VIII MIGRACIÓN
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
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Maulwi Nur-ud-Dinra continuó sirviendo al Maharajá durante otros tres años. Estaba muy satisfecho con su situación y no veía ninguna razón para cambiar. Había corrientes y contracorrientes de intriga, pero mientras disfrutaba de la confianza del Maharajá, no había nada especial que le preocupara.

En 1892, el Rajá Suray Kaul era miembro senior del Consejo en el Estado. Durante algún tiempo sufrió de dolor en el riñón. Deseaba que Maulwi Nur-ud-Dinra le tratara, y él, después de un examen minucioso, diagnosticó que tenía piedras en el riñón y le aconsejó a este respecto. El paciente estaba muy agitado y estalló:

-¿No sabes que me han servido siete médicos europeos?- -Eso no tiene nada que ver con la piedra en el riñón.- -¡Además uno de mis hijos es médico!- -El padre de un médico no es inmune a una piedra en el riñón.- 22

El Rajá, a causa de su enojo, despidió al médico. Pasado un tiempo, el Coronel Perry, del Colegio de Médicos de Lahore, y otro cirujano británico visitaron Yammu, y el Maharajá les pidió que examinaran al Rajá Suray Kaul y prescribieran un tratamiento. Durante el examen, el Rajá mencionó que un Hakim le había dicho que tenía una piedra en el riñón. Acto seguido, el Coronel Perry ordenó a su compañero que hiciera una incisión y le practicara una exploración para buscar la piedra; pero no encontraron ninguna. Entonces el Coronel Perry tomó el bisturí en sus manos, y al ampliar la incisión descubrió la piedra, la cual retiró. Ambos cirujanos se fueron agradecidos y alabaron la habilidad del Hakim.

Después de su recuperación, el Rajá Suray Kaul volvió a llamar a Maulwi Nur-ud-Dinra, pero él se negó a visitarle. Se había dado cuenta de que el Rajá no mantenía una buena predisposición hacia él, y una visita no arreglaría nada. Ocurrió entonces que, presumiblemente, el Rajá persuadió al Maharajá para que prescindiera de los servicios de Maulwi Nur-ud-Din, y tal vez lo mencionó a sus colegas del Consejo, uno de los cuales, Bag Ram, le llamó y le sugirió que sería sabio de su parte enviar su propia renuncia al Maharajá. Él le dijo que el Islam desaprobaba renunciar voluntariamente a la fuente del sustento. Además, el Maharajá podría pensar que su renuncia era un gesto de ingratitud hacia él. Poco después, recibió un aviso de que se daba por finalizado su trabajo.

Inmediatamente informó a su preceptor espiritual de este acontecimiento, quien, como parte de su respuesta, comentó:

-Una de las maneras que tiene Al’lah para mostrar Su amor a Su siervo es ponerle a prueba. Se trata de una prueba y no es algo que temer. Al’lah sabe bien cuánto y cuán fervientemente he orado por ti. Continuaré mis súplicas con la esperanza de recibir una respuesta esperanzadora. Mis oraciones por ti tienen el rasgo especial de las oraciones para un amigo devoto. No es posible expresar en palabras el grado de nuestra confianza en el poder, gracia y generosidad de nuestro Ser Supremo, Siempre Viviente, Poderoso Rey y Maestro, ante cuyo umbral estamos siempre postrados.-

Maulwi Nur-ud-Dinra había recibido un salario sustancial del Estado, y de cuando en cuando le habían hecho regalos muy valiosos de diversas formas, por lo que había obtenido unos ingresos muy elevados, que dedicaba en su totalidad a la promoción de buenas causas, como el bienestar de los huérfanos, las viudas, los estudiantes y los necesitados. Un comerciante hindú siempre le había insistido en que separara una parte de sus ingresos para hacer frente al inevitable día lluvioso; pero le contestaba que no sería consistente con su completa confianza en Dios, y que Dios siempre proveería para sus necesidades. El día en que recibió la notificación de despido, el comerciante se le acercó y le preguntó: -Maulwi Sahibra, ¿recuerdas ahora mi consejo? Él le dijo que desdeñaba su consejo tanto como siempre.

Mientras el comerciante seguía conversando con él, un mensajero de la Tesorería del Estado le trajo una carta de la tesorería que incluía la suma de cuatrocientas ochenta rupias correspondientes a su salario de los días de servicio durante ese mes. El tendero se vio contrariado por lo que consideraba una insensatez supina por parte de los funcionarios del Ministerio de Hacienda. Todavía no había recuperado su serenidad cuando el emisario de una Rani llegó con una gran suma de dinero enviada por la Rani, con la disculpa de que de momento no podía entregarle una cantidad mayor. Esto confundió completamente al comerciante. Para disimular su confusión murmuró: -Esto está muy bien, pero le debes casi doscientas mil rupias a un acreedor y no es probable que te deje salir sin que hagas todo lo que considere necesario para el cumplimiento de la deuda.- Justo en ese momento llegó un agente del acreedor y con las manos plegadas se presentó con el mayor respeto: -He recibido instrucciones de mi amo para ayudarle a organizar su partida y el envío de todo su equipaje, y para adelantarle en efectivo cualquier cantidad que pueda desear.- Maulwi Sahib le pidió que transmitiera sus agradecimientos a su amo, y añadió: -He recibido más de lo que necesito de la tesorería y de otra fuente, y llevaré todo mi equipaje conmigo.-

El comerciante se levantó, sacudió la cabeza y comentó: -Parece que existe el favoritismo también con Dios. Tenemos que trabajar duro de la mañana a la noche para ganar unas pocas rupias, y aquí tienes a este tonto acreedor que, en lugar de exigir el reembolso de su préstamo, está listo para concederle aún más.-

Maulwi Sahib respondió: -Al’lah es consciente del estado de los corazones de Sus criaturas. Pagaré, Insha’ Al’lah [N. del T.: Si Al’lah quiere], este préstamo en un corto plazo. Estas cosas están más allá de tu compresión.- 23

Desde Yammu se trasladó a Bhera, donde diseñó la construcción de un gran edificio para utilizarlo como su residencia y su clínica. Durante la construcción del edificio tuvo que ir a Lahore para comprar cierto material necesario para el edificio. Tras completar su misión en Lahore, pensó en retrasar su regreso a Bhera por un día y hacer un viaje apresurado a Qadian para ver a Hazrat Mirza Sahibas. En su reunión con él le preguntó: -¿Estás libre ahora?-, a lo que respondió afirmativamente, y consideró que no sería apropiado pedir permiso para partir el mismo día. Pensó en posponer su partida por un par de días. Al día siguiente, Hazrat Sahibas le dijo:

-Necesitas a alguien que cuide de ti, así que podrías pedir a tu esposa que viniera.- Le escribió a su esposa para que se viniera y le informó que tal vez tendría que quedarse en Qadian durante algún tiempo más, por lo que la construcción del edificio tendría que ser interrumpida. Cuando su esposa llegó a Qadian, Hazrat Sahibas comentó un día: -Maulwi Sahib, eres aficionado a los libros, podrías traer tus libros desde Bhera.- Organizó consecuentemente el envío. Algunos días más tarde le dijo que dejara de considerar a Bhera como su hogar. Sintió cierta aprensión ante estas palabras. Podía abandonar Bhera, pero tal vez no le fuera posible dejar de pensar en Bhera como su hogar. Más tarde, a menudo mencionaba que Dios, a través de Su gracia, controló hasta tal punto sus pensamientos, que la idea de que Bhera fuera su hogar nunca cruzó por su mente.

Qadian era una pequeña ciudad de unos pocos cientos de habitantes, a once millas de la estación de ferrocarril más cercana, y de la oficina de telégrafos, con la que estaba conectada por medio de un camino de tierra lleno de baches y hoyos. El único medio de comunicación con el mundo exterior era a través de una oficina rural de correos. Había una ausencia total de comodidades e infraestructura urbanas. Incluso el suministro de agua potable era precario. Maulwi Nur-ud-Dinra estableció su residencia en un edificio de ladrillos cocidos al sol, sin pretensiones, feliz por la realización del sueño ansiado por su alma. Su único propósito era obtener el placer de Al’lah, a través de la devoción total por su preceptor espiritual, comisionado por Dios para hacer realidad el resurgimiento del Islam.

Un ciudadano prominente de Bhera le escribió diciendo que estaba enfermo y que, como había sido su médico de familia, le pedía que le visitara y le diera instrucciones con respecto a su tratamiento. Le respondió que había emigrado de Bhera y ahora estaba permanentemente establecido en Qadian, y no podía salir sin el permiso de su maestro Hazrat Mirza Sahibas. El paciente entonces escribió a Hazrat Mirza Sahibas, rogándole que permitiera a Maulwi Nur-ud-Dinra visitarle y prescribirle un tratamiento. Con su consentimiento, Maulwi Sahib fue a Bhera, visitó al paciente en su residencia en las afueras de la ciudad, le examinó, le recetó un tratamiento y, sin entrar en la ciudad, ni ver a ninguno de sus amigos, ni acercarse a la vieja mansión familiar ni al edificio parcialmente construido que había diseñado, regresó a Qadian, como si Bhera nunca hubiera sido su hogar.

Un rico ciudadano de Rawalpindi llegó a Qadian y le rogó a Hazrat Mirza Sahibas que dijera a Maulwi Nur-ud-Dinra que fuera a Rawalpindi y tratara a un miembro de su familia que estaba enfermo. Hazrat Sahibas le dijo: -Estoy seguro de que si le pidiera a Maulwi Sahibra que se zambullera en el océano, o saltara al fuego, lo haría sin la menor vacilación, pero debo tener en cuenta su comodidad y su conveniencia también. Su esposa está esperando un bebé y no puedo pedirle que salga de Qadian.- Cuando Maulwi Sahibra oyó esto, se sintió tan profundamente conmovido que le resultó difícil expresar su alegría por la confianza que su maestro depositaba en él.

Un reconocido jefe había acudido en una ocasión a Qadian y recibió un tratamiento por parte de Maulwi Nur-ud-Dinra. Un día, dos de sus sirvientes fueron a visitarle y le dijeron que el teniente gobernador de la provincia estaba a punto de visitar la región del jefe en dicha provincia y, por ello, deseaba que Maulwi Sahibra le acompañara y estuviera presente en la ocasión. Les dijo que no podía alejarse de Qadian sin el permiso de su maestro. Luego esperaron a Hazrat Mirza Sahibas y le enviaron la petición del jefe. Les dijo: -Las actividades de Maulwi Sahibra aquí son una fuente de beneficios físicos y espirituales para un gran número de personas; no creo que sea conveniente que se suspendan por un propósito puramente mundano.-

Un hindú de Batala le rogó que examinara a su esposa enferma y le aconsejara. Hazrat Mirza Sahibas le concedió permiso para ir a Batala para este propósito, y expresó su deseo de que regresara esa misma noche. Fue a Batala, examinó a la mujer y prescribió el tratamiento que debía seguir. Cuando acabó y estaba listo para emprender su viaje de regreso, estaba oscuro y llovía muy fuerte. Todo el mundo trató de disuadirle de realizar un viaje tan peligroso de noche a Qadian; pero no le disuadieron. Su maestro le quería de vuelta esa noche y él no le fallaría. Luchó contra la feroz tormenta, se enfrentó a todos los peligros, y regresó a Qadian durante la última parte de la noche. Hazrat Mirza Sahibas pasó la noche ansioso y al final de la madrugada, durante el servicio de oración preguntó si Maulwi Sahibra había llegado sano y salvo. Maulwi Sahibra se adelantó para asegurarle que lo había hecho.

Un año después de haberse instalado en Qadian, un hombre vino desde Yammu y ofreció a Maulwi Nur-ud-Dinra ciento noventa y cinco mil rupias en efectivo. Esa era la cantidad exacta que le debía a su acreedor. Preguntó por qué le daba el dinero. El hombre explicó que el Maharajá había establecido el año anterior que el contrato respecto a los bosques del Estado estaba sujeto a la condición de que el contratista pagaría la mitad de su beneficio neto a Maulwi Nur-ud-Dinra. Las ofertas se hicieron sobre esta base y él había sido el adjudicatario del contrato, y había traído la mitad de la ganancia neta para entregársela a Maulwi Nur-ud-Dinra. Este último le pidió que llevara el dinero de vuelta a Yammu y con ello pagara a su acreedor. Al año siguiente el contratista llegó con la mitad del beneficio neto de ese año, pero Maulwi Sahibra se negó a aceptarlo. El contratista insistió diciendo que estaba obligado a pagarle. Era una condición de su contrato. Pero Maulwi Sahibra no quería nada de eso.

-Lo aceptaste el año pasado-; le imploró.

-Esa fue una recompensa divina otorgada para aliviarme de mi deuda. Ahora no tengo tal necesidad.- 24

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