27. Una lucha muy desigual
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
Capítulos
  1. 0. Prefacio
  2. 1. Arabia en la época del nacimiento del Profeta
  3. 2. El matrimonio del Santo Profeta con Jadiyya
  4. 3. El Profeta recibe su primera revelación
  5. 4. Los primeros conversos
  6. 5. La persecución de los fieles
  7. 6. El mensaje del Islam
  8. 7. La emigración a Abisinia
  9. 8. ‘Umar acepta el Islam
  10. 9. La persecución se intensifica
  11. 10. El viaje del profeta a Ta’if
  12. 11. El Islam se extiende a Medina
  13. 12. El primer juramento de ‘Aqaba
  14. 13. La Hégira
  15. 14. Suraqa persigue al Profeta
  16. 15. El Profeta llega a Medina
  17. 16. Abu Ayyub Ansari anfitrión del Profeta
  18. 17. La vida en Medina se vuelve insegura
  19. 18. El pacto entre diversas tribus de Medina
  20. 19. Los Mequíes se preparan para atacar Medina
  21. 20. La batalla de Badr
  22. 21. Se cumple una gran profecía
  23. 22. La batalla de Uhud
  24. 23. La victoria se convierte en derrota
  25. 24. Los rumores de la muerte del Profeta llegan a Medina
  26. 25. El enfrentamiento con los Banu Mustaliq
  27. 26. La batalla de la fosa
  28. 27. Una lucha muy desigual
  29. 28. La traición de los Banu Quraiza
  30. 29. Los confederados se dispersan
  31. 30. El castigo de los Banu Quraiza
  32. 31. El juicio de Sa’d inspirado en la Biblia
  33. 32. ¿Deseaba el Profeta continuar la guerra?
  34. 33. Enseñanzas del Judaísmo y Cristianismo sobre la guerra
  35. 34. La enseñanza del Corán respecto a la guerra y la paz
  36. 35. Los preceptos del Profeta respecto a la guerra
  37. 36. Ataques esporádicos de los incrédulos
  38. 37. El Profeta parte a la Meca con mil quinientos compañeros
  39. 38. El tratado de Hudaibiya
  40. 39. Las cartas del Profeta a varios reyes
  41. 40. Carta al rey de Persia
  42. 41. La carta al Negus
  43. 42. Carta al jefe del estado Egipcio
  44. 43. Carta al jefe del Bahrein
  45. 44. La caída de Jaibar
  46. 45. Se cumple la visión del Profeta
  47. 46. La batalla de Mauta
  48. 47. el profeta parte hacia la meca con diez mil fieles
  49. 48. La derrota de la Meca
  50. 49. El Profeta entra en la Meca
  51. 50. La Ka’ba, libre de ídolos
  52. 51. El Profeta perdona a sus enemigos
  53. 52. ‘Ikrima se hace musulmán
  54. 53. La batalla de Hunain
  55. 54. “el profeta de dios os llama”
  56. 55. Un enemigo jurado se convierte en seguidor devoto
  57. 56. El Profeta distribuye el botín
  58. 57. Las maquinaciones de Abu ‘Amir
  59. 58. La expedición de Tabuk
  60. 59. El último peregrinaje
  61. 60. El Profeta hace alusión a su fallecimiento
  62. 61. Los últimos días del Profeta
  63. 62. El Profeta fallece
  64. 63. La personalidad y el carácter del Profeta
  65. 64. La pureza del alma y la limpieza del Profeta
  66. 65. La vida sencilla del Santo Profeta
  67. 66. Su relación con Dios
  68. 67. Su desaprobación de la penitencia
  69. 68. Su actitud hacia sus esposas
  70. 69. Elevadas cualidades morales
  71. 70. Su templanza
  72. 71. Justicia y equidad
  73. 72. Su consideración por los pobres
  74. 73. La protección de los intereses de los pobres
  75. 74. El trato a los esclavos
  76. 75. El trato a las mujeres
  77. 76. Su actitud hacia los difuntos
  78. 77. El trato a los vecinos
  79. 78. El trato a los parientes
  80. 79. La buena compañía
  81. 80. La protección de la fe
  82. 81. El perdón de las faltas ajenas
  83. 82. Paciencia ante la adversidad
  84. 83. La cooperación mutua
  85. 84. La sinceridad
  86. 85. La curiosidad inapropiada
  87. 86. La integridad y la honradez en las transacciones
  88. 87. El pesimismo
  89. 88. La crueldad con los animales
  90. 89. Tolerancia en cuestiones de religión
  91. 90. Valentía
  92. 91. Consideración con los incultos
  93. 92. El cumplimiento de los pactos
  94. 93. El respeto a los servidores de la humanidad
  95. 94. La vida del Profeta es un libro abierto
  96. 95. Notas
  97. 96. Sobre el autor
  98. 97. Índice de Temas
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Ya hemos confirmado que tras la retirada de los hipócritas en Uhud, el número de musulmanes que quedaron en el campo de batalla fue de setecientos. La batalla de la Fosa tuvo lugar apenas dos años después de la Batalla de Uhud. Durante estos dos años, la historia no registra ninguna afluencia masiva hacia el Islam. Por lo tanto, tampoco se podría esperar un aumento del número de combatientes musulmanes de setecientos a tres mil. Al mismo tiempo, tampoco cabe descartar que no se produjera un cierto aumento del número de combatientes musulmanes entre las batallas de Uhud y de la Fosa. A partir de estas consideraciones, parece razonable la estimación de mil doscientos hombres en la Batalla de la Fosa. Sólo resta analizar la razón que lleva a algunos historiadores a proponer cifras tan altas como tres mil o tan bajas como setecientos. En nuestra opinión, la respuesta reside en el hecho de que las dos cifras representan distintas fases del combate. La Batalla de la Fosa se desarrolló en tres fases. En la primera fase, antes de la llegada de las tropas enemigas, los musulmanes estaban entregados a la construcción de la trinchera. Cabe suponer que, durante este tiempo, los niños e incluso las mujeres ayudaran a transportar la tierra extraída de la zanja. Por lo tanto, podemos calcular que, en total, unas tres mil almas trabajaron por parte musulmana en la construcción de la fosa. Este número incluía a los niños y a algunas mujeres. Los niños pudieron ayudar a llevar la tierra, y las mujeres, que siempre competían con los hombres a la hora de ayudar en las campañas musulmanas, debieron haber sido de gran utilidad al efectuar diversas tareas secundarias en la construcción de la trinchera. Disponemos de evidencias que apoyan dicha suposición. Cuando se empezó la excavación, se pidió también la ayuda de los niños, de manera que prácticamente la totalidad de la población de la ciudad participó en la excavación. Pero, cuando llegaron las fuerzas enemigas y se inició la batalla, el Profeta(sa) ordenó que se retiraran del campo todos los jóvenes menores de quince años. Los mayores de quince podían tomar parte en la batalla si así lo deseaban (Halbiyya, Vol. 2). De esto se desprende que, durante la excavación, el número de musulmanes era mucho mayor que cuando empezó la batalla. Las estimaciones de tres mil musulmanes se refieren sólo a la excavación de la trinchera, y las que cifran el número de musulmanes en mil doscientos se refieren únicamente a la batalla, en la que participaron sólo los hombres. La única estimación que queda por explicar es la de setecientos. Nosotros creemos que también se trata de una estimación acertada. Ha sido propuesta por una autoridad sumamente fidedigna, como es Ibn Ishaq, y es defendida por el famoso Ibn Hazm, por lo que es difícil dudar de tal estimación. Efectivamente, si consideramos los demás detalles de la batalla, también esta estimación resulta ser correcta. Existen evidencias que muestran que cuando los Banu Quraiza, en contra de su palabra, se unieron a las fuerzas enemigas y decidieron atacar Medina desde la retaguardia, el Santo Profeta(sa), informado de su perversa intención, decidió enviar soldados a la parte de la ciudad ahora expuesta al ataque de los Banu Quraiza. Al principio no había pensado desplegar defensas allí, ya que los Banu Quraiza estaban aliados con los musulmanes, y se suponía, por tanto, que no dejarían que los mequíes atacaran a la ciudad por su lado. Se sabe que cuando se le comunicó al Profeta(sa) la noticia de la traición de los Banu Quraiza, éste –ante el hecho evidente de que las mujeres, que antes estaban seguras en esa parte de la ciudad en base a la alianza establecida, ahora se encontraban en peligro –decidió enviar dos fuerzas, de doscientos y de trescientos hombres, para defender las dos zonas de la ciudad ahora expuestas. El Profeta(sa) les mandó utilizar el grito de “Al’lahu Akbar” como seña para que las fuerzas musulmanas principales supieran que las mujeres estaban a salvo. La estimación de Ibn Ishaq, por lo tanto, que cifra en setecientos el número de combatientes en la Batalla de la Fosa, también resulta acertada. Si se mandaron quinientos hombres, de un total de mil doscientos, a proteger la zona localizada detrás de la ciudad, entonces sólo podrían quedar setecientos en la trinchera. De ahí que las tres estimaciones de la fuerza musulmana para esta batalla sean correctas.

Para defender la zanja, por tanto, el Santo Profeta(sa) disponía de tan sólo setecientos hombres. Es cierto que ya se había construido la trinchera, pero afrontar y rechazar a un ejército tan grande parecía casi imposible incluso con la ayuda de la trinchera. Pero como siempre, los musulmanes confiaban en Dios, y contaban con Su ayuda. La pequeña fuerza se colocó a la espera del ejército enemigo, mientras que las mujeres y los niños se refugiaron en las dos zonas aparentemente seguras de la ciudad. Cuando el ejército mequí alcanzó la trinchera, sus soldados se sintieron desconcertados porque nunca se había utilizado tal estrategia en ninguna batalla árabe. Decidieron acampar a un lado de la zanja, mientras buscaban un método para atacar y entrar en Medina. Un lado estaba protegido por la trinchera, otro tenía la protección natural de las colinas y un tercer lado, estaba protegido por casas y palmerales. Era imposible lanzar un ataque repentino sobre ninguna zona de la ciudad. Los comandantes consultaron y decidieron que era necesario persuadir a los Banu Quraiza, la tribu judía todavía residente en Medina, para que rompieran su alianza con los musulmanes y se unieran a los confederados en este ataque crucial sobre la ciudad. Sólo los Banu Quraiza podrían abrirles paso a la ciudad. Tras deliberaciones, Abu Sufyan(ra) eligió a Huyai bin Ajtab, jefe de la tribu exiliada de los Banu Nadir y principal incitador de las tribus árabes contra Medina, como responsable para negociar con los Banu Quraiza la concesión de facilidades para atacar la ciudad desde atrás. Huyai bin Ajtab se dirigió a la fortaleza judía a visitar al jefe de los Banu Quraiza. Al principio se negaron a recibirle. Pero consiguió persuadir a uno de los Quraiza, un tal Ka’b, diciendo que éste era el momento más oportuno para derrotar a los musulmanes. Explicó que toda Arabia se había unido para atacar y destruir a los musulmanes. El ejército que se hallaba al otro lado de la trinchera no era un simple ejército, sino un océano de hombres fuertes, a quienes los musulmanes no podrían resistir. Finalmente, llegó a un acuerdo, según el cual los Banu Quraiza, en el momento en que el ejército de infieles lograra pasar la zanja, atacarían aquella zona de Medina a la que el Santo Profeta(sa) había enviado a las mujeres y los niños para su seguridad. Se pensaba que este plan rompería la resistencia musulmana y provocaría la muerte de su población entera (hombres, mujeres y niños). Si este plan hubiese logrado siquiera un éxito parcial, les habría costado muy caro a los musulmanes. No habrían tenido escapatoria a esta trampa mortal.

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