Introducción
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

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Quiero aclarar a quien se haya afiliado a mi Comunidad, que una promesa verbal carece de valor si no se cumple con sincera disposición. Así pues, sólo quien siga fielmente mis enseñanzas, entrará en esta casa mía a la que Dios ha prometido una protección:

«Protegeré a cuantos se encuentren entre los muros de tu casa.»

Esto no se refiere solamente a los que habitan en mi casa de ladrillos y barro, sino también a los que siguen fielmente mis enseñanzas, los cuales viven dentro de mi casa espiritual.

Para cumplir mis enseñanzas es necesario creer en un solo Dios, el Todopoderoso, Sustentador y Creador del Universo; El que subsiste desde siempre y es Eterno e Inmutable en Sus atributos, que no engendra ni fue engendrado y está libre de crucifixión, sufrimiento y muerte; Quien está cerca a pesar de estar lejos y está lejos a pesar de estar cerca y Quien siendo Uno y Único, muestra múltiples manifestaciones.

Aquellos que experimentan un profundo cambio en sus vidas, descubren a un Dios nuevo, que les revela nuevas manifestaciones. Observan en Dios una transformación simultánea a su propia transformación; pero no es Dios Quien cambia, pues es Invariable y Perfecto en Sus atributos: es una nueva manifestación de la divinidad que se revela al hombre cuando éste se transforma para purificarse. A medida que progresa espiritualmente, más poderosa es la manifestación que recibe de Dios, siendo extraordinarias las manifestaciones del poder y gloria divinos cuando este cambio es también extraordinario.

Creer en este Dios es condición esencial de nuestra Comunidad. Creed, pues, en Él y amadle ante todas las cosas, ante vuestra vida, vuestro bienestar y vuestras relaciones. Ofreced un ejemplo firme de lealtad y rectitud en Su camino. El mundo da prioridad a los bienes materiales y a sus seres queridos, pero vosotros debéis conceder prioridad a Dios ante todas las cosas para que os contéis entre Su gente en el cielo.

Es la voluntad divina mostrar signos de misericordia desde siempre, pero no podréis beneficiaros de ellos hasta que no logréis la comunión con Él; hasta que Su voluntad y Sus deseos no sean los vuestros y hasta que, en cualquier circunstancia, en la prosperidad o en la adversidad, os postréis humildemente ante Él, sometiéndoos a Su voluntad. Si obráis así, el Dios que tanto tiempo ha ocultado Su rostro aparecerá ante vosotros. ¿Quién puede cumplir estas enseñanzas? ¿Quién quiere buscar Su agrado sin oponerse a Su voluntad? Cuando por todas partes os aceche la desgracia, debéis mostrar aún mayor firmeza. Ésta será la clave del éxito.

Intentad por todos los medios, establecer Su unidad sobre la tierra. Sentid piedad hacia Sus criaturas. No les oprimáis, ni con la lengua, ni con las manos, ni de forma alguna. Procurad el bienestar de la humanidad. No mostréis orgullo a nadie, sea o no subordinado; no insultéis a nadie aunque se os insulte. Haceos humildes y bondadosos y mostrad buena voluntad e indulgencia hacia vuestros semejantes para que Dios os acepte. Son muchos los que aparentan ser dulces, pero en el fondo son lobos; muchos los que parecen sinceros, pero tienen naturaleza de serpientes. Dios no os podrá acoger ante Su presencia hasta que os purifiquéis tanto por fuera como por dentro. Si sois cultos, enseñad a los ignorantes en lugar de hacer alardes de sabiduría; si sois ricos, ayudad a los pobres en lugar de ostentar con arrogancia vuestras riquezas. Alejaos de los caminos que conducen a la ruina. Temed a Dios y haceos justos. Que cada mañana rinda testimonio de que habéis pasado la noche con rectitud y cada tarde rinda testimonio de que habéis pasado el día en la creencia del Señor.

No temáis las maldiciones de este mundo, que son como el humo que se disipa en el aire y no pueden cambiar la luz en oscuridad. Temed, en cambio, la maldición de Dios que desciende del cielo y que acarrea la ruina allí donde se abate en este mundo y en el otro. La falsedad no os podrá salvar, porque Dios conoce lo más íntimo de vuestro ser. No pretendáis, pues, engañarle.

Así pues, enmendaos, purificaos y limpiad vuestros corazones. Bastará con una minúscula mancha para disipar vuestra luz. Bastará la menor demostración de orgullo, vanidad, hipocresía o negligencia para que no seáis dignos de aceptación. No os engañéis creyendo haber cumplido vuestra obligación por seguir ciertas reglas; lo que Dios quiere es que se opere una verdadera revolución en vuestro interior. Él os pide una muerte para concederos después una vida nueva.

Haced inmediatamente la paz entre vosotros y perdonad las faltas de vuestros hermanos, pues es ruin el hombre que no desea estar en paz con su hermano; será eliminado por sembrar la disensión. Dominad las pasiones y olvidad los rencores. Si sois justos, adoptad la humillante actitud de los que son falsos para qué seáis perdonados. Absteneos del empacho de la pasión, pues la puerta que debéis atravesar no admite personas obesas. Desdichado el que no acepta estas palabras que proceden de boca de Dios y que yo he enseñado. Si deseáis que Dios esté complacido con vosotros en el cielo, uníos entre vosotros como los hijos de una misma madre. El que más veces perdona las faltas de su hermano, es el más noble entre vosotros, y el más miserable el que no perdona, persistiendo en la venganza, pues no pertenece a los míos.

Temed la maldición de Dios, pues el Señor es Santo y Celoso. Los malvados no podrán acercarse a Él; los orgullosos no podrán acercarse a Él; los opresores no podrán acercarse a Él; los que no defienden Su nombre no podrán acercarse a Él; los que se lanzan sobre los placeres y riquezas mundanas como perros, hormigas y buitres sobre la carroña, no podrán acercarse a Él; el ojo impuro está alejado de Él, así como el corazón impuro.

El que por Su amor se arroja al fuego, será salvado de las llamas; el que por Él llora, reirá y el que por Él corta las ligaduras de este mundo, le encontrará. Haceos amigos de Él con sinceridad, lealtad y devoción y Él será vuestro Amigo. Tratad con indulgencia a vuestros subordinados, a las mujeres y a los pobres para que el cielo os depare misericordia. Haceos de Él para que Él sea vuestro.

Este mundo es un lugar de pruebas y aflicciones. Uníos estrechamente a Dios para que impida que estas calamidades os alcancen. Ninguna desgracia se abate sobre la tierra si antes no está decretada por el cielo. Asimismo, ningún mal puede alejarse si el perdón no desciende del cielo. Es prudente fiarse de la raíz y no de la rama. Yo no os prohíbo tomar medicamentos o recurrir a otras medidas. Lo que se os prohíbe es depositar todas las esperanzas en ello, pues al final se cumplirá la voluntad de Dios. Por tanto, el que base sus esperanzas en la fe y confianza en Dios, habrá adoptado la medida más segura.

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