Jalifas guiados – Hazrat Abu Bakr (ra)
SERMÓN DEL VIERNES, 28 DE ENERO DE 2022.
Pronunciado en la Mezquita Mubarak de Islamabad (Tilford, Surrey), Reino Unido.
Después de recitar el Tashahud, el Taawwuz y el Sura Al-Fatiha,
Hazrat Jalifatul Masih V (aba) dijo lo siguiente:
Hasta ahora he venido mencionando relatos sobre la vida de Hazrat Abu Bakr (ra) y hoy también continuaré narrando algunos más.
Acerca de la “Batalla Hamra-ul-Asad” está escrito que el Santo Profeta (sa) volvió de la Batalla de Uhud en un sábado. Pues bien, el domingo por la mañana temprano, a la hora de la oración de “fayar”, Hazrat Bilal (ra) dio el “azán” y se sentó esperando que llegara el Profeta (sa). En ese momento vino Hazrat Abdul’lah bin Amr bin Auf Ghuzni Muzanai (ra) buscando al Mensajero de Dios (sa). Poco después, cuando Muhammad (sa) salió fuera, Hazrat Abdul’lah bin Amr (ra) se levantó e informó al Santo Profeta (sa) que, viniendo de camino desde su casa, al pasar por Malal, vio que los qureish habían acampado su ejército allí. (Malal era un sitio que se encuentra en el camino entre La Meca y Medina, a una distancia de 28 millas de La Meca). También dijo que escuchó a Abu Sufian y sus amigos decir: “¡No habéis logrado nada, solo causado daño y dolor a los musulmanes, pero luego los habéis dejado sin haberlos aniquilado”. Ante esto, los incrédulos contestaron: “Todavía hay muchísimas personas prominentes entre los musulmanes que están dispuestos a reunirse en contra vuestra. Por lo tanto, deja que regresemos y aniquilemos a aquellos que se han quedado atrás”. Entretanto, Safwan bin Umayah estaba sentado entre ellos y descartó esta idea diciendo: “¡Oh pueblo mío! No hagáis eso, porque ya han combatido contra vosotros y temo que las personas que se quedaron atrás sin luchar ahora vayan a unirse a ellos. Debéis regresar a La Meca porque la victoria es vuestra y temo que si volvemos a enfrentarnos a ellos entonces sufriréis la derrota”.
Al escuchar eso, el Profeta (sa) convocó a Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra), y les informó sobre lo que ese Compañero, Hazrat Muzani (ra), le había dicho; y una vez escucharon las noticias, ambos dijeron: “¡Oh Mensajero de Al’lah (sa), avancemos hacia el enemigo para que no ataquen a nuestros hijos!”. Cuando el Santo Profeta (sa) terminó la oración de la mañana, convocó a la gente y dijo a Hazrat Bilal (ra) que anunciara: “El Mensajero de Dios (sa) os ordena que salgáis para enfrentaros al enemigo y solo deben partir aquellos individuos quienes se unieron a nosotros el día anterior (es decir, los que participaron en la Batalla de Uhud)”. El Profeta (sa) pidió que trajeran su estandarte, el cual había sido preparado el día anterior y que todavía no lo habían abierto. Al final, según algunas fuentes, Muhammad (sa) le entregó la bandera a Hazrat Ali (ra); y en otro lugar se dice que se la dio a Hazrat Abu Bakr (ra). De todas formas, cuando la caravana de los musulmanes llegó a Hamra-ul-Asad, que estaba a 8 millas de Medina, los idólatras se atemorizaron y decidieron dejar el plan de avanzar hacia Medina y volvieron a La Meca.
Luego está la “Batalla de Banu Nazir”, que tuvo lugar durante el cuarto año después de la Hégira. El Mensajero de Al’lah (sa), acompañado de un pequeño grupo de Compañeros (ra), fue al territorio de los Banu Nazir y hay diferentes narraciones que explican el motivo de por qué el Santo Profeta (sa) fue hasta ellos. Según una narración, el Profeta (sa) viajó allí para recibir el pago de sangre por el asesinato de dos personas de la tribu de Banu Amir. Junto con él fueron diez Compañeros (ra) y entre ellos estaban Hazrat Abu Bakr (ra), Hazrat Umar (ra) y Hazrat Ali (ra). Así pues, cuando el Mensajero de Dios (sa) llego a dicho lugar y demandó que fuera pagada esa cantidad de dinero, los judíos dijeron: “¡Oh Abu al-Qasim (sa)! Por favor, primero debéis comer y después hablaremos del asunto que te ha traído hasta aquí”. En ese momento, el Santo Profeta (sa) estaba sentado sobre una pared y entonces los judíos comenzarona conspirar entre ellos y dijeron: “Nunca tendremos una oportunidad mejor para matar a esta persona [el Santo Profeta (sa)]. Por tanto, uno de nosotros debe subir al tejado de este edificio y tirarle una piedra grande para que nos libremos de él”.
Al escuchar esto, uno de los líderes de los judíos, Amr bin Yahash, aceptó y exclamó: “Estoy preparado para hacerlo”. Pero Inmediatamente, otro líder judío, Salam bin Mishkam, se opuso a este plan y dijo: “No ejecutéis ese plan bajo ninguna circunstancia. Juro por Dios que ciertamente él [el Santo Profeta (sa)] se enterará de todo lo que estáis tramando. Además, sería un acto de traición, ya que rompería el tratado que hemos hecho con ellos”. Luego, cuando la persona que iba a tirar la piedra llegó al tejado del edificio, Muhammad (sa) se enteró desde el Cielo de este plan, puesto que Dios Altísimo le informó sobre la conspiración que los judíos estaban intentando llevar a cabo. Así que de inmediato, dejando sus Compañeros (ra) donde estaban sentados, el Profeta (sa) se fue de allí rápidamente y los dejó como si tuviera algún otro asunto que atender. Por consiguiente, regresó con prisa a Medina y cuando llegó allí convocó a Hazrat Muhammad bin Maslama (ra) para que partiera hacia Banu Nazir con el mensaje: “Salid de mi ciudad (es decir, Medina). Ahora no se os permitirá vivir aquí y la conspiración que tramasteis fue un acto de traición”.
El Mensajero de Dios (sa) dio un plazo de diez días a los judíos, aunque ellos se negaron a cumplir con ello y dijeron que nunca abandonarían su tierra. Al conocer su respuesta, los musulmanes empezaron a prepararse para el combate y cuando se reunieron todos ellos, el Santo Profeta (sa) partió para enfrentarse a Banu Nazir y el estandarte para la batalla fue llevado por Hazrat Ali (ra). Al llegar allí, el Profeta (sa) asedió sus fortalezas y nadie vino para ayudarles. Presto, Muhammad (sa) movilizó sus fuerzas contra los Banu Nazir y a la hora de la oración de “isha” (la de la noche) regresó a su casa con diez Compañeros (ra); y según una narración, durante su ausencia, el liderazgo del ejército musulmán fue asignado a Hazrat Ali (ra) y según otra dicho honor le fue dado a Hazrat Abu Bakr (ra).
Por un lado, el Santo Profeta (sa) llevó a cabo un asedio muy estricto; y por otro, Dios Altísimo hizo que los judíos de Banu Nazir empezaran a temer a los musulmanes. Finalmente, pidieron al Profeta (sa) que se les perdonara la vida con la condición de que fueran exiliados y se llevaran en sus camellos todo cuanto pudieran excepto las armas y al conocer esto, el Mensajero de Dios (as) aceptó su petición.
Según una narración, el asedio del Mensajero de Dios (sa) duró quince días, pero hay diferencias acerca del número de días según distintas narraciones. El Profeta (sa), con el permiso de los “Ansar” (musulmanes residents de Medina mayores de cuarenta años), distribuyó el botín de guerra que se obtuvo de la Batalla de Banu Nazir entre los “Muhayirin” (los musulmanes que emigraron de La Meca a Medina). Entretanto, Hazrat Abu Bakr (ra) se dirigió a los “Ansar” diciendo: “¡Oh Ansar, que Al’lah os recompense de la mejor forma!”.
Un incidente que tuvo lugar en el cuarto año después de la Hégira fue la “Batalla de Badr Al-Mauid”. La razón para la misma fue que cuando Abu Sufian bin Harb regresaba de la Batalla de Uhud declaró que al año siguiente se enfrentarían a los musulmanes en Badr al-Safraa. El Santo Profeta (sa) dijo a Hazrat Umar (ra) que respondiera: “¡Sí, Insha Al’lah (si Dios quiere)!”. A continuación, todos ellos partieron y cuando los qureish volvieron a casa, informaron a su gente sobre ese acuerdo. Badr era un pozo muy famoso entre La Meca y Medina, que se encontraba entre el valle de Safraa y Yar; y se localizaba a 150 km al suroeste de Medina. Además, en la época de la “yahiliya” (ignorancia) se celebraba allí una gran feria commercial cada año, desde el primer día del mes lunar “Zu al Qada”, que duraban ocho días. Pues bien, como se acercaba la fecha indicada, a Abu Sufian empezó a disgustarle más y más la idea de tener que enfrentarse al Profeta (as) en esos días y empezó a sentir temor, ya que ciertamente no deseaba enfrentarse al Mensajero de Al’lah (sa) en ese momento en concreto. Sin embargo, al mismo tiempo, Abu Sufian hizo como si estuviera preparando un gran ejército para atacar, a fin de que que la noticia llegara al pueblo de Medina y que a la vez llegara a todos los demás árabes la información de que estaba organizando un gran ejército, para de esa manera atemorizar a los musulmanes.
Según una narración, Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra) se presentaron ante el Santo Profeta (sa) y afirmaron: “¡Oh Mensajero de Dios (sa), Al’lah hará que prevalezca Su religión y honrará a Su Mensajero (sa)! Habíamos realizado una promesa a la gente y no deseamos romperla y retractarnos de nuestras palabras, ya que si lo hacemos, ellos (los incrédulos) lo verán como un signo de cobardía. Así pues, debes partir presto, de acuerdo con lo acordado, ya que por Dios ciertamente eso es lo mejor”. Al escuchar estos sentimientos, el Profeta (sa) se alegró muchísimo y al enterarse de que Abu Sufian estaba preparando su ejército, nombró a Hazrat Abdul’lah bin Rawaha (ra) como Amir (líder) de Medina en su ausencia. No obstante, según otra narración, nombró como Amir a Abdul’lah bin Ubaya bin Salul (ra), entregó el estandarte a Hazrat Ali (ra) y salió con los musulmanes en dirección a Badr. En dicha ocasion, el Santo Profeta (sa) fue acompañado por mil quinientos Compañeros (ra).
De camino, los musulmanes también compraron y vendieron artículos en la feria, y obtuvieron bastantes beneficios por ello. Después de permanecer allí durante ocho días regresaron a Medina. Los musulmanes se inmiscuyeron en actividades comerciales en dicha feria, pensando que si la batalla iba a tener lugar pues que ocurriera; y si no, al menos podrían llevar a cabo algunos negocios, de lo que al final se beneficiaron bastante. Así pues, está escrito que durante la Batalla de Uhud, Abu Sufian desafió a los musulmanes a encontrarse después de un año.
Por su parte, Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) ha recopilado más información detallada sobre esta promesa y escribe:
“Tras el Día de Uhud, al regresar del campo de batalla, Abu Sufian desafió a los musulmanes a enfrentarse de nuevo en Badr al cabo de un año y el Santo Profeta (sa) aceptó públicamente este desafío. Por consiguiente, al año siguiente, durante el cuarto año después de la Hégira, cuando llegó el final del mes de Shawwal, el Profeta (sa) salió con 1.250 Compañeros (ra) de Medina y nombró a Abdul’lah bin Ubaya bin Salul (ra) como Amir de la ciudad en su ausencia.
Por otra parte, Sufian bin Harb también partió de La Meca con 2.000 soldados de los qureish. Sin embargo, a pesar de tener un ejército así de numeroso y de haber ganado la Batalla de Uhud el año anterior, sentía temor; pues aunque su deseo era destruir el Islam, no quería enfrentarse a los musulmanes sin tener primero un grupo de combatientes mucho más numeroso. Así que, cuando todavía estaba en La Meca, envió a Nuaim (un hombre desconocido, que pertenecía a una tribu neutral) hacia Medina y le instruyó enfáticamente que, de cualquier manera posible, debía intimidar y amenazar a los musulmanes, y elaborar historias inventadas para evitar que partieran hacia la guerra. Al final, este individuo llegó a Medina y a través de historias falsas sobre la preparación, la fuerza, el celo y la furia de los qureish, creó un estado de inquietud entre la gente de Medina. Esto tuvo tal alcance que varias personas de carácter débil empezaron a tener miedo de participar en la batalla, pero el Mensajero de Al’lah (sa) animó a los musulmanes a seguir adelante y en su discurso afirmó: ‘Ya aceptamos en su día el desafío de los qureish y hemos prometido que combatiremos en esta ocasión. Por lo tanto, no podemos volvernos atrás. Incluso si no tengo más remedio que ir solo, así lo haré y me mantendré firme frente al enemigo’.
Como resultado de esto, el miedo de la gente se disipó y se prepararon para salir en compañía del Santo Profeta (sa) con gran celo y sinceridad. En cualquier caso, el Mensajero de Dios (sa) partió de Medina con mil quinientos Compañeros (ra) y por otro lado Abu Sufian partió de La Meca con sus 2.000 hombres. No obstante, el poder de Al’lah fue tal que los musulmanes llegaron a Badr según su promesa, pero el ejército de los qureish llegó solo hasta cierta distancia y luego regresó a La Meca. En este context, se cuenta que cuando Abu Sufian se enteró del fracaso de Nuaim sintió temor en su corazón y tras haber recorrido cierta distancia, se retiró con su ejército advirtiéndoles: ‘Este año la hambruna es muy severa y la gente se enfrenta a dificultades financieras. Así pues, no es prudente luchar en este momento. Atacaremos Medina con mayor preparación cuando estemos en una época de afluencia’.
Finalmente, el ejército musulmán permaneció en Badr durante ocho días y como todos los años se celebraba allí una feria comercial al comienzo de ‘Zu al Qadah’ (como se ha mencionado anteriormente), durante la misma muchos Compañeros (ra) se dedicaron al comercio y pudieron generar importantes beneficios. De hecho, en esta feria de ocho días, fueron capaces de multiplicar por dos su capital inicial; y cuando esta llegó a su fin y el ejército de los qureish no llegó, el Profeta (sa) partió de Badr y regresó a Medina, aunque los qureish volvieron a La Meca y empezaron a prepararse para atacar Medina. Por eso, esta “ghazwah” (batalla-expedición) se conoce como la “Ghazwah de Badrul-Mauid”.
Más tarde, la “Ghazwah Banu Mustaliq” fue una batalla que tuvo lugar en el mes de Shaban del quinto año después de la Hégira. Otro nombre que ha recibido esta “Ghazwah Banu Mustaliq” es “Ghazwah Muraysi”. Los Banu Mustaliq eran una sub-rama de la tribu Juzaah y estaban asentados cerca de un pozo llamado Muraysi. Vivían a una distancia de un día de viaje de Furu, que estaba aproximadamente a 96 millas de Medina. Según Alama Ibn Ishaaq, la “Ghazwah Banu Mustaliq” tuvo lugar en el sexto año dH., mientras que según Musa bin Uqbah tuvo lugar en el cuarto año dH. Por su parte, Waqidi afirma que esta “ghazwah” tuvo lugar en el mes de Shaban del quinto año dH. y Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) ha escrito que aconteció también en el quinto año dH. Pues bien, cuando el Santo Profeta (sa) se enteró de que los Banu Mustaliq estaban planeando lanzar un ataque contra los musulmanes, marchó hacia ellos con 700 Compañeros (ra) en el mes de Shaban del quinto año dH. El Profeta (sa) dio la bandera de los “Muhayirin” a Hazrat Abu Bakr (ra) y según otra narración otorgó dicho estandarte a Hazrat Ammar bin Yasser (ra) y la bandera de los “Ansar” a Hazrat Sad bin Ubadah (ra).
Luego están los detalles sobre el “incidente de ifk” (la gran calumnia), que son los siguientes:
A la vuelta de “Ghazwah Banu Mustaliq”, los hipócritas lanzaron una falsa acusación contra Hazrat Aisha (ra), hija de Hazrat Abu Bakr (ra) y este incidente es conocido en la historia como el “incidente de ifk” y al respecto hay una narración de Hazrat Aisha (ra) en “Sahih Al-Bujari”. Ahora bien, aunque ya he mencionado esto en relación con otro Compañero (ra), es necesario mencionarlo de nuevo en relación con Hazrat Abu Bakr (ra) y por eso hablaré aquí de ello una vez más.
La narración de Hazrat Aisha (ra) es la siguiente:
“Era costumbre del Santo Profeta (sa) que cuando tenía la intención de embarcarse en un viaje, solía echarlo a suerte entre sus esposas para ver quien le acompañaría y luego se llevaba con él a aquella que le había tocado. En una ocasión, antes de cierta ‘ghazwah’, hizo eso mismo y la suerte cayó sobre mí. Así que el Profeta (sa) me llevó con él y esta era la época en la que ya se habían revelado los mandatos sobre el velo. Por lo tanto, me sentaba en una montura que se colocaba en el lomo de un camello para viajar y se dejaba en el suelo durante los descansos. Cuando el Mensajero de Dios (sa) regresó después de haber terminado su ‘ghazwah’ y nos acercamos a la ciudad de Medina, una noche, el Profeta (sa) ordenó que se saliera y al escuchar este anuncio, me aparté a un lado, lejos del ejército. Una vez hice mis necesidades y volví a mi camello, me llevé la mano al cuello y descubrí que mi collar de perlas se había perdido”.
Hazrat Aisha (ra) dice además:
“Volví en busca de mi collar y me retrasé un poco. Mientras tanto, llegaron los que habían sido designados para levantar mi montura y colocarla en el lomo del camello, y asumiendo que yo estaba ya subida en la misma, la levantaron y la colocaron en el camello. Entretanto, los asistentes pensaron que yo estaba subida en ella, porque en esa época las mujeres eran delgadas y no engordaban nada, ya que solíamos comer muy poca comida. Por tanto, los asistentes no sospecharon que la montura era inusualmente ligera cuando la levantaron. Por aquel entonces, yo era todavía una jovencita (no pesaba mucho) y siguieron adelante con el camello. Al final, encontré mi collar, pero el ejército ya se había ido. Entonces, cuando volví al campamento, no encontré a nadie, por lo que me dirigí al lugar donde solía quedarme y pensé que debía quedarme en ese sitio, porque al darse cuenta de que me habían dejado atrás, esa gente seguramente volvería. Así que me senté allí y pronto me venció el sueño. Safwan bin Muattal Sulami Zakwani iba detrás del ejército y cuando llegó a mi lugar por la mañana, vio la figura de una persona dormida y vino hacia mí. Me reconoció porque me había visto antes de que se prescribiera la orden del velo y yo me desperté cuando él recitó:
‘¡Ciertamente a Al’lah pertenecemos y a Él será el retorno!’.
Presto, adelantó su camello y lo hizo arrodillarse cerca de mí; me monté en él y Safwan comenzó a guiarlo hasta que finalmente alcanzamos a eso del mediodía al ejército musulmán, que se encontraba descansando en ese momento. Después de esto, los que estaban destinados a arruinarse, se arruinaron a sí mismos; y el principal responsable de difundir esa calumnia fue Abdul’lah bin Ubayy bin Sulul.
Llegamos a Medina y tan pronto como lo hicimos caí enferma y esta enfermedad me duró un mes, mientras que la gente continuó con sus calumnias. Durante mi dolencia, lo único que me preocupaba era que no estaba recibiendo el mismo cariño del Mensajero de Al’lah (sa) que solía obtener cuando caía enferma. Ahora, el Mensajero de Dios (sa) solo venía, me saludaba y me preguntaba: ‘¿Cómo estás?’. No obstante, hasta entonces no tenía la menor idea de esa calumnia. Al mismo tiempo, mi enfermedad me debilitó bastante y me hizo sentir muy frágil.
Un día, Umm Mistah y yo fuimos a Manasi, donde íbamos para responder a la llamada de la naturaleza y no salíamos más que por la noche, y eso era antes de que tuviéramos baños cerca de nuestras casas. (En aquella época, la gente no tenía baños en casa). Nuestro estado era como el de los antiguos árabes, que salían al campo, etc., para atender la llamada de la naturaleza. Así que yo y Umm Mistah, hija de Abu Ruhm, salimos fuera. En esto que íbamos caminando cuando ella tropezó con su ‘chal’ (velo) y dijo: ‘¡Que se arruine Mistah!’. Y yo le respondí: ‘¡Qué cosa tan mala has dicho! ¿Menosprecias a un hombre que participó en la Batalla de Badr?’. Y ella exclamó: ‘¡Oh muchacha inocente e ingenua! ¿No has oído lo que la gente está diciendo?’. Entonces me contó las calumnias que la gente estaba hablando sobre mí.
Esto agravó mi dolencia y cuando llegué a casa, el Mensajero de Al’lah (sa) se acercó a mí, y después de saludarme me preguntó: ‘¿Cómo estás?’. Ante esto, yo le pedí: ‘¿Me permites ir a la casa de mis padres?’, [o sea, Hazrat Aishah (ra) preguntó si podía ir a casa de sus padres, ya que quería estar segura de las noticias a través de ellos, es decir, a través de sus padres]. El Mensajero de Dios (sa) me dio permiso para ir con mis padres y all legar allí le pregunté a mi madre: ‘¡Oh madre! ¿De qué habla la gente?’. Ella contestó: ‘¡Oh hija mía! No te preocupes, porque es difícil encontrar una mujer tan encantadora como tú, que sea amada por su marido y cuyo esposo tenga otras mujeres además de ella y que ninguna de ellas (o sea, sus otras esposas) encuentren faltas en tí’. Yo dije: ‘¡SubhanAl’lah!’ (Santo es Al’lah)! ¿La gente está realmente diciendo eso?’.”
Hazrat Aishah (ra) afirma además:
“Estuve llorando toda la noche hasta el amanecer; no podía dejar de llorar ni dormir. Cuando hubo algún retraso en la revelación Divina, el Santo Profeta (sa) llamó a Hazrat Ali bin Abi Talib (ra) y a Hazrat Usama bin Zaid (ra) a la mañana siguiente para pedirles consejo sobre la posibilidad de divorciarse de mí. En cuanto a Usama (ra), este dijo lo que sabía de mí, [o sea, basado en la relación del Profeta (sa) con Hazrat Aisha (ra) y que sabía que ella era piadosa y virtuosa]. En este sentido, Hazrat Usama (ra) afirmó: ‘¡Oh Mensajero de Dios (sa)! Ella es tu esposa y por Al’lah, no conocemos más que bondad con respecto a Aisha (ra)’. En cuanto a Ali bin Abi Talib (ra), este dijo: ‘¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! Dios Altísimo no te ha puesto en dificultades y hay muchas mujeres además de Aisha (ra). Sin embargo, pregunta a la criada de la casa, tal vez ella sepa algo y pueda decirle la verdad’. Ante esto, el Santo Profeta (sa) llamó a Barirah y le preguntó: ‘¡Oh Barirah! ¿Has visto alguna vez algo en Aisha (ra) que pueda considerarse sospechoso? Barirah respondió: ‘No, juro por Al’lah, Quien te ha enviado con la verdad, que nunca he visto ninguna falta en ella, excepto que debido a su corta edad, a menudo sucede que deja la masa de harina al descubierto y se queda dormida, por lo que las cabras vienen y se la comen’.
Ese mismo día, el Santo Profeta (sa) pronunció un discurso en la mezquita, expresó su dolor con respecto a Abdul’lah bin Ubayy bin Salul y anunció: ‘¡Oh vosotros, musulmanes! ¿Quién me librará de ese hombre que me ha herido con su horrible calumnia sobre mi familia? Por Al’lah, que no conozco nada más que el bien sobre mi familia; y han culpado a un hombre del que no conozco más que su bondad y que nunca entró en mi casa más que conmigo’.
Al oír este discurso del Profeta (sa), Sad bin Muaz (ra), se levantó y dijo: ‘¡Oh Mensajero de Dios (sa)! Voy a poner fin a esto. Si dicha persona es de la tribu de Aus, le cortaremos la cabeza de inmediato. Si es de nuestros hermanos (es decir, de la tribu Jazray), aún así, estamos dispuestos a hacer lo que usted ordene’. Al escuchar esto, Sad bin Ubadah, jefe de la tribu Jazray, se levantó y, aunque era un hombre justo, en ese momento fue vencido por la indignación de su tribu y dijo: ‘Has dicho una mentira. ¡Por Al’lah! No lo vais a matar (o sea, las tribus se indignaron,) ni tenéis el poder para hacerlo’. Presto, Usaid bin Hudair se levantó y dijo: ‘¡Eres tú quien ha mentido! Por Dios que seguramente lo mataremos y tú eres un hipócrita porque hablas a favor de los hipócritas’. Este intercambio de comentarios indignó a algunos de entre los Aus y Jazray, y casi se produjo un altercado, pero el Profeta (sa), que seguía de pie en el púlpito, bajó y calmó la situación hasta que se callaron y él también hizo lo mismo”.
Hazrat Aishah (ra) escribe además:
“Todo el día seguí llorando y mis lágrimas no cesaban”.
Por consiguiente, Hazrat Aishah (ra) ya se había dado cuenta de la situación, pero dice que a pesar de lo que estaba ocurriendo, ella estuvo llorando todo el día.
Y añade:
“Mis lágrimas no paraban y tampoco podía dormir. Mis padres vinieron conmigo. Estuve así dos noches enteras y un día, y sentí como si mi hígado fuera a estallar en pedazos. Durante este tiempo, mis padres se mantuvieron a mi lado y yo estaba sentada llorando. En ese tiempo, una mujer ‘Ansar’ pidió permiso para entrar y se lo concedí. Ella vino y se sentó a mi lado, y comenzó a llorar conmigo de manera compasiva. En ese momento, el Mensajero de Dios (sa) llegó y se sentó a mi lado. Este fue el primer día que se sentó conmigo desde que se lanzara aquella horrible calumnia sobre mí. Ya había transcurrido un mes y no se había enviado ninguna revelación Divina para apoyarme”.
Hazrat Aisha (ra) declara a continuación:
“El Santo Profeta (sa) recitó el ‘Kalima Shahada’ y luego afirmó: ‘¡Oh Aisha (ra)! Me han informado acerca de algunas cosas sobre ti: si eres inocente, confío en que Dios afirmará tu inocencia; pero si has cometido un error, entonces debes pedir perdón a Al’lah e inclinarte ante Él, porque cuando una persona se inclina ante Dios y confiesa su pecado, Al’lah acepta su arrepentimiento y le muestra Misericordia’.
Cuando el Profeta (sa) terminó de hablar, mis lágrimas se secaron por completo hasta tal punto que no había señal de que había llorado. En ese momento, miré a mi padre [Hazrat Abu Bakr (ra)] y le pedí que respondiera en mi nombre, aunque él dijo: ‘¡Por Dios! No sé qué decir en respuesta al Mensajero de Al’lah (sa)’. Entonces le pedí a mi madre que respondiera al Santo Profeta (sa) en mi nombre y ella también proclamó: ‘¡Por Dios! No sé qué decir en respuesta al Mensajero de Dios (sa)’.
En aquella época, yo era muy joven y no sabía mucho del Corán aunque dije: ‘Por Dios, sé que has escuchado ciertas cosas que la gente ha rumoreado sobre mí y que te ha afectado, y has considerado esas afirmaciones como verdaderas. Por lo tanto, si defiendo mi inocencia -y Al’lah sabe que ciertamente soy inocente-, dudarás de mí; pero si acepto mi culpa, a pesar de que Dios sabe que soy inocente, me creerás. Juro por Al’lah que me encuentro en la situación del padre de José (as), quien dijo: ‘Ahora la paciencia es mejor para mí y solo es la ayuda de Al’lah lo que busco en contra de lo que esas personas afirman’. Y al decir esto, me giré hacia el otro lado de mi cama y en ese momento tuve la firme convicción de que Dios Altísimo manifestaría rápidamente mi inocencia, aunque no me imaginé que enviaría una revelación coránica para absolverme de esas acusaciones, ya que no me consideraba lo suficientemente digna para ser mencionada en el Corán.
Es más, pensé que quizá el Mensajero de Al’lah (sa) tendría alguna visión de parte de Dios sobre esto mientras durmiese. No obstante, juro por Al’lah que el Santo Profeta (sa) aún no había dejado de estar sentado, ni ninguna otra persona de la casa se había ido, cuando entró en el intenso y profundo estado que solía experimentar a la hora de recibir la revelación Divina y a pesar de ser un día frío, comenzaron a caer gotas de sudor de su rostro y después de un rato salió de ese estado. El Profeta (sa) sonrió y lo primero que me dijo fue: ‘¡Oh Aisha (ra)! Alaba a Dios porque Él ha afirmado tu inocencia’. Ante esto, mi madre dijo espontáneamente: ‘¡Oh Aisha (ra)! ¡Levántate y ve con el Mensajero de Al’lah (sa)!’. En ese momento dije: ‘Por Dios, no iré al Santo Profeta (sa) y solo expresaré mi gratitud a Dios’. Fue entonces cuando se reveló el siguiente versículo:
‘En verdad, quienes lanzaron la mentira son un grupo de entre vosotros…’, (24:12).
Cuando se declaró mi inocencia, Hazrat Abu Bakr Siddiq (ra) [el padre de Hazrat Aisha (ra)], quien otorgó apoyo regular a Mistah bin Uzazah debido a su pobreza y parentesco, juró que como Mistah había participado en la difamación en contra mía, ya no le prestaría más ese apoyo. Aunque tras unos pocos días, Dios Altísimo reveló lo siguiente:
‘Y que aquellos de entre vosotros que poseen medios y riqueza no juren retirar su ayuda a los parientes y a los necesitados, así como a quienes han abandonado sus casas por la causa de Al’lah. Que perdonen la ofensa y se olviden de ella. ¿No deseáis que Al’lah os perdone? Pues Al’lah es el Sumo Indulgente, Misericordioso’.
Ante esto, Hazrat Abu Bakr Siddiq (ra) declaró: ‘Ciertamente, me gustaría recibir el perdón de Dios’. Así pues, Hazrat Abu Bakr (ra) restableció su apoyo a Mistah”.
Hazrat Aisha (ra) relata también que:
“El Santo Profeta (sa) preguntó a Hazrat Zainab bint Yahash (ra) su opinión sobre mí y le preguntó: ‘¡Oh Zainab! ¿Cuál es tu opinión sobre Aisha (ra)?’. Al oír esto, Hazrat Zainab (ra) respondió: ‘¡Oh Mensajero de Dios (sa)! Deseo salvaguardar mis oídos y mis ojos. Juro por Al’lah que considero a Aisha (ra) una mujer piadosa’.”
Hazrat Aisha (ra) finalmente declara:
“Esta era la misma Zainab que solía competir conmigo y actuaba como mi rival; pero debido a su rectitud, Dios Altísimo la salvó de tomar parte en esa calumnia”.
Esta es una narración muy detallada que aparece en “Sahih Bujari”.
Por su parte, el Mesías Prometido (as) declara:
“Así es como Dios Altísimo ha hecho parte integral de Sus nobles Atributos evitar las profecías de advertencia sobre la base del arrepentimiento, la búsqueda del perdón, la oración y la caridad, así enseñó al hombre la misma moral, algo que resulta evidente en el Sagrado Corán y el Hadiz.
En este sentido, cuando por pura maldad los hipócritas propagaron una calumnia contra Hazrat Aisha (que Dios esté complacido con ella), algunos Compañeros (ra) incautos también apoyaron esa acusación. Uno de esos Compañeros (ra) solía obtener su comida, dos veces al día, de la casa de Hazrat Abu Bakr (que Al’lah esté complacido con él). Debido a ese desliz, Hazrat Abu Bakr (ra) prometió que nunca más lo alimentaría como castigo por esa mala acción, después de lo cual se reveló el versículo:
‘Y que aquellos de entre vosotros que poseen medios y riqueza no juren retirar su ayuda a los parientes y a los necesitados, así como a quienes han abandonado sus casas por la causa de Al’lah. Que perdonen y se abstengan. ¿No deseáis que Al’lah os perdone? Pues Al’lah es el Sumo Indulgente, Misericordioso’, (24:23).
Ante esto, Hazrat Abu Bakr (ra) rompió su promesa y restauró su apoyo alimenticio para esa persona como de costumbre. Por esta razón, es parte de la moralidad islámica que, si alguien promete algo a modo de castigo, la ruptura de esa promesa es un componente de la buena moral. Por ejemplo, si alguien jura que, con respecto a su sirviente, lo golpeará cincuenta veces con un zapato, aunque le perdona a causa de su arrepentimiento y ferviente súplica, está siguiendo la costumbre islámica de que ‘la moral refleja los Atributos de Dios’. En definitiva, no está permitido romper una promesa y uno será responsable por el incumplimiento de una promesa, aunque no por romper la promesa de un castigo”.
Este es un tema aparte, o sea, la diferencia que existe entre una promesa en sí y una promesa de castigo, y esto también se ha explicado anteriormente.
A continuación, voy a mencionar la “Batalla de Ahzab”, que tuvo lugar el quinto año después de la Hégira. Esta fue la tercera gran batalla entre los qureish de La Meca y los musulmanes, y además se la conoce como la “Batalla de Jandaq” (la trinchera), la cual tuvo lugar en el mes de Shawwal, en el quinto año dH. Dado que los qureish, los judíos de Jaibar y otras muchas tribus se habían unido para atacar Medina, este enfrentamiento se conoce como la “Batalla de Ahzab” según el Sagrado Corán. Pues bien, cuando el Santo Profeta (sa) exilió a los Banu Nazir, una tribu de judíos, estos se dirigieron a Jaibar. Entretanto, unos pocos hombres de entre sus mayores y personas respetadas fueron a La Meca, reunieron a los qureish y los incitaron a luchar contra el Profeta (sa). Además, hicieron un pacto con los qureish y todos acordaron pelear contra el Mensajero de Dios (sa), fijando una fecha para ello. Luego, estos hombres de Banu Nazir, tras reunirse con los qureish, fueron a las tribus de Ghatfan y Sulaim, pactaron algo similar con ellos y a continuación partieron de allí. Por su parte, los qureish prepararon y reunieron a varias otras tribus, así como a los árabes que eran sus soldados, reuniendo un total de cuatro mil combatientes y Abu Sufian bin Harb era su comandante.
A lo largo del camino, varias otras tribus se unieron a ellos y el número total de personas en dicho ejército llegó a los diez mil soldados. El Santo Profeta (sa) fue informado de su partida de La Meca y reunió a sus Compañeros (ra), para informarles del plan del enemigo y buscar su consejo. En ese momento, Hazrat Salman Farsi (ra) sugirió cavar una zanja donde la ciudad se veía expuesta, lo cual fue del agrado de todos los musulmanes. En la época del Profeta (sa), el norte de Medina era una llanura abierta, mientras que todos los demás lados tenían casas y huertos a través de los cuales el enemigo no podía pasar. Y así, se decidió cavar una zanja en la parte norte de Medina para proteger la ciudad. El Mensajero de Al’lah (sa), junto con tres mil musulmanes, comenzó a cavar la zanja, de tal forma que al hacer eso junto a los otros musulmanes y tomar parte en ella, esta acto levantara su ánimo y coraje. Al final, toda la zanja se cavó en seis días y la misma tenía aproximadamente 6.000 yardas o 3,5 millas de largo.
Hazrat Abu Bakr (ra) permaneció junto al Santo Profeta (sa) y mientras este ayudaba a cavar la zanja, el propio Hazrat Abu Bakr (ra) llevaba la arena en su ropa y trabajaba junto con los demás Compañeros (ra) en la excavación de la misma, para que esta tarea pudiera completarse rápidamente dentro del período designado para ello. La verdad es que ningún musulmán se quedó atrás a la hora de ayudar a cavar la zanja. Luego, cuando Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra) no encontraban recipientes para cargar la arena, la ponían entonces en sus propias ropas. Ambos permanecieron siempre juntos. Por su parte, el Profeta (sa) trabajó muy duro durante la excavación de la zanja: a veces estaba cavando con un pico, otras recogía la arena con una pala o cargaba los cubos de arena. Uno de esos días, el Mensajero de Dios (sa) se sintió extremadamente cansado y se sentó apoyando el lado izquierdo de su cuerpo contra una roca. En ese momento, el Santo Profeta (sa) se quedó dormido y tanto Hazrat Abu Bakr (ra) como Hazrat Umar (ra) se pararon cerca de él, a fin de evitar que la gente pasara a su lado, para que no lo despertaran.
Más tarde, cuando el fuerte ejército de diez mil qureish y sus aliados rodearon Medina, Hazrat Abu Bakr (ra) estaba al mando de una facción del ejército musulmán. Después, en el área donde Hazrat Abu Bakr (ra) comandaba el ejército, se construyó una mezquita y se llamó “Mezquita Siddiq”.
Continuaré narrando estos incidentes más adelante en futuros sermones, si Dios quiere.
Ahora, me gustaría mencionar a algunos miembros de la Comunidad que han fallecido:
El primero es de la respetada Mubaraka Begum Sahiba, que era la esposa del Sr. Mukhtar Ahmad Gondal y que falleció el 11 de enero pasado a la edad de 93 años:
¡Ciertamente a Al’lah pertenecemos y hacia a Él será el retorno!
Fue la nuera del Sr. Chaudhry Ghulam Muhammad Gondal (ra), un Compañero del Mesías Prometido (as). Sirvió a la Yamat con gran pasión. En concreto, trabajó como “Sadar” (presidenta) de “Lallna” (asociación de mujeres áhmadis) de su aldea, Chak 99 South. Era regular en ofrecer las “salats” (oraciones) y realizar ayunos; era además una mujer virtuosa, atendía a los pobres y muy sincera. Asimismo, a lo largo de su vida enseñó el Sagrado Corán a niños y adultos. Fue “musia” (integrante del sistema de Al-Wasiyat).
Le sobreviven cinco hijos y tres hijas. Uno de sus hijos es el Sr. Iftijar Ahmad Gondal, que actualmente está sirviendo como misionero en Sierra Leona; y otro misionero, Fawad Ahmad, era su nieto. Aparte de estos familiares, tiene varios otros nietos que son misioneros o consagrados de por vida.
¡Que Dios Altísimo le conceda perdón y misericordia, y acepte sus oraciones a favor de su descendencia!
La segunda mención es de Mir Abdul Wahid Sahib, que tenía 58 años y falleció en la noche del 12 al 13 de enero:
¡Ciertamente a Dios pertenecemos y hacia Él volveremos!
El Ahmadíat se estableció en su familia a través de su bisabuelo paterno, Mir Ahmad Din Sahib, quien en la época de Jalifatul Masih I (ra) aceptó la Yamat, concretamente en 1911, y era el único áhmadi en su familia. Luego, por parte materna, el Ahmadíat entró a través de su abuelo materno, Shej Al’lah Bajsh Sahib de Bannu. El abuelo paterno del Sr. Abdul Wahid fue el Sr. Abdul Karim, quien tenía mucha pasión por el “tabligh” (predicación) y por eso era comúnmente conocido en Peshawar por el nombre de “Maulwi Abdul Karim”.
Mir Abdul Wahib Sahib solía estudiar mucho a nivel personal y había creado su propia biblioteca. En 1974, cuando una delegación de la Comunidad se presentó ante la Asamblea de Pakistán bajo el liderazgo de Jalifatul Masih III (rh), se encontraron en su biblioteca ciertos libros poco comunes que se necesitaban (esto es según lo que ha contado su cuñado). Recientemente, el 9 de septiembre de 2020, se presentó una acusación falsa de blasfemia bajo la ley 295C contra la familia de Mir Abdul Wahid y como resultado de ello los “ulemas” (clérigos musulmanes) y otras personas asediaron su hogar. No obstante, la policía pudo sacar tanto a su familia como a él de esa situación, y los llevó a Rawalpindi. Aún así, tras unos días, su casa en Rawalpindi fue allanada por la noche y la policía arrestó a su hijo, el Sr. Abdul Mayid.
Dios Altísimo otorgó a Mir Abdul Wahid Sahib dos hijos y una hija. Uno de sus hijos, el Sr. Abdul Mayid, quien acabo de mencionar, sigue prisionero en el camino de Al’lah y aún seguía en la cárcel cuando su padre falleció, y por ello no pudo asistir al funeral.
¡Que Al’lah conceda al difunto Su perdón y misericordia, y le otorgue paciencia a su familia!
Su hijo que está preso tiene alrededor de 20 años.
¡Que Dios Altísimo cree los medios para su pronta liberación!
La tercera mención es del respetado Syed Waqar Ahmad Khan Sahib de Estados Unidos, que falleció el 17 de enero a la edad de 58 años, debido a un ataque al corazón:
¡Ciertamente venimos de Al’lah y hacia Él será el retorno!
La esposa de Waqar Ahmad Khan Sahib es la bisnieta de Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra), o sea, la hija de su nieto materno, y es también la hija de la nieta paterna de Hazrat Mirza Sharif Ahmad Sahib (ra). De esta forma, ella forma parte de la familia del Mesías Prometido (as) y el Shah Sahib se casó en esta familia.
Su esposa, Shazia Khan, dice:
“Hazrat Jalifatul Masih IV (rh) me animó a hacer plegarias para la propuesta de matrimonio y después de rezar, cuando estuve de acuerdo, Jalifatul Masih IV (rh) aprobó la unión, es decir, Jalifatul Masih IV (rh) acordó este matrimonio.
Mi esposo permaneció siempre a mi lado a cada paso de los 33 años de matrimonio y atendió cada una de mis necesidades y deseos. Aparte de esto, fue un padre ejemplar; nunca hizo nada para sí mismo y era una persona sencilla. En otras palabras, no tenía deseos propios, e incluso si los tenía, los sacrificó por el bien de su familia.
El día más hermoso para mí fue cuando orgullosamente le dijo a alguien que cuando iba a la mezquita, repetía su juramento de alianza (“Baiat”), que no había nada más importante para él que cumplir este juramento y que podría sacrificar todo por este juramento. Y no se trataba de meras palabras, de hecho, yo misma lo he visto y sé que, incluso ante una prueba extremadamente complicada, guardó este juramento de dar prioridad a la fe sobre los asuntos mundanos y continuó cumpliéndolo, independientemente de cualquier vínculo de parentesco. Al mismo tiempo, nunca se aventuró a caminar fuera de la obediencia del Jalifato. Incluso si no entendía algo, aún seguía siendo obediente y decía que nuestro deber era ser obedientes.
Finalmente, su carácter estaba lleno de gratitud y siempre me aconsejaba que hiciera lo mismo; y jamás mostró negligencia en ofrecer sacrificios económicos”.
Su hijo, Syed Adil Ahmad, quien ahora es misionero tras graduarse en la Yamia Ahmadía de Canadá (universidad de formación de misioneros) y que ha obtenido el título de “Shahid”, dice:
“Por la gracia de Dios Altísimo, mi padre era una persona sencilla y sincera. Nunca se preocupó de sí mismo y siempre satisfacía las necesidades de todos sus hijos y de nuestra madre; ni solía coger nada de buena calidad para sí mismo; de hecho, a menudo teníamos que recordarle que también gastase en sus propias necesidades. Tenía un gran respeto por los misioneros y el Nizam-e-Yamat (la organización de la Yamat)”.
Su suegro, el Sr. Mahmud Ahmad Khan, nieto materno de Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra) y nieto paterno de Hazrat Nawab Mubaraka Begum Sahiba (ra), escribe:
“Waqar (es decir, su yerno) poseía una alta moral y era muy hospitalario. Nunca vi un ceño fruncido en su rostro y no le importaba cuántos invitados venían a visitarlo, incluso en momentos de dificultad. También recuerdo que al principio, a menudo regañaba a su hijo Adil cuando era un poco descuidado, pero cuando Adil consagró su vida, el comportamiento de Waqar hacia él cambió por completo y desarrolló un vínculo muy estrecho de respeto y honor con su hijo”.
Munir Ahmad Sahib, ex-Amir de la yamat de Abu Dhabi, relata:
“Waqar Sahib vivió en Abu Dhabi junto con su familia mientras trabajaba allí, tiempo durante el cual desarrollé estrechos lazos familiares con él. Era banquero de profesión. La sencillez y la sociabilidad eran sus cualidades más destacadas. Estaba fuertemente ligado a la Comunidad y su ‘Nizam’ (organización), y poseía un profundo amor y obediencia por el Jalifato. Al mismo tiempo, hasta que se mudó a Estados Unidos, alegremente ofrecería su hogar para cualquier necesidad de la Yamat, la cual se usaba para las oraciones de los viernes y otras reuniones. Además fue auditor interno de la Comunidad”.
De manera similar, Syed Hashim Akbar escribe:
“Tuve la oportunidad de trabajar con él y siempre lo encontré muy sociable y rebosante de entusiasmo por ayudar a los demás”.
¡Que Dios Altísimo le conceda Su perdón y misericordia, que capacite a sus hijos para que sean virtuosos y acepte sus oraciones en su favor!
Después de las oraciones, ofreceré las oraciones fúnebres, si Dios quiere.