38. El tratado de Hudaibiya
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
Capítulos
  1. 0. Prefacio
  2. 1. Arabia en la época del nacimiento del Profeta
  3. 2. El matrimonio del Santo Profeta con Jadiyya
  4. 3. El Profeta recibe su primera revelación
  5. 4. Los primeros conversos
  6. 5. La persecución de los fieles
  7. 6. El mensaje del Islam
  8. 7. La emigración a Abisinia
  9. 8. ‘Umar acepta el Islam
  10. 9. La persecución se intensifica
  11. 10. El viaje del profeta a Ta’if
  12. 11. El Islam se extiende a Medina
  13. 12. El primer juramento de ‘Aqaba
  14. 13. La Hégira
  15. 14. Suraqa persigue al Profeta
  16. 15. El Profeta llega a Medina
  17. 16. Abu Ayyub Ansari anfitrión del Profeta
  18. 17. La vida en Medina se vuelve insegura
  19. 18. El pacto entre diversas tribus de Medina
  20. 19. Los Mequíes se preparan para atacar Medina
  21. 20. La batalla de Badr
  22. 21. Se cumple una gran profecía
  23. 22. La batalla de Uhud
  24. 23. La victoria se convierte en derrota
  25. 24. Los rumores de la muerte del Profeta llegan a Medina
  26. 25. El enfrentamiento con los Banu Mustaliq
  27. 26. La batalla de la fosa
  28. 27. Una lucha muy desigual
  29. 28. La traición de los Banu Quraiza
  30. 29. Los confederados se dispersan
  31. 30. El castigo de los Banu Quraiza
  32. 31. El juicio de Sa’d inspirado en la Biblia
  33. 32. ¿Deseaba el Profeta continuar la guerra?
  34. 33. Enseñanzas del Judaísmo y Cristianismo sobre la guerra
  35. 34. La enseñanza del Corán respecto a la guerra y la paz
  36. 35. Los preceptos del Profeta respecto a la guerra
  37. 36. Ataques esporádicos de los incrédulos
  38. 37. El Profeta parte a la Meca con mil quinientos compañeros
  39. 38. El tratado de Hudaibiya
  40. 39. Las cartas del Profeta a varios reyes
  41. 40. Carta al rey de Persia
  42. 41. La carta al Negus
  43. 42. Carta al jefe del estado Egipcio
  44. 43. Carta al jefe del Bahrein
  45. 44. La caída de Jaibar
  46. 45. Se cumple la visión del Profeta
  47. 46. La batalla de Mauta
  48. 47. el profeta parte hacia la meca con diez mil fieles
  49. 48. La derrota de la Meca
  50. 49. El Profeta entra en la Meca
  51. 50. La Ka’ba, libre de ídolos
  52. 51. El Profeta perdona a sus enemigos
  53. 52. ‘Ikrima se hace musulmán
  54. 53. La batalla de Hunain
  55. 54. “el profeta de dios os llama”
  56. 55. Un enemigo jurado se convierte en seguidor devoto
  57. 56. El Profeta distribuye el botín
  58. 57. Las maquinaciones de Abu ‘Amir
  59. 58. La expedición de Tabuk
  60. 59. El último peregrinaje
  61. 60. El Profeta hace alusión a su fallecimiento
  62. 61. Los últimos días del Profeta
  63. 62. El Profeta fallece
  64. 63. La personalidad y el carácter del Profeta
  65. 64. La pureza del alma y la limpieza del Profeta
  66. 65. La vida sencilla del Santo Profeta
  67. 66. Su relación con Dios
  68. 67. Su desaprobación de la penitencia
  69. 68. Su actitud hacia sus esposas
  70. 69. Elevadas cualidades morales
  71. 70. Su templanza
  72. 71. Justicia y equidad
  73. 72. Su consideración por los pobres
  74. 73. La protección de los intereses de los pobres
  75. 74. El trato a los esclavos
  76. 75. El trato a las mujeres
  77. 76. Su actitud hacia los difuntos
  78. 77. El trato a los vecinos
  79. 78. El trato a los parientes
  80. 79. La buena compañía
  81. 80. La protección de la fe
  82. 81. El perdón de las faltas ajenas
  83. 82. Paciencia ante la adversidad
  84. 83. La cooperación mutua
  85. 84. La sinceridad
  86. 85. La curiosidad inapropiada
  87. 86. La integridad y la honradez en las transacciones
  88. 87. El pesimismo
  89. 88. La crueldad con los animales
  90. 89. Tolerancia en cuestiones de religión
  91. 90. Valentía
  92. 91. Consideración con los incultos
  93. 92. El cumplimiento de los pactos
  94. 93. El respeto a los servidores de la humanidad
  95. 94. La vida del Profeta es un libro abierto
  96. 95. Notas
  97. 96. Sobre el autor
  98. 97. Índice de Temas
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El acuerdo se redactó en los siguientes términos:

“En el nombre de Al’lah. Éstas son las condiciones de paz entre Muhammad(sa), hijo de ‘Abdul’lah, y Suhail ibn ‘Amr, el enviado de La Meca. No habrá combate durante diez años. Quienquiera que desee unirse a Muhammad(sa) y entrar en acuerdos con él, es libre de hacerlo. Quienquiera que desee unirse a los quraishíes y entrar en acuerdos con ellos, es libre de hacerlo. Si un joven, o un hombre cuyo padre todavía vive, se une a Muhammad(sa) sin el permiso de su padre o tutor, será devuelto al mismo. Pero si, de lo contrario, alguien desea unirse a los quraishíes, no será devuelto. Este año Muhammad(sa) regresará sin entrar en La Meca. Pero el próximo año, él y sus seguidores podrán entrar en La Meca, pasar allí tres días, y realizar el circuito de la peregrinación. Los quraishíes se retirarán a las montañas que rodean la ciudad. Cuando Muhammad(sa) y sus seguidores entren en La Meca, irán desarmados, llevando sólo la espada envainada que siempre llevan los viajeros en Arabia” (Bujari).

Cabe mencionar dos hechos de interés ocurridos durante la firma de este acuerdo. Tras acordar los términos, el Profeta(sa) empezó a dictar el acuerdo, diciendo: “En el nombre de Al’lah, el Clemente, el Misericordioso”. Suhail protestó, diciendo: “A Al’lah lo conocemos y en Él creemos, pero ¿por qué “El Clemente, el Misericordioso”?” Éste es un acuerdo entre dos partes. Por lo tanto se han de respetar las creencias religiosas de ambas”. El Profeta(sa) consintió de inmediato y dijo a su escriba: “escribe tan sólo “En el nombre de Al’lah”.

Luego empezó a dictar los términos del acuerdo. En la frase inicial: “Éstas son las condiciones de paz entre el pueblo de La Meca y Muhammad(sa) el Profeta(sa) de Dios.” Suhail protestó de nuevo, diciendo: “Si hubiéramos pensado que eras el Profeta(sa) de Dios, no habríamos luchado contra ti.” El Profeta(sa) aceptó también esta protesta, y sustituyó “Muhammad(sa), el Profeta(sa) de Dios”, por “Muhammad(sa), hijo de ‘Abdul’lah’.” Al percatarse de que el Profeta(sa) aceptaba todas las sugerencias de los mequíes, sus Compañeros empezaron a impacientarse por lo que sentían como una humillación. Les hervía la sangre. ‘Umar(ra), que se sentía más molesto que nadie, se acercó al Profeta(sa) y preguntó: “Profeta(sa) de Dios, ¿no está con nosotros la razón?”.

“Sí. La razón está con nosotros”, contestó el Profeta(sa).

“¿Y no nos informó Dios que haríamos el circuito de peregrinación de la Ka’ba?”, preguntó ‘Umar(ra).

“Sí”, respondió el Profeta(sa).

“Entonces, ¿por qué este acuerdo, y por qué estas humillantes condiciones?”.

“Es cierto”, contestó el Profeta(sa), “que Dios nos anunció que haríamos el circuito de peregrinación en paz, pero no informó del momento. Yo pensé que iba a ser este año. Pero puede que me haya equivocado. ¿Ha de ser acaso forzosamente este año?”. ‘Umar(ra) permaneció en silencio.

Entonces los demás Compañeros protestaron. Algunos preguntaron por qué había consentido devolver a su padre o tutor a un joven que quería ser musulmán, sin obtener a cambio la misma condición para un musulmán que quisiera unirse a los mequíes. El Profeta(sa) les explicó que esto no perjudicaba a los musulmanes. “Todo hombre que se hace musulmán”, dijo, “lo hace porque acepta las creencias y prácticas inculcadas por el Islam. No se hace musulmán para unirse a un partido y adoptar sus costumbres. Tal persona propagará el Mensaje del Islam donde quiera que vaya y servirá como instrumento para la extensión del Islam. Pero un hombre que renuncia al Islam no nos sirve para nada. Si ya no cree sinceramente lo que creemos nosotros, ya no es de los nuestros. Es mejor que se vaya a otro sitio.” Esta respuesta del Profeta(sa) fue suficiente para aquellos que dudaban de la sensatez de la postura adoptada por el Profeta(sa). Debe ser suficiente también para aquellos que hoy creen que según el Islam, la apostasía se castiga con la muerte. De haber sido así, el Profeta(sa) hubiera insistido en la devolución y el castigo de quienes renunciaran al Islam.

Ya anotado el acuerdo y firmados los documentos, pronto surgió una ocasión que puso a prueba la buena fe de las partes. El hijo de Suhail, un plenipotenciario mequí, apareció ante el Profeta(sa), atado, herido y agotado. Se cayó a los pies del Profeta(sa), diciendo: “Profeta(sa) de Dios, en el corazón soy musulmán y por mi fe he tenido que sufrir estos malos tratos a manos de mi padre. Mi padre se hallaba aquí contigo, así que escapé y logré llegar hasta ti”. El Profeta(sa) no había hablado cuando intervino Suhail, diciendo que el acuerdo ya estaba firmado, y que su hijo tendría que irse con él. El joven – Abu Yandal – estaba ante los musulmanes, un hermano entre hermanos, llevado a la desesperación por el maltrato recibido de su padre. Dejar que volviera con su padre era una obligación que los musulmanes no podían tolerar. Sacaron las espadas y parecían resueltos a salvar a este hermano, aunque murieran en el intento. Abu Yandal rogó al Profeta(sa) que le dejara quedarse. ¿Querría devolverle de nuevo a los tiranos de cuyas manos había logrado escapar? Pero el Profeta(sa) tenía clara su decisión. Dijo a Abu Yandal: “Los Profetas no se retractan. Ya hemos firmado el acuerdo. Has de tener paciencia y confiar en Dios. Ciertamente, Él te dará tu libertad y liberará a otros jóvenes como tú.” Tras firmar el acuerdo de paz, el Profeta(sa) volvió a Medina. Poco tiempo después, llegó a Medina otro joven converso mequí, llamado Abu Basir. Pero de acuerdo con las condiciones acordadas, el Profeta(sa) devolvió también a éste. En el viaje de regreso, Abu Basir luchó con sus escoltas. En el transcurso de la lucha, mató a uno de ellos y consiguió escapar. Los mequíes fueron a ver de nuevo al Profeta(sa) para quejarse. Pero el Profeta(sa) respondió: “Os hemos entregado ya a vuestro hombre. Ahora se ha escapado de vuestras manos. No nos incumbe encontrarle y entregarle de nuevo a vosotros.” Algunos días más tarde, una mujer huyó a Medina. La persiguieron algunos familiares suyos y exigieron que volviera. El Profeta(sa) explicó que el acuerdo incluía una excepción en caso de los hombres, pero no hacía ninguna referencia a las mujeres; por lo tanto, se negó a devolver a la mujer.

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