Durante esta época, tuvo lugar otro acontecimiento trascendental. ‘Umar(ra), que más tarde se convertiría en el Segundo Jalifa del Islam, era entonces uno de los enemigos del Islam más feroces y más temidos. Estaba convencido de que aún no se había tomado ninguna medida eficaz contra el nuevo Movimiento, y decidió acabar con la vida del Profeta(sa). Cogió su espada y salió de casa. Un amigo, sorprendido al verle salir, le preguntó dónde iba, y con qué fin. “Para matar a Muhammad(sa)”, contestó ‘Umar(ra). “¿Pero si lo haces, estarás a salvo de su tribu?, ¿sabes realmente cómo están las cosas? ¿sabes que tu hermana y su marido se han unido al Islam?” A ‘Umar(ra) le perturbó esta información tan inesperada. Decidió acabar primero con su hermana y su marido. Al llegar a su casa, oyó una recitación. Era la voz de Jabbab(ra), que les enseñaba el Santo Corán. ‘Umar(ra)entró en la casa, y Jabbab(ra), asustado por los pasos que había oído, se escondió. Fátima(ra), la hermana de ‘Umar(ra), ocultó las hojas del Corán. Dirigiéndose a ella y su marido, ‘Umar(ra) dijo: “Se dice que habéis renunciado a vuestra fe”, y con estas palabras levantó la mano para golpear a su cuñado, que por cierto, era también su primo. Fátima se interpuso entre ‘Umar(ra) y su marido, de modo que la mano de ‘Umar(ra) cayó sobre el rostro de Fátima(ra), cuya nariz empezó a sangrar profusamente. El golpe recibido le dio a Fátima(ra) valor. Respondió: “Sí. Ahora somos musulmanes, y así permaneceremos. Puedes hacer lo que te plazca”. ‘Umar(ra), aunque violento, era un hombre honrado. Ver el rostro de su hermana teñido de sangre por su propia mano, llenó a ‘Umar(ra) de remordimientos. Pronto se operó en él una transformación. Pidió ver las hojas del Corán que habían estado leyendo. Fátima se opuso a ello, temiendo que las destruyera, pero ‘Umar(ra) prometió no hacerlo. Fátima le dijo que no estaba limpio, y ‘Umar(ra) prometió bañarse. Limpio y calmado, tomó las hojas del Corán, que contenían parte del Capítulo Ta Ha, donde encontró los siguientes versículos:
“En verdad, soy Al’lah; no hay otro Dios que Yo. Adorarme a Mí, pues, y observad la oración en Mi conmemoración. Ciertamente, está llegando la Hora, y Yo he de manifestarla para que cada alma reciba la recompensa de sus esfuerzos” (20:15, 16).
Esta afirmación firme de la existencia de Dios y la promesa de que el Islam pronto establecería la verdadera adoración en lugar de la adoración habitual de los mequíes -estas y otras muchas ideas asociadas- conmovieron a ‘Umar(ra). No pudo contenerse por más tiempo. La fe brotó como un manantial en su corazón, y dijo: “¡Qué maravilla! ¡Qué inspiración!” Jabbeb salió de su escondite, y declaró: “Dios es mi testigo: ayer mismo oí rezar al Profeta(sa) por la conversión de ‘Umar(ra) (o Amr ibn Hisham). Tu cambio es resultado de aquella oración.” ‘Umar(ra) estaba decidido. Preguntó dónde estaba el Profeta(sa) y se dirigió directamente hacia él en Dar Arqam, con la espada todavía en la mano. Al llamar a la puerta, los Compañeros del Profeta(sa) observaron a ‘Umar(ra) a través de las rendijas y temieron que viniera con malas intenciones. Pero el Profeta(sa) dijo: “¡Que entre!” ‘Umar(ra) entró, con la espada en la mano. “¿Qué te trae por aquí?” preguntó el Profeta(sa). ‘Umar(ra) respondió: “¡Profeta(sa) de Dios! Vengo a hacerme musulmán”. “Al’lahu Akbar”, gritó el Profeta(sa). “Al’lahu Akbar”, gritaron sus Compañeros. Las colinas alrededor de La Meca se hicieron eco de las exclamaciones. La noticia de su conversión se extendió rápidamente y a partir de aquel momento, ‘Umar(ra) –el temido perseguidor del Islam- empezó a ser perseguido junto con los demás musulmanes. Pero ‘Umar(ra) había cambiado. Ahora gozaba del sufrimiento, como antes gozaba infligiéndolo. Fue perseguido por las calles de La Meca.