Conclusión
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Queremos dirigir la atención de la audiencia hacia una grave injusticia del mundo occidental hacia el Islam. Como ha quedado bien demostrado, en relación con las enseñanzas del Corán y las ordenanzas del Santo Profetasa, sólo se puede describir al Islam como una religión de paz. Abarca todos los aspectos de la vida humana y ofrece un mensaje de paz a sus seguidores en su relación con los otros seres humanos, así como en su relación con Dios. Sin prejuicios y sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que ninguna otra religión hace tanto hincapié en la paz, ni siquiera en parte, como lo hace el Islam. Aunque los seguidores de otras muchas religiones hacen declaraciones similares, aquí estamos hablando de una afirmación plenamente respaldada por los mandamientos contenidos en las Sagradas Escrituras. Sin embargo, sería un gesto muy bien acogido y apreciado que todas las religiones hicieran el mismo hincapié en el papel de la paz en los asuntos humanos, pues se podría forjar una esperanza para el futuro de la humanidad. En ese caso, la principal responsabilidad de los líderes religiosos de todas las religiones del mundo debería ser llevar el precioso mensaje de la paz que tanto necesita la humanidad hoy en día.

No obstante, por desgracia, incluso los partidarios del Islam lo presentan como una amenaza para la paz internacional al promover el terrorismo en nombre de Dios y en nombre del Santo Profetasa del Islam, que fue la personificación de la paz. Si Occidente presenta al Islam como una religión del terror y de privación de los derechos humanos fundamentales, no es suya toda la culpa. La comparte en gran medida, por no decir menos, el clero de las diferentes confesiones musulmanas. Hablar de la supremacía religiosa en todas las demás áreas de interés humano y afirmar al mismo tiempo que el Islam rechaza rotundamente el concepto de los derechos humanos aceptado a nivel internacional, es suficiente para mancillar la imagen del Islam.

Al margen de que las Sagradas Escrituras de otras religiones hayanpresentadoonoelconceptoidealdepazuniversal, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que todas las religiones parecen estar inclinadas hacia ese ideal. Esto asienta las bases para un esfuerzo concertado por parte de los líderes religiosos del mundo para trabajar conjuntamente por la paz mundial. En vez de resaltar las diferencias mutuas, sería mucho más conveniente y ventajoso que los líderes religiosos pusieran de relieve los puntos comunes. Estamos seguros que esto sería aceptado como factor de unión entre todas las confesiones religiosas y llevaría, en consecuencia, a la unificación de toda la raza humana, al margen del país, credo o color a que pertenezca. Si las religiones no emprenden esta tarea, nadie más será capaz de hacerlo, pues ésta es la única fuerza capaz de trascender las barreras nacionales, geográficas y raciales.

Con este serio llamamiento a los líderes de las religiones del mundo, finalizamos este breve tratado, esperando lo mejor. La búsqueda de la paz es una cuestión de supervivencia humana y, como tal, no debe tomarse a la ligera.

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