6. Trinidad
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Hasta ahora sólo hemos examinado los compromisos existentes

que condujeron a la creación de los mitos de la deificación de Jesús y su supuesto papel en la Trinidad como Hijo de Dios. Pero la tercera persona del dogma cristiano, es decir, el Espíritu Santo, forma parte de un enigma. ¿Por qué no eran suficientes “Dos en Uno” y por qué existió la necesidad de introducir la tercera entidad en esta doctrina fundamental? Desde el punto de vista de la lógica, la tercera entidad no tenía justificación para ocupar lugar en el concepto cristiano de la divinidad. Harnack, un destacado comentarista en esta cuestión, opina que, inicialmente, el cristianismo estaba representado por una diteísmo con Dios y Jesús. Mas tarde fue incluído por la Iglesia, refiriéndose a él como “El Espíritu” para añadir un elemento de divinidad a lo que de otra manera sería un tercer socio falso e inverosímil. Esto también servía como una excelente arma anti-judaica (1). El Rev. K.E.Kirk en su ensayo sobre “La Evolución de la Doctrina de la Trinidad” dice lo siguiente sobre el mismo tema:

“Naturalmente, dirigimos nuestra mirada a los escritores de aquel período para descubrir cuál es la base de su creencia. Para nuestra sorpresa, hemos de admitir que no tienen ninguna. La cuestión tal como se les presentaba no era ¿Por qué tres personas?, sino más bien ¿Por qué no?”

Continúa señalando el completo fracaso de la teología cristiana para ofrecer una justificación lógica de la doctrina trinitaria, y que la triada cristiana podía explicarse esencialmente como un concepto binario al cual una tercera entidad dispar fue encajada a fin de dibujar un cuadro más completo (1).

Creemos que esta entidad evolucionó gradualmente bajo la influencia de los mitos y filosofías paganas anteriores que abundaban en el imperio romano. El intercambio de ideas debió haber movido a los teólogos cristianos a definir la posición del Espíritu Santo. Puesto que existe una evidencia abundante de la existencia de tales creencias y cultos que veían a Dios compuesto de tres entidades en una, no es difícil seguir la pista de la fuente última de la doctrina cristiana de la Trinidad. Después de todo, si dos podían ser uno, ¿por qué no podían tres ser uno también? Corresponde a los investigadores determinar con exactitud cuándo y cómo la tercera entidad de la divinidad cristiana echó sus raíces en la mitología de la cristiandad, pero en este momento queda fuera de la competencia de esta discusión. Aquí, sólo pretendemos examinar lo absurdo de tales afirmaciones, que son rechazadas por completo por el entendimiento humano. La naturaleza humana desdeña las ideas auto-contradictorias y paradójicas.

  1. Harnack, “Constitution and Law of the Church” E.T. p.264

Interrelación en la Trinidad

Cuando tratamos de visualizar la interrelación de los tres componentes de la divinidad cristiana, los únicos escenarios posibles que surgen son los siguientes:

  1. Poseían diferentes fases o aspectos de una sola persona.
  1. Eran tres personas diferentes, que compartían por igual la eternidad entre ellas.
  1. Eran tres personas con algunas de sus características distintas e individualizadas; no compartidas por entero con los demás.
  1. Eran tres personas en una, con características completamente similares y poderes iguales similares, fusionadas entre sí y sin funciones separadas.

Consideremos por separado cada una de estas posibilidades

“Essays on the Trinity and the Incarnation” editado por A.E.J. Rawlison, Longmans, London (1928)

Diferentes Fases o Aspectos de Una Sola Persona

En cuanto a esta posibilidad, no es preciso discutirla con detalle pues difícilmente encontraríamos hoy a un cristiano que creyera que Jesús es un aspecto o una fase de Dios en vez de una persona específica. Los que creen en la Trinidad insisten en que se trata de tres personas diferentes fusionadas en una.

En el momento en que se acepta la idea de una persona que posee aspectos diferentes que se muestran simultáneamente, el concepto de la Trinidad, es decir, tres dioses en uno, se desvanece en el aire, y no queda nada de dicha Trinidad. Sería entonces el mismo Dios Padre quien, motivado por Su Misericordia, moriría por los pecados humanos. En este caso se trataría simplemente de una fase transitoria de la misma persona. Los aspectos no son personas y, del mismo modo, las fases no crean entidades separadas. Cualquier ser humano puede pasar por multitud de estados de humor y etapas, sin tener que dividirse en dos o tres, o más personas. Por tanto, si Dios decidiera morir por causa de la humanidad pecadora, tendría que ser Dios Mismo, y no sus aspectos, quien lo hiciera.

Así pues, en relación con el punto que estamos tratando, el aspecto de Dios que jugó un papel vital en el sacrificio divino por causa de la humanidad pecadora, sólo puede entenderse como la manifestación de uno de sus atributos. Por tanto, si la misericordia de Dios ha de tratarse, por si sola, como una “persona” y a esa persona se le da el nombre de Jesucristo, entonces aquello que murió fue la “misericordia” de Dios. ¡Cuán extraña contradicción que la misericordia de Dios, por piedad hacia la humanidad pecadora, cometiera un suicidio! Ello implicaría que, durante tres días y tres noches, Dios se vio desprovisto de misericordia.

Hemos de recordar que, en este contexto, no se considera a Jesús como una persona separada e independiente, sino como una característica o aspecto de Dios, por el que se convierte en una especie de misericordia personificada. Esta persona, no obstante, permanece como una entidad de Dios, única e indivisible. Por consiguiente, si algo murió durante este proceso, ese algo ha de ser o bien la persona de Dios o bien el atributo de Su misericordia que jugó el papel más fundamental en este episodio. Así pues, no queda otra opción que creer en la muerte de la misericordia de Dios, o en la muerte del mismo Dios Misericordioso.

Multitud de complicaciones surgen de la pretensión de que ciertos aspectos de una persona individual pueden ser eliminados de la existencia, bien temporalmente o bien permanentemente, pero que aun así se mantendría como el mismo hombre vivo. La muerte de una facultad es, de hecho, una muerte parcial de la persona afectada. En un análisis final, la víctima o el perdedor permanecen con la misma entidad individual de la persona.

Diferentes Personas Compartiendo la Eternidad

Si existieran tres personas diferentes compartiendo simultáneamente la eternidad, se plantearía la cuestión de su relación interna. Si existieran, por toda la eternidad, tres personas que fueran un sólo Dios, habrían de tener sus propios egos independientes, de forma que el sufrimiento de uno -si pudiera sufrir- constituyera su propia experiencia personal. Los demás podrían compadecerle, pero no podrían participar realmente en el sufrimiento ni compartirlo. Por supuesto, es casi imposible imaginar los procesos de pensamiento y decisión de Dios, pero la pretensión de que es, en realidad, tres personas moldeadas en una, justifica el esfuerzo de tratar de relacionar sus tres procesos independientes de pensamiento.

Un escenario posible que se le asemejaría sería el de un niño humano nacido con tres cabezas. Esta enormidad podría ser denominada como una sola persona por virtud de poseer un tronco y cuatro extremidades, pero las tres cabezas presentarían un problema a la hora de describir su verdadera naturaleza. Si tal fenómeno de la naturaleza pudiera vivir lo suficiente para ser capaz de hablar y expresarse, sólo entonces podríamos inquirir respecto de lo que estuviera ocurriendo dentro de las tres cabezas. En ausencia de tal conocimiento, sin embargo, declarar que se trata de una persona que comparte tres mentes, o de tres personas que comparten un cuerpo, no es posible.

Es extraño que este aspecto tan importante de la doctrina cristiana no sea explicado, de ninguna forma, en las escrituras. En lo que ser refiere a Cristo y al Espíritu Santo, no hay la más mínima evidencia de que sean presentados como dos personas distintas, que no compartieran los mismos procesos de pensamiento y sentimientos. De otra manera, sería imposible concebir las visiones del Espíritu Santo como distintas de las de Cristo, en particular durante el período en el que Cristo fue confinado a su cuerpo humano.

Las preguntas que, sin duda, surgen, respecto a lo que realmente ocurrió a la persona de Jesucristo durante esa experiencia, en relación con los otros dos componentes de la divinidad cristiana, son las siguientes:

  1. ¿Acaso los otros dos componentes, es decir, Dios Padre y el Espíritu Santo, compartieron conjuntamente, de alguna manera, el cuerpo de Jesucristo, o sus experiencias en relación con dicho cuerpo?
  1. ¿Fue Jesús el único ocupante de dicho cuerpo y como tal no compartió su experiencia en relación con el cuerpo con ninguno de los otros dos componentes de la Trinidad?

Las ramificaciones del primer caso ya han sido discutidas. En el segundo supuesto surge una complicación adicional en lo que respecta a la relación de Jesús, en aquel momento, con los otros dos componentes de la Trinidad. ¿Acaso Jesús se convirtió -por sí mismo- en una entidad completamente separada durante ese período, o permaneció como parte integral de los otros dos componentes, sólo ocupando adicionalmente una morada en forma de cuerpo humano, de manera exclusiva. Entonces tendríamos otra cuestión que resolver:

  1. ¿Estaba su entidad divina totalmente comprendida en su cuerpo humano, o sólo fue proyectada hacia fuera desde la forma común compartida con Dios Padre y el Espíritu Santo, como si fuera un pequeño dedo sobresaliendo del cuerpo de una ameba?

Este escenario nos obligaría a creer que durante esta fase Jesús era más grande que sus dos copartícipes puesto que compartió por igual la forma de existencia con el Padre y el Espíritu Santo, mientras que ellos no compartieron el dedo sobresaliente de su existencia humana. Para hacer las cosas fácilmente comprensibles, intentamos ilustrar las paradojas y absurdos inherentes, mediante la visualización de las distintas situaciones hipotéticas. Desde luego que no pretendemos que estas ilustraciones sean tomadas literalmente por los lectores.

El tema que tenemos que elucidar es si existe una sola persona que posee diferentes atributos o que pasa por distintas fases. Esto nos plantea la cuestión de considerar la proposición de “tres seres en uno” y “un ser en tres”, especialmente desde el ángulo de fases distintas y diferentes una de otra; mostrando la misma persona distintos caracteres y estados de humor. Esta situación ha sido considerada con amplitud en el capítulo anterior. Aquí, sólo es preciso enfatizar el punto de que si una persona o una entidad exhibe fases diferentes, no puede exhibir dichas fases diferentes de forma simultánea, sin que él mismo se divida antes en partes diferentes.

Tomemos, por ejemplo, al agua, en una cierta medida y cantidad. Puede ser convertida por completo en vapor, o en hielo, sin comprometer la unidad de su entidad. Si queremos observarla simultáneamente en estas fases diferentes, tendríamos que dividirla de forma que un tercio sería hielo, un tercio vapor, y un tercio, líquido. Cada forma es diferente de la otra y ninguna comparte las otras dos fases simultáneamente. La cantidad total del agua quedaría repartida en los tres estados, pero el tamaño de cada uno es ciertamente más pequeño que la totalidad de la substancia, y nadie podría declararla “una en tres” y “tres en una”. De manera similar, la encarnación de Cristo en la forma humana de Jesús, manteniendo al mismo tiempo intactos los lazos entre Jesús el hombre y Dios el Padre, es inconcebible.

Todos los seres humanos están formados por los mismos elementos, pero su similitud y semejanza entre sí no los convierten en una sola persona. Son sus características, individualidades y separación de uno y otro las que les dividen en multitud de entidades, a pesar de estar formados intrínsecamente de la misma sustancia. No podemos, por tanto, denominarlos “uno en cinco billones” y “cinco billones en uno”, por mucho que compartan el factor humano.

Examinemos la misma cuestión desde otro ángulo. Si durante un período específico de tiempo, Jesús estuvo separado y era distinguible de Dios Padre, por un lado, y del Espíritu Santo por otro, ¿En qué aspectos se manifestaba esa existencia separada y distinta de Jesucristo? Hay que recordar que hemos de concebir a Cristo tan totalmente distinto y desvinculado del Padre y del Espíritu Santo, que su sacrificio por sus hermanos humanos -quizá deberíamos decir sus hermanos humanos parciales- sea entendido como una experiencia totalmente personal suya. Esto resultaría, evidentemente, en que visualizaríamos a Cristo, en solitario, transfiriendo su mente o sus procesos de pensamiento al cuerpo físico de Jesús y, en otras palabras, viviendo una experiencia que no estaba siendo compartida por los otros dos componentes de la Trinidad cristiana, algo que verdaderamente nos dejaría asombrados.

Personas Diferentes con Caracteres Distintivos Diferentes

Si existieran tres personas con caracteres individuales, no compartidos totalmente por los otros, entonces no podrían considerarse como “Tres en Uno” y “Uno en Tres”. La fusión completa de la Trinidad en Unidad sólo puede concebirse si los caracteres, atributos, funciones y demás facultades poseídas por las tres personas son idénticas para uno y otro, sin ningún aspecto distintivo que separe a uno del otro.

Esto presenta un escenario que, hasta cierto punto, se asemejaría al de unos trillizos idénticos, los cuales, en lo que se refiere a su mente, corazón, sentimientos y funciones orgánicas, se hallarían en una sintonía tan perfecta que la experiencia individual de cada uno sería compartida completamente por los demás. Si esto fuera posible, entonces sería más comprensible una parte de la Trinidad de Dios, el Hijo y el Espíritu Santo. Pero seguiría existiendo el mismo problema en relación con los tres cuerpos que contienen las tres personas idénticas. Esto, desde luego, no es aplicable a la idea cristiana de la Trinidad. A la segunda ojeada uno se ve obligado a visualizar un cuerpo único que posee tres identidades. La identidad de los “trillizos” sólo cabría en consideración si un sólo cuerpo pudiera contener tres personas, lo cual, por sí, plantea diversos problemas. Podría argumentarse, no obstante, que Dios no tiene cuerpo y por tanto no tendría sentido aceptar la sugerencia de la similitud con el cuerpo humano. Desde luego que entendemos plenamente que Dios no tiene cuerpo en términos humanos, pero el problema permanece igual en lo que respecta a la idea de tres seres espirituales como trillizos idénticos, que son individuales como personas pero que son sólo uno en todos los demás aspectos.

Otro problema con el que se enfrentaría la existencia de los hipotéticos trillizos sería su interrelación respecto a la adoración. ¿Acaso se adorarían entre si las personas espirituales de la divinidad “Tres en Uno”? ¿Serían todos receptores de la adoración de su creación sin que exista ningún tipo de ejercicio de adoración mutua?

Si bien encontramos que el Nuevo Testamento menciona repetidamente que Jesucristo adoraba a “Dios Padre” y aconsejaba a los demás hacer lo mismo, no se hace tal mención respecto a que el Espíritu Santo adorase a Dios Padre. Asimismo, tal como lo hace constar el Nuevo Testamento, Jesús nunca exhortó a los demás a que lo adoraran a él o al Espíritu Santo. Resulta intrigante esta ausencia total de referencia a la adoración salvo en el caso de Dios Padre.

Aunque es una práctica común entre los cristianos adorar a Jesús como “Hijo de Dios”, junto al Padre, no existen casos registrados de que alguno de los discípulos de Jesús le hubieran adorado o de que Jesús les hubiera alentado a ello durante su estancia en la Tierra. En el supuesto de que lo hubiera hecho, hubiera dado lugar a multitud de cuestiones sin respuesta. Lo mismo sería aplicable al Espíritu Santo y plantea la interrogación de por qué el Espíritu Santo no precisaba de la adoración de nadie.

El supuesto de que fueran “Tres en Uno” en el sentido de que su ego último o conciencia existencial era única a pesar de estar divididos en tres aspectos o fases, ya lo hemos examinado con cierto detalle. Un ser con esta descripción no puede ser denominado, con lógica, como “tres personas en una”. Además, a los aspectos o fases no se les adora ni lo adora su propio ego central. Para concebirlos como personas separadas han de tener su propia identidad independiente en forma de un ego final que ofrece un punto de referencia a su conciencia como personas. De otra manera la cuestión de denominarse para sí mismos y para los demás como “Yo”, “Tu” y “El”, carece de sentido. La Trinidad cuando se aplica a un ser sólo puede concebirse como atributos y nada más; y en lo que se refiere a los atributos, ciertamente que no quedan limitados a tres. Tanto si los conocemos como si no, Dios puede poseer multitud de atributos.

Para concluir esta discusión, queremos hacer énfasis en que la cuestión de la adoración en relación entre uno y otro sólo puede plantearse si se trata de personas diferentes que no disfrutan del mismo status e iguales características. En ese caso sólo uno sería merecedor de la adoración, siendo los otros -por la lógica de ser inferiores- los que se supone que le adorarían. La respuesta, de nuevo sería aceptable, pero la “Unidad en la Trinidad” desaparecería. No hay camino por el que podamos tener “Tres en Uno” y “Uno en Tres” de forma simultánea.

Esto me trae al recuerdo una anécdota que me gustaría contarles. Se dice que un tal Joha, famoso bufón de la corte, divirtió tanto a Tamerlane durante la época de su invasión de Bagdad, que este decidió llevarle consigo como botín y le nombró jefe de los bufones de su corte. En cierta ocasión, le entraron ganas de comer carne en gran cantidad y compró dos kilos de la mejor carne que encontró en la carnicería y se la entregó a su mujer para le que preparara un delicioso asado, indicándole que era para él y que nadie más lo probara, ni siquiera ella. Por desgracia para él, nada más hubo acabado su esposa de cocinarlo, varios de sus hermanos llamaron a la puerta en una visita inesperada. Fue una sorpresa grata para ella pero que iba a resultar ciertamente ingrata para Joha. El aroma de la carne recién asada era demasiado tentador para que los invitados lo resistieran y lo que siguió era la conclusión lógica. Habiendo dado cuenta del último bocado se despidieron de su preocupada hermana. Sin embargo ésta se las compuso para cuando Joha volvió a casa y preparó una excusa infalible. Cuando Joha, al oler el aroma aún presente, pidió anhelante que le sirvieran los dos kilos de carne, la mujer le contestó, señalando al gato que era el animal doméstico favorito de Joha: “Saca la carne del gato, si puedes. Mientras estaba ocupada en la casa se zampó todo el asado de carne”. Joha cogió al gato y lo pesó en la báscula, observando, sorprendido, que el gato pesaba dos kilos exactos. Entonces se volvió gentilmente a su mujer y le preguntó: “Cariño, desde luego que te creo, pero si esta es mi carne ¿dónde está el gato? y si este es el gato ¿dónde está mi carne?”.

Bromas aparte, permítanme asegurarles que no pretendo afirmar que este tema se base en las enseñanzas auténticas y verdaderas de Jesús. Este tratamiento es un simple ejercicio en el que se pretenden analizar las doctrinas cristianas actuales, que creemos se han desviado una gran distancia de las enseñanzas originales de Jesús.

Habiendo dejado claro que no existe ninguna referencia en la Biblia en la que se constate que Jesús fuera adorado, hemos de considerar la única referencia relacionada con este tema en Lucas 24:52. Muchos afirman que estos versículos proporcionan la evidencia de que Jesús exhortó a sus seguidores a que le adoraran. Sin embargo, los teólogos cristianos contemporáneos son plenamente conscientes de que estos versículos son falsos y no es correcto considerarlos como parte genuina del Evangelio de Lucas.

Volvamos ahora al tema de la práctica común, tanto si está apoyada por la evidencia en los Evangelios como si no lo está. Según la práctica habitual de la mayoría de las sectas cristianas de hoy, Jesús es verdaderamente adorado como “Hijo de Dios”. Sin embargo, todas están de acuerdo en que el mismo Jesús a quien adoran, solía adorar a Dios Padre y sólo a El. A menudo he preguntado -en vano- a teólogos cristianos la razón por la que Jesús debía adorar al Padre si él mismo era una parte inseparable de Dios y estaba fusionado tan completamente con él que se creaba el sentido de la unidad a pesar de existir tres personas. ¿Acaso adoró él alguna vez al tercer componente de la Trinidad, es decir, al Espíritu Santo? ¿Se adoró alguna vez a si mismo? ¿Adoró el Espíritu Santo alguna vez a Jesús? ¿Adoró el Padre alguna vez a los dos restantes? Si no es así ¿Por qué? Tal vez la respuesta a estas cuestiones obligaría a los cristianos a confesar que existe una cierta superioridad de Dios Padre sobre los otros dos componentes de la Trinidad. De ello se deduciría que los tres miembros de la Trinidad no tienen un status idéntico. Por lo tanto serían “Tres en Tres” si realmente fueran tres, pero, ciertamente, lo que no son, es “Tres en Uno”.

A veces, cuando los teólogos cristianos se ven enfrentados con la cuestión de por qué Jesús – a quien consideran el “Hijo” de Dios- adoraba a Dios Padre, afirman que se trataba del hombre quien adoraba a Dios Padre y no el “Hijo” Jesús. Esto nos lleva de nuevo a la discusión que ya hemos debatido antes. ¿Existían dos seres conscientes que poseían el mismo cuerpo de Jesús, uno poseyendo la conciencia humana y el otro la del “Hijo” de Dios? Además ¿Por qué el hombre evitó e ignoró completamente al “Hijo Dios” en él y nunca adoró a Cristo como tal? El mismo hombre-Jesús, el copartícipe de Cristo, debió haber adorado al tercer componente, el Espíritu Santo, cosa que nunca hizo.

La adoración es un acto del cuerpo y de la mente que se expresa a veces en símbolos corporales, pero que siempre permanece como un acto enraizado en la entidad mental y emocional de la persona. Por tanto es preciso determinar quién era el que adoraba cuando Jesucristo adoraba a Dios. Ya hemos tratado del escenario, con todas sus complejidades, en el que Cristo como “Hijo” de Dios es quien adora. A la inversa, si era el hombre el que adoraba a Dios Padre, y si El nunca adoró a Cristo, entonces ¿Por qué los cristianos contravienen este ejemplo sagrado del propio Jesús? ¿Por qué han de adorar a Cristo además de a Dios, cuando Jesús-el hombre nunca adoró a su copartícipe Cristo, a pesar de estar tan cerca de él?.

Personas Diferentes con Caracteres Idénticos

Examinemos una vez más, esta vez desde un ángulo diferente, la fórmula “Tres en Uno” de la Trinidad como tres personas distintas que son absoluta y completamente idénticas entre sí. En este contexto no estamos hablando de una sola persona con aspectos diferentes reunidos en uno sólo, sino de tres formas separadas, semejantes a los trillizos. Un tipo de trillizos que son tan completamente iguales que sus similitudes no acaban en la forma sino que se extienden a todos sus procesos de pensamiento y sentimientos. Participan de igual forma de todos los pensamientos, sensaciones y emociones. En este caso habría que admitir que sobran dos de los tres constituyentes de la Trinidad. Si se eliminaran, no afectaría lo más mínimo al componente restante de la Trinidad, que permanecería siendo completo en si mismo. El Santo Corán plantea también la misma pregunta cuando señala que si Dios decidiera destruir y eliminar de la existencia a ambos, a Jesucristo y al Espíritu Santo, ¿en qué menoscabaría Su Majestad, Eternidad y Perfección, y quién podría evitar que El así actuara? (5:18). Esto implica que todos los atributos Divinos continuarían funcionando eternamente, y, en consecuencia, el concepto de la Trinidad descrito en este contexto se revela innecesario y sin sentido.

Si, no obstante, supusiéramos que las tres personas distintas de la Trinidad realizan funciones diferentes, entonces, obviamente, los tres componentes serían esenciales para la conformación de la divinidad. Sin embargo, en este caso estaríamos hablando de tres dioses que cooperan entre sí y que viven armoniosamente juntos, y como tales sólo podrían ser tratados como “tres dioses en tres” y no como “tres dioses en uno”.

De la misma forma, si se propone que la Trinidad es semejante al caso de una única persona con funciones orgánicas diferentes, todas ellas reunidas en una, entonces, lo que se conserva es la Unidad, no la Trinidad. Aquí no estamos hablando de una persona con funciones orgánicas diferentes sino de tres personas totalmente idénticas, cada una de las cuales realiza las mismas funciones, pero reteniendo su individualidad. Lo que se discute representa el caso de una sola persona con órganos diferentes. Hasta aquí no hay nada ilógico, pero cuando se trata a los órganos como personas por derecho propio y al mismo tiempo se piensa que constituyen una personalidad que es única en su integridad, entonces quedan rotos los límites de la lógica y la discusión se vuelve inaceptable. Ciertamente que los órganos tienen su individualidad, pero esta individualidad es sólo un componente de una personalidad mayor, que no sólo comprende un órgano sino muchos otros. A todos estos órganos reunidos dentro de un hombre se le denomina “hombre” completo. Desde luego que algunos órganos realizan funciones de menor importancia relativa, y el hombre puede permanecer como hombre sin ellos, pero sólo con imperfección. Un hombre perfecto debe poseer todos los órganos que poseen comúnmente los seres humanos y la suma total de dichos órganos le convierte en un hombre perfecto.

Si tomamos el ejemplo de un hombre llamado Pablo, no podemos afirmar que, dado que el hígado, corazón, pulmones y riñones de Pablo tienen su individualidad y sus funciones específicas que cumplir, se trata de personas distintas, completamente identificables con Pablo. La identificación completa sólo sería posible si dijéramos que su función renal es exactamente igual a Pablo en su totalidad y lo mismo se podría decir de sus restantes órganos. Esta proposición requeriría que la ausencia de cada órgano no alterara la naturaleza de Pablo de ninguna forma, o, se pudiera decir que Pablo, sin sus pulmones, corazón, cerebro, riñones etc, habiéndosele extirpado todos sus órganos, seguiría existiendo como un Pablo completo. Esto es así, porque en un análisis final, son exactamente iguales entre sí y la persona de Pablo permanece intacta no importando la ausencia de dichos órganos. Si este es el escenario de “Tres en Uno”, entonces, desde luego que es un error intentar criticar a las creencias cristianas tomando como referencia la lógica. La lógica aplicable en este caso al dogma cristiano actual es la propia lógica de las brujas de Macbeth cuando afirman: “Lo bueno es vil y lo vil es bueno”

Share via