Nunca hablaba en público de las faltas y las debilidades de los demás, y exhortaba a la gente a no proclamar sus propias faltas. Decía: “Si una persona oculta las faltas de otra, Dios ocultará sus faltas en el Día del Juicio”. También decía: “Cada uno de quienes me siguen pueden evitar las consecuencias de sus errores (es decir, a través del arrepentimiento y la reforma), salvo aquellos que insisten en proclamar sus faltas”. Como ejemplo decía: “Un hombre comete un pecado por la noche y Dios lo oculta; por la mañana se encuentra con sus amigos y presume ante ellos, diciendo: anoche hice esto, anoche hice aquello, y de esta forma revela lo que Dios había ocultado” (Bujari y Muslim).
Alguna gente se imagina, equivocadamente, que la confesión de un pecado conduce al arrepentimiento; cuando la realidad es que sólo sirve para reforzar la deshonestidad. El pecado es un mal, y el que peca pero siente vergüenza y remordimiento tiene la oportunidad de volver a situarse, a través del arrepentimiento, en el camino de la pureza y la rectitud. Su caso es como el de una persona que ha sido seducida por el mal, pero es perseguido por la rectitud; cuando se le presenta la oportunidad es capaz de vencer al mal y la virtud reclama al pecador. Sin embargo, aquellos que proclaman sus pecados y se muestran orgullosos de ellos, pierden todo sentido del bien y del mal, y se vuelven incapaces de arrepentirse.
Un día, un hombre dijo al Santo Profeta(sa): “He cometido adulterio” (esto constituía un delito castigable bajo la Ley islámica, siempre cuando se dispusiera de la evidencia adecuada). Oyendo la confesión del hombre, el Santo Profeta(sa) se dio la vuelta para ocuparse de otra cosa. Quería indicar que el mejor remedio en tal caso es el arrepentimiento, no la confesión pública. Pero el hombre no se percató de ello, y creyendo que el Santo Profeta(sa) no le había oído, se puso nuevamente delante de él y le repitió su confesión. El Santo Profeta(sa) le volvió a dar la espalda, pero el hombre volvió a ponerse delante para repetir su confesión. Tras hacerlo por cuarta vez, el Santo Profeta(sa) dijo: “Hubiera preferido que este hombre no proclamara su pecado hasta que Dios no indicara su voluntad al respecto, pero ya que ha repetido su confesión cuatro veces, me veo obligado a actuar” (Tirmidhi). Entonces añadió: “Este hombre ha confesado, y no ha sido acusado por la mujer respecto a quien hace la confesión. La mujer debe ser interrogada, y si niega su culpabilidad, no será molestada, y sólo será castigado el hombre de acuerdo con su confesión; pero si ella confiesa, también será castigada”. El Santo Profeta(sa) tenía la costumbre de seguir la Ley de la Torá en aquellos casos en los que el Corán guardaba silencio, y dado que la Torá establece que el adulterio debe ser castigado con la pena de muerte por lapidación, dictó dicha sentencia contra este individuo. Mientras se ejecutaba la sentencia, el hombre intentó escapar, pero la gente le persiguió y llevó a cabo la sentencia. Cuando el Santo Profeta(sa) supo esto, expresó su desaprobación. Dijo que el hombre había sido condenado según su propia confesión. Su intento de escapar constituía, de hecho, una retractación de dicha confesión, y que, por lo tanto, la gente había hecho mal en infligirle un castigo que solo se le había impuesto en consonancia con su propia confesión.
El Santo Profeta(sa) estableció que la ley se ocupaba tan sólo de los actos manifiestos. Durante la guerra, un grupo de musulmanes encontró a un no musulmán que solía emboscarse en lugares solitarios para atacar y acabar con la vida de todo musulmán que encontraba. En una ocasión, Usama bin Zaidra lo persiguió y tras alcanzarle sacó la espada para matarle. Cuando el hombre vio que no quedaba otra escapatoria, repitió la primera parte de la confesión musulmana de fe: “No hay nadie digno de ser adorado, salvo Al’lah”, dando a entender que había aceptado el Islam. Usamaraignoró sus palabras y le mató. Cuando se presentaron al Santo Profeta(sa) el informe de éste y otros incidentes de la campaña, mandó traer a Usamara y le preguntó a este respecto. Cuando confirmó la veracidad del informe sobre el incidente, el Santo Profeta(sa) le preguntó: “¿Qué te ocurrirá el Día del Juicio cuando la confesión de fe de aquel hombre atestigüe a su favor?”. Hazrat Usamara contestó: “Mensajero de Al’lah, aquel hombre mataba a musulmanes, y el hecho de que se declarara musulmán no era más que una estratagema para poder escapar de una castigo justo”. Pero el Santo Profeta(sa) siguió repitiendo: “Usama ¿qué te ocurrirá en el Día del Juicio cuando la confesión de fe de aquel hombre sea utilizada contra ti?”. Con esto quería decir que Dios consideraría a Usamara responsable de la muerte del hombre, pues a pesar de haber matado a muchos musulmanes, su confesión de fe constituía una indicación de que se había arrepentido de sus crímenes. Hazrat Usamara protestó insistiendo en que la recitación de la confesión de fe se debía a su temor a la muerte, y no constituía una indicación de arrepentimiento. Sin embargo, el Santo Profeta(sa) le preguntó:
“¿Acaso miraste en su corazón para ver si decía la verdad?”, y siguió repitiendo: “¿Cómo contestarás el Día del Juicio cuando su confesión de fe se cite como evidencia contra ti?”. Usamara dice: “Al oír al Profeta(sa) repetir esto con tanta frecuencia, desee haberme convertido en musulmán sólo en ese momento, y no haber sido culpable del delito del que fui acusado” (Muslim, Kitab al-Iman).
El Santo Profeta(sa) siempre estaba dispuesto a perdonar a la gente sus faltas y pecados. Una de las personas implicadas en el asunto de la difamación de su esposa Hazrat A’ishara, dependía de la caridad de Hazrat Abu Bakr(ra) (el padre de A’ishara). Cuando se hubo establecido claramente la falsedad de la acusación contra Hazrat A’ishara, Hazrat Abu Bakr(ra) dejó de mantener a este hombre. Incluso esta actitud hubiera sido muestra de una moderación loable por parte de Hazrat Abu Bakr(ra). Otra persona habría adoptado medidas más extremas contra alguien dependiente de él, culpable de haber difamado a su hija. Cuando el Santo Profeta(sa) supo lo que había hecho Hazrat Abu Bakr(ra), fue a hablar con él, insistiendo en que, aun siendo el hombre culpable, no correspondía a una persona como Abu Bakr(ra) privarle de sus medios de subsistencia por el delito que había cometido. Entonces, Hazrat Abu Bakr(ra) volvió a encargarse de su sustento (Bujari, Kitab al-Tafsir).