54. “el profeta de dios os llama”
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
Capítulos
  1. 0. Prefacio
  2. 1. Arabia en la época del nacimiento del Profeta
  3. 2. El matrimonio del Santo Profeta con Jadiyya
  4. 3. El Profeta recibe su primera revelación
  5. 4. Los primeros conversos
  6. 5. La persecución de los fieles
  7. 6. El mensaje del Islam
  8. 7. La emigración a Abisinia
  9. 8. ‘Umar acepta el Islam
  10. 9. La persecución se intensifica
  11. 10. El viaje del profeta a Ta’if
  12. 11. El Islam se extiende a Medina
  13. 12. El primer juramento de ‘Aqaba
  14. 13. La Hégira
  15. 14. Suraqa persigue al Profeta
  16. 15. El Profeta llega a Medina
  17. 16. Abu Ayyub Ansari anfitrión del Profeta
  18. 17. La vida en Medina se vuelve insegura
  19. 18. El pacto entre diversas tribus de Medina
  20. 19. Los Mequíes se preparan para atacar Medina
  21. 20. La batalla de Badr
  22. 21. Se cumple una gran profecía
  23. 22. La batalla de Uhud
  24. 23. La victoria se convierte en derrota
  25. 24. Los rumores de la muerte del Profeta llegan a Medina
  26. 25. El enfrentamiento con los Banu Mustaliq
  27. 26. La batalla de la fosa
  28. 27. Una lucha muy desigual
  29. 28. La traición de los Banu Quraiza
  30. 29. Los confederados se dispersan
  31. 30. El castigo de los Banu Quraiza
  32. 31. El juicio de Sa’d inspirado en la Biblia
  33. 32. ¿Deseaba el Profeta continuar la guerra?
  34. 33. Enseñanzas del Judaísmo y Cristianismo sobre la guerra
  35. 34. La enseñanza del Corán respecto a la guerra y la paz
  36. 35. Los preceptos del Profeta respecto a la guerra
  37. 36. Ataques esporádicos de los incrédulos
  38. 37. El Profeta parte a la Meca con mil quinientos compañeros
  39. 38. El tratado de Hudaibiya
  40. 39. Las cartas del Profeta a varios reyes
  41. 40. Carta al rey de Persia
  42. 41. La carta al Negus
  43. 42. Carta al jefe del estado Egipcio
  44. 43. Carta al jefe del Bahrein
  45. 44. La caída de Jaibar
  46. 45. Se cumple la visión del Profeta
  47. 46. La batalla de Mauta
  48. 47. el profeta parte hacia la meca con diez mil fieles
  49. 48. La derrota de la Meca
  50. 49. El Profeta entra en la Meca
  51. 50. La Ka’ba, libre de ídolos
  52. 51. El Profeta perdona a sus enemigos
  53. 52. ‘Ikrima se hace musulmán
  54. 53. La batalla de Hunain
  55. 54. “el profeta de dios os llama”
  56. 55. Un enemigo jurado se convierte en seguidor devoto
  57. 56. El Profeta distribuye el botín
  58. 57. Las maquinaciones de Abu ‘Amir
  59. 58. La expedición de Tabuk
  60. 59. El último peregrinaje
  61. 60. El Profeta hace alusión a su fallecimiento
  62. 61. Los últimos días del Profeta
  63. 62. El Profeta fallece
  64. 63. La personalidad y el carácter del Profeta
  65. 64. La pureza del alma y la limpieza del Profeta
  66. 65. La vida sencilla del Santo Profeta
  67. 66. Su relación con Dios
  68. 67. Su desaprobación de la penitencia
  69. 68. Su actitud hacia sus esposas
  70. 69. Elevadas cualidades morales
  71. 70. Su templanza
  72. 71. Justicia y equidad
  73. 72. Su consideración por los pobres
  74. 73. La protección de los intereses de los pobres
  75. 74. El trato a los esclavos
  76. 75. El trato a las mujeres
  77. 76. Su actitud hacia los difuntos
  78. 77. El trato a los vecinos
  79. 78. El trato a los parientes
  80. 79. La buena compañía
  81. 80. La protección de la fe
  82. 81. El perdón de las faltas ajenas
  83. 82. Paciencia ante la adversidad
  84. 83. La cooperación mutua
  85. 84. La sinceridad
  86. 85. La curiosidad inapropiada
  87. 86. La integridad y la honradez en las transacciones
  88. 87. El pesimismo
  89. 88. La crueldad con los animales
  90. 89. Tolerancia en cuestiones de religión
  91. 90. Valentía
  92. 91. Consideración con los incultos
  93. 92. El cumplimiento de los pactos
  94. 93. El respeto a los servidores de la humanidad
  95. 94. La vida del Profeta es un libro abierto
  96. 95. Notas
  97. 96. Sobre el autor
  98. 97. Índice de Temas
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El Profeta(sa) exhortó a los musulmanes a recordar siempre que Al’lah es Grande, y a rezar para que Él les salvara de las supersticiones de los pueblos anteriores. Antes de la llegada del ejército musulmán a Hunain, los Hawazin y sus aliados ya habían preparado emboscadas en forma de zanjas de protección, y posiciones artilleras de arqueros camuflados propias de la guerra moderna. Habían construido muros alrededor de sus posiciones, detrás de los cuales se situaban los soldados. Los musulmanes debían de pasar por un barranco estrecho. La mayor parte del ejército enemigo estaba escondida en lugares de emboscada, mientras que sólo un pequeño número se hallaba alineado delante de sus camellos. Los musulmanes pensaban que no había más soldados que los que veían. Por lo tanto, avanzaron y atacaron. Cuando hubieron avanzado lo suficiente para permitir un fácil ataque por parte de los enemigos que se hallaban ocultos, el grupo delantero de los que iban montados sobre camellos inició un ataque contra el centro del ejército musulmán, y al mismo tiempo, los arqueros escondidos lanzaron una lluvia de flechas sobre los flancos. Los mequíes que se habían unido al ejército musulmán para tener la oportunidad de mostrar su valor, no pudieron soportar este ataque a dos bandas y retornaron apresuradamente a La Meca. Aunque los musulmanes estaban acostumbrados a situaciones difíciles, cuando dos mil soldados montados en camellos y caballos se abrieron camino en medio del ejército musulmán, los animales de los musulmanes también se espantaron. Cundió el pánico en su ejército. La presión procedía de tres lados y causó una fuga desordenada. En medio de la confusión, sólo el Profeta(sa) permaneció inmóvil acompañado de doce Compañeros. Los demás Compañeros no habían huido del campo de batalla. Quedaban unos cien, algo alejados del Profeta(sa). Uno de ellos declaró que él y sus amigos hicieron todo lo posible para dirigir sus animales hacia el campo de batalla, pero que estos no respondían, asustados por la estampida de los animales mequíes. Sus esfuerzos parecían inútiles. Tiraban de las riendas, pero los animales se negaban a dar la vuelta. Incluso tiraban de su cabeza hasta casi hacerles tocar la cola, pero cuando los espoleaban hacia el campo de batalla, los animales se negaban a moverse, alejándose cada vez más. “Nuestros corazones latían de temor; de miedo por la seguridad del Profeta(sa)”, comentaba este Compañero, “pero no había nada que hacer”. Esta era la situación. El Profeta(sa) estaba en medio de un pequeño grupo de hombres, expuesto a una lluvia de flechas procedentes de las tres direcciones. Detrás de ellos había un desfiladero muy estrecho, por el que sólo podían pasar dos o tres hombres a la vez. En este momento Abu Bakr(ra) bajó de su camello, y cogiendo las riendas de la mula del Profeta(sa), dijo: “Profeta(sa) de Dios, retirémonos un poco para que el ejército musulmán se reúna.”

“Suelta las riendas de mi mula, Abu Bakr(ra)”, dijo el Profeta(sa), y espoleó el animal hacia el barranco entre las líneas emboscadas enemigas, desde donde tiraban los arqueros, exclamando: “Soy un Profeta(sa); no un impostor. Soy el hijo de ‘Abd al-Muttalib” (Bujari). Estas palabras, expresadas en un momento de extremo peligro para su persona, tenían un gran significado. Subrayaban el hecho de que el Profeta(sa) era de verdad un Profeta(sa), un verdadero Mensajero de Dios. Al reiterarlo, quería decir que no temía a la muerte ni al fracaso de su misión. Pero si a pesar de estar rodeado por los arqueros permanecía a salvo, los musulmanes no debían atribuirle cualidades divinas, pues no era más que un ser humano, el hijo de ‘Abd al-Muttalib. ¡Cuánto se esforzaba para recordar a sus fieles la diferencia entre la fe y la superstición! Tras esta declaración memorable, el Profeta(sa)llamó a ‘Abbas(ra), que tenía una voz poderosa, y le dijo: “’Abbas(ra), alza tu voz y recuerda a los musulmanes el juramento que prestaron bajo el árbol en Hudaibiya, y de lo que aprendieron en la época de la revelación de la Sura Baqara. Diles que el Profeta(sa) de Dios les llama”. ‘Abbas(ra) alzó su poderosa voz y el mensaje del Profeta(sa) cayó como un trueno, no sobre oídos sordos sino sobre oídos impacientes. Tuvo un efecto conmovedor. Los mismos Compañeros que eran incapaces de dirigir sus animales hasta el campo de batalla de pronto se sentían ya, no en este mundo sino en el otro, ante Dios en el Día del Juicio. La voz de ‘Abbas(ra) ya no parecía suya, sino la voz de un ángel llamándoles a rendir cuentas de sus acciones. Entonces, nada les impidió volver al campo de batalla. Muchos se apearon, llevando tan solo el escudo y la espada, dejando sus animales donde estaban. Otros se apearon, y tras cortar la cabeza de sus animales se precipitaron a pie hacia el Profeta(sa). Se dice que aquel día los Ansar fueron corriendo hacia el Profeta(sa) con la velocidad de una vaca o de una camella que corre hacia su cría al oír sus gritos. Muy pronto, el Profeta(sa) se encontraba rodeado de un gran número de Compañeros, la mayor parte de ellos Ansar. El enemigo fue derrotado de nuevo.

La presencia de Abu Sufyan(ra) al lado del Profeta(sa) aquel día constituye una importante señal divina, signo del poder de Dios y del ejemplo purificador del Profeta(sa). Hacía tan sólo unos días que Abu Sufyan(ra) era un enemigo feroz del Profeta(sa), comandante de un ejército igualmente fiero, empeñado en destruir a los musulmanes. Pero ahora Abu Sufyan(ra) estaba al lado del Profeta(sa) como amigo, seguidor y Compañero. Cuando se produjo la estampida de los camellos del enemigo, Abu Sufyan(ra), general de mucha experiencia, se percató de que su propio caballo también se espantaría. Se apresuró a apearse y cogiendo el estribo de la mula del Profeta(sa), empezó a caminar. Con la espada en la mano, estaba dispuesto a morir antes que permitir que alguien se acercara al Profeta(sa). Al observar este cambio en Abu Sufyan(ra), el Profeta(sa) mostró una gran alegría y sorpresa. Meditó sobre esta nueva evidencia del poder divino: hacía tan sólo diez o quince días, este hombre estaba levantando un ejército para acabar con el movimiento del Islam. Pero ahora se había producido el gran cambio. Un antiguo comandante enemigo ahora se encontraba al lado del Profeta(sa) como simple soldado, sujetando el estribo de su mula, dispuesto a morir por él. Abbas(ra) vio cómo se maravillaba el Profeta(sa) y dijo: “Profeta(sa) de Dios, éste es Abu Sufyan, hijo de tu tío, y por lo tanto tu hermano. ¿No estás contento con él?”

“Lo estoy”, respondió el Profeta(sa), “y rezo para que Dios le perdone todos los males que ha cometido.” Entonces, dirigiéndose a Abu Sufyan(ra), dijo “¡Hermano!” Abu Sufyan(ra), incapaz reprimir el afecto que surgía de su corazón, se inclinó y besó el pie del Profeta(sa), en el estribo que sujetaba. (Halbiyya)

Tras la batalla de Hunain, el Profeta(sa) devolvió el material bélico que había pedido prestado. Al hacerlo, dio a los prestamistas una compensación varias veces superior. Éstos se maravillaron por el cuidado y consideración mostrados por el Profeta(sa) al devolver el material, y compensar a los que lo habían prestado. Sentían que el Profeta(sa) no era un hombre ordinario, sino uno cuyo ejemplo moral se elevaba muy por encima de los demás. No es de extrañar, pues, que Safwanra se hiciera musulmán de inmediato.

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