Los Compañeros (Sahaba) del Profeta Muhammad (sa)
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Los Compañeros (Sahaba) del Profeta Muhammad (sa)

Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía

Tras recitar el Tashahud, Ta‘awuz, y Surah Al-Fatihah, Hazrat Jalifatul Masih V (aba) dijo:

En esta serie de relatos de las vidas de los Sahaba [los Compañeros del Santo Profeta (sa)], hablaré de otros dos Compañeros.

El primero es Hazrat Munzir Bin Muhammad Ansari. Hazrat Munzir Bin Muhammad pertenecía a la tribu Banu Yahzabah. Al emigrar a Medina, el Santo Profeta (sa) estableció un pacto de hermandad entre Hazrat Munzir Bin Muhammad y Hazrat Tufail Bin Hariz. Cuando Hazrat Zubair bin Al-Awwam (ra), Hazrat Hatib Bin Abi Baltah y Hazrat Abu Sairah Bin Abi Ruham emigraron desde Meca a Medina, se quedaron en la casa de Hazrat Munzir Bin Muhammad.

Hazrat Munzir participó en la Batalla de Badr y Uhud. Fue martirizado durante el incidente de Bir-e-Maunah. El incidente de Bir-e-Maunah ha sido mencionado varias veces en los relatos de otros Compañeros. Lo mencionaré brevemente una vez más. Un informe detallado del martirio de Hazrat Munzir se describe en Sirat Jataman Nabiyyin, escrito por Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib. En este libro escribe:

“El Santo Profeta (sa) envió a un grupo de Sahaba bajo el liderazgo de Munzir bin Amr Anṣari en Safar 4 AH. Estas personas eran en su mayoría del Ansaar y sumaban setenta en número, y casi todos ellos eran Qaris, es decir, estaban bien versados en el Sagrado Corán. Recolectaban leña de la jungla durante el día para llegar a fin de mes y pasaban la mayor parte de la noche en adoración. Cuando estas personas llegaron a un lugar conocido como Bir-e-Maunah, que recibió su nombre debido a un pozo de agua, una persona llamada Haram bin Milhaan, que era el tío materno de Anas bin Malik, se adelantó para presentar el mensaje del islam por parte del Santo Profeta Muhammad (sa) a Aamir bin Ṭufail, que era el jefe de la tribu Aamir y sobrino paterno de Abu Bara Aamiri. El resto de los Compañeros se quedaron atrás. Cuando Haram bin Milhan se encontró con Aamir bin Ṭufail y sus seguidores se presentaron como emisarios del Santo Profeta (sa), al principio, le dieron una cálida bienvenida en su hipocresía; pero después de haberse acomodado, y cuando comenzó a predicar el mensaje del islam, algunos malvados de entre ellos hicieron una señal a alguien, quien golpeó a este inocente emisario con una lanza desde atrás y lo mató al instante. En ese momento, Haram bin Milhan pronunció las siguientes palabras estando herido: “¡Al-lahu Akbar! Fuztu wa rabbil kabah” es decir, Al-lah es el más grande. Por el Señor de la Kabah, he logrado mi objetivo.” Aamir bin Tufail no se sació con el asesinato de este emisario del Santo Profeta (sa). De hecho, después de esto, incitó a la gente de su tribu, los Banu Aamir, a atacar también al resto de los musulmanes, pero ellos se negaron y dijeron que no atacarían a los musulmanes debido a la garantía de Abu Baraa. Ante esto, Aamir juntó a Banu Ril, Dhakwan y Uzayayh, etc. de la tribu de Sulaim (es decir, las mismas tribus que, según la narración de Bujari, habían venido al Santo Profeta (sa) como una delegación para solicitar que enviara a un grupo de gente para predicarles) y atacaron a esta pequeña e indefensa comunidad de musulmanes. Cuando los musulmanes vieron a estas bestias sedientas de sangre correr hacia ellos, dijeron: “No tenemos ninguna disputa con vosotros. Solo hemos venido siguiendo las instrucciones del Santo Profeta (sa); no hemos venido a pelear”, pero no escucharon ni una palabra y los asesinaron a todos. Entre los Sahaba que estaban presentes en ese momento, solo se salvó uno, que cojeaba y había logrado subir a la cima de una montaña. El nombre de este Sahabi era Kab Bin Zaid (ya se ha narrado su relato). Según algunas narraciones se asegura que los incrédulos también lo atacaron, por lo que fue herido. Los incrédulos lo tomaron por muerto, pero en realidad todavía había vida en él y finalmente sobrevivió.

Dos individuos de esta comunidad de Sahaba se habían separado del grupo en ese momento para llevar a pacer a sus camellos, etc., y sus nombres eran Amr bin Umaiah Ḍamri y Munzir bin Muḥammad. Cuando miraron hacia su campamento, vieron bandadas de pájaros volando sobre sus cabezas. Ellos entendieron estos signos del desierto… (cuando las aves se reúnen de esa manera, significa que hay algo de comida para ellos debajo). Inmediatamente dedujeron que una batalla había tenido lugar. Cuando regresaron, pudieron ver con sus propios ojos esta atrocidad y masacre perpetrada por los incrédulos despiadados. Al ver esta escena desde lejos, deliberaron acerca de lo que deberían hacer. Uno sugirió que deberían escapar inmediatamente y llegar a Medina para informar al Santo Profeta (sa). El otro, sin embargo, no aceptó esta propuesta y dijo: “No huiré de donde nuestro Amir, Munzir bin Amr ha sido martirizado.” Por lo tanto, avanzó y fue martirizado en la batalla.

Por lo tanto, Munzir bin Muhammad, que se había ido para llevar a pacer a los camellos, también se enfrentó a los enemigos y logró el martirio. Este martirio tuvo lugar en el 4 DH (después de la Hégira).

El segundo compañero es Hazrat Hatib bin Abi Baltaah. Pertenecía a la tribu de Lajm. Hazrat Hatib bin Abi Baltaah tenía un pacto con los Banu Asad. Su título era Abu Abdul’lah y también se le menciona como Abu Muhammad. Hazrat Hatib bin Abi Baltaah era originario de Yemen. Asim bin Umar narra que cuando Hatib bin Abi Baltaah y su sirviente, Sad, emigraron de La Meca a Medina, ambos se quedaron con Hazrat Munzir bin Muhammad bin Uqba. El Santo Profeta (sa) formó un vínculo de hermandad entre Hazrat Hatib bin Abi Baltaah y Hazrat Rujaila bin Jalid. En una narración se menciona que el Santo Profeta (sa) formó un vínculo de hermandad entre Hazrat Uwaim bin Saidah y Hazrat Hatib bin Abi Baltaah. Hazrat Hatib bin Abi Baltaah participó en todas las batallas junto al Santo Profeta (sa), incluidas las Batallas de Badr, Uhud y Jandaq [la Trinchera]. El Santo Profeta (sa) le dio una carta con el propósito de transmitir el mensaje del islam y le envió a Muqauqis, el Rey de Egipto.

Hazrat Hatib era uno de los arqueros del Santo Profeta (sa). También se menciona que, durante la era de la ignorancia, Hazrat Hatib bin Abi Baltaah era uno de los jinetes de élite y poetas de los Quraish. Algunos dicen que Hazrat Hatib bin Abi Baltaah era el esclavo de ‘Ubaidul’lah bin Hamid y que obtuvo su libertad de su amo por medio de un acuerdo escrito y pagó la suma de este acuerdo el día de la conquista de La Meca.

Hazrat Umm-e-Salma narra que la propuesta de matrimonio que recibió del Santo Profeta (sa), después del fallecimiento de su esposo, fue enviada a través de Hatib bin Abi Baltaah. En una narración se menciona que Hazrat Anas bin Malik escuchó a Hatib bin Abi Baltaah decir:

“El día de [la Batalla de] Uhud, el Santo Profeta (sa) se volvió hacia mí y sufría un dolor considerable. Esto fue después de que la batalla había terminado cuando las condiciones mejoraron en cierta medida. Hazrat Ali sostenía un cuenco de agua en su mano y el Santo Profeta (sa) se estaba lavando la cara con él. Hatib le preguntó al Santo Profeta (sa), ¿quién te hizo esto? El Santo Profeta (sa) dijo que Utbah bin Abi Waqqas golpeó mi cara con una piedra. Hazrat Hatib narra: ‘Escuché una voz gritar desde la montaña que Muhammad había sido asesinado. Al escucharlo, vine aquí en un estado como si mi alma hubiera abandonado mi cuerpo, dejándolo sin vida. Hazrat Hatib luego le preguntó al Santo Profeta (sa), ‘¿dónde está Utbah?’ El Santo Profeta (sa) señaló hacia una dirección y dijo que él está allí. Hazrat Hatib fue en esa dirección. Él [es decir Utbah bin Abi Waqqas] estaba escondido, pero Hatib fue capaz de capturarlo. Hazrat Hatib lo golpeó con su espada y le cortó la cabeza. Luego tomó su cabeza decapitada, sus pertenencias y su caballo y se los llevó al Santo Profeta (sa). El Santo Profeta (sa) dio todos estos artículos a Hazrat Hatib y oró por él. El Santo Profeta (sa) dijo: ‘¡Que Al-lah esté complacido contigo! ¡Que Al-lah esté complacido contigo!’ Repitió esto dos veces.”

Hazrat Hatib bin Abi Baltaah falleció en Medina a la edad de sesenta y cinco años en el año 30 D.H. Hazrat Usman dirigió su oración fúnebre. Entre los detalles de la carta que el Santo Profeta (sa) envió a Muqauqis, Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib ha mencionado que es la tercera carta que se envió a los reyes, mientras que Hazrat Jalifat-ul-Masih II dijo que era la cuarta carta. Sin embargo, una de las cartas, que fueron enviadas a los gobernantes y reyes para transmitir el mensaje del islam, fue enviada a Muqauqis, el gobernante de Egipto. Era el gobernante de Egipto y Alejandría bajo el mando del César. En otras palabras, él era un gobernante hereditario y siguió la religión del cristianismo, como el César. Su nombre personal era Yurayj bin Mina. Él y sus súbditos pertenecían a la nación copta. El Santo Profeta (sa) envió una carta a través de su compañero, Hatib bin Abi Baltaah, y las palabras de esta carta fueron las siguientes:

“¡Escribo esta carta en nombre de Al-lah, el Clemente, y el que otorga la mejor recompensa por las propias acciones! Esta carta es de Muhammad, el sirviente de Al-lah y Su Mensajero, para Maqauqis, jefe de los coptos. La paz sea con aquel que sigue la guía. Después de esto, ¡oh gobernante de Egipto! Te invito a la guía de islam. Haciéndote musulmán, abraza el islam y acepta la paz de Dios, porque este es el único camino a la salvación. Al-lah el Exaltado te otorgará una doble recompensa. Pero si rechazas esta invitación, el pecado de los coptos recaerá también sobre tus hombros (además del tuyo). ¡Oh gente del Libro! Venid a una palabra igual entre nosotros y vosotros, que no adoramos a nadie más que a Al-lah; y que no asociamos ningún compañero con Él en ningún caso, y que algunos de nosotros no tomemos a otros como nuestro Maestro y Señor. Pero si se alejan, diles: “Sean testigos de que somos seguidores del Dios único y obedientes a Él”.

Esta fue la carta que el Santo Profeta (sa) envió al rey.

Cuando Hatib bin Abī Baltaah (ra) llegó a Alejandría, se encontró con un asistente en la corte real, y después de obtener acceso a Maqauqis, le presentó la carta del Santo Profeta (sa). Maqauqis leyó la carta y, en un tono algo burlón, dijo:

“Si tu maestro es en realidad un Profeta de Dios (en lugar de enviarme esta carta), ¿por qué no suplicó a Dios que me hiciera subordinado a él?” (En otras palabras, para que Dios permita al Santo Profeta (sa) convertirse en su gobernante).

Hatib respondió:

“Si esta objeción es válida, entonces también recae preguntarse sobre Jesús (as), ¿por qué no suplicó contra sus oponentes de esta manera?”.

Entonces, a manera de consejo, dijo:

“Debe contemplar este tema con seriedad, porque antes de esto, en este mismo país, ha habido una persona (es decir, el Faraón) que afirmó que él era el Señor y Gobernante del mundo entero, pero Dios le castigó de tal manera que se convirtió en una lección para todas las generaciones anteriores y posteriores. Sinceramente, le aconsejo que tome una lección de los demás, y no se convierta en alguien de quien otros aprendan una lección”.

Al escuchar su valiente respuesta, Maqauqis dijo:

“El hecho es que ya tenemos una religión, por lo tanto, hasta que encontremos una superior, no podemos abandonar nuestra fe”.

Hatib respondió:

“El islam es una religión que alivia a una persona de la necesidad de todas las demás religiones; (es la ley final) sin embargo, ciertamente no requiere que renuncie a su creencia en el Mesías de Nazaret. De hecho, enseña la creencia en todos los Profetas verdaderos de Dios. Así como Moisés (as) dio buenas nuevas del advenimiento de Jesús, así también, Jesús (as) dio buenas nuevas del advenimiento de nuestro Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él.

“Ante esto, Maqauqis comenzó a reflexionar en silencio. Sin embargo, en algún momento posterior, en otra sesión cuando varios altos dignatarios de la iglesia también estuvieron presentes, Maqauqis preguntó a Hatib:

“He oído que su Profeta fue exiliado de su tierra natal. ¿Por qué no rezó contra aquellos que lo expulsaron, para que fueran destruidos?” (¿Por qué el Profeta no maldijo a los que le sacaron de su casa en La Meca, para que sean destruidos y el Profeta pueda vivir en paz?)

Hatib respondió:

“Nuestro Profeta sólo se vio obligado a exiliarse de su tierra natal, sin embargo, su Mesías fue arrestado por los judíos, que intentaron poner fin a su vida en la cruz; sin embargo, no pudo orar en contra de sus enemigos y destruirlos”.

Maqauqis quedó muy impresionado y dijo:

“Sin duda eres un hombre sabio y un sabio te ha enviado como emisario”.

Después de esto, dijo:

“He reflexionado sobre lo que has dicho sobre tu Profeta y he descubierto que no ha enseñado nada malo, ni ha prohibido nada bueno.”

Luego colocó la carta del Santo Profeta (sa) en una caja de marfil, la selló y se lo entregó a una de sus criadas responsables.

En cualquier caso, Maqauqis honró la letra del Santo Profeta (sa). Después de esto, Maqauqis convocó a un escriba que estaba bien versado en árabe, luego dictó la siguiente carta dirigida al Santo Profeta (sa), y se la entregó a Hatib. El texto de la carta es el siguiente:

“En el nombre de Al-lah, El Clemente, El Misericordioso. Esta carta es de Maqauqis, jefe de los coptos, para Muhammad, hijo de Abdul’lah. La paz sea con usted. He leído su carta, he entendido su contenido y he reflexionado sobre su invitación. Sabía que iba a aparecer un Profeta, pero pensé que nacería en el país de Siria (no en Arabia). He tratado a su emisario con honor y he enviado a dos mujeres, que los coptos tienen en gran estima (estas mujeres pertenecen a familias nobles). También le envío algunas prendas y un asno para que pueda montar sobre él. La paz sea con usted.”

Luego la firmó.

“Esta carta demuestra que el Maqauqis de Egipto trató con reverencia al emisario del Santo Profeta (sa), y hasta cierto punto, también se interesó por la invitación del Santo Profeta (sa). Sin embargo, en cualquier caso, él no aceptó islam. Se comprueba por otras narraciones que falleció como seguidor de la fe cristiana. Por la forma de su discurso, parece que, aunque tenía interés por los asuntos religiosos, no poseía la naturaleza seria que se requería a este respecto. Por esta razón, aparentemente, a pesar de que actuó respetuosamente, rechazó la invitación del Santo Profeta”.

Las dos chicas enviadas por Maqauqis fueron llamadas Mariah y Sirin y ambas eran hermanas. Como dijo Maqauqis en su carta, ambas eran de la nación copta, que era la misma nación a la que pertenecía Maqauqis. Estas chicas no eran personas comunes, sino que, de acuerdo con la carta de Maqauqis, eran “muy apreciadas por los coptos”.

Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) dice:

“En realidad, parece que una antigua tradición entre los egipcios era que presentaban chicas que pertenecían a sus propias familias o eran nobles de la nación a invitados venerados con quienes deseaban fomentar lazos más fuertes”.

Luego escribe:

“Al igual que cuando Abraham (as) se fue a Egipto, el Jefe de Egipto le presentó a una noble (es decir, Agar) también para casarse, quien dio a luz a Ismael, y a través de él, se convirtió en la madre de muchas otras tribus árabes. En cualquier caso, cuando las dos chicas enviadas por Maqauqis llegaron a Medina, el Santo Profeta (sa) se casó él mismo con la chica copta Mariah, y ofreció a su hermana Sirin al famoso poeta Ḥassaan bin Zabit (ra) en matrimonio. Mariah es la misma mujer bendita que dio a luz a Ḥaḍrat Ibrahim, el hijo del Santo Profeta (sa), que fue el único hijo que tuvo durante su época como profeta. También es digno de mención que, debido a la predicación de Ḥaṭib bin Abi Baltaah, estas dos chicas se convirtieron al islam incluso antes de llegar a Medina. La mula que fue enviada al Santo Profeta (sa) en esta ocasión como un regalo fue de color blanco.

El Santo Profeta (sa) a menudo cabalgaba sobre él y en la Batalla de Ḥunain, la misma mula fue utilizada por el Santo Profeta (sa).

Hazrat Musleh Maud (ra) profundiza sobre la carta que se envió a Maqauqis:

“Esta carta, incluida su redacción, es exactamente la misma que se escribió para el Rey de Roma. La única diferencia era que decía: ‘Si no la acepta, la carga de los pecados del pueblo romano recaerá sobre sus hombros’ y la otra carta decía: ‘…la carga de los pecados de los coptos recaerá sobre sus hombros.’”

Cuando Hatib (ra) llegó a Egipto, Maqauqis no estaba en la capital, sino que estaba en Alejandría. Hatib fue a Alejandría, donde el rey había organizado una reunión en la orilla del mar. Es posible que este lugar estuviera en una isla y que llegara allí con un bote. Dado que había estrictas medidas de seguridad en su lugar, Hatib levantó la carta y lanzó consignas. El Rey instruyó que le trajeran a esa persona ante él.
Escribe, además:

“Hatib también le dijo a Maqauqis: ‘Por Dios, Moisés nunca profetizó la llegada de Jesús tal como Jesús lo hizo con respecto a Muhammad (sa). Así que os convocamos a Muhammad (sa) de la misma manera en que convocáis a los judíos a Jesús.’ Luego dijo: ‘cada profeta es enviado a cada nación y que es vuestro deber obedecerlo. Por lo tanto, como son testigos de la era de este profeta, a quien Dios el Todopoderoso ha enviado para todo el mundo, es vuestro deber aceptarlo. Además, nuestra fe no os impide seguir a Jesús el Mesías, sino que llamamos a otros a creer en él también.’”

Por lo tanto, estas fueron las personas que predicaron su fe con gran coraje y sabiduría. No tenían miedo de quien estuviera ante ellos, ya sea un gobernador, un soberano o un rey.
Con respecto al incidente de la mujer que llevó una carta de Medina a La Meca, fue el mismo Hatib bin Abi Balta quien envió la carta con ella e informó de la inminente llegada del Santo Profeta (sa). Se narra que cuando el Santo Profeta (sa) partió hacia La Meca con el ejército para conquistarla, un compañero, Hatib bin Abi Balta envió una carta con una mujer para los Quraish de La Meca. Antes de los detalles de este incidente, Imam Bujari ha escrito el siguiente verso coránico [esto ha sido mencionado en el comentario de Bujari por Hazrat Syed Zainul Abidin Shah [árabe]]

“¡Creyentes! No toméis a Mi enemigo y a vuestro enemigo por amigos.” (Al-Mumtahanah 2).

Hazrat Ali (ra) relata que el Santo Profeta (sa):

“Me envió a mí, Zubair y Miqdad bin Aswad diciendo que debéis ir y cuando lleguéis a un lugar llamado Rawdah Jaj habrá una mujer viajando en camello y ella tendrá una carta que debéis tomar de ella. Partimos y nuestros caballos corrieron a toda velocidad. Cuando llegamos a Rawdah Jaj vimos que había una mujer en camello. Le pedimos que sacara la carta. Ella respondió que no tenía ninguna carta. Luego dijimos que, si no nos mostraba la carta, tendríamos que despojarle de su ropa para encontrarla. Tras esto ella sacó la carta del mechón de su cabello y se la llevamos al Santo Profeta (sa). Cuando se abrió, vimos que era de Hatib bin Abi Balta dirigida a los incrédulos de La Meca informándoles de algunas de las intenciones del Santo Profeta (sa). El Santo Profeta (sa) convocó a Hatib bin Abi Balta y le preguntó qué era todo esto. Él respondió: ‘Oh, Mensajero de Al-lah, no te apresures en tu decisión sobre mí. Fui un hombre que vino y conoció a los Quraish y me uní a ellos, no era uno de ellos. Mientras que los otros Muhayirin [emigrantes] que están con vosotros tienen familiares en La Meca a través de los cuales han podido salvaguardar sus posesiones y riquezas. Tenía el deseo de conferir un favor a alguien en La Meca ya que no tengo parientes allí para que quizás, como resultado de este favor, podrían cuidarme y no lo hice por incredulidad o apostasía. Ni te he negado ni me he convertido en un apóstata y he abandonado el redil del Islam. No lo hice por esta razón porque después de aceptar el Islam, nunca podría desear volver a la incredulidad, te lo aseguro.” Cuando el Santo Profeta (sa) escuchó esto, dijo que había dicho la verdad. Hazrat Umar (ra) que estaba presente en ese momento dijo “¡Oh, Mensajero de Al-lah, permíteme matar a este hipócrita! El Santo Profeta (sa) respondió que este hombre combatió en la Batalla de Badr, ¿acaso no sabes que Dios el Todopoderoso ha sido testigo de lo que la gente ha hecho durante la Batalla de Badr y dijo que no importa lo que hagan, dado que Él ha cubierto sus pecados?”

Hazrat Waliul’lah Shah Sahib escribe tras la explicación de un Hadiz en Sahih Bujari que en otro Hadiz a esta mujer se le llama una incrédula y los enviados a encontrarla fueron Hazrat Ali (ra), Hazrat Abu Marsad Ghanwi y Hazrat Zubair. Así mismo, él escribe que esta mujer estaba montando en camello. En cuanto a ocultar la carta, escribe que en otra narración que cuando vio que era un asunto grave, se volvió hacia la tela atada a su espalda, sacó la carta y la colocó frente a nosotros. Luego llevamos a esta mujer al Santo Profeta (sa).
Hazrat Umar dijo que había traicionado al Mensajero de Al-lah y a los creyentes. “¡Oh Mensajero de Al-lah, permíteme matarlo!” El Santo Profeta (sa) respondió: “¿no estaba entre los que pelearon en la Batalla de Badr (es decir, Hazrat Hatib bin Abi Balta)? Luego dijo: “Entiendo que Dios el Todopoderoso ha sido testigo de lo que sucedió en Badr y ha dicho que hagáis lo que hagáis, he decretado el Paraíso para vosotros y os he perdonado vuestros pecados.” Cuando Hazrat Umar (ra) escuchó esto, lloró diciendo “Dios el Todopoderoso y Su Mensajero saben mejor.”
Hazrat Abu Bakr (ra) también envió a Hazrat Hatib a Muqawqis en Egipto y acordó un tratado de paz que duró entre las dos partes hasta el ataque de Amr bin Aas contra Egipto.
Se registra con respecto a Hazrat Hatib que tenía una complexión fuerte y era guapo, una barba clara, un cuello bajo, una estatura baja y dedos cortos y gruesos.
Ya’qub bin Utbah relata que el día de la muerte de Hatib bin Abi Balta dejó 4,000 Dirhams y dinares. Vendía grano para ganarse la vida y dejó su herencia en Medina. Hazrat Yabir relata que una vez el sirviente de Hazrat Hatib fue al Santo Profeta (sa) para presentar una queja. Vino a quejarse de su maestro, es decir, Hazrat Hatib. El sirviente dijo: “¡Oh, mensajero de Al-lah, Hatib seguramente irá al infierno!”. Debió haberle reprochado o haber dicho algo severo. El Santo Profeta (sa) respondió: “has mentido, nunca ingresará en el Fuego porque participó en la Batalla de Badr y Sulh Hudaibiyyah”.

Como se ha mencionado, Hazrat Hatib era un comerciante y vendía sus productos en los mercados. ¿Cuál es el mandato islámico con respecto a la venta de productos y el establecimiento de precios? En relación a esto en referencia a él, Hazrat Musleh Mau’ud declara que:

“Desde el tiempo del Santo Profeta (sa), el gobierno islámico en Medina ha tenido control sobre los precios de los bienes. Es decir que cuando los mercados estaban abiertos, el gobierno islámico fijaba los precios. Por lo tanto, en un Hadiz leemos que Hazrat Umar estaba caminando por un mercado en Medina y vio que un hombre llamado Hatib bin Abi Balta ‘tenía dos sacos de uvas secas’, o en otros lugares está escrito pasas. Hazrat Umar preguntó acerca de los porcentajes a los que respondió 2 mudd por un Dirham, es decir, por un Dirham recibes 2 mudd. Esta tasa era más baja y más barata que la tasa promedio en el mercado, por lo que Hazrat Umar le ordenó que los vendiera en su propia casa, ya que eran muy baratas y no le permitirán vender a tasas tan bajas en el mercado, ya que esto alteraría la tasa del mercado y la gente comenzaría a albergar malos pensamientos y dudas sobre los vendedores. La gente dirá a aquellos que tienen tarifas más altas que nos están vendiendo a un precio equivocado.

Hazrat Musleh Mau’ud escribe que los académicos han tenido un acalorado debate sobre este tema. Algunos han presentado tales narraciones en las que más adelante Hazrat Umar cambió de opinión sobre lo que creía anteriormente, pero cualquiera que sea el caso, los eruditos han aceptado la opinión de Hazrat Umar como un principio a seguir y han escrito que es el deber del gobierno islámico de establecer las tasas de los mercados, de lo contrario habrá un cambio en la moral y la integridad de las personas. Pero uno siempre debe tener en cuenta que solo se mencionan aquellas cosas que se llevan al mercado y se venden abiertamente. Aquellos bienes que no se llevan al mercado y se venden de forma individual no se mencionan aquí. Por lo tanto, con respecto a los bienes que se llevan al mercado y se venden, la clara orden islámica es que el precio debe prefijarse para evitar que los vendedores aumenten y bajen los precios. Además, los eruditos han escrito algunas narraciones y hadices que apoyan esto.

Otro deber del gobierno islámico es proporcionar campos de pastoreo y cavar pozos para proporcionar agua. En relación a esto, el Santo Profeta (sa) en una ocasión eligió a Hazrat Hatib para este trabajo. De acuerdo a una narración:

“Durante el regreso de la Batalla de Banu Mustaliq el Santo Profeta (sa) pasó por un lugar llamado Naqi. Vio una gran llanura de tierra y pasto. El terreno era muy extenso, había vegetación por todas partes y había muchos pozos. El agua del terreno estaba muy limpia también. El Santo Profeta (sa) preguntó por el agua en los pozos y en respuesta se le dijo: ‘¡Oh mensajero de Al-lah, el agua es muy buena, pero cada vez que elogiamos estos pozos el agua disminuye y llega al fondo! El Santo Profeta (sa) desde entonces instruyó a Hazrat Hatib bin Abi Balta a cavar un pozo y a hacer de ‘Naqi’ tierra de pastoreo, es decir, tierra de pastoreo oficial que se regirá por el gobierno.”

Hazrat Bilal bin Hariz Mazni fue designado para supervisar este trabajo. Hazrat Bilal dijo:

“¡Oh mensajero de Al-lah! ¿cuánto de este terreno debería ser la tierra de pastoreo?” Es decir, es un terreno muy extenso, ¿cuánto debería ser para pastoreo? El Santo Profeta (sa) respondió que antes de que salga el sol en Fayar, llamad un hombre con una voz fuerte (la voz durante la noche llega muy lejos) para que se vaya a la colina llamada Mukammal, que es una pequeña montaña que había allí. Desde allí hasta donde se escuche su voz, será la tierra para pastar de los caballos y camellos de los muyahidin.”

Esta también fue una medida utilizada, no hay mención de pies o millas.

“Designar a las personas en diferentes direcciones y la persona más lejana a la que llegue su voz sería el límite de la tierra de pastoreo y el terreno de pastoreo será para los caballos y camellos de los musulmanes Muyahidin, que se usan en la batalla. Este terreno es de propiedad pública y propiedad del estado y los caballos y camellos de los muyahidines que saldrán a la batalla, pueden pastar allí.”

Ante esto, Hazrat Bilal preguntó:

“¡Oh, Mensajero de Al-lah! ¿cuál es su veredicto para el pastoreo de animales de los musulmanes comunes? Hay muchos animales de pastoreo de los musulmanes comunes que pastan en campos abiertos y pastizales. ¿Cuál es su opinión y veredicto a cerca de ellos? “

El Santo Profeta respondió:

“No entrarán en él, esto es solo para aquellas personas que preparan sus animales para la Yihad”.

Hazrat Bilal preguntó:

“¡Oh, Mensajero de Al-lah! ¿Cuál es su veredicto con respecto a los hombres y mujeres débiles que tienen un pequeño número de ganado y no pueden moverse con ellos para pastar?”

Ciertas personas pobres tenían un pequeño número de ovejas y cabras. No podían siquiera obtener leche de ellos ni podían ir a ningún otro lado por ser débiles, ancianos o mujeres. Sobre esto el Santo Profeta respondió:

“Dejadlos pastorear. A los débiles, a los necesitados se les permite pastar su ganado en los pastizales del estado”.

Por lo tanto, el tesoro nacional debe ser utilizado para el beneficio de la nación; sin embargo, si una persona pobre lo necesita para un asunto personal, entonces puede hacerlo.
Hablando de la elevada moralidad de Hazrat Haatib Bin Abi Balta, el autor de “Siratus Sahaba” ha escrito que la lealtad – al máximo nivel – la beneficencia y la veracidad fueron sus cualidades sobresalientes. Cuidaba de sus amigos y familiares. En la conquista de La Meca, la carta que envió a manos de una mujer a los idólatras de La Meca, que ya he mencionado fue debido al afecto y el amor que tenía para su familia. El Santo Profeta (as) también tomó su buena intención y veracidad en consideración y le perdonó.
¡Que Al-lah nos permita adoptar las elevadas cualidades de los compañeros y continúe elevando sus estatus!

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