I ANTECEDENTES
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
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Hazrat Maulwi Nur-ud-Dinra nació en Bhera, en el distrito de Shahpur, Punjab, en 1841. Era el más joven de siete hermanos y dos hermanas. Fue el trigésimo cuarto descendiente lineal masculino directo de Hazrat ‘Umarra, segundo sucesor del Santo Profeta del Islam. Él era por lo tanto, un Quraishi, Hashami y Faruqi. Su padre, Hafiz Ghulam Rasul y al menos diez de sus antepasados inmediatos habían aprendido el Santo Corán de memoria. Su madre, Nur Bajt, era una A’wan, perteneciente a un pueblo a pocas millas de Bhera. Ella enseñaba a los niños pequeños del vecindario la traducción del Sagrado Corán en Punjabi y les instruía en términos elementales acerca de la jurisprudencia musulmana. Su hijo más joven aprendió de ella del mismo modo. En su vida adulta, a menudo dijo que había escuchado a su madre recitar el Corán mientras estaba en su vientre, y había asimilado el amor por el Corán a través la leche de su madre. Ella fue además su primera maestra. Su padre también era un gran amante del Corán. Era un hombre solvente y gastó grandes sumas de dinero en procurarse copias del Corán desde lugares tan lejanos como Bombay, y en distribuirlas gratuitamente.

Su padre era cariñoso, generoso e indulgente. Fijaba metas elevadas para sus hijos y les animaba a cada paso. Su distinguido hijo menor comentó una vez que, ‘mi padre tenía tantas ambiciones para nosotros que si hubiera vivido en este tiempo, me habría enviado a los Estados Unidos de América en busca de conocimiento.’

Cuando el pequeño Nur-ud-Din creció, fue enviado a la escuela. Durante su juventud, las clases en la escuela no eran muy concurridas; cada alumno recibía la atención individual del maestro, y de esa manera se establecía una relación personal entre maestro y alumno. Cuanto más cercana era esa relación, mayor era el beneficio que el alumno recibía de ella. Aún no se había puesto de moda la tutoría privada. Los maestros estaban satisfechos con sus ganancias, y empleaban su tiempo libre en ayudar en sus estudios a alumnos prometedores y meritorios. Eran muy estimados por sus alumnos, quienes no olvidaban la gran deuda de gratitud que tenían con sus maestros. Nur-ud-Din, con la gracia de Dios, consiguió un gran prestigio a lo largo de su vida. Siempre se refirió a cada uno de sus muchos maestros en términos de gran reverencia y profunda gratitud. Disfrutó de una vida doméstica feliz y satisfactoria. Su hermano mayor, Maulwi Sultan Ahmad, era un teólogo erudito y mostró un gran interés en su educación. Su madre les dio a ambos un excelente ejemplo de piedad y vida justa, e inculcó en sus mentes las verdades más sublimes en un sencillo punjabi. El urdu no era común en el Punjab. Nur-ud-Din lo escuchó por primera vez de un soldado del Dai’iband y quedó prendado de él. Ávidamente, comenzó a leer libros en urdu y obtuvo gran beneficio del estudio de los libros escritos por miembros de la familia del Shah Wal’lul’lah de Delhi. Desarrolló muy pronto un gran amor por los libros, y comenzó a coleccionarlos.

Desde su infancia, estuvo en contra del uso del lenguaje soez, y sus compañeros eran muy cuidadosos al respecto cuando estaban en su compañía. Era aficionado a nadar, e iba a nadar en el río Yhelum incluso en invierno.

Su hermano mayor poseía una imprenta en Lahore, y por eso tenía que visitar Lahore frecuentemente. En una ocasión, cuando Nur-ud-Din tenía unos 12 años, acompañó a su hermano a Lahore, donde enfermó, y fue tratado con éxito por Hakim Ghulam Datsgir de Said Mitztta. Impresionado por sus modales y por su prestigio, Nur-ud-Din desarrollo el deseo de estudiar medicina; pero su hermano lo persuadió para que estudiara persa, y se las arregló para que aprendiera de un famoso maestro persa, Munshi Muhammad Qasim Kashmiri, quien lo instruyó tan amable y diligentemente que adquirió prontamente el grado de diplomado en ese lenguaje. Recibió lecciones de caligrafía de un caligrafista experto, Mirza Imam Wardi. Ambos profesores eran chiítas, por lo que, fortuitamente, su pupilo adquirió cierto conocimiento de tales creencias, doctrinas y prácticas.

En esta ocasión, su estancia en Lahore se extendió por dos años. Cuando retornó a Bhera, continuó sus estudios persas con Hayi Miyan Sharfud-din. Al poco tiempo, su hermano Maulwi Sultan Ahmad también regresó a Bhera y lo inició en un curso regular de árabe, dirigido por él. Adoptó un método muy simple para enseñarle, que captó su interés y ganó su atención, de tal forma, que comenzó a hacer progresos en el aprendizaje de este lenguaje supuestamente difícil.

Sólo unos años antes, el Punjab había sido liberado por los británicos de la confusión política, el desgobierno, la tiranía, el derramamiento de sangre y la inseguridad en la cual había quedado hundido después de la muerte del Maharajá Ranyit Singh, en 1839. El conocimiento, el aprendizaje y la cultura estaban a un nivel muy bajo. Muy pocos teólogos musulmanes conocían la traducción del Santo Corán; y su estudio no era alentado. El interés de Nur-ud-Dinra por el estudio del Santo Corán se vio estimulado en ese momento por una feliz casualidad. Un vendedor de libros de Calcuta llegó a Bhera en 1857, y permaneció varios días allí como invitado del padre de Nur-ud-Dinra. Éste urgió a Nur-ud-Dinra a aprender la traducción del Corán, y le entregó una copia impresa de cinco de los principales capítulos del Libro Santo, conjuntamente con su traducción al urdu. Esto fue para él un verdadero regalo del cielo y Nur-ud-Dinra lo aceptó con entusiasmo.

Poco después, un mercader de Bombay lo instó a estudiar dos libros en urdu, Taqwiyyatul Iman y Mashariqul Anwar, que eran comentarios de fragmentos del Santo Corán, y él los estudió a fondo. Así se sentaron las bases de su devoción por el libro sagrado, que se convirtió en la pasión dominante de su vida y lo gobernó hasta su último aliento.

Durante aquel tiempo, visitó Lahore una segunda vez, y comenzó a estudiar medicina con el famoso Hakim Alah Din de Gumti Bazar, pero su estancia en Lahore fue corta y el estudio fue pospuesto.

En 1858, con 17 años, comenzó a estudiar el curso de grado de educación secundaria en el instituto pedagógico de Rawalpindi. El director de la escuela, Maulwi Sikandar ‘Ali, estaba tan complacido con sus progresos, que le permitió ausentarse de algunas de las clases regulares. Aprovechó el tiempo adquiriendo conocimiento de materias adicionales, con la ayuda de tutores privados. Al final de los cuatro años del curso, dominaba por completo una amplia gama de materias. Tuvo tanto éxito en el examen de su titulación, que a la temprana edad de veintiún años, fue nombrado director de una escuela en Pind Dadan Jan, un pueblo a pocas millas de Bhera, al otro lado del río Yhelum. Ocupó ese cargo durante cuatro años.

Mientras estaba en Pind Dadan Jan, continúo sus estudios de árabe, bajo la guía de su hermano Maulwi Sultan Ahmad. También comenzó a experimentar sueños verdaderos, los cuales contribuyeron al desarrollo de sus facultades y percepciones espirituales. Su estudio del Sagrado Corán desde una temprana edad, ya había agudizado su facultad de discernimiento espiritual. Mientras estaba estudiando en el instituto pedagógico de Rawalpindi, le persuadieron para que visitara a Mr. Alexander, un misionero cristiano que residía cerca de él. El reverendo le dio dos atractivos libros, Mizanul Haq y Tariqul Hayat. Él los leyó cuidadosamente, pero los encontró poco convincentes y de poco valor.

En una ocasión mientras paseaba por una aldea de las afueras de Pind Dadan Jan, un admirador de su padre le atendió muy hospitalariamente, y cuando estaba a punto de irse le pidió que le diera un amuleto, o que le aconsejara o le dijera algo que pudiera resultarle útil o provechoso. Él le recitó el versículo del Sagrado Corán: “Diles: no os digo que ‘poseo los tesoros de Al’lah, ni tampoco conozco lo desconocido; ni os digo: ‘soy un ángel .’(6:51)”

Su dimisión como director se produjo de una manera dramática.

Él la describió de la siguiente manera:

“En una ocasión un inspector de enseñanza llegó a la hora de mi comida. Le invité a que se me uniera. En lugar de aceptar mi invitación, replicó: ‘me temo que no me ha reconocido. Mi nombre es Juda Bajsh y soy el inspector de enseñanza.’

‘Oh, en efecto. No hay problema. Usted es un hombre íntegro. No acepta la comida que le ofrece un profesor.

¡Qué bien!’ Dicho esto, seguí con mi comida y él, sujetando su poni, se quedó esperando a que yo le pidiera a algún estudiante que se lo llevara. Cuando vio que no hacía ningún gesto, me dijo: ‘Pídale, por favor a algún estudiante que sostenga mi poni’.

Yo le respondí: ‘Señor, usted es tan puntilloso que no acepta la comida ofrecida por un profesor, por considerarlo un soborno. Entonces, ¿cómo puedo solicitar a un alumno que sostenga su poni? Ellos vienen a la escuela a estudiar y no a servir como mozos de cuadra. Además, a lo mejor pide que lo atemos y alimentemos; Sin embargo, ¿cómo podríamos alimentar al poni cuando usted mismo no está dispuesto a aceptar la hospitalidad de un maestro?’

El poni se estaba poniendo impaciente, pero en ese momento llegó el personal del inspector y comenzó a ocuparse de todo.

A continuación, señaló que procedería con el examen de los estudiantes; tras lo cual puse a los alumnos en orden y me retiré y me senté aparte. El inspector llevó a cabo el examen, y entonces me dijo: ‘He escuchado que usted es una persona muy competente que tiene un título con distinción del instituto pedagógico. Tal vez eso explica su actitud arrogante.’

Le respondí: ‘Señor, no considero que un trozo de papel sea Dios.’ Luego envié a alguien para que trajera el diploma y lo rasgué en pedazos ante sus ojos y demostré que no asociaba nada con Dios. El inspector lamentó todo el incidente y se culpó por haber ocasionado la pérdida de mi diploma. Pero la verdad es que haber rasgado el diploma se convirtió en un punto de inflexión en mi vida y me abrió ampliamente las puertas de la recompensa divina.” 1

Tras quedar relevado después de cuatro años de las restricciones y limitaciones del servicio, el joven Nur-ud-Din, ahora con veinticinco años de edad, volvió a su actividad favorita, la búsqueda del conocimiento. Su padre acordó que aprendiera árabe de Maulwi Ahmad Din Sahib de Buggiwala. Pero el erudito teólogo estaba entonces viajando constantemente debido a un proyecto de construcción de una gran mezquita, y sus alumnos debían desplazarse con él. Nur-ud-Din pasó todo un año en este ejercicio peripatético y encontrándose poco recompensado al final de ese período, expresó su descontento a su hermano Maulwi Sultán Ahmad, quien lo llevó Lahore y lo dejó al cuidado de Hakim Muhammad Bajsh y de algunos otros maestros. A los pocos días uno de sus compañeros de estudio lo convenció de que ambos deberían ir a Rampur en busca de una educación superior. Cuando mencionó este proyecto a su padre, éste rápidamente le concedió el permiso y le aconsejó: ‘Vas en busca del conocimiento tan lejos, que vas a estar fuera del alcance de nuestras noticias; pero no menciones esto a tu madre no vaya a ser que ella se angustie ante la perspectiva de una separación larga, e intente disuadirte.’

Durante su preparación para el viaje recordó el consejo de un venerado sabio: ‘Dondequiera que vayas a vivir, debes establecer amistad con el jefe de policía de la ciudad, con un buen médico, con un personaje santo y con un ciudadano destacado.’

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