6. El Santo Profeta Muhammad(sa)
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Dios dice en el Libro Sagrado dirigiéndose al Profetasa:

qul yā ay-yu han-nāsu in-nī rasūlul-lāhi ilaikum yamī ‘ā nil-lazī lahū mulkus-samāwāti wal ard

“Diles: ¡Oh humanos, en verdad soy un Mensajero

enviado a todos vosotros por Al’lah,

a Quien pertenece el Reino de los Cielos y la tierra!”, (7:159).

El Santo Profeta, Hazrat Muhammad Mustafasa, nació en La Meca el 20 de abril de 571 dC, en la rama hashemita de la tribu qureish. El nombre de su padre era Abdul’lah y el de su madre Amina. Su abuelo, Abdul Muttalibra, fue el jefe de La Meca cuando se produjo la invasión de Abraha. Al poco tiempo después de casarse, su padre se dirigió a Yazrib (posteriormente llamada Medina) para comerciar y murió allí, pocos meses antes del nacimiento del  Profetasa. Su madre, Amina, tuvo una visión antes de su nacimiento en la que un ángel le propuso el nombre de “Muhammad” para su hijo, (Sirat Ibn Hisham).

Cuando el Profetasa tenía dos años, fue enviado con una niñera llamada Halima, perteneciente a la tribu de Banu Saad, aunque en el sexto año de su vida, volvió al cuidado de su madre, quien lo llevó a Yazrib a conocer a otros parientes. Sin embargo, durante el camino de regreso, su madre enfermó y murió. Entre tanto, el abuelo del Santo Profeta Muhammadsa, Abdul Muttalibra, le tenía mucho cariño y lo acogió bajo su custodia, aunque la tutela de su abuelo solamente duró dos años, pues cuando Muhammadsa tenía ocho años, su abuelo también falleció. En su lecho de muerte, Abdul Muttalibra le confió a uno de sus hijos, Abu Talib, el cuidado de su nieto. Así pues, Muhammadsa quedó completamente huérfano a una edad muy temprana.

Posteriormente creció hasta ser adulto exhibiendo excelentes cualidades de veracidad, integridad y piedad, que lo hicieron ser  conocido en toda la región como “el Veraz” y “el Sincero” (al-Sadiq y al-Amin). Al enterarse de la fama de Muhammadsa, una mujer rica llamada Jadiyara, que ya había enviudado dos veces, lo invitó a su casa y le pidió que se encargara de sus negocios. Tras aceptarlo, Muhammadsa viajó a Siria para ocuparse de los negocios de Jadiyara. La expedición fue todo un éxito y entonces Jadiyara le propuso matrimonio y él aceptó. Cuando se casaron, Muhammadsa tenía veinticinco años y Jadiyara cuarenta.

Tras casarse con Jadiyara, el Santo Profetasa se volvió muy reflexivo. Solía retirarse a una cueva en el monte Hira, a las afueras de La Meca, y pasar tiempo allí en meditación y reclusión. A veces pasaba muchas noches en esa cueva y en una de esas ocasiones tuvo una experiencia extraordinaria. Una noche, en el año 610 dC., estaba acostado, envuelto en una manta, cuando el arcángel Gabrielas le visitó, le abrazó fuertemente cuatro veces y le ordenó recitar:

iqra’ bismi rab-bikal-lazī jalaq jalaqal insāna min ‘alaq iqra’ wa rab-bukal akramul-lazī ‘al-lama bil qalam ‘al-lamal insana mā lam ya‘lam

“Recita, en el nombre de tu Señor, que creó.

Creó al hombre de un coágulo de sangre adhesivo.

¡Recita! Pues tu Señor es el más Noble.

Quien enseñó con la pluma.

Enseñó al hombre lo que no sabía”, (96:2-6).

El Santo Profetasa tenía cuarenta años en el momento de esta primera revelación, que marcó el comienzo de su profetazgo; y la noche en que se produjo esa primera revelación ocurrió hacia el final del mes de Ramadán. Por consiguiente, cuando fue llamado al profetazgo por Dios, dedicó toda su vida al servicio de Al’lah y a la propagación universal del Islam. El Profetasa le pidió a la gente que renunciaran a la idolatría y que retornaran a la adoración del Dios Único, y que fueran amables y caritativos con los pobres. No obstante, la mayoría de los habitantes de La Meca rechazaron el mensaje del Muhammadsa, mostraron gran hostilidad hacia él y sus seguidores; y además comenzaron a maltratarle, así como a todo el que se unía a él. En esta situación y tras soportar trece años de sufrimiento inimaginable a manos de los enemigos de la religión incipiente, el Santo Profetasa abandonó La Meca y por orden Divina emigró a Medina, donde fue establecida la primera comunidad musulmana a través de algunos de sus seguidores que se habían establecido allí con anterioridad.

La historia nos dice que cuando los qureish se dieron cuenta de que no podían detener el flujo de la conversión, se enfurecieron muchísimo y decidieron asesinar al mismo Profetasa. Entonces, cuando este se enteró de las malas intenciones del enemigo, en compañía de Abu Bakarra, sigilosamente abandonó La Meca al amparo de la noche. A continuación ambos se refugiaron en una cueva cercana llamada Zaur y durante dos días y dos noches Muhammadsa y Abu Bakarra se escondieron en dicha cueva. Al cabo de la tercera noche, de acuerdo a su plan, el Santo Profetasa continuó su viaje hacia Yazrib, donde la gente esperaba impaciente su llegada. Cuando finalmente llegó, decidió detenerse por un tiempo en Quba, una población cercana. Se quedó allí algunos días y también estableció la fundación de la primera mezquita construida por los musulmanes. Después de construir la mezquita en Quba, el Profetasa finalmente llegó a Medina, donde se hospedó en el hogar de Hazrat Abu Ayub Ansarira. Muhammadsa, antes de nada, compró una porción de terreno en Medina y estableció la fundación de otra mezquita, llamada Masyid Nabawi (La Mezquita del Profetasa). Era una modesta estructura construida de barro y ladrillos, y el techo fue hecho con hojas y troncos de palmeras datileras. Las dimensiones de la Mezquita del Profetasa eran: altura, 3 metros y 48 cm; longitud 32 metros; y ancho 27 metros y medio.

Los musulmanes de Medina estaban extremadamente felices de recibir al Santo Profetasa y a sus Compañerosra. Esta emigración de Muhammadsa de La Meca a Yazrib se conoce como la “Hégira” y tuvo lugar en junio de 622 dC. El calendario islámico (calendario Hillri) parte de este evento. Al mismo tiempo, Yazrib cambió su nombre a “Medinat-un Nabi” (la Ciudad del Profetasa) y más tarde se quedó solo en “Medina”. Los seguidores fieles a Muhammadsa que habían dejado sus casas y otras posesiones mundanas en La Meca y llegado a Medina por la causa del Islam, eran conocidos como “Muhayirun” o Emigrantes; y los nuevos conversos de Medina, que ayudaron al Profetasa en un momento muy difícil, fueron llamados por él “Ansar” o Ayudantes.

Por su parte, los enemigos del Santo Profetasa continuaron con sus esfuerzos para terminar con la nueva fe y sus adherentes. En este sentido, dichos oponentes emprendieron muchas batallas en contra de los musulmanes para acabar con el Islam, pero fueron completamente infructuosos a la hora de parar la propagación del mismo y su mensaje de paz se extendió rápidamente. Al cabo de los años, cuando el Profetasa regresó a La Meca, en enero del 630 dC, llegó de manera triunfal con diez mil seguidores. En esa ocasión, Muhammadsa perdonó a aquellos que se habían opuesto a él y continuó propagando las enseñanzas del Islam en todas direcciones.

El manifiesto de la libertad.

“Es el documento que Muhammadsa, hijo de Abdul’lah, Profeta de Al’lah, Amonestador y portador de buenas nuevas, ha decidido que sea escrito para que no tengan ninguna excusa aquellos que lleguen después. He hecho que este documento sea escrito para los cristianos de Oriente y Occidente; para los que viven cerca y para los de tierras lejanas; para los cristianos que viven en esta época y para los que vendrán más tarde; para los cristianos que conocemos y también para aquellos que no conocemos. Prometo a cualquier monje o viajante que busque mi ayuda en las montañas, en los bosques, en los desiertos o enclaves habitados, o incluso en lugares de culto, que repeleré a sus enemigos con todos mis amigos y ayudantes, con todos mis parientes y con todos los que profesan seguirme, y los defenderé, porque ellos son mi pacto. Por tanto, defenderé este pacto si son perseguidos, heridos o si son puestos en dificultades por parte de sus enemigos, a cambio del impuesto que prometieron pagar. No obstante, si ellos mismos prefieren defender sus propiedades y a sí mismos, se les permitirá hacerlo y no se les pondrá ningún inconveniente si así lo desean.

Ningún obispo será expulsado de su obispado, ningún monje de su monasterio, ningún sacerdote de su lugar de culto y ningún peregrino será detenido en su peregrinaje. Ninguna de sus iglesias ni otros lugares de culto serán atacados, destruidos o demolidos. Ningún material de sus iglesias será usado para construir mezquitas o casas para los musulmanes y cualquier musulmán que lo haga será considerado como un rebelde contra Dios y Su Profetasa. Los monjes y los obispos no estarán sujetos a ningún impuesto o pago, tanto si viven en los bosques como en los ríos, en el este o el oeste, el norte o el sur. Les doy mi palabra de honor. Tienen mi promesa y pacto, y gozarán de inmunidad perfecta contra todo tipo de inconvenientes. Toda ayuda les será dada en la reparación de sus iglesias. Serán absueltos de portar armas y protegidos por los musulmanes. Que este documento no sea desobedecido hasta el Día del Juicio”.

(“Comentario del Sagrado Corán”, Hazrat Mirza Bashirud-din Mahmud Ahmad, vol. 4,  pp. 1755-6).

El mensaje de despedida del santo profetasa en la meca (hallat-ul wida).

En el noveno año de la Hégira, Muhammadsa fue a realizar la peregrinación a La Meca y el día del Hall recibió una revelación que contiene el famoso versículo del Sagrado Corán:

al yauma akmaltu lakum dīnakum wa atmamtu ‘alaikum ni‘matī wa radītu lakumul islama dīna

“Hoy os he perfeccionado vuestra religión

y he completado Mi Gracia con vosotros,

y os he elegido el Islam como religión”, (5:4).

Este versículo dice en efecto que el mensaje que el Santo Profetasa había traído de Al’lah y que de palabra y obra había estado presentando todos esos años, había sido completado y cada parte del mismo era una bendición. El mensaje, ahora completo, encarnaba las más altas bendiciones que el hombre podía recibir de Dios y está epitomizado en el nombre “Al-Islam”, que significa “paz” y “sumisión”. Así pues, la paz y la sumisión son la religión de los musulmanes y de la humanidad.

El Profetasa recitó este versículo en el valle de Muzdalifa, donde los peregrinos se habían reunido, y regresando de allí Muhammadsa se detuvo concretamente en Mina, situada en el valle de Uranah del monte Arafat, en La Meca, que correspondía al noveno día del mes de Zul Hiya, (10 dH. o 623 dC.). Esta ocasión también se conoce como “la peregrinación de la despedida”. Entonces, el Santo Profetasa se puso delante de una gran muchedumbre de musulmanes y les dirigió unas palabras, reconocidas en la historia como el mensaje de despedida del Profetasa.

Tras alabar y mostrarse agradecido a Dios, comenzó su discurso con estas palabras y entre otras cosas dijo:

“¡Oh humanos! Prestadme mucha atención, pues desconozco si después de este año volveré o no a estar de pie delante de vosotros en este valle, para volver a dirigirme a vosotros nuevamente, como me estoy dirigiendo ahora. Por lo tanto, escuchad atentamente lo que voy a decir y llevad mis palabras a aquellos que no han podido estar presentes hoy aquí.

 Vuestras vidas y posesiones han sido hechas sagradas por Al’lah, respecto a los ataques de unos a otros, hasta el Día del Juicio. Dios ha designado para cada uno una parte de la herencia. Ahora no se admitirá ningún testamento que sea perjudicial para los intereses de un legítimo heredero.

 Un niño nacido en cualquier casa será considerado como el hijo del padre de esa casa. Quienquiera que ponga en duda la paternidad de dicho niño estará sujeto a castigo bajo la Ley del Islam; y cualquiera que atribuya su nacimiento a otro padre, o falsamente reclame que alguien es su amo, Al’lah, Sus ángeles y la humanidad entera lo maldecirán.

 ¡Oh humanos! Vuestro Dios es un Dios Único y vuestro antepasado es el mismo. Todos venimos de Adán y Eva. Así pues, no os dividáis. Ningún árabe tiene superioridad sobre un no-árabe, ni un no-árabe la tiene sobre un árabe; ni el blanco sobre el negro, ni el negro sobre el blanco; excepto por su piedad y buenas obras. Sabed que cada musulmán es hermano de otro musulmán y que los musulmanes constituyen una única hermandad. No habrá nada legítimo para un musulmán que pertenezca a otro musulmán, a menos que haya sido dado libremente y con plena voluntad.

 Por tanto, no seáis injustos con vosotros mismos. Recordad que un día os encontraréis con Al’lah  y deberéis responder de vuestras acciones. Por eso, estad atentos y no os desviéis del camino de la rectitud una vez que yo me haya ido.

 ¡Oh humanos! Tenéis algunos derechos de parte de vuestras esposas, pero ellas también tienen derechos por parte vuestra. Vuestro derecho de parte de ellas es que vivan una vida casta y que no adopten hábitos que puedan traer desgracia al esposo a la vista de su pueblo. Si vuestras esposas no viven de esa forma, entonces tenéis derecho a castigarlas. Podéis castigarlas una vez que una autoridad competente haya realizado la debida investigación y vuestro derecho a castigarlas haya sido establecido. Aun así, el castigo en ese caso no debe ser severo. Pero si vuestras esposas no hacen tales cosas y su comportamiento no es tal que traiga desgracia a su esposo, entonces vuestra obligación es proveerles comida, vestimenta y cobijo, de acuerdo a vuestro estilo de vida.

 Recordad que siempre debéis tratar bien a vuestras esposas, pues Dios os ha encargado el deber de cuidarlas. La mujer es débil y no puede proteger sus propios derechos. Cuando os casásteis, Al’lah os encomendó esos derechos y llevásteis a vuestras esposas a vuestros hogares bajo la Ley de Dios. Así que no debéis traicionar la confianza que Al’lah ha puesto en vuestras manos.

 ¡Escuchad! No está permitida la falta de respeto hacia la vida humana, ni hacia los bienes, ni tampoco el trato preferente que disponíais unos a los otros antes del Islam. Todo eso lo dejo abolido hasta el día del fin del mundo.

 ¡Prestad atención! No faltéis a los derechos de los demás. No faltéis a los derechos de los demás. No faltéis a los derechos de los demás. Se acabó la cadena de venganzas de sangre que aconteció antes del Islam. Todo derecho de venganza que surgió de un crímen ocurrido en la era pre-islámica queda eliminado y el primero que voy a abolir es el surgido del asesinato de Rabia ibni al-Harizia.

 ¡Oh humanos! Los incrédulos no paran de entremeterse con el calendario a fin de hacer permisible lo que Dios prohibió y para prohibir lo que Al’lah ha permitido. En verdad, para Dios los meses son doce: cuatro de ellos son sagrados y vienen uno detrás del otro; y otro se da entre los meses de Yumada y Shaban.

 Salvaguardaos de satanás, para proteger vuestra religión. Él ha perdido toda esperanza de ser capaz de arruinaros en las cosas importantes de la vida, por lo que debéis también precaveos para no seguirle en las cosas pequeñas.

 Se acabó la usura que es causa de privación de derechos humanos. Al’lah  os ha prohibido la usura, por tanto, todo interés que haya sido estipulado debe ser abolido. Debéis guardar vuestro capital y no infligir ni hacer sufrir con alguna desigualdad a los demás. Dios ha ordenado que no deba haber ningún interés y que todo el que se debe a Abbas Ibn Al-Muttalib sea anulado.

 ¡Oh humanos! Aún tenéis en vuestro poder algunos prisioneros de guerra. Os aconsejo que los alimentéis y los vistáis de la misma forma que os alimentáis y os vestís vosotros mismos. Si hacen algo malo que no podáis perdonar, entonces dadselos a otra persona. Ellos son parte de la creación de Al’lah, por lo que hacerles sufrir o darles problemas nunca será algo justo.

 ¡Oh humanos! Escuchad y recordad todo cuanto os digo. Todos los musulmanes son como hermanos entre sí. Todos sois iguales, pues todos los hombres, cualquiera que sea la nación o tribu a la que pertenezcan, y cualquiera que sea la posición que tengan en la vida, son iguales”.

 Mientras decía estas palabras, el Santo Profetasa levantó sus manos y unió los dedos de una mano con los de la otra, y exclamó:

“Así como los dedos de las dos manos son iguales, los seres humanos son iguales los unos a los otros. Nadie tiene derecho a proclamar superioridad sobre otro. Vosotros sois como hermanos”.

Procediendo, Muhammadsa proclamó:

“¿Sabéis qué mes es este? ¿En qué territorio estamos? ¿Qué día del año es hoy?”.

Los musulmanes respondieron que ellos sabían que era el mes sagrado de la Peregrinación, la tierra santa de La Meca y el día del Hall.

Entonces el Profetasa añadió:

“Así como este mes es sagrado, esta tierra es inviolable y este día es santo, Dios ha hecho también sagrada la vida, la propiedad y el honor de todo humano. Acabar con la vida de cualquier persona, tomar su propiedad o atacar su honor, es tan injusto y malvado como violar la santidad de este día, este mes y este territorio. Devolved lo que os ha sido confiado a sus legítimos propietarios. No hagáis daño a nadie, para que nadie os haga daño. Recordad que ciertamente os encontraréis con vuestro Señor y que sin duda os preguntará por vuestras acciones.

 ¡Oh humanos! Escuchadme con atención: adorad a Al’lah, ofreced vuestras cinco oraciones diarias, ayunad durante el mes de Ramadán, pagad el zakat sobre vuestra riqueza y realizad el Hall si podéis permitíroslo.

 Lo que yo os ordeno en este momento no es solo para hoy, sino que es válido para todos los tiempos. Espero que lo recordéis y actuéis de acuerdo a ello, hasta que abandonéis este mundo y vayáis al siguiente para encontraros con vuestro Creador.

 ¡Oh humanos! Ningún nuevo profeta o apóstol vendrá después de mí y ninguna nueva fe aparecerá en la tierra. Así, razonad bien, oh humanos, y entended las palabras que os digo. Os dejo tras de mí dos cosas: el Corán y la Sunna, y si seguís ambos nunca os extraviaréis”.

 Para concluir, el Mensajero de Al’lahsa afirmó:

“Lo que os he dicho debéis de comunicarlo a todos los confines de la tierra, pues quizá los que no me han escuchado puedan beneficiarse más que los que me escucharon”.

 Hacia el final de su mensaje, el Santo Profetasa dijo:

 “Seréis preguntados sobre mí en el Día del Juicio. Decidme pues, ¿qué responderéis? ¡Oh humanos! ¿Os he transmitido fielmente mi mensaje?”.

 Y una respuesta poderosa surgió de la multitud:

“¡Al’lahumman nam! ¡Por Al’lah que sí!

Damos testimonio de que nos has transmitido todos los mandamientos de Dios”.

 Entonces, el Profetasa afirmó de nuevo:

“¡Sé mi testigo, oh Al’lah!”.

 La gente exclamó:

“Has cumplido completamente con tus obligaciones como Profeta y Mensajero”.

 Una vez más Muhammadsa anunció:

“¡Sé mi testigo, oh Al’lah!”.

 Y la gente respondió:

“Nos has dejado claro lo que es malo y lo que es bueno”.

Tras ello, el Santo Profetasa levantó su dedo índice y exclamó:

 “¡Escucha, oh Al’lah! Sé mi testigo de que he transmitido Tu mensaje a Tu pueblo”.

 Finalmente, como parte de dicho sermón, el Profetasa les recitó una revelación de Dios que acababa de recibir y que completaba el Libro Sagrado, ya que fue el último pasaje en ser revelado:

 “Hoy los incrédulos se desesperan por no poder perjudicar a vuestra religión.

No los temáis pues; más bien temedme a Mí.

Hoy os he perfecionado vuestra religión y he completado Mi Gracia con vosotros

y os he elegido el Islam como religión”,

(parte del versículo 4 del quinto capítulo, Sura Al-Maida).

(Sihah Sitta, Tabari, Hisham and Khamis).

El mensaje del Santo Profetasa es un epítome de toda la enseñanza y el espíritu del Islam, demuestra cuán profunda era la preocupación de Muhammadsa sobre el bienestar y la paz del mundo; y cuán profundo era su respeto por los derechos de las mujeres y otras criaturas débiles. Posteriormente, el Profetasa supo que su fin estaba cerca, porque le fueron dadas algunas pistas por parte de Al’lah sobre su muerte.

(“The life of Muhammadsa”, Hazrat Mirza Bashirud-din Mahmud Ahmad, pp. 160-162).

La enfermedad del santo profetasa.

Dos meses después de regresar de la peregrinación de despedida, Muhammadsa cayó enfermo. La Mezquita del Profeta (Masyid Nabawi) en Medina quedaba al lado de su residencia. Un día, el Profetasa se asomó a la ventana y vio a los musulmanes prepararse para ofrecer la oración de fayar detrás de Abu Bakarra. La gente miraba hacia el Santo Profetasa esperando que se uniera a ellos, pero él les sonrió y le indicó con la mano a Abu Bakarra para que siguiera adelante con la oración. Esa fue la última vez que los musulmanes vieron el semblante del Profetasa, pues a medio día, Muhammadsa falleció. En el momento de su muerte, el 26 de mayo del 632 dC. en Medina, el Islam se había extendido por toda Arabia.

Hazrat Aishara narra lo que escuchó decir al Santo Profetasa mientras estaba con ella en sus últimos momentos:

al-lāhum-maghfirlī warham-nī wa al-hiqnī bir-rafiqil a’lā

“Al’lah, perdóname y ten misericordia de mí;

y concédeme cercanía al Más Alto Compañero”.

(Sahih Bukhari, “Kitabul mardi”, bab nahi tumanniyal maridil maut).

 Diversas notas sobre la fecha de su muerte.

  1. Según el libro “The History of Ahmadiyyat” (vol. 3, p. 555 y aparecido como nota a pie de página en el diario Akhbar Jang Karachi, del 28 de septiembre de 1958) se dice que de acuerdo a la investigación moderna del doctor Muhammad Shahidul’lah, profesor de la Universidad Rajshahi de Bangladesh, Muhammadsa murió el primer día de Rabiul Awwal del onceavo año después de la Hégira, que corresponde al 26 de mayo del 632 dC. De acuerdo al libro “At-taufiqatil Ilhamia”, el primer día de Rabiul Awwal del onceavo año después de la Hégira corresponde al 27 de mayo de 632 dC. en lugar del 26 de mayo del 632 dC. Por su parte, el Mesías Prometido y Mahdias murió un 26 de mayo de 1908 y fue enterrado al día siguiente, el 27 de mayo. Esta coincidencia en las dos fechas se convierte aparentemente en una interpretación de la siguiente tradición del Santo Profetasa:

fa yudfanu ma‘iya fī qabrī

“Él será enterrado conmigo en mi tumba”.

(“Mishkat”, bab Nazul Isa).

Este dicho no daba un indicio del entierro de un cuerpo junto al cuerpo del Profetasa en su tumba, sino que significa que él estaría identificado espiritualmente por completo con Muhammadsa e incluso su muerte se daría en las mismas fechas.

 En “Tabqat ibn Saad, sección II, página 377 y en “Historia del Islam” por Muinuddin Nadvi, la fecha de la muerte del Santo Profetasa se dice que fue el 12 de Rabiul Awwal, correspondiente al onceavo año después de la Hégira.

  1. En “Sirat ibn Hisham”, vol. IV (‘Historia del Islam’), escrita por Sayyed Amir Ali y en “Historia de los árabes” de Philip Hatty, la fecha de la muerte del Profetasa se presenta como el 8 de junio del 632 dC.

Una sinopsis de las altas excelencias morales del profetasa.

 Dios Todopoderoso dice acerca de Muhammadsa en un “hadiz-e-qudsi” (revelado directamente por Al’lah):

lau lāka lamā jalaqtul aflāka

“(¡Oh Muhammad!) Si no hubiera planeado crearte,

no habría creado el Universo”.

(“Al-Fuwaidul Majmuah”, Muhammad bin Ali Ash-shaukani, p. 346).

 En el Sagrado Corán Dios ha mencionado muchos atributos loables y exaltados del Profetasa, y algunos de ellos son:

  1. Su aparición fue como si Al’lah mismo hubiera llegado.

wa mā ramitā iz ramaita wa lākin-nal-laha ramā

“Y no fuiste tú el que tirabas cuando tiraste algo,

sino que fue Al’lah Quien lo tiró”, (parte del versículo 18, sura 8, Al-Anfal).

  1. Dios y Sus ángeles envian bendiciones sobre él.

in-nAl-lāha wa malā’ikatahū yusal-lūna ‘alan-nabiy-yi yā ay-yuhal-lazīna āmanū sal-lū ‘alaihi wa sal-limū taslīmā

”Al’lah y Sus ángeles envían bendiciones al Profeta.

¡Oh vosotros, los que creeis!

Invocad también bendiciones sobre él y saludarle con el saludo de la paz”, (33:57). 

  1. Dios hizo descender el Libro sobre él.

wa anzalal-lāhu ‘alaikal kitāba wal hikmata wa ‘al-lamaka mā

lam takun ta’lamu wa kāna fadlul-lāhi ‘alaika ‘azīmā

“Al’lah te ha enviado el Libro y la Sabiduría,

y te ha enseñado lo que desconocías,

pues grande es la Gracia de Dios para contigo”, (114:4). 

  1. Lealtad hacia él es lealtad hacia Al’lah. 

in-nal-lazīna yubāyi’ūnaka in-namā yubāyi’ūnal-lāha

yadul-lāhi fauqa aidīhim

“En verdad, los que te juran lealtad a ti, ciertamente juran lealtad a Dios.

La Mano de Al’lah está sobre sus manos”, (48:11).

  1. Obediencia hacia él es obediencia hacia Dios.

wa many-yut’ir-rasūla fadaq atā’al-lāha wa mann tawal-lā famā arsalnāka ‘alaihim hafiza

“Quien obedezca al Mensajero obedece en efecto a Al’lah;

y en cuanto a los que vuelven la espalda,

no te hemos enviado como guardián sobre ellos”, (4:81).

  1. Su corazón puro es el trono de Dios.

fa kāna qāba qausaini au adnā

“De modo que quedó, por así decirlo, como una cuerda de dos arcos

o aún más cerca”, (53:10).

  1. Él fue en su totalidad una Luz perfecta.

yā ay-yu han-nāsu qad jā’akum burhānum-mir-rab-bikum

wa anzalnā ilaikum nūram-mubīnā

“¡Oh humanos! Ciertamente os ha llegado una prueba manifiesta de vuestro Señor y os hemos enviado una Luz evidente”, (4:175).

  1. Fue la manifestación de la Luz de Al’lah.

al-lāhu nūrus-samāwāti wal ard mazalu nūrihī kamishkāti

fihā misbāhun al-misbāhu fi zuyāyatin az-zuyāyatu ka an-nahā kaukabun durriny-yun-nyūqada min shayaratim-mubārakatin zaitūnatil-lā sharqiy-yatinwwa lā gharbiy-yatiny-yakādu zaituhā yudī’u walau lam tamsashu nārun nūrun ‘alā nūr yahdil-lāhu

li nūrihī man-yashā’u

“Al’lah es la Luz de los cielos y la tierra.

Su Luz es semejante a una hornacina brillante, en la que hay una lámpara.

La lámpara está en un vaso y el vaso es como una estrella brillante.

Se enciende con un árbol bendito -el olivo-, que no es ni de occidente ni de oriente, cuyo aceite podría alumbrar aún cuando no lo tocara el fuego.

¡Luz sobre luz! Dios guía hacia Su Luz a quien desea”, (24:36).

  1. Él fue el Sol brillante.

ya ay-yu han-nabiy-yu in-na arsalnaka shahidanw-wa

mubashshiranw-wa naziranw-wa da’iyan ilal-lahi bi iznihi wa

sirayam-munira

“¡Oh Profeta! En verdad te hemos enviado como Testigo,

Portador de la buena nueva y Amonestador.

Como Convocador a Al’lah por Su orden

y como una Lámpara radiante”, (33:46-47).

  1. Tenía un estatus exaltado.

wa minal-lahi fata-hay-yad bihī nāfilatal-laka ‘asā

añy-yab’azaka rab-buka maqāmam-mahmūda

“Y despiértate para recitarlo (el Corán) durante la oración de tahayud de la noche, como servicio supererogatorio tuyo.

Podría ser que tu Señor te eleve a un puesto loable”, (17:80).

  1. Él fue “Jatamun Nabiyin” (el Sello de los Profetas).

mā kāna muhammadun abā abadim-mir-riyālikum wa īakir-rasūlal-lāhi wa jātaman-nabiy-yīn wa kānal-lābu bi kul-li shai’in ‘alīmā

“Muhammad no es el padre de ninguno de vuestros hombres,

sino que es el Mensajero de Dios y el Sello de los Profetas;

y Al’lah conoce perfectamente todas las cosas”, (33:41).

En este sentido el Santo Profetasa dijo una vez:

“A la vista de Dios, yo ya era Jatamun Nabiyin mientras Adán estaba todavía en las primeras etapas de la creación a partir de arcilla y agua”.

(“Kanzul Ummal”, pp. 112-6; “Al-Khasa is al-kubra”, vol. 1, p. 4).

  1. Fue un medio para ganar cercanía a Al’lah.

yā ay-yubal-lazma āmanut-taqul-lāha wabtaghū ilaihil

wasīlata wa yāhidū fi sabīlihī la ‘al-lakum tuflihūn

“¡Oh vosotros, los que creéis! Temed a Dios y buscad la manera de acercaros a Él y luchad por Su causa para prosperéis”, (5:36). 

  1. Él es el jefe de todos los Profetas y Misericordia para la humanidad.

wa mā arsalnāka il-lā rahmātal-lil ‘ālamīn

“Pues no te hemos enviado sino como misericordia para todos los pueblos”, (21:108).

  1. Su corazón era verdadero con respecto a lo que vio.

fa auha ila ‘abdihi ma auha ma kazabal fu’adu ma ra-a

“Entonces Él reveló a Su siervo lo que le reveló.

El corazón del Profeta no mintió respecto a lo que vio”, (53:11-12).

  1. Él fue un claro Amonestador.

qul yā ay-yuban-nāsu in-namā anā lakum nadīrum-mubīn

“Dí: ‘¡Oh humanos! Tan solo soy un Amonestador para vosotros’”, (22:50).

qul in-namā anā munzirunw-wa mā min ilāhin il-lal-lāhul

wāhidul qahhār

“Díles: ‘Solo soy un Amonestador; y no hay más Dios que Al’lah,

el Único, el Supremo’”, (38:66).

  1. Él poseía altas excelencias morales.

wa in-naka la’alā juluqin ‘azīm

“Pues en verdad posees excelentes atributos morales”, (68:5).

  1. Era bondadoso y amable.

fabimā rahmātim-minal-lāhi linta lahum walau kunta fazzan ghalīzal qalbi lanfaddū min haulika

“Y por la gran misericordia de Dios has sido amable con ellos;

y si hubieses sido rudo y desconsiderado, ciertamente se habrían apartado de tí”, (3:160). 

  1. Era compasivo y misericordioso.

laqad yā’akum rasulum-min anfusikum ‘azizun ‘alaihi mā ‘anit-tum harīsun ‘alaikum bil mu’minīna ga’furū-rahīm

“En verdad os ha llegado un Mensajero de entre vosotros;

es penoso para él que sufrais el infortunio,

pues desea ardientemente vuestro bienestar;

y es compasivo y misericordioso con los creyentes”, (9:128).

  1. Su corazón estaba lleno de bondad para la humanidad.

fala‘al-laka bāji‘un-nafsaka ‘alā āzārihim il-lam yu’minū bihāzal

hadīzi asafā

“Es posible que te aflijas hasta la muerte por la pena que sientes por ellos

si no creen en este mensaje”, (18:7).

  1. Él buscó el perdón de Al’lah para la gente rebelde.

sawā’un ‘alaihim astaghfarta lahum am lam tastaghfir lahum lany-yaghfiral-lāhu lahum in-nal-lāha lā yahdil qaumal fāsiqīn

“Les da igual que pidas o no perdón por ellos

y Dios nunca los perdonará.

En verdad, Al’lah no guía a la gente rebelde”, (63:7).

  1. Cada momento de su vida fue mejor que el anterior.

wa lal ājiratu jairul-laka minal ūlā

“En verdad que la parte posterior será mejor para ti que la anterior”, (93:5).

  1. Le fue otorgado abundante conocimiento sobre lo invisible.

zālika min ambā’il ghaibi nuhihi ilaika wamā kunta

ladaihim iz ajma ‘ū amrahum wa hum yamkurūn

“Estas son las noticias de lo desconocido que te revelamos.

Pues tú no estabas con ellos cuando tramaron su plan mientras maquinaban”, (12:103).

  1. Nunca habló influido por sus propios deseos.

wamā yantiqu ‘anilhawā in huwa il-lā wahyn-ny-yūhā

“Ni tampoco habla por su propio capricho.

 No es sino una revelación pura que ha sido revelada por Dios”, (53:4-5).

  1. Fue un siervo de Al’lah perfecto y ejemplar.

wa an-nahū lam-mā qāma ‘abdul-lāhi yad‘ūhu kādū yakūnūna

‘alaihi libadā

“Y cuando el Siervo de Al’lah se levanta para orar a Dios,

se amontonan junto a él, a punto casi de asfixiarlo”, (72:20).

‘abdan iza sal-la

“Un siervo Nuestro cuando ora”, (96:11). 

  1. Fue un Mensajero para toda la humanidad.

qul yā ayyu han-nāsu in-nī rasūlul-lāhi ilaikum ya

qul yā ay-yu han-nāsu in-nī rasūlul-lahi ilaikum yamī’ān

nil-lazī lahū mulkus-samāwāti wal-ard lā ilāha il-lā huwa yuhyī wa yumītu fa āminū bil-lāhi wa rasūlihin-nabiyyil um-miyyil-lazī yu’minu bil-lāhi wa kalimātihī wat-tabi‘ūhu la‘al-lakum tahtadūn

“Díles:

‘¡Oh humanos! En verdad soy un Mensajero enviado a todos vosotros por Dios,

a Quien pertenece el Reino de los Cielos y de la Tierra.

No existe otro dios sino Él,

Quien da la vida y causa la muerte.

Creed pues en Al’lah y en Su Mensajero, el Profeta, el Inmaculado,

que cree en Dios y Sus palabras;

y seguidlo para que seáis guiados correctamente’”, (7:159).

  1. Fue un medio para lograr la misericordia de Al’lah.

wa atī‘ur-rasūla la ‘al-lakum turhamūn

“…Y obedeced al Mensajero, para que se os muestre misericordia”, (24:57).

  1. Fue un medio para lograr el éxito.

wa many-yuti‘il-lāha wa rasūlahū faqad fāza fauzan ‘azīmā

“Pues quien obedezca a Dios y a Su Mensajero,

ciertamente alcanzará el mayor de los éxitos”, (33:72).

  1. Fue un medio para obtener grandes bendiciones de Al’lah.

wa many-yuti ‘il-lāha war-rasūla fa ‘ulā’ika ma’al-lazīna

an ‘amal-lāhu ‘alaihim-mi nan-nabiy-yīna was-sid-dīqīna wash-shuhadā’i was-sālihīna wa hasuna ‘ulā ’ika rafīqa

“Pues quien obedece a Al’lah y a este Mensajero Suyo

estará entre aquellos a quienes Al’lah ha concedido Sus bendiciones, a saber:

los Profetas, los Veraces, los Mártires y los Justos.

¡Y qué excelentes compañeros son estos!”, (4:70).

  1. Fue un portador de buenas nuevas y un Amonestador. 

wa mā arsalnāka il-lā kā ‘ffa tal-lin-nāsi bashīranw-wa nazīrā

“Y no te hemos enviado sino como portador de buenas nuevas

y como un Amonestador para toda la humanidad”, (34:29).

  1. Fue el Mensajero de Dios con la guía y la religión de la verdad.

huwal-ladbī arsala rasūlahū bil hudā wa dīnil haq-qi

liyuzhirahū ‘alad-dīni kul-li hī wa lau karihal mushrikūn

“Él es Quien envió a Su Mensajero con la guía y la religión de la verdad,

para hacerla prevalecer sobre cualquier otra religión,

aunque a los idólatras no les guste”, (9:33).

 Los rasgos ahora mencionados en el Libro Sagrado sobre el  Profetasa son algunas de las muchas excelencias que poseía. En el Sagrado Corán se menciona el nombre del Santo Profetasa en los siguientes cuatro versículos: (3:145), (33:41), (47:3) y (48:30).

La vida de Muhammadsa es un libro abierto, del cual se puede consultar cualquier parte para ver todos los detalles sobre sus excelencias. No hay otro Profeta cuya vida esté tan bien registrada y sea tan accesible para su estudio como la vida de Muhammadsa. De hecho, la historia de la vida del Santo Profetasa es tan amplia y tan rica que no se puede resumir de ninguna manera. Por lo tanto, aquí solo se presenta una parte de la vida del Profetasa.

Lo que el santo profetasa dijo sobre sí mismo.

 “El conocimiento es mi verdadera posesión, la sabiduría es la raíz de mi religión, el amor es mi fundamento, el fervor es mi ímpetu, el recuerdo de Al’lah es mi compañero y mi consuelo, la constancia es mi tesoro, el dolor es mi amigo, el conocimiento es mi ayuda, la paciencia es mi protección, la satisfacción es una bendición, la pobreza es mi honor, la piedad es mi profesión, mi creencia es mi fuerza, la verdad es mi acompañante, la obediencia es mi linaje, la lucha en la causa de Dios es mi propósito y la oración es el confort de mis ojos”.

(“Ash-shafa fasl fi khaufihi sallAllahu alihi wasallam min rab-bihi wa ta atihi lahu”, vol. 1, pp. 85-86, Qadi Iyad bin Musa).

Hazrat Abu Hureirara relata que el Profetasa dijo:

“Se me ha dado superioridad sobre otros profetas en seis asuntos: se me ha entregado un mensaje completo; se me ha otorgado veneración; los botines de guerra se han hecho lícitos para mí; toda la tierra ha sido purificada como una mezquita o lugar de adoración para mí; he sido enviado como Mensajero para toda la creación y he sido hecho el Sello de los Profetas”.

(Sahih Muslim, “Kitabul Masajid”, bab al-masajid wa mawadias-salati).

Apariencia y hábitos.

Hazrat Yabir bin Samurara narra que una vez el Santo Profetasa salió durante una noche iluminada por la luna, mientras se cubría con una túnica roja y dice:

Lo miré, luego miré a la luna y seguí haciéndolo;

ciertamente era más bello ante mí que la luna.

(Jami Tirmidhi, “Kitabul adab”, bab ma jaa firrukhsati fillabsil hamrati lirrijali).

Hazrat Hasan bin Alira relata que le pidió a su tío materno, Hind bin Abi Hala, que describiera la apariencia y las características del Profetasa. Él era un experto en describir los rasgos físicos de Muhammadsa y yo deseaba que describiera sus rasgos físicos para que siempre pudiera recordarlos.

Entonces Hind bin Abi Hala dijo:

“El Profetasa tenía una personalidad muy sobresaliente, su rostro era brillante como la luna llena y era de estatura mediana; es decir, era más alto que una persona baja y ligeramente más bajo que una persona alta. Poseía un cabello espeso y grueso, ligeramente rizado, le llegaba a los lóbulos de sus orejas y había una división prominente en su cabello. Tenía una hermosa tez blanca, una frente ancha, cejas largas y gruesas que no estaban unidas. Más bien, había un espacio en blanco entre las cejas, que se hacía prominente cuando se enojaba. Tenía una exquisita y fina nariz, que parecía brillante y levemente levantada cuando alguien miraba a su cara. Su barba era espesa, sus mejillas eran suaves y lisas, su boca era ancha con un brillante conjunto de dientes con parte de las encías dentro de los dientes; el contorno de sus ojos se estrechaba hasta un punto, su cuello era largo y encantador, brillando como la plata pero con un ligero enrojecimiento.

Con un cuerpo bien equilibrado y formado, tenía una ligera corpulencia que parecía apropiada y agradable. Su pecho y su vientre eran parejos. Su pecho era grande y ancho; tenía articulaciones fuertes, piel suave, tierna y luminosa. Su pecho y su vientre no tenían pelo, pero había una fina franja de pelo desde su pecho hasta el ombligo. Poseía un poco de pelo en ambas manos que se extendía hasta los codos y tenía algunos pelos en los hombros. Sus muñecas eran grandes y las palmas de sus manos anchas y carnosas, con dedos largos y elegantes. Las plantas de los pies estaban relativamente llenas de carne; sus pies eran suaves y lisos en la medida en que el agua no se quedaba en ellos y cuando caminaba, levantaba los pies completamente, aunque lo hacía de manera digna, pero un poco rápido, como si estuviera caminando cuesta abajo. Cuando volvía la cara a cualquier lado, la giraba completamente. Siempre mantenía los ojos con la mirada hacia el suelo. Parecía como si mirara más hacia el suelo que a su entorno. A menudo miraba con los ojos entreabiertos. Caminaba detrás de sus Compañeros y cuidaba de ellos. Siempre era el primero en decir ‘salam’ a cualquiera que se encontrara”.

(“Shama il Tirmidhi”, bab fi khalq Rasulullahsa).

Hazrat Anas bin Malikra relata que el Santo Profetasa era de estatura media, ni muy alto ni muy bajo. Tenía una tez blanca brillante, que no era demasiado blanca ni demasiado morena. Su cabello era algo lacio, pero ni demasiado rizado ni absolutamente lacio.

(“Al-mujamas-saghir lil-tibrani”, babuljim min ismuhu jafar, vol. 1, p. 118; “Dalailunn Abuwwatu lil-Baihaqi”, bab sifati laun Rasulullahsa, vol. 1, p. 201).

Hazrat Hasanra bin Alira relata que le preguntó a su tío Hind bin Abi Hala sobre el Muhammadsa y su manera de hablar. Este afirmó:

“Siempre parecía como si el Santo Profetasa estuviera continuamente en una profunda reflexión y además algo perturbado por algún pensamiento. La mayor parte del tiempo estaba callado y no hablaba innecesariamente, pero cuando hablaba, lo hacía muy claro. Su conversación era normalmente breve y elocuente, y llena de sabiduría, abarcando diversos temas de manera exhaustiva, pero sin detalles extraños. Aparte, nunca había ninguna ambigüedad en lo que decía. Jamás faltó el respeto ni menospreció a nadie ni hizo comentarios despectivos sobre nadie. Él representó incluso la más pequeña bendición como una gran bendición.

La cualidad de ser agradecido era muy singular en él. Ni hablaba mal de una cosa ni la elogiaba tanto que reflejara su extraordinario apego a la misma. Por ejemplo, no exageraba al elogiar una comida deliciosa, ni al expresar su aversión por una comida poco apetitosa. La moderación era su hábito. Nunca se enojó o mostró aversión con respecto a un asunto mundano. Sin embargo, cuando veía que los derechos de la gente estaban siendo usurpados, entonces nadie podía igualar su enfado; y hasta que los derechos eran restaurados, permanecía ansioso. Nunca mostró ira o se vengó de cualquier injusticia que se cometiera contra él. Cada vez que señalaba hacia algo, lo hacía con su mano y nunca moviendo su dedo. Cuando se sorprendía por alguna cosa, mostraba su asombro volviendo su mano hacia abajo. Para enfatizar un punto, ponía una mano sobre la otra y golpeaba la palma de la mano derecha con el pulgar de la mano izquierda. Finalmente, si se daba el caso de que no le gustaba algo, volvía la cara; y cuando se sentía feliz, entrecerraba los ojos. Su risa era casi siempre una amplia sonrisa”.

(“Shamail Tirmidhi”, bab kaifa kana kalam Rasulullahsa).

Hazrat Abdul’lah bin Harizra relata que nunca vio sonreír a nadie tanto como al Santo Profetasa.

(Jami Tirmidhi, “Abwabul munaqib”, bab ma ja fi bishashatun-nabiyyisa).

Hazrat Yabir bin Samurara relata que después de ofrecer la oración de fayar, el Profetasa permanecía sentado en su manta de oración hasta el amanecer. Durante este momento, algunas personas hablaban entre sí y se reían de algún acontecimiento ocurrido en los días de la ignorancia. Ante esto, Muhammadsa también sonreía.

(Sahih Muslim, “Kitabul fadail”, bab tabassamah sallallahu alaihi wasal-lam wa husan ashratahu wa “Kitabus salat”, bab fadlal jalus fi mislah ba das subha wa fadlul masajid).

Hazrat Aishara relata:

Nunca vi al Santo Profetasa reírse tanto que su paladar fuera visible;

solo sonreía.

(Sahih Bukhari, “Kitabul adab”, bab tabassam wad-duhak).

El Profetasa tenía un agradable sentido del humor. Solía bromear con los niños para entretenerlos de maneras sencillas. Pero su humor nunca lastimaba a nadie. Hay muchos informes de sus bromas con los niños y a veces con los ancianos. Una vez una anciana le pidió que orara pidiendo su perdón a Al’lah. En respuesta, Muhammadsa dijo que ningún anciano entraría en el Paraíso. Por supuesto, la anciana se sorprendió al oír esto, aunque el Santo Profetasa sonrió y dijo que cualquiera que entre en el Cielo se volverá joven. Su humor era delicado y agradable, siempre practicado con un sentido subyacente de amor y nunca de burla.

Hazrat Anasra relata que en una ocasión el Profetasa le dijo a una anciana: “Las ancianas no entrarán en el Paraíso”. La mujer, que solía leer el Sagrado Corán, preguntó nerviosamente: “¿Por qué no entrarán al Paraíso?”. Muhammadsa replicó: “¿No leíste en el Corán lo siguiente?:

in-nā ansha’nā hun-na inshā’fa ya‘alnāhun-na abkāra

“En verdad, las hemos creado como una maravillosa creación,

haciéndolas vírgines”, (56:36-37). 

(Es decir, incluso las mujeres ancianas entrarán en el Cielo jóvenes y vírgenes; “Rawahushsharah alsinatah bahawalah mishkat”, bab almizah, p. 416).

Hazrat Qatadara relata que escuchó a Abdul’lah bin Abi Utbara afirmar que escuchó a Abu Said Al-Judrira decir que el Santo Profetasa era más modesto que una mujer vírgen detrás de su velo y que cuando algo le desagradaba se podía percibir en su rostro.

(Sahih Muslim, “Kitabul fada il”, bab kathratah hiya ih).

Hazrat Abdul’lah bin Salamra relata que cuando el Mensajero de Diossa llegó a Medina, él fue una de las personas que salieron a recibirlo. Cuando vio la cara de Muhammadsa, se dio cuenta de que ese no podía ser el rostro de una persona falsa.

En esa ocasión, el Profetasa dijo:

¡Oh pueblo! Extended los saludos de paz, alimentad a los necesitados, mostrad ternura hacia vuestros parientes, ofreced oraciones mientras la demás gente duerme. Si hacéis eso, entraréis en el Paraíso en paz.

(Sunan Darmi, “Kitabul istidhan”, bab fi afsha as-salam; Yami Tirmidhi, “Abwab sifatul qayyamah”, bab afshus-salam, vol. 2, p. 75).

Hazrat Hisham bin Urwara relata que su padre, Hazrat Urwara, narró:

Alguien le preguntó a Hazrat Aishara: “¿Realizó el Santo Profetasa alguna de las tareas del hogar?”. Ella respondió: “Sí, solía arreglar sus zapatos, coser su ropa y hacer otras tareas domésticas como vosotros hacéis en vuestras casas”.

(Musnad Ahmad bin Hanbal, p. 167/7 –  p. 121/6).

Hazrat Aswad bin Yazidra relata que le preguntó a Hazrat Aishara “qué hacía el Profetasa en su casa”. Ella respondió: “Su ocupación era ayudar a los miembros de su familia y cuando llegaba el momento de la oración, salía a realizarla”.

(Sahih Bujari, “Kitabul azan”, bab man kana fi hayyah ahlihi alkh).

Hazrat Abu Said Al-Judrira relata que Muhammadsa daba de comer a sus camellos, emprendía varias tareas del hogar, reparaba sus zapatos, remendaba las prendas rotas y ordeñaba sus cabras; comía junto a su sirviente y lo ayudaba cada vez que se cansaba de moler el trigo. El Santo Profetasa nunca se avergonzaba de traer artículos del mercado para el hogar. Solía darle la mano a todos, ya fueran ricos o pobres, y siempre era el primero en decir salam. Jamás rechazaba una invitación, aun si fuese para comer solo dátiles y nunca se sintió insultado. Era extremadamente simpático, templado y de buen corazón. Su estilo de vida era muy sencillo y limpio. Saludaba a todos con alegría y siempre tenía una sonrisa en su rostro. Nunca se reía en voz alta, pues constantemente tenía presente el temor de Dios. No obstante, nunca tuvo ni una pizca de mal humor. Era muy humilde, pero no por debilidad o cobardía. Era muy generoso y se apartó de la extravagancia; además fue bondadoso, compasivo y generoso. Trataba a todos los musulmanes con compasión. Nunca comía tanto hasta el punto de tener que eructar, ni fue codicioso de nada. Por el contrario, siempre fue paciente, agradecido y estuvo satisfecho con lo que tenía.

(“Usud al-ghabah”, vol. 1, p 29; “Qashiriyyah”, p. 7; “Ash-shifa”, p. 77/1).

Su personalidad.

Hazrat Sad bin Hisham bin Amirra relata que visitó a Hazrat Aishara y le pidió que le hablara sobre el carácter del Profetasa. Ella simplemente le respondió:

kāna juluquhul Qu’rān

Su personalidad era el Corán”.

Entonces Hazrat Aishara le preguntó si no había leído en el Sagrado Corán donde Al’lah, el Más Honrado y Glorioso, dice:

in-naka la’ala juluqin ‘azim

“Pues posees ciertamente excelentes atributos morales?”, (68:5).

(MusnadAhmad bin Hanbal, p. 91/6, “Dalailunn abuw-watu lil-baihaqi”, pp. 309/1).

Por consiguiente, afirmó que el carácter del Profetasa estaba en total acuerdo con el Libro Sagrado.

(Musnad Ahmad bin Hanbal, vol. 6, p. 01; Mustadrik lil-Hakim tafsir Suratul Muminum, vol. 2, p. 392; “Dala ilunn abuwwatu lil-baihaqi”, bab dhikr akhbar ruwait fi shama ilihi wa ikhlaquhi, p. 309/1).

En otra tradición, se recoge el mismo incidente con más detalle. En este caso, Hazrat Sad bin Hishamra narra que visitó a Hazrat Aishara y le dijo: “¡Oh Madre de los Fieles! Háblame de la personalidad y de la conducta de Muhammadsa”. Ella respondió: “¿No lees el Corán?”. Yo le contesté: “¿Por qué no?”. (O sea, ciertamente que lo leía). Entonces Hazrat Aishara comentó: “La personalidad del Santo Profetasa fue el Corán”.

Otra versión es:

“El carácter del Santo Profetasa estaba en total acuerdo con el Corán”.

(Sahih Muslim, “Kitabus salat”, bab yami salatullai; Majma ul Bahar, vol. 1, p. 372; “Dala ilunn abuw-watu lil-Baihaq”, p. 308/1).

El Profetasa era un maestro verdadero y honesto: practicaba lo que predicaba y predicaba lo que practicaba.

Hazrat Imam Malikra relata que el Muhammadsa dijo:

He sido elegido por Al’lah para perfeccionar las nobles morales”.

(Muwatta Imam Malik, bab fi husnul khulq, p. 364; “Al-sununul kubra maa jawahirunnaqi kitabush-shahada”, bab biyan makaramul ikhlaq, p. 192/10).

Hazrat Aishara también relata que el Santo Profetasa solía orar:

al-lāhum-ma ahsanta jalqī fa ahsin juluqī

“¡Oh Al’lah, así como me hiciste hermoso, haz también mi moral atractiva!”.

(Musnad Ahmad bin Hanbal, pp. 150/6 – 68/6).

Hazrat Jadiyara, describiendo la noble personalidad del Profetasa, afirmó:

in-naka la tasilur-rahima wa tahmilul kal-la wa taksibul ma‘dūma wa taqrid-daifa wa tu’īnu ‘alā nawā’ibil haq-qi

Ciertamente cuidas de tus parientes y allegados, ayudas a los oprimidos, restituyes las virtudes perdidas, honras al huésped y ayudas a los necesitados.

(Sahih Bukhari, “Kitab badil wahi ila Rasulillahsa”).

El carácter impresionante del Santo Profetasa tiene tantas facetas diferentes que no es posible definirlo adecuadamente en unas pocas páginas. Así pues, estos han sido solo ciertos ejemplos para ilustrar algunas de sus excelencias morales.

Confianza y fe en dios.

Cuando todos los planes de los jefes de La Meca para impedir que Muhammadsa propagara el Mensaje de Al’lah fracasaron, ofrecieron al Profetasa liderazgo, riqueza y bellas mujeres para casarse, con el fin de convencerlo que dejara de difundir su mensaje. Ante esto, el Santo Profetasa se negó a aceptar la oferta y le dijo a su tío, Hazrat Abu Talib, que aunque los jefes de La Meca pusieran el sol en su mano derecha y la luna en su mano izquierda, ni siquiera de esa forma podrían evitar que propagara el mensaje Divino.

Hazrat Yabirra relata que acompañó al Profetasa en un viaje hacia Nayad y regresó con él. Al mediodía, el grupo llegó a un valle de árboles espinosos donde Muhammadsa hizo una parada y sus Compañerosra se dispersaron en busca de sombra. Colgó su espada en la rama de una acacia y se tumbó a su sombra; y relata que ellos también tomaron una siesta y de repente escucharon que el Santo Profetasa les llamaba. Se dirigieron a él y vieron que un árabe aldeano de entre los infieles estaba de pie cerca de él. Entonces el Profetasa nos contó: “Este hombre puso la espada contra mí mientras dormía, me desperté y vi que tenía la espada en la mano, y me dijo: ‘¿Quién te librará de mí?’. Le contesté tres veces: ‘Al’lah’”. Tras exclamar eso, la espada cayó de su mano y no pudo hacer nada. A continuación Muhammadsa se sentó y no impuso ningún castigo al hombre.

En otra versión narra que estaba con el Santo Profetasa en la campaña de Zatir Riqa, llegaron a la sombra de un árbol y descansaron en ella. Un pagano se acercó y vio la espada del Profetasa que estaba colgada en el árbol, la blandió y le preguntó: “¿Me temes?”. Él respondió: “No”. Entonces el hombre exclamó: “¿Quién te librará de mí?”. Muhammadsa respondió: “Al’lah”. A continuación, la espada cayó de la mano temblorosa del hombre y el Santo Profetasa, habiéndola cogido bien, le dijo: “¿Quién te librará ahora de mí?”. El hombre contestó: “Perdóname”. A continuación, el Profetasa le propuso: “¿Afirmarás que no hay nadie digno de adoración excepto Al’lah y que yo soy Su mensajero?”. El hombre afirmó: “No, pero te prometo que no pelearé contra ti, ni me uniré a los que lo hagan”. Ante esto, Muhammadsa lo dejó ir libremente y el hombre regresó junto a su gente y les comentó a todos: “He regresado ante vosotros después de ver al mejor hombre de la humanidad”.

(Sahih Bukhari, “Kitab al-maghazi”, bab ghazwah dhatirriqa).

Humildad.

Su humildad no tenía límites. Por ejemplo, cuando estaba sentado entre sus seguidores, vestido de forma normal y comiendo la misma comida que ellos, no ocupaba un lugar especial. Muchas veces la gente se equivocaba a la hora de identificar quién era el Mensajero de Al’lahsa. Hazrat Abu Bakarra, que más tarde se convirtió en el primer Jalifa del Islam, aunque era un poco mayor que él y tal vez tenía una barba más larga, a veces veía que algunas personas de fuera se dirigían a él pensando que era el Profeta de Dios. Entonces, de forma respetuosa, se dirigía al Santo Profetasa y los conducía hasta él.

Una vez Hazrat Umarra, que más tarde se convirtió en el segundo Jalifa del Islam, obtuvo su permiso para realizar la Umra. Muhammadsa se volvió hacia él y dijo: “Sí, adelante, haz la Umra y por favor no me olvides en tus oraciones”. Tal era la humildad del hombre de cuyas oraciones cada musulmán dependía, que no reparó en pedir a uno de sus siervos que lo recordara en sus oraciones.

(“The Seal of the Prophets: his personality and character”, Hazrat Mirza Tahir Ahmad, 1992).

Altas Cualidades Morales

Siempre fue muy paciente en la adversidad. Nunca se desalentó por circunstancias adversas, ni permitió que ningún deseo personal le dominara. Su padre murió antes de su nacimiento y su madre falleció mientras todavía era un niño pequeño. Luego, hasta la edad de ocho años estuvo bajo la tutela de su abuelo y después de la muerte de este último fue cuidado por su tío, Abu Talib. Tanto por el afecto natural como por haber sido especialmente advertido sobre ello por su padre, Abu Talib siempre cuidaba de su sobrino con mesura e indulgencia, pero su esposa no tenía el mimso grado de disposición sobre esas consideraciones. A menudo ella distribuía algo entre sus propios hijos, dejando a un lado a su primo pequeño y si Abu Talib llegaba por casualidad a casa en ese momento, encontraba a su pequeño sobrino sentado aparte, como una imagen perfecta de dignidad y sin rastro de mal humor o agravio en su rostro. En esos momentos, su tío, cediendo a su manifiesto afecto y reconociendo su responsabilidad, corría hacia su sobrino, lo abrazaba fuertemente y gritaba: “¡Presta atención también a este niño mío! ¡Presta atención también a este niño mío!”. Tales incidentes no eran infrecuentes y los que fueron testigos de ellos han sido unánimes en su testimonio de que el joven Muhammadsa nunca dio ninguna indicación de que estaba en modo alguno afectado por ellos, o que se sentía en algún sentido celoso de sus primos. Más tarde, cuando estuvo en condiciones de hacerlo, se encargó del cuidado y de la crianza de dos de los hijos de su tío Abu Talib: Ali y Yafar; y cumplió esta responsabilidad de la forma más excelente.

(El Sagrado Corán con traducción y comentario en inglés, Hazrat Mirza Bashirud-din Mahmud Ahmad, Rabwah, Pakistán, segunda edición, 1964, vol. 1, introducción general, p. cciii).

El cumplimiento de los pactos.

El Santo Profetasa era muy particular con respecto al cumplimiento de los pactos. En una ocasión, un enviado oficial vino a él en una misión especial y, tras haber permanecido en su compañía durante varios días, quedó convencido de la verdad del Islam y sugirió que él podía declarar su lealtad al mismo. El Profetasa le dijo que eso sería impropio, pues él estaba allí como un representante y debería regresar a la sede de su gobierno sin hacer una nueva lealtad. Si después de regresar a casa todavía se sentía convencido de la verdad del Islam, podía volver como un individuo libre y declarar su aceptación del mismo.

(Sunan Abu Daud, “Kitabul jihad”, bab wafa bil Ahd). 

Veracidad.

Muhammadsa era tan estricto en su nivel de veracidad que fue conocido entre su pueblo como “el digno de confianza” y “el veraz”. A través de los siglos de historia árabe, encontramos que solo al Profetasa del Islam su pueblo le confirió esos dos títulos. Esta es una prueba vívida de que el Santo Profetasa poseía estas cualidades en un grado tan eminente, que en el conocimiento y en la memoria de su pueblo ningún otro individuo había sido considerado como tal desde esos dos puntos de vista.

Por su parte, estaba igualmente ansioso de que los musulmanes adoptaran los mismos estándares de veracidad que los llevados a la práctica por él mismo, pues consideraba la verdad como la base de toda virtud, bondad y conducta correcta. Él enseñó que una persona veraz es alguien que está tan arraigado en la verdad, que el mismo Al’lah lo considera como alguien veraz.

En una ocasión, un prisionero que había sido culpable del asesinato de muchos musulmanes fue llevado ante el Mensajerosa. Hazrat Umarra, que también estaba presente, creía que el hombre merecía la imposición de la pena de muerte y miró repetidamente al Profetasa esperando que indicara en cualquier momento que el hombre debía ser ejecutado. No obstante, al ver que Muhammadsa dejó libre al hombre, Umarra sugirió que debía haber sido condenado a muerte, ya que era el único castigo apropiado para dicho individuo. Pero el Profeta respondió: “Si es así, ¿por qué no lo mataste?”. Entonces, Umarra dijo: “¡Oh Mensajero de Dios! Si me hubieras dado una indicación, incluso con un parpadeo, lo habría hecho”. Ante esto, el Santo Profeta añadió: “Un Profeta no actúa equívocamente. ¿Cómo habría podido emplear mi ojo para indicar la imposición de una pena de muerte al hombre, mientras usaba mi lengua para hablar amistosamente con él?”.

(“As-Siratun Nabawiyyah”, Ibne Hisham, vol. 2, p. 217).

Su adoración.

Sobre este aspecto, Hazrat Aishara relata que durante los últimos diez días del Ramadán, Muhammadsa se mostraba muy activo toda la noche (o sea, se mantenía a sí mismo despierto toda la noche y hacía lo propio con sus familiares). Además, con extrema concentración se dedicaba por completo a ofrecer oraciones y súplicas.

(Bukhari, “Kitabus Saum”, babul ami fil ashril awakhir min Ramadan; Sahih Muslim, “Kitabus saum”, babul ijtihad fil ashril awakhir min shahri Ramadan).

Hazrat Aishara también narra que el Santo Profetasa permanecía de pié tanto tiempo por la noche en sus oraciones voluntarias, que la piel de sus pies se agrietaba, así que le sugirió: “Mensajero de Al’lah, ¿por qué te quedas tanto tiempo en la oración cuando Dios ha suprimido en ti toda inclinación pasada y futura hacia el pecado?”. Él replicó: “¿Entonces no debería querer ser un siervo agradecido de Al’lah?”.

(Sahih Bukhari, “Kitabul tafsir Surah Al-Fath”).

Hazrat Aishara nos cuenta además que el Profetasa, en el mes del Ramadán y en otros meses, nunca ofrecía más de once rakats voluntarios o nafal de oración en las últimas horas de la noche, en la hora prescrita para tahayud. Además afirmó que para empezar rezaba cuatro rakats y añadió: “No me preguntéis cuán hermoso era y por cuánto tiempo ofreció esto. Luego, ofrecía cuatro rakats. No me pregunten cuán hermoso y por cuánto tiempo ofreció esto. Después de eso, ofrecía tres rakats”. Así pues, completaba un total de once rakats.

Por otra parte, Hazrat Aishahra dice que le preguntó a Muhammadsa:

“¿Tomaste una siesta antes de ofrecer la oración de witar?”.

Él respondió:

 “¡Oh Aisha, mis ojos se van a dormir, pero mi mente no lo hace!”.

(Sahih Bukhari, “Kitabus saum”, bab fadl min qama Ramadan).

Hazrat Mutarrafra relata que su padre le contó que había visto al  Profetasa ofreciendo oraciones y que suplicaba tan intensamente que su pecho palpitaba como una olla de cocinar.

(Sunan Abu Daud, “Kitabus Salat”, bab al-baka fis-salat, pp. 238/1).

Hazrat Aishara también relata que cuando a Muhammadsa se le daba la opción de tomar uno de entre dos caminos, siempre adoptaba el camino más fácil; a menos que realizar el otro fuera pecado, en cuyo caso lo evitaba más que nadie.

(Sahih Muslim, “Kitabul Fadail”, bab mubaidtah salallahhu alaihi wasal-lam lil atham wa ikhtiyarah minal mabah).

 Justicia y trato justo.

Era un hombre de estricta y absoluta justicia. Sin embargo, en él vemos que esto se complementaba con un equilibrado sentido de la perfecta bondad. Por ejemplo, en la Batalla de Badar, cuando los idólatras invadieron Medina, uno de los tíos del Santo Profetasa fue arrestado por los musulmanes mientras luchaba al lado de los idólatras; y al igual que hicieron con los demás prisioneros, sus manos y pies estaban atados a los postes de la mezquita. En aquellos días no había cárceles, así que algunas personas habían atado a los prisioneros con dureza. El Profetasa, cuya casa estaba junto a la mezquita, no pudo dormir esa noche. Se dice que estaba inquieto y que se mantuvo dando vueltas en la cama. Sus Compañerosra se dieron cuenta y le preguntaron qué le estaba causando esa perturbación. Les dijo que podía oír los sollozos de su tío Abbas desde la mezquita. Entonces, alguien fue y aflojó sus ataduras. Al cabo de un rato, Muhammadsa dejó de escuchar gemidos, se preocupó y preguntó por qué los quejidos habían cesado. Ante esto, alguien dijo que las ataduras de Abbas habían sido aflojadas y el Profetasa comentó: “Si han hecho esto con Abbas, háganlo con cada prisionero”. Así era como su justicia complementaba su bondad.

Los árabes se daban mucho al favoritismo y aplicaban distintas normas a diferentes personas. Incluso entre las así llamadas naciones civilizadas de hoy, se observa desgana a la hora de  llevar a dar cuentas de sus actos a personas prominentes o a aquellos que ocupan altos cargos, mientras la ley se aplica rigurosamente contra el ciudadano común. El Santo Profetasa fue, por el contrario, único en la aplicación de normas uniformes de justicia y trato justo.

En una ocasión se le presentó un caso en el que una joven mujer, perteneciente a una familia muy respetable, fue hallada culpable de robo. Esto causó gran consternación porque, si la pena normal se imponía a la joven, una familia prominente iba a ser humillada y deshonrada. Por eso muchos estaban ansiosos de interceder ante el Mensajero de Al’lahsa en nombre de la mujer culpable, aunque tenían miedo de hacerlo. Eventualmente, Usama bin Zaidra, que era muy querido por Muhammadsa, fue el encargado de llevar a cabo la misión. Al final, Usama habló con el Santo Profetasa y este le dijo: “¿Quieres interceder en el asunto de las penas prescritas por Dios, el Exaltado?”. En ese momento se puso de pie y pronunció las siguientes palabras:

“Aquellos que existieron antes de ti fueron arruinados por dejar libre de culpa a alguien de alto rango que hubo robado y por aplicar el castigo prescrito a un pobre que cometió el mismo delito. Pongo a Al’lah como testigo, que si incluso hubiera sido mi hija Fátima la que hubiera robado, le habría cortado la mano”.

(Sahih Muslim, “Kitabul hadud”, bab qata assariq ashsharif wa ghairih; Sahib Bukhari, “Kitab fadail ashabun-nabi”, bab dhikri Usama bin Zaidra).

Una vez el Profetasa debía dinero a un judío, quien pensó que la devolución no se había llevado a cabo en su debido momento, pero en realidad no era así. Vino y se encaró con él, y exigió su dinero usando palabras muy duras; además, acusó a todos los qureish de ser morosos y que nunca honraban sus promesas. De esta forma, no solo había insultado a Muhammadsa, sino también a su tribu. Umarra, que  estaba presente, se enfureció muchísimo y buscó su espada. El Santo Profetasa lo detuvo, pues había usado un lenguaje abusivo contra el judío y estaba a punto de golpearlo, y dijo: “Umar, debiste haberte comportado de otra manera. Primero, tenías que haberme dicho que debía haber recordado el contrato y haberlo pagado a tiempo; luego debiste haberle dicho que fuera amable en sus demandas y misericordioso con sus deudores”.

Una vez dicho esto, se volvió hacia otro de sus Compañerosra y añadió: “Aún quedan tres días. Sé que todavía no hemos pasado la fecha límite, pero le pagaré lo que le debo y agregaré un poco más debido a la dura actitud de Umar”. Así pues, esta fue su conducta cuando fue insultado abiertamente en compañía de sus Compañerosra. Por lo tanto, su sentido de la justicia era supremo y absoluto, y no estaba de ninguna manera relacionado con sus lealtades personales, tribales o religiosas.

(“The Seal of the Prophets: his personality and character”, Hazrat Mirza Tahir Ahmad, 1992).

 Un modelo para los demás.

Hazrat Anasra relata que algunos Compañerosra de Profetasa se comprometieron a olvidarse del mundo. Por ejemplo, uno de ellos dijo: “Nunca me casaré”; otro declaró: “Siempre pasaré la noche entera en oración y no dormiré”; y uno más anunció: “Ayunaré todos los días sin romper el ayuno”. Muhammadsa se enteró de esto y exclamó: “¿Qué tipo de personas dicen tales cosas? Yo hago el ayuno y lo rompo, también ofrezco oraciones y duermo, y me he casado con mujeres. Por eso, aquel que se aleja de mi práctica no es mi Compañero”.

(Sahih Bukhari, “Kitabun nikah”, bab targhib fin-nikah).

En este sentido, Hazrat Abu Hureirara relata que no había visto a nadie consultar a sus Compañerosra más que el Santo Profetasa.

(Jami Tirmidhi, “Abwab fada ilul jihad”, bab ma ja fil mashwarah).

 Estilo de vida sencillo.

El Profetasa era extremadamente simple en materia de comida y bebida. Nunca expresó disgusto por alguna comida mal preparada o cocinada. Si podía comer dicha comida lo hacía, para ahorrarle el disgusto a la persona que la había preparado. Pero si una comida no era realmente comestible, simplemente se abstenía de participar de ella y nunca expresaba su desaprobación sobre la misma. Por otra parte, cuando se le presentaba alguna comida realmente buena, siempre la compartía con aquellos que estaban presentes. En una ocasión, alguien le presentó algunos dátiles, miró alrededor y tras hacer una estimación del número de personas allí presentes, dividió los dátiles igualitariamente entre ellos y cada uno recibió siete.

Hazrat Aishara relata que el Santo Profetasa, mientras vivió, nunca comió hasta llenarse ni se sació completamente dos días sucesivos.

(Jami Tirmidhi, “Abwabuz zuhdi an Rasulullah”, bab ma jaa fi ma ishatin-nabiyyi wa ahlihi).

Hazrat Aswadra narra que Hazrat Umar Ibn Al-Jattabra visitó a Muhammadsa, quien estaba enfermo y acostado sobre una manta y su almohada estaba llena de un tipo de hierba llamada azjar. Al ver esto, Hazrat Umarra dijo: “¡Que mi padre y mi madre sean sacrificados por ti! Los Emperadores César y Cosroes descansan sobre colchones de seda y ¿tú estás en esta condición?”. Escuchando esto, el Profetasa dijo: “¡Oh Umar! ¿No te gustaría más recibir esas comodidades en el Más Allá, mientras que las personas mundanas las tienen en este mundo?”. A continuación, Hazrat Umarra tocó el cuerpo del Santo Profetasa y notó que tenía una fiebre muy alta. Entonces Hazrat Umar Ibn Al-Jattabra exclamó: “Profeta de Al’lah, tú eres un Mensajero de Dios y tienes una fiebre muy alta”. Muhammadsa contestó: “En su umma, es al Profeta al que somete a más pruebas; después de eso, a los sabios, al pueblo virtuoso y a los líderes. Este ha sido el caso de otros Profetas que llegaron antes que yo”.

(Musnadul Imamul Azam, “Kitaburriqaq”, p. 217).

En este aspecto, Hazrat Aishara cuenta que:

“El colchón del Santo Profetasa estaba hecho de cuero relleno con cáscaras de palmera datilera”.

(Sahih Bukhari, “Kitabur riqaq”, bab kaifa kana aishannabiyyasa).

Hazrat Abu Musa Al-Asharira relata:

“Hazrat Aishara nos mostró una sábana y una gruesa prenda de paño, y nos dijo que el Profetasa las llevaba puestas cuando murió”.

(Sahih Bukhari, “Kitabul libas”, babul aksiyyah; Sahih Muslim, “Kitabul libas”, babut-tawadi fillibas alkh).

Hazrat Abdul’lah bin Masudra narra que el Santo Profetasa una vez dormía en una estera y cuando se levantó la impresión de la misma era visible en su cuerpo. Al darse cuenta de esto dijo: “¡Mensajero de Dios, que mi padre y mi madre sean sacrificados por ti! ¿Te preparamos un colchón sobre la estera para que te proteja?”. Él respondió:

mā anā wad-duniā, in-namā anā wad-duniā karākibin istazal-la

tahta shayaratin zum-ma rāha wa tarakahā

“¿Qué tengo que ver yo con este mundo? Estoy en el mundo como un viajero que se detiene por un tiempo a la sombra de un árbol, luego lo deja y continúa su viaje”.

(Sunan Ibn-e-Majah, “Abwabuzzuhad”, bab mithlud-dunya, p. 302).

Felicidad y ayuda milagrosa de dios.

Hazrat Abu Hureirara relata que una vez Muhammadsa salió fuera, aunque no sabía si era de día o de noche, y vio a Hazrat Abu Bakarra y Hazrat Umarra, y les preguntó: “¿Qué os ha sacado de vuestras casas a esta hora?”. Ellos dijeron: “¡El hambre, oh Mensajero de Al’lah!”. Entonces exclamó: “¡Oh Al’lah, en Cuyas Manos está mi vida! La misma causa también me ha llevado a salir fuera a mí, así que venid conmigo”. Ambos lo acompañaron y fueron al hogar de un Ansar, aunque no estaba en casa. Cuando su esposa vio al Santo Profetasa, este le dio la bienvenida y él le preguntó: “¿Dónde está tu esposo?”. Ella replicó: “Ha ido a buscar agua”. En ese momento, el ansari regresó y viendo al Profetasa y a sus dos Compañeros, exclamó: “¡Alhamdulil’lah!, (Alabado sea Al’lah). Hoy no hay nadie que tenga invitados más honorables que yo”. Luego salió y trajo una rama de palmera con dátiles maduros y medio maduros, y los invitó a comer. Más tarde tomó un cuchillo y Muhammadsa le dijo: “No sacrifiques una cabra que da leche”. Entonces eligió otra cabra y a  continuación comieron y bebieron juntos. Una vez se saciaron y se refrescaron, el Santo Profetasa dijo a sus dos Compañeros: “¡Por Él, en Cuyas Manos está mi vida, ustedes serán llamados a dar cuenta de estas bendiciones en el Día del Juicio!”. El hambre los había sacado de sus hogares y no volvieron hasta que disfrutaron de esas recompensas.

(Sahih Muslim, “Kitabul ashribah”, bab jawaz istatba ah ghairih ila dar man yashaqqa bi rada bi dhalik).

Hazrat Anasra relata que Abu Talha dijo a su esposa, Hazrat Umme Sulaim, que un día, por la debilidad de la voz del Profetasa, percibió que había estado hambriento durante mucho tiempo y le preguntó: “¿Tienes algo de comer?”. Ella dijo que sí y trajo un poco de pan de cebada, tomó su manto y envolvió el pan en una porción del mismo, lo ocultó debajo de mi ropa y me envió al Santo Profetasa. Al llegar hasta él, Hazrat Anasra lo encontró sentado en la Mezquita con otras personas, se paró cerca de ellos y el Mensajero de Al’lahsa le preguntó: “¿Has sido enviado por Abu Talha?”. Dijo que sí y le preguntó además: “¿Trajiste algo de comer?” y respondió que sí. Entonces el Profetasa exclamó: “Vamos, comeremos en casa de Talha”.

 Él y sus Compañerosra comenzaron a caminar, aunque yo me adelanté a ellos y le conté a Abu Talha lo que había sucedido. Al llegar a casa informó a Umme Sulaim de la situación con las siguientes palabras: “El Santo Profetasa viene con un gran grupo de personas y no tenemos comida suficiente para alimentarlas a todas”. Ella respondió: “¡Al’lah y Su Mensajerosa saben mejor!”. Entre tanto, Abu Talha rápidamente salió y se encontró con el Profetasa en el camino y lo hizo entrar. Muhammadsa pidió lo siguiente: “Trae cualquier alimento que tengas, Umme Sulaim”. Así que ella llevó los pedazos de pan que tenía y les dijo que rompieran el pan en trozos. Luego Umme Sulaim estrujó mantequilla sobre ellos y los hizo trocitos. A continuación el Santo Profetasa los bendijo y afirmó: “Permite que entren diez”. Llamé a diez personas que comieron y se fueron. Más tarde, el Profetasa dijo: “Permite que entren diez más”. Y fueron llamados, comieron y salieron. Una vez más Muhammadsa exclamó: “Deja entrar a otros diez”. Por último, esto continuó hasta que todos habían comido y finalmente fueron setenta u ochenta en total.

De acuerdo a otra narración, el Santo Profetasa y los habitantes de la casa comieron bien y aún sobró algo de comida.

(Sahih Bukhari, “Kitabul munaqib”, bab alamatinn abuwwah fil Islam).

Generosidad.

Hazrat Anasra relata que siempre que alguien le pedía al Profetasa algo en el nombre del Islam, él se lo daba. Narra además que una vez un hombre acudió al Mensajero de Diossa y este le dio a esa persona un rebaño de cabras esparcidas por un valle. Cuando el hombre regresó a su pueblo, comentó a su gente: “¡Oh pueblo mío! Aceptad el Islam, porque Muhammadsa concede como si no le tuviera miedo a la pobreza”. La verdad es que incluso cuando una persona se hacía musulmana por un motivo mundano, a su debido tiempo, el Islam le llegaba a ser más querido que el mundo y todo lo que contiene.

(Sahih Muslim, “Kitabul fadail”, bab ma suila Rasulullah salallahu alaihi wasal-lam shaian qat faqala la; Musnad Ahmad, pp. 108-175/3).

Hazrat Ibn Abbasra relata que el Santo Profetasa era la persona más generosa y que durante el mes del Ramadán su generosidad y benevolencia aumentaban al máximo; y cuando el Arcángel Gabrielas lo visitaba cada noche y le recitaba el Corán, entonces la generosidad del  Profetasa solía incrementar más rápido que la brisa contenida en la lluvia.

(Sahih Bukhari, “Kitab badul al-khalq”, bab dhikrul malaikatu; “Riyadus Salihin, Kitabul fadail”, bab al-jud wa fil al-maruf minal khair fi shahri Ramadan).

En definitiva, cada vez que alguien le pedía alguna cosa él siempre la daba y nunca decía “no”.

(Sahih Muslim, “Kitabul fadail”, bab ma suila Rasulullahsa).

Valentía.

Muhammadsa era una persona intrépida y audaz que nunca se abstuvo de encarar el peligro. En su vida luchó en muchas batallas defensivas, pero nunca inició una sola guerra ofensiva. Curiosamente, siempre se encontraba por lo general en las áreas más peligrosas del campo de batalla, donde se luchaba con furia. Por eso, un narrador escribió que para encontrar al Santo Profetasa en una batalla, había que buscarlo en el sitio donde el combate era más feroz, pues solía estar en medio del mismo sin duda alguna.

Por su parte, Hazrat Anas bin Malikra relata que el Profetasa era el más hermoso, generoso y valiente de entre todos los hombres.

Una vez llegaron rumores a Medina de que los romanos estaban preparando un gran ejército para invadir la ciudad. Durante ese tiempo, sobre todo por la noche, los musulmanes permanecían en alerta y se mantenían vigilantes. Una vez, de noche, el sonido de un gran alboroto llegó desde el desierto. Los musulmanes se apresuraron a salir de sus hogares y algunos de ellos se reunieron en la Mezquita, y esperaron a que apareciera el Mensajero de Al’lahsa a fin de que les diera instrucciones para enfrentarse al contingente. No obstante, pronto vieron al Santo Profetasa montado a caballo regresando de la dirección de donde venía el ruido. Entonces descubrieron que el Profetasa, tras haber escuchado el primer sonido de alarma, había montado un caballo y se había ido en la dirección de donde provenía el ruido, para determinar si había algún motivo de alerta y no esperó a que la gente se reuniera y luego salir en su compañía. Cuando regresó, aseguró a sus Compañerosra que no había motivo de preocupación y que podían volver a sus casas a dormir.

(Sahih Muslim, “Kitabul fada il”, bab fi shuja atun Nabi-sa; Sahih Bukhari, “Kitabul jihad”).

 Autocontrol, paciencia y tolerancia.

Hazrat Abdul’lah bin Abu Bakarra relata que un árabe le dijo que cuando tenía lugar la Batalla de Hunain, causó mucho dolor en el pie del Santo Profetasa con una sandalia dura que estaba usando en ese momento. Muhammadsa de forma instintiva le golpeó ligeramente con su látigo y exclamó: “¡En el nombre de Dios, me has hecho daño!”. Ese día, se sintió muy apenado y pasó la noche reprendiéndose por lastimar al Profetasa y dijo que solo Al’lah supo cómo pasó aquella noche. Por la mañana, alguien le dijo que el Santo Profetasa le estaba buscando. Empezó a preocuparme mucho pues a lo mejor lo llamaban para recibir un castigo por el error de ayer. Sin embargo, cuando fue a ver al Mensajero de Diossa, le dijo muy cariñosamente: “Ayer me pisaste el pie, me causaste un fuerte dolor y te golpeé ligeramente con un látigo. Toma estas ochenta cabras como compensación”.

(“Musnad darmi”, bab fi sakha An-Nnabiyyusa, p. 36/1).

Hazrat Abdul’lah bin Salamra relata que cuando Al’lah quiso guiar a Zaid bin Sanara él mismo afirmó lo siguiente:

“Cuando contemplé el rostro del Santo Profetasa, vi todas las señales del profetazgo en él, excepto dos características que no sabía si poseía: una era que su tolerancia dominaría su ira y la segunda que no importaba cuánto se le provocara y se le tratara con dureza, pues siempre mostraría gran tolerancia. Entonces, empecé a buscar una oportunidad para determinar cuál de estas dos señales estaba presente en él”.

Zaid bin Sanara cuenta además que un día el Profetasa salió de su casa con Ali bin Abi Talibra y en esos momentos un jinete que parecía ser un aldeano beduino vino y dijo a Muhammadsa:

“La gente de una tribu en la ciudad de Basora ha aceptado el Islam y yo les dije que si lo aceptaban, sus provisiones aumentarían; pero debido a la falta de lluvia se enfrentan a una sequía y me preocupa que la avaricia pueda hacerles abandonar el Islam, ya que fue el ansia por ampliar sus provisiones la que les hizo aceptar el Islam. Así pues, están pidiendo que, si es posible, les envíes algunas provisiones para ayudarles. Al escuchar esto, el Profetasa miró a Hazrat Alira y este le explicó que en ese momento no tenían nada que pudieran enviar para ayudarlos”.

Entre tanto, Zaid bin Sanara relata que se acercó al Mensajero de Al’lahsa y le manifestó lo siguiente: “¡Oh Muhammad, puedes venderme dátiles de una plantación en concreto a un precio fijo y para un tiempo determinado!”. El Santo Profetasa respondió: “¡Oh judío! Puedo vender los dátiles por un precio fijo y para un tiempo determinado, pero sin la condición de que los dátiles deban ser de un huerto específico”. Él aceptó y entonces el  Profetasa hizo un trato con él. A continuación le entregó al Mensajero de Diossa ochenta mizqal (monedas de oro) por adelantado, con la condición de que le diera a cambio cierta cantidad de dátiles en una  fecha estipulada. Luego, el Santo Profetasa le pasó el oro al jinete y le pidió que lo distribuyera equitativamente para ayudar a la gente de su pueblo.

Zaid bin Sanara sigue narrando:

“Quedaban un par de días para que venciera el plazo del pago de la deuda cuando fui a ver al Profetasa. Lo tomé por el cuello, tiré de su manto y dije enojado: ‘¡Oh Muhammad! ¿No me darás lo que es mío? ¡Por Al’lah! Sabes muy bien que tu gente es poco fiable a la hora de devolver los préstamos y además sé muy bien tu costumbre de retrasar los  pagos’, (se refería a la entrega de los dátiles tal y como habían pactado). En ese momento, estaba mirando a Hazrat Umarra y sus ojos se movían como un barco en una tormenta. Al instante, lleno de furia me miró y me dijo: ‘¡Oh enemigo de Dios! ¿Cómo te atreves a decirle al Mensajero de Al’lahsa lo que he escuchado y a tratarlo de forma tan ruda? ¡Por Dios, que ha sido enviado con la verdad! Y si no tuviera temor de que el Profeta de Al’lahsa se fuera a enfadar conmigo, te habría cortado la cabeza con la espada’.

 El Santo Profetasa, que estaba totalmente relajado y mirando a Hazrat Umarra, comentó sonriendo: ‘¡Oh Umar! En vez de mostrar enfado, lo importante ahora mismo es que me indiques la mejor forma de entregarle la mercancía y que le enseñes una buena manera de exigirlo. Ahora bien, aunque faltan un par de días para la entrega, él probablemente necesita ya los dátiles. Por lo tanto, dale lo acordado y añade veinte ‘saas’ de dátiles extra’, (un ‘sa’ era un tipo de medida que correspondía al volumen de un recipiente no muy grande).

 Cuando recibí el pago, pregunté: ‘Umarra, ¿por qué me pagas de más?’; y respondió: ‘Muhammadsa me pidió que te pagara veinte saas extra por tu transgresión hacia él’. Entonces, le comenté: ‘¿No sabes quién soy?’. Hazrat Umarra dijo: ‘No. ¿Quién eres?’. Le respondí: ‘Soy Zaid bin Sana’, a lo que exclamó: ‘¿Hibar, el sabio judío?’. Yo le contesté: ‘Sí, el sabio judío’. Umarra replicó: ‘Y ¿por qué te comportaste de esa manera?’. Le dije: ‘Vi todas las señales del profetazgo en Muhammadsa cuando observé su rostro, excepto dos: una de ellas era que su tolerancia dominaría su furia y la segunda que no importa cuánto se le provocara que él siempre exhibiría gran tolerancia. He actuado así y lo he puesto a prueba para percatarme de la presencia de estas dos señales en él.

 ¡Oh Umar! Eres mi testigo de que estoy muy complacido de aceptar a Al’lah como mi Señor, al Islam como mi religión y a Muhammadsa como mi Profeta. Además, te aseguro que soy un hombre rico y voy a donar la mitad de mi riqueza como caridad para los seguidores del Profetasa’. Hazrat Umarra añadió: ‘Debiste decir que das caridad a algunos seguidores del Santo Profetasa, pues ¿cómo podría ser suficiente para todos ellos?’. Yo le respondí: ‘De acuerdo, debe ser gastado para las necesidades de algunos de los seguidores del Profetasa’. Tras esto, Zaid fue a ver al Mensajero de Diossa y le dijo: ‘Doy testimonio de que nadie es digno de ser adorado excepto Al’lah y que Muhammad es Su Mensajero; es decir, creo en este credo’”.

 Así pues, Zaid bin Sanara realizó el juramento de iniciación a manos del  Profetasa y participó junto a él en muchas batallas. Finalmente, murió en el camino de regreso de la Batalla de Tabuk. ¡Que Dios Altísimo tenga misericordia de él!

(Mustadrik Maattalkhis, “Kitab marifatas-sahabah”, vol. 3, p. 605).

Muhammadsa siempre ejerció un completo auto-control. Incluso cuando se convirtió en soberano, siempre escuchaba a todo el mundo con paciencia; y si una persona lo trataba con impertinencia, lo soportaba y nunca tomaba represalia alguna. En Oriente, una forma de mostrar respeto a una persona a la que uno quiere hablar es dirigirse a él pero no a través de su nombre personal. Por eso, los musulmanes solían dirigirse al Santo Profetasa como: “¡Oh Mensajero de Al’lah!”, y los no musulmanes solían llamarle “Abu Al Qasim” (o sea, el padre de Qasim, ya que era el nombre de uno de sus hijos). En una ocasión, estando en Median, un judío se acercó al Profetasa y comenzó una discusión. En el transcurso de la misma se refirió a él en varias ocasiones como “¡Oh Muhammad, oh Muhammad!”. El Profetasa no prestó atención a su forma de dirigirse a él y continuó exponiéndole pacientemente el asunto en discusión. No obstante, sus Compañerosra  comenzaron a irritarse por la forma descortés de dirigirse a él adoptada por su interlocutor; hasta el punto que uno de ellos, no pudiendo contenerse más, le pidió al judío que no se dirigiera a Muhammadsa por su nombre personal, sino como Abu Al Qasim. Entonces, el judío dijo que se dirigiría a él sólo por el nombre que sus padres le habían dado. El Profetasa sonrió y dijo a sus Compañerosra: “Él tiene razón, me llamaron Muhammad en el momento de mi nacimiento y no hay motivo para estar disgustado porque él se dirija a mí con ese nombre”.

A veces la gente lo detenía en el camino y comezaban una conversación con él para explicarle sus necesidades y transmitirle sus demandas. El Santo Profetasa siempre los escuchó pacientemente y solo los dejaba ir y que continuaran su camino después de haber terminado la conversación. En algunas ocasiones, la gente se aferraba a su mano durante algún tiempo cuando le daban la mano; y aunque consideraba eso como un inconveniente que llevaba tiempo hacerlo, nunca era el primero en retirar su mano. Todo el mundo se dirigía libremente a él, le exponía sus problemas y dificultades y le pedían ayuda; y si era capaz de ayudar, nunca rechazaba una petición. En otras ocasiones, era molestado con ciertas peticiones y además presionado injustificadamente, pero intentaba cumplir con ellas hasta donde podía. Otras veces, tras cumplir con una petición, él recomendaba a la persona en cuestión que tuviera mayor confianza en Dios y que evitara pedir ayuda a otros. En este sentido, ocurrió que un musulmán devoto le pidió varias veces dinero y cada vez el Profetasa cumplía con la petición, aunque finalmente le dijo: “Es mejor para un hombre poner su confianza en Al’lah y evitar hacer peticiones”.

La persona en cuestión era un hombre sincero y por consideración a los sentimientos del Santo Profetasa, a pesar de no ofrecer la devolución de lo que ya había recibido, declaró que en el futuro nunca haría una petición a nadie bajo ninguna circunstancia. Años más tarde, el mismo hombre participaba en una batalla marchando en su montura cuando, por el estruendo, la confusión y el choque de armas que estaban en su punto máximo y encontrándose rodeado por sus enemigos, su látigo se le cayó de la mano. Un soldado musulmán que iba a pie, percibiendo su situación, se agachó para recoger el látigo, pero el hombre montado a caballo le rogó que lo dejara, saltó del mismo y lo recogió. Ante esto le explicó al soldado que hacía ya mucho tiempo había prometido al Profetasa que nunca haría ninguna petición a nadie, y que si hubiera permitido que el soldado recogiera el látigo por él, habría incurrido en una petición indirecta, lo cual le habría hecho culpable de romper la promesa hecha a Muhammadsa.

(“The life of Muhammadsa”, Hazrat Mirza Bashirud-din Mahmud Ahmad, third edition, published in India in 2003, pp. 191-193).

Tolerancia en temas de religión.

El Santo Profetasa no solo hizo énfasis en la conveniencia de la tolerancia en asuntos religiosos, sino que estableció un estándar muy alto a este respecto. Por ejemplo, se dice que una delegación de una tribu cristiana de Nallaran, que incluía a varios dignatarios de la iglesia, le visitó en Medina para intercambiar opiniones sobre asuntos religiosos. La conversación se celebró en la Mezquita del Profetasa y se prolongó durante varias horas. En un momento dado, el líder de la delegación pidió permiso para salir de la misma a celebrar su servicio religioso en algún lugar apropiado. El Mensajero de Al’lahsa le dijo amablemente que no había necesidad de salir de la Mezquita, porque la misma era un lugar consagrado a la adoración de Dios y podían hacer su servicio religioso en ella.

(“Zurqani, sharh mawahib al-ladunniyya”, vol. 5, pp. 186-187; “Zad al-maad”, vol. 2, pp. 35-36).

Otro ejemplo es que una delegación del monasterio de Santa Catalina de Egipto escribió una vez un pronunciamiento en el que manifestaban que su monasterio debía ser protegido cuando el Islam triunfara en esa parte del mundo. Muhammadsa inmediatamente aceptó la petición y escribió una orden en ese sentido que decía:

“Nadie debe interferir jamás con la propiedad del monasterio, ni con la figura de la cruz ni con ningún otro artículo que represente su fe. No deben ser molestados en absoluto de ninguna manera. Cualquiera que ignore esto no será parte de nosotros”.

Amor por la humanidad.

Hazrat Yabirra relata que el Santo Profetasa dijo:

“Tú y yo somos la clase de persona que enciende un fuego y, cuando las polillas y otros insectos se apresuran a caer en él, se esfuerza por protegerlos del fuego. Del mismo modo, te sostendré por la espalda para salvarte del fuego del infierno, mientras te esfuerzas para escaparte de mi mano”.

(Sahih Muslim, “Kitabul fadail”, bab shafqata sal-lal-lahu alaihi was salam ala um-matihi).

El siguiente incidente ocurrió cuando el Santo Profetasa viajó a la ciudad de Taif para predicar el mensaje del Islam con su Compañero Zaid bin Zabitra y desafortunadamente fueron recibido con mucha animosidad, hasta el punto que tanto él como su acompañante fueron apedreados e insultados, y echados violentamente de la ciudad. Debido a este trato inhumano, el Mensajero de Al’lahsa comenzó a sangrar profusamente e incluso se le hizo difícil caminar puesto que sus pies resbalaban dentro de sus sandalias por la sangre que iba derramando.

Sobre esto, Hazrat Urwah bin Zubairra relata que Hazrat Aishara cuenta que le preguntó al Profetasa:

“¿Has experimentado alguna vez un día más difícil que el de la Batalla de Uhud? Él respondió: ‘De hecho experimenté varios a manos de tu pueblo y el más duro de ellos fue el día de Aqaba, cuando me presenté ante Ibn Abd Yalil bin Abd Kulal y él no me concedió lo que yo había deseado. Así pues, abandoné el lugar con dolor y deprimido, y no sentí alivio hasta que llegué a Qarn Zalib. Entonces levanté la cabeza y vi una nube que me protegía del sol. En ella contemplé a Gabrielas que me llamó y me dijo: ‘Al’lah ha escuchado lo que tu pueblo te ha dicho y la respuesta que te han dado, y ha enviado al Ángel de las Montañas ante ti para que puedas pedirle lo que quieras que haga con ellos’. Entonces el Ángel de las Montañas me ofreció su saludo de paz y me dijo: ‘Muhammad, Dios ha oído lo que tu pueblo te ha dicho. Yo soy el Ángel de las Montañas y mi Señor me ha enviado ante ti para que me des instrucciones acerca de lo que deseas que se haga con ellos. Si tú quieres, los puedo aplastar con estas dos grandes montañas’. El Profetasa le respondió: ‘Ciertamente no; solo espero que tras esto Al’lah haga surgir de entre ellos gente que adore a Dios, el Único, y que no asocie nada en absoluto con Él’”.

(Sahih Muslim, “Kitabul jihad”, bab ma laqan-nabiyyasa min idhil mushrikina wal munafiqin).

Por otra parte, Hazrat Usama bin Zaidra relata que Muhammadsa pasó entre un grupo de gente que comprendía a musulmanes, adoradores de ídolos y judíos, y los saludó con el saludo de la paz (salam).

(Sahih Bukhari, “Kitabul istidhan”, bab fittaslim fi majlis fihi ikhlat minal muslimin walmushrikin, p. 924/2).

En otra ocasión, Hazrat Yabirra narra que estaba en la compañía del Profetasa cuando pasó una procesión fúnebre. Al verla, Muhammadsa se puso de pie y cuando caminó hacia el ataúd para ayudar a llevarlo, descubrió que se trataba del entierro de un judío. Por eso, sus Compañerosra dijeron: “¡Oh Mensajero de Al’lah! Este es el cortejo fúnebre de un judío”. Pero él comentó: “La muerte es una cuestión de dolor y temor; por tanto, cuando veáis pasar un funeral, debéis levantaros”.

(Sunan Abu Daud, “Kitabul janaiz”, bab al-qiyam liljanazah).

También era especialmente educado y respetuoso con aquellos que dedicaban su tiempo y esfuerzos al servicio de la humanidad. Por ejemplo, una vez la tribu árabe llamada Banu Tai inició hostilidades contra el Profetasa y en la batalla que ocurrió a continuación sus fuerzas fueron derrotadas y algunos de ellos hechos prisioneros. Una de estas personas era la hija de Hatim Tai, cuya generosidad se había convertido en un proverbio entre los árabes. Entonces, cuando la hija de Hatim Tai informó al Santo Profetasa de su parentesco, él la trató con gran consideración y como resultado de su intercesión, perdonó todas las penas impuestas a su pueblo por su agresión.

(“Sirah al-Halbiyya”, vol. 3, p. 227).

 Consideración hacia los incultos.

Era particularmente considerado con aquellos que, por falta de formación cultural, no sabían cómo comportarse. En una ocasión, un habitante del desierto que había aceptado recientemente el Islam y estaba sentado en la Mezquita en compañía de Muhammadsa, se levantó y se alejó unos cuantos pasos y se sentó en un rincón de la misma para orinar. Algunos de los Compañeros del Profetasa se levantaron para impedirlo pero él los detuvo, señalando que cualquier interferencia con el hombre en ese preciso instante estaba destinada a causarle inconvenientes y posiblemente podría causarle daño. Por eso  dijo a sus Compañerosra que dejaran al hombre tranquilo y que limpiaran el lugar más tarde.

(Sahih Bukhari, “Kitabal wudu”, bab sabalma alal baul fil masjid).

Amor por los pobres.

Hazrat Anasra relata que Zahir bin Haramra, un Compañero del  Profetasa que vivía en una aldea y era algo feo, solía llevar  productos de la aldea al Santo Profetasa como regalo. A cambio, Muhammadsa solía darle algún obsequio cuando se iba y decía normalmente: “Zahir es mi amigo rústico y yo soy su amigo urbano”. El Profetasa lo amaba profundamente. Una vez vio a Zahirra vendiendo productos en un mercado y el Mensajero de Al’lahsa se acercó a él por detrás y tapó sus ojos con las manos, de tal manera que Zahirra no pudiera verlo, y le preguntó: “¿Quién soy?”; y dijo: “Déjame”. Al instante se percató que era el Santo Profetasa y siguió actuando como si no supiera quien era, por lo que acercó su espalda al pecho del Profetasa y se frotó contra él. Cuando se dio la vuelta vio que efectivamente era Muhammadsa, que a modo de broma, exclamó: “¿Quién me comprará este esclavo?”. Al oír esto, Zahir proclamó: “¡Oh Mensajero de Al’lah, por Dios, tendrás pérdidas, pues soy alguien que no tiene ningún valor!”. Él Profetasa le respondió: “Eso no es cierto, pues a los ojos de Al’lah no eres alguien insignificante, sino una persona única y con mucho valor”.

(“Shamail At- Tirmidhi”, bab ma jaa fi siftih mazah Rasulul-lahsa).

Hazrat Abdul’lah bin Abi Aufara relata que el Santo Profetasa nunca frunció el ceño, ni evitó caminar al lado de los pobres y las viudas, ni esquivó ayudarles.

(“Musnad darmi”, bab fittawadi Rasulul-lahsa).

Hazrat Abu Hureirara también cuenta que una mujer de piel oscura (aunque el narrador no está seguro de si era una mujer o tal vez un hombre joven) solía cuidar de la Mezquita del Profetasa. Un día, el Mensajero de Diossa la extrañó y preguntó por esa persona, y le dijeron que había muerto. Entonces dijo: “¿Por qué no me lo hicieron saber?”. Los Compañerosra consideron que había sido la muerte de una persona ordinaria y pensaban que no había necesidad de informar y molestar al Mensajero de Al’lahsa. Luego inquirió: “Mostradme la tumba” y una vez se le mostró donde estaba, fue allí, oró sobre ella y pronunció lo siguiente: “Estas tumbas están llenas de tinieblas, pero Dios las ilumina como resultado de mis oraciones”.

(Sahih Muslim, “Kitabul janaiz”, babas salatu alal qabr).

 Amor por los niños.

Hazrat Abdul’lah bin Yafarra afirma que cada vez que el Profetasa regresaba de un viaje, los niños de su familia salían a saludarlo y cuenta:

“Una vez, cuando Muhammadsa regresó de un viaje, yo fui el primero de los que llegaron para recibirle. El Santo Profetasa me sostuvo en su regazo y uno de los hijos de Hazrat Fátimara, Imam Hasanra o Imam Huseinra, fue llevado también ante él. A continuación, sentó a su nieto detrás suya y entramos en Medina con inmenso placer, mientras tres de nosotros estábamos sentados en el mismo camello”.

(Musnad Ahmad bin Hanbal, pp. 201/3).

Hazrat Alira relata lo siguiente:

Debido al uso de un molino de piedra para el grano, Hazrat Fátimara (que era su esposa e hija del Mensajero de Diossa) había desarrollado callos en sus manos. En aquellos días, el Santo Profetasa tenía pocos sirvientes. Hazrat Fátimara fue a buscar al Profetasa pero no pudo verlo, aunque se encontró a Hazrat Aishara y le contó la razón de su visita. Cuando más tarde Muhammadsa apareció, Hazrat Aishara le habló de la visita de su hija Hazrat Fátimara y Alira relata que después de esto, el Santo Profetasa los visitó. En ese momento, estaban acostados en sus camas y al verlo llegar comenzaron a levantarse. Sin embargo, el Profetasa les pidió que no se levantaran y se sentó entre ellos, como un padre haría con sus hijos, y tan cerca que él podía sentir los fríos pies del Santo Profetasa en su pecho. Luego, el Mensajero de Al’lahsa dijo a su hija: “¿Acaso no debería decirte algo que es mejor que lo que buscas? Por la noche, cuando te acuestes, repite 34 veces Al’lahu Akbar, 33 veces SubhanAl’lah y 33 veces Alhamdulil’lah. Eso es mejor para ti que un sirviente”.

(Sahih Muslim, “Kitabudh-dhikr”, babattasbih awwalannahar wa indannaum).

Tratamiento de las mujeres.

Hazrat Abu Qatada Harizra relata que el Profetasa proclamó:

“Me levanto para dirigir la oración teniendo en mente hacerla un poco larga, aunque si oigo el llanto de un niño la acorto, temiendo que vaya a ser una carga para su madre”.

(Sahih Bukhari, “Kitabus salat”, bab akhfissalat inda baka sabiyyi).

Hazrat Anasra narra:

El Mensajero de Al’lahsa estaba en un viaje y Anjasha, un muchacho negro, estaba animando con su voz a los camellos para hacerlos caminar rápido. El Santo Profetasa dijo: “¡Oh Anjasha! Lleva lentamente a los camellos pues están llevando vasijas de cristal”. Quería decir que los camellos llevaban mujeres y se refirió a ellas como “vasijas de cristal” por su fragilidad.

(Sahih Muslim, “Kitabul fada il fada ilun Nabisa”, bab rahmatun Nabi an-nisaa).

Hazrat Abu Tufailra nos dice que:

Vió al Profetasa en un lugar llamado Yirrana y estaba distribuyendo carne cuando llegó una mujer. El Profetasa extendió una sábana de tela para que ella se sentara y así lo hizo; y Hazrat Abu Tufailra le preguntó a la gente: “¿Quién es esta mujer que Muhammadsa está tratando con tanto respeto?”. Los allí presentes le dijeron que era la madre adoptiva del  Mensajero de Diossa.

(Sunan Abu Daud, “Kitabul adab”, bab fil bir walidain).

El trato de los esclavos.

Hazrat Imam Abu Hanifara relata que Hazrat Atara le dijo que escuchó el siguiente incidente de varios Compañerosra del  Profetasa:

Hazrat Abdul’lah bin Rawahara poseía una esclava que solía pastar un rebaño de sus cabras y le había dado instrucciones para que tuviera especial cuidado con una cabra en particular. Lo hizo y se convirtió en una cabra robusta. Un día, la pastora estaba ocupada cuidando de otros animales cuando un lobo atacó a la cabra y la devoró. Entonces, Hazrat Abdul’lah bin Rawahara, al no ver la cabra en el rebaño, preguntó a la esclava sobre ella. La pastora le contó todo el incidente y al oírlo, le dio una fuerte bofetada.

 Más tarde, Hazrat Abdul’lah bin Rawahara sintió remordimiento por pegarle a la pastora y le relató el incidente a Muhammadsa. El  Profetasa tomó la cuestión muy en serio y le dijo que “había abofeteado la cara de una creyente”. Él respondió: “¡Oh Mensajero de Al’lah! Es una mujer ignorante de Abisinia que no sabe nada de religión”. El Santo Profetasa llamó a la pastora y le preguntó: “¿Dónde está Dios?”. Ella respondió: “En el Cielo”. El Profetasa le hizo otra pregunta: “¿Quién soy yo?”. Ella respondió: “El Mensajero de Al’lah”. Al oír sus respuestas, el Santo Profetasa le dijo a Abdul’lah bin Rawahara: “Ella es una creyente, libérala”; y Abdul’lah bin Rawahara la liberó.

(Musnad, “Al-Imamul Azam”, al-iman wal-Islam).

Tratamiento de los sirvientes.

Hazrat Aishara afirma:

“El Profetasa nunca golpeó a ningún sirviente con su mano, tanto si era hombre o mujer. No obstante, luchó intrépidamente en la causa de Dios, e incluso si alguien lo atormentaba no se vengaba. Aunque cuando las Leyes de Al’lah eran violadas, reaccionaba de forma proporcionada por la causa de Dios, el Más Honorable y Glorioso”.

(Sahih Muslim, “Kitabul fada il”, bab muba idtah lil atham wa ikhtiyarah minal mabah).

El trato a los trabajadores.

Hazrat Ibn Umarra relata que el Santo Profetasa dijo:

“Paguen al jornalero su salario antes de que su sudor se seque”.

(Sunan Ibn-e-Majah, “Kitab arrahun”, bab ajrul ajra).

 Tratamiento de los animales.

Muhammadsa advirtió a la gente contra la crueldad con los animales y les ordenó un trato amable hacia ellos. Solía ​​relatar el caso de una mujer judía que fue castigada por Al’lah por haber matado de hambre a su gato. También contaba la historia de una mujer que encontró un perro que sufría de sed cerca de un pozo profundo; dicha mujer se quitó un zapato y lo metió en el pozo obteniendo un poco de agua, y se la dio al perro sediento. Esta buena acción le valió el perdón de Dios por todos sus pecados anteriores.

Abdul’lah bin Masudra relata:

“Mientras estábamos en el transcurso de un viaje junto con el Profetasa, vimos a dos crías de paloma en un nido y las atrapamos; todavía eran muy pequeñas. Cuando su madre regresó al nido, no encontrando a sus pequeños en él, comenzó a volar agitadamente cerca de nosotros. El Santo Profetasa llegó al lugar, vio a la paloma y dijo: ‘¿Quién ha torturado este ave al alejar a sus crías de ella? Liberadlas inmediatamente’”.

(Sunan Abu Daud, “Kitabul adab”, bab qataludh-dhar).

Abdul’lah bin Masudra cuenta además que en una ocasión vieron un hormiguero y, poniendo paja encima de él, le prendieron fuego, por lo cual fueron reprendidos por el Mensajero de Al’lahMuhammadsa.

En otro momento, el Profetasa vio que un burro estaba siendo marcado en la cara. Preguntó la razón de esto y le dijeron que los romanos habían recurrido a esta práctica con el propósito de identificar a los animales de mejor linaje. Muhammadsa les dijo que dado que la cara era una parte muy sensible del cuerpo, un animal no debía ser marcado ahí; y si lo tenían que hacer, la marca debería hacerse en sus ancas.

(Jami Tirmidhi, “Abwab fada ll jihad an Rasulullahsa”, bab ma ja a fittahrishi bainal baha imi wal wasmi fil wajhi).

Hazrat Abdul’lah bin Yafarra cuenta lo siguiente:

Un día el Santo Profetasa hizo que se sentara en la parte de atrás de su montura y le contó algunos asuntos confidenciales que nunca le diría a nadie. Al mismo tiempo, el Profetasa cuidaba mucho la privacidad en relación con la llamada de la naturaleza y prefería la protección de un muro o de un arbusto. En este sentido, una vez Muhammadsa fue al huerto de un ansar para atender la llamada de la naturaleza. En ese instante, un camello, viendo al Profetasa, comenzó a llorar amargamente y las lágrimas comenzaron a escurrirse de sus ojos. El Mensajero de Al’lahsa caminó hacia el camello y palmeó su cabeza y sus nalgas, por lo que se tranquilizó. Entonces preguntó: “¿Quién es el dueño de este camello?”. Ante esto, un joven ansari le dijo que el camello era suyo. A continuación, el Santo Profetasa le indicó: “¿No temes a Dios? Al’lah te ha hecho dueño de este camello y él se está quejando de que lo mantienes hambriento y lo haces trabajar duro”.

(Sunan Abu Daud, “Kitabul jihad”, bab ma yumar bih minal qiyam alad-dawab walha im).

 Visitar a los enfermos.

Hazrat Umme Alara relata que ella una vez cayó enferma y el  Profetasa la visitó y dijo:

“Umme Alara, debes estar feliz. Dios Todopoderoso elimina los pecados de un musulmán mediante la enfermedad, al igual que el fuego elimina la suciedad de la plata y el oro”.

(Sunan Abu Daud, “Kitabul jana iz”, bab iyadatunnisa).

Hazrat Aishara relata que cuando Muhammadsa visitaba a cualquier miembro de su familia que estaba enfermo, tocaba a la persona enferma con su mano derecha y suplicaba:

al-lāhum-ma rab-ban-nāsi az-hibil ba ’sa ishfi, antash-shāfi lā

shifā ’a il-lā shifā ’uka shifā ’an lā yughādiru saqama

¡Oh Al’lah, Señor de la humanidad!

Quita la aflicción y concédele curación,

pues Tú eres el Gran Sanador.

No hay curación excepto la que proviene de Tí,

una curación que tras de sí no deja ningún rastro de enfermedad.

(Sahih Muslim, “Kitabus salam”, bab istihbab raqiyyatal marid).

Hazrat Anasra relata que un joven judío que servía al Profetasa cayó enfermo. El Mensajero de Diossa lo visitó, se sentó cerca de su cabeza y le dijo: “Acepta el Islam”. El chico miró a su padre, que estaba a su lado y este le dijo: “Obedece a Abu Al Qasim”; después de lo cual el joven aceptó al Islam. Cuando Muhammadsa se fue, afirmó: “Toda alabanza pertenece a Dios Altísimo, Quien lo ha liberado del fuego del infierno”.

(Sahih Bukhari, “Kitabul jana iz”, bab idha aslamassabi famata hal yusal-li alaih).

 Cómo soportó pacientemente las experiencias amargas de la vida.

El Santo Profetasa, a lo largo de su vida, tuvo que enfrentarse a una sucesión de experiencias amargas. Su padre falleció antes de que él naciera, quedando huérfano; y su madre murió mientras aún era un niño pequeño, y luego perdió a su abuelo a la edad de ocho años. Tras su matrimonio, tuvo que sufrir la pérdida de varios hijos, uno tras otro, y luego murió su amada y devota esposa, Hazrat Jadiyara, por el boicot al que fueron sometidos en La Meca. Algunas de las esposas con las que se casó después de la muerte de Hazrat Jadiyara murieron durante su vida y hacia el final de la misma también tuvo que soportar la pérdida de su hijo Ibrahimra. Sobrellevó todas estas pruebas y calamidades con paciencia y sumisión, y ninguna de ellas afectaba en lo más mínimo a su alta resolución o a la cortesía de su conducta. Sus penas personales nunca fueron reveladas en público y siempre se mostró ante todo el mundo con un semblante benigno y trató a todos con una benevolencia uniforme.

En una ocasión, vio a una mujer, que había perdido a su hijo, inmersa en un profundo lamento y posada sobre la tumba de su niño. Él le aconsejó ser paciente y aceptar la suprema voluntad de Dios. La mujer no sabía que estaba siendo aconsejada por Muhammadsa y respondió: “Si alguna vez hubieras sufrido la pérdida de un niño como yo, te habrías dado cuenta de lo difícil que es ser paciente bajo tal aflicción”. El Profetasa dijo: “Yo he sufrido la pérdida no de uno, sino de siete hijos”; y siguió su camino. Excepto cuando se refirió a sus propias pérdidas o desgracias de esta manera tan directa, nunca se preocupó por hablar de ellas, ni les permitió en modo alguno interferir con su incesante servicio a la humanidad y la forma alegre en que compartía sus cargas.

Dolor y paciencia.

Hazrat Usama bin Zaidra, muy querido por el Profetasa e hijo además de una persona muy cercana al corazón del Mensajero de Al’lahsa, relata que una hija de Muhammadsa le contó que su hijo estaba en su último aliento y que le suplicó al Profetasa que fuera con ella. Como respuesta envió el siguiente mensaje: “A Dios le pertenece aquello que  otorgó y a Él le pertenece lo que toma de vuelta. Todo tiene un término fijado por Él. Por lo tanto, mantente firme y ten esperanza en Su Gracia y Su Misericordia”. Ella volvió a pedirle que por el amor de Dios fuera a verla. Entonces el Mensajero de Diossa se levantó y se dirigió hacia ella, acompañado por Sad bin Ubadara, Muaz bin Yabalra, Ubay bin Kabra, Zaid bin Zabitra, entre otros. Cuando llegó, el niño fue presentado ante él y lo tomó en su regazo, y observando la angustia del pequeño, sus lágrimas empezaron a correr. Ante esto, Sad bin Ubadara dijo: “¡Oh Profeta de Dios! ¿Qué es esto?”. Él respondió: “Esta es la compasión que Al’lah ha puesto en los corazones de Sus siervos y Dios también siente compasión por aquellos de Sus siervos que son compasivos”.

(Sunan An-Nasai, “Kitabul janaiz”, bab al-amr bilihtisab was-sabr).

Hazrat Anasra relata que el Santo Profetasa se acercó a su hijo Ibrahimra cuando estaba cerca de su final y las lágrimas en sus ojos comenzaron a caer. Al ver esto, Hazrat Abdur Rahman bin Aufra, que era uno de sus Compañeros, exclamó: “¡Oh, Mensajero de Al’lah!, ¿incluso tú lloras?”. Muhammadsa dijo: “Ibn Auf, esto es simplemente la ternura del corazón”. Lloró de nuevo y añadió: “Los ojos derraman lágrimas y el corazón se aflige, pero solo pronunciamos lo que debe agradar a nuestro Señor. Ibrahim, estamos realmente afligidos por tu partida”.

(Bukhari, “Kitabul janaiz”, bab qaulun-Nabisa ana bikal mahzunun).

El estatus exaltado del santo profetasa según lo describe el mesías prometidoas.

El Mesías Prometidoas afirma acerca de Muhammadsa:

“La luz sublime que se otorgó al hombre, es decir, al más perfecto de entre ellos, no fue compartida por los ángeles ni por las estrellas, ni estaba en la luna, ni en el sol, ni en los océanos o los ríos; no se podía encontrar en los rubíes ni en las esmeraldas, ni en los zafiros, ni en las perlas, pues no estaba en ningún objeto terrenal o celestial; ya que era poseída solo por el hombre perfecto, manifestada de la manera más consumada en la persona de nuestro señor y maestro, Muhammad, el Elegido, el Jefe de todos los Profetas, Líder de los que viven a los ojos de Dios, la paz  y bendiciones de Al’lah sean con él. Así, la luz fue concedida a este hombre y, de igual modo, hasta cierto punto, a todos los que en sus formas diversas eran semejantes a él. La gracia sublime fue poseída en su más perfecta y consumada manifestación por nuestro señor y maestro, el iletrado Profetasa, el veraz, aquel cuya verdad fue testificada, Muhammad, el Elegido, la paz  y bendiciones sean con él”.

(Aina kamalat-e-Islam, Ruhani Khazain, Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, vol. 5, p. 160).

“Yo miro siempre con asombro a este Profeta árabe, cuyo nombre es Muhammad, que la paz  y miles de bendiciones sean con él. ¡Cuán exaltado es su estatus! No se puede percibir el límite máximo de su rango y no está dentro del alcance del hombre comprender plenamente la profundidad y alcance de sus nobles cualidades. ¡Ay, el debido reconocimiento no ha sido otorgado a su alto rango! La Unidad de Dios desaparecida del mundo fue restaurada por este mismo valiente campeón. Amó a Al’lah de la manera más intensa y también su alma se consumía en una profunda simpatía por la humanidad. Es por eso que Al’lah, que era plenamente consciente de las excelencias ocultas de su corazón, lo ha exaltado sobre todos los Profetas y todas las personas del pasado y el futuro, y cumplió los deseos de su corazón en el lapso de su vida”.

(“Haqiqatul- Wahi”, Ruhani Khazain, Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, vol. 22, pp. 118-119).

“Nuestro Profetasa combina en él los nombres de todos los Profetas, porque en él se aunan las nobles cualidades que encontramos separadamente en todos los demás Profetas. Por consiguiente, él es Moisés, así como Jesús; él es Adán, él es Abraham, él es José y además él es Jacob, etc.. Al’lah indica esto en el versículo:

fabi hudābumuqtadih

“…Seguid, pues, sus instrucciones…”, (6:91).

Esto quiere decir: ‘¡Oh Profeta de Dios, funde en ti las diversas enseñanzas de todos los Profetas!’. Ello demuestra que la excelencia de todos los Profetas fue combinada en Muhammadsa. De hecho, el mismo nombre Muhammad apunta hacia esto, porque significa ‘el más elogiado’. En este aspecto, el más alto elogio solo puede concebirse si se garantiza que las mejores virtudes y cualidades especiales de todos los Profetas se manifiestan en él”.

(“Aina Kamalat-e-Islam”, Ruhani Khazain, Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, vol. 5, p. 343).

“Se me ha dado a entender que de todos los Mensajeros, el que trajo la más perfecta y pura de todas las enseñanzas llenas de sabiduría, y el que exhibió en su persona las más nobles cualidades humanas fue el Santo Profeta Muhammadsa, nuestro señor y maestro, que la paz  y las bendiciones de Al’lah sean con él”.

(“Arbain”, Ruhani Khazain, Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, no. 1, vol. 17, p 345).

“Cuando examinamos con honestidad y justicia a todos los Profetas del pasado, encontramos que Muhammadsa, el Profeta del Islam, se destaca como el más valiente entre ellos, el que poseía todas las sublimes cualidades que el ser humano puede alcanzar en esta vida y el que mostraba más amor hacia Dios”.

(“Siraj-e-Munir”, Ruhani Khazain, Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, vol. 12: p. 82).

“Un extraño y fenomenal acontecimiento ocurrió en los desiertos de Arabia, cuando cientos de miles de muertos volvieron a la vida en pocos días, y aquellos que se habían visto corrompidos a lo largo de generaciones adoptaron el color Divino. Los ciegos comenzaron a ver y las lenguas de los mudos comenzaron a fluir con la sabiduría Divina. Tal revolución tuvo lugar en este mundo que ningún ojo había visto jamás y sobre la que ningún oído había escuchado hablar antes. ¿Sabéis lo que fue? Todo esto ocurrió como consecuencia de las oraciones durante la oscuridad de muchas noches de alguien que había estado completamente perdido en su amor a Dios, lo cual creó una revolución en el mundo y manifestó tales maravillas que parecían imposibles a manos de esa persona desamparada e iletrada. ¡Oh Al’lah! Envía bendiciones y paz sobre él y sobre sus seguidores, en proporción a su preocupación y sufrimiento por la Umma musulmana (el pueblo del Islam) y derrama para siempre sobre él la luz de Tu Misericordia”.

(“Barakatud Dua”, Ruhani Khazain, Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, vol. 6, pp. 10-11).

“Para todos los hijos de Adánas no hay ahora Mensajero e Intercesor que no sea Muhammadsa, el Elegido, que la paz  y las bendiciones de Dios sean con él. Por  tanto, debéis esforzaros por cultivar el amor verdadero por este magnífico y majestuoso Profetasa, y no colocar a nadie por encima de él de ninguna manera, para que seáis contados en el Cielo entre aquellos que han alcanzado la salvación. Pues recordad que la misma no es algo que se obtiene solo después de la muerte. De hecho, la verdadera salvación es la que manifiesta su luz en este mismo mundo. Entonces, ¿quién se salvará? Ciertamente el que cree en la verdad de Al’lah y que Muhammadsa es el intercesor entre Dios y la humanidad. Además el que cree que bajo el firmamento del Cielo no hay ningún Profeta igual a él y que no hay ningún Libro que posea el mismo estatus que el Sagrado Corán. Y para ningún otro Profeta Dios ha ordenado la vida eterna; pero con su mensaje y su ley, este noble Profetasa vive para siempre”.

(“Kashti Nuh”, Ruhani Khazain, Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, vol. 19, pp. 13-14).

“Al hacer un estudio de la vida de Muhammadsa, se hará manifiesto a todo lector que el Santo Profeta del Islamsa carecía de ambigüedad en su carácter y poseía un espíritu puro y noble. Siempre estaba dispuesto a dar su vida por Al’lah,  por lo que no depositaba esperanzas en los hombres y no tenía miedo de ellos. Por el contrario, él depositó toda su confianza en Dios. Habiéndose esclavizado por completo a la voluntad y al placer de Al’lah, no le importaba a qué peligros se iba a enfrentar y el sufrimiento al que sería sometido a manos de los idólatras, como resultado de declarar al mundo el mensaje de la Unidad de Dios”.

(“Brahin-e-Ahmadiyya”, cuatro partes, Ruhani Khazain, Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, vol. 1, p. 111).

“¿No es algo maravilloso esto que ocurrió, que en una época en que todas las grandes naciones del mundo poseían abundancia de medios financieros, militares e intelectuales, un huérfano sin dinero, que era indefenso, impotente e iletrado y que no tenía ayuda alguna, trajera al mundo tales enseñanzas resplandecientes que, con sus argumentos concluyentes y pruebas irrefutables, aturdieran a todos sus oponentes? Además expuso los errores y los fallos de los eruditos que en su vanagloria se jactaban de ser grandes filósofos y hombres de sabiduría. A pesar de ser pobre e indefenso, llegó a alcanzar un gran poder, destronó a muchos reyes poderosos y en su lugar instaló a los pobres. Si esto no fue obra de Al’lah, ¿qué otra cosa pudo ser? El hecho de conquistar todo el mundo y sobrepasarles en sabiduría, conocimiento y fuerza, ¿pudo todo eso lograrse sin la ayuda de Dios?”.

(“Brahin-e-Ahmadiyya”, Ruhani Khazain, Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, 4 partes, vol. 1, p. 119).

“Tomad nota de cómo el Profeta del Islamsa permaneció totalmente determinado y firme en su proclama de profetazgo de principio a fin, frente a miles de peligros y una multitud amenazante de enemigos y oponentes. Durante años soportó tales sufrimientos y penas que aumentaban día a día; tantas que llevarían a la desesperación a cualquiera con respecto a creer que podrían alcanzar el éxito. Es inconcebible que un hombre, actuando por motivos mundanos, haya demostrado una resistencia tan prolongada y firme. No solo eso, al presentar su pretensión de profetazgo, incluso perdió el apoyo que había disfrutado anteriormente. El precio que tuvo que pagar por su proclama única fue enfrentarse a cien mil contiendas e invitar a que una multitud de calamidades cayera sobre su cabeza. Fue exiliado de su tierra natal, perseguido con la intención de ser asesinado; su casa y sus pertenencias fueron destruidas y se le trató de envenenar en varias ocasiones. Aquellos que eran sus simpatizantes comenzaron a planear maldades en su contra. Algunos de sus amigos se convirtieron en enemigos. En una época que pareció una eternidad, se enfrentó a dificultades que están más allá de lo que un falso pretendiente e impostor podría sufrir”.

(“Brahin-e-Ahmadiyya”, Ruhani Khazain, Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, 4 partes, vol. 1, pp. 108-109).

“No habría sido posible para mí haber alcanzado esta gracia si no hubiera seguido los pasos de mi señor y amo, el orgullo de todos los Profetas, el mejor de la humanidad, Muhammadsa, el Elegido, la paz  y bendiciones de Al’lah sean sobre él. Todo lo que he logrado, lo he conseguido siguiendo su ejemplo y sé por experiencia verificable y fiable que ningún hombre puede alcanzar a Dios y obtener una profunda comprensión de Sus caminos sin seguir a este Profetasa, que la paz  y  bendiciones de Al’lah sean con él. Ahora, permitidme que os haga saber que la primera cosa con la que se os recompensará, después de haberos sometido completamente a las instrucciones y enseñanzas del Santo Profeta Muhammadsa, es que se os otorgará un nuevo corazón que siempre estará inclinado hacia la verdad; o sea, un corazón que se volverá frío hacia el amor de este mundo material y en su lugar comenzará a anhelar el eterno placer celestial. Habiendo alcanzado dicho deseo, este corazón será apto para recibir ese amor perfecto y puro: el amor de Dios. Debido a vuestra completa obediencia a él, todas estas bendiciones os serán legadas como su herencia espiritual”.

(“Haqiqatul Wahi”, Ruhani Khazain, Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, vol.22, pp. 64-65).

Al’lah dice en el Libro Sagrado acerca de Muhammadsa:

laqad kāna lakum fī rasūlil-lāhi uswatun hasanah

“En verdad, tenéis en el Profeta de Dios un dechado de virtudes”, (33:22).

El Santo Profetasa era un modelo de perfección para todos los seres humanos y una mirada a su vida demuestra claramente que toda ella estuvo dedicada al servicio de Al’lah y al amor hacia la humanidad. Por otra parte, dedicó su vida entera a ser el recipiente de la Guía de Dios, de Sus Bendiciones y de Su Misericordia; y para lograr estos objetivos oró fervientemente a Al’lah. De hecho, oró tanto que sus oraciones cubrieron todos los aspectos de la vida humana. En resumen, Muhammadsa tenía las máximas excelencias morales y fue realmente misericordia para toda la humanidad.

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