Estos rumores se hicieron tan persistentes que el Profeta(sa) decidió conducir en persona una expedición musulmana contra Siria. Eran tiempos difíciles. El hambre azotaba Arabia. La cosecha del año anterior había sido pobre, tanto el trigo como la fruta escaseaban, y todavía no había llegado la época de la nueva cosecha. El Profeta(sa) salió en esta misión hacía finales de septiembre o principios de octubre. Los hipócritas sabían que los rumores eran una invención suya destinada a provocar un ataque musulmán contra los sirios en el caso de que éstos no atacaran antes a los musulmanes. En cualquier caso, un conflicto contra el poder del Imperio romano provocaría, inevitablemente, la destrucción del Islam. Todavía tenían ante sí la lección de Mauta, donde los musulmanes se vieron obligados a enfrentarse con un ejército tan enorme que apenas pudieron efectuar la retirada. Los hipócritas esperaban provocar otra Mauta, en la que el propio Profeta(sa) perdiera la vida. Al mismo tiempo que se dedicaban a propagar rumores sobre el ataque sirio contra los musulmanes, se esforzaban por sembrar el pánico entre éstos diciendo que los sirios disponían de ejércitos inmensos contra los que los musulmanes no podrían resistir. Instaron a los musulmanes a que no participaran en el conflicto con Siria. Su intención era por una parte, incitar a los musulmanes a que atacaran Siria, y por otra, evitar que fueran allí en gran número. Deseaban, en definitiva, que los musulmanes libraran una batalla contra Siria y que fueran derrotados. Pero en cuanto el Profeta(sa) anunció su intención de encabezar la expedición, el entusiasmo creció entre los musulmanes. Ofrecieron sacrificar sus vidas por el amor de la fe. Los musulmanes no estaban bien equipados para una guerra de estas proporciones. El tesoro estaba vacío. Sólo los más prósperos poseían los medios necesarios para sufragar la guerra. Los musulmanes compitieron entre sí en sus sacrificios por la fe. Se dice que, ya iniciada la expedición, cuando el Profeta(sa) pidió más fondos, Uzmanraofreció la mayor parte de sus bienes. Según se cuenta, su contribución se cifraba en unos mil dinares de oro, es decir, unas veinticinco mil rupias. Otros musulmanes también contribuyeron según su capacidad. Los pobres recibieron animales para montar, espadas y lanzas. Reinaba el entusiasmo. En aquella época se encontraba en Medina un grupo de musulmanes que había emigrado del Yemen. Eran muy pobres. Algunos se dirigieron al Profeta(sa) para ofrecerle su servicio en la expedición. Dijeron: “Profeta(sa) de Dios, llévanos contigo. Sólo necesitamos un medio de transporte.” El Corán se refiere a estos musulmanes con las siguientes palabras:
“Tampoco contra aquellos que, cuando llegaron a ti para que les proporcionases una montura, les dijiste: “No puedo encontrar cabalgadura para vosotros”; se volvieron, con sus ojos inundados de lágrimas, por la pena de no poder encontrar nada que emplear.” (9:92)
Es decir, no son culpables quienes no participaron en la guerra por carecer de medios, y quienes se dirigieron al Profeta(sa) para pedirle un medio de transporte al campo de batalla. El Profeta(sa) no pudo encontrarles transporte, y se volvieron entristecidos porque su pobreza les impedía participar en la guerra entre musulmanes y sirios. Abu Musara era el jefe de este grupo. Cuando se le preguntó qué había pedido, respondió: “No pedimos ni camellos ni caballos. Sólo dijimos que no teníamos zapatos y que no podríamos hacer un largo viaje descalzos. Si hubiéramos tenido calzado, habríamos ido a pie para participar en la guerra al lado de nuestros hermanos”. Cuando partieron hacia Siria, todavía no habían olvidado nada de cuanto habían sufrido en Mauta y cada uno de ellos iba preocupado por la seguridad personal del Profeta(sa). Las mujeres de Medina también desempeñaron su papel, al animar a sus maridos e hijos a unirse al ejército. Un Compañero, que había estado fuera de Medina, regresó cuando el Profeta(sa) ya había salido. Entró en su casa esperando que su mujer le recibiera con el cariño y la emoción de una esposa cuyo marido vuelve tras una larga ausencia. Encontró a su esposa sentada en el patio y avanzó para abrazarla y besarla. Pero ella le rechazó. El marido la miró sorprendido y le preguntó: “¿Así tratas a quien vuelve a casa tras una larga ausencia?”.
“¿No te da vergüenza?”, preguntó la mujer. ¿“El Profeta(sa) de Dios ha salido en una expedición peligrosa, y tú quieres hacer el amor con tu esposa? Tu primer deber es ir al campo de batalla. Después veremos lo demás.” Se dice que el Compañero abandonó inmediatamente la casa, apretó las cinchas del caballo y salió al galope. Tras tres días de viaje, alcanzó al ejército musulmán. Los incrédulos y los hipócritas probablemente pensaban que el Profeta(sa), en base a los rumores que habían inventado, se lanzaría sin pensar sobre los ejércitos sirios. Olvidaban que el Profeta(sa) deseaba dar ejemplo a generaciones venideras de sus fieles. Cerca de Siria, el Profeta(sa) se detuvo y envió a sus hombres en todas direcciones para reconocer el terreno. Volvieron e informaron de que no había concentraciones sirias en ninguna parte. El Profeta(sa) decidió regresar, pero se detuvo algunos días allí, y firmó acuerdos con algunas tribus que vivían cerca de la frontera. No hubo ni guerra ni combate. El viaje del Profeta(sa) duró unos dos meses y medio. Cuando los hipócritas de Medina comprendieron que había fracasado su intento de provocar la guerra entre musulmanes y sirios, y que el Profeta(sa) regresaba sano y salvo, empezaron a temer que su intriga se hubiera descubierto. Temían recibir el castigo que les correspondía, pero no abandonaron sus siniestros planes. Un grupo armado se colocó a ambos lados de un estrecho desfiladero a cierta distancia de Medina. Era tan estrecho que sólo podía ser atravesado en fila india. Cuando el ejército musulmán se acercaba al lugar, el Profeta(sa) recibió una revelación que le advertía de la presencia de una emboscada enemiga a ambos lados del desfiladero. Así pues, el Profeta(sa) envió a sus Compañeros a reconocer el terreno. Cuando llegaron al lugar, vieron a varios hombres escondidos con el propósito de atacarles, pero que huyeron en cuanto les vieron. El Profeta(sa) decidió no perseguirles.
Cuando el Profeta(sa) llegó a Medina, los hipócritas que se habían mantenido al margen de esta batalla empezaron a ofrecer pretextos poco convincentes. Pero el Profeta(sa) los aceptó, y a la par, decidió que había llegado el momento de exponer su hipocresía. Recibió de Dios la orden de demoler la mezquita de Quba, construida por los hipócritas para poder celebrar allí sus reuniones secretas. Los hipócritas ahora se veían obligados a hacer sus oraciones junto con los demás musulmanes. No se propuso otro castigo.
Al volver de Tabuk, el pueblo de Ta’if también se sometió, y a partir de entonces, otras tribus pidieron ser admitidas en el seno del Islam, de forma que, poco tiempo después, Arabia entera se encontraba bajo la bandera del Islam.