El acuerdo se redactó en los siguientes términos:
“En el nombre de Al’lah. Éstas son las condiciones de paz entre Muhammad(sa), hijo de ‘Abdul’lah, y Suhail ibn ‘Amr, el enviado de La Meca. No habrá combate durante diez años. Quienquiera que desee unirse a Muhammad(sa) y entrar en acuerdos con él, es libre de hacerlo. Quienquiera que desee unirse a los quraishíes y entrar en acuerdos con ellos, es libre de hacerlo. Si un joven, o un hombre cuyo padre todavía vive, se une a Muhammad(sa) sin el permiso de su padre o tutor, será devuelto al mismo. Pero si, de lo contrario, alguien desea unirse a los quraishíes, no será devuelto. Este año Muhammad(sa) regresará sin entrar en La Meca. Pero el próximo año, él y sus seguidores podrán entrar en La Meca, pasar allí tres días, y realizar el circuito de la peregrinación. Los quraishíes se retirarán a las montañas que rodean la ciudad. Cuando Muhammad(sa) y sus seguidores entren en La Meca, irán desarmados, llevando sólo la espada envainada que siempre llevan los viajeros en Arabia” (Bujari).
Cabe mencionar dos hechos de interés ocurridos durante la firma de este acuerdo. Tras acordar los términos, el Profeta(sa) empezó a dictar el acuerdo, diciendo: “En el nombre de Al’lah, el Clemente, el Misericordioso”. Suhail protestó, diciendo: “A Al’lah lo conocemos y en Él creemos, pero ¿por qué “El Clemente, el Misericordioso”?” Éste es un acuerdo entre dos partes. Por lo tanto se han de respetar las creencias religiosas de ambas”. El Profeta(sa) consintió de inmediato y dijo a su escriba: “escribe tan sólo “En el nombre de Al’lah”.
Luego empezó a dictar los términos del acuerdo. En la frase inicial: “Éstas son las condiciones de paz entre el pueblo de La Meca y Muhammad(sa) el Profeta(sa) de Dios.” Suhail protestó de nuevo, diciendo: “Si hubiéramos pensado que eras el Profeta(sa) de Dios, no habríamos luchado contra ti.” El Profeta(sa) aceptó también esta protesta, y sustituyó “Muhammad(sa), el Profeta(sa) de Dios”, por “Muhammad(sa), hijo de ‘Abdul’lah’.” Al percatarse de que el Profeta(sa) aceptaba todas las sugerencias de los mequíes, sus Compañeros empezaron a impacientarse por lo que sentían como una humillación. Les hervía la sangre. ‘Umar(ra), que se sentía más molesto que nadie, se acercó al Profeta(sa) y preguntó: “Profeta(sa) de Dios, ¿no está con nosotros la razón?”.
“Sí. La razón está con nosotros”, contestó el Profeta(sa).
“¿Y no nos informó Dios que haríamos el circuito de peregrinación de la Ka’ba?”, preguntó ‘Umar(ra).
“Sí”, respondió el Profeta(sa).
“Entonces, ¿por qué este acuerdo, y por qué estas humillantes condiciones?”.
“Es cierto”, contestó el Profeta(sa), “que Dios nos anunció que haríamos el circuito de peregrinación en paz, pero no informó del momento. Yo pensé que iba a ser este año. Pero puede que me haya equivocado. ¿Ha de ser acaso forzosamente este año?”. ‘Umar(ra) permaneció en silencio.
Entonces los demás Compañeros protestaron. Algunos preguntaron por qué había consentido devolver a su padre o tutor a un joven que quería ser musulmán, sin obtener a cambio la misma condición para un musulmán que quisiera unirse a los mequíes. El Profeta(sa) les explicó que esto no perjudicaba a los musulmanes. “Todo hombre que se hace musulmán”, dijo, “lo hace porque acepta las creencias y prácticas inculcadas por el Islam. No se hace musulmán para unirse a un partido y adoptar sus costumbres. Tal persona propagará el Mensaje del Islam donde quiera que vaya y servirá como instrumento para la extensión del Islam. Pero un hombre que renuncia al Islam no nos sirve para nada. Si ya no cree sinceramente lo que creemos nosotros, ya no es de los nuestros. Es mejor que se vaya a otro sitio.” Esta respuesta del Profeta(sa) fue suficiente para aquellos que dudaban de la sensatez de la postura adoptada por el Profeta(sa). Debe ser suficiente también para aquellos que hoy creen que según el Islam, la apostasía se castiga con la muerte. De haber sido así, el Profeta(sa) hubiera insistido en la devolución y el castigo de quienes renunciaran al Islam.
Ya anotado el acuerdo y firmados los documentos, pronto surgió una ocasión que puso a prueba la buena fe de las partes. El hijo de Suhail, un plenipotenciario mequí, apareció ante el Profeta(sa), atado, herido y agotado. Se cayó a los pies del Profeta(sa), diciendo: “Profeta(sa) de Dios, en el corazón soy musulmán y por mi fe he tenido que sufrir estos malos tratos a manos de mi padre. Mi padre se hallaba aquí contigo, así que escapé y logré llegar hasta ti”. El Profeta(sa) no había hablado cuando intervino Suhail, diciendo que el acuerdo ya estaba firmado, y que su hijo tendría que irse con él. El joven – Abu Yandal – estaba ante los musulmanes, un hermano entre hermanos, llevado a la desesperación por el maltrato recibido de su padre. Dejar que volviera con su padre era una obligación que los musulmanes no podían tolerar. Sacaron las espadas y parecían resueltos a salvar a este hermano, aunque murieran en el intento. Abu Yandal rogó al Profeta(sa) que le dejara quedarse. ¿Querría devolverle de nuevo a los tiranos de cuyas manos había logrado escapar? Pero el Profeta(sa) tenía clara su decisión. Dijo a Abu Yandal: “Los Profetas no se retractan. Ya hemos firmado el acuerdo. Has de tener paciencia y confiar en Dios. Ciertamente, Él te dará tu libertad y liberará a otros jóvenes como tú.” Tras firmar el acuerdo de paz, el Profeta(sa) volvió a Medina. Poco tiempo después, llegó a Medina otro joven converso mequí, llamado Abu Basir. Pero de acuerdo con las condiciones acordadas, el Profeta(sa) devolvió también a éste. En el viaje de regreso, Abu Basir luchó con sus escoltas. En el transcurso de la lucha, mató a uno de ellos y consiguió escapar. Los mequíes fueron a ver de nuevo al Profeta(sa) para quejarse. Pero el Profeta(sa) respondió: “Os hemos entregado ya a vuestro hombre. Ahora se ha escapado de vuestras manos. No nos incumbe encontrarle y entregarle de nuevo a vosotros.” Algunos días más tarde, una mujer huyó a Medina. La persiguieron algunos familiares suyos y exigieron que volviera. El Profeta(sa) explicó que el acuerdo incluía una excepción en caso de los hombres, pero no hacía ninguna referencia a las mujeres; por lo tanto, se negó a devolver a la mujer.