Los Compañeros (Sahaba) del Profeta Muhammad (sa)
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Los Compañeros (Sahaba) del Profeta Muhammad (sa)

Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía

Después de recitar el Tashahhud, el Ta´awwuz y el Surah Fatiha, Hazrat Jalifatul Masih V (aba) dijo:

Hoy narraré el relato de la vida de Hazrat Jabbab bin Al-Arat (ra), un compañero Badri (que participó en la batalla de Badr). Hazrat Jabbab (ra) pertenecía a la tribu de los Banu Sa´ad Bin Zaid. Su padre se llamaba Arat bin Yandala. Su seudónimo era Abu Abdil’lah, pero según algunos también era Abu Muhammad y Abu Yahya. Durante la época del yahiliya (el período de ignorancia anterior al advenimiento del Santo Profeta -sa-) fue vendido como esclavo en La Meca. Era esclavo de Utbah bin Ghazwan, pero según algunos era esclavo de Umme Anmaar Juza´iyyah y soldado de los Banu Zuhrah. Fue la sexta persona, dentro de los primeros Compañeros (del Santo Profeta -sa-), que aceptó el islam y se encontraba además entre los primeros que profesó abiertamente su fe y que soportó dificultades extremas por ello. Hazrat Jabbab (ra) había aceptado el islam antes de que el Santo Profeta (sa) fuese a Dar-e-Arqam y predicara desde allí.

Muyahid afirma:

“Las primeras personas que profesaron abiertamente su fe en el islam, después de aceptar el mensaje del Santo Profeta (sa) fueron: Hazrat Abu Bakr (ra), Hazrat Jabbab (ra), Hazrat Suhaib (ra), Hazrat Bilal (ra), Hazrat Ammaar (ra) y Hazrat Sumayyah (ra), la madre de Hazrat Ammaar (ra). El mensajero de Al´lah fue protegido por Dios Altísimo por medio de su tío Abu Talib (ra) y Hazrat Abu Bakr (ra) estaba protegido por su propio pueblo”.

Aunque el autor de este escrito lo hace en un contexto concreto, lo cierto es que, y quizá el autor olvidó mencionarlo, a pesar de afirmar que Abu Talib (ra), el tío del Santo Profeta (sa), lo protegió y éste recibió protección por parte suya, ni el mismo Santo Profeta (sa) permaneció a salvo de las atrocidades cometidas por los mushrikin [politeístas] de La Meca, ni Hazrat Abu Bakr (ra). La historia da testimonio de ello. Ellos también fueron objeto de diversos tipos de crueldades, incluyendo al propio Hazrat Abu Talib (ra). Sin embargo, el autor de esta narración declara que ellos permanecieron a salvo, pero como he mencionado, este es su propio punto de vista, porque la historia nos dice que ni el Santo Profeta (sa) ni Hazrat Abu Bakr (ra) permanecieron a salvo de estas crueldades. En cualquier caso, escribe además que “aunque ellos dos permanecieron a salvo, a los demás les colocaron cadenas de hierro; fueron quemados bajo el intenso calor del sol, soportaron las cadenas de hierro y el calor, tanto y durante el tiempo que Al´lah decretó”.

Sha´bi declara:

“Hazrat Jabbab (ra) mostró una gran perseverancia y no aceptó la exigencia de los incrédulos de rechazar el islam. Por ello, le colocaron piedras muy calientes en la espalda, hasta que la carne llegó a derretirse”. Esta narración completa es de Usdul Ghabah.

 Narrando los detalles de otro incidente relacionado con Hazrat Jabbab (ra), que tuvo lugar cuando Hazrat Umar (ra) aceptó el islam, Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) dice en Sirat Jatam an-Nabiyyin:

 “Tan solo habían transcurrido unos días después de la conversión de Hazrat Hamza (ra), cuando Dios Altísimo bendijo a los musulmanes con otro momento de alegría. En otras palabras, Hazrat Umar (ra), que era un enemigo declarado, aceptó el islam. La historia de su conversión es muy interesante. (Muchas personas han escuchado o leído este relato, pero voy a mencionar los detalles de este episodio según lo que narra Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra), porque también es importante mencionarlo haciendo referencia a los relatos históricos de Hazrat Jabbab -ra-).

El temperamento de Hazrat Umar (ra) ya contenía un buen grado de rigidez, que se incrementó aún más debido a su enemistad hacia el islam. Así pues, antes de su conversión al islam, Umar (ra) sometió a musulmanes pobres y débiles a grandes torturas por haber aceptado el islam. Pero cuando se cansó de infligirles este sufrimiento y no vio signos de que fuesen a abandonar su fe, pensó en terminar con el mismo fundador de esa fitna (controversia), es decir, el Santo Profeta (sa).

Con este pensamiento, cogió su espada y salió en busca del Santo Profeta (sa). En el camino, alguien le vio yendo con la espada desenvainada en la mano y le preguntó: “Oh Umar, ¿a dónde vas?”. Umar (ra) le respondió: “He salido para matar a Muhammad (sa)”. Y le dijo: “Si matas a Mohammad (sa), ¿podrás estar a salvo de los Banu Abdi Manaf? ¿Por qué no te ocupas primero de tu propia casa? Tu hermana y tu cuñado han aceptado el islam”. Umar (ra) se volvió de inmediato y comenzó a caminar hacia la casa de su hermana Fatimah (ra). Mientras se acercaba a la casa, pudo escuchar que dentro estaban leyendo el Sagrado Corán y que era Hazrat Jabbab bin Al-Arat (ra) quien lo recitaba de manera muy melodiosa. Cuando Umar (ra) escuchó su voz, se enfureció aún más y entró en la casa. Tan pronto como Hazrat Jabbab (ra) escuchó sus pasos, se escondió y Fatimah (ra) ocultó también las hojas del Sagrado Corán donde pudo, (Fátima -ra- era la hermana de Umar -ra-). Al entrar, Umar (ra) gritó: “¡He escuchado que habéis abandonado vuestra fe!”. Entonces, atacó a su cuñado Sa´id bin Zaid (ra) y Fatimah (ra), en un intento de proteger a su marido, se adelantó y resultó herida; y dijo con mucha valentía: “¡Sí Umar! Nos hemos hecho musulmanes. Haz lo que quieras, no dejaremos el islam”. Umar (ra) era un hombre muy severo, pero debajo de ese manto de severidad, había también un fondo de amor y ternura, que mostraba su colorido en ciertas ocasiones. Cuando escuchó las osadas palabras de su hermana, la miró y notó que estaba cubierta de sangre. Esta escena impactó en el corazón de Umar (ra) de un modo inexplicable. Después de un breve silencio, le dijo a su hermana: “Muéstrame las palabras que estábais leyendo”. Fátima (ra) le respondió: “No lo haré, porque romperás las hojas”. Umar (ra) respondió: “¡No, no! Muéstramelas, te las devolveré”. Entonces dijo Fátima (ra): “Pero no estás purificado y el Corán debe ser tocado en un estado de pureza. Primero toma un baño y después te las enseñaré”.

Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) sigue diciendo:

“Tal vez el deseo de su hermana era también que, al tomar un baño, la ira de Umar (ra) se apaciguaría por completo y después sería capaz de reflexionar con la cabeza fría. Cuando Umar (ra) hubo tomado el baño, Fatimah (ra) colocó las hojas con versículos del Corán delante de él. Cuando las cogió, vio que en ellas se encontraban escritos los primeros versículos del capítulo Ta Ha. Umar (ra) comenzó a leerlas con un corazón profundamente inspirado y cada palabra llegó a lo más hondo del corazón de este noble hombre de buen carácter. Mientras leía, Hazrat Umar (ra) llegó a las siguientes palabras:

Surah Ta Ha, versículo 20:15

“Soy en verdad Al’lah; no hay dios fuera de Mí. Por tanto, sírveme y cumple la Oración para recordarme”.

“Ciertamente, la Hora llegará; Yo voy a manifestarla, para que cada alma sea recompensada por su conducta”.

Cuando Hazrat Umar (ra) recitó este versículo fue como si sus ojos se abrieran y su predisposición oculta, de repente, despertara. Dijo de forma espontánea: “¡Qué palabra tan extraña y tan sagrada es esta!”. Cuando Hazrat Jabbab (ra) escuchó estas palabras, salió inmediatamente, se mostró agradecido a Dios y dijo:

“Esto es debido a la plegaria del mensajero de Al´lah (sa). Por Dios, que ayer escuché al Santo Profeta (sa) implorar esto: “¡Oh Al´lah, bendice con el islam, o bien a Umar bin Al-Jattab, o a Amr bin Hisham (refiriéndose a Abu Yahl)!”.

Cada momento se hacía más difícil para Hazrat Umar (ra) después de leer parte del Sagrado Corán y haberse dado cuenta del verdadero estatus del Santo Profeta (sa), por lo que dijo a Hazrat Jabbab (ra): “Dime de una vez cómo llegar hasta Muhammad (sa)”. En el fervor y la emoción, dejó su espada desenvainada, es decir, ni siquiera se acordó de volver a colocar la espada en su funda.

En esa época, el Santo Profeta (sa) estaba en Dar-e-Arqam y Jabbab (ra) le dio la ubicación de la misma. Umar (ra) fue allí y llamó a la puerta con firmeza. Cuando los Compañeros (ra) miraron a través de la grieta de la puerta, vieron a Umar (ra) sosteniendo la espada desenvainada, por lo que se mostraron reacios a abrirla; pero el Santo Profeta (sa) dijo: “Abrid la puerta”. Hazrat Hamzah (ra), que estaba también presente allí, repitió: “Abrid la puerta. Si ha venido con intenciones puras, entonces está bien, pero si por el contrario sus intenciones son malas, por Al’lah, que le cortaré la cabeza con su propia espada”.

Abrieron la puerta y Umar (ra) entró con la espada desenvainada en la mano. Al verlo, el Santo Profeta (sa) se acercó hacia él y agarrando su capa, tiró de la misma y dijo: “Oh Umar, ¿con qué intención has venido? Por Al’lah, veo que no has sido creado para ser el castigo de Al’lah”. Y Umar (ra) respondió: “Oh Mensajero (sa) de Al’lah, deseo hacerme musulmán”.

Cuando el Santo Profeta (sa) escuchó estas palabras, en el fervor de su felicidad, dijo: ‘Al’lahu Akbar! Dios es Grandísimo; y sus Compañeros (ra) gritaron también “Al’lahu Akbar”, tan fuerte que las montañas de La Meca comenzaron a resonar.

Hazrat Jabbab (ra) relata además que en una ocasión expresamos nuestras dificultades al Santo Profeta (sa). En aquel momento, el Santo Profeta (sa) estaba sentado sobre su sábana, recostado a la sombra de la Kaaba. Nos presentamos ante él diciendo: “¿Acaso no pedirá Usted ayuda para nosotros? ¿No rezará a Al’lah por nosotros en estas condiciones de estrechez?”.

El Santo Profeta (sa) respondió:

¡Mirad! Hubo una vez un pueblo antes que vosotros, para el que se cavaba para cada individuo una zanja y en la que se les enterraba. Luego, ponían una sierra en sus cabezas y los cortaban en dos pedazos y ni siquiera esto les disuadió de su fe; o se les arrancaba la carne de sus huesos y tendones con cepillos de hierro, y tampoco esto les apartó de su fe.

El Santo Profeta (sa) luego declaró:

“¡Por Al’lah! Al’lah ciertamente cumplirá este trabajo -queriendo decir: mi misión se cumplirá con seguridad. Él cumplirá sin duda el propósito para el que he venido y habrá momentos de tranquilidad también”.

Y declaró además: “Esto será como el viaje de un jinete de Zanaa a Hadhar Maut”. Zanaa y Hadhar Maut son dos ciudades en Yemen y se dice que la distancia entre las dos es de 350 Km. En cualquier caso, el Santo Profeta (sa) dijo que “el jinete emprendería ese viaje y no tendría miedo de nadie más que de Al’lah”; o también dijo que “él solo temería que su oveja fuera atacada por un lobo”.

Entonces, el Santo Profeta (sa) dijo:

“Por tanto, estáis mostrando impaciencia”. En otras palabras, esto solo podría ser logrado demostrando paciencia. Esta es una narración de Bujari.

Esta misma narración también se recoge en otro lugar. Hazrat Jabbab (ra) relata:

“Fui ante el Santo Profeta (sa), que estaba acostado debajo de un árbol y había puesto su mano bajo su cabeza, y dije: ‘¡Oh Mensajero de Al’lah! ¿No orará Usted para nosotros contra esas personas a quienes tememos que nos puedan apartar de nuestra fe?’. El Santo Profeta (sa) apartó su cabeza de mí hasta tres veces y cada vez que le decía esto, el Santo Profeta (sa) se daba la vuelta. Entonces, después la tercera vez, el Santo Profeta (sa) se sentó y dijo: “¡Oh gente, temed a Al’lah y tened paciencia! ¡Por Dios! Ha habido tales hombres creyentes en Dios antes que vosotros, sobre cuyas cabezas se colocó una sierra que los cortaba en dos, pero ni siquiera así se retractaron de su fe. Temed a Al’lah. Al’lah es el que abrirá vuestros caminos y cuidará de vuestros asuntos”.

Hazrat Jabbab narra:

“Yo era herrero y bin Wa’il me debía un préstamo. Cuando fui hasta él y le pedí que me pagara la deuda, dijo: ‘Nunca te devolveré el préstamo hasta que rechaces a Muhammad [sa], (hasta que anuncies que has renunciado a tu juramento de lealtad al Santo Profeta -sa-). No te pagaré hasta que anuncies que rechazas a Muhammad (sa)”. Hazrat Jabbab (ra) dijo: “Nunca rechazaré al Santo Profeta (sa), incluso aunque mueras y vuelvas a la vida, (queriendo decir con ello que es imposible que le rechazara)”. Le respondió: “Cuando se me devuelva a la vida después de morir -procedió a dar una respuesta similar- y vuelva junto a mi riqueza y progenie, entonces te devolveré el préstamo”. Así pues, se negó a pagárselo. Entonces, Hazrat Jabbab (ra) dijo que “respecto al deudor se revelaron los siguientes versículos” (del Surah Mariam):

¿No has visto a quien no cree en Nuestros Signos y dice: ‘Ciertamente recibiré riqueza e hijos?’, 19:78.

¿Ha llegado a conocer lo invisible o ha recibido una promesa del Dios Clemente?, 19:79.

¡No! Anotaremos lo que dice y prolongaremos mucho su castigo, 19:80.

Y heredaremos de él todo aquello de lo que habla y comparecerá ante Nosotros totalmente solo, 19:81.

Hazrat Jabbab (ra) era herrero y solía hacer espadas. El Santo Profeta (sa) tenía un gran amor por él y con frecuencia iba a visitarlo. Cuando su dueña supo que el Santo Profeta (sa) visitaba a Hazrat Jabbab (ra), comenzó a colocarle hierro ardiente en la cabeza. Él trabajaba con el hierro y lo metía en un horno; ella lo cogía y se lo colocaba en la cabeza. Una vez, Hazrat Jabbab (ra) se quejó de esto al Santo Profeta (sa), a lo que él dijo: “¡Oh Al’lah, ayuda a Jabbab!”; es decir, el Santo Profeta (sa) rezó por él y según se narra, el resultado fue que su dueña, Umme Anmar desarrolló una enfermedad mental, que sollozaba como un perro. Entonces le aconsejaron que se marcara, es decir, que colocara hierro ardiente sobre su cabeza; y así es como Hazrat Jabbab (ra) marcó su cabeza con hierro ardiendo. No le quedó más remedio que ponerse hierro incandescente sobre su cabeza por medio de Hazrat Jabbab (ra).

Abu Layla Qindi narra que Hazrat Jabbab (ra) fue a Hazrat Umar (ra) y éste le dijo que se acercara porque, aparte de Hazrat Ammar bin Yasir (ra), no había nadie más digno que él de estar en esa reunión. Hazrat Jabbab (ra) mostró las cicatrices en su espalda, recibidas por las aflicciones de los politeístas. Esta es una narración de At-Tabaqatul Kubra.

Hay otro relato que también da los detalles del incidente en el que mostró las cicatrices en su espalda. Sha’bi relata que Hazrat Jabbab (ra) fue a Hazrat Umar bin Al-Jatab (ra). Hazrat Umar (ra) lo hizo sentar en esa reunión en particular y dijo: “No hay nadie en la faz de la tierra más digno que tú para estar en esta reunión, excepto otra persona”. Hazrat Jabbab (ra) preguntó: “Oh Amirul Mu’minin (Líder de los creyentes), ¿quién es esa persona?”. Hazrat Umar (ra) respondió: “Es Bilal (ra)”. Hazrat Jabbab (ra) luego dijo: “Oh Amirul Mu’minin, él no es más digno que yo, porque cuando él estaba en manos de los idólatras, siempre tuvo algún ayudante, a través del cual Dios Altísimo lo salvaba; pero yo no tenía ayuda para protegerme”.

Hazrat Jabbab (ra) dijo después:

“Un día me encontré en una situación en la que un grupo de personas me detuvieron, encendieron un fuego y me arrojaron sobre las brasas ardientes. Uno de ellos me arrojó sobre las ascuas ardientes y otro puso sus pies en mi pecho. Me arrojaron al fuego y uno de ellos puso su pie en mi pecho. Fue solo mi espalda la que me salvó de la tierra ardiente”. O quizá dijo que fue solo su espalda la que mantuvo el suelo frío. Luego quitó la tela de su espalda, que se había vuelto completamente blanca como alguien que sufre de lepra; es decir, cuando fue arrojado sobre las ascuas ardientes, no había nada para enfriar el carbón, sólo la piel y la carne de su espalda lo enfriaron.

Hay otra narración más a este respecto que es la siguiente: Sha’bi narra que Hazrat Umar (ra) preguntó a Hazrat Jabbab (ra) sobre las dificultades que tuvo que soportar de las manos de los idólatras. Él respondió, “Oh Amirul Mu’minin (Líder de los creyentes), mire mi espalda”. Cuando Hazrat Umar (ra) vio su espalda dijo: “Nunca he visto una espalda así”. Hazrat Jabbab (ra) le respondió: “Se encendía un fuego y yo era empujado hacia él y además no había nada para apagar este fuego, excepto la carne de mi espalda”.

 Mientras habla de este incidente, Hazrat Musleh Maud (ra) escribe:

“Hay que tener en cuenta que los que sufrieron más aflicciones, después de aceptar al Santo Profeta (sa), fueron los esclavos. Hazrat Jabbab bin al-Arat (ra) era un esclavo y trabajaba como herrero. Aceptó al Santo Profeta (sa) en los primeros días (del islam) y era sometido a severas crueldades por parte de la gente, hasta el punto de que se le hacía acostar sobre las brasas de su propio horno y se le colocaba una gran piedra en el pecho para que no se pudiera mover. Aquellos que eran responsables de pagar sus salarios se negaron a pagarle, pero a pesar de toda la persecución y las dificultades financieras, no vaciló ni un minuto y permaneció firme en su fe. Las cicatrices en su espalda fueron visibles hasta el final de su vida.

Durante el Jalifato de Hazrat Umar (ra), Hazrat Jabbab (ra) habló de las dificultades que había sufrido y éste le pidió que se levantara la camisa de su espalda. Cuando Hazrat Jabbab (ra) levantó su camisa, su espalda estaba cubierta de cicatrices blancas, como la de alguien que sufre de lepra”.

En otro lugar, Hazrat Musleh Maud (ra) escribe:

“Uno de estos primeros esclavos conversos, llamado Jabbab bin Al-Arat (ra), llegó a enseñar su espalda. La gente que estaba con él vio que su piel no era normal y en cambio se había endurecido como la de un animal. Se sorprendieron al ver esto y preguntaron de qué dolencia estaba sufriendo. Hazrat Jabbab (ra) sonrió y dijo que no era una dolencia, sino sólo un recuerdo de aquellos primeros días cuando la gente de La Meca arrastraba a los esclavos musulmanes como yo por las calles de La Meca, sobre arenas y piedras duras y calientes. Practicaban esta crueldad continuamente, por lo que mi espalda tiene estas cicatrices”.

Estos primeros conversos al islam no sólo eran pobres, sino que muchos de ellos también eran esclavos y después de convertirse al islam, tuvieron que soportar muchas dificultades. Como hemos oído en referencia a Hazrat Jabbab (ra), se les hizo acostarse en ascuas ardientes y se les arrastró a través de las piedras. Soportaron estas dificultades en los primeros días, pero cuando el islam se extendió, Dios Altísimo les concedió innumerables bendiciones y les otorgó un rango eminente en el mundo.

Un día, mientras mencionaba ésto, Hazrat Musleh Maud (ra) dijo:

“En una ocasión, durante su Jalifato, Hazrat Umar (ra) vino a La Meca. Todos los renombrados jefes de las tribus eminentes vinieron a saludarlo y pensaron que, como Hazrat Umar (ra) conocía bien a sus familias y ellos mismos eran los reyes de sus tribus, les mostraría respeto y honor a sus familias, y a través de ello podrían restablecer la gloria perdida. Por tanto, cuando llegaron para recibir a Hazrat Umar (ra), comenzaron a conversar con él y mientras estaban inmersos en la conversación, Hazrat Bilal (ra) se unió a esta reunión. Poco tiempo después, Hazrat Jabbab (ra) también llegó y así, uno por uno, todos los [antiguos] esclavos que aceptaron el islam en sus primeros años, vinieron a la reunión. Todos ellos fueron anteriormente esclavos de los jefes que se sentaban en las reuniones (importantes) o eran esclavos pertenecientes a sus antepasados. Cuando eran esclavos, esos jefes les infligían las más severas crueldades. Cada vez que uno de estos esclavos entraba, (es decir, quienes lo fueron en el pasado) como Hazrat Bilal (ra) y Hazrat Jabbab (ra), Hazrat Umar (ra) saludaba a cada uno de ellos, les daba la bienvenida y les pedía a los jefes si podían amablemente echarse un poco hacia atrás.

Normalmente, en las reuniones los jefes se sentaban al frente. Cuando estos primeros conversos al islam vinieron a la reunión, Hazrat Umar (ra) pidió a los jefes de La Meca que retrocedieran para que éstos pudieran sentarse en el frente; hasta el punto que incluso los jóvenes jefes que habían venido a reunirse con Hazrat Umar (ra), siguieron echándose hacia atrás, llegando finalmente a la puerta. (En aquellos días no había grandes salones, habría sido una habitación pequeña. Por lo tanto, como no cabían todos en el interior, se tuvieron que mover hacia atrás, por lo que dichos jefes acabaron sentándose cerca de donde se colocaban los zapatos). Entonces, cuando estos jefes se vieron forzados a sentarse donde se colocaban los zapatos y vieron también con sus propios ojos que cada uno de los antiguos esclavos musulmanes fue invitado a sentarse delante de ellos, desplazándoles a ellos hacia atrás, se sintieron muy dolidos”.

Hazrat Musleh Maud (ra) continúa diciendo:

“Dios Altísimo creó una situación por la que, casualmente, todos los musulmanes que una vez fueron esclavos de los incrédulos, vinieron a la reunión uno tras otro. Si estos jefes hubieran tenido que retroceder solo una vez, puede que no hubieran sentido nada, pero como se les hizo retroceder varias veces, no pudieron soportarlo y abandonaron la reunión. Una vez fuera, comenzaron a quejarse unos a otros diciendo que habían sido humillados y que se les hizo retroceder cada vez que un esclavo venía a la reunión, hasta que finalmente tuvieron que sentarse entre los zapatos. Ante ésto, uno de los jóvenes dijo: ‘¿Quién tiene la culpa de esto, Umar (ra) o nuestros antepasados? Si os tomáis un minuto de reflexión, os daréis cuenta de que la culpa de que hoy hayamos sido castigados no es de Hazrat Umar (ra), sino de nuestros antepasados. Esto es porque cuando Dios Altísimo envió a Su Profeta (sa), nuestros antepasados se opusieron a él, pero esos esclavos lo aceptaron y soportaron felizmente todo tipo de dificultades. Por consiguiente, si hoy hemos tenido que sufrir humillaciones no es por Hazrat Umar (ra), sino por nuestra propia culpa’.

Al oír esto, los otros dijeron: ‘Estamos de acuerdo, todo esto se debe a las acciones de nuestros antepasados; sin embargo, ¿hay alguna manera de eliminar esta mancha, o no?’. Todos dialogaron entre sí y pensaron que, ya que no podían idear una respuesta, debían pedir a Hazrat Umar (ra) una solución a su problema. Así pues, fueron a Hazrat Umar (ra) y le dijeron: ‘Usted es plenamente consciente de lo que nos ha pasado hoy, al igual que nosotros’. Hazrat Umar (ra) respondió: ‘Perdonadme que me viera obligado a actuar de esta manera, ya que esas personas fueron honradas en las reuniones del Santo Profeta (sa). Pueden haber sido vuestros esclavos, pero en las reuniones del Santo Profeta (sa) se les mostró honor y respeto. Por tanto, era mi deber mostrarles el mismo respeto’. Ellos respondieron: ‘Somos conscientes de que esto se debe a nuestras propias deficiencias, pero ¿hay alguna manera de eliminar esta mancha?’”

Hazrat Musleh Maud (ra) escribe:

“Es muy difícil para nosotros imaginar cuánta influencia ejercían estos jefes en La Meca, pero Hazrat Umar (ra) era plenamente consciente de la situación de sus tribus, porque Hazrat Umar (ra) nació y se crió en La Meca, y conocía muy bien el poder y la influencia que los antepasados de estos jóvenes jefes ejercían. Hazrat Umar (ra) sabía que ningún hombre podía siquiera atreverse a mirarlos a los ojos y conocía el nivel de autoridad y mando que tenían sus antepasados. Hazrat Umar (ra) recordó cada uno de estos incidentes y un estado de angustia se apoderó de él, hasta el punto de no poder hablar como resultado de ello. Todo lo que pudo hacer fue señalar hacia el norte, es decir, hacia Siria; lo que significaba que los musulmanes estaban inmersos en una batalla en Siria y que si ellos fueran y combatieran en esa batalla, es posible que obtuvieran la expiación por esos errores. Por lo tanto, esos jóvenes jefes se levantaron y se dirigieron de inmediato a dicha batalla.”

Hazrat Musleh Maud (ra) sigue diciendo:

“La historia da testimonio de que ni uno solo de estos jóvenes jefes regresó de la batalla, si no que todos fueron martirizados durante el combate. Todos ellos alcanzaron el martirio en esas tierras y de esta manera pudieron eliminar esta mancha de su apellido, que se había convertido en una causa de humillación para ellos”.

Así que, en última instancia, uno tiene que ofrecer sacrificios. A aquellos que ofrecieron sacrificios en los primeros días del islam se les concedió honor, mientras que aquellos que se unieron más tarde, y quisieron eliminar esta mancha del nombre de su familia, que se había convertido en una causa de vergüenza para ellos, lo hicieron mediante sacrificios.

Cuando Hazrat Jabbab (ra) y Hazrat Miqdad bin Amr (ra) emigraron a Medina, ambos se alojaron en la casa de Hazrat Kulzum bin Al-Hidam (ra) y continuaron allí hasta la muerte de Hazrat Kulzum (ra), quien falleció poco antes de que el Santo Profeta (sa) partiera hacia Badr. Después de eso, se fueron a vivir con Hazrat Sa’d bin Ubaidah (ra) y continuaron viviendo allí hasta la victoria sobre los Banu Quraizah. El Santo Profeta (sa) estableció un vínculo de hermandad entre Hazrat Jabbab (ra) y Hazrat Tamim (ra), que era el esclavo liberado de Hazrat Jirash bin Simah (ra). Sin embargo, según otra narración, el Santo Profeta (sa) estableció un vínculo de hermandad entre Hazrat Jabbab (ra) y Hazrat Yabar bin Atiq (ra). Según Al’lama ibn Abd-al-Barr, la primera narración es más auténtica.

Hazrat Jabbab (ra) participó en todas las batallas junto al Santo Profeta (sa), incluyendo la batalla de Badr, Uhud y Jandaq.

Abu Jalid relata: “Un día estábamos sentados en la mezquita y Hazrat Jabbab (ra) entró y se sentó en silencio. La gente le dijo: Tus amigos se han reunido a tu alrededor para que les des algunos consejos o instrucciones. Hazrat Jabbab (ra) respondió: ¿Qué instrucción debo dar? Temo que pueda dar una instrucción que yo mismo no pueda cumplir”. Tal era el temor por Dios Altísimo y el estándar de rectitud que esta gente poseía.

Abdul’lah bin Jabbab relata de su padre:

“En una ocasión, el Santo Profeta (sa) dirigió la oración y la prolongó significativamente. La gente le preguntó: ‘¡Oh, Mensajero de Al’lah! Usted ha dirigido la oración de una manera que nunca antes había hecho”. El Santo Profeta (sa) respondió: “Esta ha sido una oración llena de amor y temor. Pedí tres cosas a Dios Altísimo y me ha concedido dos de ellas, pero no la tercera. Le pedí a Dios que salvara a mi Ummah de ser destruida por la aflicción de hambrunas, lo cual Dios aceptó; luego le pedí a Dios que protegiera a mi Ummah de ser vencida por su enemigo, lo cual Dios Altísimo aceptó. (La Ummah del Santo Profeta -sa- continúa establecida y si alguien vence a los musulmanes, es culpa de los gobiernos musulmanes que permiten que esto suceda. No obstante, la Ummah del Santo Profeta -sa- sigue estando establecida, con la ayuda de Al’lah). Entonces recé a Dios Altísimo para que mi Ummah no peleara entre sí, pero Dios no me concedió esto”. Como resultado de ello, podemos ver hoy que los musulmanes se han dividido en varias sectas y unos contra otros están emitiendo Fatwas de Kufr (edictos de incredulidad).

Tariq relata que una delegación formada por Compañeros del Santo Profeta (sa) fue a visitar a Hazrat Jabbab (ra) cuando estaba enfermo y dijeron: “¡Oh Abu Abdul’lah (ra), regocíjate, porque te unirás a tu hermano en el Hauz-e-Kauzar (en el paraíso)”. Hazrat Jabbab (ra) respondió: “Has mencionado a esos hermanos que han fallecido y no recibieron todas sus recompensas, mientras que nosotros continuamos viviendo hasta el punto de que hemos alcanzado todo y ahora tememos que hayamos obtenido quizá la recompensa por nuestros actos”. En otras palabras, temía que se les hubiera concedido su recompensa solo en este mismo mundo como resultado de haber logrado riqueza mundanal.

Hazrat Jabbab (ra) soportó una enfermedad muy intensa y prolongada.

Hariza bin Muzrib relata:

“Fui a ver a Hazrat Jabbab (ra) para visitarlo mientras estaba enfermo. Tenía siete cicatrices diferentes como resultado de su tratamiento y escuché a Hazrat Jabbab (ra) decir: ‘Si no hubiera escuchado al Santo Profeta (sa) decir que no es permisible que uno desee el final de su vida, lo habría deseado de verdad’ (en otras palabras, estaba experimentando un dolor muy extremo). Cuando trajeron la tela para envolverle antes de su entierro, hecha de una tela muy fina producida en Egipto, empezó a llorar. Y dijo entonces: ‘Se puso una tela funeraria tan corta sobre el tío paterno del Santo Profeta (sa), Hazrat Hamzah (ra), que si se tiraba para cubrir sus pies, dejaba la cabeza descubierta; y cuando tiraban de ella sobre su cabeza, sus pies quedaban al descubierto; así pues, colocaron idhjir (yerba seca) sobre sus pies. He experimentado una época con el Santo Profeta (sa), en la que yo no poseía ni un solo dinar o un dirham, pero ahora mirad mi condición’. Y añadió: ‘Ahora tengo un cofre en una esquina de mi casa que contiene 40.000 dirhams. Sin embargo, temo que se nos hayan concedido todas las cosas puras en este mismo mundo’”.

Hazrat Jabbab (ra) narra:

“Emigramos con el Mensajero de Al’lah (sa) buscando Su placer y esperando la recompensa de Al’lah. Algunos de nosotros murieron sin obtener nada de su debida recompensa. Entre ellos estaba Hazrat Mus’ab bin Umair (ra) y hay algunos entre nosotros cuyas acciones han madurado y estamos disfrutando del deleite de sus frutos. Hazrat Mus’ab bin Umair (ra) fue martirizado en la batalla de Uhud y sólo había una tela pequeña para cubrirlo. Cuando le cubríamos la cabeza con ella, sus pies quedaban expuestos y cuando le cubríamos los pies con ella, su cabeza quedaba al descubierto. Así que el Santo Profeta (sa) nos dijo que le cubriéramos la cabeza y le pusiéramos un poco de idhjir (es decir, yerba) sobre sus pies”.

Zaid bin Wahab relata:

“Estábamos en compañía de Hazrat Ali (ra) mientras regresaba de la batalla de Siffin. Cuando llegamos a las puertas de Kufa, nos dimos cuenta de que había siete tumbas a nuestra derecha. Hazrat Ali (ra) preguntó a quién pertenecían esas tumbas. La gente respondió: ‘¡Oh, líder de los creyentes, después de que te fuiste a Siffin, Jabbab (ra) falleció y declaró en su testamento ser enterrado fuera de la ciudad de Kufa!’”. En aquellos días, era práctica de la gente enterrar a sus muertos en su patio delantero o cerca de la puerta principal. No obstante, cuando la gente fue testigo de que Hazrat Jabbab (ra) había declarado en su testamento que quería ser enterrado fuera de la ciudad de Kufa, ellos empezaron a hacer lo mismo.

Entonces, Hazrat Ali (ra) declaró:

“¡Que Dios conceda su misericordia a Jabbab (ra)! Aceptó el islam por elección propia y participó en la emigración por obediencia. Pasó toda su vida como un Muyahid (uno que se esfuerza sobremanera a causa de su fe) y soportó muchas pruebas por su mala salud física, (es decir, sufrió varias enfermedades durante mucho tiempo)”.

Hazrat Ali (ra) dijo además: “A quien haga una buena obra, Dios nunca le privará de su recompensa”.

Entonces, Hazrat Ali (ra) se acercó a las tumbas y dijo:

“La paz sea con los creyentes y los musulmanes que yacen aquí. Vosotros sois los que habéis partido antes que nosotros para también preparar el terreno para nosotros y pronto nos encontraremos con vosotros. ¡Oh, Al’lah, concede Tu perdón tanto a ellos como a nosotros, e ignora sus defectos y los nuestros. Las buenas nuevas son para quien es consciente del Más Allá y realiza sus acciones teniendo en cuenta el Día del Juicio Final, y se contenta con aquello que le basta para satisfacer sus necesidades y complacer a su Dios Altísimo”.

Esta fue la oración ofrecida por Hazrat Ali (ra) en ese momento.

Hazrat Jabbab (ra) falleció en el año 37 después de la Hégira, a la edad de 73 años.

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