) volvió enseguida con los Compañeros y les preguntó: “Hermanos míos ¿os he ofendido con mi reprimenda?”. Ellos contestaron: “No nos sentimos ofendidos por tus palabras. ¡Que Dios te perdone!” (Muslim, Kitab al-Fada’il).

Sin embargo, aunque insistía en que se respetara a los pobres y que no se hirieran sus sentimientos, y aunque se esforzaba por satisfacer sus necesidades, también intentaba inculcarles el amor propio y autoestima, enseñándoles a no pedir favores. Decía que al pobre le incumbía no contentarse con un dátil o dos, o con un bocado de comida, pero que le convenía no pedir nada, por dura que fuera la prueba (Bujari, Kitab al-Kusuf). Por otra parte, dijo también que ninguna fiesta sería bendecida si no se invitaba a algunos pobres a la misma. Hazrat A’ishara nos cuenta que en una ocasión vino a visitarle una mujer pobre, acompañada de sus dos hijas pequeñas. Hazrat A’ishara no tenía nada que dar en aquel momento, salvo un dátil que dio a la mujer. La mujer lo dividió entre sus dos hijas y todas se marcharon. Cuando el Santo Profeta(sa) llegó a casa, Hazrat A’ishara le relató lo ocurrido y él contestó: “Si un pobre tiene hijas y las trata con consideración, Dios le salvará de los tormentos del Infierno”. Añadió: “Dios le concederá el Paraíso a esta mujer por la consideración que muestra a sus hijas” (Muslim). En otra ocasión, le dijeron que uno de los Compañeros, Sa’d(ra), un hombre próspero, se jactaba ante los demás de su gran negocio. Al oír esto, el Santo Profeta(sa) dijo: “Que nadie imagine que su riqueza, su estatus o su poder son sólo el resultado de sus propios esfuerzos o iniciativa. Vuestro poder, vuestra riqueza y vuestra posición social la ganáis a través de los pobres”. Una de sus oraciones era: “Dios mío, manténme humilde mientras viva, y manténme humilde cuando muera y que mi resurrección en el Día del Juicio sea con los humildes (Tirmidhi, Abwab al-Zuhd).

Un día de gran calor, mientras pasaba por la calle, observó a un musulmán muy pobre que llevaba cargas pesadas de un sitio a otro. Era un hombre de facciones rudas, empeoradas por una densa capa de sudor y polvo. Tenía una expresión triste. El Santo Profeta(sa) se acercó a él disimuladamente por detrás, y al igual que hacen los niños cuando juegan, cubrió con sus manos los ojos del hombre, esperando que adivinara quién era. El hombre extendió las manos hacia atrás y palpando el cuerpo del Santo Profeta(sa) se dio cuenta que era él en persona. Probablemente pensó que ninguna otra persona podría haber mostrado tanto cariño por un hombre de su condición. Alegre y animado, se apretó contra el cuerpo del Santo Profeta(sa), frotando su cuerpo cubierto de polvo y sudor contra la ropa del Santo Profeta(sa), deseando quizás determinar hasta qué punto estaba dispuesto a soportarle. El Santo Profeta(sa) siguió sonriendo, y no le pidió que dejara de hacerlo. Cuando el hombre se dio por contento, ya alegre y satisfecho, el Santo Profeta(sa) le dijo: “Tengo un esclavo ¿Tú crees que alguien querrá comprármelo?”. El hombre sabía que seguramente nadie, salvo el Santo Profeta(sa), estaría dispuesto a conceder a su persona valor alguno, y suspirando respondió: “¡Mensajero de Al’lah!, nadie en este mundo estaría dispuesto a comprarme”. El Santo Profeta(sa) dijo: “No, no. No debes decir eso. Tú tienes un gran valor a los ojos de Dios” (Sharh al-Sunna).

No sólo se preocupaba personalmente del bienestar de los pobres, sino que exhortaba constantemente a los demás a hacer lo mismo. Hazrat Abu Musa Ash’arira cuenta que si un pobre se acercaba al Santo Profeta(sa) para pedirle algo, éste decía a los que estaban alrededor de él: “También debéis acceder vosotros a su demanda, para adquirir el mérito de haber compartido una buena obra.” (Bujari y Muslim). Con estas palabras quería, por una parte, crear en la mente de sus Compañeros el deseo de ayudar a los pobres, y por otra parte, crear en los necesitados la conciencia de que sus hermanos mejor situados les tenían cariño y compasión.

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