Jalifas guiados – Hazrat Abu Bakr (ra)
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Jalifas guiados – Hazrat Abu Bakr (ra)

Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía

SERMÓN DEL VIERNES, 28 de OCTUBRE de 2022.

Pronunciado en la Mezquita Mubarak de Islamabad (Tilford, Surrey), en el Reino Unido.

Después de recitar el Tashahud, el Taawwuz y el Surah Al-Fatihah,

Hazrat Mirza Masrur Ahmad, Jalifatul Masih V (atba), pronunció lo siguiente:

En relación con los “Compañeros Badri” (ra) [los que participaron en la ‘Batalla de Badr’], estaba contando los relatos de la vida de Hazrat Abu Bakr Siddiq (ra).

[Pues bien], hay ciertas narraciones del Santo Profeta Muhammad (sa) en relación con el estatus y el rango de Hazrat Abu Bakr Siddiq (ra):

Hazrat Abu Bakr Siddiq (ra) tiene la bendición y el honor distintivo de que durante el período de La Meca, el Santo Profeta Muhammad (sa) visitaba su casa todos los días, una o dos veces.

[En este sentido], Hazrat Amr bin Al-Aas (ra) narra:

“El Santo Profeta (sa) me nombró comandante en jefe del ejército de ‘Zat al-Salasil’. [Entonces], me presenté ante el Profeta (sa) y dije: ‘¿Quién es el más amado para ti entre la gente?’. El Mensajero de Dios (sa) respondió: ‘Aisha’ (ra). Luego pregunté: ‘¿Quién es el más querido para ti de entre los hombres?’; y el Santo Profeta Muhammad (sa) respondió: ‘Su padre’. Más tarde pregunté: ‘¿Quién es el más amado para ti después de él?’; y el Mensajero de Al’lah (sa) respondió: ‘Umar bin Al-Jattab’; [finalmente], de esta manera el Santo Profeta (sa) incluyó a algunas otras personas entre ellos”. 

Hazrat Salamah bin Akwa (ra) relata que el Santo Profeta Muhammad (sa) dijo:

“Abu Bakr es el más excelente y elevado entre la gente, excepto si hay un profeta”. 

[Por otra parte], Hazrat Anas bin Malik (ra) cuenta que el Mensajero de Dios (sa) declaró:

“El más benévolo y misericordioso con mi pueblo es Abu Bakr”. 

[Luego], Hazrat Abu Said (ra) ha relatado que el Santo Profeta (sa) manifestó:

“Aquellos de un rango elevado serán vistos por aquellos que ocupan un rango menor como si fueran estrellas que aparecen [en el horizonte]”.

En otras palabras, aquellos que poseen un rango alto serán vistos por aquellos que tienen un rango inferior como si estuvieran mirando estrellas que aparecen en el horizonte.

[El Santo Profeta Muhammad (sa) dijo además]: “Y Abu Bakr y Umar están entre ellos”.

Tienen un rango tan alto que la gente los mirará como uno mira las estrellas en lo alto del cielo.

El Santo Profeta (sa) finalmente añadió: “¡Qué excelentes son los dos!”.

[Por su parte], Hazrat Abu Hureirah (ra) narra que el Mensajero de Dios (sa) proclamó:

“No hay nadie a quien yo no haya pagado por algún acto de bondad que me hayan hecho, excepto Abu Bakr. Sus actos de bondad hacia mí serán recompensados por Dios Altísimo en el Día del Juicio”. 

Durante su enfermedad final, el Santo Profeta (sa) declaró:

“No hay nadie entre la gente que me haya tratado tan amablemente con su vida y riqueza tanto como lo ha hecho Abu Bakr bin Quhafah (ra). Si tuviera que convertir a alguien en un ‘jalil’ [amigo cercano] entre la gente, entonces ciertamente habría hecho de Abu Bakr mi ‘jalil’. Sin embargo, el vínculo y la amistad en el Islam es más superior. Cierra todas las ventanas de esta Mezquita excepto la de Abu Bakar (ra)”.  

Esta es una narración de Sahih Al-Bujari.

El Mensajero de Al’lah (sa) también pronunció lo siguiente:

“Abu Bakr (ra) es de mí y yo soy de Abu Bakr (ra); y él es mi hermano en este mundo y en el Más Allá”.

[Por otro lado], hay una narración en “Sunan Al-Tirmizi” en la que Hazrat Anas (ra) relata que, con respecto a Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra), el Santo Profeta (sa) declaró:

“Ambos son los jefes de los primeros y los últimos entre los ancianos [más sabios] del Paraíso, con la excepción de los Profetas y Mensajeros. [Pero], ¡oh Ali (ra), no les digas esto!”.

[En este caso], el narrador afirma que cuando el Santo Profeta Muhammad (sa) expresó esto, instruyó a Hazrat Ali (ra) que no les dijera nada.

[Además], Hazrat Anas (ra) relata que el Mensajero de Dios (sa) salía y se sentaba entre los Compañeros (ra) de “Ansar” [musulmanes residentes de Medina mayores de 40 años] y “Muhayirin” [musulmanes que emigraron de La Meca a Medina]; y Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra) también estaban presentes. Ninguno de los Compañeros (ra) levantaba la mirada hacia el Santo Profeta (sa), a excepción de Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra). Ambos miraban al Profeta (sa) y este miraba hacia ellos. Ambos sonreían y el Santo Profeta Muhammad (sa) también sonreía a cambio.

Hazrat Ibn Umar (ra) narra que el Santo Profeta (sa) le dijo a Hazrat Abu Bakr (ra):

“Tú eres mi Compañero en el Paraíso y en la cueva”; [aquí se refiere a la “Cueva de Zaur”, donde tomaron refugio al salir de La Meca yendo de camino a Medina].

Hazrat Yubair bin Mutim (ra) menciona que una mujer se acercó una vez al Profeta (sa) y habló sobre un asunto en particular y él le dio una instrucción en relación con ello. [Entonces], ella [Hatib (ra)] le preguntó:

“¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! ¿Qué me dirías si no puedo reunirme más contigo? (En otras palabras: si volviera a necesitar algo y el Santo Profeta -sa- hubiera fallecido). El Mensajero de Dios (sa) respondió: ‘Si no me encuentras, entonces ve a Abu Bakr (ra). Él satisfará tus necesidades’.”

Hazrat Ibn Umar (ra) relata que el Santo Profeta Muhammad (sa) una vez salió y entró en la Mezquita, [la ‘Mezquita Nabawi’ de Medina]. Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra) estaban a ambos lados del Santo Profeta (sa) y él les sostenía las manos, y el Profeta (sa) exclamó entonces:

“Seremos resucitados en el Día del Juicio de esta misma forma”.

Hazrat Abdul’lah bin Hantab (ra) narra que el Mensajero de Al’lah (sa) vio a Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra) y declaró:

“Ambos son como oídos y ojos [para mí]”.

En otras palabras, estaban entre sus Compañeros (ra) más cercanos.

[Por su parte], Hazrat Abu Said Judri (ra) relata que el Santo Profeta Muhammad (sa) dijo:

“Cada profeta tiene dos visires en el Cielo y dos visires en la Tierra. Mis dos visires en el Cielo son Gabriel (as) y Miguel (as); y mis dos visires en la Tierra son Abu Bakr (ra) y Umar (ra)”.

El Santo Profeta (sa) les dio entonces las buenas nuevas del Paraíso.

Said bin Musayib menciona que Hazrat Abu Musa Ashari (ra) le contó que una vez realizó la ablución y salió diciendo que permanecería en compañía del Santo Profeta (sa) durante todo el día. (En otras palabras, dedicó todo el día para servir al Santo Profeta -sa-). Fue a la Mezquita y preguntó por el Profeta (sa). La gente mencionó que había salido y se había ido en tal o cual dirección. [Ante esto Hazrat Abu Musa Ashari -ra-], afirmó que:

“Seguí al Santo Profeta Muhammad (sa) y preguntaba a otros por el camino hasta que descubrí que el Mensajero de Dios (sa) estaba en un pozo llamado ‘Bir-e-Aris’, junto a la Mezquita de Quba. [Entonces], fui y me senté junto a la puerta que estaba hecha de ramas de palmera datilera. Cuando el Santo Profeta (sa) terminó de atender la llamada de la naturaleza, realizó la ablución y yo me puse de pie y fui hacia él. Vi que el Mensajero de Al’lah (sa) estaba sentado en el pozo de ‘Bir-e-Aris’, más concretamente en su pared, y había levantado su ropa por encima de sus tobillos y sus pies quedaron colgando hacia abajo [del pozo]. Ofrecí saludos de paz al Santo Profeta (sa) y luego me di la vuelta y me senté junto a la puerta. Me dije a mí mismo que ‘hoy serviré como cortesano del Profeta (sa)’.

En ese momento, Hazrat Abu Bakr (ra) también vino y trató de empujar la puerta, a lo que pregunté quién era y él respondió: ‘Abu Bakr’. Le dije que esperara y luego fui hacia el Santo Profeta Muhammad (sa) y le dije: ‘¡Oh Mensajero de Al’lah (sa), es Abu Bakr (ra) y pide permiso para entrar!’. El Santo Profeta (sa) exclamó: ‘Permítele entrar y dale la buena nueva del Paraíso’. Más tarde, fui a Hazrat Abu Bakr (ra) y le pedí que entrara y le informé que el Santo Profeta (sa) le había dado la buena nueva del Paraíso. Hazrat Abu Bakr (ra) luego entró y se sentó a la derecha del Profeta (sa) en la [misma] pared y también dejó que sus pies colgaran en el pozo tal como lo había hecho el Santo Profeta (sa) y asimismo levantó la ropa de sus tobillos. Regresé [a la Puerta] una vez más y me senté.

Había dejado atrás a mi hermano para que pudiera realizar la ablución y también unirse a mí y pensé en mi corazón: ‘si Al’lah desea el bien para él (con esto se refería a su hermano), entonces Él lo traerá aquí. Entonces me di cuenta de que alguien estaba tratando de mover la puerta. Le pregunté quién era y me respondió: ‘Umar bin Jattab’ (ra). Le dije que esperara y luego fui hacia el Santo Profeta Muhammad (sa) y le ofrecí mi saludo de paz y le dije: ‘es Umar bin Jattab (ra) y pide permiso para entrar’. [Ante esto], el Santo Profeta (sa) dijo: ‘Permítele que entre y dale la buena nueva del Paraíso’. Fui hacia él y le pedí que entrara, y que el Profeta (sa) le había dado la buena nueva del Paraíso. Entró y se sentó en la pared, a la izquierda del Mensajero de Dios (sa), y también colgó sus pies en el pozo. Regresé una vez más y me senté.

Entonces me dije a mí mismo que: ‘si Al’lah desea el bien para tal o cual persona, Él lo traerá aquí’; y nuevamente pensé en mi hermano. En ese momento, otra persona vino e intentó abrir la puerta. Le pregunté quién era y respondió: ‘Uzman bin Affan’ (ra). Le dije que esperara y le informé [de ello] al Santo Profeta (sa), quien afirmó: ‘Permítele entrar y dale la buena nueva del Paraíso, a pesar de la gran prueba que le va a sobrevenir’. Así pues, fui a Hazrat Uzman (ra) y le pedí que entrara y le comuniqué que el Santo Profeta (sa) le había dado la buena nueva del Paraíso, a pesar de la gran prueba que le sobrevendría. [A continuación], Hazrat Uzman (ra) entró y vio que no había más espacio en un lado de la pared, por lo que se sentó en la pared [que había] frente al Santo Profeta Muhammad (sa)”. 

[Por otra parte], Hazrat Anas (ra) afirma:

“El Mensajero de Al’lah (sa) escaló [el monte] Uhud mientras estaba acompañado por Hazrat Abu Bakr (ra), Hazrat Umar (ra) y Hazrat Uzman (ra), y [dicho monte] comenzó a temblar. El Santo Profeta (sa) proclamó: ‘¡Oh Uhud, mantén la calma!’. [Aparte], creo que el Mensajero de Dios (sa) también puso con firmeza su pie sobre el suelo [diciendo]: ‘Porque nada menos que un Profeta (ra) está de pie sobre ti, uno que es veraz y dos mártires’.”

[También] Hazrat Said bin Zaid (ra) declaró:

“Doy testimonio de que nueve personas están destinadas al Cielo y si digo lo mismo de una décima persona no sería un pecador”. Se le preguntó cómo era eso y él respondió: “Estábamos en el Monte Hirah, junto al Santo Profeta Muhammad (sa), cuando [el suelo] comenzó a temblar. Ante esto, el Profeta (sa) dijo (la primera narración fue de Bujari, pero esta es de Tirmizi y menciona a Hirah como el nombre del monte): ‘¡Cálmate, oh Hirah! Ciertamente hay un Profeta, un veraz y un mártir de pie sobre ti”.

[A continuación], alguien preguntó quiénes eran las ‘Diez personas destinadas a ir al Cielo’ y Hazrat Said bin Zaid (ra) respondió: “El Santo Profeta (sa), Abu Bakr (ra), Umar (ra), Uzman (ra), Ali (ra), Talha (ra), Zubair (ra), Sad (ra) y Abdur Rahman bin Auf (ra)”.

Cuando se le preguntó quién era el décimo, Hazrat Said bin Zaid (ra) dijo que era él.

Aquí, debe aclararse que esta narración menciona a los diez estimados Compañeros (ra) a quienes el Mensajero de Al’lah (sa) les dio las buenas nuevas del Paraíso durante sus vidas. Eran aquellos que estaban muy cerca del Santo Profeta Muhammad (sa) y él también buscaba consejo de ellos; y han sido considerados en la historia como los “Asharah Mubasharah”, es decir, las diez personas a las que se les dio [en vida] las buenas nuevas del Paraíso. No obstante, debe tenerse en cuenta que el Mensajero de Dios (sa) no solo dio las buenas nuevas del Paraíso a diez personas únicamente, sino que hay muchos otros Compañeros (ra) varones y mujeres a quienes el Profeta (sa) les dio asimismo las buenas nuevas del Paraíso. Así pues, aparte de estos diez, se mencionan los nombres de otros 50 Compañeros (ra), tanto hombres como mujeres. Además, aproximadamente todos los 313 Compañeros que participaron en la “Batalla de Badr”, los que lo hicieron en la “Batalla de Uhud” y los que estuvieron presentes en el “Baiat-e-Rizwan” para el “Tratado de Hudaibiyah” recibieron las buenas nuevas del Paraíso.

[Por otro lado], Hazrat Abu Hureirah (ra) narra que una vez el Santo Profeta (sa) preguntó:

“¿Quién de vosotros está de ayuno hoy?”. Hazrat Abu Bakr (ra) dijo que él lo estaba. El Profeta (sa) dijo [entonces]: “¿Quién de vosotros acompañó una procesión funeraria hoy?”. Hazrat Abu Bakr (ra) respondió que él lo había hecho. [Luego], el Santo Profeta Muhammad (sa) preguntó: “¿Quién de vosotros alimentó hoy a una persona pobre?”. Hazrat Abu Bakr (ra) contestó que lo había hecho. El Mensajero de Al’lah (sa) inquirió: “¿Quién de vosotros visitó hoy a una persona enferma?”. Hazrat Abu Bakr (ra) volvió a responder que también lo había hecho. Ante esto, el Santo Profeta (sa) proclamó: “Quien posea todas estas cualidades entrará en el Paraíso”.

Esta narración es de Sahih Muslim.

[En otra ocasión], Hazrat Abu Hureirah (ra) relata que:

“El Santo Profeta Muhammad (sa) exclamó: ‘Gabriel (as) vino a mí, me tomó de la mano y me mostró la puerta al Cielo por la que entrará mi gente’. Hazrat Abu Bakr (ra) dijo: ‘¡Ojalá hubiera estado contigo para que también la hubiera visto!’. El Profeta (sa) contestó: ‘¡Oh Abu Bakr, tú eres el primero de entre mi pueblo que entrará al Paraíso!’.”

Explicando más detalles sobre esto, Hazrat Musleh Maud, Jalifatul Masih II (ra), escribe:

“Una vez, el Santo Profeta (sa) estaba sentado en una reunión en la que los Compañeros (ra) estaban a su alrededor y comenzó a mencionar cómo serían las cosas en el Cielo. Luego, enumeró las bondades que Dios Altísimo había decretado para él. [Entonces], cuando Hazrat Abu Bakr (ra) escuchó esto afirmó: ‘¡Oh Mensajero de Al’lah (sa), reza para que te acompañe en el Paraíso!’.

En algunas narraciones se menciona a otro Compañero (ra) y en otras narraciones ha sido nombrado Hazrat Abu Bakr (ra).

[Ante esto], el Santo Profeta (sa) manifestó: ‘Tengo la esperanza de que estarás a mi lado y rezo a Dios Altísimo para que así sea’. Cuando el Profeta (sa) pronunció esto, naturalmente a los otros Compañeros (ra) también se les ocurrió pedirle al Santo Profeta (sa) que hiciera la misma oración por ellos. Inicialmente habían pensado que no era su destino acompañar al Santo Profeta Muhammad (sa) en el Paraíso; sin embargo, cuando Hazrat Abu Bakr (ra), o según otras narraciones, otro Compañero (ra) dijo esto y el Mensajero de Dios (sa) oró por ellos, ahora tenían un ejemplo y se dieron cuenta de que esto no estaba fuera del ámbito de lo posible. Por lo tanto, otro Compañero (ra) se puso de pie y declaró: ‘¡Oh Mensajero de Al’lah (sa), ruega por mí también, que Dios Altísimo me mantenga junto a ti en el Paraíso’. [A continuación], el Santo Profeta (sa) dijo: ‘¡Que Al’lah también derrame Sus bendiciones sobre ti; no obstante, la oración ha ido ahora a favor del que la pidió primero’.”

[Por otra parte], Hazrat Musleh Maud, Jalifatul Masih II (ra), afirma:

“Una vez, el Santo Profeta Muhammad (sa) exclamó: ‘Quienquiera que lleve a cabo tal o cual adoración al máximo entrará por tal o cual puerta al Cielo; y quien realice tal o cual adoración en gran cantidad entrará por tal o cual puerta del Cielo’. De esta manera, el Profeta (sa) nombró varias formas de adoración y aclaró que aquellos que ponen más énfasis en diferentes buenas obras entrarán a través de las diversas siete puertas del Cielo. Hazrat Abu Bakr (ra) también estaba sentado en esa reunión y manifestó: ‘¡Oh Mensajero de Dios (sa), ellos entrarán por diferentes puertas porque se habrán enfocado en formas individuales de adoración. Pero, ¡oh Mensajero de Al’lah (sa), ¿cómo será tratado aquel que haga hincapié en todas las formas de adoración?’. El Santo Profeta (sa) respondió: ‘Esa persona entrará por las siete puertas del Cielo; y, ¡oh Abu Bakr (ra), tengo la esperanza de que estarás entre esas personas’.”

Estos relatos continuarán en el futuro, si Dios quiere.

[Ahora], en este momento, me gustaría mencionar a algunos miembros fallecidos, cuyas oraciones funerarias voy también a dirigir:

La primera mención es del respetado Abdul Basit Sahib, el Amir de la Yamat de Indonesia, quien falleció el 8 de octubre a la edad de 71 años:

¡Ciertamente a Al’lah pertenecemos y hacia Él volveremos!

Era hijo de Maulwi Abdul Wahid Sumatri. Después de estudiar FA, cuando tenía 20 años, se inscribió en la Yamia Ahmadía [universidad de preparación de misioneros] de Rabwah, el 20 de septiembre de 1972. Pasó los exámenes de Yamia Ahmadía Shahid a principios de 1981 y luego, en ese mismo año, regresó a su país de origen, Indonesia, como misionero. En 1987, el comité administrativo [“Mayilis-e-Amla”] de Indonesia sugirió que un misionero indonesio debería ir a Kuala Lumpur para obtener la nacionalidad malaya y luego ser enviado a Tailandia para “tabligh” [predicar] y se recomendó su nombre para esta tarea. Hazrat Jalifatul Masih IV (rh) aprobó esta propuesta y fue asignado a Tailandia. Más tarde, fue reasignado a Indonesia, donde permaneció el resto de su vida y además sirvió durante mucho tiempo como Amir [presidente nacional de la Yamat). El tiempo total de su servicio abarca 40 años.

Le sobreviven su esposa, seis hijos y dos hijas.

Su esposa, Mosli Wadi Sahiba, dice:

“El difunto tenía mucho dolor por este Movimiento [la Comunidad Musulmana Ahmadía] y siempre le dio prioridad a la Yamat. Como su esposa puedo dar fe de su apego y servicios a la Yamat”.

Su sobrino, Tahir, narra:

“El difunto implementaba completamente cualquier directiva que se recibía de la Sede [central]. Una vez, había hecho planes para visitar a una familia en Malasia para lo que ya había comprado su billete de avión”. Y sigue diciendo: “Sin embargo, después de aproximadamente una semana cuando lo volví a ver, le pregunté por qué no había ido a Malasia y respondió que no le habían dado permiso para ir en la carta que recibió de la Sede y, por tanto, canceló su plan de ir a Malasia sin preocuparse por su billete”.

Un funcionario que trabajó con él escribe:

“Nos enseñaba y explicaba las cosas con amor y compasión. A pesar de ser el Amir de la Yamat, nunca exigió ningún trato especial de la Comunidad. Utilizaba todo lo que le daba la Yamat y prefería la sencillez. A menudo, durante las horas de oficina, se sentaba con nosotros, leía cartas y dictaba notas. Respetaba mucho a los misioneros. Poseía un conocimiento muy profundo y vasto. Cada vez que tomaba una decisión, siempre consultaba con el comité administrativo [“Mayilis-e-Amla”].

Era una persona digna pero humilde y muy sociable; y se encontraba con todos, jóvenes y mayores, de una manera muy agradable. Sentía un amor incondicional por el Jalifato. Nos aconsejaba abandonar cualquiera de nuestras propias opiniones a la luz de una instrucción del Jalifa de la época y también a llevarla a la práctica. Dio prioridad al sistema administrativo de la Comunidad. Vigilaba mucho las finanzas de la Yamat y las protegía muy bien. Era severo ante la desobediencia.

A menudo llegaba a las oficinas antes que muchos de los otros trabajadores. Si por alguna razón no podía ir a la oficina o llegaba tarde, se aseguraba de informar a su personal. Además, cuando salía de su despacho para atender cualquier asunto, incluso por un breve momento, se aseguraba de informar al personal de la oficina. [Asimismo], era notablemente escrupuloso al revisar informes y cartas, pues revisaba minuciosamente todo y, si se requería una acción inmediata, trabajaba hasta altas horas de la noche.

Cuando iba a visitar a áhmadis, sin falta traía regalos para nuestros hijos. Siempre nos trató con amabilidad y amor. Era un líder que se esforzaba por hacer felices a los demás. Para nosotros y todos los [que somos] de Indonesia, era como si el Amir Sahib fuera nuestro padre espiritual. Siempre daba prioridad al sistema y las tradiciones de la Comunidad. (Estas son las mismas cualidades que un Amir debe poseer). Cuando se enfadaba, seguía siendo considerado y respetuoso con los demás, y no decía cosas al azar en la ira; y cuando se trataba de dar reprimendas, tenía como objetivo la reforma; no albergaba enemistad ni malicia, sino que su objetivo siempre era la reforma”.

Afirma además: “Muchos áhmadis aquí lo consultaban sobre asuntos religiosos y otros temas relacionados con sus propiedades. Sus esfuerzos por amar y cuidar a los miembros de la Yamat en Indonesia fueron extraordinarios. Incluso en el último año de su enfermedad -que duró un año- se dedicó a diferentes reuniones, a atender la correspondencia y otros servicios a la Comunidad, como era su hábito, y no disminuyó el ritmo [de trabajo]”.

Mahmud Wardi Sahib, que trabaja aquí en Londres en el Departamento de Indonesia, afirma:

“Algunos aspectos de su personalidad fueron excepcionalmente prominentes y el más destacado fue su océano de conocimiento, pues le dio gran importancia al mismo y siempre le apasionó la búsqueda del conocimiento. Tenía un amplio entendimiento sobre una gran variedad de temas. Era experto en mantener una discusión satisfactoria sobre cualquier tema que se presentara. Además de los libros de la Yamat, también tenía una idea firme de conocimiento general. Leía periódicos con regularidad, ya fueran nacionales o internacionales, en indonesio o en inglés.

No daba discursos largos y prolongados, sino que hablaba de manera concisa y completa. Mientras hablaba, podía transmitir su mensaje en términos simples, [por lo que] personas de todos los ámbitos de la vida entendían sus palabras sin esfuerzo”.

Describe también que: “Su atuendo diario era muy simple, pero era un hombre lleno de dignidad. Estaba completamente libre de cualquier tipo de pretensión u ostentación. Gente de todos los ámbitos de la vida podía hablar con él libremente, aunque siempre lo respetaban y eran considerados con su posición cuando hablaban con él”.

Fazl Umar Faruq Sahib, misionero y profesor en la Yamia Ahmadía [de Indonesia], dice:

“He estado cerca del Amir Sahib desde que era niño. Cuando la Comunidad en Indonesia atravesaba momentos muy difíciles, todos los miembros de la misma encontraron el valor [que necesitaban] en sus esfuerzos, paciencia y perseverancia. Él enseñaba a todos a rezar y ofrecía sus oraciones con gran dolor y humildad. Siempre llegaba a la mezquita a tiempo para la oración. Era muy considerado con las personas consagradas y cuando un misionero empezaba a trabajar sobre el terreno se aseguraba de concederle personalmente un regalo”.

Saiful’lah Mubarak Sahib, que también es profesor en la Yamia [Ahmadía de Indonesia], afirma:

“Maulana Abdul Basit Sahib fue un excelente ejemplo para las personas consagradas. Nunca dejó de asistir a los actos de la Yamat. Se dirigía hacia los demás de forma cálida y respetuosa. Cualquier reunión a la que asistía se enaltecía con su presencia. Siempre estaba sonriendo”. Además, narra: “Cuando yo estudiaba en la Yamia Ahmadía de Indonesia, se sentaba con nosotros, los estudiantes, después de la oración del ‘maghrib’, y nos preguntaba por nuestro bienestar y entablaba una pequeña conversación”.

Nuruddin Sahib, otro misionero, relata que:

“Era un Amir que predicaba con el ejemplo. En 2018, se colocó la primera piedra de nuestra mezquita. En ese momento, teníamos 60 millones de rupeas”. La rupea indonesia tiene un valor de mercado muy bajo, por lo que se habla de cifras de millones y miles de millones. Teniendo en cuenta esto, dijo: “Teníamos 60 millones, pero necesitábamos aproximadamente 1.500 millones de rupias para la mezquita. Mientras aconsejaba a los miembros, él [Amir Sahib] manifestó: ‘Debéis comenzar la construcción de la mezquita con los fondos disponibles y, después, seremos testigos de la ayuda de Dios el Altísimo. Por consiguiente, no hay necesidad de preocuparse. Aunque necesitemos 1.500 millones de rupeas indonesias, empezad primero con los 60 millones que tenéis’. Esta cantidad no era ni siquiera una décima parte [del total necesario]. De hecho, es un tres o cuatro por ciento [del total que se necesita].

Y continúa diciendo: “Después de darnos este consejo, sacó su cartera del bolsillo y ofreció contribuciones para la mezquita. A partir de ahí, los miembros de la Comunidad comenzaron a hacer contribuciones y sacrificios de forma activa, y en dos años se completó el 80% de la construcción de la mezquita. Tras esto, surgió la pandemia. Los ingresos de los miembros disminuyeron y la construcción de la mezquita se detuvo. [Entonces], volvimos a hablar con él y le dijimos que nos gustaría terminar la construcción de la mezquita, aunque necesitábamos 150 millones de rupias para hacerlo. Estábamos seguros que el ‘Markaz’ [la Sede Central] nos ayudaría en este esfuerzo, pero el Amir Sahib declaró: ‘El Markaz no os ayudará. Vosotros sois capaces de recaudar esta cantidad sin pedir ayuda a nadie’. Luego me preguntó cuántos áhmadis estaban contribuyendo y le respondí que 160. Al oírlo, sonrió y dijo con mucha calma: ‘Díganle a cada uno de los miembros que contribuya con unos 10 millones de rupias (lo equivalente a unas 100 o 150 libras esterlinas) y habrán completado la colecta’.”

Sigue escribiendo que: “Al principio, no creíamos que pudiéramos conseguirlo tan fácilmente, pero cuando empezamos a actuar siguiendo su consejo, los corazones de los miembros de la Yamat se llenaron de amor y pasión para sacrificar sus riquezas más preciadas para la construcción de la mezquita. A pesar de ello, [el Amir Sahib] también contribuyó con una gran cantidad en su nombre. Así, en tres años, la mezquita se terminó en febrero”.

Aparte de los miembros de la Comunidad, había establecido relaciones con otras personas [y, en este sentido], Luqman Hakim Saifuddin Sahib, ex-ministro de Asuntos Religiosos, declara:

“Lo considero una persona de relevancia nacional, que siempre puso a la humanidad en primer lugar. Dondequiera que iba, siempre hacía hincapié en que debíamos respetar a la humanidad e inculcar la tolerancia mutua, y cuidarnos unos a otros. En mi opinión, es nuestra responsabilidad defender estos principios, no solo para los áhmadis, sino para todo el pueblo de Indonesia. Deberíamos seguir su ejemplo y esforzarnos por actuar según la guía que nos ha dado. Todas las diferencias y conflictos que surgen entre nosotros conducen a la propagación del odio y a la deshonra de la humanidad y, por lo tanto, deben ser eliminados”.

 

El embajador de Túnez en Indonesia, Zahiri Sahib, escribe:

“Fue del Amir Sahib que aprendí a amar al Santo Profeta Muhammad (sa), a los Ahl-e-Bait [familia del Profeta (sa)] y a los eruditos religiosos, y luego a actuar según sus excelentes enseñanzas. [No obstante], los áhmadis se enfrentan a muchas crueldades y malos tratos en Indonesia”.

Muchas atrocidades tuvieron lugar en Indonesia y él (Amir Sahib) soportó esos tiempos difíciles con gran paciencia y dirigió a los áhmadis allí de manera excelente.

También nos dice:

“A pesar de las muchas crueldades, injusticias y abusos a los que se enfrentaron los áhmadis, el Sr. Amir nos enseñó a servir a nuestra fe, país y humanidad con sinceridad y devoción, porque el principio de los áhmadis de todo el mundo es: ‘Amor para todos, odio para nadie’. Atestiguo que el Amir Sahib era un amado de Dios Altísimo, un erudito y un hombre sencillo que tenía una gran moral”.

La Sra. Sharifuddin, líder de una organización nacional, escribió:

“La forma en que el Amir Sahib hablaba [en todo momento] era muy impactante. Aunque era de voz suave y respetuosa, su amor por el país era evidente. Era como si el lema ‘amor para todos, odio para nadie’ cobrara vida a través de sus palabras. Damos fe de que era un hombre bueno y un líder que siempre fue fiel, y se dirigía a todos con fuertes sentimientos de amor”.

[Por su parte], Mirayuddin Sahib ha dicho que:

“Cuando fue Amir, la Comunidad [Musulmana] Ahmadía sufrió una gran oposición durante su liderazgo. En Indonesia, hubo muchos casos en los que los áhmadis fueron atacados. Soportó todos estos incidentes con valor y compostura. Los funcionarios del gobierno también le respetaban mucho. Todo esto se debe a las excelentes relaciones que había establecido”.

Ausum Sahib, director de la Yamia Ahmadía de Indonesia, nos cuenta que:

“El Amir Sahib fue un servidor siempre devoto del Jalifato. Al ser mi vecino, me acompañaba a menudo de camino a la mezquita para rezar. [También], cada vez que salía de gira, me informaba de los lugares a los que iba y me aconsejaba que yo también lo hiciera. Se preocupaba mucho por la Yamia Ahmadía. Como miembro de la junta directiva de la misma, mientras hacía las entrevistas de los estudiantes, siempre les aconsejaba diciendo: ‘Vais a convertiros en misioneros. Así, debéis esforzaros por ser ejemplos para toda la Comunidad’.”

Además, afirma: “También me orientaba y me indicaba qué alumnos tenían dificultades a nivel individual para intentar ayudarles”.

Siempre prestó especial interés por el bienestar de los estudiantes de Yamia.

Irshad Malhi Sahib, un misionero en Estados Unidos, dice:

“Basit Sahib fue mi compañero de clase y también de habitación, por lo que tuve la oportunidad de conocerlo muy de cerca. Era muy listo e increíblemente inteligente. Tenía buen carácter, era hospitalario y alegre, y un jugador de bádminton muy competente y siempre ganaba en Rabwah. Me dijo que, durante los días en que venía de Indonesia a Rabwah, recibió una excelente oferta de un equipo para jugar, lo que causó gran preocupación a su padre, Maulana Abdul Wahid Sahib, por si su hijo Abdul Basit cambiaba de opinión de ir a Yamia por la ambición de esta gran oferta”.

[Irshad Sahib] continúa diciendo: “Cuando se enteró de que su padre estaba preocupado, le tranquilizó e hizo un juramento de que nunca abandonaría su fe por ningún beneficio material. De este modo, rechazó una oferta de gran lucro económico. Yo [Irshad Sahib] he sido testigo durante toda mi vida de que siempre dio prioridad a su fe sobre el mundo y cumplió este juramento. Tenía un amor ilimitado por el Jalifato y estaba completamente dedicado a él. Desde su época de estudiante estuvo muy cerca de Hazrat Jalifatul Masih III (rh). [Una vez], en un intercambio desenfadado con él, solíamos decir que era el favorito de Hazrat Jalifatul Masih III (rh). Del mismo modo, en la época de cada Jalifa mostró la máxima sinceridad y lealtad”.

¡Qué Dios le conceda misericordia y perdón, y eleve su rango [espiritual] y que Dios Altísimo siga concediendo a la Yamat más misioneros y trabajadores como él!

Yo también le vi mostrar siempre una completa obediencia y altruismo, como he mencionado.

¡Qué Dios siga proporcionando sustitutos de los que parten [de este mundo]!

Los misioneros de Indonesia en particular y asimismo los de todo el mundo deben tener presente su ejemplo. Estas no son historias del pasado, sino que se trata de personas de hoy en día, que han dado prioridad a su fe sobre el mundo y han hecho justicia a su dedicación.

El siguiente funeral es el de Zainab Ramazan Sahiba, esposa de Yusuf Uzman Kambala Sahib, misionero en Tanzania y que falleció hace unos días, a los 70 años:

¡Ciertamente a Al’lah pertenecemos y a Él volveremos!

Su marido, Yusuf Uzman Kambala Sahib, ha escrito:

“Mi mujer era muy piadosa y sincera y participaba en todos los trabajos de la Comunidad. Mantenía buenas relaciones con los vecinos. Cuidaba a los pobres y a los huérfanos. mostraba un gran respeto por los misioneros. Estaba a la cabeza en la entrega de limosnas. Dondequiera que viviéramos, siempre estaba en primera línea prestando sus servicios a la Yamat. Constantemente hacía gala de una maravillosa sinceridad con todos los áhmadis. Estuvo luchando contra el cáncer durante dos años o dos años y medio, y recibió tratamiento de los mejores médicos, aunque al final se impuso el decreto de Dios y falleció en los últimos días”.

Casi un millar de personas asistieron a su funeral desde Tabora y otras zonas, entre las que también había familiares no-áhmadis.

Tiene tres hijos y tres hijas que ahora ya están todos casados.

¡Que Dios Altísimo la trate con misericordia y perdón!

El siguiente funeral es el de Halima Begum Sahiba, esposa del Shaikh Abdul Qadeer Sahib, Darwesh de Qadián. Falleció el mes pasado:

¡Ciertamente a Al’lah pertenecemos y a Él volveremos!

La fallecida era asidua en la realización de ayunos y la oración. Era una mujer paciente, agradecida, humilde y con buenos modales. Se esforzaba para que sus hijos fueran regulares en las oraciones y en la recitación del Sagrado Corán. Mientras su salud se lo permitió, siguió enseñando a los niños de Qadián el Santo Corán. Tenía un inmenso amor por el Jalifato y estaba dispuesta [a participar] en cualquier proyecto [que lanzara] el Jalifa de la época.

Pasó el tiempo como “Darwesh” [aquellos que se quedaron en Qadián tras la emigración a Rabwah, después de la partición del subcontinente indio] con gran paciencia y gratitud, y a pesar de la pobreza, nunca dejaba a un mendigo con las manos vacías. Como la casa de la difunta estaba cerca de “Dar al-Jilafat” (la Residencia del Jalifa), durante los días del Yalsa siempre se llenaba de invitados. Después de recibir a los huéspedes con gran cortesía, los atendía de manera excelente. Además era “musia” (integrante del “Wasiyat”).

Su hijo, Shaikh Nasir Wahid Sahib, ejerce como administrador adjunto del Hospital Noor de Qadián. [Aparte], tiene tres hijas que viven en el extranjero.

¡Que Dios Altísimo les conceda a todos Su misericordia y perdón!

El siguiente funeral es el de Maile Anisa Apisai Sahiba, de Kiribati [pequeña isla en Oceanía]. Los diversos relatos de su vida son extraordinarios, así como el incidente relativo a su aceptación del Ahmadíat. Era una mujer muy sincera y dedicada. Falleció hace unos días:

¡Ciertamente a Al’lah pertenecemos y a Él volveremos!

Ha fallecido a la edad de 73 años.

Khawajah Fahad Sahib, misionero de Kiribati, ha manifestado que:

“Maile Anisa Apisai Sahiba fue la primera mujer áhmadi de Kiribati. De alguna manera, encontró un ejemplar del Sagrado Corán en ese rincón del mundo, un lugar donde es muy raro encontrar libros de otros lugares. Cuando encontró este ejemplar del Santo Corán, empezó a leerlo ella misma (tenía la traducción también) y después de leer el Corán, Maile Anisa Apisai Sahiba quedó tan impresionada por él que creyó en él con todo su corazón y allí mismo comenzó a llevar el velo. Cuando el primer misionero de la Comunidad Musulmana Ahmadía, Hafiz Yibrail Sayed Sahib, llegó a Kiribati, preguntó a la gente si había musulmanes y [allí le] señalaron a Maile Anisa Apisai Sahiba, diciendo que era la única musulmana de todo el país”.

 

¡Qué maravillosa es la gracia de Dios, que en el plazo de un año, desde que Maile Anisa Apisai Sahiba aceptó el Islam, siguiendo las instrucciones de Hazrat Jalifatul Masih IV (rh), un misionero llegó a Kiribati!

Esta intrépida joven comenzó entonces a predicar a su familia y amigos, incluso antes de que llegara el misionero. Por esta razón, se hizo conocida en este país de solo 1.000 habitantes como la única mujer que había aceptado el Islam. Por tanto, incluso antes de que el misionero Hafiz Yibrail Sahib llegara a Kiribati, Dios Altísimo le había concedido una “Sultan-e-Nasir” (ayudante) que ya estaba preparada para la Yamat Musulmana Ahmadía. Se hizo famosa por ser la única musulmana que llevaba el velo y que predicaba a la gente.

Una vez el primer misionero, Hafiz Yibrail Sahib, llegó a Kiribati, Maile Anisa Apisai Sahiba juró su lealtad [hizo el Baiat] y entró en el redil de la Comunidad Musulmana Ahmadía. Hizo los preparativos para la residencia y las provisiones para el misionero, y más tarde comenzó inmediatamente su predicación. Muchas personas se unieron a la Yamat como resultado de su predicación. Tenía un inmenso amor por la Comunidad y mostraba un gran respeto por los misioneros. A pesar de la fuerte oposición del pueblo, su fe nunca flaqueó. Llevaba el velo allá donde iba y este atuendo islámico suyo era también un medio de propagación, aunque a veces la gente se burlara de ella, la maldijera e incluso discutiera con ella y la atormentara. [A pesar de todo], nunca dejó que el estandarte de su fe o su velo flaquearan y dejó un excelente ejemplo en el que una lleva el velo por el amor de Dios y no se preocupa por el qué dirán.

[Por otro lado], cuando aceptó el Islam, inicialmente no sabía cómo rezar, así que aparte del “salldah” [postración], empezó a rezar a su manera. Un día su padre la vio rezar de una forma nueva, se enfadó mucho y amenazó con romper el Sagrado Corán. En respuesta ella dijo: “Entonces deberías arrancar esas páginas de los Evangelios donde se menciona que Jesús (as) se postró ante Dios”. Hizo gala de un gran valor y se mantuvo firme en su fe. Luego, por la gracia de Al’lah, con la llegada del misionero, no solo aprendió a rezar, sino que también empezó a enseñar a los demás.

Las personas que residen en esa parte del mundo miran al Islam con desprecio. En ese tiempo, esta valiente mujer se levantó y desafió a todos. Ella presentaba las enseñanzas del Islam sin ningún temo y no temía a nadie más que a Dios Altísimo. Debido a este atributo suyo, muchas personas, incluidos los políticos, la admiraban. Es más, por este temor y su fuerte fe, Al’lah se encargó de influir en los políticos hasta el punto de que incluso ayudaron al registro de la Comunidad, que anteriormente fue rechazado debido a la oposición. [Finalmente], su admiración era tal que, en su presencia, había quienes la conocían y eran incapaces de decir algo negativo contra el Islam.

Las puertas de su casa estaban siempre abiertas para que la gente viniera a preguntarle lo que quisiera. Animaba a todos los habitantes de su casa a rezar con regularidad. Durante mucho tiempo su casa fue utilizada como centro de “salat” [oración]. Cuando su hijo, Ahmad Apisai, alcanzó una edad madura, lo dedicó a los servicios de la Yamat y lo envió a la Yamia Ahmadía de Ghana. Muchas personas intentaron detenerla y le preguntaron por qué enviaba a su hijo allí, y le dijeron que matarían a su hijo allí, pero a pesar de ello, se sintió orgullosa de enviarlo allí. No obstante, de acuerdo con la voluntad de Dios, cuando Ahmad Apisai llegó a África, cayó enfermo debido a la malaria y posteriormente falleció allí. En esa ocasión, esas mismas personas vinieron y dijeron: “Mira lo que ha pasado, el Islam es falso y por eso murió tu hijo”. A pesar de esto, Maile Anisa Apisai Sahiba no se inmutó lo más mínimo y no les prestó atención. En cambio, se mantuvo firme en el Islam y comenzó a trabajar por la causa de su religión con más vigor y pasión. Su fe no flaqueó lo más mínimo ni nada se interpuso en su estándar de llevar el “purdah” [velo]. El resto de sus hijos también se mantuvieron firmes en el Islam y siguieron propagando el mensaje.

Le sobreviven tres hijas y un hijo.

¡Que Dios Altísimo les conceda paciencia y les permita servir al Islam y al Ahmadíat de la misma manera que su madre!

¡Que Dios Altísimo bendiga las semillas que ella sembró allí y que, de acuerdo con sus deseos, esta pequeña isla entre en el redil del Islam Ahmadía!

¡Que Dios Altísimo siga concediendo a la Comunidad Musulmana Ahmadía mujeres como ella, que son intrépidas, que dan ejemplo a los demás, tienen pasión por propagar el mensaje del Islam y permanecen firmes en su fe; y que nos conceda a nosotros tales madres que hicieron justicia al propagar la fe incluso más que los misioneros!

¡Que Al’lah derrame Su perdón y misericordia sobre la difunta, y eleve su estatus [espiritual]!

Resumen

Después de recitar el Tashahhud, el Ta’awwuz y la Surah al-Fatihah, Su Santidad, Hazrat Mirza Masur Ahmad (aba) dijo que continuaría destacando incidentes de la vida de Hazrat Abu Bakr (ra) como parte de la serie sobre las vidas de los Compañeros que participaron en la Batalla de Badr.

Hazrat Abu Bakr (ra) – Un querido amigo del Santo Profeta (sa)

Su Santidad (aba) dijo que mientras aún residía en La Meca, el Santo Profeta (sa) frecuentaba la casa de Hazrat Abu Bakr (ra) una o dos veces al día. Una vez, cuando le preguntaron quién era el hombre más querido por el Santo Profeta (sa), respondió que Hazrat Abu Bakr (ra). En otra ocasión, el Santo Profeta (sa) dijo que Hazrat Abu Bakr (ra) era el mejor entre la gente, excepto si había un profeta.

Su Santidad (aba) dijo que una vez, el Santo Profeta (sa) dijo que las personas de alto rango son vistas por otros como una estrella naciente y Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra) están entre los que son vistos de esta manera.

Su Santidad (aba) dijo que durante su última enfermedad, el Santo Profeta (sa) dijo que nadie había sido más amable con él que Hazrat Abu Bakr (ra). Si pudiera haber hecho a alguien su Jalil (amigo), ese sería sería Hazrat Abu Bakr (ra). Entonces, el Santo Profeta (sa) ordenó que se cerraran todas las ventanas que daban a la mezquita, excepto la de Hazrat Abu Bakr (ra).

Un hermano en esta vida y en la siguiente

Su Santidad (aba) dijo que en otra ocasión, el Santo Profeta (sa) dijo que él era de Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Abu Bakr (ra) era de él y que ambos eran hermanos en esta vida y en la próxima. También se narra que cuando el Santo Profeta (sa) se sentaba con los Compañeros, ninguno lo miraba directamente. Sin embargo, Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra) lo miraban, y el Santo Profeta (sa) los miraba y sonreía.

Su Santidad (aba) dijo que un día, el Santo Profeta (sa) fue a la mezquita y Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra) estaban a ambos lados de él; les tomó de la mano y dijo que serían levantados así en el Día del Juicio Final.

Su Santidad (aba) dijo que se narra que el Santo Profeta (sa) dijo que cada profeta tiene dos gobernadores (wazir) en los cielos y dos en la tierra. Dijo que sus dos gobernadores en los cielos eran Gabriel y Miguel y sus dos gobernadores en la tierra eran Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra).Su Santidad (aba) dijo que el Santo Profeta (sa) subió a la cima del Monte Uhud y fue acompañado por Hazrat Abu Bakr (ra), Hazrat Umar (ra) y Hazrat Uthman (ra). La montaña comenzó a temblar y el Santo Profeta (sa) dijo: ‘Uhud, mantén la calma, pues nadie está en tu cima excepto un Profeta, un veraz (Siddiq) y dos mártires (Shaheed).

Su Santidad (aba) dijo que hay diez personas conocidas como los Asharah Mubasharah a los que el Santo Profeta (sa) les dio la buena nueva del Paraíso, entre los que estaba Hazrat Abu Bakr (ra). Su Santidad (aba) aclaró que aunque estas personas estaban muy cerca del Santo Profeta (sa), no fueron los únicos a los que se les dio la buena nueva del Paraíso, de hecho hay unos 25 compañeros a los que se les dio esta buena noticia. También están los que participaron en la Batalla de Badr y en el juramento de lealtad en Bai’at-e-Rizwan, que también recibieron la buena nueva del Paraíso.

Su Santidad (aba) dijo que el Santo Profeta (sa) dijo una vez que Gabriel le mostró la puerta por la que su gente entraría en el Paraíso. Al escuchar esto, Hazrat Abu Bakr (ra) expresó que deseaba haber estado allí para poder ver también esta puerta. El Santo Profeta (sa) respondió que Hazrat Abu Bakr (ra) sería el primero en entrar por esa puerta.Su Santidad (aba) dijo que seguiría narrando estos incidentes en el futuro.

Oraciones fúnebres

Su Santidad (aba) dijo que dirigiría las oraciones fúnebres de los siguientes miembros fallecidos:

Abdul Basit

Abdul Basit fue el Amir (Presidente Nacional) de la Comunidad Musulmana Ahmadía en Indonesia. Viajó a Rabwah (Pakistán) a los 21 años para estudiar en el Instituto de Idiomas y Teología. Tras graduarse, sirvió como misionero en Tailandia y luego en Indonesia, incluso como Presidente Nacional. Su período total de servicio abarca 40 años. Le sobreviven su esposa, tres hijos y dos hijas.

Su mujer dice que daba prioridad a la Comunidad en todo momento, y que siempre ponía en práctica de inmediato cualquier instrucción que llegara de la Sede. Daba prioridad a la sencillez y consultaba al cuerpo administrativo siempre que había que tomar una decisión. Amaba mucho el Jilafat y era muy cuidadoso en su trabajo. Era muy puntual al ir a la oficina y si no podía llegar a tiempo por cualquier motivo, siempre informaba al personal de la oficina de antemano. Siempre que iba a reunirse con los ahmadíes, llevaba regalos para los niños. Incluso si estaba molesto, seguía teniendo en cuenta los sentimientos de los demás y siempre trataba de ayudar a los demás a mejorar.A pesar de su enfermedad, se esforzaba al máximo para que su trabajo no se viera afectado. Siempre que hablaba, lo hacía de una manera que podía ser entendida por personas de todos los orígenes, y todo tipo de personas se sentían cómodas al sentarse y hablar con él. También mantenía buenos lazos de amistad con personas externas a la Comunidad, incluidos los cargos electos que le consideraban una figura nacional. Incluso los no árabes expresaron que, a través de su ejemplo, aprendieron cómo se debe seguir y amar al Santo Profeta (sa) y, a pesar de que la Comunidad se enfrentaba a graves persecuciones, él dirigía con amor y compasión. Siempre mostró una gran lealtad y sinceridad hacia el Jilafat.

Su Santidad (aba) rezó para que Al’lah le conceda misericordia y perdón, eleve su posición y que Al’lah siga concediendo a la Comunidad tales misioneros y trabajadores. Su Santidad (aba) dijo que siempre lo encontró completamente obediente y desinteresado. Su Santidad (aba) dijo que los misioneros de Indonesia, especialmente, y los de todo el mundo deberían tener en cuenta su ejemplo. No se trata de historias del pasado lejano, sino de ejemplos de la época actual.

Zainab Ramzan

Zainab Ramzan, esposa de Yusuf Usman, un misionero en Tanzania. Era muy piadosa y recta. Era amable con sus vecinos y atendía a los pobres y necesitados. Era la primera en ofrecer sacrificios financieros y en realizar cualquier servicio que pudiera. Llevaba un par de años luchando contra el cáncer. Le sobreviven tres hijos y tres hijas. Su Santidad (aba) rezó para que Al’lah le conceda misericordia y perdón.

Haleema Begum

Haleema Begum, esposa de Sheikh Abdul Qadeer, un dervish de Qadian. Era regular en las oraciones y en el ayuno, era firme y poseía una buena moral. Mientras su salud se lo permitía, enseñaba el Sagrado Corán a los niños de Qadian. Era muy hospitalaria y devota del Jilafat, cumpliendo todas las directivas que recibía. Le sobreviven tres hijas y un hijo. Su Santidad rezó para que Al’lah le conceda misericordia y perdón.

Maile Aneesa

Maile Aneesa de Kiribati: fue la primera musulmana ahmadí de Kiribati. De alguna manera, se encontró con un ejemplar del Sagrado Corán a pesar de que era difícil encontrar cualquier libro en este rincón del mundo. La lectura del Sagrado Corán tuvo un profundo impacto en ella e incluso comenzó a adoptar el velo de inmediato. Sucedió que un año después de que aceptara el Islam, el cuarto califa (rh) envió a esta isla a un misionero ahmadi. Era conocida en la isla como la única musulmana. A la llegada del misionero, ella aceptó el Ahmadíat y comenzó a servir al Islam. Su fe era muy fuerte y su propio ropaje musulmán se convirtió en una fuente de propagación. A pesar de que la gente se burlaba de ella e incluso la maldecía, nunca se amilanó y se mantuvo firme. En un lugar donde todo el mundo veía el islam de forma negativa, ella se mantuvo firme y defendió la fe. Esto tuvo un profundo impacto en los que la rodeaban, incluidos los políticos, hasta el punto de que ayudaron al registro de la Comunidad, algo que habían retrasado anteriormente debido a la oposición.

A pesar de la oposición y de que le aconsejaron que no lo hiciera, envió a su hijo al Instituto Internacional Ahmadía de Lenguas y Teología. Sucedió que, estando allí, se contagió de malaria y acabó falleciendo. La gente se acercó a ella diciéndole que eso demostraba que el Islam era falso, pero ella y sus otros hijos no permitieron que nada los desanimara. Le sobreviven tres hijas y un hijo. Su Santidad (aba) rezó para que Al’lah les conceda paciencia y les permita servir al Islam Ahmadíat como lo hizo su madre. Que Al’lah bendiga las semillas que ella sembró y que Al’lah continúe concediendo a la Comunidad tales mujeres valientes y ejemplares, apasionadas por la propagación y firmes en su fe. Que Al’lah conceda tales madres que han hecho más justicia a la propagación que incluso los misioneros. Que Al’lah le conceda misericordia y perdón y eleve su posición.

Resumen preparado por The Review of Religions

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