Prefacio
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

La persona de Cristo es de vital importancia para el mundo contemporáneo. Su importancia no está limitada sólo al mundo cristiano sino también a otras religiones principales, el judaísmo y el islam en particular. Si estas poderosas religiones se unieran en un común entendimiento respecto a la naturaleza de la persona de Cristo, su primer y su -prometido- segundo advenimiento, tal entendimiento conduciría a la resolución de muchos de los problemas que confrontan hoy día a la humanidad. Desgraciadamente, incluso los hechos más básicos de la vida de Jesús, su propósito, ideología y persona son absolutamente mal interpretados. Tales religiones tienen, en la percepción de estos aspectos, unos puntos de vista tan contrapuestos, que se hace inevitable una amarga rivalidad entre las mismas.

Cuando examinamos los hechos de la Crucifixión y consideramos lo que ocurrió y por qué ocurrió, la Redención y su filosofía asociada, nos hallamos ante respuestas contradictorias en las diversas fuentes originales. He decidido responder a estas cuestiones únicamente desde un punto de vista lógico. Creo que es la única plataforma, común a todos, que se puede utilizar para un diálogo constructivo y fructífero. De otra manera, cualquier discusión sobre la base de lo que las escrituras particulares presentan, con sus varias interpretaciones, conduciría a un enredo de controversia del que sería difícil escapar.

Han pasado dos mil años y, sin embargo, no se ha alcanzado ninguna solución basada únicamente en las escrituras, que sea igualmente aceptable para todos. El meollo del problema radica en que la fiabilidad de determinadas afirmaciones de las escrituras se complica con sus diversas explicaciones divergentes. De la misma manera, surgen grandes conflictos a partir de la progresión gradual de entendimientos contradictorios en torno al personaje histórico de Cristo. La visión desde una perspectiva histórica suele ser, en general, oscura y nebulosa. Por cualquier standard que se mida, el paso de dos milenios no es un obstáculo ordinario a la hora de percibir sucesos tan distantes como los del tiempo de Jesús. La lógica y razón humana, ayudadas por el conocimiento científico, no tiene credo, color ni religión. Es común a todas las gentes y religiones por igual. La lógica y sólo la lógica puede proporcionarnos la base para el consenso.

Trataré de examinar el problema desde distintos puntos de vista. En primer lugar, comenzaré con el cristianismo, observándolo como lo ven los cristianos, para, a continuación, analizarlo críticamente con la lente de aumento de la razón. Quisiera hacer énfasis, no obstante, que no pretendo ser irrespetuoso de ninguna manera hacia los cristianos o hacia la persona de Jesucristo. Como musulmán que soy, creo en el artículo fundamental de mi fe que afirma la verdad de Jesucristo y lo acepta como un Mensajero especial y honorable de Dios, que mantiene una posición única entre los profetas de Israel. Sin embargo, donde la verdad lo exige, en consonancia con la lógica, el sentido común y el entendimiento humano, no debemos abstenernos en revisar nuestros puntos de vista sobre el cristianismo. Mi propósito no es crear una barrera entre los cristianos y Cristo; al contrario, deseo ayudar a que los cristianos se acerquen más a la realidad de Jesucristo y se alejen del mito creado a su alrededor.

El tiempo distorsiona la realidad en mitos y leyendas. La influencia de tales leyendas sólo sirve al propósito de distanciar al hombre de las realidades de la vida. Como resultado, la fe se vuelve irreal e imaginaria. La verdadera fe, al contrario, se enraiza en las verdades y hechos de la historia, es muy real y suficientemente fuerte para desencadenar cambios significativos en la sociedad humana.

En el intento de entender la fe verdadera y enseñanzas de Jesús, es esencial escudriñar y separar los hechos de la ficción, y la verdad del mito. La búsqueda de la verdad es el propósito último de este ejercicio. Espero que coincidan conmigo y entiendan que no deseo ofender las creencias ni los sentimientos de nadie.

Es esencial una aproximación crítica para salvaguardar al mundo del cristianismo de una desgraciada degradación moral, cuyo curso ellos mismos están viendo que es muy difícil de invertir. De acuerdo con mi observación, los jóvenes actuales están perdiendo rápidamente su fe en Dios. Hubo un tiempo, en el que los científicos se empezaron a alejar de Dios porque pensaban que el entendimiento judeo-cristiano de la naturaleza, descrito en el Antiguo y Nuevo Testamento, no correspondía con la realidad. El conocimiento del mundo y de los cuerpos celestes, y de todo lo que hay más allá, tal como se interpreta del estudio de la Biblia, aparece totalmente alejado de las realidades de los descubrimientos científicos que surgieron a la luz del inicio del Renacimiento. Su divergencia fue aumentando a medida que la ciencia progresaba y el conocimiento humano de la naturaleza sufrió un cambio revolucionario. Esto, entre otros factores, dio lugar, entre los grupos intelectuales de la sociedad, a una tendencia funesta, al descreimiento en Dios. Más tarde, a medida que la educación se fue extendiendo, las grandes universidades y centros de educación se convirtieron en las bases generadoras del ateísmo. El dilema del entendimiento judeo-cristiano del Universo era que existía una contradicción entre la palabra de Dios y la obra de Dios. El argumento en contra de la creencia en Dios, adoptaba la siguiente forma: si Dios es el Creador del universo y todo ello le pertenece, y si El es el Diseñador y Mantenedor de las leyes de la naturaleza, tal como descubrían las mentes humanas estudiosas, ¿Cómo entonces podía El Mismo ser completamente ignorante de dichas realidades?.

Cuando estudiamos el relato bíblico de cómo fueron creados los cielos y la tierra, cómo el hombre fue modelado del polvo, y cómo Eva fue esculpida de la costilla de Adán etc., (dos ejemplos de entre muchas enigmáticas discrepancias entre la palabra y la obra de Dios) nos asombramos y sorprendemos ante las notorias contradicciones entre el origen de la vida en la tierra y el relato bíblico referido en el Génesis.

Tales inconsistencias hicieron que la Iglesia adoptara una postura opresora en los momentos en los que poseía una autoridad política incuestionable. Un ejemplo famoso es la contienda entre la Iglesia y Galileo. Cuando Galileo (1564-1642) publicó sus investigaciones sobre el sistema solar, enfureció a la Iglesia porque tales estudios contradecían la percepción que la Iglesia tenía del sistema solar. Bajo una compulsión extrema, fue forzado a renunciar públicamente a sus descubrimientos científicos (de otra manera hubiera sufrido la muerte por tortura). De todas formas, fue condenado a arresto domiciliario durante el resto de su vida. Sólo recientemente, en 1992, la Iglesia decidió revocar el juicio contra Galileo. Ello aconteció tras largas deliberaciones que duraron doce años, de un comité creado por el Papa Juan Pablo II.

Al principio, el impacto de estas contradicciones no penetró en los sectores comunes de la sociedad y, durante algún tiempo permanecieron restringidas en un círculo cerrado de intelectuales. Sin embargo, con la difusión de la luz del conocimiento secular, la así llamada “luz de las creencias religiosas” fue decreciendo gradualmente hacia una oscuridad relativa. En el primer período del Renacimiento (siglo 15), las actividades de los científicos permanecieron confinadas en sus propios círculos de cultura. No se había establecido aún un contacto más amplio con el público en general, como ocurre hoy día. De esta manera, su ateísmo no tuvo una influencia importante en la sociedad en conjunto. Sin embargo, cuando la educación universal se hizo asequible a la juventud de las naciones más avanzadas, las cosas comenzaron a  cambiar rápidamente en la dirección opuesta a la religión. Luego siguió una época de filosofía y racionalidad. Junto a las ciencias, nuevas filosofías sociales y psicológicas comenzaron a proliferar rápidamente, de forma particular en los siglos diecinueve y veinte. A medida que las nuevas filosofías materialistas se mezclaban con el pensamiento y avance secular, se iban causando estragos en los propios cimientos de la religión, concretamente en la creencia en Dios.

La moral es siempre gobernada y salvaguardada por nuestra creencia en Dios. Si esta creencia es débil, deficiente, o existe algo erróneo en ella, la moral se influencia en el mismo grado. Si, por ejemplo, la creencia en Dios en determinadas personas choca con el entendimiento secular de la naturaleza y los dictados del sentido común; la calidad de la fe en Dios se erosiona de manera lenta y progresiva, y causa un efecto negativo similar en la moral de tales personas. A efectos prácticos, la sociedad se transforma entonces en una sociedad atea, aunque muchos de sus miembros sigan creyendo en Dios. No es difícil examinar esta cuestión y determinar la calidad de la creencia en Dios de una sociedad. Cuanto más débil o deficiente es la fe, tanto más frágil es el dominio que tiene sobre la conducta moral de la gente. Cuando colisionan los dos intereses, la creencia en Dios da paso a los deseos inmorales.

Aplicando este criterio a cualquier sociedad religiosa de cualquier lugar del mundo, podemos extraer conclusiones fiables y correctas. Si ponemos a prueba a la llamada sociedad cristiana, uno puede simplemente preguntarse si los valores cristianos prevalecen en tal sociedad o no. ¿Se comportan, por ejemplo, hacia sus vecinos, tal como los diez mandamientos requieren? ¿En caso de crisis nacionales o en situaciones de guerra aplican los principios cristianos a sus adversarios? ¿Las víctimas inocentes que son agredidas y asaltadas ofrecen la otra mejilla cuando se les golpea en una de ellas? Si no ocurre así, eso es precisamente lo que queremos señalar cuando decimos que la creencia en Dios colisiona con los impulsos y deseos humanos. Si la fe en Dios permanece por encima de todo y los deseos humanos son sacrificados en el altar de esta fe, entonces podemos afirmar con veracidad que sea cual sea la naturaleza de esta creencia, al menos es genuina, sincera y fuerte.

Observar al mundo del cristianismo hoy día y aplicarle este test para juzgar la calidad de su creencia en Dios, se convierte en una experiencia deprimente y desilusionadora. Lo que se ve normalmente es una rebelión declarada contra la creencia en Dios; y, en ocasiones, una sublevación pasiva que no se traduce en negación abierta. Es la contradicción entre la creencia en Dios y la práctica, la que genera la ilusión de que existe una sociedad religiosa de creyentes, cuando la verdad es bastante distinta. Lo mismo es aplicable, en gran medida, a todas las demás sociedades religiosas. Pero en cada caso no es siempre la misma causa la que produce un efecto similar. El caso de cada sociedad ha de ser considerado respecto a los hechos de la misma. Por eso es sumamente importante realizar un estudio analítico genuino, distanciado, frío y riguroso, sobre la naturaleza de las contradicciones entre las creencias de la gente, y su práctica.

Es importante señalar que, en ocasiones, la creencia es, en sí misma, anti-natural y retorcida. Por ejemplo, algunas partes de las enseñanzas del Talmud respecto a los gentiles, o las enseñanzas hindúes del Manu Samarti respecto a los Intocables, son de tal naturaleza que constituye un claro beneficio para sus respectivas sociedades no ponerlas en práctica. A veces, la creencia es en sí misma buena y sería beneficiosa si se practicara, pero la gente se vuelve corrupta y la creencia se abandona por ser demasiado difícil y exigente para ser tomada en serio.

Volviendo a la cuestión del cristianismo, es nuestra proposición, que las creencias cristianas, en sus fundamentos, están en desacuerdo con las realidades de la naturaleza y no cumplen las expectativas humanas basadas en la racionalidad y el sentido común. Con esta perspectiva, era natural que los cristianos se alejaran gradualmente de tomar en serio sus creencias y no permitieran que esas creencias conformaran sus propias vidas.

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