El Concilio de Nicea
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

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Introducción

El Concilio de Nicea convocado por el emperador Constantino el Grande en el año 325 DC, fue el primer concilio ecuménico reunido principalmente para tratar la controversia arriana que amenazaba la unidad de la Iglesia. Un estudio sobre este evento muestra cómo, con la llegada de Constantino al poder, además de obtener recursos y libertad para difundir su religión, los primeros cristianos comprometieron algunos de los principios básicos de su fe, muchos de los cuales sirvieron para distanciar al cristianismo de sus orígenes judíos. A continuación examinaremos la irrupción de Constantino hasta el Concilio de Nicea y sus ramificaciones, y el análisis de estos hechos sacará a la luz los efectos radicales que la fe enunciada en Nicea tuvo en el desarrollo futuro de la Iglesia.

Constantino se convierte en emperador

En el año 312 DC, Constantino llevaba ya en guerra con Majencio seis años y ansiaba algo que le prestara apoyo adicional a su causa. Lactancio, un observador cristiano que más tarde escribiría el relato de este evento en su libro Sobre la muerte de los perseguidores, afirmó que Constantino vio un monograma Chi-Rho en una visión en la víspera de la batalla del puente de Milvian, acompañado por las palabras:

“Hoc signo victor eris!” [Con este signo, serás el vencedor]

Que esta visión fuera real o dictada por la ansiedad del momento sigue siendo cuestionable. En cualquier caso, tenía cruces pintadas en los escudos de su ejército y ganó la batalla, convirtiéndose en el Emperador de Roma. Esto inspiró su conversión al cristianismo aunque no fue bautizado entonces. En Milán, en el año 313 DC, emitió un Edicto de Tolerancia para todas las religiones. Pero creyendo que su éxito en el campo de batalla se había logrado gracias a la Divina Providencia, mostró más simpatía con los cristianos, que hasta ese momento habían sufrido persecución esporádica. El emperador dio enormes sumas de dinero para construir basílicas y otras iglesias para ellos, y dio también preferencia a los candidatos cristianos para puestos administrativos. De esta manera, Constantino cerró una era y abrió otra.

Los motivos de Constantino están más allá de la reconstrucción, pero está claro que todavía necesitaba unir el imperio – de este a oeste – y ejercer su influencia en todo el Mediterráneo. Su conversión no lo había apartado de su pasado pagano. El emperador estaba contento con el conjunto de mecenas celestiales. Él creía que la veneración a una deidad era indispensable para la tranquilidad de la comunidad y bien podía haber considerado al Dios cristiano como otro mecenas celestial no incompatible con otros, aunque quizás más poderoso. Mantuvo lazos con el culto Sol Invictus incluso después de su conversión. No fue hasta que estuvo en su lecho de muerte cuando se bautizó finalmente, por si acaso. El culto Sol Invictus adoraba al dios Sol, pero también era aceptado por los seguidores de Orfeo, el sacerdote del Sol, Mitra, o el dios Sol, Apolo. La respuesta fue que los cristianos comenzaron a representar a Jesús (as) disfrazado de Apolo para mantener el favor mientras los judíos rechazaban la creación de lo Divino a través de imágenes de culto, sembrando así la semilla de la división entre cristianos y judíos.

La controversia arriana

En el mundo cristiano de la época, había un pluralismo doctrinal en relación con la naturaleza y el papel de Jesús (as). En particular, existían fuertes puntos de vista a ambos lados de la controversia arriana, que dividía a la Iglesia y amenazaba la unidad del imperio. El arrianismo se originó por Arrio, que había sido alumno del famoso filósofo cristiano Luciano de Antioquía. Arrio presentó una teoría que negaba la eternidad y la divinidad plena de Jesús (as), así que los grupos judeocristianos se apresuraron a decir que ‘el Hijo tuvo un comienzo’, que ‘antes de su generación no existía’ y que ‘había cuando él no estaba’, por lo que ‘se le llama Dios solo de nombre’. (1)

Al otro lado de la controversia, eruditos como Atanasio de Alejandría creían que Jesús (as) había sido demasiado divino para necesitar comer, beber o requerir cualquier otra función corporal. Arrio fue excomulgado de la Iglesia por sus puntos de vista, pero hubo un creciente apoyo al arrianismo que culminó en el Concilio de Nicea en el año 325 DC.

El Concilio

El Concilio debía tener lugar en Ancira, pero por orden de Constantino, que tenía su residencia en Nicea, se cambió el lugar para que él pudiera controlar personalmente el procedimiento. El sínodo se celebró entre el 19 de junio y el 25 de agosto.(2) El Emperador convocó a todos los líderes de la Iglesia con el objetivo de alcanzar un consenso sobre el estatus de Jesús (as).

Se desconoce el número de obispos que asistieron. El número oficial  es 318, según los últimos escritos de Atanasio de Alejandría; posiblemente se trate de un número simbólico basado en el número de siervos de Abraham [Génesis 14:14]. La cifra correcta es probablemente alrededor de 300. En la versión de los eventos expuesta en la Nueva Enciclopedia Católica (3), casi todos eran de la mitad oriental del imperio; más de 100 de Asia Menor, unos 30 de Siria-Fenicia y menos de 20 eran de Palestina y Egipto.

Constantino consideró la cuestión religiosa exclusivamente desde el punto de vista de la conveniencia política. Su interés era asegurar la paz, más que dictaminar un veredicto teológico. Ya había adoptado el Sol Invictus como la deidad del estado, así que si Jesús (as) de alguna manera podría deificarse, sería fácilmente compatible con el Sol Invictus. Como las partes estaban en conflicto, la tarea de decidir el destino de Jesús (as) fue diferido a Constantino, que era teológicamente incompetente y proclive a tomar decisiones por motivos inadecuados. Para él, la deificación de un hombre no le parecía importante. Tenía a su padre Constancio deificado en su muerte y esperaba que se le otorgara el mismo honor en su fallecimiento.

Él se decantó a favor de la deificación de Jesús (as) y exigió que los delegados firmaran la aceptación de lo que se conoce como el Credo de Nicea. Este Credo es la primera definición dogmática de la Iglesia y ha servido como tésera de la ortodoxia cristiana a través de los siglos. Definió las relaciones de Jesús (as) con el Padre dentro de la Deidad como homoousion tot patri (de una sustancia con el Padre) diseñado específicamente para excluir el arrianismo. En sus escritos posteriores, Eusebio de Cesarea explicó que el propio Emperador propuso este término. Los delegados que dieron su consentimiento al Credo fueron invitados a quedarse en Nicea como invitados de Constantino para las celebraciones de su vigésimo aniversario, mientras que los que lo rechazaron fueron desterrados.

Fue una oportunidad para que los cristianos, algunos de los cuales todavía llevaban las marcas de la persecución y que recordaban vivamente los días de sufrimiento, fueran conducidos a las habitaciones imperiales, y se les agasajaran con regalos y cenas con el Emperador en el mismo lugar donde se habían emitido decretos de persecución. No es de extrañar entonces que todos menos dos de los partidarios más firmes del arrianismo (Theonas de Marmarica y Segundo de Tolemaidas) firmaran el nuevo Credo. Los dos ‘disidentes’ fueron exiliados a Illiria. Poco sabían que las acciones de aquellos que firmaron el Credo encadenarían a la Iglesia, aunque con cadenas de oro.

Algunos estudiosos han argumentado que los términos cruciales del Credo no fueron entendidos completamente por todos los signatarios. ‘De una sustancia’ (homousious) era algo ambiguo, ya que para algunos significaba una identidad personal, mientras que para otros significaba una identidad genérica mucho más amplia. Fuera o no un golpe de suerte lo que permitió a Constantino obtener la firma de casi todos los obispos, lo que está claro es que que muchos de los delegados se sintieron incómodos con la decisión que habían tomado. Firmaron el Credo bajo la presión de Constantino y por temor a ser desterrados.

Eusebio de Cesarea, que era hasta ese momento uno de los arrianos más acérrimos, después de la sesión del Consejo extrañamente se mostró dispuesto a aceptar el Credo. En una carta a su casa, sin embargo, escribió que el alcance del compromiso que había tenido lugar iba en contra de los principios fundamentales de su conocimiento de Jesús (as).

Relacionado con esto, A.H.M. Jones (4) escribe:

“Hasta qué punto fueron estos cambios angustiosos para Eusebio de Cesarea se puede ver en una carta que se apresuró a escribir a su Iglesia. Es un documento patético, equívoco hasta el punto de la deshonestidad.”

Otros delegados, como Maris de Calcedron, Theogonis de Nicea y Eusebio de Nicomedia, estaban profundamente descontentos con el resultado. Escribieron al Emperador (5) diciendo:

“Cometimos un acto impío, oh Príncipe, al adherirnos a una blasfemia por miedo a ti.”

Eusebio de Cesarea se hizo amigo de Constantino y estaba dispuesto a hacer buen uso de su patrocinio. Más tarde escribió la vida de Constantino en la se deshizo en halagos hacia el emperador. En su propio libro, La historia de la Iglesia, trazó la línea desde los padres apostólicos hasta el siglo IV y dedicó un capítulo entero (uno de los diez del libro) a la liberación del cristianismo de la persecución por parte del emperador cristiano. En su libro sobre Constantino, expresó una teología sobre el lugar del emperador en el imperio cristiano que, según algunos historiadores modernos, parecía más bien una traición de la naturaleza esencial del Evangelio.

Al comentar sobre el papel de Constantino, AN Whitehead (6) escribió:

“Cuando el mundo occidental aceptó el cristianismo, César conquistó; y el texto recibido de la teología occidental fue editado por sus abogados … En la formulación oficial de la religión, ha asumido la forma trivial de la mera atribución a los judíos y que albergaban una idea errónea sobre su Mesías, pero la idolatría más profunda de un dios a imagen y semejanza de los gobernantes imperiales egipcios, persas y romanos, fue retenido. La Iglesia le dio a Dios los atributos que pertenecían exclusivamente al César.”

Esto tendría profundas implicaciones en la futura filosofía de la Iglesia. Ian Wilson (5) resume la situación sugiriendo que “no pocas personas sintieron que algo del Jesús (as) original y el espíritu de su enseñanza habían sido fatalmente comprometidos.”

Repercusiones

Las repercusiones del credo de Nicea son inconmensurables, ya que Ian Wilson escribe:

“Simplemente enumerar las formas en que los conceptos originales de Jesús (as) y sus enseñanzas fueron adulterados como resultado de las acciones de Constantino y las consecuencias del Concilio de Nicea darían para un libro en sí mismo.”

Roma se convirtió en el centro oficial de la ortodoxia cristiana, la doctrina aceptada era la Trinidad y la desviación de este punto de vista, ahora se consideraba no como una opinión diferente, sino como una herejía punible.

Luego vino la deificación de María. A pesar de que en Marcos 6:3 se hace mención a los hermanos y hermanas de Jesús (as), Hilary de Poitiers y Didymus the Blind of Alexandria otorgaron el título de ‘Ever Virgin‘ (virgen para siempre) a María. La consecuencia lógica de esto fue que en el Concilio de Éfeso en Asia Menor durante el verano del año 431 DC, que se conoció como el III Concilio Ecuménico, y a pesar de la resistencia de Nestorio, entonces Obispo de Constantinopla, se acordó una fórmula de fe que reconocía a María como la Theotokos (Madre de Dios). En 1854, el Papa Pío IX lo convirtió en un artículo de la fe católica para proclamar a María como incapaz de pecar.

Después de Nicea, el destino de los judíos dio un giro a peor. ¡Después de la deificación de Jesús (as), fueron considerados los asesinos de Dios! La tolerancia de Constantino dejó de otorgarse a los judíos, que fueron despojados de muchos de sus derechos como ciudadanos romanos. Con asombrosa rapidez, los cristianos olvidaron los días de penuria y persecución. La Iglesia acató las órdenes de Constantino no solo como permisibles, sino loables. Mientras tanto, a otros cristianos – como los agnósticos, con opiniones poco ortodoxas – también se les negó la libertad que se otorgaba a los paganos. Quemaron su literatura, confiscaron sus bienes y los entregaron, siendo aterrorizados por la Iglesia. En la siguiente generación, ya apenas quedaba rastro de su existencia. Algunos agnósticos lograron ocultar documentos y en consecuencia, se llegó al descubrimiento intacto del recorrido de los manuscritos de Nag Hammadi en los tiempos modernos. Esto, sin embargo, proporciona solo una imagen parcial del pensamiento teológico de la época. El recuerdo del profeta judío cuyo nombre era la nueva religión se perdería para siempre y con él el contexto en el que se difundió el mensaje.

Hubo casos anteriores de compromiso. Después del Edicto de Tolerancia de Constantino, los cristianos, con su nueva libertad, alcance y asociación con Constantino, estuvieron dispuestos a adoptar compromisos para mantener esa posición. En el año 321 DC, Constantino, en honor del dios del Sol, promulgó que en ‘el venerable día del Sol’, los tribunales de justicia y todos los talleres debían cerrarse, por lo que el cristianismo, que anteriormente había observado el Sabbat durante el sábado, asumió el domingo como día de descanso.

Del mismo modo, el cumpleaños de Jesús (as) solía ser observado el 6 de enero, como ocurre todavía en partes de Europa del Este. Sin embargo, tanto para Sol Invictus como para el Mitraísmo, el día religioso o Natalis Invictus se celebraba en el solsticio de mediados de invierno, el 25 de diciembre, por lo que la Iglesia Occidental también adoptó este día.

La aureola de luz que corona la cabeza del dios Sol también se convirtió en el halo cristiano.

Con gran parte de la fe original abandonada, Baigent, Leigh y Lincoln (7) escriben:

“La doctrina cristiana promulgada por Roma en ese momento tenía mucho en común con el culto al Sol Invictus ; y así pudo florecer sin ser molestada bajo el paraguas de de tolerancia de culto al Sol. El cristianismo, tal como lo conocemos, está en muchos aspectos realmente más cerca de esos sistemas paganos de creencias que de su propio origen judío.”

La fórmula distorsionada de la fe promulgada en Nicea sentó las bases para el desarrollo clásico de la teología cristiana trinitaria, diseminando ampliamente las semillas de la ignorancia y del error.

Referencias

  1. La Iglesia cristiana primitiva. P.G. Davis, p.176.
  2. La enciclopedia de la religión. (Macmillan 1987); vol. 4 p.125.
  3. Nueva Enciclopedia Católica. (Mc-Graw Hill 1979); vol. 10, pp. 432-433.
  4. Constantino y la conversión de Europa. Penguin Books, A.H.M Jones; p.137.
  5. Jesús: la evidencia. (Pan Books), Ian Wilson.
  6. Proceso y realidad. (Cambs., 1929), A.N. Whitehead.
  7. El legado mesiánico. (Corgi 1986), M. Baigent, R. Leigh y H. Lincoln.
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