X EL TEÓLOGO EMINENTE
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
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Maulwi Nur-ud-Dinra llegó a ser reconocido como un médico destacado de su época. A la hora de diagnosticar no había nadie como él. Sus sorprendentes improvisaciones quedaban plenamente justificadas. No hizo ninguna discriminación entre sus pacientes; ricos y pobres por igual recibieron lo mejor de él, y por ellos también oraba con fervor. Una noche se le acercó alguien que estaba angustiado por la agonía por la que estaba pasando su esposa durante el parto. Temía que no sobreviviría la noche. Maulwi Sahibra le dio algunos medicamentos y le dio instrucciones sobre el tratamiento de la paciente. Dijo que seguiría suplicando por ella y que debía mantenerle informado de su condición. No oyó nada más sobre ella durante el resto de la noche. Cuando preguntó por ella la siguiente madrugada, vino el marido, feliz y alegre, y le dijo que su esposa dio a luz a su bebé sin problemas una hora después de su regreso a casa y que había pasado la noche descansando.

-¿Por qué no me lo dijiste?- -Señor, ya que no había más motivos de ansiedad, sentí que no había necesidad de molestarte de nuevo durante la noche.- -¡Molestarme! ¿Sabes que, mientras todos vosotros dormíais tranquilamente durante el resto de la noche, Nur- ud-Dinra pasaba las horas en agónica súplica, y no durmió ni un segundo?-

Sucedió que, cuando estaba en Lahore en una ocasión, buscaron su consejo en el caso de una señora hindú de familia respetable, que se había levantado en medio de un gran número de mujeres que lloraban la muerte de un pariente, y que en el paroxismo de su angustia había alzado repetidamente sus brazos sobre su cabeza. De repente, se dio cuenta de que lo había hecho en demasía. Sus brazos se tensaron y no volvieron a bajar. Los médicos estaban confusos y no se les ocurría nada que pudiera ayudar a restablecer la flexibilidad de los músculos de sus brazos. Cuando le informaron de su condición, él, sin preguntarle nada ni siquiera entrar en la gran sala en la que permanecía inmóvil, sugirió que se trajera al joven más guapo y apuesto del barrio. A su llegada, le dijo que entrara en la habitación, caminara deliberadamente hasta la señora y que simulara con un gesto realista el intento de desnudarla. Llevó a cabo sus instrucciones, y en el momento en que la mujer afligida percibió su intención, emitió un grito de angustia y sus brazos cayeron a ambos lados. El susto había restituido su sistema nervioso de vuelta al funcionamiento normal.

Pero no solo la terapia física y mental era su fuerte. Su mayor interés era la terapia espiritual. Se dedicó al estudio y a la curación de las almas. Para ello su materia médica, su farmacopea y su vademécum era el Sagrado Corán. Lo había aprendido de memoria, y su erudición era inmensamente profunda. No dejó pasar ninguna oportunidad de exponer los inagotables tesoros de sabiduría que estaban contenidos en el Libro. Continuó enseñándolo hasta sus últimos momentos de plena conciencia. Solía decir:

“El Corán es mi sustento y es la fuente del refresco de mi alma. Lo leo varias veces al día, pero mi alma nunca se sacia. Es curación, es misericordia, es luz, es guía.”

Cuando le preguntaron cómo debía estudiarse el Corán, él respondía:

“Para aquellos que estén interesados en estudiar el Corán, es el libro más fácil para leer del mundo. La primera condición y la más esencial para su estudio es la rectitud. Dios ha prometido que enseñará el Corán a los justos. Un estudiante del Corán necesita liberarse de la ansiedad de ganar su sustento. Si busca los caminos de la justicia, Dios proveerá para él de lugares inimaginables, y se convertirá en su guardián.

“La segunda condición para el estudio del Corán es esforzarse por Dios con total devoción, pues en ese caso Dios ha prometido resolver todas las dificultades.”

“El método para estudiar el Corán es que, primero, el estudiante debe leerlo de principio a fin como si la revelación y cada versículo se dirigiera a él. Por ejemplo, donde se hace mención de Adamas e Iblis, debe reflexionar y preguntarse a sí mismo si es como Adamas o como Iblis, y así sucesivamente. Donde se encuentre con alguna dificultad debe anotarla. En su segunda lectura debe incluir a su esposa y a sus hijos. Se dará cuenta de que la mayoría de las dificultades de su primera lectura quedan resueltas. En su tercera lectura debe incluir a sus amigos. Su cuarta lectura debe dirigirse a un círculo más amplio. Debe orar constantemente por la resolución de sus dificultades.” 31

Su exégesis del Sagrado Corán era excelente. Fue invitado a dirigirse a la Conferencia Anual del Anyuman Himayat-e-Islam en Lahore en 1893. Él eligió como su texto:

“Al’lah es la Luz de los cielos y la tierra. Su luz es semejante a una hornacina brillante, en la que hay una lámpara. La lámpara está en un vaso. El vaso es como una estrella brillante. Se enciende con un árbol bendito

-el olivo- que no está ni en Oriente ni en Occidente, cuyo aceite podría alumbrar aun cuando no lo tocara el fuego.

¡Luz sobre luz! Al’lah guía a Su Luz a quien desea.

(24:36)”.

Comenzó con el siguiente comentario:

“Algunos de los asistentes están comprometidos con la tradición oriental, y algunos de la generación más joven son admiradores de la cultura y la civilización occidental. Lo que quiero exponer no es, en palabras del Sagrado Corán, de oriente ni de occidente. El Sagrado Corán provee el bienestar de toda la humanidad”. 32

A continuación, procedió a desarrollar su tema sobre la base

del texto que había citado, y mantuvo a la audiencia hechizada a lo largo de su discurso.

Entre los presentes en esa ocasión estaba el reconocido misionero musulmán, Maulwi Hasan ‘Alira de Bhagalpur en Bihar. Describió sus impresiones del discurso en los siguientes términos:

“En 1893 tuve ocasión de asistir a la Conferencia Anual de Anyuman Himayat-e-Islam, donde conocí al erudito comentarista del Corán, Maulwi Hakim Nur-ud-Dinra, que no tiene igual, no sólo en la India sino también en muchas regiones más alejadas. Había también escuchado muchos elogios de él en mi visita al Punyab en 1887. En esta ocasión recitó ciertos versículos del Corán, y procedió a hacer una exposición de los mismos; no puedo expresar en palabras lo profundamente que me afectó su discurso. Cuando terminó, me puse de pie y dije: “Me siento orgulloso de que mis ojos hayan visto a un teólogo y comentarista tan grande, y los musulmanes deben estar orgullosos de que haya entre ellos una personalidad tan erudita”.33

Estaba ansioso por conocer a Maulwi Hakim Nur-ud- Dinra, pero él me hizo el honor de venir a verme. En el transcurso de nuestra conversación le pregunté: -Usted ha jurado lealtad a Hazrat Mirza Sahibas, ¿puede decirme qué beneficio ha obtenido de él?- Él respondió: -Yo había tratado de liberarme de un pecado pero no había tenido éxito. Después de jurar lealtad a Hazrat Mirza Sahibas, no sólo me libré de él, sino que se me ha hecho repugnante.-34

“Si me hubiera recitado algunos de los milagros y profecías de Hazrat Mirza Ghulam Ahmadas, tal vez no les hubiese prestado mucha importancia, pero me afectó profundamente lo que me dijo”.

Más tarde Maulwi Hasan ‘Alira visitó Qadian, conoció al Mesíasas Prometido, pasó algún tiempo en su compañía y le juró lealtad. Demostró ser un miembro sincero y devoto del Movimiento Ahmadía. Un gran número de personas se unió al Movimiento en respuesta a sus exhortaciones.

Cuando pasaba por Lahore en una ocasión, en febrero de 1901, persuadieron a Maulwi Nur-ud-Dinra para que pronunciara un discurso ante una gran audiencia. Habló sobre la existencia de Dios sobre la base de las verdades establecidas en el Sagrado Corán. Un miembro del Movimiento trajo junto con él a un tal Yalaluddin, un empleado en las Oficinas de Ferrocarril, que era un ateo confirmado, para que escuchara el discurso. El discurso terminó a la 1:30 am, y la audiencia se dispersó. A la tarde siguiente, al regresar de la oficina, Yalaluddin confesó a su amigo que, tras escuchar el discurso de Maulwi Nur-ud-Dinra, se había arrepentido de su incredulidad y ahora creía sinceramente en Dios. Estaba seguro de que nadie podía refutar su razonamiento.

En junio de 1902, un joven hindú llegó a Qadian y aceptó el Islam. El Mesías Prometidoas designó a Maulwi Nur-ud-Dinra para instruirlo en los principios del Islam. Esto es lo que le dijo:

“Islam significa tres cosas. Primero, creer que el Creador que controla todo es Uno. No hay nadie aparte de Él, ante el cual alguien deba postrarse, ni por cuyo motivo pueda observar un ayuno, ni en cuyo nombre un animal pueda ser sacrificado (porque sólo Él es el Maestro de todas las criaturas vivientes), ni tampoco debe realizarse una peregrinación por cualquier otra persona.

Todo temor y esperanza deben estar centrados en Él. Este es el significado de “No hay Dios aparte de Al’lah”. Todo dolor, toda comodidad, toda satisfacción de las necesidades está bajo Su control. Toda súplica debe hacérsele a Él. Creer sinceramente en todo esto es ser musulmán. Para esto no se necesita ceremonia o bautismo.

La siguiente etapa es creer en Muhammadsa como el Profeta y el Mensajero de Dios. Fue enviado al mundo para proclamar la majestad, la santidad y la alabanza de Dios, y enseñárselo a la gente. Por tanto, el segundo elemento del Islam es: Muhammadsa es el Mensajero de Dios.

El tercer elemento del Islam es promover el bienestar de todas las criaturas de Dios. Además, un musulmán debe creer en los ángeles de Dios, Profetas y Libros; y también en que hay una recompensa para todo. Esto último es lo que se denomina Juicio.

Estos son los principios de la creencia. También incumbe a un musulmán realizar la Salat, observar el ayuno del Ramadán, pagar el Zakat para el progreso de los pobres y los necesitados, y realizar la peregrinación a La Meca, si puede permitirse el viaje.

En resumen, el Islam significa fe sincera; un musulmán es el que cree sinceramente y actúa en conformidad con su creencia. Así que debes tener fe sincera en “No hay Dios aparte de Al’lah, y Muhammadsa es Su Mensajero”. No hay ceremonia que valga. Debes, sin embargo, tomar un baño, para que puedas suplicar: Al’lah, estoy lavando mi cuerpo completamente; lava Tú, por tanto, mi interior completamente. Además, cambia tu ropa, como una señal de que has descartado la pereza”.35

El Mesías Prometidoas puso al joven el nombre de Abdul’lahra.

Trabajó con entusiasmo durante muchos años en el Hospital Nur y era conocido como el Dr. ‘Abdul’lahra. Fue un ejemplo de vida piadosa y muy popular.

Bajo la dirección del Mesías Prometidoas, Maulwi Nur-ud- Dinra grabó en un disco fonográfico, en octubre de 1902, un breve comentario sobre el capítulo 103 del Sagrado Corán, que decía lo siguiente:

“En el nombre de Al’lah, el Clemente, el Misericordioso. Por el testimonio del tiempo, en verdad, el hombre se encuentra en estado de perdición, excepto quienes creen y practican el bien, se exhortan mutuamente con la verdad, y se animan recíprocamente a ser perseverantes (103:1- 4). En este breve capítulo, Al’lah, el Exaltado, Señor de los mundos, Clemente, Misericordioso, Dueño del Día del Juicio, ha expuesto, de Su pura gracia, diferentes maneras de acercarse a Él, encontrar consuelo, ser honrado y progresar. En primer lugar, Él ha indicado que el tiempo de un Mensajero de Al’lah, y el tiempo de la comprensión perfecta del hombre, y de las experiencias beneficiosas, es como la última parte del día cuando el sol está en declive; ya que después no queda tiempo para el culto congregacional, que es una fuente de exaltación espiritual para los fieles, de alcanzar la cercanía a Dios, y una ocasión para la súplica. Así que después del tiempo de un Mensajero de Al’lah, que es el tiempo de la comprensión perfecta y las experiencias beneficiosas, no le queda tiempo al hombre con que compensar su pérdida y sus deficiencias. Por lo tanto, durante la época de un Mensajero de Al’lah, cuando el hombre goza de plena comprensión, debe ocuparse de (a) adquirir el conocimiento verdadero y correcto de la Existencia, Unidad, Unicidad de Dios, y de Su Ser sin igual en Sus atributos y en Su exaltación; llevar a cabo las santas sugerencias de los ángeles de Dios, tener fe en los libros de Al’lah, Sus Mensajeros, Su juicio y otras verdades;

(b) actuar fielmente de acuerdo con estas verdades; (c) continuar hasta su último aliento propagando la Verdad, y (d) esforzarse por persuadir a otros a actuar de acuerdo con todas las verdades, a fin de permanecer firmes a la hora de eludir el vicio y adherirse a la virtud”.36

Un recién llegado a Qadian, en febrero de 1903, describió su

primera impresión de la siguiente manera:

Mi compañero y yo llegamos a Qadian en el momento de la oración de la tarde. Nos dirigieron a Masyid Aqsa. Después del servicio los adoradores se alinearon en un círculo, con el Santo Corán en la mano, para escuchar una lección de un personaje de apariencia venerable.

Comenzó recitando una sección del Libro Sagrado de una manera que sedujo y conmovió a sus oyentes. A continuación, procedió a exponer el significado de los versículos que había recitado, y expuso la filosofía y la sabiduría inculcada en ellos. Nunca había escuchado algo semejante. Mi corazón se sintió profundamente conmovido, y pregunté a mi vecino: -¿Es el Mesías Prometidoas?- Dijo: -No, es Maulwi Nur-ud-Dinra.- Estaba sumido en mi asombro. Si este modelo de excelencia era sólo un discípulo, ¡qué exaltado debía ser su preceptor!-

El editor de Badr, un erudito eminente por derecho propio,

expresó sus impresiones de la lección diaria del Sagrado Corán que daba Maulwi Nur-ud-Dinra, en estos términos:

“Él no comenzó esta lección en Qadian. Él ha servido al Sagrado Corán de esta manera desde hace mucho tiempo. Yo era joven cuando empecé a asistir a su lección del Sagrado Corán en Yammu y en Cachemira. Fue esta lección la que me convirtió en un verdadero musulmán, y fue esta lección la que más tarde me hizo áhmadi. Me ha parecido tan beneficiosa, que después de haber asistido a ella diariamente durante varios años, todavía obtengo beneficios frescos todos los días. Sólo a través de sus lecciones he descubierto la cualidad de que los jóvenes, los de mediana edad y los viejos se benefician de ella de acuerdo a sus respectivas capacidades. Un ignorante obtiene algo de ella, y un erudito incrementa su conocimiento escuchándolas. De las grandes y numerosas recompensas de quienes han hecho de Qadian su hogar, estas lecciones es una de ellas. Que Al’lah la preserve para siempre, para que podamos seguir recibiendo sus bendiciones y misericordias a través de las mismas”.38

Maulwi Nur-ud-Dinra a menudo decía que si Dios le preguntara qué era lo que más deseaba, rogaría que le diera el Corán.

El padre del presente autor se dedicó a memorizar el Sagrado Corán durante los últimos años de su práctica como letrado. Cuando mencionó esto a Maulwi Nur-ud-Dinra, quedó encantado, y comentó, dirigiéndose a los presentes: -Nasrul’la Jan ama tanto a Nur-ud-Dinra que, para ganar su amor ha memorizado aquello que más le gusta a Nur-ud-Dinra, asegurando así el amor de Nur-ud- Dinra para sí mismo.

Hafiz Raushan ‘Ali, uno de sus alumnos más destacados, relata:

“Cuando estaba aprendiendo a memorizar el Sagrado Corán, en Wazirabad, bajo la supervisión de mi tío materno Hafiz Ghulam Rasul, vi una noche en un sueño que una persona de aspecto venerable me daba una taza llena de leche, y dijo: -Bebe esto.- Bebí la mayor parte de ella, y dijo: -Bebe más.- Bebí más. No comprendí el significado del sueño en ese momento, pero cuando llegué a Qadian me di cuenta de que la persona venerable que había visto en mi sueño era Maulwi Nur-ud-Dinra. A veces me sentaba con él durante la noche aprendiendo de él, y nunca se aburría.

Algunos de entre los que asistieron a su lección diaria del Sagrado Corán tomaron copiosas notas y se imprimió una selección, pero él mismo nunca publicó una exégesis. Su razón era:

“El Sagrado Corán es la Palabra de Al’lah; Como Al’lah es Infinito, así es Su Palabra. Por lo tanto, no podemos confinar su interpretación a ciertas concepciones definidas. Continuó añadiendo: Como el Sagrado Corán es la Palabra de Al’lah, se podría esperar que Él mismo lo hubiera comentado, pero no lo hizo; ni tampoco el Santo Profeta. Después de él sus sucesores inmediatos podría haberlo hecho, pero no lo hicieron. Ninguno de los cuatro grandes Imames de Jurisprudencia, Abu Hanifahrh, Malikrh, Shafi’irh o Ahmadrh bin Hambal escribió un comentario sobre el Sagrado Corán, aunque el primero de ellos no estaba muy alejado de la época del Santo Profeta, y había conocido a algunos de sus compañeros. De los Compiladores de Hadiz, Bujarirh, Tirmidhirh y Abu Da’udrh eran personajes eminentes, pero ninguno de ellos escribió un comentario sobre el Sagrado Corán. Entre los Sufis Mu’inuddin Chishtirh, Shah Naqshband, Sayyid ‘Abdul Qadir Yilanirh y otros fueron grandes hombres conocedores de la tradición esotérica y exotérica, pero no escribieron ningún comentario. Shahabuddin Suharawardirh si que escribió un comentario pero no contiene nada original.

“El Mesías Prometidoas, que ha sido enviado para servir al Sagrado Corán, no ha publicado ninguna traducción o comentario del Sagrado Corán. La gente ha obtenido algún beneficio de las traducciones y comentarios publicados sobre el Sagrado Corán, pero la mayoría de las personas acabarían tratándolos como la última palabra, y al confiar en ellos dejarían de pensar por sí mismos, lo cual es muy perjudicial.

“Escribí un comentario y mis amigos insistieron en que debería publicarse. Entonces pensé que aquellos que vinieran después de mí podrían pensar que era la última palabra, y así cerrar sobre sí mismos la puerta de las verdades y sabiduría del Sagrado Corán. Es el Libro de Dios, proporciona la respuesta a los problemas de todas las edades, y es una curación para los males del alma en todas las condiciones. Su beneficio no debe quedar circunscrito. Así que abandoné el intento de confinar el océano ilimitado dentro de un cántaro”.39

Su sed de conocimiento era insaciable. Había construido una gran biblioteca que contenía muchos libros raros en manuscritos recogidos o copiados de lugares lejanos y cercanos. En una ocasión envió a uno de sus discípulos, Maulwi Ghulam Nabi, a Bhopal para hacer una copia del comentario de Shaukani, que estaba conservado en la biblioteca de Nurul Hasan Jan, hijo de Nawab Siddiq Hasan Jan. Constaba de seis volúmenes, y le supuso a Maulwi Ghulam Nabi un año entero copiarlo.

A su regreso de Bhopal le dijo que marchara a Egipto e hiciera una copia del libro de Imam Ibn Qayyamrh, Shifa’ul Alil Fi Masa’ilil Qada’i Wal Qadri Watta’lil, de las bibliotecas de la Universidad de Al-Azhar y del Gobierno de Egipto. Su volumen contenía unas 800 páginas y su copia mantuvo a Maulwi Ghulam Nabi ocupado durante dieciocho meses. Otro libro del que también hizo una copia fue Hamaal Hawam Maahu Sharah Yamiul Yawameh del Imam Sayuti, que contenía más de 700 páginas. La lectura de Maulwi Nur-ud-Dinra abarcaba un campo muy amplio. Había leído toda la obra de Shakespeare en árabe.

El presente autor recuerda haber escuchado una conferencia del difunto Juez Shah Din, Juez del Tribunal Supremo del Punjab, pronunciado en Abbottabad sobre el tema de la educación, en septiembre de 1910, que concluyó con el comentario: “En base a los criterios que he expuesto ante ustedes, entre mi amplio círculo de amigos y conocidos, la única persona perfectamente culta es Maulwi Hakim Nur-ud-Dinra de Qadian”.

El Nawab de Bahawalpur cayó enfermo en agosto de 1894, y su preceptor espiritual, Jawaya Ghulam Farid de Chachran, le aconsejó que llamara a Maulwi Hakim Nur-ud-Dinra de Qadian. El Nawab escribió al Mesías Prometidoas, solicitando que Maulwi Sahibra fuese a Bahawalpur por unos días para examinarle y tratarle. Tras su llegada y después de haber hecho lo necesario en lo que concernía al Nawab, se preparó para regresar a Qadian. Entonces Jawaya Ghulam Farid obtuvo el permiso del Mesías Prometidoas, por telegrama, para que Maulwi Sahibra se quedara un poco más de tiempo en Bahawalpur. Le dijo a Maulwi Sahibra que, en realidad, pidió que viniera para conocerle personalmente y escuchar su exposición de las verdades del Sagrado Corán; la enfermedad del Nawab había proporcionado la ocasión para ello. Ahora que estaba en Bahawalpur estaban ansiosos por aprender de él algo del Sagrado Corán. Por tanto, Maulwi Nur-ud-Dinra comenzó un curso sobre el Sagrado Corán en Bahawalpur. Cuando se acercaba el final de su estancia, Jawaya Ghulam Farid sugirió al Nawab que le persuadiera para que se quedara permanentemente en Bahawalpur. El Nawab le hizo la propuesta, y aunque tal posibilidad le desagradaba completamente, para demostrar la futilidad de su propuesta, le preguntó al Nawab: -Si yo accediera a su plan, ¿cómo cubriría mis gastos?-40 -Te concederé sesenta mil acres de tierra cultivable.- -¿Qué haré con ella?- -Puedes cultivarla y llegar a ser muy rico.”- -Tal y como soy en este momento, venís a mí buscando consejo y guía. Cuando sea muy rico, ¿todavía vendréis a mí?- -No. Por supuesto que no.- -Entonces, ¿qué gano?- El Nawab no tenía ni idea de la jerarquía de valores que regulaba su vida.41

En 1896 Nawab Muhammad ‘Ali Janra escribió al Mesías Prometidoas expresando su ansiedad por aprender el Sagrado Corán, y pidió que enviara a Maulwi Nur-ud-Dinra a Malir Kutla y le enseñara el Corán. Cuando el Mesías Prometidoas se lo pidió, fue a Malir Kutla y permaneció allí durante varios meses. Al principio se hospedó en la ciudad y luego se trasladó a la casa de Nawab Sahib en Shairwani Kut. Nawab Sahibra se reunía con él todos los días para su lección, y almorzaba con él. Algunos de sus estudiantes de Qadian le siguieron a Shairwani Kut. Nawab Sahibra se encargó de su alojamiento y alimentación. Su estudio del Sagrado Corán se completó en seis meses.42

En aquella época había un médico practicante en Mali Kutla, de nombre Bhagat Ram Sahni, que era de Bhera y había servido en Cachemira. Tenía a Maulwi Nur-ud-Dinra en alta estima, y le visitaba de vez en cuando. Un día mencionó que ganaba mil rupias al mes sin tener que salir de Malir Kutla. Maulwi Sahib comentó que él también tenía una cantidad igual de ingresos sin tener que ir a ninguna parte. Más tarde, en una carta dirigida a Nawab Muhammad ‘Ali Jan, escribió:

“Recuerde especialmente el versículo del Sagrado Corán que dice: “Al’lah abrirá un camino de salida de sus dificultades a aquel que sea consciente de su deber para con Al’lah, y le proporcionará de donde no espera” (65: 3-4). Este pecador no es tan consciente de su deber, aunque se ha consagrado a aquellos que si que lo son, y, sin embargo, Al’lah le proporciona todo lo que necesita de donde no lo espera. Durante mi estancia en Malir Kutla tuve que satisfacer varias demandas, en relación con las cuales tuve que incurrir en un gasto de aproximadamente dos mil quinientas rupias. No puedes imaginarte de dónde vino la mayor parte. Sólo Dios sabe de dónde vino. Incluso mi esposa no lo sabe”.43

Él mismo no buscaba entrar en un debate con nadie, pero si no le quedaba otra opción, suplicaba pidiendo ayuda y esclarecimiento, y siempre fue guiado rectamente. Durante una de sus visitas a Lahore, un abogado hindú vino a verle, tras decir a sus amigos que sería capaz de confundir a Maulwi Nur-ud-Dinra en una discusión sobre la doctrina de la transmigración de las almas. Su tesis era que la diversidad de las condiciones y circunstancias humanas, la riqueza y la pobreza, la prosperidad y la adversidad, el alto rango y la oscuridad, la salud y la enfermedad, etc., sólo podían explicarse sobre la base de que la conducta de una persona en un ciclo de existencia determina su condición en el siguiente ciclo, y que Dios es impotente en este asunto. Antes de que pudiera abordar el tema, Maulwi Sahibas sacó dos rupias de plata de su bolsillo y tras colocarlas delante del abogado le invitó a coger una de ellas. El abogado se quedó contemplando silenciosamente las monedas y no hizo ningún movimiento durante casi media hora. Los presentes quedaron desconcertados por este drama silencioso y uno de ellos preguntó al abogado qué era lo que le impedía recoger una de las monedas.

Él respondió: “Estoy entre la espada y la pared. En el momento en que coja una de las monedas, me puede pedir la razón por la que prefiero una sobre la otra. Entonces me enfrentaría al dilema de que si yo tengo la libertad de preferir una moneda sobre la otra,

¿no tiene Dios la libertad de producir la más amplia diversidad en las condiciones humanas? Por el momento no puedo pensar en una respuesta. Volveré después de que haya tenido tiempo de reflexionar.” No regresó.

Un apologista cristiano occidental que se encontraba acorralado en el debate sobre la doctrina de la Trinidad buscó una salida afirmando con cierto desprecio que la mente asiática era incapaz de comprender el misterio de la Trinidad y provocó la siguiente respuesta: -¡Ciertamente! Eso lo explica. ¡Por eso Jesúsas, Pedro y Pablo, los tres siendo asiáticos, tampoco lo comprendieron!-

Un misionero cristiano presentó una copia de su libro El Corán Inecesario a Maulwi Nur-ud-Dinra y le pidió que lo estudiara cuidadosamente. Su tesis era que el Sagrado Corán no era la Palabra de Dios, sino un simposio de doctrinas y enseñanzas en árabe extraídas de libros revelados anteriormente como la Torah, el Evangelio, los Vedas, el Zendavesta, etc. El autor había seleccionado una serie de versículos del Sagrado Corán y se había esforzado en rastrear cada uno de ellos en uno u otro de esos libros. Maulwi Sahib no tardó en revisar el libro y lo devolvió al autor con los siguientes comentarios:

“Le estoy muy agradecido por darme una oportunidad de leer su libro. Su lectura ha fortalecido aún más mi fe, y refuerza mi convicción de que el Sagrado Corán es verdaderamente la Palabra de Dios. La colección y el estudio de varias Escrituras en diversas lenguas como el sánscrito, el pehlevi, el hebreo, el arameo, el pali, etc. (se dice que un solo estudio de los Vedas requiere cuarenta años) y la colación de las verdades comprendidas en ellas estaba ciertamente más allá de la capacidad y los recursos de un árabe iletrado de principios del siglo VII de la era cristiana. Además, únicamente el Sagrado Corán establece la filosofía de las grandes verdades, y establece el acuerdo entre la razón y la ley de la naturaleza. Antes del Sagrado Corán, los reyes y los gobernantes imponían sus opiniones y doctrinas religiosas a sus pueblos mediante la coacción; los líderes religiosos no permitían cuestionar su exposición de los temas religiosos; los profesores de religión no toleraban ninguna libertad por parte de sus alumnos. El Sagrado Corán introdujo una era de libertad intelectual con exhortaciones como: ¿Por qué no ejercitan su razón? ¿Por qué no se ponen a pensar?

¿Por qué no deliberan sobre el Corán?”44

Un viejo filósofo que tenía la costumbre de definir todo, solía pedir a todo el mundo que definiera una cosa u otra. Luego analizaba lo que le decían y exponía sus imperfecciones, y así impresionaba a la gente con la inmensidad de su erudición. En una ocasión preguntó a Maulwi Nur-ud-Din: -¿Qué es la sabiduría?- Él respondió: -La sabiduría es evitar todo tipo de vicio, no asociar nada ni nadie con Al’lah, ni siquiera la más mínima grosería”. El filósofo quedó sorprendido por la respuesta y le preguntó: -¿Cuál es la autoridad que afirme esto?- Maulwi Sahib se dirigió a un Hafiz que estaba presente, y le dijo: -Recita y traduce amablemente en beneficio del filósofo, las partes 4 y 5 del capítulo diecisiete del Santo Corán;- lo cual hizo el Hafiz. La traducción española del pasaje es la siguiente:

“Tu Señor ha ordenado: ‘No adoréis a nadie sino a Él, y mostrad bondad a vuestros padres. Si uno o los dos alcanzan la ancianidad contigo, no les digas nunca ninguna palabra que exprese disgusto, ni les reproches, mas bien dirígete a ellos con palabras amables. Y haz descender sobre ellos el ala de la humildad y de la ternura. Di: “Señor mío, ten misericordia de ellos al igual que ellos me criaron en mi niñez”. Vuestro Señor conoce mejor que nadie lo que hay en vuestras mentes; si sois virtuosos, Él es en verdad el Sumo Indulgente para los que acuden a Él una y otra vez. Y dale al pariente lo que se le debe, así como al menesteroso y al viajero, y no malgastes tus bienes con extravagancia. En verdad, los extravagantes son hermanos de los satánicos, y Satanás es desagradecido con su Señor. Mas si has de apartarte de ellos buscando la misericordia que esperas de tu Señor, incluso entonces háblales con palabras amables. Y no mantengas tu mano encadenada al cuello por tacañería extrema, ni la abras completamente con extravagancia; pues acabarás totalmente condenado y no servirá de nada. En verdad, tu Señor amplía Sus provisiones a quien Le place, y las escatima a quien desea. Ciertamente, Él conoce y ve perfectamente bien a Sus siervos.

No matéis a vuestros hijos por temor a la pobreza. Somos Nosotros Quienes proveemos para ellos y para vosotros. En verdad, su muerte es un grave pecado. No os acerquéis al adulterio; en verdad, es una obscenidad y un mal camino. No matéis al ser que Al’lah os ha prohibido salvo por causa justa. Y quien es matado injustamente, ciertamente hemos dado a su heredero autoridad para exigir represalia, pero sin que supere los límites prescritos al matar; pues para ello cuenta con la ayuda de la ley. Y no os acerquéis a los bienes del huérfano, excepto de la mejor manera posible, hasta que alcance la madurez; y cumplid el pacto; pues se pedirá cuenta del pacto. Cuando midáis dad la medida completa y pesad con una balanza justa; esto es lo mejor y lo más recomendable en última instancia. No sigas lo que no conoces. En verdad, el oído, el ojo y el corazón, serán todos llamados para dar cuenta.

No andes por la tierra con jactancia, porque así no puedes hendir la tierra, ni igualar a las montañas en altura. La maldad de todo esto es detestable a la Vista de tu Señor.

Esto es parte de esa sabiduría que te ha revelado tu Señor. No levantes pues ningún otro dios a la altura de Al’lah, para que no seas arrojado al Infierno, condenado y rechazado. (17: 24-40)”.

¡Por primera vez el filósofo quedó enmudecido!

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