La perspectiva Islámica ante la Crisis Global
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
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Prefacio

Discurso histórico pronunciado por Hazrat Mirza Masrur Ahmadaba, Jalifatul-Masih V, líder de la Comunidad Ahmadía del Islam Internacional en la Cámara de los Comunes (Parlamento Británico), el 22 de octubre de 2008.

La recepción fue organizada por Justine Greening, Miembro del Parlamento por Putney, donde se localiza la mezquita Fazl, sede de la Comunidad Ahmadía del Islam, en honor del Centenario del Jilafat-e-Ahmadiyya.

Entre los asistentes estuvieron los Miembros del Parlamento Gillian Merron, Rt Hon Hazel Blears, Alan Keen, Dominic Grieve, Simon Hughes, Lord Eric Avebury y también miem- bros distinguidos de los medios de comunicación, políticos y profesionales.

Bismillahir-Rahmanir-Rahim: En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso.

Antes de nada, agradezco a todos los distinguidos invitados, miembros del Parlamento, y otros asistentes honorables, el que hayan otorgado a un líder religioso la posibilidad de dirigirles al- gunas palabras. También estoy sumamente agradecido a nuestra muy respetada Sra. Justine Greening, Miembro del Parlamento de nuestra zona, por el inmenso empeño que ha puesto en la orga- nización de un evento como este, con ocasión del centenario del Jilafat (Califato), de una pequeña comunidad de su distrito elec- toral. Esto muestra su grandeza, tolerancia y preocupación por los sentimientos de cada una de las personas y comunidades que resi- den en su distrito.

Aunque la Comunidad Ahmadía del Islam es una comuni- dad pequeña, constituye el estandarte y la representación de las verdaderas enseñanzas del Islam. Además, debo decir que cada áhmadi que reside en Gran Bretaña es un ciudadano extrema- damente leal al país y alberga un sincero amor a él. Ello gracias a la doctrina del Profetasa, que nos enseñó que el amor hacia el país donde uno reside es parte de la fe*. Esta enseñanza del Islam ha sido, además, comentada y enfatizada por el Fundador de la Comunidad Ahmadía, a quién nosotros aceptamos como el Mesías Prometidoas y Reformador de esta época, quien al anunciar su proclamación dijo que Dios Todopoderoso había hecho recaer sobre él dos responsabilidades: la primera, el cumplimiento de su obligación para con Dios, y la segunda, su obligación para con la creación de Dios. Dijo que cumplir con las obligaciones debidas a la creación de Dios era el reto más difícil y delicado.**

Con respecto al Jilafat, quizá temáis que llegue un tiempo en el que la historia se repita, y como consecuencia de este lide- razgo, vuelvan a surgir las guerras. Permítanme asegurarles que, a pesar de que estas acusaciones se hacen habitualmente contra el Islam, el Jilafat de la Comunidad Ahmadía será siempre, Dios mediante, el abanderado de la paz y la armonía en el mundo, así como de la lealtad al país de residencia de sus miembros. El Jilafat de la Comunidad Ahmadía está aquí también para perpetuar y continuar la misión del Mesías y Mahdias. No hay por tanto, razón alguna para temer a este Jilafat, pues dirige la atención de los miembros de la Comunidad hacia el cumplimiento de las dos obligaciones para las que vino el Mesías Prometidoas y para que, como resultado, se pueda generar la paz y armonía en el mundo.

Debido a la limitación de tiempo, voy a abordar ahora el tema que nos ocupa. Mediante un análisis imparcial de los últimos siglos nos damos cuenta que las guerras comprendidas en este pe- ríodo no son precisamente conflictos religiosos, sino que tienen más bien una naturaleza geopolítica. De hecho, los conflictos y hostilidades entre las naciones lo son a causa de intereses políticos, territoriales y económicos.

Me temo, a la vista del rumbo que están tomando los aconte- cimientos en la actualidad, que la dinámica político-económica de los países del mundo nos pueda conducir hacia una guerra mundial que no solamente afectará a los países más pobres, sino también a las naciones más ricas. Por tanto, es deber de las super- potencias reunirse y buscar una solución para salvar al mundo del desastre.

Gran Bretaña es también uno de esos países que puede y, de hecho, ejerce su influencia tanto sobre el mundo desarrollado como el que está en vías de desarrollo. Ustedes pueden guiar al mundo, si así lo desean, mediante el cumplimiento de los requisi- tos de la equidad y justicia.

Si miramos al pasado reciente, vemos que Gran Bretaña ha go- bernado sobre muchos países y ha dejado a su paso un alto nivel de justicia y libertad religiosa, sobre todo en el subcontinente de la India y Pakistán. La Comunidad Ahmadía del Islam ha sido testigo de ello, y su Fundador ha alabado repetidamente al go- bierno británico por su política de justicia y garantía de libertad religiosa. Cuando el Fundador de la Comunidad Ahmadía felicitó a su Majestad la Reina Victoria por su jubileo de diamantes, y le entregó el mensaje del Islam, oró especialmente para que Dios, a la vista del rigor con que el gobierno británico había cumplido con los requerimientos de la justicia y la equidad, le recompensara generosamente.

Así, nuestra historia muestra que siempre hemos reconocido esta justicia cuando Gran Bretaña la ha manifestado, y esperamos que en el futuro siga siendo una característica distintiva del país, no sólo en los asuntos religiosos sino también en todos los ámbitos, y que ustedes no olviden nunca sus valores positivos del pasado.

En la actualidad, mientras las superpotencias proclaman hacer intentos de reconstruir la paz, existe una gran agitación e inquietud en el mundo, y estallan guerras a pequeña escala. Si no se cumplen los requisitos de la justicia, la conflagración y la llama de estas guerras locales aumentarán hasta abarcar a todo el mundo. Por ello, les pido humildemente que salven al mundo de la destrucción.

Me voy a referir ahora a las enseñanzas islámicas sobre el esta- blecimiento de la paz, o la manera de establecer la paz en el mundo a la luz de dichas enseñanzas. Es mi plegaria que, para crear la paz, quienes han sido mencionados con anterioridad, es decir, los mu- sulmanes, actúen de acuerdo con tales enseñanzas, pero éste es, además, un deber que recae sobre todos los países del mundo, su- perpotencias o gobiernos.

En este tiempo y época, cuando el mundo se ha reducido a una aldea global en una medida en que nunca antes se podría haber imaginado, hemos de asumir nuestra responsabilidad como seres humanos e intentar resolver las cuestiones referentes a los dere- chos humanos que puedan ayudar al establecimiento de la paz.

Ciertamente, este intento ha de basarse en la imparcialidad y el cumplimiento de los requerimientos de la justicia.

Entre los problemas existentes en la actualidad hay uno que, si bien no de manera directa, indirectamente ha sido causado por la religión: algunos grupos musulmanes emplean tácticas ilícitas, terrorismo suicida y bombardeos en nombre de la religión, para matar y dañar a no musulmanes, entre ellos soldados y civiles ino- centes; y, al mismo tiempo, para matar brutalmente a otros musul- manes y niños inocentes. Este acto de crueldad es completamente inaceptable en el Islam.

A causa de este comportamiento repugnante de algunos mu- sulmanes, se ha creado una impresión completamente errónea en los países no musulmanes, de forma que hay áreas de la sociedad que hablan abiertamente en contra del Islam, mientras que otras, aunque no lo manifiesten abiertamente, no mantienen una buena imagen de nuestra religión. Por esta misma razón, los corazones de las personas de Occidente y de países no islámicos albergan una desconfianza hacia los musulmanes; y debido a estas acciones de una minoría musulmana, la reacción de los no musulmanes, en vez de mejorar, empeora con el tiempo.

Un primer ejemplo de esta reacción errónea son los ataques a la persona del Santo Profetasa del Islam y al Santo Corán, libro sagrado de los musulmanes. A este respecto, la actitud de los in- telectuales y políticos británicos, independientemente de sus afi- liaciones políticas, ha sido bien diferente a la manifestada por los políticos de algunos otros países. Un hecho que yo les agradezco.

¿Hay acaso algún beneficio en herir sensibilidades, salvo aumen- tar el odio y el desprecio? Este odio incita a ciertos extremistas islámicos a realizar actos anti-islámicos que, a su vez, dan nuevas oportunidades a elementos no musulmanes para incrementar su oposición.

De cualquier manera, los que no son extremistas, que aman profundamente al Santo Profetasa del Islam están inmensamente dolidos por estos ataques y, entre ellos, la Yamaat (Comunidad) Ahmadía la que más. Nuestro objetivo primordial es mostrar al mundo la perfección del carácter del Santo Profetasa y las hermosas enseñanzas del Islam. Nosotros, que respetamos y reverenciamos a todos los profetas (la paz de Dios sea con ellos), creemos que todos son verdaderos Mensajeros enviados por Dios ,y somos in- capaces de decir nada irrespetuoso en contra de ninguno de ellos; pero estamos muy apenados por las alegaciones, sin fundamento ni veracidad, que se han hecho en contra del Santo Profetasa.

En la actualidad, cuando el mundo se vuelve a dividir en blo- ques, crece el extremismo, y la situación económica y financiera empeora, hay una necesidad urgente de acabar con todo tipo de odio y establecer los cimientos de la paz. Algo que únicamente se puede lograr mediante el respeto de todos los sentimientos existentes en unos y otros. De no hacerlo adecuada, honesta y virtuosamente, la situación se intensificará hasta alcanzar límites incontrolables. Frente a todo esto, aprecio que los países occiden- tales económicamente estables, hayan acogido generosamente a muchas personas, entre las que hay musulmanes, de naciones pobres y en vía de desarrollo.

La verdadera justicia requiere que los sentimientos y las prác- ticas religiosas de esas personas también sean respetados. Es la manera de preservar intacta la paz mental de dichas personas, pues no se ha de olvidar que si la paz mental de un individuo queda afectada, la paz mental de la sociedad se ve afectada también.

Como ya he dicho anteriormente, estoy agradecido a los legis- ladores y políticos británicos por cumplir con los requisitos de la justicia y no interferir en este camino. Esta, además, es la enseñan- za del Islam que se nos ha otorgado a través del Sagrado Corán, que declara que:

No ha de existir coacción en la religión… (Cap. 2; ver. 257)

Este precepto no solamente erradica la acusación de que el

Islam fue difundido con la espada, sino que también afirma que los musulmanes sostienen que la aceptación de la fe es una cues- tión personal entre el hombre y Dios, y que no se debe interferir de ninguna manera en esta creencia. Cada cual puede vivir de acuer- do con su fe y practicar sus ritos religiosos. Aun así, la ley de un país ha de imponerse cuando en su territorio se realicen prácticas, en nombre de la religión, que hieran a otros y sean contrarias a la ley. Pues ningún rito cruel, independientemente de la religión en cuyo nombre se practique, fue impartido por ningún Profeta de Dios: Un principio fundamental para el establecimiento de la paz, tanto a nivel local como internacional.

Además, el Islam nos enseña que no se debe albergar ningún sentimiento malicioso o de animadversión cuando, a consecuen- cia del cambio de fe de una persona, una sociedad, grupo o gobier- no intenta interferir en la observancia de dicha práctica religiosa, cuando luego, más tarde, las circunstancias se tornan a su favor. No debéis pensar en tomar venganza sino en establecer la justicia y la equidad. El Sagrado Corán dice:

¡Oh vosotros los que creéis! Sed perseverantes en la causa de Al-lah en calidad de testigos justos: y que la enemis- tad de un pueblo no os incite a actuar con injusticia. Sed siempre justos, porque eso está más cerca de la virtud. Y temed a Al-lah. En verdad, Al-lah es consciente de lo que hacéis. (Cap. 5; ver. 9)

Esta es la enseñanza para la paz en la sociedad; no os alejéis

de la justicia, ni siquiera para con vuestros propios enemigos. La historia de los comienzos del Islam nos ha mostrado que se siguió esta enseñanza y se cumplieron con todas las exigencias de la jus- ticia. No tengo tiempo para dar muchos ejemplos, pero la historia nos da testimonio de que, tras la conquista de la Meca, el Santo Profetasa no tomó la revancha contra quienes le habían causado un atroz sufrimiento, sino que les perdonó y les permitió conti- nuar con sus respectivas fes. En la actualidad, la paz se puede al- canzar únicamente con el trato justo a los enemigos, tanto en las guerras contra el extremismo religioso como en todas las demás. Solamente esa paz es la duradera.

En el último siglo se han combatido dos guerras mundiales e, independientemente de otras razones, cuando reflexionamos sobre ellas, se nos presenta una causa destacada en primera instan- cia: la aplicación impropia de la justicia. Luego, como reacción, lo que se había considerado ya como fuego extinguido resultó ser la ceniza que seguía ardiendo lentamente y que en un momento dado se convirtió en las llamas que envolvieron por segunda vez al mundo.

La inquietud que hoy sufre el mundo está creciendo y será la precursora de otra guerra mundial a la que contribuirá el problema socio-económico que vivimos, que sin duda agravará la situación. El Sagrado Corán ofrece una serie de reglas de oro para el establecimiento de la paz en el mundo. Es un hecho claro que la avaricia aumenta la enemistad. En ocasiones, se manifiesta en el deseo de expansión territorial, en la incautación de los recursos naturales o, incluso, en la exhibición de la superioridad de unos sobre otros. Esta actitud conduce a la crueldad, tanto si es a manos de déspotas crueles que usurpan los derechos de las personas y muestran su supremacía en la búsqueda de sus intereses ocultos, como si es a manos de fuerzas invasoras. En ocasiones, el llanto y angustia de quienes han sido tratados con crueldad claman al mundo exterior.

Pero, sea como fuere, el Santo Profetasa del Islam nos ha en- señado el siguiente principio de oro: ayudad a ambos, tanto a los afligidos como a los crueles.

Los compañeros del Santo Profetasa le dijeron que podían en- tender la idea de ayudar a los afligidos pero ¿Cómo podían ayudar a las personas crueles? El Profetasa contestó: “impedid que sus manos cometan más crueldades, pues su exceso en la crueldad les hará merecedores del castigo de Dios”* Por tanto, por piedad, in- tentad salvarles. Este principio se extiende desde los vínculos so- ciales más pequeños, hasta la esfera internacional y, a este mismo respecto, el Sagrado Corán dice:

Mas si dos grupos de creyentes luchan mutuamente, es- tableced la paz entre ellos; si, después de eso, uno de ellos transgrede contra el otro, combatid al grupo transgresor hasta que vuelva al mandamiento de Al-lah. Luego, si retorna, estableced la paz entre ellos con equidad, y actuad con justicia. En verdad, Al-lah ama al justo. (Cap. 49; ver. 10)

A pesar de que esta enseñanza se dirige a los musulmanes, si

nos adherimos a ella, podríamos establecer los cimientos de la paz universal.

Para mantener la paz, se ha explicado desde el principio, que el requisito más importante es la justicia, y cuando, a pesar de aplicar- la, los esfuerzos para la paz no resultan exitosos, entonces, debéis uniros y enfrentaros de forma colectiva al grupo transgresor, hasta que llegue el momento en que dicho grupo acepte la paz. Una vez alcanzado este paso, el requisito de la justicia es el siguiente: no buscar la venganza ni imponer restricciones o embargos; vigilar con todos los medios posibles a los transgresores, pero, al mismo tiempo, intentar mejorar su situación.

Con el objetivo de poner fin a los disturbios frecuentes en al- gunos países del mundo entre los que, desafortunadamente, hay mayoría de países musulmanes, se debe analizar la situación, en particular por parte de aquellas naciones que tienen el poder de veto, para determinar si la justicia se ha aplicado o no correcta- mente. Dondequiera que se necesita ayuda, las manos se extien- den hacia las grandes potencias

Como ya he dicho con anterioridad, nosotros somos testigos a favor de que la historia del gobierno británico siempre ha defen- dido la justicia, un hecho que me ha animado a llamar su atención hacia algunos de estos puntos.

Otro principio que se nos enseña para establecer la paz en el mundo es evitar la mirada codiciosa hacia los bienes de los otros. El sagrado Corán dice:

Y no fuerces tus ojos tras lo que hemos concedido a al- gunas clases de ellos para que disfruten durante breve plazo: el esplendor del mundo presente, para que les probemos con ello. (Cap. 20; ver. 132)

La codicia y todo tipo de envidia hacia las riquezas de los otros es una causa esencial del incremento de la inquietud existente en el mundo. A nivel personal, el intento de competir y estar a la par con los vecinos conduce a una codicia sin fin y destruye la paz social. Surgen así competiciones a nivel nacional que culminan en la destrucción de la paz mundial. La historia nos ha demostrado, y toda persona sensata es consciente de ello, que el deseo de poseer las riquezas de otros es una fuente de perdición que hace que crez- can la envidia y la avaricia.

Por esta razón, Dios Todopoderoso insiste en el cuidado de los recursos que uno posee para beneficiarse de ellos. Los esfuer- zos encaminados a conseguir ganancias territoriales tienen por objetivo alcanzar el beneficio de los recursos naturales del terri- torio. La agrupación de naciones y la constitución de bloques de poder tienen por objeto acaparar los recursos naturales de terceros países. A este respecto, hay un cierto número de autores, que han trabajado anteriormente como consejeros de determinados gober- nantes y que han escrito diversas obras en las que se detalla de qué forma ciertos países buscan conseguir el control de los recursos de otras naciones. Hasta qué punto dichos escritores son veraces, sólo ellos lo saben (y Dios lo sabe mejor que nadie), pero la situación que se desprende de la lectura de estos relatos causa una gran an- gustia a los corazones de quienes son leales a sus países carentes de recursos, y es una causa importante del crecimiento del terrorismo y de la lucha por la consecución de armas de destrucción masiva.

En la actualidad, el mundo se considera más ponderado, cons- ciente y educado que antes. De hecho, en los países pobres hay al- gunas personas tan inteligentes que se han convertido en grandes figuras en los campos de actividad en los que se han formado. Hay también grandes mentes intelectuales que trabajan juntas en gran- des centros de investigación del mundo. Bajo estas circunstancias, uno tendería a pensar que las personas se unirían e intentarían acabar colectivamente con las formas de pensamiento erróneo y las insensateces del pasado que han provocado enemistades que a su vez han desencadenado guerras horribles. El progreso intelec- tual y científico otorgado por Dios debería ser usado, por tanto, para la mejora de la humanidad y para idear métodos lícitos para conseguir beneficios de los recursos de unos y otros.

Dios ha otorgado recursos naturales a cada país que se deben de aprovechar al máximo para convertir el mundo en un paraíso de paz. De hecho, ha otorgado a muchos países un clima y un en- torno tan apropiado para el crecimiento de diferentes cosechas, que si se hubieran adoptado y usado las nuevas tecnologías agríco- las de la manera apropiada, se podría haber fortalecido la econo- mía y acabado con el hambre en el mundo.

También es preciso, por tanto, que los países con recursos mineros desarrollen un comercio justo y abierto para que otros puedan aprovechar sus recursos. Este es el camino correcto, el camino preferido por Dios Todopoderoso

Dios Todopoderoso ha enviado a Sus mensajeros a los seres humanos para enseñarles las vías de acercamiento a Él. Al mismo tiempo, Dios concede libertad absoluta en cuestiones de fe y, de acuerdo a nuestra creencia, tanto la recompensa como el castigo llegan después de la muerte. Pero, en el sistema establecido por Dios, cuando se inflige la crueldad a Su creación, y se ignoran la justicia y la imparcialidad; entonces, a través de las leyes de la na- turaleza, se pueden observar sus efectos adversos también en este mundo. Se contemplan las reacciones graves ante tal injusticia, sin garantía de que tal reacción sea correcta o errónea.

La manera más apropiada de conquistar al mundo es hacer todo el esfuerzo posible para conceder a las naciones pobres su debido status.

Un asunto fundamental en la actualidad es la crisis económica, calificada como crisis crediticia. Por extraño que pueda parecer, el Sagrado Corán señala hacia un hecho evidente, cuando nos guía y dice: evitad los intereses y la usura porque son una maldición, y suponen un peligro para la paz doméstica, nacional e interna- cional. Se advierte en el Libro que quien comercia con el interés y la usura es equiparable a aquél a quién Satanás ha afligido con la insensatez. Con fin de evitar esta situación, se nos previene a los musulmanes a no participar de las transacciones en las que se negocia con intereses, porque el dinero que generan no aumenta la riqueza, aunque, a simple vista, parezca que esté aumentando. Inevitablemente, llega un tiempo en el que salen a la luz sus efec- tos nocivos. Además, se nos exhorta a no participar del negocio especulativo, pues de hacerlo, estaríamos entrando en una guerra contra Dios

Este hecho se hace evidente con la presente crisis crediticia. Al comienzo, las personas pidieron préstamos para comprar propie- dades, aunque antes de poder llegar a ser sus propietarios, solían morir cargados de deudas. Pero ahora son los gobiernos los que están cargados de deudas y afligidos por la insensatez. Por su parte, las compañías están en bancarrota, y algunos bancos e institucio- nes financieras se encuentran en quiebra o bajo rescate; y es una si- tuación que prevalece en todos los países, independientemente de que sean ricos o pobres. Ustedes conocen mejor que yo esta crisis donde el dinero de los inversionistas ha desaparecido. Ahora, de- pende de los gobiernos cómo y en qué medida deben protegerles. Pero, de momento, la paz de la mente de las familias, empresarios y líderes de los gobiernos ha quedado prácticamente destruida en la mayoría de los países del mundo.

¿A caso esta situación no nos fuerza a pensar que el mundo se encamina hacia una conclusión lógica cuya advertencia nos fue dada con mucha antelación? Dios es quién mejor conoce otras po- sibles consecuencias resultado de esta situación.

Dios Todopoderoso dice: avanzad hacia la paz, que solamente se puede asegurar cuando el comercio es equitativo y puro, y los recursos se utilizan justa y apropiadamente.

Concluyo pues con estos escuetos apuntes de nuestras en- señanzas, y les recuerdo que la verdadera paz del mundo sólo se consigue cuando retornamos a Dios. Que Dios capacite al mundo para entender estos puntos, pues solamente así las personas podrán cumplir con sus deberes hacia los demás.

Por último les agradezco, una vez más, a todos, el haber venido aquí a escucharme.

Muchas gracias.

* Tafsir-e-Haqqi, Surah al-Qasas, no. 86, and Fathul-Bari fi Sharh Sahih al-Bukhari, Babo Qaulillahe Ta‘ala Wa’tul-boyuta… and Tohfatul- Ahwadhi Sharho Jami it-Tirmadhi, Babo Ma Yaqul

**   Malfuzat, vol.1, p.326

*      Sahih al-Bukhari,  Kitabul-Ikrah,  Babo  Yaminir-Rajule  Le  Sahibihi… Hadith no. 6952…

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