Cuando el Islam empezó a conseguir una aceptación general en la mayor parte de Arabia, el Santo Profeta(sa) recibía a menudo grandes cantidades de bienes y dinero, que distribuía inmediatamente entre los más necesitados. En una ocasión, su hija Fátimara vino a verle, y mostrándole sus manos callosas a fuerza de machacar el trigo con la piedra, le pidió que se le asignara un esclavo para aliviar su trabajo. El Santo Profeta(sa) respondió: “Te diré algo que vale mucho más que un esclavo. Por la noche, cuando te vayas a acostar, debes alabar a Dios treinta y tres veces, afirmar su perfección también treinta y tres veces, y afirmar su grandeza treinta y cuatro veces. Esto te ayudará mucho más que la posesión de un esclavo.” (Bujari).
En otra ocasión, cuando estaba distribuyendo el dinero, una moneda se le cayó de la mano y se perdió de vista. Tras terminar la distribución, el Santo Profeta(sa) fue a la mezquita para dirigir las oraciones. Tenía la costumbre de quedarse sentado un breve período de tiempo después de concluir las oraciones, ocupado en recordar a Dios; entonces permitía que la gente se acercara a él para hacerle preguntas o peticiones. En esta ocasión, concluidas las oraciones, se levantó y se dirigió rápidamente a su casa. Buscó la moneda perdida y tras recuperarla volvió a la mezquita y dio la moneda a una persona necesitada, explicando que la moneda se le había caído de la mano mientras distribuía el dinero y que lo había olvidado; pero se acordó del incidente mientras dirigía las oraciones, y le perturbaba la idea de que pudiera morir antes de recuperar la moneda y dársela a alguien que la necesitara, pues sería considerado responsable ante Dios: por eso había salido tan bruscamente de la mezquita para buscarla (Bujari, Kitab al-Kusuf).
En su preocupación por proteger los intereses de los pobres y los necesitados, llegó incluso a establecer que no se diera nada por caridad a sus descendientes, temiendo que los musulmanes, por devoción y amor a él, llegaran con el paso del tiempo, a hacer de sus descendientes el objeto principal de su caridad, privando así a los pobres y necesitados de la parte que les correspondía. En una ocasión, alguien le presentó una cierta cantidad de dátiles ofreciéndolos en caridad. Su nieto Imam Hasanra, que en aquel entonces tenía dos años y medio, se encontraba por casualidad con el Santo Profeta(sa), cogió uno de los dátiles y se lo metió en la boca. El Santo Profeta(sa) en seguida puso el dedo en la boca del niño y retiró el dátil, diciendo: “No tenemos derecho. Pertenece a los pobres de entre las criaturas de Dios.” (Bujari, Kitab al-Kusuf).