Volvamos ahora a las actividades de un tal Abu ‘Amir Madami. Pertenecía a los Jazrall, y gracias a su larga coexistencia con judíos y cristianos, había adquirido la costumbre de meditar en silencio y repetir los nombres de Dios. Debido a esta costumbre, la gente solía llamarle Abu ‘Amir, el Ermitaño. Sin embargo, no profesaba la fe cristiana. Cuando el Profeta(sa) fue a Medina después de la Hégira, Abu ‘Amir huyó de Medina a La Meca. Y cuando finalmente La Meca se sometió a la creciente influencia del Islam, empezó a urdir nuevas intrigas contra el Islam. Cambió de nombre y de forma de vestir, y se instaló en Quba, un pueblo de Medina.
Puesto que había estado fuera mucho tiempo y había cambiado su apariencia y su forma de vestir, los medinitas no le reconocieron. Sólo le reconocieron los hipócritas con quienes mantenía contactos secretos, y con cuya ayuda confidencial pensaba ir a Siria para incitar a los jefes árabes y cristianos a que atacaran Medina.
Mientras cumplía esta siniestra misión, ya había hecho planes para sembrar la discordia en Medina. Sus amigos hipócritas debían propagar rumores de que Medina iba a ser atacada por fuerzas sirias. Mediante esta doble intriga, Abu ‘Amir esperaba provocar una guerra entre musulmanes y cristianos sirios. Si su intriga fracasaba, esperaba provocar a los musulmanes para que iniciaran un ataque contra Siria. De esta forma podría producirse una guerra entre musulmanes y sirios, y Abu ‘Amir tendría motivos para regocijarse.
Tras completar sus preparativos, marchó a Siria. Durante su ausencia y de acuerdo con lo planeado, los hipócritas empezaron a extender rumores de que habían visto caravanas que venían a atacar Medina. Cuando no aparecía ninguna caravana, buscaban alguna excusa para justificarlo.