Jalifas guiados – Hazrat Abu Bakr (ra)
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
Contenidos relacionados por temas

Jalifas guiados – Hazrat Abu Bakr (ra)

Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía

SERMÓN DEL VIERNES, 21 DE ENERO DE 2022.

Pronunciado en la Mezquita Mubarak de Islamabad (Tilford, Surrey), Reino Unido.

Después de recitar el Tashahud, el Taawwuz y el Sura Al-Fatiha,

Hazrat Jalifatul Masih V (aba) dijo las siguientes palabras:

Estos días estamos relatando episodios sobre la vida de Hazrat Abu Bakr (ra).

Después de llegar a Medina tras la emigración, el primer asunto al que el Santo Profeta (sa) dirigió su atención fue a la construcción de una mezquita.

En “Sirat Jatamun-Nabiyyin” [‘La vida y el carácter del Sello de los Profetas (sa)’], Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) escribió sobre ello de la siguiente forma:

“Una vez llegados a Medina, el primer trabajo fue la construcción de ‘Masyid Nabawi’” [La Mezquita del Profeta (sa)]. En este sentido, el lugar donde el camello del Mensajero de Dios (sa) se paró era propiedad de dos jóvenes musulmanes, Sahl y Suhail, quienes vivían bajo la tutela de Hazrat Asad bin Zurarah (ra). Ese terreno estaba prácticamente vacío y solo tenía unas cuantas palmeras datileras plantadas en una zona del mismo y el resto eran ruinas, etc. El Profeta (sa) escogió dicho terreno para construir la “Masyid Nabawi” y su residencia. Al final, dicha parcela de tierra fue comprada por diez dinares (y una cantidad equivalente al valor de aquel tiempo aparece en rupeas en su libro). Pues bien, tras talar los árboles y nivelar el terreno, comenzó la construcción de la “Masyid Nabawi”. El  Santo Profeta (sa) hizo plegarias a Al’lah y puso él mismo la primera piedra y de la misma forma que ocurrió con la construcción de la Mezquita de Quba, los Compañeros (ra) fueron los albañiles y obreros; aunque de vez en cuando Muhammad (sa) también participaba en la misma”. 

Como he mencionado, el Mensajero de Dios (sa) compró el terreno para la mezquita y su residencia por un valor de diez dinares, y según las tradiciones se dice que esta cantidad fue pagada con el dinero que tenía Hazrat Abu Bakr (ra).

Otros detalles acerca de la construcción de la “Mezquita Nabawi” son los siguientes, a saber:

El Profeta (sa) puso el primer ladrillo con sus manos benditas; luego llamó a Hazrat Abu Bakr (ra), quien puso su ladrillo al lado del que colocó el Mensajero de Al’lah (sa). Luego llamó a Hazrat Umar (ra) y este puso su ladrillo al lado del de Hazrat Abu Bakr (ra); finalmente, Hazrat Uzman (ra) colocó el suyo al lado del ladrillo de Hazrat Umar (ra).

En otro relato se menciona que cuando Muhammad (sa) empezó la construcción de la mezquita puso la primera piedra y dijo a Hazrat Abu Bakr (ra): “Pon tu piedra junto a la mía”. Tras ello dijo a Hazrat Umar (ra): “Pon tu piedra junto a la de Hazrat Abu Bakr (ra)”. Luego ordenó a Hazrat Uzman (ra) poner su piedra al lado de la de Hazrat Umar (ra).

En el mes de Muharram, en el año 7 aH, cuando el Mensajero de Al’lah (sa) regresó victorioso de la Batalla de Jaibar, ordenó la expansión y ampliación de la “Masyid Nabawi”. El Santo Profeta (sa) también participó esta vez en su construcción junto con sus nobles Compañeros (ra).

 En relación a este tema, Hazrat Ubaidul’lah bin Abdul’lah (ra) relata:

“Cuando el Profeta (sa) nos dió parcelas para que construyésemos nuestras casas en Medina, le otorgó un solar a Hazrat Abu Bakr (ra) muy cerca de la Mezquita”.

Hay varias narraciones sobre los vínculos de hermandad que se establecieron con Hazrat Abu Bakr (ra). Según una narración, se cuenta que el Mensajero de Dios (sa) estableció un vínculo de hermandad entre Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Jariyah bin Zaid (ra). En otro relato se menciona que el Santo Profeta (sa) creó un vínculo de hermandad entre Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra), aunque este pacto de hermandad se estableció ya en La Meca, antes de la emigración; es decir, la narración que cita esto dice que este vínculo de hermandad establecido con Hazrat Umar (ra) se creó en La Meca.

Por su parte, Alama ibn Asakir escribe:

“El Santo Profeta (sa) estableció un vínculo de hermandad entre Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra) en La Meca, pero tras la emigración a Medina todos esos pactos establecidos en La Meca quedaron anulados excepto dos: el que se estableció entre el propio Mensajsero de Al’lah (sa) y Hazrat Ali (ra); y el otro el que se hubo establecido entre Hazrat Hamza (ra) y Hazrat Zaid bin Harizah (ra)”.

Con respecto a cuándo fueron establecidas estas relaciones de hermandad, algunos relatos históricos nos dicen que fueron establecidas en dos ocasiones. Por su parte, el comentarista de “Sahih Bujari”, Alama Qastalani, afirma:

“Los vínculos de hermandad fueron establecidos en dos ocasiones. La primera vez que los musulmanes se unieron de esta manera fue en La Meca, antes de la emigración, donde el Santo Profeta (sa) vinculó a Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra), a Hazrat Hamza (ra) y Hazrat Zaid bin Harizah (ra), a Hazrat Uzman (ra) y Hazrat Abdur Rahman bin Auf (ra), a Hazrat Zubair y Hazrat Abdul’lah bin Masud (ra), y él mismo lo hizo entre sí y Hazrat Ali (ra). Más tarade, cuando emigró a Medina, el Muhammad (sa) estableció vínculos de hermandad entre los ’Muhayirun’ (emigrantes que llegaron de La Meca) y los ’Ansar’ (residentes de Medina mayores de 40 años), en la casa de Hazrat Anas bin Malik (ra)”.

En este sentido, Ibn Sad relata que el Profeta (sa) estableció un vínculo de hermandad entre cien Compañeros (ra): o sea, entre cincuenta “Muhayirun“ y cincuenta “Ansar”. 

Ahora hablaré acerca de la “Batalla de Badr” y Hazrat Abu Bakr (ra).

Existen narraciones sobre esta batalla que indican que aconteció en el mes de Ramadán, en el segundo año después de la Hégira, (correspondiente a marzo del año 623 del calendario gregoriano). Cuando salían para la batalla, los Compañeros (ra) tenían setenta camellos; por eso un camello fue asignado por cada tres hombres y cada uno de ellos se turnaba a la hora de montarlo. Hazrat Abu Bakr (ra), Hazrat Umar (ra) y Hazrat Abdur Rahman bin Auf (ra)  compartieron el mismo camello y se turnaron a la hora de montarlo.

En relación a la salida del Mensajero de Dios (sa) hacia la Batalla de Badr, se relata lo siguiente:

“El  Profeta (sa) salió de Medina para interceptar la caravana de Abu Sufian (ra), que regresaba de Siria. Cuando el convoy de los musulmanes llegó al valle de Zafran, situado cerca de Medina, entonces Muhammad (sa) fue informado que los qureish habían salido con intención de proteger y dar escolta a su caravana. El Santo Profeta (sa) consultó a sus Compañeros (ra) y también les informó que un ejército había salido de La Meca y estaba dirigiéndose rápidamente hacia ellos, y les preguntó: ‘¿Qué debemos hacer sobre ello? ¿Preferís que interceptemos la caravana en lugar del ejército?’. Un grupo contestó: ‘Sí claro, ¿por qué no?’. En otras palabras, este grupo de entre ellos dijo que preferían interceptar la caravana en lugar del ejército”. 

En otro relato se dice:

“Un pequeño grupo de entre los Compañeros (ra) dijo: ‘¿Por qué no nos mencionaste antes que íbamos a tener un combate? Podríamos habernos preparado para ello. Nuestra intención era salir en busca de la caravana comercial”.

De acuerdo con otra narración exclamaron:

“¡Oh Profeta de Al’lah (sa)! ¿Quieres ir a por la caravana comercial y dejar el ejército enemigo?”. 

Al escuchar eso, la cara de Muhammad (sa) cambió de color y Hazrat Abu Ayyub (ra) cuenta:

“Fue en ese instante que se reveló el siguiente versículo del Sagrado Corán:

 ‘Ya que fue tu Señor Quien, legítimamente, te hizo salir de tu casa

aunque una parte de los creyentes se mostraba contraria,

así Él te ayudó contra tu enemigo’, (8:6)”.

 Al escuchar esto, Hazrat Abu Bakr (ra) se levantó y dirigiéndose a los allí presentes habló con gran elocuencia. A continuación se levantó Hazrat Umar (ra) y habló también muy elocuentemente.

Después, Hazrat Miqdad (ra) hizo lo mismo y dijo humildemente:

“¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! Haz lo que Dios te ha mandado hacer. Estamos contigo. Juro en nombre de Dios que no vamos a decirte lo que dijeron los hijos de Israel a Moisés (as):

‘Ellos dijeron:

 ‘¡Oh Moisés! No entraremos nunca mientras permanezcan en ella (la Tierra Santa).

Por tanto, id tú y tu Señor a luchar

y nosotros permaneceremos aquí sentados’, (5:25)”.

Por lo tanto, nosotros combatiremos contigo hasta nuestro último aliento y juro en nombre Al’lah, Quien te ha enviado como Profeta (sa) con la verdad, que incluso si nos llevas hasta Bark Al-Ghimad, marcharemos contigo y lucharemos con nuestras espadas en mano hasta que lleguemos a nuestro destino”.

(Bark Al-Ghimad es una ciudad costera a una distancia de cinco noches de viaje de La Meca).

En cualquier caso, Hazrat Abdul’lah bin Masud (ra) relata:

“Entonces miré al bendito semblante del Santo Profeta (sa) y vi que al escuchar eso su rostro empezó a brillar de alegría y se puso muy contento”.

Más tarde, el Profeta (sa) salió del valle de Zafran y montó su campamento cerca de Badr. Luego, el Mensajero de Al’lah (sa) y uno de sus Compañeros (ra) -que según Ibn Hisham era Hazrat Abu Bakr (ra), aunque según otra narración fue Hazrat Abu Qatadah bin Numan (ra) o Hazrat Muzaz bin Yabal (ra)- comenzaron a cabalgar hasta que llegaron a un lugar donde vivía un hombre anciano a quien preguntaron sobre los qureish y si tenía noticias acerca de Muhammad (sa) y sus Compañeros (ra).

Finalmente, cuando llegaron al campo de batalla de Badr, se levantó una tienda de campaña para Muhammad (sa) y respecto a sus preparativos se relata lo siguiente:

“Siguiendo el consejo de Sad bin Muaz (ra), jefe de la tribu Aus, los Compañeros (ra) pusieron una carpa para el Santo Profeta (sa) en un lugar del campo de batalla de Badr. Hazrat Sad (ra) ató la montura del Profeta (sa) a la misma y dijo: ‘¡Oh Mensajero de Dios (sa)! Por favor, siéntate bajo esta carpa y nosotros nos enfrentaremos al enemigo en el nombre de Al’lah’. Hazrat Sad (ra) y otros Compañeros (ra) se quedaron como guardaespaldas alrededor de la tienda de campaña y el Profeta (sa) y Hazrat Abu Bakr (ra) pasaron la noche en esa misma carpa”.

 En otro relato se dice que Hazrat Abu Bakr (ra), con su espada desenvainada, montó guardia toda la noche en la tienda de campaña para proteger a Muhammad (sa), mientras que el Profeta (sa) permaneció toda la noche haciendo profundas plegarias. Además, se dice que fue el único que se quedó toda la noche despierto, mientras que los demás integrantes del ejército se turnaban para dormir.

Hay un relato de Hazrat Ali (ra) sobre la valentía de Hazrat Abu Bakr (ra) en el que dice:

“Una vez pregunté a un grupo de Compañeros (ra): ‘¿Quién es la persona más valiente de todos?’.

Y ellos respondieron: ‘¡Eres tú, oh Ali (ra)!’.”

 Entonces Hazrat Ali (ra) replicó:

“Dejadme deciros que la persona más valiente de todos fue Hazrat Abu Bakr (ra), pues en el día de la Batalla de Badr preparamos una carpa para el Santo Profeta (sa) y nos preguntamos los unos a los otros quién permanecería con el Mensajero de Al’lah (sa) a fin de que ningún idólatra pudiera llegar hasta él. Juro por Dios que ninguno de nosotros se acercó a Muhammad (sa) salvo Hazrat Abu Bakr (ra), quien se puso de pie cerca de él con su espada desenvainada para que ningún idólatra pudiera llegar hasta el Profeta (sa) sin primero enfrentarse con él mismo”.

Acerca de esto, Hazrat Musleh Maud (ra) afirma:

“Hazrat Ali (ra) dijo una vez que la persona más valiente de entre los Compañeros (ra) era Hazrat Abu Bakr (ra) y luego explicó que durante la Batalla de Badr, cuando se preparó una carpa separada para el Santo Profeta (sa), en ese momento surgió la pregunta de a quién se  debería asignar la responsabilidad de proteger al Mensajero de Al’lah (sa). Al escuchar esto, Hazrat Abu Bakr (ra) inmediatamente se puso de pie con su espada desenvainada en mano y en ese momento tan sumamente peligroso cumplió con muchísima valentía la tarea de protegerle”.

Por su parte, Hazrat Ibn Abbas (ra) relata que el Profeta (sa) dijo lo siguiente cuando estaba en una tienda de campaña grande en el día de la Batalla de Badr: 

“¡Oh Dios mío, juro por Tu promesa! ¡Oh mi Al’lah, si dejas que hoy los musulmanes sean destruidos, a partir de este día no quedará nadie que te adore!”.

Ante esto, Hazrat Abu Bakr (ra) lo tomó de la mano y exclamó:

“¡Oh Mensajero de Dios (sa)! Por favor, descansa ahora, puesto que llevas muchísimo tiempo rogando ante su Señor”. 

En ese momento, el Santo Profeta (sa) aún llevaba su armadura y salió de su tienda de campaña y comenzó a recitar:

“¡Pronto todos ellos serán vencidos y huirán! ¡Ay, esta es la hora sobre la que se les había advertido y la misma será sumamente penosa y amarga para ellos!”.

 Por su parte, Hazrat Abdul’lah bin Abbas (ra) afirma:

“Hazrat Umar bin Jattab (ra) me dijo que el día de la Batalla de Badr el Mensajero de Al’lah (sa) vio que los idólatras eran unos mil, mientras que sus Compañeros (ra) eran solo trescientos diecinueve. El Profeta (ra) dirigió su rostro hacia la ‘Qibla’, luego levantó las dos manos y en voz alta empezó a suplicar a Dios de la siguiente manera: 

‘¡Oh Al’lah, cumple la promesa que me has hecho! ¡Oh Al’lah, concédeme aquello que me has prometido! ¡Oh Al’lah, si permites que este grupo de musulmanes sea derrotado, no quedará en la tierra nadie para adorarte!’.

Siguió solicitando la ayuda de su Señor con las manos abiertas y levantadas mientras dirigía su rostro hacia la ‘Qibla’ y suplicando continuamente a su Señor hasta que su capa se le cayó de los hombros. Hazrat Abu Bakr (ra) se le acercó, recogió la capa y la puso de nuevo sobre sus hombros. Luego abrazó al Profeta (sa) desde atrás y exclamó: ‘¡Oh Mensajero de Dios (sa)! Has ofrecido muchas súplicas a tu Señor. Al’lah ciertamente cumplirá las promesas que te ha hecho”.

Sobre esto, Al’lah reveló el versículo décimo del Sura Al-Anfal:

“Cuando implorasteis la ayuda de vuestsro Señor y Él os respondió diciendo:

‘¡Os ayudaré con mil ángeles, uno tras otro!’, (8:10)”.

Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) escribe lo siguiente en relación a estos incidentes de la Batalla de Badr:

“El Santo Profeta (sa) se dirigió a los Compañeros (ra) y les dijo: ‘Hay algunas personas en el ejército de los incrédulos qureish que no han venido a participar en esta batalla voluntariamente y con alegría; por el contrario, solo han llegado aquí debido a la presión de los líderes de los propios qureish, pues en lo más profundo de su corazón no guardan ninguna enemistad en contra de nosotros. De la misma manera, hay ciertas personas en ese ejército que se comportaron con nosotros generosamente durante los difíciles días que soportamos cuando estábamos en La Meca. Ahora es nuestro deber que les devolvamos este favor, así que si un musulmán captura a una de estas personas, no debe de causarle ningún tipo de daño’.

Respecto a la primera categoría de esta gente, el Profeta (sa) mencionó especialmente el nombre de Abbas bin Abdil Muttalib y de la segunda categoría a Abul Bajtari, y prohibió que los mataran. Sin embargo, la situación se complicó y Abul Bajtari finalmente no escapó de la muerte. No obstante, antes de su fallecimiento, se enteró de que Muhammad (sa) había prohibido que le mataran. Después de decir eso a sus Compañeros (ra), el Mensajero de Dios (sa) regresó a la tienda y se puso a rezar de nuevo. Hazrat Abu Bakr (ra) estaba con él y también un grupo de ‘Ansar’, bajo el mandato de Saad bin Muaz (ra), que estaba vigilando la carpa. Poco después, se escuchó mucho estruendo desde el campo de batalla causado por los incrédulos, que habían lanzado su ataque principal. En ese momento, el Santo Profeta (sa) estaba llorando profusamente delante de Al’lah y suplicando con las manos alzadas y con mucha angustia, y en tal situación de dolor exclamaba:

‘¡Oh mi Al’lah, cumple Tus promesas! ¡Oh mi Señor, si este grupo de musulmanes es derrotado en el campo de batalla, no quedará nadie que te adore sobre la faz de la tierra!’. 

En ese momento, el Santo Profeta (sa) estaba en tal estado de agonía, que a veces se postraba y otras rogaba a Dios de pie. Por eso, su capa se caía repetidamente de sus hombros y Hazrat Abu Bakr (ra) la cogía y la ponía sobre él  una y otra vez.

Por su parte, Hazrat Ali (ra) relata que, durante los enfrentamientos, cuando recordaba al Mensajero de Al’lah (sa), corría hacia su tienda de campaña, pero cada vez que iba le encontraba llorando en prosternación y diciendo las siguientes palabras:

 “¡Oh mi Eterno Dios! ¡Oh mi Señor, Otorgador de la Vida!”. 

Hazrat Abu Bakr (ra) sentía mucho dolor al ver esta condición del Profeta (sa) y a veces decía espontáneamente:

“¡Oh Mensajero de Dios (sa)! ¡Qué mi padre y mi madre sean sacrificados por ti! No te  preocupes, Al’lah ciertamente cumplirá con Su promesa”. 

A pesar de todo, el Santo Profeta (sa) permanecía constantemente ocupado en oración y haciendo súplicas, llorando y lamentándose de dolor, como dice un proverbio persa:

“Cuanto más sabio es un santo, mayor es su temor”.

 En relación a este contexto, Hazrat Musleh Maud (ra) relata:

“Lo que se manifestó a través del comportamiento del Mensajero de Al’lah (as) en la Batalla de Badr fue suficiente para iluminar los ojos de aquellos que ven con el corazón y dicho evento demuestra cuánto temía a Dios Altísimo. Durante la Batalla de Badr, cuando el Profeta Muhammad (sa) se enfrentó a sus enemigos junto a sus Compañeros (ra) sinceros, los  signos de la ayuda de Al’lah quedaron de manifiesto. Por ejemplo, los incrédulos habían elegido un lugar con terreno sólido para acampar y dejado la parte más arenosa para los musulmanes. Sin embargo, Dios Altísimo hizo que lloviera, lo cual provocó que el lado de los incrédulos se volviera lodo y el de los musulmanes terreno firme. También se manifestaron otros signos de la ayuda celestial, pero aun así, el temor de Al’lah había calado tanto en el corazón del Santo Profeta (sa) que, a pesar de ver todos esos signos y promesas, se sentía muy ansioso solo de pensar en la Auto-Suficiencia de Dios, por lo que rogó para que se les concediera la victoria a los musulmanes”.

Por su parte, Hazrat Ibn Abbas (ra) afirma que, durante la Batalla de Badr, Muhammad (sa) estaba en una carpa redonda y suplicaba:

“¡Oh Dios mío, te recuerdo Tus promesas y juramentos, y te ruego que se cumplan! ¡Oh Dios mío, si decides que los musulmanes sean destruidos, después de este día no quedará nadie que te adore!”. 

Al escuchar esto, Hazrat Abu Bakr (ra) tomó la mano del Mensajero (sa) y dijo:

 “¡Oh Profeta de Al’lah (sa)! Por favor, déjalo ya, pues has realizado muchas súplicas a Tu Señor”.

En ese momento, el Santo Profeta (sa) salió de su tienda llevando una armadura y proclamó:

“El ejército enemigo será derrotado; se darán la vuelta y huirán. De hecho, ha llegado el momento de su juicio y ese instante será muy difícil y amargo para ellos”.

Hazrat Ibn Abbas (ra) continúa diciendo:

“¡Por Al’lah! Su temor de Dios era tanto que, a pesar de las promesas Divinas que recibió, no paraba de pensar en Auto-Suficiencia de Al’lah. Pero al mismo tiempo, tenía tanta confianza en Dios, que cuando Hazrat Abu Bakr (ra) le dijo aquello, Muhammad (sa): ‘No temo nada, ya que Dios me ha informado que el enemigo sufrirá una derrota humillante y los líderes de los incrédulos morirán justo aquí’; y así fue como sucedió”.

El propio Mesías Prometido (as) escribe al respecto:

“En el Corán, una y otra vez, se menciona la promesa de que el Santo Profeta (sa) acabaría siendo victorioso sobre los incrédulos. No obstante, cuando la Batalla de Badr comenzó (que fue la primera del Islam), el Profeta (sa) empezó a llorar y suplicar; y mientras oraba repetía las siguientes palabras:

‘¡Oh Dios mío! Si hoy permites que se aniquile a este grupo de creyentes (que solo constaba de trescientos trece), entonces no quedará nadie que Te adore hasta el final de los tiempos’.

Cuando Hazrat Abu Bakr (ra) escuchó estas palabras de Muhammad (sa) dijo: ‘¡Oh Mensajero de Dios (sa)! ¿Por qué te afliges tanto? Al’lah te ha hecho la promesa firme de que te dará la victoria’. El Santo Profeta (sa) respondió: ‘Lo que dices es cierto, pero soy consciente de que Dios es Auto-Suficiente; es decir, Al’lah no está obligado a cumplir ninguna promesa’.

Cuando la feroz batalla comenzó, el Mensajero de Al’lah (sa) salió de la carpa y levantó el espíritu de la gente antes de luchar. Los musulmanes permanecían en sus filas ocupados en el recuerdo de Dios. El propio Muhammad (sa) participó también en la batalla y luchó con ahínco y Hazrat Abu Bakr (ra) estuvo a su lado mientras luchaban contra el enemigo.

Una vez más, Hazrat Abu Bakr (ra) demostró su excepcional valentía y se dispuso a luchar contra cada incrédulo y rebelde, incluso si se tratase de su propio hijo. La verdad es que, en esta batalla, su hijo Abdur Rahman (ra) luchaba al lado de los incrédulos y era considerado como una de las personas más valientes de Arabia y el más experto de los qureish en el tiro con arco; y cuando más tarde aceptó el Islam, dijo a su padre Abu Bakr (ra): ‘En el día de Badr, tú estabas justo frente a mí y a mi alcance, no obstante me alejé de ti y no te maté’. Hazrat Abu Bakr (ra) respondió: ‘Si tú hubieras estado a mi alcance, yo no me hubiese retirado’.”

En relación con este incidente, Hazrat Musleh Maud (ra) comenta:

“Una vez, Hazrat Abu Bakr (ra) estaba comiendo en compañía del Santo Profeta (sa) y comenzaron a hablar sobre varios asuntos. Hazrat Abdur Rahman (ra), que era su hijo mayor y más tarde se hizo musulmán, participó junto a los incrédulos en la Batalla de Badr. Pues bien, durante el transcurso de la comida dijo de manera casual: ‘Padre, en esa batalla, pasaste por cierto lugar y en ese momento yo estaba escondido detrás de una roca, y si hubiese querido te podría haber atacado y matado. Sin embargo me dije a mí mismo: ¿Por qué has de matar a tu padre?’.  Al escuchar esto, Hazrat Abu Bakr (ra) respondió: ‘Dios había decretado que tú ibas a aceptar la fe, por lo que te salvó; de lo contrario, juro por Al’lah que si yo te hubiera visto, ciertamente te hubiera matado”.

En relación a la consulta que realizó el Santo Profeta (sa) buscando consejo sobre qué hacer con los prisioneros de la Batalla de Badr y respecto a la sugerencia de Abu Bakr (ra) que finalmente se implementó, Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib  (ra) escribe:

“Cuando el Mensajero de Dios (sa) regresó a Medina, buscó consejo acerca de lo  que debía hacerse  con los  prisioneros. Generalmente, era práctica  común en Arabia matar a los cautivos, o mantenerlos como esclavos de por vida, aunque para el Profeta (sa) esto era demasiado duro y desagradable, y tampoco se  había revelado ninguna instrucción por parte de Dios sobre ello. Entonces, Hazrat Abu Bakr (ra) dijo: ‘En mi opinión pienso que deben ser liberados y debemos dejarlos en paz tras pagar una fianza; al  fin y al cabo son nuestros hermanos y familiares; y quién sabe si mañana nace gente muy devota del Islam de entre ellos’.

 En este caso, Hazrat Umar (ra) no tenía la misma opinión y dijo: ‘No debe haber ningún tipo de consideración de parentesco en asuntos de la religión y esta gente merece la muerte por sus actos, por eso yo pienso que a todos se les debe ejecutar. Es más, se debería obligar a los musulmanes a matar a sus parientes con sus propias manos.

No obstante, influenciado por su naturaleza innata llena de misericordia, el Santo Profeta (sa) prefirió la opinión de Hazrat Abu Bakr (ra) y entonces emitió una orden en contra de las ejecuciones y mandó que se dejara libre a los idólatras que pagaran el rescate; y posteriormente, se reveló una instrucción Divina sobre esto”.

En una ocasión, Hazrat Abu Bakr (ra) y algunos Compañeros (ra) cayeron enfermos en Medina y existe una  narración de Hazrat Aisha (ra) sobre esto en la que dice:

“Cuando el Santo Profeta (sa) llegó a Medina, Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Bilal (ra) comenzaron a tener fiebre. Fui a verlos y pregunté: ‘Padre, ¿cómo te sientes?’; y ‘Bilal, ¿cómo te sientes’. Puesa bien, cada vez que Hazrat Abu Bakr (ra) tenía fiebre, recitaba el siguiente pareado: 

‘Cada vez que  un hombre se levanta por la mañana en su hogar, 

recibe saludos de salud y paz,

pues su condición es tal

que la muerte está más cerca de él

que los hilos de sus zapatos’.

 Y cuando a Hazrat Bilal (ra) le bajaba la fiebre, recitaba también algunos pareados en voz alta y llorando, en los que mencionaba los alrededores de La Meca y los recordaba con amargura”.

Hazra Aisha (ra) sigue narrando:

“Fui a ver al Santo Profeta (sa) y le comenté todo -o sea,  lo que habían dicho Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Bilal (ra)-,  y entonces Muhammad (sa) oró: ‘¡Oh Al’lah! Haz que Medina nos sea tan querida como lo es La Meca o aún más; y haz que sea un lugar bueno para nuestra salud. ¡Oh Al’lah! Derrama Tus bendiciones en nuestra  ‘Saa’ y ‘Mud’, (que eran medidas de peso) y haz que  sus enfermedades vayan  hacia Yofa (que era un lugar a 82 millas de La Meca hacia Medina)”. 

Hay además relatos acerca de la Batalla de Uhud, que tuvo lugar entre los musulmanes y los qureish de La Meca en el mes de Shawal del año 3 de la Hégira (624 dC.):

A finales del tercer año después la Hégira, se tuvo  noticias de que los ejércitos de  los qureish de La Meca y sus tribus aliadas planeaban atacar Medina. El Mensajero de Dios (sa) reunió a los musulmanes para informarles  sobre el ataque que planeaban los qureish y les pidió su opinión sobre si debían permanecer en Medina y luchar allí  contra ellos, o quizá era mejor hacerlo fuera de la ciudad.

Respecto a este incidente, Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) dice:

“El Profeta (sa) reunió a los musulmanes y consultó con ellos sobre si debían permanecer en Medina o salir fuera para combatir a los incrédulos; y antes de la consulta el Santo Profeta (sa) mencionó el riesgo de ataque y las intenciones sangrientas de los qureish, y  dijo lo siguiente: ‘Anoche vi en mi sueño una vaca y además que se había roto la punta de mi espada; y luego vi que esa vaca estaba siendo sacrificada; y por otra parte que había puesto mi mano en una cota de malla fuerte y protectora”.

En  otra narración se relata lo que el Mensajero de Al’lah (sa) afirmó:

“He visto como si estuviera montado a lomos de una vaca. Así pues, los Compañeros (ra) preguntaron: ‘¡Oh Profeta de Dios (sa)! ¿Cómo has interpretado ese sueño?’. El Mensajero (sa) contestó: ‘Creo que el sacrificio de la vaca  se refiere al martirio de algunos de mis Compañeros (ra) y la rotura de la punta de mi espada señala al martirio de algunos de mis familiares; o quizá yo mismo seré herido de alguna manera en ese combate. Finalmente, la mano en la cota de malla entiendo que significa que  es mejor permanecer en Medina para combatir dicho ataque’. 

 El Santo Profeta (sa) interpretó su sueño de que él mismo iba montado en una vaca como símbolo del líder del ejército de los qureish, es decir, el portador de su bandera, quien –con la ayuda de Al’lah – moriría a manos de los musulmanes. A continuación,  consultó a los Compañeros (ra) de lo que se debía hacer en tal situación. Por consiguiente, algunos Compañeros (ra) de edad avanzada calibraron los pros y los contras de la situación  -y tal vez impactados un poco por el sueño del Profeta (sa)-, y opinaron que sería apropiado permanecer en Medina y combatir allí mismo. El propio Muhammad (sa) opinaba lo mismo y afirmó: ‘Es mejor que luchemos estando en Medina’.

 Pero la mayoría de los Compañeros (ra), y sobre  todo los jóvenes que no habían participado en la Batalla de Badr y que estaban muy impacientes de servir a la religión mediante su martirio, opinaron con mucha insistencia que se debía luchar fuera de la ciudad y a campo abierto. Por lo tanto, este grupo presentó su propuesta con tanta insistencia que el Mensajero de Dios (sa), viendo su valentía, la aceptó y finalmente proclamó: ‘Lucharemos en terreno abierto contra los incrédulos’.

 Así pues, una vez concluida la oración del viernes, Muhammad (sa) hizo un llamamiento firme para que los musulmanes obtuvieran la recompensa espiritual por participar en la ‘yihad’ en la causa de Al’lah tras participar en esa batalla. Luego entró en su casa y con la ayuda de Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra) se vistió y arregló el turbante, cogió sus armas y tras mencionar el nombre de Al’lah salió fuera. En ese instante y tras recibir comentarios de otros Compañeros (ra), aquellos jóvenes se dieron cuenta de su error al  insistir en la lucha fuera de Medina y a campjo abierto, frente a la opinión del Mensajero de Dios (sa). Al final, cuando se dieron cuenta de su equivocación, muchos de ellos sintieron remordimiento. 

 Entonces, al ver al Profeta (sa)  salir con  sus armas y dos armaduras, su casco, etc. se arrepintieron aún más, y de alguna forma todos unánimemente exclamaron: ‘¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! Hemos errado al insistir tanto en nuestra opinión frente a la tuya; por tanto, haz lo que creas más  conveniente’. El Santo Profeta respondió: ‘Va  contra el honor del Mensajero de Dios (sa) quitarse las armaduras después de habérselas puesto, excepto que Al’lah decida por él otra cosa. Ahora, avanzad en el nombre de Dios y si mostráis paciencia sabed que con certeza la ayuda de Al’lah estará con vosotros”.

Hay otro incidente que ocurrió en la Batalla de Uhud, cuando el Santo Profeta (sa) tomó su espada con la mano y dijo:

“¿Quién hará justicia con esta espada?”.

Pues bien, entre los Compañeros (ra) que manifestaron su deseo de que les fuera dada esa espada se encontraba también Hazrat Abu Bakr (ra).

En “Siratun Jatamun Nabiyin”, Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) relata este episodio de la siguiente forma:

“El Profeta (sa) cogió su espada con la mano y anunció: ‘¿Quién tomará esta espada y hará justicia con ella?’. Al escuchar esto, muchos Compañeros (ra) levantaron sus manos deseando recibir ese honor y entre ellos se  encontraban Hazrat Umar (ra) y Hazrat Zubair (ra), aunque en otras narraciones se incluye además a Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Ali (ra). Al ver esto, el Mensajero de Dios (sa) la retuvo y volvió a preguntar: ‘¿Hay alguien que le haga justicia a esta espada?’. En ese momento, Hazrat Abu Dullana Ansari (ra) levantó su mano y proclamó: ‘¡Oh Mensajero de Al’lah (sa), démela a mí!’ y el Santo Profeta (sa) le concedió la espada.

Luego, durante la Batalla de Uhud, cuando los incrédulos se dieron la vuelta y lanzaron otro ataque, los musulmanes tuvieron muchas pérdidas y al mismo tiempo corrió el rumor de que Muhammad (sa) había sido martirizado. En este sentido, Ibne Ishaq relata que después de que corriera la noticia del martirio del Santo Profeta (sa) y que algunos de los musulmanes se dispersaran, quien primero vio al Mensajero de Al’lah (sa) fue Kaab bin Malik (ra), quien relata: ‘Vi el brillo de los ojos del Profeta (sa) de salir de entre su casco y entonces proclamé en voz alta: ¡Oh musulmanes, alegraros porque aquí está el Mensajero de Dios (sa)! Entonces el Muhammad (sa) le indicó con la mano que permaneciera en silencio’. Así pues, cuando los musulmanes reconocieron al Santo Profeta (sa), él se fue con ellos hacia el valle. Con él estaban distinguidos Compañeros (ra) como Hazrat Abu Bakr Sadiq (ra), Hazrat Umar (ra), Hazrat Ali (ra), Hazrat Talha bin Ubaidul’lah (ra), Hazrat Zubair bin Awwan (ra), Hazrat Hariza bin Sima, etc. y varios otros Compañeros (ra) de alta estima.

En el día de Uhud, el Santo Profeta (sa) tomó el “Baiat” de un grupo de Compañeros (ra), con la condición de que estuvieran preparados para sacrificar sus vidas. Más tarde, cuando aparentemente los musulmanes estaban sufriendo la derrota, se mantuvieron firmes jugándose su propia vida defendiendo al Mensajero de Dios (sa), tanto que incluso algunos de ellos fueron martirizados. Entre los afortunados que juraron lealtad en dicha ocasión están Hazrat Abu Bakr (ra), Hazrat Umar (ra), Hazrat Talha (ra), Hazrat Zubair (ra), Hazrat Saad (ra), Hazrat Sahl bin Hunaif (ra) y Hazrat Abu Dullana (ra)”.

Mientras menciona más detalles acerca de la Batalla de Uhud, Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra) relata lo siguiente:

“Las hazañas de valor que mostraron los Compañeros (ra) que se reunieron alrededor del Santo Profeta (sa) mostraron tal fidelidad, que la historia no puede presentar nada igual. Esta gente revoloteaba alrededor del Profeta (sa) como mariposas dando vueltas sobre una luz y continuamente se jugaban la vida por él. Es más, los Compañeros (ra) tomaban para sí mismos cada ataque y al mismo tiempo intentaban siempre salvar al Mensajero de Al’lah (sa) y atacar al enemigo a la vez. Por su parte, Hazrat Ali (ra) y Hazrat Zubair (ra) atacaron muchísimas veces al enemigo y constantemente empujaron hacia atrás sus filas; y Abu Talha Ansari (ra) rompió tres arcos tirando flechas y protegió valientemente el cuerpo de Muhammad (ra) con su escudo, permaneciendo firme frente a las flechas del enemigo. En esta ocasión, el propio Santo Profeta (sa) daba flechas a Hazrat Saad bin Waqas (ra) y una tras otra él las iba tirando a los enemigos. Entonces, le dijo a Hazrat Saad (ra): ‘¡Que mi padre y mi madre sean sacrificados por tí! No pares de tirar flechas’. Después de esto, incluso hasta el final de su vida, Hazrat Saad (ra) mencionó orgullosamente estas palabras del Mensajero de Dios (sa).

En el día de Uhud y por un largo periodo de tiempo, Abu Dullana (ra) protegió el cuerpo del Profeta (sa) con el suyo propio, hasta el punto que su cuerpo sufrió el impacto de multitud de rocas y flechas, pero no se quejó tan siquiera, para así evitar cualquier movimiento que permitiera alguna flecha alcanzar a Muhammad (sa). Por su parte, Hazrat Talha (ra) también fue el blanco de muchos ataques protegiendo al Santo Profeta (sa) y en ese esfuerzo su mano quedó paralizada, quedando inútil para siempre. 

Ahora bien, ¿por cuánto tiempo estos pocos fieles podrían contener ese ataque tan grande, que estaba haciendo estragos a cada instante y desde todos los frentes como olas terribles? Los musulmanes se movían de aquí para allá y se dispersaban con cada ataque lanzado por el enemigo. Pero tan pronto como dicha fuerza aminoraba, estos musulmanes indefensos continuaban luchando y haciendo cerco alrededor de su querido Maestro (sa). A veces, la fuerza del ataque era tan peligrosa que el Profeta (sa) prácticamente se quedaba allí solo. Por ejemplo, hubo una ocasión en la que había solo doce hombres que se quedaron de pie alrededor del Mensajero de Al’lah (sa), e incluso hubo un momento en el que tan solo dos personas quedaron de pie junto al Santo Profeta (sa). Entre estos devotos se han registrado especialmente los nombres de Hazrat Abu Bakr (ra), Hazrat Ali (ra), Hazrat Talhah (ra), Hazrat Zubair (ra), Hazrat Sad bin Waqqas (ra), Abu Dullanah Ansari (ra), Hazrat Sad bin Muaz (ra) y Hazrat Ṭalḥa Ansari (ra)”.

El propio Hazrat Abu Bakr (ra) narra todo el relato en el que algunos benditos dientes del Santo Profeta (sa) se rompieron durante la Batalla de Uhud.

Respecto a esto, Hazrat Aisha (ra) dice que cuando Hazrat Abu Bakr (ra) narraba el incidente del Día de Uhud, decía que ese día perteneció a Hazrat Talha (ra). Narrando los detalles, Hazrat Abu Bakr (ra) decía: “Yo fui uno de los que regresó hacia el Mensajero (sa). Cuando volví, vi que había un individuo que estaba protegiéndolo y luchando junto a él”. El narrador dice: “Creo que él [o sea, Abu Bakr (ra)] dijo que lo estaba protegiendo”. Hazrat Abu Bakr (ra) añade además: “Entonces me dije, ¡ojalá esa persona fuera Talha! Perdí la oportunidad, pero en el fondo de mi corazón deseaba que esa persona perteneciera a mi tribu, ya que eso me complacería aún más”. Esto es lo que Hazrat Abu Bakr (ra) pensó en ese momento.

Hazrat Abu Bakr (ra) dice además:

“Había una persona entre el Santo Profeta (sa) y yo que no podía reconocer, aunque yo estaba más cerca de ese individuo que de Muhammad (sa), y caminaba tan rápido que no pude seguirle el ritmo. Cuando lo observé de cerca, me di cuenta de que era Hazrat Abu Ubaidah bin Al-Yarrah (ra). Presto alcancé al Profeta (sa) y me di cuenta de que sus incisivos laterales (es decir, los dientes entre los dos incisivos delanteros y los caninos) estaban rotos y su cara estaba herida, puesto que los anillos del casco habían penetrado en la mejilla del Mensajero de Dios (sa). El Santo Profeta (sa) dijo que fuéramos a ver a nuestro Compañero [con esto quería decir que viéramos a Talha (ra)] ya que había perdido mucha sangre [en otras palabras, en lugar de pedir que atendieran sus propias heridas, el Profeta (sa) ordenó que trataran primero a Talha (ra)], y por consiguiente le dejamos. Entonces, me adelanté para quitar las cadenas del casco de la mejilla de Muhammad (sa). Ante esto, Hazrat Abu Ubaidah (ra) dijo: ‘¡Juro por el derecho que tengo sobre ti! Por favor, deja esta tarea para mí’. Por  lo tanto, se dejé esta tarea a Abu Ubaidah (ra), pero no quiso sacar los anillos con su mano, por si causaba dolor al Santo Profeta (sa), así que intentó sacarlos con los dientes y cuando sacó una cadena, su diente frontal se rompió. Luego, yo me adelanté para quitar el segundo anillo de la misma manera que él”.

La narración sobre Hazrat Abu Bakr (ra) continúa de la siguiente manera:

“Yo dije que trataría de sacar el otro anill metálico, aunque Hazrat Abu Ubaidah (ra) dijo de nuevo: ‘Por el derecho que tengo sobre ti, por favor deja esta tarea para mí’. Así pues, le dijo esto a Hazrat Abu Bakr (ra), quien se apartó y Abu Ubaidah (ra) hizo lo mismo que antes; y cuando sacó el segundo anillo, su otro incisivo frontal también se rompió. La verdad es que Abu Ubaidah (ra) era el más apuesto de todos aquellos quienes tenían los dos dientes delanteros rotos. Más tarde, tras atender las heridas del Profeta (sa), fuimos a ver a Talha (ra), que estaba sentado en una zanja. Vimos que en su cuerpo había cerca de 70 heridas de espada, lanza y flecha, y que uno de sus dedos había sido cortado. Finalmente, tratamos sus heridas y le aplicamos un ungüento”.

Aparte de la referencia a Hazrat Abu Ubaidah (ra), hay narraciones que afirman que Hazrat Uqbah bin Wahb (ra) y Hazrat Abu Bakr (ra) sacaron estos anillos, aunque la primera narración parece ser la más auténtica.

Durante la Batalla de Uhud, cuando el Mensajero de Al’lah (sa) subió al monte junto con sus Compañeros (ra), los incrédulos lo persiguieron. En una narración de “Sahih Bujari” se menciona que Abu Sufian (ra) preguntó tres veces si Muhammad (sa) estaba presente entre ellos. El Santo Profeta (sa) impidió que los Compañeros (ra) dijeran nada. Abu Sufian (ra) entonces preguntó tres veces si el hijo de Abu Quhafah [o sea, Abu Bakr (ra)] estaba presente entre ellos; y luego preguntó tres veces si el hijo de Jattab [es decir, Umar (ra)], estaba presente entre ellos. A continuación regresó con sus camaradas y les dijo: “Todos ellos han sido asesinados”. Al oír esto, Hazrat Umar (ra) no pudo contenerse y exclamó: “¡Por Dios que eres un mentiroso, oh enemigo de Al’lah! Todos los que has mencionado están vivos y muchas cosas que te resultan desagradables aún están por sucederte”.

 En este sentido, Hazrat Musleh Maud (ra) explica que el Santo Profeta (sa) sufrió heridas y se desmayó, y relatando los eventos posteriores a este incidente escribe:

“Tras un tiempo, el Profeta (sa) recuperó el conocimiento y los Compañeros (ra) que le rodeaban enviaron mensajeros para decirles a los musulmanes que se reunieran nuevamente. Su ejército desorganizado comenzó a reorganizarse una vez más y escoltaron al Mensajero (sa) hasta el pie del monte; y mientras el ejército restante estaba al pie del monte, Abu Sufian (ra) gritó en voz muy alta: ‘Hemos matado a Muhammad (sa)’. El Santo Profeta (sa) prohibió a los musulmanes responder, para que el enemigo no supiera la verdad y los musulmanes exhaustos y gravemente heridos no fueran de nuevo presa de su ataque. Por tanto, al no recibir respuesta de los musulmanes, Abu Sufian (ra) pensó que ciertamente el Profeta (sa) había sido asesinado; y después de su primer grito hizo un segundo y anunció: ‘También hemos matado a Abu Bakr (ra)’. El Mensajero de Dios (sa) impidió que Abu Bakr (ra) respondiera. A continuación, Abu Sufyan (ra) gritó de nuevo y exclamó: ‘También hemos matado a Umar (ra)’. En este punto, Hazrat Umar (ra), que era una persona enérgica, quiso decir como respuesta que: ‘Por la gracia de Dios estamos todos vivos y listos para luchar contra vosotros’, aunque el Profeta (sa) le impidió decir eso, para no poner a los musulmanes en más dificultades. Llegados a esto punto, ahora los incrédulos estaban seguros de que habían matado al Fundador del Islam (sa) junto con dos de sus ayudantes más importantes. Ante esto y disfrutando de su aparente victoria, Abu Sufian (ra) pronunció el eslogan: ‘¡Gloria a Hubal! ¡Gloria a Hubal! Pues nuestro venerado ídolo Hubal ha vencido al Islam’.”

Hazrat Musleh Maud (ra) afirma además:

“El Santo Profeta (sa) ordenó a sus Compañeros (ra) que permanecieran en silencio al escuchar la noticia de la supuesta muerte de Abu Bakr (ra), Umar (ra) y su propia muerte, para que el ejército enemigo no regresara y lanzara otro ataque contra los musulmanes, que estaban gravemente heridos y los pocos musulmanes que quedaban se convirtieran en mártires. Sin embargo, ahora se trataba del honor de Dios Altísimo y se había  alzado un lema con el nombre de un ídolo en el campo de batalla, por lo que el alma del Profeta (sa) se inquietó y en un estado de pasión y vigor, se volvió hacia los Compañeros (ra) y preguntó: ‘¿Por qué no le respondéis?’. Los Compañeros (ra) dijeron: ‘¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! ¿Qué debemos decir?’. Él replicó: ‘Decid: Mientes cuando dices que Hubal es exaltado. Al’lah, Aquel que no tiene igual, es Honrado y solo Él es Exaltado’. Y a través de esto, al mismo tiempo transmitió al enemigo que él todavía estaba vivo.

Esta clara y valiente respuesta tuvo un impacto tan profundo en el ejército enemigo que, a pesar de que sus esperanzas fueron aplastadas y que solo un puñado de musulmanes heridos estaban frente a ellos, y desde un punto de vista lógico, era muy fácil para ellos regresar y atacarlos, no pudieron reunir el coraje para hacerlo, y contentos con el tipo de victoria que habían obtenido, regresaron a La Meca regocijados”.

 Luego, Hazrat Aisha (ra) relata que se reveló un versículo en relación a los Compañeros (ra):

“Este versículo se refiere a los Compañeros (ra); o sea, a aquellos que respondieron a la llamada de Al’lah y del Mensajero de Dios (sa) después de haber recibido una herida, pues dicho versículo dice que ‘aquellos que hagan el bien y actúen con rectitud tendrán una gran recompensa’.”

Entonces, Hazrat Aishah (ra) le dijo a Urwah (ra):

“¡Oh sobrino mío! Tu padre Zubair (ra) y Hazrat Abu Bakr (ra) también estaban entre ellos. Durante la Batalla de Uhud, cuando el Santo Profeta (sa) resultó herido y los idólatras se dieron la vuelta, el Mensajero de Al’lah (sa) estaba preocupado por si regresaban y  preguntó: ‘¿Quién irá tras ellos?’.”

En respuesta, setenta Compañeros (ra) estuvieron listos para partir y, según Urwah (ra), Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Zubair (ra) estaban entre ellos.

Respecto a todo esto, Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) relata:

“Es extraño notar que, en esta ocasión, aunque los qureish habían logrado la victoria contra los musulmanes, y en relación a sus medios aparentes, si lo hubieran deseado, podrían haber capitalizado aún más esta oportunidad; y cabe entonces mencionar que la opción de atacar Medina estaba disponible para ellos, en cualquier caso. No obstante, el Poder de Dios fue tal que, a pesar de esta victoria, en sus corazones los qureish quedaron asombrados y consideraron que la victoria obtenida en el campo de Uhud había sido bastante afortunada, y pensaron que era prudente apresurarse a volver a La Meca.

Pero a pesar de todo esto, como un acto de precaución adicional, el Santo Profeta (sa) envió inmediatamente un grupo de setenta Compañeros (ra) en persecución del ejército de los qureish, que también incluía a Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Zubair (ra)”. 

 Esta es la narración y está recogida en Bujari. De todas formas, la manera en que la mayoría de los historiadores describen este relato es que el Profeta (sa) envió a Hazrat Ali (ra); o a la luz de varias otras narraciones, Sad bin Abu Waqas (ra) salió tras los pasos de los qureish y se le instruyó que  trajera noticias sobre si dicho ejército tenía la intención de atacar Medina. El Mensajero de Dios (sa) continuó diciéndole que si los qureish estaban montados en sus camellos y llevaban sus caballos sin montar, debían quedarse tranquilos pues estarían regresando a La Meca y no tendrían intención de atacar Medina. Por el contrario, si fuesen montados a caballo, entonces debían interpretar que su intención no era buena. En otras palabras, Muhammad (sa) le instruyó estrictamente que, si el ejército de los qureish se dirigiera a Medina, debía informarle de inmediato y con gran pasión dijo: ‘Y en este momento, si los qureish atacan a Medina, entonces juro por Al’lah que lucharemos contra ellos y les haremos probar el sabor de su propia medicina’. Al final, los hombres enviados por el Santo Profeta (sa) fueron y regresaron rápidamente con las buenas noticias de que el ejército de los quraish se dirigía a La Meca.

Si Dios quiere, seguiré contando más relatos en el futuro.

Resumen

Después de recitar el Tashahhud, el Ta’awwuz y la Surah al-Fatihah, Su Santidad, Hazrat Mirza Masrur Ahmad (aba) dijo que continuaría relatando incidentes de la vida de Hazrat Abu Bakr (ra).

La primera tarea tras llegar a Medina

Su Santidad (aba) dijo que después de llegar a Medina, el Santo Profeta (sa) primero dirigió su atención hacia la construcción de una mezquita. El Santo Profeta (sa) compró un terreno por 10 dinares, y después de preparar el terreno, rezó y puso la primera piedra de la mezquita. A continuación, él mismo ayudó en la construcción de la mezquita. Consta que la cantidad pagada por la compra de ese terreno fue tomada de la riqueza de Hazrat Abu Bakr (ra).

Su Santidad (aba) dijo que cuando el Santo Profeta (sa) puso la primera piedra, instruyó a Hazrat Abu Bakr (ra) para que colocara una piedra junto a la suya, luego le dijo a Hazrat Umar (ra) que colocara una piedra junto a la de Hazrat Abu Bakr (ra), y luego instruyó a Hazrat Uthman (ra) para que colocara una piedra junto a la de Hazrat Umar (ra).

Su Santidad (aba) dijo que cuando el Santo Profeta (sa) estaba asignando tierras a los compañeros para construir sus casas, asignó a Hazrat Abu Bakr (ra) un lugar cerca de la mezquita.

Estableciendo los lazos de hermandad

Su Santidad (aba) dijo que el Santo Profeta (sa) estableció un vínculo de hermandad entre Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra) mientras estaban en La Meca. Está registrado que el Santo Profeta (sa) estableció lazos de hermandad en dos ocasiones, una vez antes de la migración y otra, después. Tras la migración, el Santo Profeta (sa) sólo mantuvo dos lazos de hermandad: el que existía entre él y Hazrat Ali (ra), y el que existía entre Hazrat Hamzah (ra) y Hazrat Zaid (ra). Se establecieron nuevos lazos de hermandad para otros compañeros.

Consulta con los musulmanes antes de la batalla de Badr

Su Santidad (aba) dijo que cuando el Santo Profeta (sa) partió hacia Badr, fue para interceptar una caravana comercial de La Meca que regresaba de Siria. Mientras tanto, el Santo Profeta (sa) se enteró de que un ejército se había desplegado desde La Meca para proteger la caravana comercial. El Santo Profeta (sa) consultó con sus compañeros y éstos presentaron opiniones diversas sobre si debían combatir al ejército que se había puesto en marcha o continuar el rumbo de la caravana comercial. Consta que fue para este momento que se reveló el siguiente versículo:

Ya que fue tu Señor quien, legítimamente, te hizo salir de tu casa aunque una parte de los creyentes se mostraba contraria, así Él te ayudó contra tu enemigo. (8:6)

Su Santidad (aba) dijo que después de esto, Hazrat Abu Bakr (ra) se puso de pie y habló en apoyo, y luego también lo hizo Hazrat Umar (ra). Hazrat Miqdad (ra) dijo que ellos apoyarían al Santo Profeta (sa) en todo lo que le fuera ordenado por Dios.

Su Santidad (aba) dijo que una vez que llegaron a la tierra de Badr, los compañeros levantaron una carpa para el Santo Profeta (sa) y dijeron que debía permanecer en la carpa mientras iban a la batalla. Algunos compañeros montaron guardia fuera de la carpa. El Santo Profeta (sa) y Hazrat Abu Bakr (ra) pasaron la noche en esta tienda; Hazrat Abu Bakr (ra) hizo guardia con su espada desenvainada, mientras que el Santo Profeta (sa) pasó la noche suplicando ante Dios.

Su Santidad (aba) dijo que una vez, Hazrat Ali (ra) preguntó a algunas personas quién era el más valiente entre los musulmanes. Ellos respondieron que era Hazrat Ali (ra). Sin embargo, Hazrat Ali (ra) dijo que era Hazrat Abu Bakr (ra), ya que en el día de Badr, cuando se estaba decidiendo quién custodiaría al Santo Profeta (sa), Hazrat Abu Bakr (ra) permaneció junto al Santo Profeta (sa) a pesar del peligro con su espada desenvainada, para que cualquiera que quisiera llegar al Santo Profeta (sa) tuviera que pasar por él primero.

El apoyo de Al’lah Todopoderoso cuando los musulmanes son superados en número

Su Santidad (aba) dijo que cuando el Santo Profeta (sa) vio que el enemigo superaba ampliamente a los musulmanes, se volvió en dirección a la Ka’bah y comenzó a rezar, diciendo que si Dios hacía que los musulmanes fueran derrotados, entonces no quedaría nadie en la tierra para adorarle. Mientras el Santo Profeta (sa) rezaba, su manto se cayó, y Hazrat Abu Bakr (ra) se lo volvió a poner sobre los hombros, diciendo que Dios seguramente cumpliría Su promesa. Entonces, el siguiente versículo fue revelado al Santo Profeta (sa):

Cuando implorasteis la ayuda de vuestro Señor, y Él os respondió, diciendo: “Os ayudaré con mil ángeles, uno tras otro”. (8:10)

Su Santidad (aba) dijo que luego, Dios hizo que lloviera, lo que a su vez provocó que el suelo bajo los de la Meca se ablandara y éstos perdieran el equilibrio, mientras que el de los musulmanes se mantuvo firme. Así, Dios estaba manifestando su ayuda divina, y todo el tiempo, el Santo Profeta (sa) continuaba rezando.

Su Santidad (aba) dijo que más tarde, el Santo Profeta (sa) salió de la carpa y animó a los musulmanes. El Santo Profeta (sa) también luchó valientemente en la batalla, mientras que Hazrat Abu Bakr (ra) luchó valientemente junto a él. Una vez, en un momento posterior, el hijo de Hazrat Abu Bakr (ra) que no había aceptado el Islam en el momento de la batalla, le dijo a su padre que se había escondido detrás de una roca y que podría haber atacado a su padre, pero no lo hizo. Hazrat Abu Bakr (ra) dijo que por el bien del Santo Profeta (sa), no se habría detenido, pero como Dios había decretado que su hijo aceptara el Islam más tarde, lo salvó.

Tratamiento de los prisioneros de guerra

Su Santidad (aba) dijo que al regresar a Medina, el Santo Profeta (sa) consultó qué debía hacerse con los prisioneros de guerra. Generalmente, era costumbre que los árabes mataran a dichos prisioneros, sin embargo esto no le gustaba al Santo Profeta (sa), y no se había revelado ningún mandamiento al respecto. Hazrat Abu Bakr (ra) sugirió que fueran liberados al expiar, ya que podría ser que algunos de ellos aceptaran el Islam más adelante. Hazrat Umar (ra) discrepó de esta opinión, y dijo que esas personas habían cometido crímenes que justificaban su fin. Sin embargo, debido a su naturaleza bondadosa, el Santo Profeta (sa) prefirió el consejo dado por Hazrat Abu Bakr (ra), y más tarde, el mandato divino también apoyó esta decisión.

Su Santidad (aba) dijo que una vez, estando en Medina, Hazrat Abu Bakr (ra) y otros compañeros cayeron enfermos. Hazrat A’ishah (ra) fue a ver a su padre, quien dijo que la muerte está más cerca de una persona que los cordones de sus zapatos. Al enterarse de esto, el Santo Profeta (sa) rezó para que Al’lah hiciera de Medina un lugar tan querido para ellos como lo era La Meca, y para que eliminara la enfermedad que se había propagado.Apoyo y juramento de los musulmanes al Santo Profeta (sa) durante la batalla de Uhud

Su Santidad (aba) dijo con respecto a la Batalla de Uhud, que cuando el Santo Profeta (sa) se enteró del complot de los de La Meca para atacar Medina, consultó a los compañeros sobre si debían quedarse en Medina o salir al encuentro del enemigo. Algunos sugirieron que se quedaran en Medina y se defendieran desde allí, y el Santo Profeta (sa) apoyó inicialmente esta opinión. Sin embargo, otros insistieron en que debían salir fuera de Medina y combatir al enemigo. Al ver su pasión, el Santo Profeta (sa) tomó una decisión de acuerdo con su consejo, e instruyó que se defendieran del enemigo en campo abierto. Más tarde, los que habían insistido se arrepintieron de haber insistido tanto, y cuando el Santo Profeta (sa) regresó con su armadura puesta, expresaron su arrepentimiento y dijeron que harían lo que el Santo Profeta (sa) decidiera. El Santo Profeta (sa) dijo que no le correspondía a un profeta quitarse la armadura después de habérsela puesto, y que procederían.

Su Santidad (aba) dijo que durante la batalla, el Santo Profeta (sa) hizo un juramento a ciertos compañeros de que lucharían incluso hasta la muerte si era necesario. Así, estos compañeros lucharon valientemente para defender al Santo Profeta (sa), entre los cuales estaba Hazrat Abu Bakr (ra). Fue también en este momento que Hazrat Talhah (ra) sacrificó su mano, para que ninguna flecha pudiera alcanzar al Santo Profeta (sa).

Su Santidad (aba) dijo que también fue durante la Batalla de Uhud que algunos de los dientes del Santo Profeta (sa) se rompieron. Cuando Hazrat Abu Bakr (ra) corrió hacia el Santo Profeta (sa), vio que también estaba sangrando y los anillos de su armadura se habían incrustado en su bendito rostro, sin embargo el Santo Profeta (sa) dijo que primero debían atender a Hazrat Talhah (ra) que estaba herido.

Su Santidad (aba) dijo que Abu Sufyan, que lideraba el ejército de La Meca proclamó que habían matado al Santo Profeta (sa), sin embargo el Santo Profeta (sa) instruyó a los musulmanes a no decir nada. También dijo lo mismo sobre Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra), pero el Santo Profeta (sa) les ordenó que guardaran silencio. Ante esto, los de La Meca comenzaron a glorificar a uno de sus ídolos. Al oír esto, el Santo Profeta (sa) miró a los compañeros y les preguntó por qué no respondían, y les ordenó que glorificaran a Al’lah.

Su Santidad (aba) dijo que seguiría relatando estos incidentes en futuros sermones.

Resumen preparado por The Review of Religions

Share via