Ya hemos confirmado que tras la retirada de los hipócritas en Uhud, el número de musulmanes que quedaron en el campo de batalla fue de setecientos. La batalla de la Fosa tuvo lugar apenas dos años después de la Batalla de Uhud. Durante estos dos años, la historia no registra ninguna afluencia masiva hacia el Islam. Por lo tanto, tampoco se podría esperar un aumento del número de combatientes musulmanes de setecientos a tres mil. Al mismo tiempo, tampoco cabe descartar que no se produjera un cierto aumento del número de combatientes musulmanes entre las batallas de Uhud y de la Fosa. A partir de estas consideraciones, parece razonable la estimación de mil doscientos hombres en la Batalla de la Fosa. Sólo resta analizar la razón que lleva a algunos historiadores a proponer cifras tan altas como tres mil o tan bajas como setecientos. En nuestra opinión, la respuesta reside en el hecho de que las dos cifras representan distintas fases del combate. La Batalla de la Fosa se desarrolló en tres fases. En la primera fase, antes de la llegada de las tropas enemigas, los musulmanes estaban entregados a la construcción de la trinchera. Cabe suponer que, durante este tiempo, los niños e incluso las mujeres ayudaran a transportar la tierra extraída de la zanja. Por lo tanto, podemos calcular que, en total, unas tres mil almas trabajaron por parte musulmana en la construcción de la fosa. Este número incluía a los niños y a algunas mujeres. Los niños pudieron ayudar a llevar la tierra, y las mujeres, que siempre competían con los hombres a la hora de ayudar en las campañas musulmanas, debieron haber sido de gran utilidad al efectuar diversas tareas secundarias en la construcción de la trinchera. Disponemos de evidencias que apoyan dicha suposición. Cuando se empezó la excavación, se pidió también la ayuda de los niños, de manera que prácticamente la totalidad de la población de la ciudad participó en la excavación. Pero, cuando llegaron las fuerzas enemigas y se inició la batalla, el Profeta(sa) ordenó que se retiraran del campo todos los jóvenes menores de quince años. Los mayores de quince podían tomar parte en la batalla si así lo deseaban (Halbiyya, Vol. 2). De esto se desprende que, durante la excavación, el número de musulmanes era mucho mayor que cuando empezó la batalla. Las estimaciones de tres mil musulmanes se refieren sólo a la excavación de la trinchera, y las que cifran el número de musulmanes en mil doscientos se refieren únicamente a la batalla, en la que participaron sólo los hombres. La única estimación que queda por explicar es la de setecientos. Nosotros creemos que también se trata de una estimación acertada. Ha sido propuesta por una autoridad sumamente fidedigna, como es Ibn Ishaq, y es defendida por el famoso Ibn Hazm, por lo que es difícil dudar de tal estimación. Efectivamente, si consideramos los demás detalles de la batalla, también esta estimación resulta ser correcta. Existen evidencias que muestran que cuando los Banu Quraiza, en contra de su palabra, se unieron a las fuerzas enemigas y decidieron atacar Medina desde la retaguardia, el Santo Profeta(sa), informado de su perversa intención, decidió enviar soldados a la parte de la ciudad ahora expuesta al ataque de los Banu Quraiza. Al principio no había pensado desplegar defensas allí, ya que los Banu Quraiza estaban aliados con los musulmanes, y se suponía, por tanto, que no dejarían que los mequíes atacaran a la ciudad por su lado. Se sabe que cuando se le comunicó al Profeta(sa) la noticia de la traición de los Banu Quraiza, éste –ante el hecho evidente de que las mujeres, que antes estaban seguras en esa parte de la ciudad en base a la alianza establecida, ahora se encontraban en peligro –decidió enviar dos fuerzas, de doscientos y de trescientos hombres, para defender las dos zonas de la ciudad ahora expuestas. El Profeta(sa) les mandó utilizar el grito de “Al’lahu Akbar” como seña para que las fuerzas musulmanas principales supieran que las mujeres estaban a salvo. La estimación de Ibn Ishaq, por lo tanto, que cifra en setecientos el número de combatientes en la Batalla de la Fosa, también resulta acertada. Si se mandaron quinientos hombres, de un total de mil doscientos, a proteger la zona localizada detrás de la ciudad, entonces sólo podrían quedar setecientos en la trinchera. De ahí que las tres estimaciones de la fuerza musulmana para esta batalla sean correctas.
Para defender la zanja, por tanto, el Santo Profeta(sa) disponía de tan sólo setecientos hombres. Es cierto que ya se había construido la trinchera, pero afrontar y rechazar a un ejército tan grande parecía casi imposible incluso con la ayuda de la trinchera. Pero como siempre, los musulmanes confiaban en Dios, y contaban con Su ayuda. La pequeña fuerza se colocó a la espera del ejército enemigo, mientras que las mujeres y los niños se refugiaron en las dos zonas aparentemente seguras de la ciudad. Cuando el ejército mequí alcanzó la trinchera, sus soldados se sintieron desconcertados porque nunca se había utilizado tal estrategia en ninguna batalla árabe. Decidieron acampar a un lado de la zanja, mientras buscaban un método para atacar y entrar en Medina. Un lado estaba protegido por la trinchera, otro tenía la protección natural de las colinas y un tercer lado, estaba protegido por casas y palmerales. Era imposible lanzar un ataque repentino sobre ninguna zona de la ciudad. Los comandantes consultaron y decidieron que era necesario persuadir a los Banu Quraiza, la tribu judía todavía residente en Medina, para que rompieran su alianza con los musulmanes y se unieran a los confederados en este ataque crucial sobre la ciudad. Sólo los Banu Quraiza podrían abrirles paso a la ciudad. Tras deliberaciones, Abu Sufyan(ra) eligió a Huyai bin Ajtab, jefe de la tribu exiliada de los Banu Nadir y principal incitador de las tribus árabes contra Medina, como responsable para negociar con los Banu Quraiza la concesión de facilidades para atacar la ciudad desde atrás. Huyai bin Ajtab se dirigió a la fortaleza judía a visitar al jefe de los Banu Quraiza. Al principio se negaron a recibirle. Pero consiguió persuadir a uno de los Quraiza, un tal Ka’b, diciendo que éste era el momento más oportuno para derrotar a los musulmanes. Explicó que toda Arabia se había unido para atacar y destruir a los musulmanes. El ejército que se hallaba al otro lado de la trinchera no era un simple ejército, sino un océano de hombres fuertes, a quienes los musulmanes no podrían resistir. Finalmente, llegó a un acuerdo, según el cual los Banu Quraiza, en el momento en que el ejército de infieles lograra pasar la zanja, atacarían aquella zona de Medina a la que el Santo Profeta(sa) había enviado a las mujeres y los niños para su seguridad. Se pensaba que este plan rompería la resistencia musulmana y provocaría la muerte de su población entera (hombres, mujeres y niños). Si este plan hubiese logrado siquiera un éxito parcial, les habría costado muy caro a los musulmanes. No habrían tenido escapatoria a esta trampa mortal.