VII BUSCADOR Y BUSCADO
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
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Maulwi Hakim Nur-ud-Dinra había adquirido por aquel entonces una gran reputación como médico destacado, como sabio erudito, como místico perspicaz y como creyente ejemplar. Había buscado durante mucho tiempo un guía y un preceptor espiritual perfecto. Había tenido el privilegio de conocer personajes que poseían un gran conocimiento y llevaban vidas piadosas y justas, que eran sabias y benéficas, pero que no estaban demasiado preocupados por la defensa del Islam y por establecer su superioridad sobre otras religiones. Oró fervientemente por la aparición de tal defensor del Islam. Más tarde describió esta fase de su vida en un folleto redactado en árabe, del cual se presenta lo siguiente en español:

“En el nombre de Al’lah, el Más Clemente, el Siempre Misericordioso. Toda alabanza pertenece a Al’lah, Señor de los mundos, el Más Clemente, el Siempre Misericordioso, el Maestro del Día del Juicio. Las bendiciones y la paz sean con el Líder de la humanidad, Líder de los Mensajeros divinos y Profetasas, elegido entre los elegidos, Muhammadsa, Sello de los Profetas, y sobre su pueblo y compañeros, todos ellos. Este débil e indigente siervo del Dios Poderoso y Fidedigno, Nur-ud- Din (que Dios le salvaguarde contra todas las aflicciones y le incluya entre Sus siervos a quienes ha concedido la seguridad y que le convierta ciertamente en la luz de la fe, como es la connotación de su nombre), expone lo siguiente. Desde que me he dado cuenta de los males en que están involucrados mis contemporáneos, y he observado los cambios que han sido introducidos en la religión y entre los religiosos, me he sentido ansioso y he estado orando para que Dios, el Exaltado, me guíe hacia la persona que deba revivir la fe del Islam y someter a sus enemigos y a los malvados al bombardeo espiritual. Estaba firmemente esperanzado en el cumplimiento de mi deseo sincero, porque Al’lah, el Exaltado, que es el más Veraz de todos los oradores, había dado las buenas nuevas a los creyentes en Su libro abierto: Al’lah ha prometido a aquellos de vosotros que crean y hagan buenas obras, que en verdad les hará Sucesores en la tierra, tal como nombró Sucesores de entre quienes existieron antes que ellos; y que Él en verdad establecerá para ellos su religión que les ha elegido; y que ciertamente les dará a cambio seguridad y paz después de su temor: Ellos Me adorarán y no asociarán a nadie conmigo.”

“También dijo acerca del Santo Profetasa: No habla por su propio capricho. No es sino una revelación pura la revelada por Dios. (53:4-5). El Santo Profetasa fue el ser más veraz y más fidedigno. Dijo que Al’lah alzará de entre su pueblo, al principio de cada siglo, a alguien que resucitaría la fe. Por tanto, yo pertenecía a aquellos que esperaban esta misericordia suya; y para este propósito viajé al lugar de la manifestación de iluminación de la verdad y la certeza, la Casa Sagrada de Al’lah. Atravesé bosques y atravesé desiertos buscándole entre los piadosos.”

“En la bendita Meca, me encontré con el piadoso y temeroso de Dios, Sayyid Husain, y me encontré con el venerado Shaij Muhammad Jazrayi. En Medina tuve el honor de estar en compañía de mi maestro el gran Shaij Abdul Ghani Muyaddadi. Les estimaba como personajes justos y virtuosos. Que Al’lah los recompense por su bondad hacia mí. Amén. Poseían un elevado rango como teólogos eruditos y piadosos, pero no se resistieron a los enemigos del Islam, ni se esforzaron por repeler y eliminar sus dudas. Permanecieron ocupados en la adoración en sus retiros, y suplicaban a su Señor en la soledad.”

“No vi a ninguno de los teólogos dedicarse a presentar el verdadero mensaje del Islam a los cristianos, los aryas, los brahmanes, los ateos, los filosóficos, los agnósticos y a otros opositores del Islam. Por otra parte, descubrí que en la India más de un millón de estudiantes musulmanes habían abandonado el estudio de las materias religiosas, y habían optado por cursos y lenguas occidentales y preferían la compañía de los no musulmanes a la de los musulmanes.”

“Se han publicado más de sesenta millones de folletos, revistas y libros en oposición al Islam y, sin embargo, oímos a Shaijs contemporáneos y a sus seguidores afirmar que es contrario a la práctica de los eminentes hombres espirituales invitar a la gente a aceptar el Islam, y mantener debates con los opositores del Islam. La mayoría de nuestros teólogos ni siquiera son conscientes de la verdadera situación. El mayor logro de nuestros investigadores es que dedican todo su tiempo a discutir cuestiones tan fútiles y casi blasfemas como la posibilidad o la imposibilidad de que Dios diga una falsedad, de modo que no tienen tiempo para silenciar a los opositores del Islam ni para frustrar sus planes.”

“Sin embargo, debemos reconocer con gratitud el trabajo realizado en este campo por el gran Shaij Rahmatul’lah, el Dr. Wazir Jan, el Imam Abul Mansur de Delhi, Sayyid Muhammad Ali de Cawnpore, el autor de Tanzihul Qur’an y otros como ellos. Que Al’lah bendiga sus esfuerzos, y Él es el mejor de los que lo aprecian. Pero todo su esfuerzo ha sido dirigido sólo contra una sección de los opositores del Islam, y no han sido apoyados con los signos celestiales y las predicciones divinas. Estaba muy ansioso por conocer al hombre perfecto que debía ser único entre sus contemporáneos, y que saldría bien equipado al campo de batalla en apoyo de la fe para silenciar a sus oponentes. Cuando regresé a casa después del Hiyaz, estaba sumamente perplejo. Continuaba

ansiosamente mi búsqueda, esperando la llamada del justo.”

“En esta situación recibí información sobre el advenimiento de un personaje sumamente exaltado, el gran erudito, el Reformadoras del siglo, el Mahdi y Mesíasas de la época, autor de Brahin-e-Ahmadía. Me apresuré a verle por mí mismo, y me di cuenta inmediatamente que él era el Árbitro Prometidoas, y que era él a quien Al’lah, el Exaltado, había designado para el restablecimiento de la fe. Inmediatamente respondí a la llamada de Al’lah, y caí en postración en gratitud por esta gran recompensa. ‘Alabado seas, sumamente Misericordioso, y las más humildes gracias por Tu   benevolencia’.   Me   ofrecí al Mahdias de la época y le juré lealtad con la mayor sinceridad. Su bondad y su beneficencia me envolvieron completamente, y lo amé con la devoción completa de mi corazón. Para mi era más querido que todas mis pertenencias, mi esposa, mis hijos, mis padres y toda mi familia y mi propia vida. Su conocimiento, erudición y percepción espiritual ganaron el homenaje de mi corazón. Estoy muy agradecido a Dios por haberme conducido a él. Es mi buena fortuna que le haya preferido a todo lo demás y me haya consagrado a su servicio como un criado fiel que no busca absolutamente nada a cambio. Todo gracias a Al’lah, el Más Beneficiente, que Me ha concedido Su beneficencia.”19

Sucedió de esta manera. Un musulmán que estudió en Occidente y que ocupaba un puesto importante, mantuvo una discusión prolongada con Maulwi Nur-ud-Dinra sobre el tema del Profetázgo, un concepto que rechazó con desdén. Finalmente, un día anunció que estaba convencido de que el Santo Profeta era en verdad Jatamun Nabiyyinsa (Sello de los Profetas) y que no deseaba prolongar la discusión. Maulwi Nur-ud-Dinra consideró que era una declaración demasiado fácil para ser sincera, y le pidió que expusiera una razón en apoyo de ella. Respondió diciendo: -El Santo Profeta fue muy sabio y perspicaz. Se había dado cuenta de que el intelecto humano se estaba desarrollando rápidamente, y que en adelante el concepto del Profetazgo y de la revelación ya no serían aceptados; él, por lo tanto, anunció que era Jatamun Nabiyyinsa.- Maulwi Nur-ud-Dinra quedó sorprendido y disgustado por esta muestra de estupidez y locura. Poco tiempo después, el Primer Ministro del Estado le mostró un anuncio de Hazrat Mirza Ghulam Ahmadas de Qadian, que contenía una refutación efectiva de las falsas nociones del funcionario de alto rango que le había angustiado profundamente. Fue con él inmediatamente y le dijo: -Aquí hay un ejemplo de una persona que dice ser receptor de la revelación y afirma que Dios le habla-, a lo que la única réplica fue: -Ya veremos.-

Maulwi Nur-ud-Dinra se sintió tan profundamente conmovido por el anuncio de Hazrat Mirza Sahibas que se puso en marcha de inmediato hacia Qadian con la intención de reunirse con él y decidir por sí mismo sobre su veracidad. Durante todo el viaje suplicó fervientemente para ser guiado. Describió su primera reacción al verle en las siguientes palabras: -Tan pronto como le vi, mi corazón testificó que éste era el Mirzaas, y que sería capaz de dar mi vida por él-. Fue el final de su búsqueda. Había encontrado aquello que buscaba. Tenía entonces cuarenta y tres años.

Ofreció su compromiso de lealtad espiritual a Hazrat Mirza Sahib, cuya respuesta fue: -No estoy autorizado a aceptar tal lealtad. No puedo dar ningún paso sin la guía divina.-

-Entonces, ¿podría garantizarme de que cuando tenga esa guía, yo seré el primero en ser llamado a hacer la promesa?- -Puedes estar seguro.- -¿Hay algún esfuerzo especial que debo hacer para ganar el amor de Dios?- -Escribe un libro que refute la crítica cristiana hacia el Islam.-

Decidió cumplir con esta instrucción, aunque no sabía mucho acerca del cristianismo ni había conocido en profundidad el tipo de crítica que los apologistas cristianos dirigían contra el Islam. Además su trabajo en Yammu se incrementaba, y se preguntó cómo encontraría el tiempo necesario para el estudio, la investigación y la escritura.

Cuando salió de Qadian, y antes de regresar a Yammu, visitó su ciudad natal Bhera. Allí, en una mezquita, el Imam, que era un Hafiz del Sagrado Corán y había sido su compañero de escuela, inició una discusión con él sobre el libre albedrío y la predestinación con una argumentación sorprendentemente audaz. Cuando el resto de la gente se fue y se encontró a solas con el Imam, le dijo: -Hafiz Sahib, percibo que has sido influenciado por el cristianismo-, a lo que él respondió: -¿Qué daño hay en el cristianismo?- Sugirió entonces que el Imam y él llamaran al misionero cristiano con quien el Imam estaba en contacto y mantuvieran una charla con él. El Imam aceptó y le llevó con el misionero europeo en Pind Dadan Jan, que los recibió con cortesía y hospitalidad, pero no pudieron persuadirle a entrar en una discusión. Al final, dijo que les enviaría sus críticas al Islam por escrito. Maulwi Nur-ud-Dinra dijo al Imam: -Hafiz Sahib,

¿esperarías hasta leer la crítica y su refutación antes de bautizarte?- El Imam señaló que era justo, y el reverendo caballero estuvo de acuerdo.

Cuando se fueron, Maulwi Nur-ud-Dinra le preguntó al Imam:

-¿Conoces a alguien más que esté en la misma situación que tú?- Le dijo que el jefe de la estación era del mismo pensamiento. Así que se dirigieron al jefe de la estación, quien afirmó que ninguna religión podía enfrentarse al cristianismo. Sin embargo, se sorprendió al saber que el misionero había rechazado una discusión oral, y también accedió a esperar hasta después de un estudio de las objeciones del misionero y su refutación. Las objeciones resultaron ser variadas y voluminosas y se valoró que se necesitaría un año para preparar una respuesta y publicarla.

Aquel año hubo una sucesión de terremotos en la región montañosa, y el terror inspirado por ellos provocó que el hijo del Rajá de Punch sufriera demencia. El Rajá pidió al Maharajá de Yammu que asignara el tratamiento del príncipe a un médico altamente cualificado. El Maharajá recomendó a Hakim Nur-ud-Dinra, quien se dirigió a Punch. Le asignaron una residencia cómoda fuera de la ciudad. Tenía sólo un paciente para cuidar, y eso le proporcionó mucho tiempo para hacer un estudio intensivo comparativo de la Biblia y el Sagrado Corán y tomar notas para preparar la respuesta a las objeciones del misionero. Tras realizar una preparación minuciosa, escribió una refutación de cuatro volúmenes a la que llamó Faslul Jitab. Cuando completó el manuscrito, el príncipe ya se había recuperado completamente. El Rajá de Punch ofreció al médico una bolsa con varios miles de rupias como muestra de su gratitud. Cuando volvió a Yammu, el Maharajá le preguntó cuánto le había pagado el Rajá y, como respuesta, puso la bolsa delante suyo. El Maharajá se indignó de lo poco que le habían pagado, y ordenó que, además, se le pagara un año de sueldo y otros subsidios de la tesorería de Yammu. Envió el dinero y dos volúmenes de su libro a una imprenta en Delhi. Cuando se publicó el libro, entregó copias al jefe de la estación y al Imam de Bhera, entre otros, quienes respondieron por carta que, tras estudiar cuidadosamente el libro, todas sus dudas habían desaparecido, y que ahora creían sinceramente en el Islam y no necesitaban nada más.

Maulwi Nur-ud-Dinra mantuvo un contacto constante con Hazrat Mirza Ghulam Ahmadas y sus cartas y escritos continuaron guiándole e inspirándole. Buscaba su consejo antes de tomar cualquier decisión. Varios de sus hijos murieron en su infancia, uno tras otro. En cada ocasión, Hazrat Mirza Sahib le escribió para consolarle, para darle serenidad espiritual y para fortalecer aún más su fe en Dios y su confianza en Él. En una de sus primeras cartas le instó a suplicar en los siguientes términos durante sus oraciones en la última parte de la noche: “Oh Dios mío y mi Benefactor, soy una criatura tuya sin valor, muy pecadora y descuidada. Me has visto caer en el mal y en el error, y me has concedido favor tras favor. Me has visto cometer un pecado tras otro, pero me has conferido recompensa tras recompensa. Tú has cubierto mis defectos y me has enriquecido con Tus numerosos dones. Te ruego que vuelvas a tener misericordia de esta indigna y pecadora criatura tuya, y perdones su insolencia e ingratitud. Tú, de Tu gracia, líbrame de este dolor, porque no hay Redentor excepto Tú”.

Por su parte, Maulwi Nur-ud-Dinra estaba completamente consagrado a Hazrat Mirza Sahibas y no le ocultaba nada. En una ocasión Hazrat Mirza Sahibas le encargó un trabajo diciendo lo siguiente:

-Pundit Laikhram acaba de publicar un libro en refutación de mi libro Brahin-e-Ahmadía, en el que ha expuesto una gran cantidad de tonterías, que él llama Takdhib Brahin-e-Ahmadía. Es necesario que este montón de falsedades e imposturas quede de manifiesto tan pronto como sea posible. Estoy completamente ocupado con la escritura de Siray-e-Munir y no tengo tiempo para ello. No exagero, ni es mi intención alabarte, cuando digo que Dios ha introducido mi mente el pensamiento de que eres la persona a quien Él ha otorgado en mayor medida el afán de servir a la fe y de ayudarme. Por lo tanto, te pido que te tomes la molestia de leer este libro de principio a fin, y prepares una lista de todas las objeciones planteadas por el autor contra el Islam, y reflexiones sobre la respuesta más razonable a cada objeción. A continuación, redacta las respuestas, con la ayuda de Dios, una por una por separado, y envíamelas a mí. Aquello que me interese particularmente, lo desarrollaré cuando tenga tiempo. Esta es una tarea muy importante, y te pido encarecidamente que te embarques en ella con toda la concentración, el celo y la devoción que puedas reunir; y, al igual que has hecho todo lo posible por ayudarme financieramente, debes hacerlo igualmente con tus facultades otorgadas por Dios.-

-Todos nuestros oponentes se han unido contra nosotros, y están haciendo todo lo posible por desacreditar al Islam. En mi opinión, aquel que colabore y se esfuerce por defender el Islam, está participando en algo que pertenece al ámbito de los Profetas. Contéstame en cuanto puedas.

Que Dios esté contigo y te ayude.-20

Maulwi Nur-ud-Dinra realizó este trabajo de una manera tan

excelente que culminó con la compilación de su libro  Tasdiq

Brahin-e-Ahmadía.

En una ocasión cayó enfermo, tenía fiebre alta, dolor de cabeza severo, y su enfermedad se prolongó. Cuando Hazrat Mirza Sahib se enteró, le escribió diciendo que se dirigía a Yammu para visitarle, y añadió que, en respuesta a sus oraciones por su recuperación, Dios le había informado que a su llegada lo encontraría convaleciente y, efectivamente, ese resultó ser el caso. Hazrat Mirza Sahib se quedó en Yammu durante tres días.

Tras varios años en Yammu y Cachemira, las relaciones entre Maulwi Nur-ud-Dinra y el Maharajá y el Rajá de Punch se habían vuelto muy estrechas. También había aprendido de las intrigas palaciegas y se había mantenido escrupulosamente alejado de ellas. Repelía firmemente cada intento que se hacía para obtener de él información sobre el Maharajá. Expresó en pocas palabras su lealtad a él diciendo: -Él confía en mí; no voy a traicionar su confianza.-

El Rajá de Punch le concedió una asignación anual, y él le trataba cuando iba a Yammu. En una ocasión el Rajá estaba indispuesto y Maulwi Nur-ud-Dinra le visitó y le escribió una receta. Cuando estaba a punto de marcharse, alguien le dijo que un criado del Rajá deseaba que le visitara. Le respondió: -Mi residencia está de camino a su casa, así que puede detenerse en el camino y verme.- Cuando le dijeron esto al criado, se molestó y comentó: -Parece que Nur-ud-Din se está volviendo arrogante. Ya no dejaré que asista al Rajá.- A partir de entonces durante varios meses no fue llamado para ver al Rajá.-21

Entonces sucedió que el Maharajá tuvo que ir a Lahore y le acompañó el Rajá de Punch, que cayó enfermo en Lahore. Como no había ningún otro médico disponible en el grupo, mandó llamar a Maulwi Nur-ud-Dinra al mediodía, cuando nadie más estaba presente. Cuando llegó, el Rajá le dijo: -Tu asignación para el año en curso no te ha sido remitida. Voy a ordenar que te remitan inmediatamente dos años de prestación.- Maulwi Nur-ud-Dinra se atrevió a comentar: -Creo que me has enviado a buscar en esta hora inusual para que tu sirviente, que está molesto conmigo por negarme a visitarle, no se entere de que he venido a visitarte. Si es así, puede que se enfade cuando se entere de que te he tratado, y quiera hacerte daño.- El Rajá confesó: -Tenemos que tener cuidado con ellos. Estos desgraciados casi serían capaces de recurrir al veneno.-

Siguió tratando al Rajá, pero su salud se deterioró progresivamente y poco después de su regreso a Punch murió. Alguien advirtió a Maulwi Nur-ud-Dinra de que el hijo del difunto Rajá, que sucedió a su padre, y al que había tratado durante su larga enfermedad, y que siempre había profesado sentimientos amistosos hacia él, pensaba en procesarle por haber causado la muerte de su padre maliciosamente con un mal tratamiento, quizás incluso con veneno. Sintió que el príncipe estaba siendo instigado por el sirviente descontento. Pero el asunto no fue más allá de eso.

Maulwi Nur-ud-Dinra fue muy generoso a la hora de ayudar a estudiantes destacados a desarrollar sus facultades intelectuales. En un momento dado se encargó de la formación de una docena de estudiantes para el servicio del Islam, y les proporcionó los medios para lograr un elevado conocimiento en uno o dos de varios idiomas importantes como el árabe, hebreo, griego, sánscrito e inglés. Gastó una gran suma de dinero en el proyecto. Pero cuando los estudiantes cuidadosamente seleccionados hubieron completado sus cursos de formación, ninguno de ellos se ofreció a embarcarse en el proyecto que su benefactor tenía en mente. Se sintió decepcionado, pero no les guardó rencor; ni se desanimó.

El 20 de febrero de 1886, Hazrat Mirza Sahibas publicó en un anuncio una gran profecía sobre el nacimiento de un hijo que, por la gracia divina, estaría equipado con cualidades y facultades extraordinariamente elevadas. Una parte de la descripción de las palabras de la revelación era:

-Hijo, deleite del corazón, exaltado, noble, una manifestación del Primero y del Último, y del Verdadero y del Elevado, como si Dios hubiera descendido del cielo.-

Ese hijo nació el 12 de enero de 1889. Ese año resultó ser un hito en la historia de la religión y del Islam, y en la vida de Maulwi Nur-ud-Dinra. El Movimiento Ahmadía nació en ese año, y ciertos eventos de gran trascendencia que afectaron a Maulwi Nur-ud- Dinra también ocurrieron en ese año, de los cuales se mencionan algunos a continuación, de forma breve.

Había estado casado dos veces, pero todos sus hijos varones habían muerto en su infancia. Hazrat Mirza Sahibas estaba deseoso de que se casara por tercera vez, y para ello buscó la guía divina e indagó respecto a alguna pareja adecuada. Finalmente, en su carta del 23 de enero de 1889, recomendó a Maulwi Nur-ud-Dinra que considerara favorablemente la propuesta para casarse con Sughra Begum, hija del difunto Sufi Ahmad Yan, un personaje santo de Ludhiana, aunque originario de Delhi. La propuesta se hizo y fue aceptada, la ceremonia formal tuvo lugar en febrero, y la boda se celebró en marzo de 1889. El matrimonio resultó feliz y bendecido por la gracia y la misericordia de Dios, y de la descendencia masculina de la pareja, cuatro crecieron hasta la edad adulta, tres de los cuales se casaron a su debido tiempo y fueron bendecidos con su propia progenie. Su hija, Amatul Hai, al llegar a la madurez, se casó con el hijo prometido de Hazrat Mirza Ghulam Ahmadas que había nacido el 12 de enero de 1889.

Hazrat Mirza Ghulam Ahmadas anunció el 12 de enero de 1889, bajo la dirección divina, el establecimiento de su Movimiento, y estableció las condiciones de iniciación. Más tarde señaló el 23 de marzo de 1889 como fecha para aceptar el pacto de lealtad de sus discípulos en Ludhiana. Maulwi Nur-ud-Dinra fue el primero en jurar el compromiso de fidelidad espiritual al Santo Fundadoras del Movimiento. Esto implicaba un compromiso total y permanente, que llevó a cabo con el más mínimo detalle de manera ejemplar. Toda su vida fue una ilustración del verdadero significado de la promesa. Después de hacer el pacto de fidelidad espiritual regresó a Yammu, pero mantuvo un contacto constante con su preceptor espiritual a través de correspondencia regular y visitas frecuentes a Qadian, donde se construyó una modesta casa de ladrillos cocidos al sol.

En mayo de 1889, su madre murió en Bhera en su ausencia. Dieciocho años antes, cuando los periódicos informaban diariamente del gran número de víctimas de la guerra ruso-turca, había comentado a su madre que, teniendo ella ocho hijos y dos hijas, todos ellos casados, excepto él mismo, si podía permitirle dedicarse a la causa de Dios. Ella quedó aterrorizada y exclamó:

-¿Cómo puedes hacer eso mientras esté viva?- No insistió. Después, sus hermanos murieron, uno tras otro, a intervalos cortos. Después de la muerte de cada uno de ellos, su respectiva viuda recogía todas sus pertenencias y partía de la mansión familiar, que acabó quedando desierta. En una ocasión volvió a su casa desde Yammu para visitar a su madre en pleno verano. Después de la comida del mediodía, cuando estaba durmiendo su siesta, se despertó repentinamente por el grito angustiado de su madre que procedía de la habitación contigua: “Ciertamente, a Al’lah pertenecemos y a Él retornaremos” (2:157). Se acercó a ella y le reconvino diciendo que una súplica realizada para resignarse firmemente a la voluntad divina no debía pronunciarse en un tono angustiado. Entonces él le preguntó: -¿Te das cuenta de por qué esta casa tan grande está ahora desierta?- Ella respondió: -Sí, recuerdo lo que dijiste hace mucho tiempo. Me he acordado de ello cada vez que moría uno de mis hijos.- Preguntó: -¿Te has dado cuenta de algo más?- Ella dijo: -Sí, sé que, a pesar de mi deseo de que estuvieras conmigo en el momento de mi muerte, y te encargaras de todo, moriré en tu ausencia.- Y así sucedió. Estaba en Yammu y no pudo llegar a tiempo.

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