V MÉDICO EN BHERA
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
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A su llegada a Bhera, Maulwi Nur-ud-Dinra fue recibido por un grupo numeroso de musulmanes e hindúes de la ciudad. Pronto descubrió que el ambiente predominante era de fanatismo, intriga y desconfianza. Entre los musulmanes había una fuerte tendencia a enfatizar puntos menores de ceremonias y rituales, y una ausencia total del afán de fomentar las altas cualidades morales y promover los valores espirituales. Repetidamente se vió arrastrado a discusiones inútiles sobre abstracciones teológicas, y sus opiniones liberales sensatas causaron ofensas mortales. Le advirtieron que le harían la vida difícil, a menos que descendiera al nivel común y popular en estos asuntos. Muchas veces lo intentaban manipular hasta situaciones de peligro extremo, de las cuales lograba desembarazarse mediante el ejercicio de su perspicacia, diplomacia, valor y presencia de espíritu otorgados por Dios. Aún muchos recurrían a él para sus estudios teológicos, y él les dio libremente lo mejor de sí mismo, aunque la controversia y la intriga siguieron dominando.

Por fin decidió comenzar la práctica de la medicina. Buscó el consejo de un médico que ya se encontraba bien establecido, y que le aconsejó cautela: “Yo cobro honorarios, y sin embargo sólo puedo obtener un modesto sustento. Sé que tu no les exigirás honorarios, pero las ofrendas voluntarias pueden ser insignificantes. Además es probable que vayas a recetar remedios simples y baratos, y tus métodos no sean apreciados por los cirujanos y los farmacéuticos. Los teólogos tampoco son amables contigo. Por lo tanto, la perspectiva no es alentadora”.

Se había casado poco antes y sentía que ya era hora de sentar cabeza y encontrar una profesión. Su experiencia hasta ahora, aunque limitada y circunstancial, había demostrado su competencia. Sus diagnósticos e incluso sus improvisaciones habían dado buenos resultados. Su fortaleza se basaba en una fe fuerte y una confianza perfecta en Dios. Su padre también le animó, y le sugirió que estableciera su clínica en una casa amplia y espaciosa que puso a su disposición. Sus métodos sencillos pronto comenzaron a atraer a los pacientes. A lo largo de su vida nunca exigió una retribución, y estaba más que satisfecho con lo que Dios le proveía. No discriminaba entre sus pacientes. Todos recibieron una atención completa. Trataba con especial cuidado a los pobres y a los indigentes. Cuando era necesario, les proporcionaba incluso ayuda financiera.

Su padre murió y poco después su hermano mayor le dijo que había comprado la casa en la que tenía su clínica con el dinero que había aportado, y que por alguna razón era necesario que le proporcionara una declaración escrita a tal efecto. Él cumplió lo que se le pedía con rapidez y sin acritud, y, para evitar problemas, ordenó a sus aprendices que retiraran su parafernalia y la llevaran a una habitación anexa a una mezquita, cosa que hicieron con prontitud. Cuando su madre se enteró de esto, le dijo que su hermano no había querido que él se mudara, y trató de explicarle la situación, pero él ya se había mudado.

Tras encontrar una parcela deseable, que pertenecía al municipio de Bhera, pidió a un maestro de obras que construyera un edificio apropiado en ella, y pidió a un hindú que conocía que le proporcionara el dinero necesario para la edificación. El trabajo ya había comenzado cuando el Tahsildar [N. del T.: (En la India) un recaudador o funcionario del departamento de ingresos] le envió un mensaje informándole que no se podía construir ningún edificio sobre un terreno perteneciente al municipio sin que se aprobara un plan previo. Añadió que, por respeto a Hakim Sahib, él no iba a protestar, ni por la misma consideración, los miembros del comité municipal, pero que el asunto había sido reportado al comisionado adjunto y, como presidente de dicho comité, estaba seguro que ordenaría la demolición de la estructura. El constructor sintió la misma aprensión, pero le persuadieron a que continuara el trabajo. En el informe que se le presentó, el comisionado adjunto indicó que pronto buscaría la oportunidad de visitar el lugar y evaluar la situación.

El comisionado adjunto acudió y ordenó que se suspendieran los trabajos a la espera de su decisión final. Cuando Maulwi Nur- ud-Dinra llegó al lugar, el comisionado adjunto se había marchado, pero volvió al enterarse de su llegada y le preguntó: -¿Sabe usted que este sitio es de dominio público?- -Sí, lo sé; pero toda la ciudad es de dominio público.- -¿Cómo es eso?- -Si el gobierno decidiera establecer un acantonamiento  en cualquier parte  de la  ciudad,

¿podría alguien obstruirlo?- -Por supuesto que no.- -Por lo tanto, todo el pueblo puede convertirse en dominio público.- Sin más comentarios, el comisionado adjunto preguntó: -¿Cuánto de este sitio necesita para el propósito que tiene en mente?- -Este sitio está entre una carretera y una vía pública. Necesitaría todo.-

El comisionado adjunto se dirigió al Tahsildar y a los miembros del comité municipal y les preguntó: -¿Tienen alguna objeción?- Ellos dijeron: -El edificio propuesto será utilizado para el beneficio del público. No tenemos objeciones.-

El Comisionado Adjunto ordenó que el área requerida fuera marcada con clavijas en el suelo, lo cual se hizo. Luego se fue.

El Tahsildar comentó a Maulwi Nur-ud-Din: el comisionado adjunto no tiene autoridad para disponer de la propiedad pública de esta manera tan precipitada.

El comisionado adjunto, que se había alejado un poco, volvió y le dijo a Maulwi Nur-ud-Din: -He notado que hay un drenaje de aguas residuales al descubierto a lo largo de la calle, debe ser una molestia para usted.- -Es usted un hombre sabio. Quizá pueda sugerir algo.- -Considero que el municipio debe poner un contrafuerte contra el muro de su edificio de ese lado-, y volviéndose a los comisionados municipales les preguntó: -¿Tienen alguna objeción?- No tenían ninguna. Dijo a Maulwi Nur-ud-Din: -Entonces esto está resuelto. Puede continuar con su edificación.-

Cuando se fue, un comisario municipal murmuró: Este es un procedimiento extraño. No sólo el comité municipal ha sido privado de una valiosa parcela de tierra, sino que además se ha tasado en mil rupias la construcción del contrafuerte.

Maulwi Nur-ud-Dinra le comentó: -Estas son cuestiones que están por encima de tu comprensión.- 14

El coste de la construcción ascendió a mil doscientas rupias y mientras pensaba en cómo pagarlas, su amigo Malik Fatih Jan se acercó un día y le dijo que se dirigía a Rawalpindi para asistir a un Durbar Provincial [N. del T.: (En la India) Corte Provincial], y que se celebraba en Delhi al mismo tiempo un Durbar Virreinal. Maulwi Nur-ud-Dinra indicó que deseaba acompañarle, y fue invitado a montar junto con él. Montó en el pony sin demora, dejando a sus pacientes y a su esposa sin informar. En Yhelum, Malik Fatih Jan tomó el tren para Rawalpindi y Maulwi Nur-ud-Dinra decidió ir a Delhi. Necesitaba un cambio de ropa y tomó prestado un abrigo, un turbante y un shalwar [N. del T.: es una vestimenta usada tanto por mujeres como hombres en Asia del Sur y Asia Central.] del tahsildar Malik Hakim Jan. Luego se dirigió a la estación de ferrocarril para coger el tren a Lahore. Se enteró de que la tarifa de la tercera clase de Yhelum a Lahore era de quince annas, y cuando puso su mano en el bolsillo del abrigo prestado descubrió la cantidad exacta en él. De esta manera llegó a Lahore, donde la estación estaba llena de pasajeros con la intención de viajar a Delhi para el Durbar. No tenía dinero, e incluso si lo hubiera tenido, la multitud hacía difícil acercarse a la ventanilla de la oficina de reservas. En ese momento fue abordado por el Rev. Gaulak Naz, que lo reconoció, y que, al descubrir que tenía la intención de viajar a Delhi, fue y le trajo un billete. Al observar que ponía su mano en el bolsillo, el señor reverendo protestó diciendo que no aceptaría ningún pago por el billete.

Llegó a Delhi por la tarde y la curiosidad lo llevó fuera de la ciudad en dirección al campamento de los Jefes de Gobierno. Después de haber caminado unos kilómetros, se dio cuenta de que el sol estaba a punto de ponerse, y estaba pensando regresar a la ciudad cuando un criado de Munshi Yamalud-din Sahib de Bhopal vino corriendo hacia él y le dijo que Munshi Sahib le había visto caminando y le había enviado a buscarle. Respondió diciendo que se estaba haciendo tarde y que estaría encantado de llamar a Munshi Sahib por la mañana; pero el hombre insistió y sugirió que, como el campamento de Munshi Sahib estaba muy cerca, debería excusarse personalmente. Munshi Sahib le recibió con su gracia habitual y le dijo: -El hijo de mi hija, Muhammad ‘Umar está enfermo. Desearía que le examinara.- Le comentó que volvería por la mañana para examinar al paciente. Munshi Sahib insistió en que pasara allí la noche, y colocó para él una tienda de campaña en la que pasó una noche cómoda. Como al día siguiente era viernes, Munshi Sahib preparó, por la noche, un juego de ropa para él.

Al día siguiente, después del servicio de oración del viernes, Munshi Sahib se ofreció a llevarle en carruaje a su alojamiento para que recogiera el equipaje y le preguntó su dirección. Señaló una callejuela estrecha en la que el carruaje no cabía. Munshi Sahib envió a dos de sus criados con él para traer el equipaje. Acompañado por ellos, entró en la callejuela y siguió caminando con determinación, hasta que vio un edificio, dentro y fuera del cual había personas entrando y saliendo libremente. Él también entró, y al ver que la mayoría de la gente iba hacia el primer piso, pidió a sus dos compañeros que esperaran abajo y él mismo subió las escaleras. No tenía la menor idea de dónde estaba; solo se sintió obligado a obedecer a un impulso interior. Entre la gran cantidad de personas distinguió a Maulwi ‘Ubaidul’lah, autor de Tuhfatul Hind, que se mostró encantado de verle y le dijo: -Tu llegada es muy oportuna. Tengo conmigo a un número de jóvenes convertidos recientemente al Islam, y estoy ansioso por encontrar un alojamiento adecuado para ellos. ¿Podrías llevarles y cuidar de ellos?- Indicó que estaría encantado de hacerlo. Los criados de Munshi Sahib recogieron el equipaje, y todos ellos acompañaron a Munshi Sahib a su campamento.

Tras examinar a Muhammad ‘Umar, Hakim Nur-ud-Dinra le diagnosticó de un tumor que requería un tratamiento prolongado. Munshi Sahib le instó a que lo acompañara a Bhopal, pero él le dijo que había salido de viaje sin avisar, y que no podía permanecer de viaje por mucho tiempo. Munshi Sahib le dio quinientas rupias para que las enviara a su casa, e insistió en que debía acompañarle a Bhopal. Entonces envió el dinero a su acreedor hindú y le escribió a su esposa para que no se preocupara por él. Unos días más tarde, Munshi Sahib le dio setecientas rupias más, que también remitió a su acreedor y, tras sentirse aliviado de toda ansiedad en ese aspecto, se dirigió alegremente a Bhopal con Munshi Sahib.

En Bhopal también tuvo que enfrentarse a los celos y a la intriga, y en un momento de gran peligro recibió la ayuda efectiva de Pir ‘Ali Ahmad Muyaddadi, que se había mostrado muy bondadoso con él durante su anterior estancia en Bhopal. Finalmente, Muhammad ‘Umar se recuperó por completo y su médico regresó a Bhera.

Su práctica comenzó a mejorar y se empezó a admirar su habilidad y competencia. Esto también despertó celos profesionales. Un paciente muy rico tuvo un ataque de fiebre tifoidea. Lo trató con el mayor cuidado, y observando el curso de la fiebre, dedujo al séptimo día que la crisis de la fiebre era inminente. Los síntomas de la crisis aparecieron esa misma noche, y el médico se sintió esperanzado. La familia del paciente, que se estaba poniendo nerviosa, llamó a un médico más experimentado de Pind Dadan Jan, que llegó tarde en la noche y, aprovechando la coyuntura, anunció de inmediato que no se preocuparan por el paciente, que tenía justo el remedio adecuado, y le administró un polvo con una mezcla simple, sonriendo desdeñosamente a Hakim Nur-ud-Dinra.

El paciente se recuperó al día siguiente, el crédito del médico forastero aumentó rápidamente, y Nur-ud-Dinra fue humillado ante los ojos de la familia, quien con satisfacción pagó al forastero los elevados honorarios que exigió.

Malik Fatih Jan, el amigo octogenario de Hakim Nur-ud-Dinra, que le apreciaba mucho y de quien había recibido muchos favores, no tenía hijos. Le aconsejó que se casara, pero él se opuso con el argumento de que ya había pasado la edad del matrimonio. Nur- ud-Din le animó, y al mismo tiempo le preparó un compuesto de arsénico, mercurio y opio que tuvo el efecto deseado, y se casó según el consejo de su amigo. En el transcurso de un año la pareja fue bendecida con una hija, y un año más tarde tuvieron un hijo. Nur-ud-Dinra esperaba una generosa dádiva, y aunque el feliz padre le quedó muy agradecido y su amistad se consolidó aún más, su expectativa no se cumplió. Estos incidentes confirmaron su creencia de que sólo Dios era la fuente de toda beneficencia, y que nunca debían depositarse las esperanzas en los mortales. Estaba convencido de que Dios, a través de Su gracia, se encargaría de proveer para él, y tomó la decisión firme de que, en el futuro, ni siquiera pensaría en proporcionar a alguien consejo o medicinas a cambio de dinero. Esto le abrió las puertas de la prosperidad.

En aquellos días estaba ansioso por leer un libro de historia de Ibn Jaladun. Un librero se lo ofreció por setenta rupias. Le dijo que no podía pagarle la cantidad total en efectivo, pero que le pagaría por cuotas. El librero no estuvo de acuerdo. Esa misma tarde, cuando llegó a su clínica, encontró el libro en su escritorio. A pesar de sus indagaciones, no averiguó cómo el libro había encontrado su camino hacia él. Un día, uno de sus pacientes le dijo que había observado cómo un Sij [N. del T.: Un Sij es un seguidor del sijismo, una religión monoteísta que se originó durante el siglo XV en la región de Punjab del norte de Asia meridional] lo había puesto en su escritorio. Dijo que no sabía su nombre, pero que podía identificarlo. Unos días después le trajo al Sij, quien le explicó que, habiendo oído hablar del incidente con el librero, inmediatamente le había comprado el libro y lo había colocado sobre su escritorio. Añadió que fue reembolsado por su empleador quien le había dado instrucciones de proporcionar, a su costa, lo que Maulwi Nur-ud- Dinra pudiera necesitar. Para aquel entonces, sí podía pagar las setenta rupias, y envió la cantidad a su benefactor, quien se sintió ofendido y se quejó al hermano mayor de Maulwi Nur-ud-Dinra, quien accedió a aceptar el dinero y reprenderlo.

En ese momento fue llamado para tratar un caso inusual de parálisis sobre el cual no era capaz de recordar ningún precedente. Se sirvió de la ayuda de principios generales, e improvisó un plan de tratamiento con el cual el paciente empezó a mejorar, y finalmente, se recuperó por completo. De esta extraordinaria recuperación se habló mucho y aumentó enormemente su prestigio.

Conoció a una viuda cuyas circunstancias eran tales que sentía que sería una buena pareja para él. Le presentó la propuesta y ella expresó su propia disposición favorable, pero temía que, como las segundas nupcias de las viudas no eran generalmente bien vistas, su tutor no lo aprobaría, y no daría su consentimiento. Ella sugirió, sin embargo, que podrían realizar la ceremonia formal y que, de esta manera, podría persuadir a su tutor para que diera su consentimiento. Él consideró que la oposición a un segundo casamiento de una viuda era muestra de una actitud no islámica, y que, por tanto, podía ser ignorada. Así que tuvo lugar la ceremonia formal, a la espera de un cambio favorable en la actitud del tutor.

En esa situación, Maulwi Nur-ud-Dinra vio al Santo Profetasa en un sueño y observó que estaba completamente afeitado y parecía pálido. Interpretó esto como una indicación de que la ceremonia formal era contraria a la práctica del Santo Profetasa. Pero para asegurarse, escribió a Miyan Nadhir Husain de Delhi y a Maulwi Muhammad Husain de Batala, exponiendo los hechos y buscando su consejo. Sólo uno de ellos le contestó diciendo que, en este caso, la viuda podía hacer caso omiso de su tutor y casarse sin su consentimiento, y añadió que, en cualquier caso, el Hadiz: “una mujer no puede casarse sin el consentimiento de su tutor”; era de dudosa autoridad. Esto estaba de acuerdo con sus deseos, por lo que hizo los preparativos para llevarse a su esposa a casa. Partió con este plan, y en la entrada de su casa encontró a alguien que tenía una compilación del Hadiz en su mano y quería que le explicara el significado del Hadiz: “aquello que turba a la mente es pecaminoso, aunque sea declarado legal por los juristas”. Esto le dejó aturdido, y se alejó de la persona que lo interrogaba. Estaba convencido de que Dios había escogido este método para advertirle de que no concediese valor de peso a la opinión de los juristas. Cerró la puerta y se retiró a su habitación meditando sobre la situación, reflexionando sobre el Hadiz que era de dudosa autoridad y que no estaba apoyado por los juristas. Sintió somnolencia, se acostó y tuvo un sueño. Volvió a ver al Santo Profetasa con una apariencia de veinticinco años de edad, con la barba recortada en el lado izquierdo y gruesa y tupida en el derecho. Un pensamiento cruzó su mente: ¡Qué hermoso se vería si su barba fuese igual! Sintió que la condición de la barba del Santo Profetasa era un reflejo de su duda sobre la autoridad del Hadiz; y al instante tomó la decisión de que, incluso si todos los demás dudaban, él lo aceptaría como genuino. En ese momento, la barba del Santo Profeta apareció a ambos lados, y él se rió y preguntó: -¿Te gustaría ver Cachemira?- Él respondió: -Ciertamente, Mensajero de Al’lah-, y se dirigieron a Cachemira, a través de Banihal. Esto indicaba que abandonaría Bhera y se dirigiría a Cachemira.

Ocurrió que Lala Matzra Das, un vecino suyo de Bhera, que era policía en el estado de Yammu y Cachemira, empezó a padecer de tuberculosis y acudió a él para recibir tratamiento. Se recuperó pronto. Al mismo tiempo, Diwan Kirpa Ram, Primer Ministro del Estado, a su paso por Pind Dadan Jan, se enteró de la gran reputación de Hakim Nur-ud-Dinra y lo mencionó al Maharajá de Cachemira. Fue así como fue nombrado médico adjunto del Maharajá.

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