59. El último peregrinaje
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
Capítulos
  1. 0. Prefacio
  2. 1. Arabia en la época del nacimiento del Profeta
  3. 2. El matrimonio del Santo Profeta con Jadiyya
  4. 3. El Profeta recibe su primera revelación
  5. 4. Los primeros conversos
  6. 5. La persecución de los fieles
  7. 6. El mensaje del Islam
  8. 7. La emigración a Abisinia
  9. 8. ‘Umar acepta el Islam
  10. 9. La persecución se intensifica
  11. 10. El viaje del profeta a Ta’if
  12. 11. El Islam se extiende a Medina
  13. 12. El primer juramento de ‘Aqaba
  14. 13. La Hégira
  15. 14. Suraqa persigue al Profeta
  16. 15. El Profeta llega a Medina
  17. 16. Abu Ayyub Ansari anfitrión del Profeta
  18. 17. La vida en Medina se vuelve insegura
  19. 18. El pacto entre diversas tribus de Medina
  20. 19. Los Mequíes se preparan para atacar Medina
  21. 20. La batalla de Badr
  22. 21. Se cumple una gran profecía
  23. 22. La batalla de Uhud
  24. 23. La victoria se convierte en derrota
  25. 24. Los rumores de la muerte del Profeta llegan a Medina
  26. 25. El enfrentamiento con los Banu Mustaliq
  27. 26. La batalla de la fosa
  28. 27. Una lucha muy desigual
  29. 28. La traición de los Banu Quraiza
  30. 29. Los confederados se dispersan
  31. 30. El castigo de los Banu Quraiza
  32. 31. El juicio de Sa’d inspirado en la Biblia
  33. 32. ¿Deseaba el Profeta continuar la guerra?
  34. 33. Enseñanzas del Judaísmo y Cristianismo sobre la guerra
  35. 34. La enseñanza del Corán respecto a la guerra y la paz
  36. 35. Los preceptos del Profeta respecto a la guerra
  37. 36. Ataques esporádicos de los incrédulos
  38. 37. El Profeta parte a la Meca con mil quinientos compañeros
  39. 38. El tratado de Hudaibiya
  40. 39. Las cartas del Profeta a varios reyes
  41. 40. Carta al rey de Persia
  42. 41. La carta al Negus
  43. 42. Carta al jefe del estado Egipcio
  44. 43. Carta al jefe del Bahrein
  45. 44. La caída de Jaibar
  46. 45. Se cumple la visión del Profeta
  47. 46. La batalla de Mauta
  48. 47. el profeta parte hacia la meca con diez mil fieles
  49. 48. La derrota de la Meca
  50. 49. El Profeta entra en la Meca
  51. 50. La Ka’ba, libre de ídolos
  52. 51. El Profeta perdona a sus enemigos
  53. 52. ‘Ikrima se hace musulmán
  54. 53. La batalla de Hunain
  55. 54. “el profeta de dios os llama”
  56. 55. Un enemigo jurado se convierte en seguidor devoto
  57. 56. El Profeta distribuye el botín
  58. 57. Las maquinaciones de Abu ‘Amir
  59. 58. La expedición de Tabuk
  60. 59. El último peregrinaje
  61. 60. El Profeta hace alusión a su fallecimiento
  62. 61. Los últimos días del Profeta
  63. 62. El Profeta fallece
  64. 63. La personalidad y el carácter del Profeta
  65. 64. La pureza del alma y la limpieza del Profeta
  66. 65. La vida sencilla del Santo Profeta
  67. 66. Su relación con Dios
  68. 67. Su desaprobación de la penitencia
  69. 68. Su actitud hacia sus esposas
  70. 69. Elevadas cualidades morales
  71. 70. Su templanza
  72. 71. Justicia y equidad
  73. 72. Su consideración por los pobres
  74. 73. La protección de los intereses de los pobres
  75. 74. El trato a los esclavos
  76. 75. El trato a las mujeres
  77. 76. Su actitud hacia los difuntos
  78. 77. El trato a los vecinos
  79. 78. El trato a los parientes
  80. 79. La buena compañía
  81. 80. La protección de la fe
  82. 81. El perdón de las faltas ajenas
  83. 82. Paciencia ante la adversidad
  84. 83. La cooperación mutua
  85. 84. La sinceridad
  86. 85. La curiosidad inapropiada
  87. 86. La integridad y la honradez en las transacciones
  88. 87. El pesimismo
  89. 88. La crueldad con los animales
  90. 89. Tolerancia en cuestiones de religión
  91. 90. Valentía
  92. 91. Consideración con los incultos
  93. 92. El cumplimiento de los pactos
  94. 93. El respeto a los servidores de la humanidad
  95. 94. La vida del Profeta es un libro abierto
  96. 95. Notas
  97. 96. Sobre el autor
  98. 97. Índice de Temas
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En el noveno año de la Hégira, el Profeta(sa) emprendió el peregrinaje a La Meca. En el día del peregrinaje, recibió la revelación que contiene el famoso versículo del Corán:

“Hoy os he perfeccionado vuestra religión y he completado Mi gracia con vosotros y os he elegido al Islam como religión” (5:4)

El versículo significaba que, en efecto, el Mensaje que el Santo Profeta(sa) había traído de Dios y que durante todos estos años había expuesto con la palabra y el ejemplo, se había completado. Cada parte de este Mensaje era una bendición. Ahora, este Mensaje encerraba las bendiciones más elevadas que el hombre pudiera recibir de Dios; y que se resume en el nombre “al-Islam”, que significa “sumisión”. La sumisión iba a ser la religión de los musulmanes, la religión de la humanidad. El Santo Profeta(sa) recitó este versículo en el valle de Muzdalifa, donde los peregrinos se habían reunido. Al volver de Muzdalifa, el Profeta(sa) se detuvo en Mina; era el día once del mes de Dhu’l Hiyya, y ante una inmensa congregación musulmana, pronunció el discurso conocido en la historia como el discurso de despedida del Santo Profeta(sa). En el transcurso de su discurso dijo:

“¡Oh hombres! Prestadme atención pues no sé si podré reunirme de nuevo con vosotros en este valle y dirigirme a vosotros como lo hago ahora. Vuestras vidas y posesiones han sido declaradas inviolables por Dios frente a los ataques de uno y otro, hasta el Día del Juicio. Dios ha designado a cada uno su parte en la herencia. No será admitido ningún testamento que perjudique los derechos de un heredero legal. Todo niño nacido en cualquier casa será considerado hijo del padre de esa casa. Quienquiera que impugne el parentesco de tal niño será reo de castigo según la ley del Islam. Quienquiera que atribuya su nacimiento al padre de otro, o declare falsamente que determinada persona es su tutor, a ese, Dios, Sus ángeles, y toda la humanidad, le maldecirá.

“¡Oh hombres! Tenéis algunos derechos ante vuestras mujeres, pero vuestras mujeres tienen también algunos derechos sobre vosotros. Su obligación es que vivan una vida casta y no sigan maneras que acarreen la desgracia del marido a los ojos de la gente. Si vuestras esposas no observan esta conducta, tenéis el derecho a castigarlas, pero sólo tras una investigación realizada por las autoridades competentes, y sólo cuando se haya establecido vuestro derecho a castigarlas. Aun así, el castigo en tal caso no ha de ser muy severo. Mas si vuestras esposas no actúan así, y su comportamiento no conduce a la desgracia de sus maridos, vuestro deber es proporcionarles comida, vestido y refugio, de acuerdo con vuestro estándar de vida. Recordad que debéis tratar siempre bien a vuestras mujeres. Dios os ha hecho responsables del cuidado de ellas. La mujer es débil y no puede proteger sus propios derechos. Cuando contraéis matrimonio, Dios os nombra depositarios de tales derechos. Traéis a vuestras mujeres a vuestros hogares bajo la ley de Dios. No debéis, por tanto, abusar de la responsabilidad que Dios ha puesto en vuestras manos.

“¡Oh hombres!, Aún mantenéis bajo vuestra posesión a algunos prisioneros de guerra. Os advierto, pues, que les alimentéis y les vistáis de la misma manera y estilo con que os alimentáis y vestís vosotros. Si cometen algo erróneo que sois incapaces de perdonar, cededlos entonces a alguien otro. Son parte de la creación de Dios. No puede ser justo de ninguna manera que les causéis dolor o sufrimiento.

“¡Oh hombres!, Escuchad y recordad lo que os digo: Todos los musulmanes son como hermanos entre sí. Todos vosotros sois iguales. Todo hombre, cualquiera sea la nación o tribu a la que pertenezca, y cualquiera que sea la posición que mantenga en su vida, es igual a los demás.”

Mientras pronunciaba estas palabras, el Profeta(sa) levantó las manos y unió los dedos de una mano con los de la otra, y prosiguió:

“De igual manera que los dedos de las dos manos son iguales, así son iguales los seres humanos. Nadie posee ningún derecho ni superioridad que reclamar ante otro. Sois como hermanos”

A continuación, el Profeta(sa) dijo:

“¿Sabéis en qué mes estamos? ¿En qué territorio? ¿Qué día del año es?”

Los musulmanes contestaron que sabían que era el mes sagrado, el territorio sagrado, y el día del Hall. Entonces el Profeta(sa) dijo:

“De la misma forma que este mes es sagrado, esta tierra es inviolable y este día es sagrado, así Dios ha hecho sagrados la vida, propiedad y honor de todo hombre. Despojar a un hombre de su vida, su propiedad o atacar su honor, es tan malvado e injusto como violar la santidad de este día, este mes y este territorio. Lo que os ordeno hoy no es sólo para hoy. Tiene valor para todos los tiempos. Se espera de vosotros que lo recordéis, y que actuéis en consecuencia hasta que abandonéis este mundo, y acudáis al próximo a encontraros con vuestro Hacedor.”

Para concluir, dijo:

“Lo que os he dicho, debéis comunicarlo a los confines de la tierra. Tal vez aquellos que no me han escuchado se beneficien más que los que me escucharon.” (Sihah Sitta, Tabari, Hisham y Jamis).

El discurso del Profeta(sa) resume la enseñanza y el espíritu del Islam. Demuestra la profundidad de la preocupación que sentía por el bienestar del hombre y por la paz del mundo. Demuestra, igualmente, la profundidad de su respeto por los derechos de la mujer y otras criaturas débiles. El Profeta(sa) sabía que se le acercaba su muerte. Había recibido indicaciones de Dios acerca de ello.

Entre otras cosas, expresó su preocupación por el tratamiento que las mujeres recibían de sus maridos. Cuidó de no dejar este mundo sin asegurar a las mujeres el estatus que les correspondía por derecho. Desde el nacimiento de la humanidad, la mujer había sido considerada como esclava y criada del hombre. Ésta era una preocupación del Profeta(sa); la otra eran los prisioneros de guerra. Eran mal considerados, tratados como esclavos y sometidos a crueldades y excesos de todo tipo. El Profeta(sa) creía que no debía dejar este mundo sin asegurar a los prisioneros de guerra los derechos que les correspondían ante los ojos de Dios.

La desigualdad entre los hombres también deprimía al Profeta(sa). A veces estas diferencias se agudizaban hasta extremos inaceptables. Determinados hombres eran elevados al cielo, mientras otros eran considerados lo más bajo del mundo. Las condiciones que creaban tal desigualdad también creaban antagonismo y guerra entre naciones y pueblos. El Profeta(sa) también se preocupó por estas dificultades. Si no se eliminaba la desigualdad junto con las condiciones que llevaban a un pueblo a usurpar los derechos de otro, a matar y a saquear (si no se eliminaban estas condiciones que prevalecen en tiempos de decadencia moral), sería imposible asegurar la paz y el progreso del mundo.

Enseñó que la vida y la propiedad humana gozaban de la misma santidad que los días, meses y lugares sagrados. Ningún hombre se había preocupado tanto por el bienestar de las mujeres, los derechos de los débiles y la paz entre las naciones como el Santo Profeta(sa) del Islam. Nadie había hecho tanto como él por el bien de la humanidad. No es de extrañar, pues, que el Islam haya defendido siempre el derecho de la mujer a tener y heredar bienes.

Las naciones europeas no reconocieron este derecho hasta unos mil trescientos años después del advenimiento del Islam. Todos los que se unen al Islam se consideran iguales a los demás, aún si provienen de una clase social muy baja. La libertad y la igualdad son contribuciones del Islam a la cultura universal.

Las concesiones de las demás religiones respecto a la libertad e igualdad están muy atrasadas con respecto a las que practica y predica el Islam. En una mezquita musulmana gozan del mismo estatus el rey, el jefe religioso y el hombre ordinario: no hay diferencia entre ellos. En los templos e iglesias de las demás religiones y naciones, tales diferencias persisten hoy por mucho que afirman haber hecho más que el Islam por la libertad y la igualdad.

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