Los Compañeros (Sahaba) del Profeta Muhammad (sa)
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Los Compañeros (Sahaba) del Profeta Muhammad (sa)

Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía

Después de recitar Tashahud, Ta’awuz y Sura Al-Fatiha, Hazrat Jalifat-ul-Masih V (aba) declaró:

En el sermón anterior, hablé sobre incidentes en la vida de Hazrat Ubada bin Samit, pero que no se pudieron completar. Presentaré algunos incidentes y eventos adicionales de su vida.

Se recoge en los relatos de la historia, que cuando los Banu Qainuqa decidieron guerrear contra los musulmanes, por orden de Abdul-lah bin Ubay bin Salul, Hazrat Ubada bin Samit, así como Abdul-lah bin Ubay, eran confederados de los Banu Qainuqa. Debido a situación prebélica, se alejó de los Banu Qainuqa y lo hizo por Al-lah el Exaltado y Su Profeta (sa). Se recoge que el siguiente versículo fue revelado:

[árabe]

“¡Oh, vosotros, los que creéis! No toméis por amigos a judíos ni a cristianos. Ellos son amigos entre sí. Mas si alguno de vosotros los toma por amigos, es, en verdad, uno de ellos. Ciertamente, Al-lah no guía a los injustos.” (Corán 5:52)

Referente a este punto, este versículo no significa que uno no deba realizar actos virtuosos que beneficien a los judíos o los cristianos, ni tampoco significa que uno deba cortar los lazos con ellos. En realidad, significa que uno debe evitar hacerse amigo de los cristianos y judíos que combaten contra los musulmanes. En otro lado, Al-lah el Exaltado ha explicado que no se prohíben realizar actos virtuosos ni tratar justamente a aquellas personas que no emprenden una guerra contra los musulmanes o con aquellos que no exilian a los musulmanes de sus hogares, independientemente de si son incrédulos, judíos o cristianos. Tal como Al-lah el Exaltado dice:

[árabe]

“Respecto a quienes no han luchado contra vosotros en razón de vuestra religión y no os han expulsado de vuestras casas, Al-lah no os prohíbe que seáis amables con ellos y que actuéis equitativamente con ellos; en verdad, Al-lah ama a los que hacen justicia.” (Corán 60:9)

Del primer versículo se desprende que uno no debe forjar relaciones con no musulmanes sobre la base de la debilidad, el miedo o la cobardía. El objetivo real debe ser que uno debe tener plena confianza solo en Al-lah el Exaltado. Además, si uno mejora su condición espiritual, entonces Al-lah el Exaltado apoya a esa persona. Desafortunadamente, en estos días vemos que los gobiernos musulmanes caen en manos de potencias extranjeras buscando ayuda y les tienen miedo. El resultado es que, debido a la ayuda que les prestan, los países musulmanes se vuelven unos contra otros y esas personas son las que están destruyendo el islam desde sus raíces. Aún así, rogamos a Al-lah el Exaltado que estos gobiernos musulmanes puedan entrar en razón.

En el incidente que se menciona – la batalla contra los Banu Qainuqa, que acabaron asediados después de la batalla y, finalmente, fueron derrotados-, hay más detalles al respecto en Sirat Jataman Nabiyyin, que trata el incidente a través de varias fuentes históricas. Está escrito que después de su derrota, los Banu Qainuqa recibieron la orden de abandonar Medina. Los detalles de este incidente son los siguientes:

“Cuando tuvo lugar la Batalla de Badr y Al-lah el Exaltado, en Su Gracia, otorgó una victoria convincente a los musulmanes -a pesar de ser pocos y sin medios- sobre un ejército muy feroz de Quraish; y los líderes prominentes de la Meca fueron humillados, los judíos de Medina ardieron de celos. Lanzaron abiertamente comentarios despectivos a los musulmanes, afirmando públicamente en reuniones que, “no era una hazaña haber derrotado al ejército de los Quraish”. Dijeron: “¡Dejad que Muḥammad [sa] luche contra nosotros y demostraremos cómo se libran las batallas!”.

Esta afrenta creció hasta el punto que en una reunión incluso manifestaron este reto en presencia del Santo Profeta (sa). En un relato se recoge que después de la Batalla de Badr, cuando el Santo Profeta (sa) regresó a Medina, un día reunió a los judíos y los amonestó y, mientras presentaba su reclamación, los invitó al islam. Los jefes entre los judíos respondieron a este discurso pacífico y comprensivo del Santo Profeta (sa) en las siguientes palabras:

“¡Oh Muḥammad (sa), parece que la arrogancia se ha apoderado de tí tras matar a algunos Quraish! Esas personas no tenían experiencia en el arte de la guerra. Si lucharas contra nosotros, llegarías a conocer a los verdaderos guerreros”

Los judíos no cesaron con una mera amenaza, sino que conspiraron para asesinar al Santo Profeta (sa). Se dice que en aquellos momentos, cuando un fiel Compañero de nombre de Ṭalḥah bin Bara’a estaba a punto de fallecer, legó que “si muero por la noche, el Santo Profeta (sa) no rezara mi oración fúnebre, para que no le ocurra alguna desgracia al Santo Profeta (sa) a manos de los judíos por mi culpa (es decir, no sea que el Santo Profeta (sa) venga por la noche para dirigir mi oración fúnebre y dé una oportunidad a los judíos para atacarle)”. Por lo tanto, después de la Batalla de Badr, los judíos comenzaron abiertamente a promover el desorden, y entre los judíos de Medina [dado que los Banu Qainuqa eran los más poderosos y audaces], fueron los primeros en violar tratados. Los historiadores escriben:

“Entre los judíos de Medina, los Banu Qainuqa fueron los primeros en romper un tratado acordado entre ellos y el Santo Profeta (sa). Después de Badr, comenzaron a rebelarse con violencia y mostraron abiertamente su rencor y envidia, rompiendo su acuerdo y tratado.”

A pesar de estos actos, bajo la guía de su Maestro, los musulmanes mostraron paciencia en todos los sentidos y no tomaron la iniciativa en ningún aspecto. Se relata en un Ḥadiz que después del tratado que se había establecido con los judíos, el Santo Profeta (sa) incluso tuvo un especial cuidado para proteger los sentimientos de los judíos. En una ocasión estalló una discusión entre un musulmán y un judío. El judío defendía la superioridad de Moisés (as) sobre todos los demás Profetas. El Compañero se enfadó por ello y trató con cierta severidad con esa persona respondiendo que el Santo Profeta (sa) era superior a todos los Mensajeros. Cuando el Santo Profeta (sa) fue informado al respecto, se disgustó y reprendió al Compañero diciendo: “No es tu tarea hablar de la superioridad de los Mensajeros de Dios en comparación unos con otros.”

Entonces, el Santo Profeta (sa) mencionó una superioridad parcial de Moisés (as) y consoló al judío. Sin embargo, a pesar de esta conducta afectuosa del Santo Profeta (sa), los judíos continuaron escalando en sus transgresiones. Finalmente, fueron los judíos quienes crearon una causa para la guerra y su animosidad sentida no pudo ser controlada y se mostró abiertamente hacia fuera. Lo que sucedió fue que un día, una mujer musulmana fue a la tienda de un judío en el mercado para comprar algunos bienes. Algunos judíos malvados, que entonces estaban sentados en la tienda, comenzaron a acosarla de la manera más cruel e incluso el mismo comerciante cometió el malvado acto, a espaldas de ella, de sujetar la esquina inferior de la falda que llevaba con una espina o algo por el estilo. Cuando la mujer se dispuso a irse siendo acosada con comportamientos groseros, la parte inferior de su cuerpo quedó expuesta y el comerciante judío y sus cómplices se echaron a reír. Indignada, la mujer musulmana gritó y pidió ayuda. Dio la casualidad de que un musulmán estaba presente cerca. Corrió a la escena y en un altercado mutuo, el comerciante judío fue asesinado. Ante esto, el musulmán fue atacado con espadas de todas las direcciones y este musulmán fue ejecutado. Cuando los musulmanes fueron informados de este indignante evento, sus ojos se llenaron de sangre por la ira. Por otro lado, los judíos que deseaban hacer de este incidente una excusa para luchar, se congregaron multitudinariamente y estalló una revuelta.

Cuando el Santo Profeta (sa) fue informado del hecho, se reunió con los jefes de los Banu Qainuqa y explicó que este comportamiento no era apropiado y que deberían abstenerse de estos actos malvados y temer a Dios. En lugar de expresar decepción o remordimiento y pedir perdón por lo que había sucedido, respondieron con contestaciones muy repelentes, y con audacia repitieron su amenaza anterior: “No seas arrogante tras tu victoria en Badr. Cuando pelees con nosotros, conocerás como son los guerreros.” Sin otra elección, el Santo Profeta (sa) se dirigió hacia las fortalezas del Banu Qainuqa con un grupo de Compañeros. Esta era la última oportunidad para que ellos se arrepintieran (cuando el Santo Profeta (sa) fue a ver a los judíos con sus Compañeros, debieron mostrar remordimiento por sus acciones y extender la mano para la paz). Sin embargo, estaban prestos para la lucha).  Por lo tanto, se declaró la guerra y las fuerzas del islam y el judaísmo salieron a combatir unas contra otras.

Según la costumbre reinante, un método de guerra era que una de las partes se protegía dentro de su fortaleza. La otra parte asediaba la fortaleza y cada vez que se presentaba una oportunidad, se lanzaban ataques esporádicos. Esto continuaba hasta que el ejército circundante perdía la esperanza de capturar la fortaleza, levantaba el asedio y se iba, y esto se consideraba una victoria para los asediados que se encontraban dentro de la fortaleza; o los asediados, siendo incapaces de reunir la fuerza para defenderse del ataque, abrían las puertas de la fortaleza y se entregaban a los vencedores.

En esta ocasión, los Banu Qainuqa emplearon la misma táctica, y se encerraron dentro de sus propias fortalezas. El Santo Profeta (sa) los asedió y este asedio continuó durante quince días. Finalmente, cuando toda la fuerza y ​​la arrogancia de los Banu Qainuqa fue derrotada, abrieron las puertas de sus fortalezas con la condición de que, aunque la riqueza pertenecería a los musulmanes, sus vidas y sus familias serían perdonadas. El Santo Profeta (sa) aceptó esta condición, aunque de acuerdo con la ley mosaica, todas estas personas podían ser ejecutadas (según la ley mosaica, podrían ser ejecutados) y de acuerdo con el tratado inicial, debería haberse aplicado la ley mosaica. Sin embargo, como este fue el primer delito cometido por esta nación, la disposición misericordiosa e indulgente del Santo Profeta (sa) no se inclinó hacia un castigo extremo que se impone como remedio final. Por otro lado, permitir que una tribu tan traicionera y rebelde permaneciera en Medina no era menos que alimentar a una serpiente, especialmente cuando un grupo de hipócritas de entre Aus y Jazrall estaban ya presentes dentro de Medina, y además desde el exterior, la oposición de toda Arabia había angustiado mucho a los musulmanes. En tales circunstancias, el único juicio que el Santo Profeta (sa) podría dar a los Banu Qainuqa era que dejaran Medina. En comparación con su crimen y teniendo en cuenta las circunstancias de esa época, era un castigo muy leve. Además, el propósito de este castigo era la propia seguridad (el objetivo principal de esto fue garantizar la seguridad de los musulmanes de Medina).

Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib escribe:

“Sin embargo, para las tribus nómadas de Arabia no era nada fuera de lo común moverse de un lugar a otro, especialmente cuando una tribu no poseía ninguna propiedad en forma de tierra y huertos -y los Banu Qainuqa no tenían ninguna-. Toda la tribu tuvo la oportunidad de dejar su lugar y establecerse en otro, con paz y seguridad. Como tal, los Banu Qainuqa salieron pacíficamente de Medina y se establecieron en Siria. El Santo Profeta (sa) asignó la tarea de supervisar los arreglos necesarios, asociados con su partida a un Compañero llamado Ubada bin Ṣamit (ra) (el Compañero que se menciona) quien era uno de sus confederados. Entonces Ubada bin Ṣamit (ra) escoltó a los Banu Qainuqa durante una cierta distancia y luego tras despedirles, regresó. El botín que obtuvieron los musulmanes consistió solo en el armamento e instrumentos de su profesión”. Aparte de esto, no había nada más que los musulmanes obtuvieran como botín.

Algunos detalles en relación con este incidente también se encuentran en Sirat-ul-Halabiyyah. Está escrito allí que el Santo Profeta (sa) ordenó expulsar y exiliar a estos judíos de Medina definitivamente. El Santo Profeta (sa) le confió a Hazrat Ubada bin Samit la responsabilidad de exiliarlos y les dio un plazo de tres días para que salieran de Medina. Posteriormente, tras tres días, los judíos salieron de Medina y se fueron. Antes de esto, los judíos habían pedido a Hazrat Ubada bin Samit que extendiera el plazo que les fue otorgado de tres días. Sin embargo, Hazrat Ubada rechazó esta solicitud diciendo que no se les daría ni un minuto más. Después de esto, Hazrat Ubada supervisó su exilio y los Banu Qainuqa se instalaron en las llanuras de una ciudad en Siria.

Hay muchos otros Hadices [dichos del Santo Profeta (sa)] que han sido narrados por Hazrat Ubada bin Samit. En una narración, Hazrat Ubada dice:

“Debido a los diversos compromisos del Santo Profeta (sa) que le mantenían muy ocupado, cada vez que alguien de entre los Muhayirin [musulmanes que emigraron de la Meca a Medina] se presentaba ante el Santo Profeta (sa), él los confiaba a uno de nosotros con el fin de enseñarle el Sagrado Corán, así como el conocimiento religioso”.

Luego dice:

“En una ocasión, el Santo Profeta (sa) me confió un individuo. Se quedó en mi casa y comió conmigo y mi familia y yo le enseñaba el Sagrado Corán. Cuando estaba a punto de regresar a casa, pensó que como había vivido conmigo, como yo le había servido y le había enseñado el Sagrado Corán, tal vez yo tenía algún derecho sobre él y me dio un arco como regalo” (le regaló un arco). Además, dice: “era de una calidad excepcional. Nunca antes había visto un arco mejor hecho con una madera excelente muy suave al tacto”.

Hazrat Ubada luego dice:

“Me presenté ante el Santo Profeta (sa) y le pregunté en relación a esto: ‘¡Oh Mensajero de Al-lah (sa)! ¿Qué me aconsejas al respecto? Una persona me dio este arco como regalo.’ El Santo Profeta (sa) respondió: ‘Lo que cargas entre tus hombros es carbón encendido.’”

Significaba que el regalo que aceptó fue solo porque le enseñó el Sagrado Corán y era fuego que llevaba entre sus hombros.

Hay otra narración relatada por Hazrat Ubada también en la que dijo:

“Enseñé el Sagrado Corán a algunas personas de entre los Ahl-e-Suffa y también les enseñé a escribir. Uno de ellos me envió un arco como regalo. Pensé que esto no es dinero, efectivo, oro, plata o cualquier forma de moneda y que lo usaría para disparar flechas en la causa de Al-lah. Es simplemente un arco y me será útil disparar flechas si alguna vez surge la Yihad y será usado en el camino de Al-lah”.

Dice a continuación:

“Solicité al Santo Profeta (sa) que me orientara en este tema. Ante esto, el Santo Profeta (sa) dijo: ‘Puedes aceptarlo si deseas usar un collar hecho de fuego.’” Es decir, si deseaba usar un collar hecho de fuego y colocarlo alrededor de mi cuello, entonces podía aceptarlo.

Ambas narraciones son similares y se mencionan en diferentes lugares. Los comentaristas han deducido de estas narraciones que el arco fue regalado como remuneración por enseñar el Sagrado Corán y esta práctica no le gustó el Santo Profeta (sa). Por lo tanto, este incidente contiene orientación para aquellas personas que enseñan el Sagrado Corán y lo usan como fuente de ingresos.

Hazrat Rashid bin Huwaish narra que, en una ocasión, el Santo Profeta (sa) quiso conocer el estado de salud de Hazrat Ubada bin Samit cuando estaba enfermo. El Santo Profeta (sa) dijo: “¿Sabéis quién de mi Ummah será contado entre los mártires?” La gente comenzó a mirarse. [El Santo Profeta (sa) quiso conocer el estado de salud de Hazrat Ubada bin Samit. Allí dijo: “¿Sabéis quién de mi Ummah será contado entre los mártires?” La gente comenzó a mirarse]. Hazrat Ubada pidió ayuda para poder sentarse derecho y usando un apoyo, se sentó y dijo: “¡Oh, Mensajero de Al-lah (sa)! ¿Has preguntado quién de entre los de tu Ummah, será contado entre los mártires? Serán martires aquellos que buscan solo la virtud como recompensa y consecuentemente son martirizados al luchar valientemente y mostrando firmeza.” A esto el Santo Profeta (sa) respondió: “Si solo fuese así, entonces habría muy pocos mártires entre mi Umma”.

El Santo Profeta (sa) dijo:

“El que muere luchando por la causa de Al-lah el Exaltado es un mártir, el que muere a causa de una epidemia de peste es un mártir (si hay una epidemia y un creyente piadoso muere debido a eso, será considerado un mártir), el que muere por ahogamiento, será considerado mártir, el que muere a causa de una enfermedad abdominal es un mártir”.

El Santo Profeta (sa) continuó diciendo:

“Una mujer que muere en el estado de Nifaas, su hijo/a le llevará directo al paraíso.” Es decir, si una mujer fallece después de dar a luz debido a un exceso de pérdida de sangre. El estado de Nifaas puede durar hasta cuarenta días después de dar a luz, si durante este período, debido a la debilidad o a otro motivo relacionado con el parto, una mujer muere, el Santo Profeta (sa) ha dicho que por su hijo/a esa mujer entrará en el paraíso.”

Existe una narración en Sahih Bujari, similar a la que acabo de mencionar. Hazrat Abu Hurairah (ra) narra que el Santo Profeta (sa) dijo:

“Hay cinco tipos de mártires: el que muere a causa de la peste, el que muere por una enfermedad abdominal, el que se ahoga, el que muere aplastado y el que muere luchando por la causa de Al-lah”.

El Mesías Prometido (as) fue informado que la peste fue enviada como una señal en su favor, de forma que todo el que creyera en él, en un sentido estricto, se salvaría de los efectos de la misma. Este es un tema completamente diferente. Sin embargo, si bajo circunstancias normales, hay una epidemia y un creyente de fe firme muere como resultado de la misma, entonces será considerado mártir.

Ismael bin Ubaid Ansaari narra que Hazrat Ubada dijo a Hazrat Abu Huraira:

“¡Oh Abu Huraira! Tú no te encontrabas entre nosotros cuando el Santo Profeta (sa) tomó la promesa de la lealtad en la que le prometimos obediencia tanto en momentos de mayor actividad como en momentos de descanso. Le prometimos gastar tanto en momentos de penuria como en momentos de abundancia, le prometimos ordenar el bien y prohibir el mal sin preocuparnos de las recriminaciones de ningún crítico, y después de que el Santo Profeta (sa) emigrara a Medina, le prometimos lealtad para apoyarle y protegerle con nuestras vidas, incluso por encima de la vida de nuestras mujeres y nuestros hijos. Le prometimos obediencia en todos estos asuntos y, a cambio, se nos prometió la buena nueva del Paraíso. Por ello, aquel que rompe la promesa que hizo al Santo Profeta (sa), sólo se causa daño a sí mismo y aquel que la cumple, Al-lah el Exaltado cumplirá la promesa concedida al Santo Profeta (sa)”.

En una ocasión Hazrat Muawiyya escribió una carta a Hazrat Usman Ghani diciendo:

“Hazrat Ubada bin Samit está hostigando a la gente de Siria en mi contra. Por tanto, o bien llámale de vuelta o yo me alejaré de él y de Siria [es decir, se marcharía de Siria]. Hazrat Usman le contestó diciendo: “proporcionale transporte y asegúrate que llegue a su casa en Medina Munawwarah”. Hazrat Muawiyya hizo los preparativos para que llegara a Medina. Hazrat Ubada fue a visitar a Hazrat Usman a su casa y aparte de ellos, solo se encontraba allí una persona de entre los que quedaban, es decir, de entre los que conocieron a los Compañeros. Dice que Hazrat Usman se encontraba sentado en la esquina de la habitación. Hazrat Usman se volvió hacia él y le preguntó: “¡Oh Ubada bin Samit! ¿Cuál es el problema entre nosotros y tú?” Hazrat Ubada se levantó y comenzó a dirigirse a la gente diciendo: “Escuché al Santo Profeta (sa) decir: ‘Después de mi, habrá ciertamente líderes que os instarán a realizar acciones que os desagraden, y detestarán acciones que os agraden. Por ello, no debéis seguir al que es desobediente de Al-lah el Exaltado, ni transgredáis los límites fijado por Al-lah el Exaltado.’”

Hay ciertos asuntos respecto a los cuales puede haber una diferencia de opiniones entre las personas, y entre Hazrat Ubada bin Samit y Hazrat Amir Muawiyya existían diferencias respecto a ciertos asuntos.

En mi sermón anterior también mencioné que hubo un incidente similar durante el Jalifato de Hazrat Umar (ra), pero dado que Ubada bin Samit se encontraba entre los primeros Compañeros, y había escuchado directamente del Santo Profeta (sa) las cuestiones, por ello, él se adhería firmemente a ellas y se aseguraba que otros actuaran en consecuencia.

Durante el Jalifato de Hazrat Umar (ra) hubo una diferencia de opinión entre Hazrat Amir Muawiyya y Hazrat Ubada bin Samit. Hazrat Umar (ra) ordenó a Hazrat Amir Muawiyya (ra) que no se cuestionara a Hazrat Ubada bin Samit y que se le dejara actuar en los asuntos que él consideraba correctos. Después cuando Hazrat Ubada bin Samit vino a Medina, fue enviado de vuelta, pero en la época de Hazrat Usman, cuando el asunto surgió de nuevo, Hazrat Usman llamó a Ubada a Medina debido a las condiciones reinantes. Hazrat Ubada tenía un elevado estatus y era capaz de interpretar ciertos asuntos porque los había escuchado directamente del Santo Profeta (sa). Por este motivo, existían diferencias de opinión respecto en algunas cuestiones y él solía expresar su opinión. Por ejemplo, en materia de intercambio de productos, trueque o en asuntos mercantiles.

Este es un tema extenso y no hay tiempo para comentarlo aquí, pero estaba relacionado con cuestiones en las que Hazrat Ubada y Hazrat Muawiyya discordaban. De este modo, Hazrat Ubada tenía sus argumentos e interpretaba los asuntos en consecuencia mientras que Hazrat Amir Muawiyya tenía una opinión diferente sobre el mismo asunto. Sin embargo, no corresponde a todo el mundo causar disputas a menos que el asunto se clarifique con un claro versículo del Sagrado Corán o con el Hadiz, y en esta época, con las enseñanzas del Mesías Prometido (as). El punto fundamental que hay que recordar de todo esto es que uno nunca debe traspasar los límites fijados por Al-lah el Exaltado, y siempre debe permanecer dentro de los límites prescritos. Por lo tanto, cada áhmadi debe tener esto en cuenta y también mostrar obediencia.

Ataa narra:

“Conocí a Walid, que era el hijo de un Compañero del Santo Profeta (sa) llamado Hazrat Ubada bin Samit y le pregunté qué le había aconsejado su padre (Hazrat Ubada) antes de fallecer. Walid dijo: ‘Él (Hazrat Ubada) dijo: ‘¡Oh hijo mío! Teme a Al-lah el Exaltado, y ten en cuenta que nunca serás virtuoso hasta que no creas firmemente en Al-lah el Exaltado, y hasta que no creas en las consecuencias positivas y negativas del Decreto Divino. Por lo tanto, si mueres y crees en algo contrario a esto, serás arrojado al fuego’’”.

Hazrat Anas bin Malik narra que el Santo Profeta (sa) visitaba la casa de Hazrat Umme Haraam bin Milhaan con frecuencia. Ella era la mujer de Hazrat Ubada bin Samit y solía ofrecer comida al Santo Profeta (sa).

En una ocasión cuando el Santo Profeta (sa) fue a su casa, ella le sirvió comida y comenzó a cepillarle el cabello, y el Santo Profeta (sa) se quedó dormido. Pasado un tiempo, se despertó sonriendo. Hazrat Umme Haraam le preguntó: “¡Oh Mensajero de Al-lah! ¿por qué sonríes?” El Santo Profeta (sa) respondió: “Algunas personas de mi Ummah que han salido a luchar en el camino de Al-lah el Exaltado han sido presentados ante mi. Estaban navegando por el mar como si fueran reyes sentados en sus tronos -o dijo que eran como reyes sentados sobre sus tronos”. El narrador de este incidente no estaba seguro de la palabra que había utilizado el Santo Profeta (sa). Sin embargo, Hazrat Umme Haraam dijo al Santo Profeta (sa): “¡Oh Mensajero de Al-lah! Reza a Al-lah el Exaltado para que yo pueda estar entre esas personas”.

El Santo Profeta (sa) entonces rezó por ella y después reclinó su cabeza y volvió a dormirse. Se despertó de nuevo sonriendo. Ella le volvió a preguntar por qué sonreía. El Santo Profeta (sa) dijo: “Algunas personas de mi Ummah que habían salido para luchar en el camino de Al-lah se presentaron ante mi.” El Santo Profeta (sa) entonces repitió lo que mencionó anteriormente. Hazrat Umme Haraam (ra) le pidió al Santo Profeta (sa): “¡Oh Mensajero de Al-lah (sa)! Ora para que Al-lah el Exaltado también me permita estar entre este grupo de gente.” El Santo Profeta (sa) declaró: “Tú ya estás incluida en la compañía de estas personas”. Posteriormente, durante la era de Muawiyyah bin Abi Sufyan, Hazrat Umme Haraam (ra) hizo una travesía por el mar, y al desembarcar, se cayó de su montura y falleció.

El Santo Profeta (sa) visitaba la casa de Hazrat Umme Haraam (ra) porque tenía estrechos lazos familiares con ella, no porque fuera la esposa de su Compañero. A este respecto, se afirma que Umme Haraam (ra) era hija de Milhaan bin Jalid y pertenecía a la tribu de Banu Nayyar. Umme Haraam era la hermana de Umme Sulaim, que era la madre de Hazrat Anas (ra), y por lo tanto era su tía materna. Tanto Umme Haraam como Umme Sulaim eran tías maternas del Santo Profeta (sa), relacionadas con él a través de una relación de sangre o de acogida.

El Imam Nuri escribe que todos los estudiosos concuerdan unánimemente en que Umme Haraam tenía una estrecha relación familiar con el Santo Profeta (sa). Debido a esta relación, el Santo Profeta (sa) visitaba a veces su casa y descansaba allí por las tardes. Sin embargo, existen diversas opiniones en cuanto a la relación exacta. Todo el mundo está de acuerdo en que ella era una pariente cercana de su familia, pero hay diferentes puntos de vista en cuanto a que relación tenían exactamente. En cualquier caso, de una forma u otra, tenían una estrecha relación familiar. Hazrat Umme Haraam (ra) aceptó el Islam de la mano bendita del Santo Profeta (sa). Más tarde, durante el Jilafato de Hazrat Usman Zul-Nurain (ra), se marchó para participar en la Yihad, junto con su marido, Ubada (ra) bin Samit, que era un Compañero muy destacado de entre los Ansaar. Se menciona que ella aceptó el Islam a manos del Santo Profeta (sa). Más tarde, durante el Jilafat de Hazrat Usman Zul-Nurain (ra), marchó para participar en la Yihad en el camino de Al-lah, junto con su marido, Ubada (ra) bin Samit, que era un Compañero muy destacado de entre los Ansaar (cuyo relato se menciona) y fue martirizada mientras llegaba a territorio ocupado por los bizantinos. Así, ella alcanzó el estatus de martirio según la visión del Santo Profeta (sa). En Sharah Umdatul Qari y Sharah Isha’at-ul-Saari, que son comentarios de Bujari, se afirma que Hazrat Umme Haraam (ra) falleció entre el 27 y 28 después de la Hégira. Según algunos, falleció durante el gobierno del Amir Muawiyya.

Sin embargo, la narración anterior es más conocida y ha sido citada por los historiadores, y es que ella falleció durante una batalla naval durante el Jilafat de Hazrat Usman (ra). En referencia a la “era de Muawiyya”, no se refiere al gobierno de Hazrat Amir Muawiyya, sino a ese período de la historia en el que Hazrat Amir Muawiyya libró una batalla naval contra el Imperio Bizantino. Hazrat Umme Haraam (ra) también participó en esta con su marido, Ubada bin Samit y al regresar de la batalla, falleció durante el Jilafat de Hazrat Usman (ra).

Yunadah bin Abu Umaiyyah narra que cuando visitaron a Hazrat Ubada (ra) bin Samit, estaba enfermo. Pidieron para que Dios le recobrara su salud, y tambien pidieron que narrara un Hadiz que hubiese escuchado del Santo Profeta (sa), para que al hacerlo, Al-lah el Exaltado le bendijera. Hazrat Ubada (ra) bin Samit declaró que el Santo Profeta (sa) los llamó una vez y tomó su Bai’at. El Santo Profeta (sa) aceptó su juramento con la condición de que mostraran una obediencia completa en todas las circunstancias, ya fuera en un estado de felicidad, tristeza, pobreza o riqueza o incluso cuando la decisión vaya en contra de sus preferencias. Además, no debían discutir con los gobernantes para asumir el poder por sí mismos, con la excepción de una incredulidad manifiesta, en una ley fundamental de Dios, por la cual tengan un argumento claro y concluyente de Dios. Esto es también si uno tiene el poder o los medios para hacerlo.

Sunabi relata:

“Visité a Hazrat Ubada (ra) bin Samit cuando estaba cerca de su muerte y empecé a llorar. Hazrat Ubada (ra) bin Samit me dijo que parara y me preguntó por el motivo de mi llanto. Entonces dijo: ‘Por Dios, si yo testificara, ciertamente testificaría a tu favor. Si se me concediera el permiso para interceder, ciertamente intercedería por ti y si tuviera la fuerza para ayudarte de alguna manera, ciertamente lo haría.’ Entonces dijo: ‘Por Dios, os he narrado todos los Ahadiz del Santo Profeta (sa) que contienen todo lo que es bueno para vosotros, excepto un Hadiz, que os narraré hoy, ahora que estoy cerca de mi muerte. Escuché al Santo Profeta (sa) declarar que quien testifique que no hay Dios excepto Al-lah y que Muhammad (sa) es el Mensajero de Al-lah, será salvaguardado del fuego del infierno.” En otras palabras, tal persona es un musulmán.”

¡Qué Al-lah el Exaltado continúe elevando el estatus de los Compañeros (ra), quienes nos han transmitido tal conocimiento que no sólo es beneficioso para nosotros espiritualmente sino también en nuestras vidas prácticas!

Ahora mencionaré a algunos miembros fallecidos y también dirigiré sus oraciones fúnebres.

El primero es Said Suqiya Sahib de Siria. Falleció el 18 de abril, sin embargo, la oración fúnebre se ofrece tarde, ya que la noticia de su fallecimiento no se recibió hasta hace poco. “A Al-lah pertenecemos y a Él volveremos.” El difunto era uno de los miembros pioneros y muy sinceros de la Yama’at en Siria. Completó la primera lectura del Sagrado Corán a la edad de 5 años y, desde su infancia, fue extremadamente competente y hábil en las reglas para la pronunciación correcta del Sagrado Corán y también en su recitación. Enseñó a muchos áhmadis las reglas para la pronunciación correcta del Sagrado Corán. El respetado Munir-ul-Hasni Sahib tenía una gran confianza en él. El difunto adquirió una educación en derecho, sin embargo, no le gustó el campo del derecho y en su lugar siguió una carrera en la docencia. Era considerado uno de los mejores maestros del país. Enseñó en varias partes del país y fue ascendido al cargo de director.

El difunto tenía una gran pasión por el Tabligh y predicaba a todos los que conocía. Hace unos años, cuando el departamento de árabe tradujo los libros del Mesías Prometido (as) al árabe y los publicó de nuevo, declaró que a pesar de haber sido áhmadi durante tanto tiempo, sólo ahora había entendido verdaderamente lo que el Mesías Prometido (as) había dicho y por primera vez había entendido la verdadera esencia de la Yama’at. Además, declaró que estaba adquiriendo información una vez más sobre el verdadero Islam Ahmadía. Cada uno de sus conocidos ha mencionado sus atributos que muestran su elevada moralidad, su trato a los demás con amabilidad, generosidad, confianza, consideración de los sentimientos ajenos y su ayuda desinteresada hacia los demás. De hecho, cada persona que lo conocía menciona estas cualidades suyas y sentía un gran amor por él.

Permaneció ocupado en su propio trabajo, era muy alegre, un padre benévolo y un marido devoto. Tenía un círculo social muy amplio, y era muy regular en sus oraciones y adoración. Cada vez que recibía dinero, ofrecía primero su chanda y, a veces, donaba todo el dinero como chanda. Deja atrás tres hijos y tres hijas. Su hijo mayor, Muhammad Sahib, y su hijo menor, Yalal-ul-Din Sahib, son áhmadis. ¡Que Al-lah el Exaltado le conceda Su misericordia y perdón! ¡Que eleve su estatus y permita que su progenie se convierta en los destinatarios de sus oraciones! ¡Qué Al-lah el Exaltado también permita que el resto de su progenie acepte la verdad!

El segundo funeral es del respetado Al-Tayyab Al-Ubadi Sahib de Túnez, que falleció el 26 de junio a la edad de 70 años. “Ciertamente a Al-lah pertenecemos y a Él regresaremos.” Era el único ahmadí en su área y era extremadamente sincero y tenía un gran amor por la Yama’at y el Jilafat. Pasó casi toda su vida en la mezquita. Fue un verdadero devoto del Sagrado Corán y pasó mucho tiempo ocupado en el recuerdo de Al-lah el Exaltado.

Al enterarse de la existencia del Yama’at, inmediatamente viajó a su sede general e hizo el Bai’at. Tenía un gran amor por los escritos del Mesías Prometido (as). Para asistir a la oración del viernes, viajaba casi 5 horas en tren para ofrecer su oración en la sede central. Era una persona extremadamente valiente, y presentaba la Yama’at a quienquiera que conociera. Se enfrentó a mucha presión por parte de su familia y de los lugareños, pero se mantuvo firme en su creencia. Contribuyó abiertamente al chanda, desde el momento en que hizo el Bai’at y cuando se enteró del Nizam-e-Wasiat, inmediatamente se incorporó al programa. Siempre exhortaba a los jóvenes a que gastaran en el camino de Al-lah el Exaltado y les decía que su riqueza había sido bendecida en gran manera debido a gastarlo en el camino del Al-lah el Exaltado. El difunto también tuvo la oportunidad de realizar el Hall. Tenía un gran amor por la Yama’at y el Jilafat. ¡Que Al-lah el Exaltado le conceda Su misericordia y perdón y permita que su progenie y sus seres queridos se conviertan en el destinatario de sus oraciones!

El tercer funeral es de la respetada Amatul Shukur Sahiba, la hija mayor de Hazrat Jalifatul Masih III (rh). Ella falleció el 3 de septiembre a la edad de 79 años. “Ciertamente a Al-lah pertenecemos y a Él regresaremos.”

Como mencioné, era la hija de Hazrat Jalifatul Masih III (rh), nieta paterna de Hazrat Musleh Maud (ra) y nieta materna de Hazrat Nawab Mubarka Beghum Sahiba y Hazrat Nawab Muhammad Ali Jan Sahib.

Nació en abril de 1940 en Qadian. Adquirió su educación primaria en Qadian, y completó su licenciatura en Lahore. Se casó en dos ocasiones. Su primer matrimonio fue con Shahid Jan Sahib, que era hijo de Nawab ‘Abdul-lah Jan Sahib, y tuvo dos hijos y tres hijas de ese matrimonio. Uno de sus hijos, Amir Ahmad Jan, es un Waqfe-Zindagi (consagrado) y trabaja actualmente en Tehrik-e-Yadid. Dos de sus nietos están estudiando ahora en Yamia. Su segundo enlace fue con el Dr. Mirza Laiq Sahib, si bien no tuvo hijos de ese matrimonio.

Aunque no desempeñó ningún cargo importante en la Yama’at, tuvo la oportunidad de prestar sus servicios en varios departamentos de Lallna Imail-lah. Todos los que han escrito sobre ella han mencionado que trabajó con un gran sentido de la cooperación y con humildad. Tenía un gran interés en la lectura y en la escritura, y escribió una biografía sobre Hazrat Amma Yaan (ra) y otro libro sobre Hazrat Nawab Mubarka Begum Sahiba, cuyo título es “Mubarka Ki Kahani Mubarka Ki Zabani”. Su tercer libro es una biografía de la esposa de Hazrat Mirza Sharif Ahmad Sahib (ra), Hazrat Bu Zainab Sahiba (ra). El manuscrito está completado, pero aún no se ha publicado debido a las circunstancias actuales [en el Pakistán]. Estos tres libros, por lo tanto, suponen una gran contribución literaria para la organización de Lallna.

Su nieta materna, Malahat, escribe:

“Mi abuela siempre nos relataba que Hazrat Jalifatul Masih III (rh) decía que uno siempre debe sonreír, porque hacerlo constituye un acto de caridad. Por lo tanto, observé que incluso durante el período final de su enfermedad, ella siempre sonreía”.

Padecía una enfermedad muy dolorosa, y descubrió muy tarde que se trataba de un cáncer, sin embargo, lo soportó con gran coraje y paciencia. Hazrat Jalifatul Masih III (rh) también dijo que ella soportaba cada dificultad con gran paciencia.

¡Que Al-lah el Exaltado le conceda Su perdón y misericordia, y que Él capacite a sus hijos y a su futura progenie para que permanezcan igualmente unidos al Jilafat y a la Yama’at con un vínculo de verdadera lealtad!

También me gustaría decir que, dado que el Iytema de Judam-ul-Ahmadía comienza a partir de hoy, la oración de Asr se combinará con la oración del viernes.

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