5. ¿Reanimacion o Resurreccion?
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

El escenario de la reanimación de Jesús de entre los muertos presenta diversos problemas. Algunos han sido discutidos ya en el capitulo anterior. Consideremos ahora otros elementos y complejidades.

Lo que nos interesa examinar es la naturaleza de la “mente” de Jesús antes de la Crucifixión y después de su reanimación de entre los muertos. Su mente fue devuelta de nuevo a la vida, tras una pérdida de función de tres días y tres noches. La cuestión es la siguiente: ¿Qué le ocurre al cerebro realmente tras la muerte? En un punto al menos hay consenso entre los expertos médicos cristianos y los no cristianos: si el cerebro permanece muerto durante unos pocos minutos, queda muerto y deja de funcionar para siempre. Tan pronto como cesa el flujo sanguíneo, comienza a desintegrarse. Si Jesús murió durante la crucifixión, se deduce que su corazón dejó de funcionar y de suministrar sangre al cerebro, y que su cerebro murió poco después. Por lo tanto, todo su sistema de soporte vital dejó de funcionar o, de lo contrario, no se le podría considerar muerto. Siendo esto así, nos enfrentamos a un problema realmente intrigante en relación con el entendimiento de la vida y la muerte de Jesucristo.

La muerte de Jesucristo, como ha quedado claro, significaba una salida definitiva de su cuerpo astral, alma o espíritu -como queramos denominarlo-  del armazón físico de su cuerpo humano. Si es así, su reanimación había de suponer el retorno del mismo cuerpo astral al mismo cuerpo físico que dejó atrás tres días y tres noches antes. Tal retorno del alma volvería a recomenzar el reloj de la vida física y a marcar su funcionamiento de nuevo.

Para que tal cosa ocurriera, las células muertas y desintegradas del cerebro habrían de volver de repente a la vida y el proceso químico de degradación tendría que revertirse bruscamente. Ello supone un gran problema y constituye un desafío permanente a resolver por los bioquímicos cristianos. Describir la inversión de todo el proceso químico de degradación del sistema nervioso, está fuera del alcance de la imaginación de los científicos. Si alguna vez ha ocurrido, ciertamente que constituiría un milagro, que desafiaría a la ciencia y se burlaría de las leyes de la Naturaleza creadas por el mismo Dios, pero un milagro así dejaría todavía sin respuesta el problema que estamos tratando.

Tal reanimación significaría no sólo el restablecimiento de las células del sistema nervioso central, sino también su síntesis. Incluso si las mismas células fueran reconstruidas y devueltas a la vida de la misma forma que tenían antes, serían -de hecho- células privadas de toda memoria anterior. Tendrían que ser re-fabricadas, rellenadas de todos los datos significativos de la vida de Jesús que fueron borrados de su cerebro tras la muerte de su mente.

La vida, tal como la entendemos, consta de una conciencia rellena de información, que es mantenida por miles de millones de neuronas contenidas en el cerebro. Esta información esta subdividida en grupos más complejos -e interrelacionados- de información computarizada que se recibe a través de cada uno de los cinco sentidos. Si se borran todos los datos, la vida misma queda destruida. Por lo tanto, el restablecimiento de la mente de Jesús supondría la construcción y fabricación de un nuevo cerebro computarizado con una colección completa de “software”. Esta complejidad sería también aplicable a la química del resto del cuerpo de Jesucristo. Para revivir el cuerpo, tendría que ponerse en marcha un proceso colosal de reconstrucción química tras recuperar todo el material perdido en el proceso de putrefacción. Habiendo tenido lugar tan gran milagro, surgiría a continuación la pregunta de quién fue resucitado y con qué fin. ¿Es el hombre en Jesús o es el dios en él? Es por esto por lo que insistimos en la importancia de entender la personalidad de Jesús.

Siempre que Jesús vacila o fracasa en mostrar su superpoder como “Hijo de Dios”, los cristianos se refugian en el argumento de que falla como hombre y no como Dios. Por lo tanto tenemos pleno derecho a cuestionar y a exigir que se defina claramente qué parte de él era hombre y qué parte era dios. La duda en el hombre-Jesús requiere una mente humana enteramente separada, como entidad, de la divinidad en él. Cuando fue revivido el cerebro, fue revivido el elemento humano de Jesús porque la entidad “divina” de Jesús no requería un cerebro material que la soportara. Para la entidad “divina” sólo le sirvió de receptáculo durante su estancia previa en la tierra, como ocurriría en el caso de un médium espiritual. Por tanto la reanimación sólo implicaría el restablecimiento del hombre en él, sin el cual el retorno de su espíritu al mismo cuerpo hubiera resultado imposible.

Si este escenario no es aceptable, entonces nos enfrentaríamos a otro grave problema al tener que atribuir a Jesús dos mentes independientes durante su estancia terrenal, una humana y otra divina. Las dos cohabitarían en el mismo espacio, pero serían independientes y sin relación entre sí. Si esto fuera así, el asunto de la reanimación habría de ser re-examinado para poder entender claramente su naturaleza. En este escenario, no es preciso concebir como algo esencial la reconstrucción del cerebro humano como asiento de la mente humana, bastaría con imaginar a Jesús volviendo a visitar a un cráneo conteniendo los restos degradados del cerebro de su anterior huésped humano.

Cuanto más profundamente nos adentramos en este problema, aparecen nuevos y mayores conflictos en cada nivel que se investiga. La mente del hombre exige un cerebro como herramienta fundamental de su proceso de pensamiento. En lo que respecta a las funciones del cuerpo físico, si creemos que la mente es una entidad separada que vive autónomamente, ello supondría que la mente y el alma son la misma cosa. Cualquiera que sea el nombre con el que la denominemos, tanto si la llamamos mente como si la llamamos alma, debe ser considerada capaz de vivir separadamente incluso cuando se corta su relación con el cerebro humano. Pero si se le pide que gobierne el cuerpo humano o que se deje influir por lo que acontece en su esfera física, entonces ha de existir una vinculación profunda entre la mente y el cerebro o entre el alma y el cerebro, ya que de otra manera no podrían influir, motivar o controlar los procesos mentales, físicos o sentimentales del hombre. No parece que esto sea discutible.

De aquí nos vemos conducidos a otro serio problema: ¿Acaso el así llamado “Hijo Divino” necesitaba controlar su cuerpo a través de un cerebro? ¿Dependía de un cerebro físico para sus procesos de pensamiento? Si transcendía todas las limitaciones humanas y si poseía un sistema independiente de procesos de pensamiento, único en él, sin paralelo en todo el universo de la creación, entonces, el retorno de alma de dios al cuerpo humano, junto con el de la mente del hombre, reconstruye una situación estrafalaria de una personalidad dual con dos procesos de pensamiento en conflicto, puesto que es imposible que la mente humana y el alma humana se encuentren en plena coincidencia con la mente de dios y de su ser. Existiría una constante variación en los dos procesos de pensamiento con irritantes choques de ondas cerebrales. Tal caso habría de ser tratado por un psiquiatra super-humano. Sería tal vez una nueva variedad de esquizofrenia espiritual.

Habiendo dicho esto, reconstruyamos el escenario completo desde un ángulo diferente. Tras haber estudiado el cristianismo en profundidad, he llegado a la conclusión de que existe un grado de confusión en el entendimiento de ciertos términos, y su aplicación -sin entender plenamente sus implicaciones-  a situaciones donde no tiene realmente justificación emplearlos. La ideología cristiana esta repleta de este tipo de confusión y de terminología mal aplicada. “Reanimación” es un término y “Resurrección” otro, y ambos tienen un significado distinto. Hasta ahora hemos usado a propósito el término “revivir” o “reanimar” cuando hemos discutido la posibilidad de que Jesús volviera de nuevo a la vida. Como hemos visto claramente en la discusión anterior, “revivir” significa retornar a todas las funciones vitales del cuerpo humano tras la muerte. Sin embargo, la “Resurrección” es un fenómeno completamente distinto.

Desgraciadamente, la Iglesia cristiana en todo el mundo ha sido la responsable de crear la confusión en la mente de los cristianos por el mal uso de estos términos al intercambiar uno y otro, o, al menos, al atribuir el significado de uno al otro. La mayoría de los cristianos entienden la resurrección de Jesucristo como un nacimiento nuevo de su cuerpo humano, que había abandonado en el momento de su supuesta muerte. Desde luego que no estamos de acuerdo con ello y mantenemos nuestro derecho a describirlo como un estado de coma profundo y no como la muerte. De ser entendido y aplicado correctamente, la resurrección de Jesús no puede significar el retorno de su alma al mismo cuerpo humano que había abandonado en el momento de la muerte. El término “resurrección” únicamente significa la creación de un nuevo cuerpo astral. Tal cuerpo es de naturaleza espiritual y funciona como una especie de soporte para una alma enrarecida que está en su interior. Es creado para la continuación, hacia la eternidad, de la vida después de la muerte. Algunos le llaman cuerpo sideral y otros le llaman “athma”. Cualquiera que sea el nombre que se le aplique, su nombre esencial es el mismo: el término resurrección se aplica a la creación de un cuerpo nuevo para un alma que es etérea en su naturaleza y no, repetimos, no, para el retorno del alma al mismo cuerpo desintegrado que dejó previamente.

San Pablo habla extensamente en estos mismos términos sobre la resurrección de Jesucristo. El no creía sólo en la resurrección de Jesucristo, sino en la resurrección en general de todos aquellos que morían y eran considerados por Dios como merecedores de una nueva existencia y una nueva forma de vida. La personalidad del alma permanece la misma pero su destino es el que cambia. Según San Pablo, se trata de un fenómeno general que ha de ser aceptado, ya que de otra forma no quedaría ningún significado válido para el cristianismo o para la religión en general.

La carta de San Pablo a los Corintios merece ser estudiada en profundidad porque es fundamental para el tema en cuestión. No queda resquicio para la duda, al menos en mi mente, que siempre que habla de que Jesús es visto vivo después de la Crucifixión, habla claramente y sin ambigüedad de su resurrección y sólo de resurrección, y nunca cruzó la idea por su mente de que el alma de Jesús hubiera vuelto a su cuerpo mortal y que fuera resucitado de entre los muertos en términos físicos ordinarios. Si mi entendimiento de San Pablo no es aceptable para algunos teólogos cristianos, éstos tendrían que admitir que San Pablo se contradice notoriamente a si mismo, pues al menos en algunos de sus relatos sobre la nueva vida de Jesús, no deja sombra de duda en el hecho de que él entendía la nueva vida de Jesús como resurrección y no como la revitalización del cuerpo humano en el que se dice que su alma estuvo encerrada.

A continuación exponemos algunos de los pasajes más significativos, que hablan por si mismos:

Y Dios que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros por su poder (Corintios 1,6:14)

Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria. Se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Pues si hay un cuerpo animal, también lo hay espiritual. (Corintios 1,15: 42-44)

Porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es preciso que lo corruptible se revista de incorrupción y que este ser mortal se revista de inmortalidad. Y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: “La muerte ha sido absorbida por la victoria” (Corintios 1,15: 52-54)

Pero confiamos y quisiéramos más partir del cuerpo y morar junto al Señor (Corintios 2,5:8)

El problema que queda por resolver es el que surge de la referencia de San Pablo al relato de los primeros cristianos sobre cómo fue visto vivo Jesús al poco tiempo de la Crucifixión. Si San Pablo entendió que Jesús hubo resucitado, podría, en efecto, tener razón, y su “visión” personal de Jesús o la comunión con él podría explicarse en términos de resurrección, al igual que el alma visitante de una persona muerta que llega desde el otro mundo, adopta una apariencia muy similar a la forma y figura previa a su muerte. Pero en este punto parece existir confusión en lo que respecta a la mezcla de dos tipos de evidencia. En primer lugar es preciso considerar la primera experiencia de los discípulos y la de aquellos que le amaron y le veneraron, aunque no se iniciaran formalmente en el cristianismo. Tal evidencia parece haber sido malentendida por San Pablo, pues habla claramente de Jesús en su forma humana, con un cuerpo material que no puede interpretarse como resurrección. Para probar esto basta con que nos fijemos en el episodio en el que Jesús sorprende a algunos de sus discípulos:

Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?. Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿tenéis algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos. (Lucas 24:37-43)

Este episodio rechaza categóricamente la idea de la resurrección y nos habla de un Jesús deseoso de demostrar claramente que era la misma persona en el mismo cuerpo humano y no un espíritu; ni alguien que no dependiera en lo sucesivo del alimento para sobrevivir. Esto muestra además que los primeros cristianos hablaban de dos cosas diferentes. Siempre que hablaban de la reanimación de Jesús de entre los muertos y se veían afrontados por los escépticos respecto al extremo absurdo de la idea, buscaban refugio en la noción de la resurrección que podía ser explicada con la lógica y la filosofía. Corintios 1 en particular, presenta una excelente oportunidad de estudiar el dilema de colocar los pies en dos barcas distintas.

Finalmente, volviendo a la evidencia de los primeros encuentros de los cristianos con Jesucristo, no nos queda otra opción que creer que el Jesús que apareció al poco de la Crucifixión a varios de sus discípulos y amigos, el que los habló, les acompañó y se alejó gradualmente de la escena de la Crucifixión, habitualmente en medio de la oscuridad de la noche, no era ciertamente una persona resurrecta sino una persona a la que sólo podría considerarse como físicamente reanimada de la muerte o bien alguien que nunca murió porque fue recuperado milagrosamente de un estado próximo a morir. Tan próximo a la muerte, en verdad, que su estado podría haberse comparado con el estado de Jonás en el vientre de la ballena. No tenemos la más mínima duda en nuestra mente que esta última opción es la única aceptable.

Para facilitar a los cristianos el entendimiento de nuestro punto de vista, les presentaré un caso similar hipotético. La misma historia se repite hoy día en la vida real. Supongamos que se intenta matar a alguien, crucificándole, y que se supone que, en efecto, aparentemente, muere. Poco después la misma persona es vista moviéndose en los alrededores por sus conocidos, que observan también que su cuerpo físico porta las marcas visibles de la crucifixión. El sujeto es capturado de nuevo por la Ley y presentado ante un tribunal de justicia por parte del ministerio fiscal con el cargo de que se debe actuar de nuevo contra él, ya que, al escapar, de alguna manera, de la muerte en el primer intento, debe ser ejecutada la sentencia que se aprobó en contra suya y debe ser crucificado de nuevo. El sujeto se defiende alegando que ciertamente ya murió una vez y que por lo tanto se cumplió el propósito de la ley, y que ahora que ha sido resucitado de entre los muertos por un decreto especial de Dios, el juicio anterior de condena no debería ejecutarse, ya que estaba disfrutando una vida completamente nueva en la que no había cometido ningún atentado contra la ley. Si el tribunal aceptase su argumento, obviamente no sería castigado de nuevo por un crimen por el que ya había pagado su deuda.

Si tal incidente tuviera lugar en un tribunal de justicia de un país cristiano, con un juez cristiano y un jurado cristiano ¿Qué veredicto piensa el lector que dictarían o que deberían dictar? Si se rechaza el alegato de la persona acusada y es condenada a que sea colgada de nuevo ¿en base a qué argumento sería justificable?

Es evidente, que ningún juez cuerdo, cristiano o no cristiano, ni ningún jurado formado por gente sensata, aceptaría remotamente el argumento de que habiendo muerto ya una vez el acusado, hubiera vuelto de nuevo a la vida. Tal veredicto no encierra prejuicios parroquiales, étnicos, raciales o religiosos. Es de naturaleza universal y ninguna persona en su sano juicio podría pensar en una sentencia distinta a esta. Por lo tanto, el consenso universal del intelecto humano rechazaría el alegato de “resurrección” y solo aprobaría la sentencia de “reanimación” de la muerte. Esto es exactamente lo que ocurrió en el caso de Jesucristo. No se trató de un caso de revitalización ni de resurrección sino simplemente, como lo dictaría el sentido común, un caso de supervivencia.

La vuelta a la vida del cuerpo muerto de Jesús es tan esencial para el cristianismo que es preciso investigar las razones reales que existen detrás de ello. Aparentemente no hay lógica en todo el episodio. ¿Por qué el “Hijo de Dios” habría de elegir retornar a su jaula humana una vez liberado de ella? ¿Cómo puede considerarse como una prueba libre de toda duda el que realmente muriera y luego volviera de nuevo a vivir? Este aspecto ya lo hemos tratado con cierta extensión y no quiero hacer énfasis en el mismo punto, sino que desearía llamar la atención del lector hacia otra cuestión fundamental.

¿Por qué tan absurda idea se enraizó en la teología cristiana y, gradualmente, unos cuantos siglos después de Jesús, llegó a convertirse en uno de los pilares de la fe cristiana, sin el cual todo el edificio de la teología cristiana se colapsaría? Tratemos de proyectarnos nosotros mismos en las mentes de los primeros cristianos que se enfrentaban a un dilema casi irresoluble y comenzaremos a reconstruir las circunstancias por las que el cristianismo adoptó una forma diferente a su realidad. Este camino es quizá la mejor forma de entender, en profundidad, la conformación y modificación del cristianismo.

El hecho crucial que debemos tener en mente es, simplemente, el siguiente: Si Jesús, la paz sea con él, hubiera muerto realmente en la Cruz, entonces se habría convertido en un claro impostor a los ojos del pueblo judío.

Lenguaje Indecente Contra la Gente Sagrada

Tal como hemos mencionado antes, las sagradas escrituras habían predicho que todo falso demandante que atribuyera a Dios cosas que Dios no había dicho, moriría colgado del árbol. Por lo tanto, la muerte de Jesús sobre la Cruz equivalía a la muerte del cristianismo. Es por esto por lo que la literatura religiosa judía auténtica está llena de comentarios sobre la muerte de Jesús sobre la Cruz. Se consideró probado que era una persona falsa, sin sombra de duda, por parte de sus adversarios judíos contemporáneos, en base a esta particular sentencia bíblica. Perdieron todo el respeto hacia su persona y utilizaron contra el un lenguaje tan indecente e insultante, que se hace insoportable su lectura para quienes, como nosotros, amamos a Jesús como un verdadero, querido y santo Mensajero de Al-lah. Uno puede imaginar perfectamente el profundo sufrimiento y agonía de los primeros cristianos que sabían que Jesús era un hombre santo y verdadero mensajero de Dios, a quien se había asignado el status especial de Mesías ¿Cómo podían defenderse contra el ataque de este lenguaje indecente, que cuando se lee hoy en el contexto presente, nos trae a la mente la fea imagen de Salman Rushdie y su célebre libro “Versos Satánicos”?

Esta ausencia total de respeto por la decencia, en ambos casos, parece surgir de las profundidades de la degradación humana. Las siguientes citas ofrecen al lector una idea de lo que ocurre con todos los valores humanos decentes cuando los furiosos antagonistas de la gente santa deciden convertirlos en objeto de su cólera impúdica, pervertida y deformada.

El Talmud, el libro doctrinal que explica ampliamente todo el conocimiento y creencias del pueblo judío, enseña que Jesús no solo tuvo un nacimiento ilegítimo, sino que fue doblemente culpable a causa de haber nacido como consecuencia de una relación diabólica de María, mantenida durante el período de su menstruación. Se indica que poseía el alma de Esaú, que era un estúpido, un conjurador, un seductor; que fue crucificado, enterrado en el Infierno y convertido en ídolo para siempre por sus seguidores. Los extractos que siguen han sido tomados del libro “El Talmud Desenmascarado”, del Reverendo I.B. Pranaitis.

Lo siguiente se narra en el Folleto Kallah, 1b, 18b.:

“En una ocasión en la que los Mayores se hallaban sentados ante la Puerta, dos jóvenes pasaron por delante y uno de ellos tenía cubierta la cabeza, mientras que el otro la tenía descubierta. Rabí Eliezer señaló que el que tenía la cabeza descubierta era ilegítimo, era un mamzer. Rabí Jehoschua dijo que fue concebido durante la menstruación, ben niddah. Rabí Akibah, sin embargo, dijo que era ambas cosas. A lo cual los otros preguntaron a Rabí Akibah por qué se atrevía a contradecir a sus colegas. Contestó que podía probar lo que decía. Se dirigió a continuación a la madre del niño a quien vio sentada en la plaza del mercado, vendiendo verduras y la dijo: “Hija mía, si me contestas con sinceridad a lo que voy a preguntarte, te prometo que serás salvada en la vida futura”. Ella pidió que jurara mantener su promesa, y Rabí Akibah así lo hizo -pero sólo con sus labios, ya que en su corazón invalidó su juramento. Luego dijo: “¿Dime qué clase de hijo es este hijo tuyo?”. A lo cual respondió: “El día en que me casé me encontraba menstruando y por ello mi marido me dejó. Pero un espíritu maligno vino y durmió conmigo, y de esta relación me nació mi hijo”. Así quedó probado que este joven no sólo era ilegítimo sino que también fue concebido durante la menstruación de su madre. Y cuando los que preguntaban oyeron esto, declararon: ¡”Grande ciertamente era Rabí Akibah cuando corrigió a sus Mayores”! Y exclamaron: “¡Bendito sea el Señor Dios de Israel, que reveló este secreto a Rabí Akibah, el hijo de José!”

Que los judíos entendieron que esta historia se refería a Jesús y a su madre María, queda claramente demostrado en su libro Toldath Jeschu (“La Generación de Jesús”) en el cual se narra en casi las mismas palabras el nacimiento de nuestro Salvador.(1)

  1. “El Talmud Desenmascarado” por el Rev. I.B. Pranaitis, Cap. I, p. 30

Todo lo que hay de decente en el hombre se rebela contra el hedor de la basura amontonada sobre el nombre e imagen santas de Jesús en la literatura de sus hostiles antagonistas. Sin duda alguna Jesús fue concebido por una mujer santa y casta llamada María, y nadie jugó papel alguno en esta concepción salvo los poderes creativos ilimitados de Dios nuestro Señor. La idea de la concepción mediante la relación con el diablo mientras se encontraba menstruando sería aplicable mejor que a nadie a la mente que concibió esta enormidad. Por cierto que ni las santas esposas de la gente sagrada ni siquiera sus madres son perdonadas por las lenguas y las plumas de los pervertidos que escupen veneno y basura al mismo tiempo. Da igual que dicho maniaco viviera hace dos mil años o que haya nacido en el mundo contemporáneo. ¡Cuán sorprendente es que incluso las sociedades actuales más civilizadas puedan cerrar sus ojos ante semejante bestialidad y más bien aprueben tales ofensas flagrantes en el nombre de la libertad de expresión oral y escrita.

El lenguaje de Salman Rushdie, por ejemplo, cuando habla de las santas mujeres del Santo Profeta del Islam, no es distinto al lenguaje empleado contra la santa madre de Cristo:

También se narra en Sanedrin 67 a:

“Esto es lo que hicieron al hijo de Stada en Lud, y le colgaron en vísperas de la Pascua. Pues este hijo de Stada era el hijo de Pandira. Pues Rabí Chasda nos cuenta que Pandira era el marido de Stada, su madre, y que vivió durante la época de Paphus, el hijo de Jehuda”

El autor de “El Talmud Desenmascarado”, el Rev. I. B. Pranaitis, hace el siguiente comentario sobre los versículos antes citados:

“El significado de esto es que a María se la llamó Stada, es decir, una prostituta, ya que, según lo que se enseñaba en Pumbadita, dejó a su marido y cometió adulterio. Esto también esta recogido en el Talmud de Jerusalén y en Maimónides”

“No sabría decir si merecen mayor odio o piedad quienes creen en estas mentiras demoníacas”

Este es, en verdad un grito de dolor que surge del corazón de una víctima indefensa, entristecido por la burla fanática que se hace a su amado maestro. Los cristianos primitivos debieron haber sufrido una mayor agonía y vivido el infierno por la burla de los judíos de su época. Hubieron de sufrir invenciones dirigidas no contra alguien cuya memoria hacía tiempo que estaba enterrada en el pasado, sino contra alguien cuya amada memoria se hallaba fresca y viva, y que era amado profundamente por todos los que le habían visto y habían compartido con él algunos de los momentos más bellos de su vida. Debieron sentirse doblemente atormentados, porque no se trataba sólo de la cruel burla que les hería, sino del insulto añadido a la herida del sufrimiento de Jesucristo durante su apresamiento e intento de Crucifixión. Yo sólo deseo que la conciencia cristiana del Occidente libre intente al menos hacer un esfuerzo para entender la agonía y dolor de miles de millones de musulmanes que ciertamente no se sienten menos torturados cuando se emplea un lenguaje similar contra su Sagrado Maestro y sus Compañeros.

Los primeros cristianos tenían que sufrir todo esto a pesar de su conocimiento personal y a pesar de que poseían evidencia concluyente en el sentido de que Jesús se encontraba vivo y que no había muerto en la Cruz como alardeaban los judíos. Ellos mismos habían tratado sus heridas. Le habían visto recobrarse milagrosamente del estado de coma profundo en el que se encontraba cuando su cuerpo les fue entregado, y lo habían visto con sus propios ojos, no con la forma de una aparición o un espíritu, sino con el mismo cuerpo humano frágil que tanto había sufrido por causa de la verdad y que había, no obstante, sobrevivido a la muerte. Hablaron con él, comieron con él, y le vieron moverse paso a paso, noche tras noche, en el mayor secreto, alejándose del escenario de la Crucifixión.

Ascensión

El tema de la Ascensión de Jesús no lo mencionan ni San Mateo ni San Juan en los Evangelios. La falta de mención de un suceso tan importante hace que uno se pregunte por la razón de esta ausencia. Los dos únicos Evangelios sinópticos que hablan de la Ascensión son Marcos(1) y Lucas(2). Sin embargo, investigaciones científicas recientes han demostrado que los relatos contenidos en ambos Evangelios son interpolaciones posteriores. Estos versículos no existían en los textos originales.

El Codex Siniaticus data del 4º siglo y es considerado como el texto completo más antiguo del Antiguo y Nuevo Testamento. Da testimonio del hecho de que los versículos referidos de Marcos y Lucas no estaban incluidos en las versiones originales auténticas sino que fueron ciertamente añadidas por propia iniciativa de algún escriba mucho más tarde. En el Codex Siniaticus, el Evangelio de Marcos finaliza en el capítulo 16, versículo 8. Este hecho está reconocido también en algunas ediciones modernas de la Biblia (3). Asimismo, el Evangelio de Lucas (24:15) en el Codex Siniaticus no contiene las palabras “Llevado al cielo”.

Según el crítico textual C. S. C. Williams, si estas omisiones en el Codex Siniaticus son correctas, no existe referencia, en absoluto, a la Ascensión en el texto original de los Evangelios (4)

  1. Y el Señor, después que les habló, fue levantado a los cielos, y se sentó a la diestra de Dios. (Marcos 16:19)
  1. Y mientras los bendecía se alejaba de ellos y era llevado al cielo. (Lucas 24:51)
  1. Pag. 1024, The Holy Bible, New International Version (1984) de la International Bible Society
  1. Los secretos del Monte Sinaí, la historia del hallazgo de la Biblia más antigua, el Codex Siniaticus, por James Bently, p. 131

Incluso los Testigos de Jehová, uno de los grupos que proponen con mayor vehemencia la “Filiación” de Jesús y su ascensión a Dios Padre, tuvieron que admitir, finalmente, que los versículos de Marcos y Lucas son adiciones sin fundamento en los textos originales (1).

¿Qué Pasó con el Cuerpo de Jesús?

Un examen crítico más cercano desde el punto de vista del sentido común y la lógica, revela nuevos absurdos inherentes a los episodios de la Crucifixión y la Ascensión, tal y como son presentados por los cristianos de hoy. Ya hemos hablado bastante del tema del retorno de Jesús a su cuerpo humano. Solo queremos añadir al tema lo que hubiera ocurrido a dicho cuerpo en el supuesto de que Jesús finalmente ascendiera.

Cuando enfrentamos a los cristianos con la cuestión de qué es lo que le ocurrió al cuerpo de Jesucristo, algunos sugieren que, a medida que ascendía hacia su Padre celestial, su cuerpo carnal se desintegraba y desaparecía en medio de un gran brillo. Esto plantea una cuestión fundamental. ¿Si la salida de Jesús de su cuerpo humano tenía lugar en medio de un suceso tan explosivo, por qué no ocurrió lo mismo en el instante de su supuesta primera muerte? La única referencia que tenemos en la Biblia sobre la muerte de Jesús procede de cuando estaba aún colgado en la cruz y, en palabras de San Mateo: “Abandonó el espíritu”. Aparentemente no ocurrió otra cosa que una suave salida del alma desde el cuerpo. ¿Habríamos de asumir que, después de todo, no murió en la Cruz, ya que de haber abandonado el cuerpo, debió haber explotado de forma similar también en aquella ocasión? ¿Por qué sólo ocurrió la segunda vez que Jesús dejó su cuerpo? Bajo estas circunstancias sólo quedan dos caminos para continuar adelante.

  1. Que la persona de Jesús no permaneció eternamente confinada al cuerpo humano después que su alma volviera a él, y que durante sus ascenso desechó su cuerpo humano y ascendió sólo como un espíritu de Dios.

Este planteamiento no lo apoyan los hechos ni es concebible porque nos llevaría al callejón sin salida de creer que Jesús murió dos veces. La primera vez en la Cruz y la segunda vez en la Ascensión.

  1. Que permaneció confinado dentro de su armazón humano eternamente.

Esta idea no puede ser aceptada por ser absolutamente repulsiva e inconsistente con la dignidad y la majestad de la imagen de Dios.

  1. New World Translation

Por otro lado, tenemos el punto de vista del sentido común: “Sería un error entender la ascensión de Jesús como una especie de antiguo viaje al espacio, y entender que el cielo es un lugar más allá del sol, la luna y las galaxias. La verdad no está aquí ni allí” (1). La confección de esta historia tan estrafalaria, por tanto, sólo pudo estar motivada por el dilema sin solución al que se enfrentaban los cristianos durante el período naciente del cristianismo. Cuando Jesús desapareció de la escena, obviamente surgiría la cuestión de qué había pasado con él. Los primeros cristianos no podían resolver el dilema admitiendo abiertamente que, ya que no llegó a morir nunca, no tenía sentido la cuestión de dónde estaba el cuerpo que dejó atrás y, que, de hecho, su cuerpo le acompañaba durante el curso de su emigración. De esta manera se hubiera resuelto fácilmente el problema de la desaparición de su cuerpo. Pero era una confesión imposible de realizar. Quienes se hubieran atrevido a admitir que Jesús había sido visto vivo y alejándose progresivamente de Judea, se enfrentaban al peligro de ser condenados por la Ley Romana como cómplices del crimen de escapar de la justicia.

  1. The Lion Handbook of Christian Belief, Lion, London (1982) p. 120

Buscar refugio en la invención de una historia como la ascensión de Jesús a los cielos ofrecía una opción más segura, por estrafalaria que fuera la idea. No obstante implicaba un cierto grado de consentimiento con la falsedad. Debemos, pues, rendir tributo a la integridad de los primeros discípulos, quienes, a pesar de este apuro no buscaron refugio en afirmaciones falsas. Todos los escritores de los Evangelios prefirieron guardar silencio sobre este tema en vez de refugiarse tras una cortina de humo de declaraciones confusas. No hay duda de que debieron sufrir la mofa de sus adversarios, pero prefirieron sufrir en silencio.

El silencio misterioso por parte de quienes conocían los auténticos acontecimientos, ha sido sin duda el principal responsable de sembrar la semilla de la duda en las mentes de los cristianos de las generaciones posteriores. Debieron preguntarse: ¿Por qué, después de que el alma de Jesucristo hubiera partido, no hay mención alguna del cuerpo que dejó detrás? ¿Dónde fue y qué le ocurrió? ¿Por qué el alma de Cristo volvió al mismo cuerpo si es que lo hizo? Estas cuestiones vitales y sin respuesta pudieron dar lugar a otras cuestiones ¿Si la revitalización significaba la vuelta al mismo cuerpo, qué le ocurriría a Jesucristo tras el segundo período de su encarcelamiento en el armazón carnal? ¿Permaneció encerrado eternamente en ese cuerpo para no ser liberado nunca de él? Por otro lado, si el alma de Jesús, una vez más, salió del mismo cuerpo, ¿esta resucitación era temporal o permanente?. Si no permaneció encerrado en él ¿qué le ocurrió a su cuerpo tras su segunda muerte? ¿Dónde fue enterrado? ¿Dónde existe mención de ello en los archivos y crónicas?

Parece ser que estas cuestiones, aunque no fueran planteadas al principio, surgieron con fuerza durante los últimos siglos cuando tuvieron lugar intensos ejercicios filosóficos por parte de los teólogos cristianos respecto al misterio de Cristo y todo lo referente a su personalidad. Al parecer, algunos escritores poco escrupulosos intentaron sortear estos problemas interpolando los doce últimos versículos en el Evangelio de San Marco, atribuyéndole falsamente la afirmación de que Jesús había sido visto ascender al cielo en el mismo cuerpo.

Las manos de la invención tampoco respetaron el Evangelio de Lucas, donde la inserción ingeniosa de las palabras “y fue elevado al cielo” en 24:51 sirvió el propósito del interpolador. De esta forma, silenció los interrogantes de una vez para siempre. Al menos un misterio del dogma cristiano quedaba así resuelto, pero ¡ay! ¿a que precio? A costa de todas las cosas nobles que tenían relación con la verdadera imagen santa de Jesucristo. Los hechos de Cristo fueron así sacrificados en el altar de la ficción. Desde entonces, el cristianismo continuó con su transformación, incontrolada e impetuosa, de la realidad a la ficción.

Sabemos con certeza que los judíos estaban descontentos y molestos al no encontrar el cuerpo de Jesucristo (1). Deseaban estar seguros de la muerte de Jesús y para ello necesitaban la prueba universalmente aceptada de la muerte, es decir, la presencia del cuerpo muerto. Su queja, presentada ante Pilatos, muestra de manera evidente su preocupación ante la posible desaparición (2).

La respuesta simple y verdadera, no obstante, radica en que puesto que Jesús no murió de la forma en que se creía, la cuestión de su cuerpo desaparecido era totalmente irrelevante, y, manteniendo su promesa debió dejar Judea en busca de las ovejas perdidas de la Casa de Israel. Obviamente no podía ser visto de nuevo.

El Punto de Vista Musulmán Ahmadía.

El punto de vista musulmán Ahmadía sobre el paradero del cuerpo de Jesús es muy claro, lógico y objetivo. Presenta a Jesús y todo lo que le aconteció a la luz de la verdad, rodeado del halo de su gloria. La auténtica realidad de Jesucristo es tan hermosa que no es necesario crear un misterio que la adorne

  1. Mateo 28:11-15
  2. Mateo 27:62-64

Su sufrimiento en pro de la humanidad pecadora a lo largo de su vida, que culminó con la agonía de la Crucifixión; su liberación de la Cruz tal como le fue prometido por Dios Todopoderoso, Misericordioso y Benefactor, y su posterior emigración en busca de las diez tribus perdidas de Israel. Así entregó el mensaje de Dios no sólo a las dos tribus a quienes se dirigió antes de la Crucifixión sino que lo hizo llegar a todas las demás tribus de Israel cumpliendo así el objetivo de su misión. Fue entonces cuando su ministerio alcanzó su designio final. Estas son las realidades nobles e ilustres de la vida de Jesús.

El fundador de la Comunidad Ahmadía, Hazrat Mirza Ghulam Ahmad de Qadian declaró hace cien años, aproximadamente, que Jesús, un verdadero profeta de Dios, fue liberado de la Cruz, tal como queda reflejado en sus primeros escritos. Por primera vez en la historia del Islam, Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, inspirado por la guía divina, levantó el velo místico que cubría las realidades brillantes de la vida de Jesús. Declaró, ante el resentimiento amargo presente en los rostros de los musulmanes ortodoxos, que Jesús no había muerto en la Cruz ni había ascendido corporalmente al Cielo, sino que había sido liberado vivo de la Cruz, de manera milagrosa, de acuerdo con la promesa divina. Posteriormente emigró en busca de las ovejas perdidas de la Casa de Israel, tal como previamente él mismo había prometido. Siguiendo la ruta más probable de emigración de las tribus israelitas, podemos asumir con seguridad que debió haber viajado a través de Afganistán, camino de Cachemira y otras partes de la India donde existían informes sobre la presencia de tribus israelitas. Hay una evidencia histórica muy importante que señala que los pueblos de Afganistán y Cachemira proceden de las tribus judías que emigraron a estos lugares. Hazrat Mirza Ghulam Ahmad reveló que Jesús murió finalmente y fue enterrado en Srinagar, Cachemira.

Cuando los áhmadis presentan esta explicación como la solución más verosímil y realista a la desaparición del cuerpo de Jesús del país donde nació, se encuentran a menudo con la objeción de que, incluso aceptando que escapara vivo de la Cruz, parecería irreal que iniciara un viaje tan arriesgado desde Judea a Cachemira. Cuando los áhmadis escuchan este argumento, se preguntan, sorprendidos, qué distancia es mayor ¿la que existe entre Palestina a Cachemira o la que va desde la Tierra a los Confines del Cielo? También se preguntan qué ocurrió con la promesa de Jesús de que iría en busca de las ovejas perdidas de la Casa de Israel. Si partió de Palestina, directamente a sentarse a la diestra del Padre ¿olvidó su compromiso o le fue imposible cumplir la promesa? Es esto lo que ocurrió o, como sugerimos anteriormente, ¿deberíamos entender que las ovejas perdidas de la Casa de Israel habían ascendido anteriormente al Cielo a donde Jesús partió en su búsqueda?

Casos de Supervivencia

A aquellos que encuentran todavía difícil creer en la idea de que Jesús fuera liberado vivo de la Cruz y piensan que esta posibilidad es inaceptable e irreal, queremos llamar su atención al hecho de que si consideramos la historia conocida y documentada de casos de supervivencia humana en situaciones extremadamente peligrosas y arriesgadas, el caso de Jesús, tal como lo hemos presentado, no es raro ni imposible de aceptar. Numerosos casos verificados y con informes médicos de situaciones muy próximas a la muerte, presentan multitud de evidencias en favor de la supervivencia de gente en situaciones casi imposibles.

Un caso perfectamente documentado y digno de mención es el de un maharajá de un pequeño estado de la India de principios de siglo. Se vio sometido a una situación similar, casi imposible, en la que tenía muy escasas posibilidades de sobrevivir. El maharajá en cuestión fue envenenado por su esposa y, cuando su cuerpo estaba siendo quemado por el fuego crematorio, se declaró de repente una fuerte tormenta. Finalmente no solo escapó de la muerte sino que tras una larga batalla legal consiguió reintregarse a su trono. La historia es como sigue:

Ramendra Narayan Roy, Kumar del Estado de Bhowal, con sede en el Tribunal de Distrito de Joydevpur, alega haber sido envenenado y posteriormente declarado muerto y llevado al lugar de cremación para ser incendiado en el mes de mayo de 1909. Las evidencias sugieren que su mujer fue la principal instigadora del frustrado asesinato. Una fuerte tormenta desatada antes de que se completara la incineración hizo que el grupo responsable de quemar el cadáver tuviera que retornar apresuradamente, abandonado el cadáver. Un grupo de sadhus que pasaban por sus proximidades observaron que el hombre estaba vivo. Al día siguiente, cuando los conspiradores descubrieron que el cuerpo había desaparecido, hicieron quemar otro cuerpo para que pareciera que la muerte del Kumar era un hecho consumado.

Los sadhus que le salvaron lo llevaron de lugar en lugar. La experiencia de la muerte inminente había provocado que el Kumar perdiera su memoria, pero la fue recuperando gradualmente y visitó Joydevpur doce años más tarde. El entorno familiar de su ciudad natal consiguieron que recuperara totalmente la memoria. Cuando el Kumar inició un pleito civil ante el Tribunal del Distrito para recuperar la propiedad como dueño y heredero legítimo del Estado de Bhowal, su esposa y otros lo impugnaron. Ambas partes protagonizaron un encarnizada lucha ante los tribunales. Más de mil personas prestaron declaración a favor del Kumar y cuatrocientas lo hicieron en apoyo de su mujer. El asunto principal que se debatió era el relativo a la identidad del Kumar, ya que, según el criterio común había muerto doce años atrás.

El proceso fue ganado por el Kumar tras identificar ciertas marcas en el cuerpo de su mujer que sólo un marido podía conocer. Su territorio le fue devuelto entonces. (1)

Cientos de miles de casos similares pueden haber quedado en la oscuridad, sin que nadie informara sobre ellos. Gracias a los avances médicos modernos y al alcance de los medios de comunicación, muchos casos semejantes quedan hoy registrados y son conocidos públicamente. Si todo esto es posible en casos de gente ordinaria de todas las clases sociales y todo tipo de religión y entorno moral, ¿por qué no podía ser posible en el caso de Jesús?

Si alguien tuvo la oportunidad de sobrevivir en situaciones desafiantes y casi imposibles, sin duda que Jesús está en la mejor posición a causa de las especiales circunstancias que le rodeaban. Sorprendentemente, sin embargo, los escépticos rechazan la idea de que Jesús sobreviviera al intento de matarlo por crucifixión. No obstante, están inmediatamente dispuestos a creer en un relato mucho más irreal, antinatural y raro sobre su reanimación de la muerte definitiva. Una muerte que duró tres días y noches completos, según afirman.

El mundo de la investigación médica también ha tomado interés en el fenómeno de la cercanía de la muerte. Ha sido llevado a cabo un estudio en el que se han examinado setenta y ocho casos de experiencias de proximidad a la muerte. En el ochenta por ciento de los casos había personal médico presente durante tales experiencias o inmediatamente después de las mismas. Es interesante señalar que el cuarenta y uno por cien de los sujetos informaron que habían sido dados por muertos durante la experiencia de casi-muerte. (1)

  1. The Bowal Case, compilado por J. M. Mitra y R.C. Chakravarty, publicado por Peer & Son, Calcuta.

Si con toda clase de instrumentos a su disposición, los expertos médicos pueden declarar muerta a una persona viva, ¿Hasta qué punto podemos fiarnos del testimonio de un observador angustiado que, al ver a Jesús perder la conciencia, deduce que ha muerto? Es más, cuando después se le ve de nuevo, llegar a la conclusión de que ha sido revivido de la muerte, carece de toda justificación.

  1. La Fenomenología de las Experiencias Cercanas a la Muerte, por Bruce Greyson, M.D. y Ian Stevenson, M.D., A.M. Psychiatry 137:10, Octubre 1980
Share via