La vida del Santo Profeta (sa)
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

La vida del Santo Profeta (sa)

Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía

Después de recitar el Tashahud, el Ta’awuz y el Sura Al-Fatiha, Hazrat Jalifatul Masih V (aba) dijo:

Se estaban mencionando detalles relativos a la batalla de Banu Quraizah. Otros detalles de esto son los siguientes:

Con respecto a los musulmanes que fueron martirizados se menciona que dos musulmanes fueron martirizados durante esta batalla, Jalad bin Suwaid y Hazrat Mundhir bin Muhammad. En cuanto a los judíos de Banu Quraizah que fueron ejecutados, hay varias narraciones. Ibn Ishaq ha declarado que son 600, mientras que según otra narración son 700. Suhaili menciona que fue entre 800 y 900. Mientras que el Imam Tirmidhi y el Imam Nasa’i lo han registrado como 400 combatientes. Ibn Sa’d también menciona que fueron entre 600 y 700.

Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra), basándose en su investigación a través de diversas fuentes históricas, concluye que “Más o menos 400 hombres fueron ejecutados ese día según la sentencia de Sa’d (ra). El Santo Profeta (sa) ordenó a los Compañeros que dispusieran el entierro de estas personas.”

Los enemigos del Islam a menudo exageran estas cifras para intentar presentar al Islam como una religión cruel. Sin embargo, al evaluar los hechos y las pruebas, basados en fuentes históricas auténticas, la cifra se aproxima a 400 y sólo se limita a los que eran combatientes. Por este motivo, todos fueron enterrados en una única zanja.

Un erudito ahmadí de la época, Syed Waqas Sahib, también ha llevado a cabo una extensa investigación al respecto y ha aportado valiosas ideas sobre este tema. En su libro Rasool-e-Akram Wujud-e-Hijaz, analiza el debate sobre el número de personas asesinadas de entre los Banu Quraizah, y plantea ciertas cuestiones al respecto, algunas de las cuales conllevan cierto grado de racionalidad. El autor destaca un principio fundamental que es sumamente significativo: que tanto si una narración procede de un hadiz como de un libro de historia, no puede estar exenta de un análisis en cuanto a la solidez de la narración y las posibles invenciones, y que aceptar ciegamente todas las narraciones es imprudente.

Además, la noción de que entre 600 y 900 hombres fueron asesinados junto con sus mujeres e hijos, que incluso según una estimación conservadora no son menos de 5.000 o 6.000 en total, y luego afirmar que un número tan grande de personas fueron atadas con cuerdas y llevadas a Medina, alojadas en dos casas y provistas de comida y agua, mientras que los propios musulmanes permanecieron sin comida ni agua (parece inverosímil). Además, hacer los preparativos para que un número tan grande de personas respondiera a la llamada de la naturaleza, así como para satisfacer cualquier otra de sus necesidades, sin ningún intento de que intentaran escapar o resistirse, y la preparación de tumbas para 600 individuos durante la noche, mientras que las trincheras acababan de ser cavadas, y la idea de que sólo dos o tres Compañeros, Hazrat Ali (ra) y Hazrat Zubair (ra) fueron los encargados de ejecutarlos a todos, pero ninguno de ellos mencionó nunca el incidente, y Bujari y Muslim tampoco registran el número de personas ejecutadas, sugiere además que estas narraciones deberían ser reexaminadas críticamente y evaluar si se han exagerado mucho.

Además, escribe que el hecho es que más tarde la gente ha añadido detalles ellos mismos para retratar al Santo Profeta (sa) y a los musulmanes como hostiles hacia los judíos. La palabra registrada en Bujari con respecto a la decisión de Hazrat Sa’d (ra) es (árabe) que significa “sus combatientes deben ser ejecutados.” Muchos historiadores y biógrafos interpretaron que esto significaba que todos los hombres capaces de luchar debían ser ejecutados. De hecho, ampliaron el término “combatientes” hasta tal punto que consideraron que se trataba de todo hombre adulto y se atribuyeron a sí mismos la designación de personas para determinar si habían alcanzado la edad de madurez, inflando así aún más las cifras. Esta es la medida en que han exagerado.

Por el contrario, quienes han sugerido una cifra relativamente menor mantuvieron una interpretación limitada de la palabra “combatientes”, refiriéndose únicamente a los hombres que participaron activamente en la batalla. Y según sus investigaciones, se estima que no son más de veinte, lo que reduce aún más el número real, y esta conclusión suya posee cierto grado de racionalidad. En cualquier caso, se trata de su investigación personal, aunque algunos aspectos de la misma son realmente razonables y podrían servir de base para nuevas investigaciones.

Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) ha afirmado en respuesta a las alegaciones planteadas por historiadores no musulmanes sobre el número de judíos asesinados de entre los Banu Quraizah:

“En relación al relato de los Banu Quraizah, varios historiadores no musulmanes han formulado acusaciones contra el Santo Profeta (sa) de una manera muy desagradable. Debido a la pena de muerte que se administró a más o menos 400 judíos, han presentado al Santo Profeta (sa), Dios nos perdone, como un gobernante cruel y sanguinario Sin embargo, esta acusación se basa puramente en prejuicios religiosos. Como mínimo, en lo que respecta a la acusación sobre el islam y el Fundador del islam, incluso aquellos historiadores que han recibido su formación a la luz del pensamiento occidental no han podido resolverlo por sí mismos”.

En respuesta a esta acusación, en primer lugar, debe recordarse que el veredicto sobre el Banu Quraizah, considerado como un veredicto cruel, fue el de Sa’d bin Muaz (ra), no del Santo Profeta (sa). Entonces, cuando está probado que el veredicto no fue emitido por el Santo Profeta (sa), no se puede presentar ninguna objeción contra él por ese motivo. En segundo lugar, este veredicto no fue en absoluto erróneo ni bárbaro (ya se han mencionado los detalles de este incidente). En tercer lugar, debido al pacto que Sa’d (ra) hizo antes de anunciar su veredicto, el Santo Profeta (sa) estaba, en cualquier caso, obligado a actuar en consecuencia. En cuarto lugar, cuando este veredicto fue aceptado por los propios criminales y no se opusieron, considerando que se trataba de un decreto divino, como se desprende de las palabras pronunciadas por Huyayy bin Akhtab justo cuando estaba a punto de ser ejecutado, no era tarea del Santo Profeta (sa) interferir innecesariamente en un caso así.

Después de que se anunciara el veredicto de Sa‘d (ra), la única relación del Santo Profeta (sa) a este respecto fue que se llevara a cabo de la mejor manera posible, bajo la supervisión de su administración. Así, ya se ha mencionado que la forma en que el Santo Profeta (sa) instituyó esta decisión puede considerarse el ejemplo más elevado posible de misericordia y compasión. En concreto, mientras estas personas permanecieron en cautividad antes de que se hiciera efectivo el veredicto, el Santo Profeta (sa) se ocupó de su alojamiento y comida de la mejor manera posible. Cuando el veredicto de Sa‘d (ra) se ejecutó, el Santo Profeta (sa) lo aplicó de tal manera que resultase lo menos doloroso para los criminales. En primer lugar, tomando en consideración sus emociones, el Santo Profeta (sa) ordenó que cuando se ejecutara a un criminal, el siguiente no fuera testigo de ello. De hecho, la historia dice que cuando los individuos eran llevados al lugar de ejecución, no sabían a dónde iban hasta que llegaban al lugar real. Además de esto, el Santo Profeta (sa) aceptó de inmediato todas y cada una de las peticiones de misericordia que se presentaron ante él respecto a algún individuo concreto. El Santo Profeta (sa) no solo perdonó la vida de tales personas, sino que incluso ordenó la liberación de sus esposas e hijos, y incluso que se les devolviera sus riquezas, etc. ¿Qué mayor ejemplo de misericordia y compasión hacia un criminal puede haber? Por tanto, no solo es cierto que no se puede lanzar absolutamente ninguna acusación contra el Santo Profeta (sa) respecto a lo ocurrido con los Banu Quraiẓah, sino que la realidad es que este incidente es una prueba inmensamente clara de la elevada moral, administración notable, misericordia y afecto innatos del Santo Profeta (sa)”.

Ahora queda la cuestión del veredicto real. A este respecto, no dudamos en afirmar que no hubo en absoluto crueldad ni barbarie. De hecho, la implementación de la sentencia se basó precisamente en la justicia y la equidad. A este respecto, lo primero que hay que tener en cuenta es el delito real de los Banu Quraizah y las circunstancias en las que se cometió. Así, la historia demuestra que cuando el Santo Profeta (sa) llegó a Medina, tres tribus judías residían en Medina: Banu Qainuqa, Banu Nadir y Banu Quraizah. La primera medida política que emprendió el Santo Profeta (sa) después de la migración fue llamar a los jefes de las tres tribus y establecer un tratado de paz y armonía. Las condiciones de este tratado eran que los musulmanes y los judíos vivirían juntos en Medina en paz y armonía, fomentarían relaciones amistosas entre sí, no ayudarían ni mantendrían relaciones con los enemigos de los demás; y si una tribu o tribus extranjeras lanzaban un ataque contra Medina, todos se alzarían en defensa colectiva; y si alguna persona o grupo de entre los que habían acordado los términos era culpable de una violación del tratado, los demás tendrían derecho a tomar medidas severas; y todas las disputas se presentarían ante Muhammad (sa), cuyo veredicto sería contractualmente vinculante para las partes relacionadas; sin embargo, sería necesario que cada individuo o nación fuera juzgado de acuerdo con su propia religión o ley. (Este es un aspecto muy significativo del tratado, ya que las decisiones se tomarían de acuerdo con la ley religiosa de cada cual a pesar de que se haya establecido un gobierno musulmán).

¿Cómo actuaron los judíos respecto a este tratado? La respuesta a esto es que, en primer lugar, los Banu Qainuqa violaron el tratado y provocaron una guerra con los musulmanes, al tiempo que rompieron relaciones amistosas. Acosaron a las mujeres musulmanas de manera grosera y rechazaron con arrogancia la posición presidencial del Santo Profeta (sa) que poseía en virtud del tratado internacional en Medina. Sin embargo, cuando fueron derrotados por los musulmanes, el Santo Profeta (sa) los perdonó y les penalizó únicamente con una medida de precaución de que los Banu Qainuqa abandonaran Medina y se establecieran en otro lugar, para que la paz de la ciudad no se perturbara más y los musulmanes pudieran estar protegidos de una serpiente en la hierba. Por lo tanto, el pueblo de Banu Qainuqa abandonó Medina junto con sus riquezas, esposas e hijos, con gran paz y seguridad, y se establecieron en otro lugar.

Sin embargo, las dos tribus judías restantes no aprendieron la lección como resultado de este acontecimiento. De hecho, la misericordia del Santo Profeta (sa) los impulsó con mayor audacia y no había transcurrido mucho tiempo cuando los Banu Nadir, que era la segunda tribu de los judíos, también levantaron la cabeza. Para empezar, Kab bin Ashraf, uno de sus jefes, rompió el tratado y comenzó a conspirar con los Quraish y otras tribus árabes en oposición a los musulmanes. Incitó a las bestias salvajes de Arabia a levantarse contra el Santo Profeta (sa) y sus Compañeros de una manera peligrosa, y compuso versos tan provocativos contra los musulmanes, que crearon un estado inmensamente amenazante para ellos en la tierra. Además, este hombre malvado se refirió a mujeres musulmanas honorables por su nombre y se burló de ellas en sus versos, después de lo cual finalmente conspiró para asesinar al Santo Profeta (sa). Cuando este individuo llegó a su fin legítimo por orden del Santo Profeta (sa), su tribu se levantó unida en oposición a los musulmanes. A partir de ese día, los Banu Nadir ignoraron completamente su acuerdo y comenzaron a conspirar contra los musulmanes. Finalmente, toda la tribu ideó un plan para asesinar al Santo Profeta (sa) y decidió que, sea como fuere, el Santo Profeta (sa) no debía ser perdonado. (Aunque todos habían firmado un tratado según el cual si alguno era culpable de violar el tratado, todos lo castigarían y así lo acordaron). Cuando el Santo Profeta (sa) recibió noticias de sus intenciones mortales, les advirtió de ello y luego tuvo que pedirles cuentas , en respuesta a lo cual se prepararon para la guerra contra los musulmanes de una manera extremadamente insolente. En esta guerra, los Banu Quraizah ayudaron a los Banu Nadir. Sin embargo, cuando los Banu Nadir fueron derrotados, (y hay que recordar que incluso en este caso los Banu Quraizah ayudaron a los Banu Nadir y también rompieron el término de su tratado) el Santo Profeta (sa) perdonó a todos los Banu Quraizah (a pesar de que se habían unido a los Banu Nadir) e incluso a los Banu Nadir se les permitió salir de Medina en paz y seguridad, aunque no se les permitió llevar consigo sus armas. Sin embargo, la respuesta de los Banu Nadir a esta benevolencia fue que sus jefes recorrieron toda Arabia y trajeron un gran ejército para caer sobre Medina, incitando a las diversas tribus de Arabia de una manera muy peligrosa. Pidieron a todos que hicieran un juramento de que esta vez, hasta que el Islam fuera completamente aniquilado, no darían marcha atrás.

En ese momento peligroso, del que hemos presentado una breve descripción más arriba, ¿cómo actuó la tercera tribu judía conocida como Banu Quraizah? Esta era la tribu que el Santo Profeta (sa) había perdonado y tratado con inmensa generosidad a pesar de su traición en la ocasión de la batalla de Banu Nadir. (De hecho, el Santo Profeta (sa) los había tratado con misericordia). Además, un segundo favor del Santo Profeta (sa) a los Banu Quraizah fue que antes de la migración de los musulmanes a Medina, los Banu Quraizah eran considerados inferiores a los Banu Nadir en su estatus y derechos. (Había también una diferencia de estatus entre estas dos tribus: los Banu Quraizah eran considerados inferiores a los Banu Nadir). Si una persona perteneciente a Banu Nadir era asesinada por alguien de Banu Quraizah, dicha persona sería ejecutada en represalia. Por otra parte, si un individuo de Banu Quraizah era asesinado a manos de Banu Nadir, el mero pago de dinero de sangre se consideraría suficiente. Sin embargo, el Santo Profeta (sa) dio a los Banu Quraizah los mismos derechos que a los demás ciudadanos. Sin embargo, a pesar de estos magníficos favores, los Banu Quraizah todavía cometieron traiciones y todo esto en un momento sumamente sensible para los musulmanes quienes no se habían enfrentado a un momento más difícil en sus vidas. El ejemplo de los Banu Qainuqa estaba ante ellos, pero no sacaron provecho de él. El relato de los Banu Nadir había tenido lugar ante sus ojos, pero no aprendieron de ello lección alguna. Cuando llegó el momento, ¿qué hicieron? Lo que hicieron fue ignorar completamente su tratado y olvidarse por completo de los favores del Santo Profeta (sa). Salieron de sus fortalezas y atacaron a las mujeres y niños musulmanes por la retaguardia exactamente en un momento en el que 3.000 musulmanes estaban siendo rodeados por un ejército feroz y sanguinario de 10.000 a 15.000 incrédulos en un estado sumamente vulnerable e indefenso, y ante su incapacidad sus corazones se les subían a la garganta (es decir, durante la Batalla de Ahzab) y la muerte los miraba a los ojos. Abandonaron su pacto con los musulmanes y se unieron a una coalición mortal cuyo único objetivo era destruir completamente el islam y al Fundador del islam. ¡Fijaos! El mismo Fundador del Islam, cuya primera tarea tras su llegada a Medina fue hacer de los judíos sus amigos y aliados (uno debería reflexionar sobre el hecho de que el Santo Profeta (sa) fue el primero en establecer lazos amistosos entre ellos). En respuesta a esto, los judíos también lo aceptaron como su amigo y aliado y Jefe Democrático. En estas circunstancias, esta acción de los Banu Quraizah no sólo fue una violación del acuerdo y una traición, sino también un peligroso acto de rebelión; y una rebelión de tal magnitud, que si su plan hubiera tenido éxito, esto definitivamente habría puesto fin a las vidas, el honor, la dignidad, la fe y la religión de los musulmanes. Así pues, los Banu Quraizah no eran culpables de un solo delito, sino de deslealtad, ingratitud, incumplimiento de acuerdo, traición, rebelión e intento de asesinato. Además, estos delitos se cometieron en circunstancias tales que podrían haber adoptado la forma más atroz posible; y ningún tribunal de justicia imparcial podría encontrar factores por los que se inclinara a tratar con indulgencia su caso. (en tales circunstancias ningún tribunal de justicia mostraría clemencia)

En tales circunstancias, ¿qué otro castigo, salvo el que se les impuso, merecían? Obviamente, sólo había tres castigos posibles, que se les podría haber dado. En primer lugar, el encarcelamiento o arresto domiciliario; en segundo lugar, el exilio, como fue el caso de los Banu Qainuqa y Banu Nadir; en tercer lugar, la ejecución de los hombres combatientes y el encarcelamiento o arresto domiciliario para el resto. Ahora bien, habría que contemplar con justicia de qué opción disponían los musulmanes a la luz de las circunstancias de aquella época. De acuerdo con las circunstancias de aquella época, mantener prisionera a una nación enemiga en la misma ciudad estaba absolutamente fuera de lugar. La razón es que, en caso de encarcelamiento, la responsabilidad de proporcionar comida y alojamiento a los prisioneros recaería sobre los musulmanes, y ésta era una carga que no podían soportar en absoluto. En segundo lugar, en aquellos tiempos no existía un sistema formal de cárceles, etc., y era costumbre que los prisioneros se repartieran entre los distintos hombres pertenecientes a la nación vencedora. Prácticamente, los prisioneros vivirían y se moverían libremente. En estas circunstancias, permitir que un grupo enemigo y conspirador del más alto nivel permaneciera en Medina no estaba exento de peligros. Si esta sentencia se hubiera aplicado a los Banu Quraizah, significaría que seguirían gozando de la misma libertad para crear disturbios, desórdenes, caos y urdir complots secretos, todo ello a expensas de los musulmanes. En otras palabras, si antes se mantenían a sí mismos y masacraban a los musulmanes, a partir de entonces (es decir, cuando se les concediera la libertad), serían mantenidos por los musulmanes (que en aquel momento no tenían ni para alimentarse) y masacrarían a los musulmanes aún más. Además, debido a su convivencia con los musulmanes en sus casas, a todo esto se añadían otros peligros que podían haber surgido.”

Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) escribe además:

“En estas circunstancias, no creo que ninguna persona sensata sostenga la opinión de que se les pueda imponer este castigo (es decir, que se les mantenga allí).”

Ahora queda el segundo castigo, es decir, el exilio. Sin duda, en aquella época, este castigo se consideraba un método muy eficaz para protegerse de las maldades del enemigo. Sin embargo, la experiencia del exilio de los Banu Nadir demostró que, en lo que respecta a los judíos, esta opción no era en modo alguno menos peligrosa que la primera. En otras palabras, si a los judíos se les hubiera permitido abandonar Medina, esto se habría sumado a la multitud de personas en contra del islam que participaban activamente en la guerra. Además, estas personas se habrían unido a las filas de esos enemigos del Islam, que no cejaban en su empeño de dirigir un movimiento de sedición, propaganda hostil, así como maquinaciones secretas y astutas contra el Islam. La historia demuestra que, de entre todas las tribus judías, los Banu Quraizah eran los más vehementes en su enemistad. Invariablemente, por tanto, el exilio de los Banu Quraizah planteaba amenazas aún mayores que las que los Banu Nadir habían creado para los musulmanes al instigar la batalla de los confederados. Si los musulmanes hubieran hecho lo mismo, a la luz de las circunstancias de aquella época, su acción no habría sido menos que un suicidio. Sin embargo, ¿hay alguna nación en el mundo que esté dispuesta a suicidarse para mantener con vida a un enemigo? Si no es así, seguramente los musulmanes tampoco pueden ser considerados culpables por no decidir suicidarse ellos mismos para que su enemigo pudiera seguir con vida.

Por lo tanto, estos dos castigos no eran una opción y si se hubiera tomado cualquiera de estos caminos, esto definitivamente habría significado la ruina. Dejando a un lado estas dos opciones, la única otra línea de actuación era la que se empleó realmente. Aunque el veredicto de Sa’d (ra) fue una medida severa en sí misma, y la naturaleza de una persona aparentemente siente pena como resultado de ella, pero la pregunta es: ¿había alguna otra opción disponible? Cuando un cirujano considera necesario amputar la mano o la pierna de un paciente, o se ve obligado a seccionar otra parte del cuerpo, todo individuo noble siente una conmoción, que si esto no hubiera ocurrido, es decir, si las circunstancias no lo hubieran requerido, habría sido mejor. Sin embargo, uno se ve obligado a someterse ante circunstancias apremiantes. De hecho, en tales circunstancias, la acción del cirujano se considera digna de elogio, en la medida en que con el sacrificio de una parte menor del cuerpo se salva una aquello que tiene mayor valor. Del mismo modo, aunque el veredicto de Sa’d fue estricto en sí mismo, fue una consecuencia necesaria provocada por circunstancias apremiantes, sin la cual no había otra opción. Es por esta razón que incluso un historiador como Margolius, que no es en absoluto un simpatizante del islam, se vio obligado a admitir en esta ocasión que la decisión de Sa’d (ra) se basó en circunstancias apremiantes y que realmente no había otra opción. Por eso, escribe el Sr. Margolious:

La gran invasión, que Mohammed (sa) declaró haber sido milagrosamente frustrada, se debió, o se creía que se debía, a la propaganda de los miembros de los Banu Nadir, a quienes el Profeta se había contentado con desterrar. Si hubiera desterrado a los Quraizah, habría liberado a un nuevo y determinado grupo de propagandistas. Por otro lado, a aquellos que habían participado abiertamente con los invasores de Medina no se les podía permitir permanecer allí. Desterrarlos era inseguro y permitir que se quedaran era aún más peligroso. Por lo tanto, debían morir.’

(Esta fue la declaración del Sr. Margoliouth)

También hay que tener en cuenta que los Banu Quraizah no sólo eran aliados y confederados del Santo Profeta (sa), sino que, en virtud de su tratado inicial, ya habían aceptado el gobierno del Santo Profeta (sa) en Medina, o al menos, habían aceptado su soberanía. Por lo tanto, no eran simplemente un aliado traicionero o un enemigo ordinario, sino que también eran rebeldes y extremadamente peligrosos. La pena por rebelión, especialmente en tiempos de guerra, siempre ha sido la ejecución. Si un rebelde no recibe un castigo estricto, el sistema de gobierno se desmorona por completo; y las personas malvadas y rebeldes desarrollan un coraje tal, que resulta ser inmensamente destructivo para la paz y la comodidad de la sociedad. Sin duda, mostrar misericordia hacia un rebelde en tales circunstancias equivale en realidad a cometer una injusticia contra el país y sus ciudadanos pacíficos. Por eso, hasta ahora, todos los gobiernos civilizados siempre han castigado a estos rebeldes, sean hombres o mujeres, con la pena de muerte y ningún individuo sensato ha puesto jamás objeción contra ellos. Por lo tanto, el veredicto de Sa’d (ra) fue absolutamente justo y estuvo completamente de acuerdo con los principios de justicia y equidad. Además, debido al pacto del Santo Profeta (sa), él no estaba en posición de demostrar misericordia, excepto en el caso de individuos y en lo que respecta a los individuos, el Santo Profeta (sa) hizo todos los intentos posibles. (Él podía conceder el perdón a individuos que lo buscaban, pero no podía perdonar a toda la tribu porque ya había dado su palabra de acatar segun decisión de Hazrat Sa’d (ra)).Sin embargo, parece que tras avergonzarse por haberse negado a aceptar al Santo Profeta (sa) como juez, no estaban muy inclinados a rogar por clemencia al Santo Profeta (sa). Obviamente, sin una apelación, el Santo Profeta (sa) no podía mostrar misericordia, porque la liberación de un rebelde que ni siquiera expresa remordimiento por su crimen, puede presentar ramificaciones extremadamente peligrosas.

Otro punto a recordar es que, en virtud del tratado que se había establecido entre el Santo Profeta (sa) y los judíos, una condición estipulaba era que, para cualquier asunto relacionado con los judíos que exigiera un veredicto, se tomaría una decisión de acuerdo con su propia sharia (es decir, la ley judía). Por lo tanto, la historia demuestra que de acuerdo con este tratado, el Santo Profeta (sa) siempre emitía un veredicto para los judíos de acuerdo con la ley mosaica. Ahora bien, cuando repasamos la Torá, vemos que se ha prescrito exactamente el mismo castigo por un crimen del que los judíos fueron culpables, como el que Sa’d bin Muadh (ra) emitió para los Banu Quraizah.

Por lo tanto, el siguiente mandamiento divino ha sido estipulado en la Biblia:

“Cuando te acerques a una ciudad para combatirla, proclama pues la paz sobre la misma; y si respondiere ‘paz’ y te abriera sus puertas, todo el pueblo que en ella fuere hallado te tributará y te servirá. Mas si no hiciera la paz contigo y emprendiere una guerra contra ti, entonces la sitiarás. Y cuando el Señor, tu Dios, la entregue en tus manos, matarás a todo varón suyo con tu espada. No obstante, las mujeres y los niños, y los animales, y todo lo que haya en la ciudad, todo su botín tomarás para ti; y comerás del botín de tus enemigos, los cuales el Señor, tu Dios, te ha entregado”. Deuteronomio, C. 20, V. 10-15)

Este mandamiento de la ley judía no era sólo un mandamiento escrito, sino que los hijos de Israel siempre actuaban según esta enseñanza y los casos judíos siempre se decidían de acuerdo con este mismo principio. Por tanto, veamos un ejemplo:

‘Y pelearon contra los madianitas, como el Señor le había ordenado a Moisés; y mataron a todos los varones. Y mataron a los reyes de Madián, cerca de los demás que fueron muertos: a Evi, Requem, Zur, Hur y Reba, cinco reyes de Madián; también a Balaam hijo de Beor lo mataron a espada. Y los hijos de Israel tomaron cautivas a todas las mujeres de Madián, y a sus niños, y tomaron el despojo de todos sus ganados, de todas sus ovejas y de todos sus bienes…Y tomaron todo el despojo, y todo el botín, así de hombres como de bestias. Y trajeron los cautivos, la presa y el despojo a Moisés, y al sacerdote Eleazar, y a la congregación de los hijos de Israel, al campamento en los llanos de Moab, que están junto al Jordán frente a Jericó.’ (Números, 31, V. 7-12)

Aunque el Mesías de Nazaret (quien también era de los hijos de Israel) nunca recibió la oportunidad de gobernar, ni se enfrentó jamás a casos de guerra y conflicto, por los cuales su método de práctica pudiera ser testificado, sin embargo, hay ciertas declaraciones hechas por él, que arrojan luz sobre sus puntos de vista con respecto al juicio de enemigos malvados y perversos. Así, dirigiéndose a sus enemigos, Jesús (as) afirma:

“¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo podéis escapar de la condenación del infierno?”

En otras palabras, ¡oh gente! Sois dignos de ser destruidos como serpientes venenosas, pero no tengo el poder de castigaros. Sin embargo, temed a Dios y, como mínimo, absteneos de vuestras acciones inmorales y maliciosas por temor al castigo del infierno. Quizás sea por esta misma razón que cuando los seguidores de Jesús (as) alcanzaron el poder en el mundo, de acuerdo con la enseñanza de Jesús (as) de que los enemigos malvados y perversos son dignos de ser destruidos como las serpientes y los escorpiones, no sintieron la menor vacilación en destruir a cualquiera que consideraran inmoral, malvado o un obstáculo para sus objetivos. (Esto lo podemos ver incluso hoy en día). Por tanto, la historia de las naciones cristianas está llena de ejemplos de este tipo.

En resumen, aunque el veredicto de Sa’d (ra) puede considerarse estricto en sí mismo, no fue en absoluto contrario a la justicia y la equidad. Además, invariablemente, la naturaleza del crimen cometido por los judíos, así como la seguridad de los musulmanes, exigían que se emitiera tal veredicto. Además, este veredicto estaba en total conformidad con la ley judía. Además, a la luz del tratado inicial, esto era necesario porque en virtud de ese tratado, los musulmanes estaban obligados a juzgar a los judíos de acuerdo con su propia Sharia (ley religiosa judía). En cualquier caso, este veredicto fue el de Sa’d bin Muadh (ra), no el del Santo Profeta (sa), y la primera y última responsabilidad de esta decisión recae sobre Sa’d (ra). En su calidad de Jefe de Gobierno, la única relación que el Santo Profeta (sa) tenía con este veredicto era ponerlo en práctica bajo su administración. Ya se ha mencionado que el Santo Profeta (sa) implementó este veredicto de tal manera que puede considerarse el mejor ejemplo posible incluso para el más civilizado y misericordioso de los gobiernos”.

Por lo tanto, esto sirve como respuesta a los críticos de hoy que plantean objeciones contra el islam, y como resultado, algunos musulmanes también se ven influenciados por estas acusaciones, incluidos nuestros jóvenes, que a veces se preguntan por qué se mató a los miembros de Banu Quraizah.

De hecho, algunas personas incluso citan este ejemplo de los Banu Quraizah y se aventuran a decir que todo lo que les está sucediendo a los palestinos hoy en día está justificado. Sin embargo, las circunstancias a las que se enfrentan hoy en día no se pueden comparar de ninguna manera con las circunstancias anteriores y la forma en la que se están vengando e incluso están matando a las mujeres y a los niños.

En cualquier caso, los son musulmanes los únicos responsables [de estos conceptos erróneos]; han arruinado la imagen del Islam en aras de sus ganancias personales. Que Dios Altísimo les conceda entendimiento.

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