18. El Estatus de la Mujer en el Islam
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Es falso decir que el Islam trata mal a las mujeres y no les brinda ningún derecho, o que las considera inferiores a los hombres. Estos malentendidos se deben sobre todo a la falta de conocimiento de la religión islámica y al mal ejemplo de algunas personas que proclaman ser musulmanas, aunque en realidad no actúan de acuerdo con las verdaderas enseñanzas del Islam. La verdad es que, si se estudia tanto el Sagrado Corán como los dichos del Santo Profetasa, resulta bastante evidente que esta religión es la que realmente ha elevado el estatus de la mujer. Por ejemplo, antes de su llegada las mujeres eran vendidas como artículos personales, algunas tribus enterraban vivas a las niñas recién nacidas porque eran consideradas como una maldición para la familia, etc. Sin embargo, el advenimiento del Profetasa y el Islam trajo todo tipo de respeto y honor a las mujeres, y las puso al mismo nivel que los hombres, algo muy sorprendente en una sociedad y un mundo donde las mujeres eran maltratadas en cada esfera de la vida.

En definitiva, en la religón islámica la mujer goza del mismo estatus que el hombre, pues el objetivo de su creación, al igual que su deber para con Dios y para con los seres humanos, son iguales a los del hombre. Por otra parte, el Islam no solo ha hecho posible que las mujeres tengan derecho a la herencia de la propiedad, sino que también les ha dado los mismos derechos que a los hombres, pero no de una manera en la que no se tienen en cuenta los rasgos distintivos de su anatomía y su responsabilidad casi exclusiva en la crianza y cuidado de los hijos.

En la época del Mensajero de Al’lahsa y sus Sucesores o Jalifas, las mujeres musulmanas iban a las mezquitas, realizaban la Peregrinación, ayunaban y de sus bienes e ingresos personales daban limosnas por la causa de Dios; además, acompañaban a los hombres al campo de batalla, proveían agua y atendían a los heridos, y algunas incluso participaron en los combates. Todo esto ocurrió hace más de mil cuatrocientos años, cuando ninguna mujer hubo levantado una sola voz contra su difícil situación en todo el mundo.

El Islam siempre ha proporcionado igualdad de derechos y oportunidades para hombres y mujeres, como apunta el Corán:

in-nal muslimīna wal muslimāti wal mu’minīna wal

mu’mināti walqānitīna walqānitāti was-sādiqīna was-sādiqāti

was-sābirīna was-sābirāti waljāshi’īna waljāshi‘āti walmutasad-diqīna walmutasad-diqāti was-sā’imīna wassā’imāti walhāfizīna furūyahum wal hāfizāti waz-zākirīnal-lāha kazīranwwaz-zākirāti a-‘ad-dal-lāhu lahum-maghfira tanwwa ajran ‘azīmā

“En verdad, los hombres que se someten a Dios

y las mujeres que se someten a Él,

los hombres y las mujeres creyentes,

los hombres y las mujeres obedientes,

los hombres y las mujeres veraces,

los hombres y las mujeres perseverantes en su fe,

los hombres y las mujeres humildes,

los hombres y las mujeres que dan limosnas,

que ayunan y que guardan su castidad,

los hombres que recuerdan mucho a Al’lah y las mujeres que Lo recuerdan mucho: para todos ellos Al’lah ha preparado Su perdón y una magnífica recompensa”, (33:36).

También es falso decir que el Islam no ofrece las mismas oportunidades a las mujeres como a los hombres para buscar el conocimiento y aspirar a lo más alto de cada faceta de la vida, pues tal concepto no existe en la religión islámica.

El Profetasa dijo al respecto:

talabul ‘ilmi farīdatun ‘alā kul-li musliminwwa muslimatin

“Es deber de todo hombre musulmán

y toda mujer musulmana buscar el conocimiento”.

(Ibn-e-Majah, bab fadlul ulama walhath ala talabul ilm musnad al imamul azam, “Kitabul ilm”, p. 20).

Nuevamente, el Sagrado Corán menciona:

huwal-lāzī jalaqa kum-min-nafsinw-wāhida tinw-wa ya‘ala minhā zauyahā li yaskuna ilaihā falam-mā tagash-shāhā hamalat hamlan jafīfan famarrat bihī falam-mā azqalad-da ‘awal-lāha rab-babumā la’in ātaitanā sālihal-la nakūnan-na minash-shākirīn

“Él es Quien os creó a partir de un solo ser e hizo de aquel su compañera,

para que pudiera encontrar consuelo en ella.

Y cuando la ha cubierto, ella concibe y porta una carga ligera con la que camina;

y cuando se hace más pesada, ambos rezan a Al’lah:

‘Si nos das un hijo sano y bueno,

en verdad seremos de aquellos que son agradecidos’”, (7:190).

 Una de las principales objeciones acerca del tratamiento de la mujer en el Islam está normalmente basada en el siguiente versículo:

wal mutal-laqātu yatarab-basna bi anfusihin-na zalāzata qurū’in

walā yahil-lu lahun-na any-yaktumna mā jalaqal-lāhu fi arhāmihin-na in kun-na yu’min-na bil-lāhi wal yaumil ājir wa bu‘ulatuhun-na

a-haq-qu bi rad-di hin-na fi zālika in arādū islāhā walahun-na

mizlul-lazī ‘alaihin-na bil ma‘rūfī wa lir-riyāli ‘alaihin-na darayah

wal-lāhu ‘azīzun hakīm

“Y las mujeres divorciadas esperarán por su parte tres menstruaciones;

y no les es lícito que oculten lo que Al’lah ha creado en su matriz,

si creen en Al’lah y en el Último Día;

y sus maridos tienen preferencia para tomarlas de vuelta durante ese período, siempre y cuando deseen la reconciliación.

Y en equidad ellas poseen derechos similares a los que ellos poseen,

pero los hombres tienen un rango superior a ellas;

y Al’lah es Poderoso, Sabio”, (2:229).

Este versículo es muy claro y en realidad no debería haber ningún problema para entenderlo, porque no está hablando de ninguna preeminencia de los hombres sobre las mujeres. Más bien, significa que a los hombres se les dan más responsabilidades por el hecho de tener que cuidar de ellas y darles toda la protección posible. Hay que destacar aquí que el Corán no está diciendo de ninguna manera que los hombres mandan sobre las mujeres, sino que son sus guardianes y protectores. En este sentido, dicho versículo da aún más importancia a las mujeres que a los hombres. En conclusión, ellas desempeñan diferentes funciones en la sociedad como madres, esposas e hijas, y todos estos papeles son muy respetados y dignos en el Islam.

La mujer como madre.

De acuerdo al respeto, el honor y el estatus de la mujer como madre, el Profeta del Islamsa dijo una vez:

al yan-natu tahta aqdāmil um-mahāti

“El Paraíso yace bajo los pies de vuestras madres”.

(Sunan An-Nisai y “Baihaqi”).

El estatus descrito en esta tradición del Santo Profetasa es un gran reconocimiento para las mujeres. Ninguna otra religión, aparte del Islam, presenta tal elevado estatus de la mujer como madre y ni tan siquiera se acercan remotamente a las enseñanzas del Islam.

Por otra parte, la responsabilidad de cuidar de nuestros padres, una vez que estos alcancen su vejez, que es el momento más difícil de sus vidas, se considera un honor y una bendición, y una oportunidad para crecer espiritualmente. Asimismo, Dios nos pide que no solo oremos por nuestros padres, sino que actuemos con compasión ilimitada hacia ellos, recordando que cuando éramos unos niños indefensos se volcaban enteramente hacia nosotros dándonos prioridad sobre ellos mismos. En este sentido, por ello se honra particularmene a las madres. Además, en el Islam, servir a los padres es una de nuestras grandes responsabilidades y se considera despreciable la actitud de expresar cualquier irritación hacia ellos, puesto que no es su culpa que la vejez sea una etapa difícil de sus vidas y debemos pensar que tal vez un día nosotros también seremos mayores.

Al’lah menciona en el Sagrado Corán:

wa qadā rab-buka alla ta‘budū il-lā iy-yāhu wa bil wālidaini

ihsāna im-ma yablughan-na ‘indakal kibara ahadu humā au kilāhumā falā taqul-la humā uf-finwwa lā tanhar humā wa qul-la humā qaulan karīma wajfid la humā yanā-haz-zul-li minar-rahmāti wa qur-rab-bir hamhumā kamā rab-bayānī saghīra

“Tu Señor ha ordenado:

‘No adoréis a nadie sino a Él y mostrad bondad a vuestros padres;

si uno de ellos o ambos alcanzan la vejez contigo,

no les digas jamás ninguna palabra que exprese disgusto, ni les reproches;

más bien dirígete a ellos con palabras amables”, (17:24).

 “Y haz descender sobre ellos el ala de la humildad y la ternura, y decid:

‘¡Señor Mío, ten misericordia de ellos al igual que ellos me criaron en mi niñez!’”, (17:25).

 Cierta vez, un Compañero del Mensajero de Diossa le preguntó:

“¡Oh Apóstol de Al’lah! ¿A quién debo mostrarle cariño?”.

Y él respondió:

‘an abī hureiratara qāla yā’a rayulan ilā rasūlil-lāhisa faqāla ya

rasūlal-lahasa man a-haq-qun-nāsi bi husni sahābatī qāla

um-muka qāla zumma man qāla um-muka qāla zum-ma man qāla

um-muka qāla zum-ma man qāla abūka wa fī

riwāyatin yā rasūlal-lāhsa man a-haq-qu bi husnis-suhbati

qāla um-muka zumma um-muka zum-ma um-muka

zum-ma abūka zum-ma adnāka adnāka

“Abu Hureirara relata que un hombre se acercó al Profetasa y le preguntó:

‘¡Oh Mensajero de Al’lah!

¿Quién tiene el mayor derecho al trato amable de mi parte?’.

Él respondió: ‘Tu madre’.

‘¿Y después de ella?’, preguntó de nuevo.

El Santo Profetasa dijo: ‘Tu madre’.

‘¿Y tras ella?’, volvió a preguntar.

El Profetasa exclamó: ‘Tu madre’.

‘¿Y después de ella?’, por último preguntó.

Y él respondió: ‘Tu padre’”.

Otra versión es:

 “El hombre preguntó:

‘¡Oh Mensajero de Al’lah! ¿Quién tiene derecho a recibir mi trato más amable?’.

Él respondió:

‘Tu madre, después tu madre, luego tu madre y finalmente tu padre;

y luego tus parientes más cercanos según el orden de cercanía’”.

(Sahih Bukhari, “Kitabul adab”, bab min a-haqqunnāsi bihusnas-suhbati; Sahih Muslim).

La mujer como esposa.

La mujer como esposa goza también de un gran estatus en el Islam como se describe en las enseñanzas del Sagrado Corán y en los dichos del Profetasa.

El Libro Sagrado anuncia:

wa min āyātihī an jalaqa lakum-min anfusikum azwāyal-li taskunū ilaihā wa ya ‘ala bainakum-ma wad-datanwwa rahmāh in-na fī zālika la āyātil-li qauminy-yata fak-karūn

“Y uno de Sus signos es este:

que os ha creado esposas de entre vosotros mismos

para que encontréis la paz del espíritu en ellas

y ha puesto amor y ternura entre ambos.

En eso hay, ciertamente, signos para los hombres que reflexionan”, (30:22).

El Santo Profetasa afirmó una vez:

jairukum jairukum li ahlihī

wa’anā jairukum li ahlī

“Los mejores de entre vosotros

son aquellos que son buenos con sus familias y esposas;

y yo soy el mejor de los que son buenos con sus familias y esposas”.

(Sunan Ibn-e-Majah, “Kitabun nikah”, bab Husni Muasharatin Nisai).

La mujer como hija.

Asimismo, en su papel de hija, la mujer goza de un gran estatus en el Islam y se menciona en los dichos del Mensajero de Al’lahsa:

‘an ‘ā’ishara qālat yā’atnī miskīnatun tahmilubnataini lahā fa at‘amtuhā zalāza tamarātin fa a‘tat kul-la wāhidatin minhumā tamratanw-wa rafa‘at ilā fihā tamratal-li ta’kulahā fastat‘amat habnatāhā fa shaq-qa tit-tamratal-latī kānat turīdu an ta’kulahā bainahumā fa a‘yabanī sha’nuhā fa zakartul-lazī sana‘at li rasūlil-lāhisa faqāla in-nal-lāha qadauyaba lahā bihal yan-nata au a‘taqahā bihā min an-nār

“Hazrat Aishara relata: ‘Una mujer se acercó a mí con sus dos hijas pequeñas. Le di tres dátiles y ella dio un dátil a cada una de sus dos hijas; y estaba a punto de poner el tercer dátil en su boca, cuando sus hijas le pidieron el último dátil. Entonces dividió el dátil en dos partes y dio una parte a cada una de sus hijas. Me gustó mucho su conducta y se la mencioné al Santo Profetasa‘.

Entonces él dijo: ‘Al’lah le concedió un lugar en el Paraíso debido a lo que hizo’;

o exclamó: ‘Dios la liberó del Fuego gracias a ello’”.

(Sahih Bukhari, “Kitabuz Zakat”, bab it-taqun-nara wa lau bi shaq-qi tamratin).

En resumen, el cometido más importante de una mujer musulmana debe ser con Al’lah y a continuación con sus semejantes. Por eso, el Islam le recuerda que su principal responsabilidad es cuidar de su esposo e hijos, aunque no la restringe solamente a ese papel, ya que la mujer tiene derecho a trabajar si lo desea, pero no está obligada a participar en la responsabilidad financiera de la casa. Por otra parte, se le anima a obtener una educación superior para su propio bien y el de su descendencia. Finalmente, la institución del “pardah” (velo) le proporciona una atmósfera de respeto y dignidad, y de ninguna manera ello limita que curse una carrera profesional, lleve un negocio o realice otro tipo de actividad remunerante.

Es una pena que algunos conceptos erróneos sobre el papel de las mujeres musulmanas en la sociedad sean muy frecuentes porque desgraciadamente los “países musulmanes” de hoy en día no practican en realidad las verdaderas enseñanzas del Santo Corán. Por ejemplo, en ciertas sociedades de tradición islámica la educación y la formación de las mujeres se encuentra muy descuidada, lo cual puede deberse a razones políticas, o al hecho de que algunas de esas sociedades viven en una situación extrema, donde las mujeres no tienen tanto acceso a la educación o son privadas de su derecho a la misma. Al carecer de esta herramienta, por desgracia no son conscientes del estatus que el Islam les ha dado y siguen sometiéndose, voluntaria o involuntariamente, a condiciones similares a las de la época anterior a la llegada del Profetasa.

No obstante, dentro de la Yamat Musulmana Ahmadía uno puede ver claramente que las mujeres son muy conscientes de los derechos que les fueron proporcionados por el Mensajero de Al’lahsa. Así que la mayoría de las mujeres áhmadis están bien educadas, son activas en muchas esferas de la vida y mantienen su dignidad a través del Islam. Uno de los más bellos aspectos de las enseñanzas islámicas es que, al definir el papel de las mujeres en la sociedad y al darle dignidad al mismo, las musulmanas se sienten satisfechas en sí mismas, lo cual es es una gran bendición de Dios Todopoderoso.

 (Revista “The Ahmadiyya Gazette”, enero de 2002, pp. 17-19; y “Pathways to Paradise”, publicado por Lallna Imail-lah de Estados Unidos, pp. 37-38).

La segregación de sexos.

En su libro “La respuesta del Islam a los temas contemporáneos” Hazrat Mirza Tahir Ahmadrh, el Cuarto Jalifa del Ahmadíat, ha escrito lo siguiente sobre este tema:

“La gente en Occidente no entiende muy bien el sistema social islámico del ‘pardah’ (velo), que es visto como la segregación entre los dos sexos. El malentendido surge en parte por una aplicación errónea de las verdaderas enseñanzas del Islam en muchas partes del mundo musulmán y del papel negativo de los medios de comunicación occidentales, pues se ha convertido en norma de dichos medios asociar el mal comportamiento de cualquiera que se considere musulmán con el Islam mismo. Por el contrario, jamás asocian la mala conducta de un judío, cristiano, budista o hindú, etc., con sus respectivas religiones.

El mandato islámico de la segregación ciertamente no nace de una actitud retrógrada de las pasadas edades oscuras de la historia. De hecho, la cuestión de la promiscuidad y el libertinaje en una sociedad no tiene relación alguna con el adelanto o atraso en el tiempo en que una sociedad se considere que está. Lo cierto es que las sociedades, a lo largo de la historia, han estado en lo más alto o han descendido a lo más bajo a través de impulsos sociales o religiosos.

Por otra parte, el concepto de la ‘liberación femenina’ no es en absoluto una tendencia progresista de la sociedad humana, pues existe una fuerte evidencia de que tanto en el pasado remoto como en el periodo más moderno de la historia de la humanidad las mujeres, como clase, han tenido una posición muy poderosa y dominante en la sociedad humana en diferentes partes del mundo.

La relación libre y desinhibida en la sociedad entre el género masculino y el femenino no es nada nuevo ni novedoso. Muchas  civilizaciones vinieron y se fueron, y los patrones de comportamiento se mantuvieron oscilando entre un estilo y otro. Las miríadas de tendencias sociales han ido cambiando y se han ido estableciendo en diferentes patrones, solo para experimentar nuevos cambios en cada giro del caleidoscopio. Sin embargo, nunca hemos visto una tendencia fija por la que podamos concluir con certeza que a lo largo de la historia la sociedad viajó de la segregación a la promiscuidad o del confinamiento a la emancipación comparativa y la liberación femenina.

En Arabia, antes del Islam, las mujeres eran tratadas como bienes materiales y se les privaba, entre otras cosas, del derecho a oponerse a sus maridos, padres u otros miembros de la familia. No obstante, hubo algunas excepciones a la regla, pues ocasionalmente una mujer de destacada calidad de liderazgo desempeñaba un papel significativo en los asuntos de su tribu. Por su parte, el Islam cambió todo eso, no debido a un resultado progresivo natural de las tensiones sociales, sino al convertirse en un árbitro de valores. En ese sentido, se dictó un sistema social desde lo Más Alto que no estaba relacionado con las fuerzas que normalmete dan forma a una sociedad.

A través de las enseñanzas de la segregación, la anarquía sexual se interrumpió repentinamente, ya que se estableció el orden en las relaciones entre hombres y mujeres en base a principios morales. Al mismo tiempo, el estatus de la mujer se elevó hasta estándares tan altos, que ya no podían ser tratadas como mercancías indefensas; y se les dio una participación igualitaria en los asuntos de la vida. Por ejemplo, mientras antes se distribuían como bienes de herencia, ahora podían acceder precisamente no solo a la herencia de sus padres, sino también a la de sus esposos, hijos y parientes; además, se les dio luz verde para hacer frente a sus esposos y quejarse si consideraban que se había cometido alguna injusticia; al mismo tiempo podían razonar con ellos y, por supuesto, tenían todo el derecho a discrepar; y no solo podían divorciarse, sino que poseían iguales derechos a divorciarse de sus esposos, si así lo deseaban.

La enseñanza de la segregación debe entenderse en este contexto, pues no fue el resultado de ninguna superioridad masculina, sino una regla a seguir diseñada para establecer la santidad del hogar, crear mayor confianza entre el marido y su esposa, para transmitir templanza a los impulsos humanos básicos en vistas a dominarlos y disciplinarlos; y todo esto a fin de que, en lugar de ser liberados como poderosas tendencias negativas en la sociedad, desempeñen un papel constructivo, al igual que las fuerzas de la naturaleza bien aprovechadas juegan un papel importante en nuestras vidas.

En consecuencia, el concepto islámico de segregación solo debe ser entendido como una medida para proteger la santidad de la castidad femenina y el honor de las mujeres en la sociedad, de modo que se minimicen los peligros de no cumplir con dichos objetivos. Aparte, de acuerdo al Islam, las mujeres deben ser emancipadas de su explotación y no han de desempeñar un papel de meros instrumentos de placer. En definitiva, entre otras cosas, han de tener más tiempo para sí mismas a fin de cumplir con sus responsabilidades respecto a sus hogares y las futuras generaciones de la humanidad”.

(“Islam’s response to contemporary issues”, Hazrat Mirza Tahir Ahmad, 1992, pp. 78-81).

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