En cuestiones de comida y bebida, el Santo Profeta(sa) tenía gustos muy simples. Nunca expresaba su desagrado si la comida estaba mal preparada o mal cocinada. Si podía comerla, la comía para no decepcionar al que la había preparado. Sin embargo, si un cierto plato no se podía comer, simplemente se abstenía de comerlo, pero nunca lo criticaba. Cuando se sentaba para comer, prestaba atención a la comida que tenía delante, y siempre decía que no le gustaba una actitud indiferente, como si la persona que comía estuviera por encima de cuestiones tan poco importantes como la comida o la bebida. Cuando se le presentaba un alimento, siempre lo compartía con los que estaban presentes en su compañía. En una ocasión, alguien le ofreció dátiles; el Santo Profeta(sa) miró a su alrededor, y después de calcular el número de personas presentes, repartió los dátiles entre ellos, de forma que cada uno recibió siete. Hazrat Abu Hurairara relata que el Santo Profeta(sa) nunca comió hasta saciarse, ni siquiera el pan de cebada (Bujari). En una ocasión, pasaba por la calle cuando vio a un grupo de personas reunidas alrededor de una cabra asada, preparados para disfrutar del banquete. Cuando vieron al Santo Profeta(sa), le invitaron a comer, pero él rechazó la invitación. No lo hizo porque no le gustara la carne asada, sino porque no aprobaba la celebración de un banquete al aire libre, donde los comensales podrían ser observados por los pobres que no tenían suficiente para comer. Se dice que efectivamente, en otras ocasiones, sí que comió carne asada. Hazrat A’ishara relata que, hasta el día de su fallecimiento, nunca comió lo suficiente como para satisfacer su hambre durante tres días consecutivos. Además, no le gustaba que nadie acudiera a comer a casa de otro, sin haber sido invitado. En una ocasión, alguien le invitó a comer en su casa diciéndole que trajera cuatro invitados más. Cuando llegó a la casa, encontró que una sexta persona se había unido al grupo. El anfitrión vino a la puerta para recibir al Santo Profeta(sa) y a su grupo. El Santo Profeta(sa) le comentó que ahora eran seis y el anfitrión debía decidir si permitía que la sexta persona comiera con ellos, o pedirle que se fuera. Naturalmente, el anfitrión, invitó gustosamente a la sexta persona (Bujari, Kitab al-A’ima).
Cuando el Santo Profeta(sa) se sentaba para comer, siempre empezaba invocando el nombre y las bendiciones de Al’lah; y al terminar la comida, le daba las gracias con estas palabras: “Todas las alabanzas sean a Al’lah, que nos ha dado de comer; alabanzas abundantes, sinceras y cada vez mayores; alabanzas que dejan en la mente, no la impresión de haber dicho bastante, sino la impresión de que estas alabanzas no deben terminar nunca, y que todos los actos divinos son dignos de glorificación y deben ser ensalzados. ¡Al’lah! Llena nuestro corazón con estos sentimientos.” A veces empleaba estas otras palabras: “Todas las alabanzas sean para Dios, que ha satisfecho nuestra hambre y nuestra sed. Que nuestros corazones anhelen siempre Su enaltecimiento, y nunca Le sean ingratos.” Siempre recomendaba a sus Compañeros que dejaran de comer antes de satisfacer el hambre, y decía que la comida de una persona debía ser siempre suficiente para dos. Cuando se preparaba en su casa alguna comida especial, sugería que se enviara una parte a sus vecinos. Se enviaban constantemente regalos de comida y otros artículos desde su casa a las de sus vecinos (Muslim y Bujari, Kitab al-Adab).
Siempre intentaba descubrir por el rostro de los que le acompañaban si alguno de ellos pasaba hambre y precisaba ingerir alimento. Hazrat Abu Hurairara relata que en una ocasión, llevaba tres días sin comer. Se puso en la puerta de la mezquita y vio pasar a Hazrat Abu Bakr(ra). Le preguntó el significado de un versículo del Corán que insta a los hombres a dar de comer a los pobres. Hazrat Abu Bakr(ra) le explicó el significado y siguió su camino. Hazrat Abu Hurairara al narrar este incidente, decía indignado que él comprendía el Corán tan bien como Abu Bakr(ra). Su motivo al preguntar el significado a Hazrat Abu Bakr(ra) había sido intentar conseguir que éste, dándose cuenta de que tenía hambre, le proporcionara algo de comida. Poco después, pasó Hazrat Umar(ra) y Hazrat Abu Hurairara volvió preguntarle el sentido del versículo. Hazrat Umar(ra) también se lo explicó y siguió su camino. Hazrat Abu Hurairara, como todos los Compañeros del Santo Profeta(sa), era reacio a hacer una petición directa, y al constatar que habían fracasado sus intentos indirectos de llamar la atención sobre su condición, empezó a sentirse muy débil. De repente oyó una voz suave y tierna que le llamaba. Mirando hacia donde venía la voz, vio que el Santo Profeta(sa) le miraba sonriente desde la ventana de su casa. “¿Tienes hambre?”, preguntó a Hazrat Abu Hurairara. Éste respondió: “A decir verdad, Mensajero de Al’lah, sí que tengo hambre”. El Santo Profeta(sa) le dijo: “Tampoco hay comida en nuestra casa, pero alguien acaba de mandarnos un tazón de leche. Ve a la mezquita a ver si hay allí otros que puedan tener hambre como tú”. Prosiguiendo el relato, Hazrat Abu Hurairara dice: “sentía tanta hambre como para tomar toda la leche del tazón y sin embargo, el Santo Profeta(sa) me había dicho que invitara a todos los demás que estuvieran en la misma condición. Eso significaba que me correspondería una parte muy pequeña de la leche. Pero tenía que obedecer las órdenes del Santo Profeta(sa), así que entré en la mezquita y encontré a seis personas a quienes llevé conmigo. El Santo Profeta(sa) dio la taza de leche a uno de ellos y le dijo que bebiera. Cuando hubo terminado y tras haber alejado la taza de sus labios, el Santo Profeta(sa) insistió en que bebiera una segunda y una tercera vez hasta que satisficiera su hambre. Del mismo modo insistió en que cada uno de los seis bebiera hasta la saciedad. Cada vez que pedía a alguien que bebiera, yo temía que apenas quedara algo de leche en la taza para mí. Cuando hubieron bebido los seis, el Santo Profeta(sa) me dio la taza y vi que todavía quedaba mucha leche. En mi caso también el Santo Profeta(sa) insistió en que bebiera todo lo que quisiera, haciéndome volver a beber dos o tres veces. Al final, él bebió lo que restaba en la taza, dio gracias a Dios y cerró la puerta”. (Bujari, Kitab al-Riqaq). Es probable que el motivo del Santo Profeta(sa) al ofrecer la taza en último lugar a Hazrat Abu Hurairara fuera el de indicarle que debería haber seguido aguantando el hambre, confiando en Dios, y no haber llamado la atención, aun de forma indirecta, respecto a su condición.
Siempre comía y bebía con la mano derecha y se detenía tres veces para respirar cuando bebía. La razón de esto podría radicar en el hecho de que, cuando alguien tiene sed y tiende a beber mucha agua de un solo trago, suele beber demasiado, lo que le puede alterar la digestión. Con respecto a la comida, tenía por norma comer de todas las cosas puras y permisibles, pero no con glotonería o de forma que pudiera privar a otros de su parte. Como ya hemos señalado, su comida normal era siempre muy simple, pero si alguien le ofrecía un plato especialmente preparado, no lo rechazaba. No anhelaba comer platos exquisitos, pero sí le agradaban mucho la miel y los dátiles. Decía, respecto a los dátiles, que existía una relación especial entre el musulmán y la palmera datilera porque las hojas, la corteza y el fruto, tenían algún uso. Ninguna parte del árbol se desperdiciaba. Lo mismo ocurría con el verdadero musulmán. Ninguno de sus actos era superfluo y todo cuanto hacía ayudaba a promover el bienestar de la humanidad (Bujari y Muslim).
El Santo Profeta(sa) prefería la sencillez en cuestiones de ropa. Solía llevar una camisa y un izar, o una camisa y un pantalón. Siempre llevaba el izar5o el pantalón de forma que esta prenda cubriera su cuerpo hasta justo por encima de los tobillos. No consideraba decente descubrir la rodilla, ni cualquier parte del cuerpo por encima de la rodilla. No aprobaba el uso de tela (para ropa o para cortinas, etc.) que tuviera figuras bordadas o pintadas, sobre todo si las figuras podían ser interpretadas como imágenes de dioses o diosas u otros objetos de adoración. En una ocasión encontró colgada de su casa una tela que llevaba un diseño con grandes figuras y mandó que la retiraran. Sin embargo, no consideraba ofensivo el uso de telas que llevaran diseños con figuras pequeñas que no pudieran ser interpretadas así. Nunca llevaba ropa de seda, y no permitía que los hombres musulmanes la llevaran. Para establecer la autenticidad de las cartas que escribió a ciertos reyes invitándoles a aceptar el Islam, hizo que se le preparase un anillo de sello, pero estipuló que se hiciera, no de oro, sino de plata, porque dijo que a los hombres musulmanes se les había prohibido portar objetos de oro (Bujari y Muslim). A las mujeres musulmanas sí se les permitía llevar seda y oro, pero en este caso el Santo Profeta(sa) también les pedía que evitaran excesos. En una ocasión pidió donativos para los pobres, y una dama se quitó una de sus pulseras y se la ofreció como contribución. El Santo Profeta(sa) le dijo: “¿Acaso tu otra mano no merece ser salvada del fuego?”. Entonces la dama se quitó la otra pulsera y la entregó también con el mismo propósito. Ninguna de las esposas del Santo Profeta(sa) poseían adornos de gran valor, y las demás mujeres musulmanas no solían poseer adornos. De acuerdo con las enseñanzas del Corán, el Santo Profeta(sa) reprochaba la acumulación de dinero y de oro, ya que consideraba que perjudicaba a los intereses de los sectores más pobres de la comunidad y por lo tanto, constituía un pecado.
En una ocasión, Hazrat Umar(ra) sugirió al Santo Profeta(sa) que como tenía que recibir a los embajadores de grandes monarcas, mandara preparar una capa lujosa para ponérsela durante las ceremonias. El Profeta(sa) rechazó la sugerencia, diciendo: “A Dios no le agradaría que yo adoptara tales costumbres. Recibiré a todo el mundo con la ropa que llevo todos los días.” En otra ocasión se le ofrecieron como regalo prendas de seda, una de las cuales envió a Hazrat Umar(ra), que dijo: “¿Cómo puedo ponérmela si usted ha rechazado el uso de las prendas de seda?”. El Santo Profeta(sa)comentó: “No todos los regalos son para uso personal.” Con esto quería decir que, al ser una prenda de seda, Hazrat Umar(ra) podía ofrecerla a su esposa o su hija, o podía emplearla de otra forma (Bujari, Kitab al’libas).
La cama del Santo Profeta(sa) también era muy sencilla. No usaba nunca una cama con armazón ni colchón, sino que siempre dormía en el suelo sobre un pedazo de tela de pelo de camello, o un trozo de cuero. Según relata Hazrat A’ishara: “nuestra cama era tan pequeña que cuando el Santo Profeta(sa) se levantaba de noche para hacer las oraciones, yo me tendía a un lado del lecho, con las piernas estiradas cuando él estaba de pie, y dobladas cuando tenía que postrarse”. (Muslim, Tirmidhi y Bujari, Kitab al-At’ima).
Adoptó la misma sencillez con respecto a su vivienda. Su casa consistía generalmente en un cuarto y un pequeño patio. Una cuerda dividía el cuarto, para que cuando recibía visitas, se pudiera colgar una cortina para convertir una parte del cuarto en cámara de audiencias separada de la parte ocupada por su esposa. Su vida era tan simple que, según Hazrat A’ishara, durante la vida del Santo Profeta(sa) a menudo vivían de dátiles y agua; y en el día de su fallecimiento no había más comida en su casa que algunos dátiles (Bujari).