Pruebas obtenidas de los libros de medicina
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
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Una prueba de gran valor en relación con la evasión de Jesús de la cruz, cuya autenticidad nadie puede dejar de admitir, es un preparado médico conocido como Marham-i-Isa, es decir, el “Ungüento de Jesús”, que se halla registrado en centenares de libros de medicina. Algunos de estos libros fueron compilados por cristianos, otros por mazdeístas o incluso judíos, y algunos por musulmanes. La mayoría de ellos son muy antiguos. Las investigaciones demuestran que, al principio, basado en la tradición oral, el preparado llegó a ser conocido entre centenares de millares de personas. Más tarde fue debidamente registrado. En la misma época de Jesús, poco después de la crucifixión, se preparó una obra farmacéutica en latín que dejaba constancia este preparado, y mencionaba que había sido preparado para las heridas de Jesús. Posteriormente, esta obra fue traducida a varios idiomas hasta que, en la época de Mamun-al-Rashid, fue traducida al árabe. Sorprende el resultado de la intervención divina: eminentes médicos de todas las religiones – cristianos, judíos, mazdeístas o musulmanes – han mencionado esta preparación en sus libros, y han admitido que fue preparado para Jesús por los discípulos. Un estudio sobre diferentes obras farmacéuticas demuestra que esté preparado es muy útil en caso de lesiones debidas a golpes o caídas, pues detiene inmediatamente la hemorragia, y al contener también “mirra”, la herida permanece aséptica. El ungüento es también útil en la peste, y es bueno para quemaduras y úlceras de todo tipo.

No obstante, no está del todo claro si el ungüento fue preparado por el mismo Jesús después de haber sufrido los padecimientos de la cruz como resultado de revelación divina, o fue preparado tras consultar con algunos médicos. Algunos de sus ingredientes son específicos, especialmente la “mirra”, que se menciona igualmente en la Torah. En cualquier caso, las heridas de Jesús se curaron en pocos días con el uso de este ungüento. A los tres días estaba recuperado lo suficiente como para poder andar setenta koses a pie desde Jerusalén a Galilea. Por lo tanto, en cuanto a la eficacia de este preparado, basta con decir que mientras que Jesús curó a otros, este preparado curó a Jesús. Los libros que registran este hecho superan el millar. Mencionarlos todos sería demasiado prolijo. Además, dado que la prescripción es célebre entre los médicos que practican la antigua medicina griega, no veo la necesidad de indicar los títulos de todos esos libros. Doy a continuación los títulos de sólo unos pocos que pueden obtenerse aquí.

Lista de libros que contienen una mención del Marham-i-Isa, y una declaración de que el ungüento fue preparado para Jesús, es decir, para las heridas de su cuerpo.

  • Qanun, de Shaikh-ul-Rais Bu Ali Sina, Vol. III, pág. 133.
  • Sharah Al-Qaanun, de Allama Qutb-ud-Din Shirazi, Vol. III
  • Kamil-us-Sanaat, de Ali Bin-al-Abbas Al Majoosi, Vol. III, pág. 602.
  • Kitab Majmua-i-Baqai, de Muhammad Ismail, Mukhatif az Khaqan de pidar Muhammad Baqa Khan, Vol. II, pág. 497.
  • Kitab Tazkara-i-Ul-ul Albab, de Shaikh Daud-ul-Zareer-ul-Antaki, pág. 303.
  • Qarabadin-i-Rumi, recopilado alrededor de la época de Jesús y traducido al árabe durante el reinado de Mamun al-Rashid (ver Enfermedades de la piel).
  • Umdat-ul-Muhtaj, de Ahmad Bin Hasan al-Rashidi al-Hakim. En este libro, se hallan anotados el Marham-i-Isay otros preparados de un centenar, y tal vez incluso más de un centenar, de libros, todos ellos en francés.
  • Qarabadin, en persa, de Hakim Muhammad Akbar Arzani: Enfermedades de la piel.
  • Shifa-ul-Asqam, Vol. II, pág. 230.
  • Mirat-ush-Shafa, de Hakim Natho Shah (manuscrito): Enfermedades de la piel.
  • Zakhira-i-Khawarazm Shahi, Enfermedades de la piel.
  • Sharah QanunGilani, Vol. III.
  • Sharah QanunQarshi, Vol III.
  • Qarabadin, de Ulwi Khan, Enfermedades de la piel.
  • Ilaj-ul-Amraz, de Hakim Muhammad Sharif Khan Sahib, pág. 893.
  • Qarabadin, Unani, Enfermedades de la Piel.
  • Tuhfat-ul-Mo’mineen, al margen de Makhzan-ul-Adwiya, pág. 713.
  • Muhi Fi-Tibb, pág. 367.
  • Aksir-i-A’zam, Vol. IV, de Hakim Muhammad Azam Khan Sahib, Al Mukhatab ba, ba Nazim-i-Jahan, pág. 331.
  • Qarabadin, de Masumi-ul-Masum bin Karam-ud-Din Al Shustri Shirazi.
  • Ijala-i-Nafiah, de Muhammad Sharif Dehlavi, pág. 410.
  • Tibb-i-Shibri, conocido también como Lawami Shibriyya, de Syed Hussain Shibr Kazimi, pág. 471.
  • Makhzan-i-Sulaimani, traducción de Iksir Arabi, pág. 599, de Muhammad Shams-ud-Din Sahib de Bahawalpur.
  • Shifa-ul-Amraz, traducido por Maulana Al-Hakim Muhammad Noor Karim, pág. 282.
  • Kitab Al-Tibb Dara Shakoni, de Nurud-Din-Muhammad Abdul Hakim, Ain-ul-Mulk Al-Shirazi, pág. 360.
  • Minhaj-ud-Dukan ba Dastoor-ul-Aayan fi Aamal wa Tarkib al Nafiah lil-Abdan, de Aflatoon-i-Zamana wa Rais-i-Awana Abdul Mina Ibn Nasr-ul-Atta Al Israili Al-Harooni (es decir, judío), pág. 86.
  • Zubdat-ul-Tabb, de Syed-ul-Imam Abu Ibrahim Ismail bin Hasan-ul-Husaini Al-Jarjani, pág. 182.
  • Tibb-i-Akbar, de Muhammad Akbar Arzani, pág. 242.
  • Mizan-ul-Tibb, de Muhammad Akbar Arzani, pág. 152.
  • Sadidi, de Rais-ul-Mutakalimin Imamul Mohaqq-i-qin Al-Sadid-ul-Kazrooni, Vol. II, pág. 283.
  • Hadi Kabir, de Ibn-i-Zakariya, Enfermedades de la piel.
  • Qarabadin, de Ibn-i-Talmiz, Enfermedades de la piel.
  • Qarabadin, de Ibn-i-Abi Sadiq, Enfermedades de la piel.

Estos libros se han mencionado aquí a título de ilustración. Los científicos, especialmente los médicos, saben bien que en la antigüedad, bajo la dominación musulmana, la mayoría de estos libros eran utilizados como libros de texto en lugares importantes de docencia, donde acudían a estudiar eruditos de lugares tan distantes como Europa. Es un hecho, y no hay en ello la más ligera exageración, que en todos los siglos ha habido millones de personas que han conocido estos libros, y centenares de miles los han estudiado a fondo del principio al final. Podemos afirmar que ni una sola persona de entre los eruditos de Europa y Asia ha ignorado los nombres de al menos algunos de los libros mencionados arriba.

Cuando España, Qastmonia y Shatlirnem[1] eran cunas del conocimiento, la Qanun (Ley) de Bu Ali Sina (Avicena), una gran obra de medicina en la que se incluye la prescripción del Marham-i-Isa y otros libros como el Shifa, Isharat y Basharat, sobre ciencias, astronomía y filosofía, era estudiada con gran interés por los europeos. De igual manera, también se utilizaban como libros de texto obras originales de eruditos como Abu Nasr, Farabi, Abu Raihan Israel, Thabit bin Qurrah, Hunain bin Ishaq, Ishaq, etc. así como sus traducciones de las obras griegas clásicas. Incluso en la actualidad se pueden encontrar en Europa traducciones de sus obras. Dado que los gobernantes musulmanes eran patrocinadores de la medicina, prepararon traducciones de las mejores obras griegas. El Jalifato estuvo durante mucho tiempo en manos de reyes que deseaban la ampliación de los conocimientos en lugar de la extensión de sus dominios. Por esta razón no sólo tradujeron al árabe libros griegos, sino que invitaron también a sabios Pandits de la India y les hicieron traducir libros de medicina y otros libros, recompensándolos espléndidamente. Una de las mayores deudas que les deben los que buscan el verdadero conocimiento es, por tanto, la de que tradujeron los libros de medicina del latín y griego que contenían una mención del “Ungüento de Jesús” y en los que, casi en forma de inscripción, registraban el hecho de que el ungüento había sido preparado para el tratamiento de las heridas de Jesús. Cuando los sabios de la época islámica, como Thabit bin Qurrah y Hunain bin Ishaq quienes, aparte de la medicina, estaban bien versados en la ciencia y la filosofía, tradujeron el Qarabadin (obra farmacéutica), en el que se hace alusión al Marham-i-Isa, conservaron sabiamente, en caracteres árabes, el término Shailikha[2], que es una palabra griega, que significa “doce”, para recordar que el libro fue traducido de un manual farmacéutico griego. Esta es la razón de que en casi todos los libros figure el término Shailikha.

Además, conviene señalar que aunque las monedas antiguas son muy útiles a la hora de aclarar grandes misterios de la historia, los libros antiguos, que han sido conocidos por millones de personas a lo largo de los siglos, y que han sido utilizados como libros de texto en los grandes centros del saber, y aún sirven para ello, son mil veces más valiosos que las monedas y las inscripciones. Y es que, en el caso de las monedas e inscripciones, siempre existe la posibilidad de fraude. Las obras clásicas que, desde el momento de su compilación, han sido conocidas por millones de personas y han sido preservadas y guardadas por todas las naciones, y se siguen conservando incluso en la actualidad, constituyen pruebas mucho más valiosas que las monedas y las inscripciones. ¿Puede alguien nombrar una moneda o inscripción que haya alcanzado más reputación que la Qanun de Bu Ali Sina (Avicena)? En una palabra, el “ungüento de Jesús” constituye una prueba realmente importante para los que buscan la verdad. Si se rechazara, todos los testimonios históricos tendrían que descartarse. Aunque el número de estos libros que contienen una mención del Marham-i-Isa, constituyen alrededor de un millar, e incluso más, ellos y sus autores son conocidos por millones de personas, y quienquiera que no acepte esta prueba patente, clara y firme, debe sentir aversión hacia todo tipo de evidencia histórica. ¿Cómo se puede ignorar una evidencia tan convincente y dudar de un testimonio tan incontrovertible que se extendió por Europa y Asia y que fue el resultado de las declaraciones de filósofos conocidos, judíos, cristianos, zoroastrianos y musulmanes?

Los investigadores justos e imparciales deberían apresurarse a aceptar esta prueba excelente y reflexionar sobre ella. ¿Merece ser ignorada una prueba tan radiante? ¿Por qué hemos de privarnos de la Luz de esta verdad que brilla como el sol? La idea de que Jesús pudo haber recibido heridas antes de su Llamada o en algún momento durante su ministerio, pero no como resultado de la crucifixión, no es nada más que una historia absurda e insensata. Es simplemente absurdo decir que sus manos y pies sufrieron heridas por cualquier otra causa; que pudo haberse caído de un techado, y se hubiese preparado el ungüento para la lesión producida por esta caída. Es absurdo porque antes de la Llamada no tenía discípulos mientras que, al mencionar el ungüento, se habla también de los discípulos. La palabra Shailikha, que significa doce en griego, sigue mencionándose en estos libros. Además, antes del momento de su Llamada, Jesús no era considerado un hombre tan importante como para que se registraran los acontecimientos de su vida. Su ministerio sólo duró tres años y medio y, durante este tiempo, no hay nada escrito sobre ningún accidente o lesión suya, exceptuado el trauma de la cruz. No obstante, si alguien piensa que Jesús recibió estas heridas por alguna otra causa, que presente las pruebas; y es que el acontecimiento de la cruz al que hemos hecho referencia es un hecho que está demostrado y admitido, que no niegan ni los judíos ni los cristianos. Sin embargo, la idea de que Jesús sufriese heridas por alguna otra causa no se basa en ningún dato histórico. Mantener esta idea es desviarse a sabiendas del camino de la verdad. La prueba que hemos presentado no puede rechazarse con tales objeciones absurdas.

Estos manuscritos existen incluso en la actualidad, y yo mismo también poseo un manuscrito del Qanun de Avicena escrito a mano de aquella época. Por tanto, sería totalmente injusto (equivaldría simplemente a matar la verdad) desechar una prueba tan transparente como esta. Deberíamos reflexionar una y otra vez y en profundidad: estos libros siguen todavía en manos de judíos, zoroastrianos, cristianos, árabes, persas, griegos, romanos, así como de alemanes y franceses. También se encuentran en las bibliotecas antiguas de Europa y Asia. ¿Es adecuado apartarse de una prueba como esta, cuyo brillo deslumbra la mirada de la incredulidad? Si estos libros hubiesen sido preparados únicamente por musulmanes, y si hubiesen estado en manos de los seguidores del Islam, tal vez hubiera habido gente que llegara rápidamente a la conclusión de que los musulmanes hubieron registrado falsamente estos hechos en sus libros con el fin de atacar la fe cristiana. Pero esta, aparte de las razones que expondré en breve, es una impresión sin fundamento, pues los musulmanes no han podido ser nunca culpables de una falsificación de esta especie, pues ellos, como los cristianos, creen también que, después de la crucifixión, Jesús subió a los cielos. Además, los musulmanes no creen que Jesús fuese crucificado en absoluto, o que recibiera herida alguna como resultado de la crucifixión. ¿Cómo habrían pues podido falsificar una afirmación que hubiera contradicho su propia creencia? Aparte de esto, el Islam no existía cuando se redactaron estos libros sobre medicina, en latín y griego, y se dieron a conocer entre centenares de miles de personas. Estos libros contenían la prescripción del “Ungüento de Jesús” así como la explicación de que este ungüento fue preparado por los discípulos para Jesús. En el contexto religioso, estos pueblos, es decir, los judíos, cristianos, musulmanes y zoroastrianos, se oponían entre sí. Por lo tanto, el hecho de que hubieran mencionado este ungüento en sus libros, sin tener en cuenta ni siquiera sus creencias respectivas, demuestra claramente que la preparación del ungüento era un hecho tan conocido que no podía ser negado por ninguna comunidad o nación. No obstante, es cierto que, hasta el momento de la aparición del Mesías Prometido, a ninguna de estas personas se les ocurrió aprovecharse de la importancia histórica de este ungüento que había sido registrado en centenares de libros y conocido por millones de personas de diferentes nacionalidades.

No tenemos, pues, otra alternativa que reconocer que Dios lo quiso así, y el destino fijado por Él era que esta arma brillante, y su prueba crucial y decisiva que destruye la creencia sobre la cruz, fuese expuesta al mundo por el Mesías Prometido. Y es que el Santo Profetasa había profetizado que la fe en la cruz no declinaría ni se detendría su progreso mientras no apareciera en el mundo el Mesías Prometido. Era aquel en cuyas manos debía producirse la “rotura de la cruz”. En esta profecía se indica que, en la época del Mesías Prometido, Dios prepararía circunstancias que harían patente la verdad sobre la crucifixión. Después vendría el final, y el credo de la cruz completaría su período de vida, pero no mediante la guerra o la violencia, sino sólo por medios celestiales, en forma de argumentos y razonamientos científicos. Éste es el significado del Hadiz mencionado por Bujari y otras colecciones del Hadiz.

Era pues inevitable que el cielo no revelara estas pruebas y estos elementos conclusivos de evidencia hasta que no apareciera el Mesías Prometido. Y así ha sucedido. Tras la aparición del Prometido los ojos comenzarán a abrirse, y la gente que piensa empezará a reflexionar, pues el Mesías, el Prometido, ha aparecido. Los intelectos se iluminarán; los corazones, estarán atentos; las plumas recobrarán vigor, la gente adquirirá valor, los justos recibirán el conocimiento, y los buscadores obtendrán la razón. Y es que todo lo que brilla en el cielo debe también alumbrar la tierra. Bendito y afortunado sea aquel que comparta esta luz. Al igual que el fruto aparece a su sazón, así la luz desciende en el momento señalado. Nadie puede obtenerla antes de que descienda, ni detenerla una vez que haya bajado. Siempre habrá diferencias y controversias, pero al final prevalecerá la verdad. Esto no es el trabajo del hombre, ni el hijo del hombre tiene poder alguno en ello. Es Dios Quien cambia las estaciones, mueve las horas y convierte la noche en día, y el día en noche. Él ha creado la oscuridad pero ama la luz. Permite que en el mundo exista el Shirk (la creencia politeísta) pero ama el Tauhid, es decir, Su Unicidad. No le agrada que se otorgue Su gloria a nadie. Desde el nacimiento del hombre hasta su desaparición del mundo, la ley divina ha sido apoyar Su Tauhid o Unicidad. El objeto de todos los profetas enviados por Él fue erradicar la adoración del hombre y otras criaturas, y establecer la adoración a Dios en el mundo. Su obligación fue la de hacer que brillara en la tierra la fórmula: [3], del mismo modo que brilla en el cielo. El mayor de ellos es, pues, quien hizo que esta fórmula brillara con esplendor; quien expuso, en primer lugar, la impotencia de los falsos dioses y demostró su inexistencia basándose en la razón y la sabiduría; para más tarde, una vez demostrado todo, dejar como símbolo de su victoria decisiva la declaración [4]. No declaró  como una declaración sin fundamento, sino que proporcionó pruebas y expuso los errores de las falsas creencias, y después, llamando la atención de la gente, declaró: “Mirad, no hay más Dios aparte de Aquél que ha destruido todo vuestro poder y reducido a pedazos vuestro orgullo”. Como recordatorio, pues, de esta verdad demostrada, enseñó el Kalima bendito:

[1] España o Andalucía; Kasmonu o Kastamonu; Satrilnem o Santarem (Autor)

[2] Según el Qanun de Avicena (Al Qannun Fi Al Tibb de Abu Ali Ibn-e’Sina, vol. 3, capitulo 4 sobre ungüentos), el Ungüento de Jesús también ha sido conocido como Mahman Dashlika, Marham-ul-Hawariyyin y Marham-ur-Rusol, y contiene doce ingredientes que corresponden a los doce discípulos. (Editores)

[3] Nadie sino Al-lah es digno de adoración. (Traductor)

[4] Nadie merece ser adorado sino Al-lah y Muhammad es el Mensajero de Al-lah (Traductor)

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