La vida del Santo Profeta (sa)
Sermón del viernes 2-05-2025
Después de recitar el Tashahud, el Taawuz y la Surah al-Fatihah, Su Santidad, el Jalifa V del Mesías (aba) dijo:
Estábamos comentando la Batalla de Mutah. Los detalles adicionales relacionados con esta [batalla] son los que a continuación se relatan.
Cuando el Santo Profeta (sa) se despidió de Hazrat Abdul’lah bin Rawahah, éste le dijo al Santo Profeta (sa): “¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! Ordéname hacer algo que yo pueda recordar como una orden suya”. El Santo Profeta (sa) dijo: “Mañana te diriges a un lugar donde hay pocas postraciones. Allí debes prosternarte frecuentemente”. Este es un consejo extraordinario. Hoy en día, lo mismo aplica en los países en los que vivimos; la gente ha olvidado a Dios Altísimo. En la actualidad, y en estos momentos, los ahmadíes deben prestar mucha atención a la adoración.
Después de esto, él dijo: “¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! Deme más orientación”. El Santo Profeta (sa) respondió: “Recuerda a Dios Altísimo; Él será tu Ayudante en cualquier asunto en el que Le busques como Apoyo”. El recuerdo de Al’lah tiene una gran importancia. Cuando Hazrat Abdul’lah estaba a punto de partir, se volvió y dijo: “¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! Al’lah es impar y Él ama lo impar”. Ante esto, el Santo Profeta (sa) dijo: “¡Oh Ibn Rawahah! ¿Seguirás haciendo preguntas? Ya es suficiente. Cuando sientas impotencia a pesar de haber perjudicado a diez personas, no te desanimes de hacer aunque sea una sola buena obra a una persona”. En otras palabras, incluso después de haber cometido tantos errores, si uno realiza una buena acción por causa de Dios Altísimo y alberga el temor de Dios Altísimo en su corazón, Dios Altísimo es el Más Perdonador. En consecuencia, Dios Altísimo perdona a quienes hacen buenas obras. Su misericordia es inmensamente amplia. Siempre uno debe esforzarse al máximo por realizar buenas obras y abstenerse del mal. No debe ser que primero uno cometa diez pecados para luego decir que se realizó una buena obra. ¡Al contrario! Una persona que verdaderamente se arrepiente tras cometer pecados, se esfuerza por evitar cometer más actos malvados y realiza buenas obras con el fin de obtener las bendiciones de Dios Altísimo.
Como quiera que sea, cuando el Santo Profeta (sa) le dijo que no se desanimara de hacer aunque fuera una sola buena obra, Hazrat Abdul’lah bin Rawahah respondió: “¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! No le haré más preguntas”. Las personas se despidieron de los líderes designados por el Santo Profeta (sa). Cuando lo hicieron de Hazrat Abdul’lah bin Rawahah, comenzó a llorar. Los Compañeros le preguntaron por qué lloraba. Respondió: “¡Por Al’lah! No amo al mundo, ni a vosotros. Escuché al Santo Profeta (sa) recitar este versículo, que menciona el fuego:
[Árabe] ‘Y no hay ninguno de vosotros que no haya de pasar por él. Esto es un decreto irrevocable de tu Señor’”.
Añadió: “No sé cómo saldré después de haber entrado en él” (ante los hechos que iban a acontecer). Ante esto, los musulmanes dijeron: “¡Que Al’lah esté contigo y que Él elimine ésto [los males] de todos vosotros, y que regreséis a nosotros con probidad!”. Aquellos que se despidieron de ellos oraron por todos ellos. Albergaba este temor. Por el contrario, con respecto al creyente, Dios Altísimo ha afirmado que no entrará en el Infierno. Aquí, el significado es que debido al sufrimiento causado por los incrédulos, los creyentes experimentan el infierno también en este mundo. Sin embargo, el Infierno después de la muerte se ubica muy lejos de ellos. Como comprendían este significado, los Compañeros desearon que Dios Altísimo también eliminara este sufrimiento mundano de ellos, regresando a ellos en estado de rectitud. ¡Que las bendiciones de Dios Altísimo estén con vosotros!
Está escrito que Hazrat Abdul’lah bin Rawahah (ra) partió de Medina después de ofrecer la oración del viernes. Hazrat Ibn Abbas (ra) relata que el Santo Profeta (sa) envió a unos Compañeros en una expedición hacia Mutah, entre los cuales se encontraba Hazrat Abdul’lah bin Rawahah (ra). En ese viernes, el resto de los Compañeros ya había partido en la expedición, pero Hazrat Abdul’lah bin Rawahah (ra) dijo que permanecería para ofrecer la oración del viernes con el Santo Profeta (sa) y luego se uniría al grupo. Mientras ofrecía la oración con el Santo Profeta (sa), él (sa) lo miró y preguntó: “¿Qué te impidió partir con tus Compañeros?”. Respondió: “Deseaba ofrecer la oración del viernes con Usted y luego unirme a ellos”. El Santo Profeta (sa) dijo: “Aunque gastaras todo lo que hay en la tierra, no podrías alcanzar las bendiciones de aquellos que ya han partido en la expedición” (es decir, una vez que el Santo Profeta (sa) había enviado la expedición, su obligación era marcharse inmediatamente y no quedarse atrás para ofrecer la oración del viernes).
Se menciona la primera vez que Hazrat Jalid bin Walid (ra) participó en una batalla junto a los musulmanes. Hazrat Jalid bin Walid (ra) era un guerrero reconocido. En ese momento, solo era un soldado común en el ejército. Cuando el Santo Profeta (sa) organizó la expedición, apenas habían pasado tres meses desde que Hazrat Jalid (ra) había aceptado el islam. Cuando los musulmanes habían avanzado una pequeña distancia desde Medina, la noticia de su movimiento llegó al enemigo, y comenzaron los preparativos para el combate. Parecía que los hipócritas de Medina y los judíos habían difundido la noticia de la reunión del ejército musulmán y su avance hacia Siria, para que los cristianos que se estaban preparando para enfrentarse a ellos pudieran defenderse.
Shurahbil bin Amr era el gobernador romano de las regiones del sur de Siria, adyacentes a la península arábiga. Recibió información de espías romanos en Medina sobre la partida del ejército musulmán. Envió a un hombre para informar a los romanos que los musulmanes marchaban hacia Siria y comenzó a reunir un ejército en el sur de Siria con tribus aliadas a los romanos. En aquella ocasión, también envió a su hermano junto con algunos hombres como una partida de avanzada para obtener información sobre el ejército musulmán.
También está escrito que Shurahbil bin Amr logró reunir un ejército de más de 100.000 hombres. Cuando los musulmanes llegaron a Wadi al-Qura, Shurahbil envió a su hermano Sadus con cincuenta incrédulos para enfrentarse a ellos. Lucharon contra los musulmanes. Los hombres de Sadus fueron derrotados y él mismo murió. Luego, los musulmanes avanzaron aún más y llegaron a la región siria de Ma‘an, que se encuentra antes de Mutah. Allí, los Compañeros supieron de la concentración y del gran número de fuerzas enemigas, y se les informó que Heraclio había llegado a la zona de Ma’ab en Balqa con 100.000 soldados romanos, y que otros 100.000 árabes de diversas tribus se habían unido a él.
Al’lama Zarqani escribe que es posible que esta fuerza de 100.000 fuera el mismo ejército que Shurahbil había reunido. Los musulmanes permanecieron en Ma‘an durante dos noches, reflexionando y deliberando sobre la situación. Algunos sugirieron escribir al Santo Profeta (sa) para informarle de todo, a fin de que pudiera enviar refuerzos para ayudarles o emitir una nueva instrucción que ellos seguirían. Hazrat Abdul’lah bin Rawahah (ra) los animó a avanzar y dijo: “¡Oh pueblo mío! Juro por Al’lah, aquello que ahora os desagrada es justamente lo que vinisteis a buscar. Partisteis con el deseo de obtener el martirio. No combatimos al enemigo basándonos en nuestro número ni en nuestra fuerza (nuestra “yihad “no se determina por nuestro número o fuerza), sino que combatimos al enemigo por causa de esta verdadera religión, con la cual Dios Altísimo nos ha honrado. Avanzad, pues uno de dos buenos destinos os espera: o la victoria o el martirio. Ninguno de estos es un mal destino”. Los Compañeros respondieron: “¡Por Dios, Ibn Rawahah (ra) ha dicho la verdad!”. Los Compañeros continuaron avanzando. Cuando llegaron a Tujum al-Balqa, se encontraron con los ejércitos de Heraclio, compuestos tanto por romanos como por árabes. Esta ciudad era una de las muchas localidades de Balqa, conocida como Masharif. A medida que el enemigo se acercaba, los musulmanes se retiraron hacia el asentamiento conocido como Mutah. Fue allí donde tuvo lugar la batalla. Los musulmanes se prepararon [para la batalla] contra los incrédulos.
Hazrat Abu Hurairah (ra) participó en esta campaña. Relata: “Cuando el enemigo se acercó, nunca antes habíamos visto una fuerza tan numerosa, y tan excelentes preparativos de armas, caballos, seda, brocado y oro. Mis ojos quedaron deslumbrados”. Hazrat Zabit bin Aqram (ra) me dijo: “Abu Hurairah, ¿ves un ejército grande?”. Yo respondí: “Sí”. Zabit (ra) dijo: “Tú no participaste en la Batalla de Badr con nosotros. No triunfamos por nuestro número”. Ibn Ishaq registra que los musulmanes se prepararon contra los idólatras, nombrando comandantes para dirigir los flancos derecho e izquierdo de su ejército.
Respecto al martirio de Hazrat Zaid (ra) se narra que estalló una feroz batalla. Hazrat Zaid bin Harizah (ra) luchó valientemente portando la bandera del Santo Profeta (sa) hasta alcanzar el martirio por las lanzas enemigas. Posteriormente, Hazrat Yafar (ra) tomó la bandera islámica y continuó combatiendo. Cuando el combate le dificultó avanzar, descendió de su caballo, Shakra, le cortó las patas y prosiguió la lucha hasta ser martirizado. Hazrat Yafar (ra) fue el primer musulmán en cortar las patas de su caballo en el camino de Al’lah. Un hombre de la tribu de Banu Murrah bin Auf, que participó en la Batalla de Mutah, dijo: “Es como si aún pudiera ver a Hazrat Yafar descender de su caballo Shakra, cortarle las patas y luchar hasta el martirio, mientras recitaba:
[Árabe]
‘¡Oh, qué deleitoso es el Paraíso y su cercanía! Pura y fresca es su bebida. ¡Roma, oh Roma! Tu castigo se aproxima; incrédulos de linaje lejano. Me corresponde atacarles cuando me encuentre con ellos’”.
En otro relato, Hazrat Abu Amir (ra) narra que Hazrat Yafar (ra) se equipó con sus armas y cargó contra los politeístas. Temiendo ser sobrepasado, arrojó sus armas, se lanzó ferozmente contra el enemigo y luchó valientemente con su lanza hasta que alcanzó el martirio.
Ibn Hisham narra que Hazrat Yafar bin Abu Talib (ra) sostuvo la bandera con su mano derecha hasta que se la cortaron. Luego la tomó con su mano izquierda, que también fue cercenada. Entonces presionó la bandera contra su pecho con los codos hasta alcanzar el martirio. En ese momento, tenía 33 años. En compensación por sus brazos, Dios Altísimo le concedió dos alas, permitiéndole volar libremente en el Paraíso. También se dice que un soldado romano le golpeó, partiéndolo en dos.
El Imam Bujari y el Imam Baihaqi narran de Hazrat Abdul’lah bin Umar (ra), quien dijo: “Yo participé en esta batalla. Cuando buscamos a Hazrat Yafar (ra), lo encontramos entre los mártires. Observamos que su cuerpo tenía más de sesenta heridas de lanzas y flechas”. Otra narración cuenta cincuenta heridas de espadas y lanzas, ninguna de ellas en la espalda; todas estaban en la parte delantera.
Después del martirio de Hazrat Yafar (ra), Hazrat Abdul’lah bin Rawahah (ra) tomó la bandera del islam. Como se ha mencionado anteriormente acerca de Hazrat Abdul’lah bin Rawahah (ra), se registra que avanzó montado en su caballo. Tras el martirio de Hazrat Yafar (ra), Hazrat Abdul’lah bin Rawahah (ra) se convirtió en el comandante. Experimentó cierta vacilación y un leve temor en su interior, y luego recitó la siguiente poesía, cuya traducción es: “¡Oh alma mía! He jurado que entrarás al campo de batalla, ya sea por voluntad propia o por obligación. ¿Y si la gente se reúne y tensa sus arcos, ¿te encuentro vacilando y dudando ante el Paraíso?”. En un verso expresó: “has estado demasiado tiempo en paz. No eres más que una gota que se filtra de un odre viejo”. Después de recitar estos versos, desmontó de su caballo. Hazrat Ibn Umar (ra) le trajo un poco de carne con hueso, ofreciéndosela para revitalizarlo. Era carne asada. Se encontraba en un momento difícil en ese instante. Tomó un pedazo de esa carne y comenzó a comer cuando escuchó el estruendo del enfrentamiento entre la gente, el estallido de la batalla y el estrépito de las espadas. Se dijo a sí mismo: “¿Aún estás en este mundo, entregado a la comida?” (arrojó el hueso), “mientras los hombres combaten con espadas”. Inmediatamente lo soltó, tomó su espada, cargó hacia adelante y luchó valientemente hasta que alcanzó el martirio. La bandera del islam cayó. Los musulmanes y los idólatras estaban completamente mezclados entre sí, y algunas personas se replegaron. Hazrat Utbah bin Amir (ra) gritó repetidamente: “¡Oh pueblo mío! Es mejor combatir de frente que volver la espalda en la batalla”. De esta manera, intentó motivar a los musulmanes. Según una narración, Hazrat Zaid (ra), Hazrat Yafar (ra) y Hazrat Abdul’lah (ra) fueron enterrados en una sola tumba.
Hazrat Abu Amir (ra) relata que, tras el martirio de Hazrat Abdul’lah bin Rawahah (ra), los musulmanes sufrieron severas pérdidas. Narra que no pudo encontrar siquiera a dos musulmanes juntos; se dispersaron por completo. Un Ansar recogió rápidamente la bandera caída, la plantó firmemente y gritó, reuniendo a los musulmanes dispersos a su alrededor. Los musulmanes se reagruparon en torno a él una vez que se recuperó la bandera. Cuando su número creció, se dirigieron a Hazrat Jalid bin Walid (ra). Hazrat Jalid (ra) inicialmente se negó a tomar la bandera, afirmando que el Ansar era más digno de ella, pero el Ansar insistió en que la había recogido específicamente para él. En cualquier caso, bajo el liderazgo de Hazrat Jalid (ra), los musulmanes finalmente lograron la victoria y Dios Altísimo transmitió al Santo Profeta (sa) la buena nueva de este triunfo. Los detalles son los siguientes:
Hazrat Abu Yusr Ansari (ra) narra que, después del martirio de Abdul’lah bin Rawahah (ra), entregó la bandera a Hazrat Zabit bin Akram (ra), quien luego propuso dársela a Hazrat Jalid bin Walid (ra) debido a su mayor experiencia militar. Así, la bandera fue confiada a Hazrat Jalid bin Walid (ra). Ibn Ishaq añade que una vez que Hazrat Jalid (ra) cogió la bandera, protegió a la gente reorganizándola hábilmente y retrocediendo hacia un lado. Como resultado, el enemigo también se retiró de ellos y logró asegurar la protección de los musulmanes.
Según Ibn Ishaq, esta retirada estratégica constituyó una forma de victoria contra los romanos, dado que más de 2.000 musulmanes estaban entre las filas del ejército romano, es decir, profundamente entremezclados con ellos. Los musulmanes eran apenas 3.000 en total. Por lo tanto, esta batalla es considerada un éxito gracias a la ayuda divina, especialmente porque el enemigo había rodeado a los musulmanes en gran número, y era probable que, en estas circunstancias, todos los musulmanes fueran martirizados —esa era una posibilidad—. Sin embargo, sugerir tal desenlace iría en contra de las palabras del Santo Profeta (sa), quien dijo que Dios Altísimo les concedería la victoria. En otras palabras, serían salvados. Una victoria puede manifestarse de muchas formas diferentes.
La mayoría de los historiadores concluyen que Hazrat Jalid (ra) y sus Compañeros lucharon valientemente hasta lograr la victoria. Hazrat Abu Amir (ra) relata que, cuando Hazrat Jalid (ra) tomó la bandera, dirigió un ataque contra el enemigo. Por la gracia de Dios Altísimo, el enemigo sufrió una derrota devastadora como nunca antes se había visto, hasta el punto que los musulmanes mataron al enemigo a su antojo. Esta es también una narración, mientras que existen otras narraciones que destacan la brillantez estratégica de Hazrat Jalid (ra) al reconfigurar la dinámica del campo de batalla.
Se escribe que Hazrat Jalid (ra) reorganizó el ejército en Mutah y seleccionó un grupo de jinetes, a quienes instruyó que fueran en secreto hacia el sur, en dirección a la Península Arábiga, durante la noche y detrás del ejército musulmán, para acampar en un lugar donde los romanos no pudieran verlos. Hazrat Jalid (ra) les indicó que se dividieran en escuadrones de caballería y que regresaran por detrás del ejército musulmán hacia Mutah mientras alzaban gritos galopando con firmeza por los caminos de tierra para levantar el polvo. El propósito de Hazrat Jalid (ra) con estas acciones era hacer creer al enemigo que habían llegado refuerzos para los musulmanes. Hazrat Ibn Umar (ra) afirma que Hazrat Jalid (ra) reorganizó el ejército llevando la parte delantera hacia atrás y trayendo la parte trasera al frente. Del mismo modo, movió el flanco derecho hacia la izquierda y el izquierdo hacia la derecha. Al ver esto, el enemigo quedó desconcertado. Pensaron que los musulmanes habían recibido ayuda al ver rostros diferentes delante de ellos. Se sintieron sobrecogidos y fueron derrotados.
Hazrat Anas (ra) relata que el Santo Profeta (sa) informó a la gente sobre los martirios de Hazrat Zaid (ra), Hazrat Yafar (ra) y Hazrat Ibn Rawahah (ra) antes de que llegaran noticias desde el campo de batalla. Dijo: “Zaid tomó la bandera y fue martirizado. Luego Yafar la tomó y también fue martirizado. Luego Ibn Rawahah la tomó y también fue martirizado”, y las lágrimas fluían de sus ojos. Dijo: “La bandera fue entonces tomada por una espada de entre las espadas de Al’lah, y finalmente Al’lah les concedió la victoria”. Esta es una narración de Bujari.
Hazrat Abu Qatadah (ra) declara que entonces el Santo Profeta (sa) alzó su dedo bendito y dijo: “¡Oh Al’lah! Esta es una espada de entre Tus espadas, así que ayúdalo”. Desde ese día, Hazrat Jalid fue conocido como Saiful’lah, es decir, la Espada de Al’lah. Según una narración, esta batalla duró siete días.
Hazrat Musleh Maud (ra) también se ha referido a esto. Dice:
“Este fue el primer ejército islámico que se enfrentó al cristianismo. Cuando este ejército llegó a la frontera de Siria, supo que el César también había llegado junto con cien mil soldados romanos, así como aproximadamente cien mil soldados de las tribus cristianas de Arabia. Ante esto, los musulmanes desearon acampar en el camino y enviar noticias al Santo Profeta (sa), para que, si lo consideraba necesario, pudiera enviar más ayuda o emitir alguna instrucción. Cuando estaban deliberando, Abdul’lah bin Rawahah se puso de pie con pasión y dijo: ‘¡Oh pueblo! Salisteis de vuestros hogares para ser martirizados en el camino de Dios, y ahora os preocupa aquello mismo para lo cual partisteis.’ Dijo: ‘No hemos combatido por nuestro número, por nuestra fuerza o por nuestra abundancia. Hemos combatido al enemigo por esta religión que, por Su gracia, Dios Altísimo ha hecho descender para nosotros. Si el enemigo nos supera en número, que así sea. En última instancia, sin duda tendremos al menos una de estas dos virtudes: o seremos victoriosos, o seremos martirizados por la causa de Dios”.
Al oír esto, la gente dijo que Ibn Rawahah tenía razón, y se dio la orden de seguir hacia adelante. Mientras avanzaban, el ejército romano los vio acercarse. Los musulmanes ordenaron sus filas en Mutah y comenzó la batalla. Poco después, Zaid bin Harizah, el comandante musulmán, fue asesinado. Entonces, Yafar bin Abi Talib, primo del Santo Profeta (sa), tomó la bandera del ejército musulmán y asumió el mando del ejército. Cuando vio que las filas enemigas avanzaban y que, al ser menos numerosos, los musulmanes no podían sostener su presión, saltó de su caballo y lo incapacitó [cortándole las patas]. Esto significaba que al menos no estaba dispuesto a huir del campo de batalla. Preferiría morir antes que huir. Era una costumbre árabe: cortaban las patas a sus caballos para que, sin jinete, no corrieran de un lado a otro sembrando el caos entre las filas del ejército. Por lo tanto, no se limitaban a desmontarlos, sino que también los incapacitaban. Poco después, le cortaron la mano derecha. Luego sujetó la bandera con la mano izquierda. Luego le cortaron la mano izquierda, por lo que sostuvo la bandera contra el pecho con los muñones de las manos y permaneció de pie en el campo de batalla hasta que fue martirizado. Entonces, de acuerdo con las instrucciones del Santo Profeta (sa), Abdul’lah bin Rawahah tomó la bandera, y él también fue martirizado mientras luchaba contra el enemigo. En aquel momento, los musulmanes no tuvieron la oportunidad de consultarse y nombrar a un líder, y estaban a punto de abandonar el campo de batalla porque el enemigo los superaba en número. Pero entonces, al ser animado por un amigo, Jalid bin Walid tomó la bandera y siguió combatiendo al enemigo hasta el anochecer.
El segundo día, Jalid bin Walid salió a enfrentarse al enemigo con su ejército cansado y herido. Sabiamente, trasladó el frente del ejército a la retaguardia y llevó la retaguardia del ejército al frente. Movió el lado derecho del ejército a la izquierda, y el lado izquierdo a la derecha. También lanzaron consignas, haciendo creer al enemigo que habían recibido refuerzos. Tras esto, el enemigo se retiró y Jalid devolvió sano y salvo al ejército musulmán. El enemigo se retiró por su propio pie y los musulmanes no los persiguieron” (los musulmanes no les tenían miedo, sino que el enemigo fue el que se alejó por su cuenta y se marchó).
El mismo día, Dios Altísimo informó al Santo Profeta (sa) de este incidente mediante revelación. El Santo Profeta (sa) hizo un anuncio para que todos se reunieran en la mezquita. Cuando subió al púlpito, las lágrimas brotaban de sus ojos. Dijo: “¡Oh gente, permitidme que os informe sobre el ejército que fue a la batalla! El ejército partió de aquí y se enfrentó al enemigo. Al comenzar la batalla, primero Zaid fue asesinado. Por lo tanto, debéis rezar por Zaid”. Dijo: “Entonces Yafar tomó la bandera y atacó al enemigo hasta que también fue martirizado”. Por lo tanto, debéis rezar por él. Entonces Abdul’lah bin Rawahah tomó la bandera y luchó valientemente contra el enemigo, pero también él acabó martirizado. Por lo tanto, también debéis de rezar por él. Entonces Jalid bin Walid tomó la bandera. Yo no le había nombrado comandante, sino que él se nombró a sí mismo. Sin embargo, es una espada de entre las espadas de Dios Altísimo.
Ya se ha mencionado detalladamente cómo sucedió, iniciado por la sugerencia de un amigo suyo. Con la ayuda de Dios Altísimo, guió con seguridad al ejército musulmán de regreso. Debido al discurso pronunciado en esta ocasión, el nombre de Jalid (ra) se hizo famoso entre los musulmanes como “Saiful’lah”, es decir, la Espada de Dios.
Como Jalid (ra) había aceptado el islam en una etapa relativamente tardía, algunos Compañeros, aunque fuera en broma o en momentos de desacuerdo, se burlaban de él. En una de esas ocasiones, surgió un desacuerdo entre Hazrat Jalid (ra) y Hazrat Abdur Rahman bin Auf (ra). Este último llamó la atención del Santo Profeta (sa) sobre este asunto sobre Hazrat Jalid (ra). El Santo Profeta (sa) entonces declaró: “Jalid, ¿por qué causas dolor a esta persona que ha estado sirviendo a la causa del islam desde los días de Badr? Aunque gastarais oro equivalente al Monte Uhud, no podrías alcanzar la recompensa que él ha recibido de Dios”. Ante esto, Jalid (ra) dijo: “¡Oh Mensajero (sa) de Dios! Se burlan de mí, y es entonces cuando respondo de esta manera”. El Santo Profeta (sa) dijo: “No molestéis a Jalid (también le consoló a él). En verdad, es una de las espadas de entre las espadas de Dios, que Él ha desenvainado para destruir a los incrédulos”.
Esta profecía se cumplió palabra por palabra en pocos años. Cuando Jalid (ra) regresó con su ejército, algunos de los Compañeros de Medina que no habían acompañado a la expedición, empezaron a referirse al ejército que retornaba como desertor, dando a entender que deberían haber luchado hasta su último aliento en lugar de regresar. El Santo Profeta (sa) entonces declaró: “No son desertores, sino guerreros que vuelven una y otra vez a atacar al enemigo”. De este modo, el Santo Profeta (sa) también profetizó las próximas batallas en la región de Siria, en las que Jalid (ra) haría grandes demostraciones de destreza militar.
En una ocasión, al abordar el tema de la reverencia y el honor que se tributa a la bandera [de un pueblo], Hazrat Musleh Maud (ra) declaró: “Las naciones tienen a sus banderas en la más alta estima. A veces, realizan inmensos sacrificios para arrebatar la bandera al enemigo y, del mismo modo, hacen grandes sacrificios para proteger la propia bandera. Esto no se considera “shirk” [asociar partícipes con Dios]; sino que se considera como una falta de respeto al igual que si un hijo se sentara en un lugar más elevado que su padre. En el lenguaje simbólico de las naciones, la captura de una bandera significa pisotear el honor y la dignidad de una nación. Por eso, las naciones están dispuestas a dar su vida antes que permitir que su bandera caiga en manos enemigas”. De acuerdo a ésto, en Judam-ul- Ahmadía, se ha establecido un sistema por el cual se nombran a los Judam para garantizar la seguridad y la santidad de la Liwaa-e-Ahmadía [la Bandera de Ahmadía].
Hazrat Musleh Maud (ra) escribe: “Cuando el honor de una bandera se asienta en el corazón de los habitantes de una nación, éstos están dispuestos sin dudar a sacrificar sus vidas por su protección, porque en ese momento no se trata simplemente de un pequeño trozo de tela o madera, sino del honor mismo de la nación que se simboliza ante ellos en forma de bandera”.
Y continúa diciendo: “En muchas ocasiones he explicado que incluso entre los Compañeros del Santo Profeta (sa) encontramos ejemplos de este tipo. En una batalla, un comandante musulmán sostenía la bandera islámica. En aquella época las banderas no eran ostentosas, sino que eran muy sencillas: un trozo de tela negra atado a un palo corriente. Sin embargo, tanto si se trataba de esa simple tela negra como de un simple trozo de madera, lo que estaba en juego era, de hecho, el honor de la nación. En aquella época, no se tenía en cuenta el valor material de la bandera, sino que el honor de la nación estaba en proteger su bandera”.
Sea como fuere, durante esta batalla, los cristianos, contra los que se estaba luchando, centraron especialmente su ataque en la posición donde se encontraba la bandera musulmana. Hazrat Yafar (ra) llevaba la bandera durante la batalla de Mutah. Cuando el enemigo atacó, le cortaron una mano. Inmediatamente agarró la bandera con la otra mano. Observando que la bandera seguía en pie, el enemigo atacó una vez más, seccionando también su segunda mano. A pesar de ello, Hazrat Yafar (ra) sostuvo la bandera entre sus rodillas (esto también se menciona en las narraciones). Como la bandera no podía sostenerse el tiempo suficiente entre las rodillas, pidió a gritos que alguien de entre los musulmanes se acercara y la sujetara. Declaró: “¡Oh musulmanes! Que no caiga la bandera del islam”.
Aunque no era más que un trozo de tela atado a una asta de madera, se la denominó la “Bandera del islam”. Aunque era una bandera de tela sencilla, no dejaba de ser la bandera del islam, por lo que su protección era importante. Y así, otro comandante se adelantó y se apoderó de ella”.
Hazrat Musleh Maud (ra) expresó su opinión y declaró: “Creo que no fue Hazrat Jalid (ra) sino otro Compañero quien se adelantó y se apoderó de la bandera (como se mencionó anteriormente), y más tarde fue entregada a Hazrat Jalid bin Walid (ra)”.
Así pues, observen que se trataba de un mero trozo de tela y madera. El islam no asigna ningún significado a tales objetos. Sin embargo, en la medida en que representan el honor de una nación, el islam no prohíbe [honrarlos]. Así, afirmó que “¡esta es la bandera del islam, no la dejéis caer!”. El Santo Profeta (sa) tampoco desaprobó lo que dijo. De hecho, en ciertas ocasiones, enfatizaba intencionadamente la grandeza de tales cosas y decía: “ ¿Quién tomará esta bandera?”. Así, durante ciertas batallas, declaró: ‘Entregaré esta bandera a quien defienda su honor’. En esos momentos, los Compañeros competían entre sí para ganar el privilegio de sostener la bandera islámica”.
Los detalles de estos relatos continuarán narrándose.
Continuamente recuerdo que oren por la condición general del mundo. Orad por las condiciones actuales en Pakistán e India. ¡Que Dios Altísimo ponga fin a las injusticias, proteja a los oprimidos y conceda sabiduría a los gobiernos, para que, en lugar de avanzar hacia la guerra, resuelvan sus asuntos mediante la paz y la reconciliación y honren los acuerdos internacionales! Asimismo, que Dios Altísimo también lo permita a las organizaciones internacionales, aunque hoy en día sea difícil obtener justicia de ellas. ¡Que Dios Altísimo les conceda la capacidad de hacerlo! ¡Que Él también permita a las naciones que mantienen buenos lazos de amistad con ambas partes desempeñar un papel constructivo para facilitar una resolución entre ambas naciones!
Por parte de Pakistán, al menos, se afirma sistemáticamente —y con frecuencia lo reiteran sus ministros— que no tienen ninguna conexión con el incidente terrorista ocurrido en Cachemira. Afirman que, si tienen sospechas, deben realizar investigaciones adecuadas a través de las agencias de las Naciones Unidas, como corresponde, en lugar de recurrir a un conflicto armado. El gobierno de la India también debería adoptar una actitud positiva en este asunto. ¡Qué Dios conceda sabiduría a ambas partes! Cuando estalla una guerra, se producen pérdidas en ambos bandos. No solo mueren soldados, sino también civiles inocentes y oprimidos que se convierten en víctimas innecesarias de esta devastación. Esto es precisamente lo que presenciamos en las guerras actuales. En cualquier caso, oren por todos los oprimidos en todo el mundo.
Parece que el mundo camina hacia el borde de la destrucción. Solo Dios Altísimo puede protegerlo de la ruina, y eso solo será posible cuando la humanidad se postre sinceramente hacia Dios Altísimo. ¡Que Dios os conceda la capacidad de hacerlo, y que también nos permita hacer súplicas para ello!
Ahora, después del sermón del viernes, oficiaré la oración fúnebre [en cuerpo ausente] de un mártir, Muhammad Asif Sahib, hijo de Rafiq Ahmad Sahib. Residía en Bhulair, distrito de Kasur. Opositores de Ahmadíat lo fusilaron y lo martirizaron el 24 de abril.
[Árabe – ¡Ciertamente a Al’lah pertenecemos y a Él volveremos!]
En el momento de su martirio, el fallecido era un joven que tenía 19 años. Según los detalles, el día del incidente, Muhammad Asif Sahib salió en motocicleta con un vecino ahmadí, Asnan Ahmad Sahib, aproximadamente a las 22:45 para comprar algunos artículos para el hogar en una tienda a las afueras del pueblo. Los comerciantes del pueblo habían impuesto un boicot, por lo que tuvieron que salir a comprar fuera del pueblo. Se encontraban a unos 100 metros de su casa cuando unos opositores que ya los esperaban, abrieron fuego contra ellos. La bala impactó en el hombro derecho de Muhammad Asif Sahib por detrás y lo atravesó, mientras que el otro “jadim” [joven ahmadí], Asnan Ahmad Sahib, recibió un impacto en la pierna izquierda. Incluso después del incidente, los agresores continuaron abriendo fuego para crear miedo y el terror. A pesar de estar heridos, nuestros dos “judams” [jóvenes ahmadíes] demostraron coraje y valentía. Lograron escapar de allí en la motocicleta, pero tras recorrer cierta distancia, se desplomaron (continuaron conduciendo su motocicleta).
La policía llegó tarde al lugar. Durante ese tiempo, los agresores continuaron disparando, por lo que no pudieron ser trasladados al hospital de inmediato. Cuando llegó la policía, Asif Sahib fue trasladado al hospital; sin embargo, como ya había perdido mucha sangre, para cuando llegó al hospital, había abrazado el martirio.
[Árabe – ¡Ciertamente a Al’lah pertenecemos y a Él volveremos!]
Se reportó una denuncia del incidente en la comisaría correspondiente de Phul Nagar, distrito de Kasur. Sin embargo, tras la presentación de las denuncias, la situación sigue igual y no se han tomado medidas. Veamos que sucede a partir de ahora. Tres personas fueron detenidas. Por la gracia de Dios Altísimo, tras recibir tratamiento, Asnan Ahmad Sahib, quien recibió un disparo en el pie, se ha recuperado.
Durante los últimos tres años, las hostilidades y la oposición en Bhulair, un distrito de Kasur, ha aumentado considerablemente. Se han presentado varias demandas infundadas contra varios miembros de la Yamaat (Comunidad), y muchos han sido blanco de ataques y violencia. Se han borrado versículos coránicos y la Kalimah [declaración islámica de fe] de las tumbas de los ahmadíes fallecidos. En la aldea, hay un boicot total [contra los ahmadíes]. Además de la prohibición de comprar comestibles, etc., en las tiendas, también les está prohibido obtener agua de la planta de filtración. Los niños sufren acoso en su camino a la escuela, tanto a la ida como a la vuelta. Estas son las condiciones que prevalecen allí.
El Ahmadíat entró en la familia del difunto mártir a través de su bisabuelo, el respetado Muhammad Din Sahib, quien tuvo el honor de jurar lealtad durante la época bendita del Segundo Jalifa, cuando viajó a Qadian en 1934 con motivo de la convención anual de la Comunidad Ahmadía. El nombre del abuelo del mártir era Muhammad Yaqub Sahib.
El mártir era hijo único de sus padres. Tenía un carácter tranquilo y era muy valiente. Mantenía lazos de amor y compasión con todos. Era regular en la observancia de las cinco oraciones diarias y siempre estaba a la vanguardia en el servicio a la Yamaat. Mostraba un gran interés en las competiciones deportivas organizadas bajo los auspicios de la Yamaat y recientemente había obtenido el primer puesto en una competición regional.
Se hizo cargo por completo del cuidado de su madre, quien padece de cardiopatía. Su madre decía que era un hijo sumamente obediente que nunca la desobedecía. Era amable y cariñoso con todos sus familiares y conocidos cercanos.
Su hermana, Zahida Rafiq, afirma que su hermano era muy considerado con todos. Era un hermano sumamente cariñoso y compasivo. Tenía un fuerte deseo de alcanzar el martirio, y Dios Altísimo le concedió ese deseo. Tres días antes de su martirio, tuvo un sueño en el que su hermano había sido tiroteado. Al día siguiente, lo llamó para preguntar por su bienestar. El día de su martirio, volvió a llamar para ver cómo estaba. Mencionó que estaba ocupado, por lo que la conversación fue breve. Afirma además que él había dicho que hablarían por la noche, pero que esa conversación nunca se concretó, ya que fue martirizado ese mismo día y se encontró con Dios Altísimo.
Su hermana afirma que, debido al sueño, permanecía extremadamente preocupada por su hermano. Estaba escribiéndome una carta a mí e incluso había escrito en ella pidiendo oraciones por él. Dice que, al llegar a la frase: “Vi en un sueño que le disparaban”, en ese mismo momento recibió la noticia de que a su hermano se le había concedido el honor del martirio.
En el momento de su martirio, el difunto era miembro del Mall’lis Amila de Judam-ul-Ahmadía, distrito de Kasur. Era el Nazim Tahrik-e-Yadid. También tuvo la suerte de servir como Naib Qaid de Judam-ul-Ahmadía en la Yamaat local, así como Nazim Atfal.
Entre los que deja atrás están sus padres y dos hermanas.
Nisar Ahmad Sahib, presidente de la Yamaat Bhulair, afirma: “El difunto mártir poseía cualidades excepcionales y era una persona de excelente carácter. Lo encontré un siervo de la Yamaat digno y afable, profundamente devoto y obediente al Jalifato. Era asiduo en sus oraciones y contribuciones económicas, y ejemplar en Waqar-e-Amal, servicio a la humanidad y las responsabilidades de seguridad; de hecho, sobresalió en todos los ámbitos y participó activamente en las labores de la Yamaat. Sirvió con devoción a sus padres y los cuidó de todas las maneras posibles”.
Tariq Ahmad Sahib, un mual’lim (misionero), dice: “El mártir era un joven de cualidades excepcionales. No tenía televisión en casa, pero escuchaba regularmente el sermón del viernes en su teléfono o venía a la Casa de la Misión a escucharlo en mi residencia. Siempre que lo llamaban para cualquier deber de la Yamaat, se presentaba de inmediato y cumplía cada tarea con gran responsabilidad. Sentía un gran entusiasmo por servir a los invitados de la Yamaat”.
¡Que Dios Altísimo conceda Su perdón y misericordia al noble mártir, eleve su rango y conceda firmeza y paciencia a su familia!
El descaro de quienes perpetran tales actos de terrorismo y oposición contra la Yamaat en Pakistán está creciendo. ¡Que Dios Altísimo traiga rápido los medios para su aprehensión!