Califas guiados - Hazrat Abu Bakr (ra) y oraciones para el año nuevo
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Califas guiados – Hazrat Abu Bakr (ra) y oraciones para el año nuevo

Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía

SERMÓN DEL VIERNES, 31 DE DICIEMBRE DE 2021.

Pronunciado en la Mezquita Mubarak de Islamabad (Tilford, Surrey), Reino Unido.

Después de recitar el Tashahud, el Taawwuz y el Sura Al-Fatiha,

Hazrat Jalifatul Masih V (aba) dijo lo siguiente:

En el sermón anterior se mencionó el incidente de Hazrat Abu Bakr (ra) en relación a la Cueva de Zaur.

Hay un versículo del Sagrado Corán en relación con este incidente y que relata la llegada de los enemigos a dicha cueva. La traducción de lo que Dios Altísimo afirma es como sigue:

“Si no le ayudáis, sabed que Al’lah lo hizo incluso cuando los incrédulos lo desterraron y uno de los dos que estaban en la cueva dijo a su compañero: ‘No te aflijas, pues Al’lah está con nosotros’.

Entonces Al’lah le envió Su paz, lo fortaleció con huestes que vosotros no visteis y humilló así la palabra de los incrédulos, pues solo la palabra de Al’lah es la que es suprema; y Al’lah es Poderoso, Sabio”.

Esto se menciona en el Santo Corán en relación con el incidente que tuvo lugar en la Cueva de Zaur, ya que los incrédulos de La Meca hablaban entre sí en la entrada de la cueva. Hazrat Abu Bakr (ra) los escuchó y se angustió pensando qué sucedería si capturaban a Muhammad (sa) en ese lugar, ya que toda la religión del Islam se debía a la vida bendita del Mensajero de Dios (sa). Luego, cuando el Profeta (sa) notó que Hazrat Abu Bakr (ra) se angustiaba, le dijo:

“¡No te aflijas, porque Al’lah está con nosotros, oh Abu Bakr!”.

El enemigo siguió al Mensajero de Dios (sa) y cuando llegaron a la montaña donde se encontraba la Cueva de Zaur, alguien que seguía sus huellas afirmó: “No puedo decir a dónde han ido esos dos individuos desde aquí”; y cuando se acercaron a la cueva dijo: “¡Por Al’lah! La persona a la que perseguís no ha ido más allá de este punto”. El rastreador pronunció estas palabras en la entrada de la cueva y alguien incluso quiso echar un vistazo al interior de ella, pero en ese momento Umayyah bin Jalaf dijo de una manera bastante dura y ruda: “He visto esta tela de araña y este árbol aquí incluso antes de que naciera Muhammad (sa). Debes haber perdido la cabeza. ¿Cómo puede estar aquí? Es mejor que nos vayamos de este lugar y le busquemos en otra parte”. Dicho esto, la gente se fue.

En “Sirat Jatamun-Nabiyyin” [‘La vida y el carácter del Sello de los Profetas (sa)’], Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) ha mencionado el anuncio de los qureish de La Meca y su búsqueda del Mensajero de Al’lah (sa) de la siguiente manera:

“Se anunció públicamente que quien trajera a Muhammad (sa), vivo o muerto, recibiría una recompensa de 100 camellos. Así que, anhelando esta recompensa, muchas personas partieron en todas direcciones desde La Meca. Incluso los jefes de los qureish partieron en busca del Santo Profeta (sa) y, siguiendo las huellas, llegaron a la boca de la Cueva de Zaur. Al llegar allí, sus rastreadores dijeron: ‘Esto es todo, las huellas de sus pasos no van más lejos. Por tanto, o Muhammad (sa) se esconde cerca, o ha ascendido a los cielos’.

Alguien dijo: ‘Ve y revisa el interior de esta cueva también’, pero otra persona preguntó: ‘¡Ay! ¿Qué lógica hay en esa idea? ¿Es posible que un individuo se esconda en una cueva así? Este es un lugar extremadamente oscuro y peligroso, y siempre lo hemos considerado como tal’.

Se narra que después de que el Profeta (sa) entrara en la cueva, una araña tejió una telaraña en el árbol que estaba ubicado justo a su entrada, y una paloma hizo un nido y puso sus huevos en la rama que estaba exactamente enfrente.

[Según Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra), esta narración no se sostiene, pero si algo parecido sucedió no es desconcertante en lo más mínimo; es decir aunque es una narración débil, sin embargo no es para sorprenderse].

A veces, una araña teje una telaraña sobre un área extensa en pocos minutos y una paloma no tarda mucho en hacer un nido y poner sus huevos. Por consiguiente, si Dios Altísimo, a través de Su poder Divino, hizo posible que esto sucediera para la protección de Su Mensajero (sa), no es algo increíble. Más bien, teniendo en cuenta la situación, es bastante plausible. En todo caso, ningún hombre de los qureish entró en la cueva y toda la gente se fue de allí”.

Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) escribe además:

“Se narra que los qureish llegaron tan cerca que sus pies eran visibles desde el interior y se podían escuchar sus voces. En ese momento, Hazrat Abu Bakr (ra), con aprensión, aunque en voz baja, le dijo al Profeta (sa): ‘¡Oh Mensajero de Dios! Los qureish están tan cerca que se pueden ver sus pies y si se adelantan un poco más y se agachan podrán vernos’.

Entonces, el Santo Profeta (sa) exclamó: ‘No te preocupes en absoluto, Al’lah está con nosotros’; y luego añadió: ‘¡Oh Abu Bakr! ¿Qué piensas de esos dos individuos, y que el tercero es Dios?’.

En otra narración se relata que cuando los qureish llegaron a la entrada de la cueva, Hazrat Abu Bakr (ra) se preocupó mucho. Así pues, cuando el Profeta (sa) notó su ansiedad, lo consoló diciéndole que no había nada de qué preocuparse; y ante eso, Hazrat Abu Bakr (ra) dijo casi llorando: ‘¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! Si me matan, soy simplemente un hombre. Pero si (Dios no lo quiera) te lastiman, será como si se eliminara a toda la comunidad’.

Sobre esto, después de recibir una revelación por parte de Dios, Muhammad (sa) respondió con las siguientes palabras: ‘¡Oh Abu Bakr, no te preocupes en absoluto, porque Dios está con nosotros y ambos estamos bajo Su divina protección!’. En otras palabras: ‘Estás preocupado por mí y en la pasión de tu sinceridad no sientes pena por tu propia vida’. No obstante, en este momento, Dios Altísimo no solo es mi protector, sino también el tuyo, y Él nos protegerá de la maldad de nuestro enemigo’.”

Esta era una referencia de “Sirat Jatamun-Nabiyyin”.

Al describir los mismos acontecimientos, Hazrat Musleh Maud (ra) afirma lo siguiente:

“Cuando Al’lah le ordenó al Santo Profeta (sa) que emigrara, partió con Hazrat Abu Bakr (ra) a la Cueva Zaur, situada a 6-7 millas (9-10 km) de La Meca. En la cima de esta montaña había una cueva en la que se introdujeron y escondieron. Al mismo tiempo, cuando los incrédulos vieron por la mañana que él no estaba presente en su casa y que había logrado escapar a pesar de todas las medidas de seguridad puestas para impedirlo, partieron inmediatamente en su búsqueda. Contrataron a los mejores rastreadores y más experimentados de La Meca  en el reconocimiento de huellas y los llevaron hasta la Cueva de Zaur, y finalmente  dijeron que Muhammad (sa) tenía que estar allí, pues no había huellas más allá de ese lugar. En ese momento, los enemigos estaban justo en la entrada de la cueva, que no era precisamente estrecha. No era difícil mirar adentro, de hecho, era una entrada tan abierta y espaciosa que era fácil mirar echar un vistazo y ver si había alguien allí. Pero a pesar de que este era el caso, Muhammad (sa) nunca se sintió abrumado por el miedo y, de hecho, debido a la fuerza espiritual que poseía, el corazón de Hazrat Abu Bakr (ra) también permaneció firme, y no actuaron como los compañeros de Moisés (as) que iban a ser capturados.

Más bien, si alguna vez pronunció algo fue: ‘¡Oh Mensajero de Dios (sa), los enemigos están tan cerca que incluso si agacharan un poco las cabezas, nos verán’. No obstante, el Santo Profeta (sa) declaró: “¡Quédate tranquilo Abu Bakr, no somos solo dos en este momento, el tercero que está con nosotros es Al’lah! Entonces, ¿cómo podrán vernos? Por ende, esto es lo que sucedió. A pesar de que el enemigo llegó a la misma entrada de la cueva, no pudieron avanzar y mirar hacia adentro, y desde allí regresaron.

Un aspecto de este incidente es que cuando los compañeros de Moisés (as) entraron en pánico y dijeron: ‘¡Oh Moisés, hemos sido capturados!’. En ese momento, pensaban que incluso Moisés (as) sería capturado por el Faraón. Por el contrario, la confianza de Muhammad (sa) era tal, que el impacto en su Compañero (ra) fue que ni siquiera pronunció las palabras: ‘¡Hemos sido atrapados!’. Todo lo que dijo fue que el enemigo estaba tan cerca que podía encontrarles. De todas formas, Muhammad, el Mensajero de Al’lah (sa), ni siquiera toleraba ese miedo y exclamó: ‘No creas que solo somos dos en este momento, porque hay otro Ser que está con nosotros y es nuestro Dios’.”

Hazrat Musleh Maud (ra) dice en otro lugar:

“Al intensificar la gente de La Meca sus hostilidades contra el Profeta (sa), hasta el punto de impedir sus esfuerzos por la propagación de su fe, Dios Altísimo ordenó que abandonaran la ciudad y Hazrat Abu Bakr (ra) se dispuso a partir de La Meca junto a él. Previamente se le había instado a ello varias veces, pero no estaba dispuesto a marcharse sin el Santo Profeta (sa). Cuando Muhammad (sa) se dispuso a salir, hizo que Hazrat Abu Bakr (ra) lo acompañara.

Al salir por la noche, permanecieron en un lugar de la montaña -y que yo también he visto durante mi peregrinación- en el que se halla una cueva pequeña, cuya boca tiene 2 o 3 yardas (2-3 metros) de ancho. Al enterarse los mequíes de que el Mensajero de Dios (sa) se había marchado de La Meca, salieron a perseguirlo. Los árabes tenían rastreadores muy hábiles y con su ayuda consiguieron llegar al lugar exacto donde estaban ocultándose el Profeta (sa) y Hazrat Abu Bakr (ra). Sin embargo, por decreto Divino, frente a la entrada de la cueva habían crecido algunos arbustos cuyas ramas se hallaban entrelazadas y si la gente hubiera apartado dichas ramas hubieran visto sentados al Santo Profeta (sa) y a Hazrat Abu Bakr (ra). De todas formas, al llegar a aquel lugar dijeron: ‘¡O han subido al cielo o están ahí sentados! No han ido más lejos de aquí’.

Pensad en lo delicado de la situación en ese momento, porque Hazrat Abu Bakr (ra) se inquietó muchísimo, aunque no por su propia persona, sino por el Profeta (sa). Entonces, Muhammad (sa) exclamó: ‘No te aflijas, pues Dios está con nosotros’.

Si el Mensajero de Al’lah (sa) no hubiera visto a Dios estando con él en su interior, hubiera sido imposible que no se preocupara en una situación tan delicada. Incluso las personas más valientes se hubieran atemorizado si el enemigo se hubiera aproximado al lugar exacto donde se ocultaban. Aún así, cuando los enemigos del Profeta (sa), que habían ido a por su vida durante los últimos 13 años, llegaron al lugar exacto y sobre quienes los rastreadores decían que o bien habían ascendido a los cielos o estaban ocultos allí, y que no habían ido más lejos, en ese momento, Muhammad (sa) dijo: ‘Dios está con nosotros, no tienes por qué preocuparte’; y fue debido a su profundo conocimiento de Al’lah que el Santo Profeta (sa) dijo esto, pues el Mensajero de Dios (sa) sentía la presencia Divina en su interior y sabía que con su propia destrucción se exterminaría el auténtico conocimiento Divino, por lo que nadie podría hacer que muriera”.

Por su parte, el Mesías Prometido (as) nos dice:

“Jesús (as) escogió a una sola persona -Tomás- para que le acompañara, del mismo modo en que nuestro Profeta (sa) escogió solamente a Hazrat Abu Bakr (ra) en el momento de emigrar a Medina. El Imperio Romano había declarado rebelde a Jesús (as) y Pilatos también fue asesinado bajo el mandato del César por la misma acusación, ya que era un secreto defensor de Jesús (as) y su mujer era su seguidora. Por lo tanto, era esencial que Jesús (as) saliera del país en secreto y no llevara ningún grupo con él. Por ello, solamente escogió a Tomás para que le acompañara en ese viaje, así como el Mensajero de Al’lah (sa) escogió solo a Hazrat Abu Bakr (ra) para que le acompañara a su trayecto a Medina; y así como el resto de los Compañeros (ra) de nuestro Profeta (sa) se unieron a él en Medina a través de varias rutas, igualmente los discípulos de Jesús (as) se le unieron a través de diferentes caminos y en distintos momentos.

En otro lugar, el Mesías Prometido (as) escribe:

“En resumen, la veracidad y sinceridad de Abu Bakr Siddiq (ra) se puso de manifiesto en el momento en que el Santo Profeta (sa) fue asediado por sus enemigos. Aunque algunos opinaban que debería simplemente desaparecer de La Meca, la mayoría de los incrédulos deseaba en realidad poner fin a su vida. Entonces, fue en ese momento cuando Hazrat Abu Bakr Siddiq (ra) mostró tal sinceridad y lealtad que servirían de ejemplo hasta la posteridad.  En dicho momento tan crítico, la elección de Muhammad (sa) es un potente argumento a favor de la veracidad y lealtad suprema de Hazrat Abu Bakr Siddiq (ra) y esto es lo que ocurrió a la hora de la selección del Profeta (ra), ya que en aquel momento el Mensajero de Dios (sa) contaba con setenta u ochenta Compañeros (ra) y también se hallaba con él Hazrat Ali (ra), pero de todos ellos no escogió a nadie más que a Hazrat Abu Bakr (ra). Y ¿cuál fue la razón de esta elección? El hecho es que un profeta ve a través del ojo de Dios y su percepción proviene también de Al’lah. Por consiguiente, Dios había informado al Mensajero (sa) a través de una visión y revelación que la persona más idónea y apropiada para esta tarea era Hazrat Abu Bakr Siddiq (ra), quien acompañó al Santo Profeta (sa) en ese difícil momento convertiro en una prueba peligrosa.

Por su parte, cuando le sobrevino un periodo similar al Mesias, Hijo de María (as), sus discípulos le abandonaron y huyeron, y uno de ellos llegó incluso a maldecirle. Por el contrario, todos y cada uno de los nobles Compañeros (ra) del Santo Profeta (sa) mostraron una lealtad absoluta. Así pues, Hazrat Abu Bakr Siddiq (ra) le dio todo su apoyo y cuando llegaron a una cueva llamada Cueva de Zaur, ambos se refugiaron en ella. Los infames incrédulos que habían conspirado para perjudicar a Muhammad (sa) llegaran hasta esta cueva tras su búsqueda. Hazrat Abu Bakr Siddiq (ra) dijo al Profeta (sa): ‘Ahora esa gente nos han alcanzado y si alguno de ellos mira un poco hacia abajo conseguirá vernos, y seremos capturados’. Entonces, el Profeta (sa) exclamó: ‘No te aflijas en absoluto. Dios está con nosotros’. Reflexionad en estas palabras. El Santo Profeta (sa) se unió a Hazrat Abu Bakr Siddiq (ra) y declaró: ‘¡Ciertamente Dios está con nosotros!’. Las palabras árabes ‘ma-ana’ (con nosotros) se refiere a los dos, o sea, ‘contigo y conmigo’. Dios Altísimo puso a un lado al Mensajero de Al’lah (sa) y al otro a Hazrat Abu Bakr Siddiq (ra).

En aquel momento ambos estaban sometidos a prueba, ya que era aquel tiempo en el que o bien se colocarían los cimientos del Islam o bien llegarían a su final. El enemigo permanecía en la entrada de la cueva y se intercambiaban distintas opiniones. Algunos decían se debía buscar en el interior de la misma, ya que las huellas desaparecían justo a la entrada, mientras que otros afirmaban que era imposible que alguien hubiera entrado en ella pues una araña había tejido una telaraña en la boca de la cueva y una paloma había puesto sus huevos; y sus discusiones se podían oír desde el interior de la cueva y el Profeta (sa) también las podía oír claramente. En estas circunstancias llegó el enemigo, que avanzaba con frenesí dispuesto a asesinar a los dos, pero observad la admirable valentía del Santo Profeta (sa) que dice a su verdadero amigo: ‘¡No te aflijas, pues Dios está con nosotros!’.

Estas palabras demuestran claramente que el Mensajero de Al’lah (sa) expresó con su lengua la frase anterior, pues semejantes palabras solo pueden expresarse con la voz y no a través del lenguaje de signos. El enemigo siguió discutiendo fuera y dentro de la cueva, el amo y el siervo también conversaban entre sí, sin importarles que el enemigo escuchara su voz. Esto es una prueba de su fe y su percepción Divina, y demuestra que tenían absoluta confianza en las promesas de Dios. Este ejemplo es suficiente para demostrar la valentía del Santo Profeta (sa)”.

En otro lugar, el Mesías Prometido (as) afirma:

“Para salvaguardar a su Profeta (sa) inmaculado, Al’lah mostró una extraordinaria manifestación, pues aunque sus enemigos llegaron hasta la misma cueva donde Muhammad (sa) estaba oculto con su Compañero (ra), no consiguieron verlo, pues Dios envió a un par de palomas que construyeron un nido a la entrada de la cueva durante esa misma noche y además, por mandato Divino, una araña tejió su telaraña en ese lugar, por lo que los enemigos del Profeta (sa) quedaron desconcertados y regresaron frustrados”.

En las narraciones se relata que, de acuerdo con los planes previstos, el astuto hijo de Hazrat Abu Bakr (ra), Hazrat Abdul’lah bin Abi Bakr (ra), solía acudir a la Cueva Zaur al anochecer e informarles sobre las actividades diarias de La Meca. Asimismo recibía instrucciones y al amanecer regresaba discretamente a la ciudad, como si hubiera pasado toda la noche en La Meca. Por otra parte, la sabiduría de Hazrat Aamir bin Furaira (ra) fue tal que, después de ofrecerles leche de cabra, hacía regresar al rebaño de ovejas de tal forma que borraban las huellas de Hazrat Abdul’lah bin Abi Bakr (ra).

Algunos biógrafos han escrito que Hazrat Asma (ra) solía llevar comida cada noche, aunque esto parece bastante improbable. Dadas las circunstancias peligrosas de la época, ciertos biógrafos afirman que el hecho de que una mujer visitara ese lugar (la Cueva de Zaur) equivaldría a exponer todo el plan y este es el punto de vista correcto. Aparte, puesto que Hazrat Abdul’lah bin Abi Bakr (ra) solía acudir allí diariamente, no era preciso que Hazrat Asma (ra) llevara alimento. De todas formas, Dios sabe mejor.

Trascurrieron así tres días y los mequíes, tras fracasar en su búsqueda de todos los lugares circundantes, hicieron consultas mutuas y anunciaron una gran recompensa. Para ello, enviaron pregoneros a las localidades cercanas, que anunciaron que todo aquel que trajera a Muhammad (sa) vivo o muerto recibiría una recompensa de 100 camellos. En dicho contexto, la codicia de una recompensa tan grande animó a mucha gente a salir en búsqueda del Santo Profeta (sa). Al mismo tiempo, después de tres días, Abdul’lah bin Uraiqit trajo los camellos de acuerdo con el plan previsto.

Una narración de “Sahih al-Bujari” menciona que se había acordado con Abdul’lah bin Uraiqit que transcurridos tres días veniera con los camellos a la mañana siguiente. De esta narración se deduce que el viaje de la Cueva de Zaur a Medina comenzó por la mañana. Sin embargo, otra narración de Bujari clarifica que el viaje  comenzó en realidad por la noche.

Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra), mencionando a Abdul’lah bin Uraiqit, escribe:

“El Santo Profeta (sa) y Hazrat Abu Bakr (ra) le habían confiado a él los camellos y le habían explicado que una vez transcurridas tres noches, en la mañana del tercer día, llegara a la Cueva de Zaur con los camellos. Por consiguiente, llegó allí según lo acordado. Esta es una famosa narración de Bujari y los historiadores escriben que el Santo Profeta (sa) se fue durante la noche y esto está respaldado por otra narración de Bujari. Además, la idea de que el Profeta (sa) partió de noche parece ser también la más creíble”.

Por su parte, Hazrat Musleh Maud (ra) sigue diciendo:

“El Profeta (sa) salió de la cueva en la noche de un lunes, primer día de Rabiul Awwal, y continuó el viaje. Según Ibn Sad, el Mensajero de Al’lah (sa) salió de la cueva en la noche de un lunes, cuarto día de Rabiul Awwal. La primera fecha la menciona Jamis y el comentarista de ‘Sahih Al-Bujari’, Alama Ibn Hayar Al-Asqalani, escribe que el Imam Hakim afirma que hay numerosas narraciones que mencionan que el Santo Profeta (sa) salió de La Meca el lunes y llegó a Medina un lunes también, a excepción de Muhammad bin Musa Jwarizmi, que dijo que el Profeta (sa) salió de La Meca el jueves.

Para conciliar estas diferentes narraciones, Alama Ibn Hayar escribe que el Santo Profeta (sa) salió de La Meca el jueves y después de pasar tres noches en la cueva, es decir, viernes, sábado y domingo, partió hacia Medina la noche del lunes.

Se dice que el camello en el que se montó el Profeta (sa) era Al-Qaswa. Por su parte, Hazrat Abu Bakr (ra) montó en un camello junto con Aamir bin Fuhairah, mientras que Uraiqit montó en su propio camello. La riqueza total que Hazrat Abu Bakr (ra) tenía en su casa en ese momento era de entre cinco y seis mil dirhams, y que se los llevó con él. Según algunas narraciones, Aamir bin Fuhairah y Hazrat Asma (ra) les trajeron la comida que consistía en carne de cabra asada. Al llegar allí se dieron cuenta de que no tenían ninguna tela con la que atar el recipiente de comida y agua. Entonces, Hazrat Asma (ra) se desprendió de su faja y la dividió en dos pedazos. Con una de las piezas ató la comida y con la otra el recipiente de agua. Tras esto, el Santo Profeta (sa) le dio a Hazrat Asma (ra) la buena noticia de que recibiría dos fajas en el Paraíso. Seguidamente, les dijo a todos que empezaban el camino y comenzó su viaje con la siguiente oración:

”¡Oh Al’lah!  Sé mi Compañero en este viaje y el guardián de mi familia’.

Se ha mencionado anteriormente que este suceso de atar la comida tuvo lugar cuando salían de la casa de Hazrat Abu Bakr (ra). No obstante, en esta narración se relata que tuvo lugar en esta otra ocasión. Por tanto, hay dos ocasiones diferentes descritas en la historia sobre cuándo tuvo lugar este hecho en particular. Algunos opinan que este suceso ocurrió cuando el Mensajero de Dios (sa) estaba emigrando de La Meca y salía de la casa de Hazrat Abu Bakr (ra) y se dirigía hacia la Cueva de Zaur. Otra opinión es que este suceso tuvo lugar cuando el Santo Profeta (sa) salía de la Cueva de Zaur y emigraba hacia Medina. En cualquier caso, hay dos narraciones; pero basándose en los detalles de la emigración que menciona Hazrat Aishah (ra) y registrados en Bujari, parece que este suceso tuvo lugar cuando salían de la casa de Hazrat Abu Bakr (ra). Por consiguiente, se considera más apropiado dar preferencia a la narración de Bujari, pues parece poco probable que Hazrat Asma (ra) fuera allí a llevar comida, debido a la confidencialidad de su estancia en la Cueva de Zaur, aparte de que Hazrat Abdul’lah bin Abi Bakr (ra) y Hazrat Aamir bin Fuhairah (ra) ya acudían allí en secreto todos los días, por lo que el hecho de que una mujer fuera hasta allí en tales circunstancias iría en contra de las medidas adoptadas por seguridad y precaución. De todas formas, el hecho de atar la comida con su faja en casa también demuestra la devoción y el amor extremo de Hazrat Asma (ra) por el Santo Profeta (sa), pues no quería perder tiempo buscando otra cosa con la que atar la comida.

Por supuesto, se podría pensar que esto tuvo lugar en la cueva, porque no había nada disponible en el lugar para atar la comida. Aunque podría haber sucedido también en el  hogar al no encontrar algo adecuado a tiempo, por lo que tsuvo que utilizar su faja y ató la comida con ella, y así ayudó a que Hazrat Abu Bakr (ra) y el Mensajero de Al’lah (sa) iniciaran su viaje. Por consiguiente, según la narración de Bujari, parece que es más acertado pensar que el incidente de atar la comida tuviera lugar cuando estaban a punto de salir de la casa de Hazrat Abu Bakr (ra) y no cuando salieron de la Cueva de Zaur hacia Medina. En cualquier caso, Dios sabe mejor lo que ocurrió”.

La propia Hazrat Asma (ra) relata:

“Cuando el Profeta (sa) y Hazrat Abu Bakr (ra) salieron para su emigración, Hazrat Abu Bakr (ra) se llevó toda su riqueza que ascendía a cinco o seis mil dirhams”.

Además, narra:

“Nuestro abuelo, Abu Quhafah, vino a vernos. Por aquel tiempo ya había perdido la vista y dijo: ‘Por Al’lah, él [es decir, Hazrat Abu Bakr (ra)] te ha dejado en una situación difícil no solo en lo que a él respecta, sino también por cuanto a sus bienes’. A esto, dije: ‘¡Oh abuelo mío! Por supuesto que no, ya que nos ha dejado una abundancia de bienes. A continuación, cogí unas piedras y las coloqué en una abertura donde mi padre dejaba su dinero, y luego coloqué un paño sobre ellas. Luego cogí la mano de mi abuelo y le dije: Pon tu mano sobre la riqueza’; y puso la mano sobre el paño y después dijo: ‘En efecto si que ha dejado mucha riqueza, por tanto ha hecho bien y no ha causado ningún daño’.”

Al final añade:

“Juro por Al’lah que Hazrat Abu Bakr (ra) no dejó nada, pero solo quería tranquilizar a esta persona anciana con eso”.

En este contexto, Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) afirma:

“Tras salir de la cueva, el Santo Profeta (sa) montó en un camello que, a la luz de varias narraciones, se llamaba Al-Qaswa, mientras que Hazrat Abu Bakr (ra) y su criado, Aamir bin Fuhairah montaron en el otro. A su partida, el Profeta (sa) lanzó una última mirada hacia La Meca y dijo con intenso dolor: ‘¡Oh ciudad de La Meca! Eres más querida para mí que todos los lugares del mundo, pero tu gente no me ha permitido vivir aquí’.

En ese momento, Hazrat Abu Bakr (ra) dijo: ‘¡Este pueblo ha exiliado a su Profeta! De hecho, serán destruidos.

Hazrat Musleh Maud (ra) menciona además:

“Después de esperar dos días en la cueva, de acuerdo con el plan acordado, fueron llevadas cabalgaduras por la noche hasta la proximidad de la misma y el Mensajero de Dios (sa) y sus Compañeros (ra) partieron con el grupo de camellos. El Santo Profeta (sa) y el guía iban montados en uno de los camellos y esto se recoge en las narraciones, o sea, que ambos iban montados en un solo camello; aunque según otros relatos había tres camellos. En cualquier caso, Hazrat Abu Bakr (ra) y su sirviente, Aamir bin Fuhairah, iban montados en el otro camello. Justo antes de partir hacia Medina, el Santo Profeta (sa) se volvió hacia La Meca, la ciudad sagrada que fue su lugar de nacimiento, donde se produjo su advenimiento, y el lugar donde habían vivido sus antepasados desde la época de Hazrat Ismael (as). El Profeta (sa) echó una última mirada y se dirigió a la ciudad con gran dolor exclamando: ‘¡Oh ciudad de La Meca! Eres más querida para mí que todos los lugares del mundo, pero tu gente no me ha permitido vivir aquí’. En ese momento, Hazrat Abu Bakr (ra) dijo con gran lamentación: ‘¡Este pueblo ha exiliado a su Profeta! De hecho, serán destruidos’.”

Según una narración, cuando llegaron a Yuhfa, que se encuentra aproximadamente a 82 millas de La Meca (131 km), se reveló el siguiente versículo:

‘Con certeza que Quien te ha impuesto las enseñanzas del Corán

te devolverá a tu lugar de retorno’, (28:86).

Continuaron el viaje durante toda la noche y, al acercarse el mediodía, descansaron bajo la sombra de una gran roca. Hazrat Abu Bakr (ra) preparó un lugar para que Muhammad (sa) se acostara y luego le pidió que descansara, y el Santo Profeta (sa) se acostó. Más tarde Hazrat Abu Bakr (ra) se fue para ver si alguien se aproximaba persiguiéndolos. Durante este tiempo, un pastor se acercó a ellos en busca de sombra y Hazrat Abu Bakr (ra) relata:

“Le pregunté: ‘Jovencito, ¿de quién eres sirviente?’. Él respondió que lo era de uno de los miembros de los qureish y dijo su nombre y pude reconocerlo. Entonces, le inquirí si sus cabras tenían leche, a lo que respondió que en efecto sí tenían. A continuación, le pregunté si podía extraer un poco de leche, a lo que accedió y luego le pedí que ordeñara un poco de leche para nosotros. El joven agarró la pata de una de sus cabras y la colocó entre su pantorrilla y el muslo. Le dije que primero limpiara adecuadamente las ubres y tras ello, bajo mi supervisión, extrajo la leche haciéndola caer en un recipiente. Finalmente añadió un poco de agua para enfriarla y se la presenté al Profeta (sa)”.

Según algunas narraciones, cuando Hazrat Abu Bakr (ra) se acercó a presentar la leche al Mensajero de Al’lah (sa), todavía estaba dormido, por lo que Hazrat Abu Bakr (ra) no consideró apropiado despertar al Santo Profeta (sa) mientras descansaba y esperó hasta que se hubiera levantado. Cuando el Profeta (sa) se despertó, le presentó la leche y dijo: “¡Oh Mensajero de Dios! Por favor, bébete esto”. El Mensajero (sa) bebió tanto que Hazrat Abu Bakr (ra) afirma que en su estado de animo se lleno de felicidad. Hazrat Abu Bakr (ra) dijo a continuación: “¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! Ha llegado el momento de nuestra salida”. El Santo Profeta (sa) respondió: “Sí”.

En otra narración se dice que Muhammad (sa) afirmó: “Debemos continuar con nuestro viaje”; ante lo cual Hazrat Abu Bakr (ra) respondió: “¡Sí, mi maestro!”; y después continuaron con su viaje.

Luego está el incidente en relación con la persecución de Suraqah bin Malik (ra), que es el siguiente:

Uraiqit, que era un guía excepcionalmente hábil, inició el viaje hacia Medina desde las ciudades costeras, haciendo una ruta diferente a la tradicionalmente cogida para llegar a Medina. La noticia de 100 camellos como recompensa se había extendido en La Meca y sus áreas aledañas, y todos estaban deseosos de obtener ese enorme botín. Suraqah bin Malik (ra), quien más tarde se convirtió en musulmán, relató este incidente después de haber abrazado el Islam:

“Los incrédulos de entre los quraish enviaron un mensajero que anunció una recompensa para quien trajera de vuelta al Santo Profeta (sa) o a Hazrat Abu Bakr (ra), vivo o muerto.

Yo estaba sentado en una reunión de mi gente, los Banu Mudliy, cuando alguien se acercó a nosotros y estando de pie mientras todos estábamos sentados dijo: ‘¡Oh Suraqah! Acabo de ver unas sombras desde la costa del mar; o quizá: He visto una caravana formada por tres personas y creo que es Muhammad (sa)’.

Inmediatamente me imaginé que debían ser ellos, pero quería adquirir toda la recompensa para mí solo, así que rápidamente tomé el control de la delicada situación y le hice una señal con el ojo a la persona que traía esta noticia para que se callara y le dije: ‘No, no puede ser la caravana de Muhammad (sa), de hecho la gente a la que te refieres acaba de pasar delante de nosotros y pertenece a tal o cual tribu, que está buscando sus camellos perdidos’.

Habiendo permanecido sentado allí por un corto tiempo para no levantar ninguna sospecha, dejé la reunión y me acerqué a mi sirvienta y le dije: ‘Ensilla mi veloz caballo y llévalo a la parte trasera de la casa y espérame allí’.”

Más tarde, Suraqah llegó allí y entonces afirma:

“Entonces sentí un presagio, que resultó estar en contra de mi viaje, aunque no mostré ninguna preocupación y pateé el caballo con mi pie y salí corriendo detrás de la caravana que creí que era la de Muhammad (sa).

Luego, recorriendo rápidamente las distancias que nos separaban, llegué cerca de la caravana. Pero aún estando a poca distancia ocurrió algo inusual y mi caballo golpeó algo y me caí de él. Me levanté y volví a sentir un mal presagio, que una vez más se volvió en contra de mi deseo, pero quería llevar de vuelta a Muhammad (sa) conmigo y recibir la recompensa de 100 camellos. Me levanté y volví a montar en mi caballo, y ahora estaba tan cerca que no solo pude reconocer que se trataba del Profeta (sa) y Abu Bakr (ra), sino que también pude oír a Muhammad (sa) recitar algo. Una vez más, mi caballo golpeó fuertemente algo y sus patas llegaron a hincarse en el suelo y me caí de él. Entonces, me recuperé y regañé al caballo, aunque este no pudo sacar sus patas del suelo. Finalmente, cuando pudo ponerse de pie, el polvo levantado por sus dos patas se extendió en el aire como una nube de humo”.

En otras palabras, las patas del caballo se habían clavado tan firmemente en el suelo que cuando las sacó levantó una nube de polvo.

Suraqah añade:

“Volví a sentir un mal presagio por el lanzamiento de flechas y de nuevo el resultado fue el que no deseaba. Por eso, estando en ese mismo lugar, hice una llamada a la reconciliación y dije: ‘No recibiréis ningún daño de mí’.”

Ante esto el Santo Profeta (sa) se volvió hacia Hazrat Abu Bakr (ra) y le dijo:

“Pregúntale qué es lo que quiere”. A lo que Suraqah respondió: “Soy Suraqah y quiero hablar con vosotros dos”. Así pues, se detuvieron y Suraqah les dijo que la gente de La Meca había anunciado una recompensa de 100 camellos para quien los capturara, vivos o muertos. Y afirmó además: “Para conseguirla salí en vuestra búsqueda, aunque tras ver lo que me ha ocurrido estoy convencido de que este plan mío no es correcto”.

Después de esto, también ofreció algunas provisiones al Santo Profeta (sa), pero no las aceptó y solo declaró que su paradero debía mantenerse en secreto. Ante esto, Suraqah dio su promesa y al mismo tiempo declaró: “Estoy seguro de que algún día te convertirás en un rey. Por favor, dame una declaración de paz por escrito para que cuando llegue a tu presencia me traten con respeto”.

Según una narración, Suraqah pidió una declaración de paz por escrito y, por instrucción del Santo Profeta (sa), Hazrat Abu Bakr (ra) la escribió para él y según otra narración fue Aamir bin Fuhairah quien la redactó. A continuación, Suraqah tomó la declaración escrita y regresó.

Estos relatos continuarán, Insha Al’lah.

Ahora, InshaAl’lah, a partir de mañana comenzará el Año Nuevo.

¡Que Dios Altísimo haga que el año que viene sea bendito para los miembros de la Comunidad y colectivamente para toda la Yamat en todos los aspectos!

¡Que Al’lah proteja a la Comunidad de todo tipo de mal y destruya por completo las artimañas de los enemigos!

¡Que podamos ser testigos del cumplimiento de las promesas que Dios Altísimo concedió al Mesías Prometido (as)!

¡Que Al’lah nos permita ser testigos de ello!

Por consiguiente, sigan rezando mucho y entren en el nuevo año con oraciones. También hagan un esfuerzo especial para realizar la oración de “tahayud” (oración voluntaria de madrugada). En este sentido, varias mezquitas van a organizar la oración de “tahayud” en congregación y las que no lo hayan hecho deben hacer preparativos para ello. Si no se puede hacer en congregación, entonces se debe ofrecer la oración de “tahayud” individualmente o se deben hacer arreglos en los hogares para realizarla en congregación. De todas formas, asegúrense de ofrecer la oración de “tahayud” y de ofrecer súplicas. Aunque uno debe tener el hábito de ofrecer dicha oración voluntaria, después de ofrecerla mañana traten de hacer de esto un hábito permanente en sus vidas.

¡Que Dios Altísimo conceda a todos la capacidad de hacerlo!

Además del “Durud” [invocar bendiciones sobre el Santo Profeta (sa)] y el “istighfar” (pedir por el perdón de nuestros pecados), reciten también las siguientes oraciones en la medida de lo posible:

“Señor nuestro, no permitas que nuestros corazones se perviertan después de que nos has guiado; y concédenos Tu misericordia; en verdad, sólo Tú eres el Donador por excelencia”.

Ofreced además la siguiente oración:

“Señor nuestro, perdónanos nuestros errores y los excesos de nuestra conducta, haz firmes nuestros pasos y ayúdanos contra los incrédulos”.

¡Que Al’lah conceda a cada áhmadi la capacidad de hacerlo!

Después de la oración del viernes dirigiré las oraciones fúnebres en ausencia de algunos miembros de la Comunidad y ahora voy a mencionar algunos detalles sobre ellos:

La primera persona es Malik Faruq Ahmad Khokhar Sahib, quien había servido como amir de la Yamat de Multan (Pakistán). Falleció el 18 de diciembre a la edad de 80 años:

¡Ciertamente a Al’lah pertenecemos y a hacia Él será el retorno!

Su padre era Malik Umar Ali Khokhar Sahib, conocido como “el hombre noble de Multan”, y su madre era Syedah Nusrat Yahan Begum, que sobre todo era conocida por el nombre de Syedah Begum y era la hija de Hazrat Mir Muhammad Ishaaq Sahib (ra).

Malik Umar Ali aceptó el Ahmadíat y tuvo la oportunidad de realizar el Baiat en su juventud tras ir a Qadián durante la época de Hazrat Jalifatul Masih II (ra). Malik Umar Ali Sahib falleció bastante joven y, en ese momento, Malik Faruq Ahmad Sahib solo tenía entre 20 y 22 años de edad; estaba en su plena juventud. Además de sus tierras en Karachi, Malik Umar Ali Sahib poseía también algunos negocios allí y supo manejar todo esto de manera excelente y cuidó de su madre, su madrastra y sus hermanos.

Durante un largo periodo de tiempo, Malik Faruq Ahmad Khokhar Sahib sirvió como Qaid Mayilis Juddamul Ahmadía de Multan y después como Qaid local de Multan. De 1980 a 1985 tuvo la oportunidad de servir como amir de Multan y durante ese tiempo además lo hizo como amir en la propia ciudad de Multan.

Se casó en 1968 con Dardanah Sahiba, la hija de Hazrat Mirza Aziz Ahmad Sahib (ra) y su nikah fue anunciado por Hazrat Jalifatul Masih II (ra). Al’lah los bendijo con un hijo y cinco hijas.

Su esposa afirma:

“Era una persona muy cariñosa y atenta. Prestaba atención a las pequeñas cosas, rezaba ‘tahayud’ con regularidad y me despertaba para hacerlo todos los días. Incluso el día que falleció, ofreció oraciones voluntarias y luego se acostó. Siempre intentaba permanecer en estado de ‘wuzu’.

Todavía no había sido nombrado amir, pero siempre que surgía cualquier tipo de problema relacionado con un áhmadi -o incluso ante una llamada telefónica de un miembro de la Yamat- estaba dispuesto a ofrecer sus servicios. Cuando fue elegido como amir me dijo que debía tener siempre algo de comida y té preparados porque podrían llegar invitados en cualquier momento.

No recuerdo ningún momento en el que no hayamos tenido invitados. Siempre había alguien que se quedaba en nuestra casa. Además, ofrecía nuestro hogar a los misioneros para que se quedaran. Nuestra casa se había convertido en una oficina. Era muy generoso y cariñoso. Todos nuestros parientes no-áhmadis -toda la familia Khokhar Sahib, de hecho- le respetaban y querían profundamente. Siempre honró sus relaciones con todos ellos. Por la gracia de Dios Altísimo, recitaba el Sagrado Corán de manera excelente; y cuando yo lo recitaba, él me corregía sin tener que mirarlo”.

Su hijo Talha dice:

“Cuidó mucho a sus dos madres y nunca hizo diferencias entre ellas y se encargó de que todos sus hermanos y hermanas se casaran. Su casa estaba siempre abierta a todos, al igual que su corazón, especialmente para los consagrados. Había preparado una casa en Jair Agli Mari y solía decir que la había construido especialmente para la Comunidad. Nunca impidió que cualquiera que lo deseara se quedase allí. Todo el que quería simplemente iba allí y se quedaba.

Durante las dificultades que siguieron a la ordenanza legislativa de 1984, por la gracia de Dios, siguió animando a sus colegas de Multan y de la ciudad con su valiente personalidad, y nunca permitió que se debilitaran o flaquearan. Por la gracia de Dios, formó parte del convoy durante la emigración de Hazrat Jalifatul Masih IV (rh). En una ocasión, tuvo la oportunidad de dirigir dicho convoy y lo guió por la ruta correcta.

Durante el nombramiento de mi padre como amir, nuestra casa era más una oficina que un hogar y siempre había un ambiente muy animado. Había delegado en su hermano menor el trabajo de cuidar sus tierras y dedicaba todo su tiempo al servicio de la fe. Todo el mundo venía a verle sin ningún tipo de formalidad y tenía un carácter muy fácil de llevar. Además ayudaba económicamente a sus parientes no-áhmadis.

Algunos de nuestros familiares que asistieron al funeral lloraban diciendo que se habían quedado solos porque él se encargaba de ellos. Nos inculcó el hábito de rezar, especialmente la oración de ‘fayar’ (la de antes del amanecer)”.

Su hija menor, Faiza, escribe:

“La inquebrantable confianza de nuestro padre en Dios fue ejemplar para nosotros. Soportó momentos difíciles y todo tipo de circunstancias; quedó huérfano en su juventud. Conoció épocas de dificultad y de facilidad, pero he observado desde la infancia que mi padre declaraba muy abiertamente su confianza en Al’lah y solía decir que todo su trabajo lo realizaba el propio Dios Altísimo.

Mi padre tenía un amor grandísimo por el Jalifato y cada vez que hablaba del mismo se ponía a llorar. Incluso fue sometido a una dura prueba y la soportó con gran paciencia y oraciones”.

Su hermano menor, Malik Tariq Ali Khokhar, quien es hijo de su segunda madre, escribe:

“Mi padre falleció cuando yo tenía nueve años y mi hermano mayor, Malik Faruq, tenía 22 años. No obstante, cuidó de nosotros como un padre y a lo largo de mi vida nunca me dejó sentir la ausencia de mi padre.

Tenía una influencia especial sobre sus parientes no-áhmadis y se ocupaba de ellos; también apoyaba a muchas familias áhmadis y, tras patrocinar la educación de muchos niños, les ayudaba a conseguir trabajo.

Mi hermano daba préstamos a cualquiera que lo necesitara y nunca pedía que se lo devolvieran. Siempre los daba con la intención de que fuera un préstamo que no se devolviera.

Muchos nuevos conversos han dicho que después de entrar en el redil de Ahmadíat, Malik Faruq Khokhar Sahib los trataba como si fueran de su propia familia y les ayudaba a satisfacer sus necesidades. Había cumplido 80 años, pero durante los dos últimos años se preocupó por completar el pago de los bienes que había prometido como sacrificio financiero”.

En este sentido, pudo pagar la mayor parte y le queda alguna cantidad.

¡Que Dios Altísimo permita a sus hijos pagar la cantidad restante!

Su hermana Tahira, que también es de su segunda madre, afirma:

“Mi hermano siempre me trató como si fuera un padre cariñoso. Su más destacada cualidad era que nunca hacía distinción entre sus hermanos reales y sus hermanastros, y trataba a todos sus hermanos por igual, lo mismo que a sus dos madres. Nunca nos hizo sentir que teníamos distintas madres.

Fue realmente como mi padre y su relación conmigo era como la de cualquier padre que apoya sigilosamente a su hija en las dificultades y en la felicidad”.

Por otro lado su hija Namud-e-Sehar afirma:

“Hay algunos aspectos destacados de la vida de mi padre que recuerdo constantemente. Entre ellos destacan su hospitalidad y su relación de amor con los demás. Su nivel de hospitalidad era tal que si se había preparado algo de comida en casa y algún invitado venía a comer mientras los miembros de nuestra casa estaban sentados a la mesa a punto de comer, enviaba esa misma comida a los invitados y los miembros de la casa simplemente freían unos huevos y se los comían.

Una persona comete muchos errores a lo largo de su vida. Hay altibajos y como tal tuvo que soportar algunas pruebas durante su vida, pero incluso entonces nunca dijo nada en contra del Jalifato que nos hiciera sentir que la decisión del Jalifa era errónea. Al mismo tiempo, tuvo especial cuidado en que nuestra casa escuchara el sermón del viernes y se mantuviera unida a la Comunidad”.

¡Que Dios Altísimo le conceda Su perdón y misericordia!

¡Que Él conceda a sus hijos paciencia y tolerancia, y les permita sobresalir en la virtud!

La siguiente mención es la de Rahmatul’lah Sahib de Indonesia, que falleció a los 66 años:

¡Ciertamente a Dios pertenecemos y hacia Él será el retorno!

Nació en Java Oriental. Hizo el Baiat (juramento de lealtad) y entró en el redil del Ahmadíat en 1980, gracias a los esfuerzos del respetable Suyuti Aziz Ahmad Sahib, antiguo encargado de “tabligh” (predicación) de Indonesia. Además entró a formar parte del sistema de “Wasiyat” en 1993. Siguió sirviendo a la comunidad en Karantaka hasta su fallecimiento.

Le sobreviven su esposa, tres hijos y seis nietos.

Su esposa escribe:

“Una vez tuvo un sueño en el que se encontraba entre un gran grupo de personas que hacían cola. En el sueño, preguntaba a alguien a qué línea debía unirse. Alguien le indicó la dirección de una fila en la que se encontraba una persona santa, a la que no reconoció. Un tiempo después, se enteró de que la persona santa que vio en el sueño era el Mesías Prometido (as) y fue por esta razón que aceptó la verdad del Ahmadíat e hizo Baiat”.

Su hija relata:

“Después de hacer Baiat, no solo sirvió en la comunidad central, sino que también lo hizo a nivel local en el Mayilis Ansarul’lah. La comunidad recibía amenazas de ataques por parte de sus oponentes, aunque el fallecido la defendía con valentía. Era muy generoso y cuando alguien acudía a él en busca de ayuda o necesitaba un préstamo, siempre le ayudaba”.

Su tercera hija destaca lo siguiente:

“Mi padre amaba mucho el Jalifato y era muy obediente”.

El Amir de Indonesia, Abdul Basit Sahib, dice:

“Amaba mucho el Jalifato y la Yamat.

Hay una comunidad en una de las ciudades de Java Oriental, donde los opositores atacaron nuestra mezquita varias veces y presionaron a las autoridades locales para que restringieran sus actividades. Ante esto, Rahmatul’lah Sahib se enfrentó con valentía a los opositores y a las autoridades, y respondió a las acusaciones que estos planteaban. Gracias a sus esfuerzos, la yamat sigue establecida allí hasta el día de hoy y no se ha impuesto ninguna restricción”.

¡Que Dios Altísimo le conceda Su perdón y misericordia, y permita a sus hijos continuar con sus nobles virtudes!

La siguiente mención es la de Al-Hall Abdul Hamid Taak Sahib de Yaripora Kashmir, quien falleció el 24 de diciembre a la edad de 94 años:

¡Ciertamente a Al’lah pertenecemos y hacia Él será el retorno!

Por la Gracia de Dios era “musi” (miembro de Al Wasiyat).

Era hijo de Muhammad Ikram Taak Sahib de Yaripora, que fue uno de los primeros áhmadis de esa zona. Era muy virtuoso, amable, sociable, querido por todos, noble y de naturaleza tranquila. Pudo servir a la Comunidad durante mucho tiempo. Fue el amir provincial de Yammu y Cachemira, además de amir del distrito y Nazim Ansarul’lah. Además sirvió a la yamat central en varios puestos. Todos los años era miembro honorario del Anyuman Tehrik-e-Yadid de India.

En 1987, durante su mandato como amir provincial, se crearon cinco escuelas por parte de la Comunidad. Además, se esforzó mucho por la creación de varias mezquitas y casas misionales. También se esforzaba por mejorar las capacidades intelectuales de los jóvenes y siempre estaba a la vanguardia en esta tarea. Era muy respetado en Yaripora por sus servicios a la sociedad.

¡Que Dios Altísimo le conceda Su perdón y misericordia!

¡Que su progenie sea piadosa y justa, y que se le otorgue la capacidad de servir a la Yamat!

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