El Islam: Una Religión de Paz y Compasión
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
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Prefacio

El 11 de junio de 2013, Su Santidad, Mirza Masrur Ahmad, Jalifatul Masih Vaba (que Al-lah le ayude), líder de la Comunidad Musulmana Ahmadía pronunció un discurso en el acto de cele- bración del Centenario de la Comunidad Musulmana Ahmadía en el Reino Unido, organizado por las Cámaras del Parlamento de Londres.

La celebración del Centenario contó con la participación de 68 personalidades, entre las que se contaban 30 miembros del Parlamento y 12 miembros de la Cámara de los Lores, entre ellos 6 ministros del Gabinete y otros 2 ministros. Varios medios de comunicación entre ellos la BBC, SKY TV y la ITV, se ha- llaban presentes en el evento. Entre los asistentes se encontraba el Secretario de Estado para la Energía y el Cambio Climático el honorable Ed Davey, el Viceprimer Ministro, el honorable Nick Clegg, la Ministro de Interior, la honorable Theresa May, el res- ponsable de Asuntos Exteriores de la oposición, el honorable

Douglas Alexander, el Presidente del Comité Electo de Asuntos de Interior, el honorable Keith Vaz, y la miembro del Parlamento por Mitcham y Morden Siobhain McDonaugh.

Bismil-lahir-Rahmanir-Rahim: En el nombre de Al-lah, el Clemente y Misericordioso;

A todos los presentes: Assalamo Aleikum wa Rahmatul-lahe wa Barakatohu (que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con todos vosotros).

En primer lugar me gustaría dar las gracias a todos los amigos de la Comunidad Musulmana Ahmadía, que amablemente han organizado este evento en el Parlamento, con el fin de celebrar el Centenario de la Comunidad Musulmana Ahmadía en el Reino Unido, lo que sin duda es una muestra de su amistad y cercanía. También me gustaría dar las gracias a todos los invitados, cuya asis- tencia hoy pone en evidencia que este evento es digno de ser tenido en consideración. Y me llena de satisfacción ver que muchos de vosotros habéis venido hoy aquí dejando a un lado otro tipo de reuniones y compromisos.

En respuesta a este gesto, aparte de mostrar mi agradecimiento y apreciación, también me gustaría decir que sinceramente espero que todos los departamentos y todas las personas que trabajan en este magnífico edificio, puedan cumplir con las obligaciones de servir a este país, y a su gente; también deseo y rezo para que sean capaces de realizar su trabajo con el fin de fomentar las buenas relaciones con los demás países, y actuar con justicia a la hora de tomar decisiones, de forma que estas sean beneficiosas para todas las partes. Si se adopta esta actitud, entonces se recogerán muchos frutos, llenos de amor, afecto y hermandad, haciendo posible que el mundo se transforme en un verdadero paraíso de paz y prosperidad. Este deseo, y esta oración, es compartida por todos los musul- manes áhmadis, porque creemos que es preciso sentir un profundo amor por el país en el que uno reside y por la humanidad en su conjunto. Ciertamente, los musulmanes áhmadis creemos que el amor hacia el propio país, es una parte esencial de nuestra fe, ya que el Fundador del Islam, el Santo Profeta Muhammadsa dio una gran importancia a este principio. Por lo tanto, me gustaría dejar claro que cada musulmán áhmadi que vive en el Reino Unido, tanto si ha nacido aquí como sí ha emigrado, es completamente leal a este país, y profesa un amor sincero por él. Y solamente desean el progreso y

la prosperidad para esta gran nación.

Actualmente el número de gente procedente de otras nacio- nes que reside en el Reino Unido, alcanza aproximadamente el 14-15% de la población total del país. Y por ello, antes de conti- nuar, me gustaría mencionar y elogiar la sinceridad y la tolerancia que los ciudadanos británicos han mostrado, la manera en que han aceptado a los inmigrantes como ciudadanos del país, y por permitirles formar parte de la sociedad británica. En ese sentido, se convierte en una tarea obligatoria para los inmigrantes que han venido a establecerse aquí, convertirse en ciudadanos leales, así como mostrar apoyo al Gobierno en sus esfuerzos para enfrentarse a todo tipo de disensión y desorden. Ésta es la forma de actuación de los miembros de la Comunidad Musulmana Ahmadía, sea cual sea su país de residencia.

Como todos sabéis, estamos celebrando el Centenario de la Comunidad Musulmana Ahmadía en el Reino Unido. Los pasa- dos 100 años han sido testigos de la conducta de los miembros de la Comunidad Musulmana Ahmadía, quienes siempre han cumplido los requerimientos de lealtad a este país, y han permanecido fuera de cualquier forma de extremismo, rebelión y desorden. En reali- dad, la razón fundamental de esta lealtad y afecto, se debe a que la Comunidad Musulmana Ahmadía es una verdadera comunidad religiosa musulmana. Nuestra Comunidad es distinta, pues siem- pre hemos intentado mostrar las enseñanzas verdaderas y pacíficas del Islam al mundo, y nos hemos esforzado para que dichas ense- ñanzas sean aceptadas como el verdadero Islam.

Con estas breves palabras a modo de introducción, me gustaría tratar el tema principal de mi discurso. Nuestra comunidad es de- fensora de la paz, la reconciliación y la armonía, y por ello nuestro lema es “amor para todos, odio para nadie”. A pesar del hecho de que algunos no musulmanes nos conocen, y que incluso están rela- cionados con nosotros, a todos les sorprende de que la Comunidad Musulmana Ahmadía atribuya su mensaje de paz y hermandad di- rectamente al Islam. La causa de su sorpresa, se debe al gran número de supuestos eruditos islámicos, que actúan y hablan de manera to- talmente diferente, promoviendo un mensaje muy distinto.

Para explicar esta diferencia, permitidme dejar claro que los musulmanes áhmadis creemos que en esta era la idea de una “Yihad de la espada” violenta es completamente infundada y debe ser re- chazada, mientras que, por desgracia, algunos supuestos eruditos musulmanes la promueven o incluso la practican. Sus creencias han dado lugar a que surjan extremistas y organizaciones terroristas entre los musulmanes de varios países del mundo.

No solamente emergen grupos, sino que también vemos cómo ciertos individuos sacan provecho y actúan en base a estas falsas creencias. El ejemplo más reciente ha sido, por supuesto, el asesina- to brutal de un soldado británico inocente en las calles de Londres. Dicho ataque nada tiene que ver con las verdaderas enseñanzas del Islam; al contrario, el Islam condena absolutamente este tipo de ataques. Estas tramas perversas, muestran claramente la diferencia entre las verdaderas enseñanzas del Islam y otras normas inventa- das, las cuales son practicadas por estos supuestos musulmanes, cuyos verdaderos intereses se nos ocultan. A su vez, también me gustaría añadir que la reacción incorrecta de algunos grupos loca- les contribuye de forma importante a la destrucción de la paz en la sociedad.

¿Qué evidencia hay de que nuestra propuesta y nuestras creen- cias en relación con las enseñanzas del Islam es la correcta? La cuestión fundamental que tenemos que tener en consideración es que el uso de la espada o la fuerza sólo es permisible cuando se libra una guerra religiosa en contra del Islam. En el mundo actual, nadie, ningún país o religión, está librando una guerra ni atacan- do físicamente al Islam por motivos de religión. Por lo tanto, no es justificable, de ninguna manera, que los musulmanes ataquen a otros grupos en el nombre del Islam, ya que esto contradice clara- mente las enseñanzas del Corán.

El Corán sólo permite que la fuerza sea utilizada en contra de aquellos que han iniciado la guerra y que alzan sus espadas en contra del Islam. Otro punto crucial a considerar es que si un ciu- dadano busca infligir algún tipo de daño a su país o a sus compa- triotas, en ese momento está actuando directamente en contra de las enseñanzas del Islam. El Santo Profeta Muhammadsa dijo que quien derramase la sangre de un inocente, no es un musulmán. El Santo Profeta Muhammadsa consideraba a tales personas carentes de fe y pecadores.

Ahora voy a mencionar otros aspectos del Islam, que demues- tran cuán puras y transparentes son sus enseñanzas. Explicaré que la manera en la que algunos supuestos musulmanes presentan al Islam, no se corresponde en absoluto con sus verdaderas enseñan- zas. Podréis apreciar claramente que sus actividades se ejercen con el único deseo de satisfacer sus intereses personales, usurpando el nombre del Islam para justificar sus actos de odio.

El Islam pone un énfasis tan elevado en la importancia de la tolerancia religiosa, que no es posible encontrar estas normas en ningún otro lugar. Algunas personas tienden a creer que mientras que no se demuestre que las demás religiones son falsas, no son capaces de verificar la autenticidad de su propia religión. El enfo- que que da el Islam en este aspecto es diferente, ya que enseña que mientras que el Islam es una religión verdadera enviada al mundo para toda la humanidad, también es verdad que los profetas de Dios fueron enviados a cada pueblo y a cada nación del mundo.

Esto se explica claramente en el Sagrado Corán, donde Dios dice que Él envió a todos los profetas con enseñanzas de amor y afecto, por lo que todos los profetas deben ser aceptados. Ninguna otra religión elogia tan abiertamente a cada fe y cada nación, tal y como lo hace el Islam. Como los musulmanes creen que los profetas fueron enviados para toda la humanidad, no les pueden considerar falsos. Por lo tanto los musulmanes no pueden mostrarse irrespe- tuosos, insultar o burlarse de ningún profeta de Dios, ni tampoco pueden herir los sentimientos de ningún seguidor de cualquiera de las demás religiones.

Desgraciadamente y a pesar de esto, la actitud de algunos no musulmanes es exactamente la opuesta. No dejan pasar ninguna oportunidad para burlarse del Fundador del Islamsa, hecho que está dañando gravemente los sentimientos de los musulmanes. Lo que deseamos verdaderamente, es que exista una tolerancia reli- giosa y un entendimiento mutuo, pues esto es lo que nos enseñan las creencias que profesamos. Sin embargo, desafortunadamente, cuando ciertos elementos dañan los sentimientos de los musulma- nes, se desencadena una respuesta a dicha provocación, que a su vez es totalmente equivocada e irresponsable. Tal respuesta no posee ningún vínculo con las enseñanzas reales del Islam, y ciertamen- te no encontraréis tales reacciones en ningún musulmán áhmadi; pues por mucho que se les provoque, nunca reaccionarán de esta manera tan negativa.

Otro grave alegato que realizan en contra del Fundador del Islamsa y del Sagrado Corán, es que sus enseñanzas están relaciona- das con el extremismo y que promueven el uso de la fuerza para la propagación del Islam. Para analizar este alegato, y comprobar la realidad del mismo, veamos lo que el Corán nos enseña. Al-lah el Todopoderoso dice:

“Más si tu Señor hubiese impuesto Su Voluntad, en verdad, todos los que están en la Tierra habrían creído juntos. ¿Obligarás por tanto a los hombres a hacerse cre- yentes? (Cap. 10: ver. 100)”

Este versículo manifiesta claramente que Dios, el Poseedor de todos los Poderes, podría fácilmente obligar a todo el mundo a seguir la misma religión. Sin embargo, Él ha dado la libertad a todos los seres humanos para elegir creer o no creer.

Y puesto que Dios ha dado a la humanidad esta libertad de elección, ¿cómo podría el Fundador del Islamsa o alguno de sus se- guidores, forzar a nadie a ser musulmán? Al-lah el Todopoderoso nos dice en el Sagrado Corán:

… Es la verdad de vuestro Señor; por tanto, el que quiera creer, que crea, y el que no quiera creer, no crea… (Cap. 18: ver.30) 

Esta es la realidad del Islam. Esta es su verdadera enseñanza. Si el corazón de una persona así lo desea, es libre de aceptar el Islam, pero si su corazón no lo desea, entonces es libre de rechazarlo. Por tanto, el Islam está totalmente en contra de la coacción y del extre- mismo; al contrario, defiende la paz y la armonía en todos los ni- veles de la sociedad. Es imposible que el Islam enseñe la violencia o la coacción porque hasta el significado mismo de la palabra ‘Islam’ es vivir en paz y ofrecer paz a los demás. Sin embargo, es induda- ble que la burla de nuestros sentimientos religiosos nos causa dolor y angustia. Cualquier cosa irrespetuosa que se diga sobre el Santo Profeta Muhammadsa lastima e hiere a nuestros corazones.

Fue el Fundador del Islamsa quien sembró el amor por Dios y el amor por Su creación en nuestros corazones. Fue él quien inculcó y estableció en nosotros el amor y el respeto por toda la humanidad y por todas las religiones. ¿Qué mayor prueba de las enseñanzas pacíficas del Islam que la respuesta que dieron al Santo Profetasa sus enemigos cuando fue a predicarles y transmitirles el mensaje del Islam? En ningún momento dijeron que el Santo Profetasa, al invitarles a unirse al Islam les estaba pidiendo que perpetraran crueldades o maldades. Al contrario, su respuesta fue que si acepta- ban las enseñanzas del Profeta, sus riquezas y su posición social se verían amenazadas o dañadas por otra gente cruel, porque el Santo Profetasa sólo daba importancia a la paz y la armonía. Reconocieron temer que, de aceptar el Islam, las gentes, las tribus, e incluso las na- ciones que les rodeaban, se aprovecharían de ellos y los destruirían. En resumen, si el Islam hubiera abogado por la violencia, y si los musulmanes hubieran tenido que alzar la espada y librar la guerra, ciertamente los infieles no hubiesen expresado este argumento. No hubiesen dicho que rechazaban al Islam por miedo a que sus ense- ñanzas pacíficas les podrían conducir a la ruina a manos de gente mundana.

El Sagrado Corán declara que uno de los atributos de Dios Todopoderoso es Salam que significa ‘La fuente de la Paz’. De lo anterior se desprende que si Dios es en verdad la ‘Fuente de la Paz’ entonces Su paz debe abarcar toda Su Creación y a toda la huma- nidad, en lugar de circunscribirse a un grupo concreto de personas. Si la paz de Dios estuviese diseñada para proteger sólo a algunas personas entonces no se podría decir que Él sea un Dios para el mundo entero. Al-lah el Todopoderoso ha respondido a este punto en el Corán diciendo:

Juro por el clamor repetido, “¡Oh mi Señor!” que son un pueblo que no creerá. Apártate, pues, de ellos y diles: “Paz”, pues pronto sabrán. (Cap. 43: ver. 89-90)

Estas palabras ilustran que el Santo Profeta Muhammadsa trajo consigo una enseñanza que era una fuente de misericordia y compasión para todas las personas, y por eso era el medio para la consecución de la paz de toda la humanidad. El versículo tam- bién declara que en respuesta al mensaje de paz del Santo Profetasa, sus enemigos no sólo rechazaron sus enseñanzas, sino que además le humillaron y le insultaron. Luego llegaron más lejos, hasta tal punto de oponerse a él con odio y violencia, creando desorden y conflictos. A causa de esto, el Santo Profetasa suplicó a Dios dicien- do: yo deseo darles la paz, pero no me permiten vivir en paz. Además insisten  en  causarme  dolor  y  sufrimiento.

Al-lah le consoló respondiéndole: ignora cualquier cosa que hagan y aléjate de ellos. Tu única misión es promover y establecer la paz en el mundo. Debes responder a su odio y a sus transgresiones di- ciendo simplemente la paz sea contigo e indicarles que has traído la paz para ellos.

Por tanto, el Santo Profetasa dedicó toda su vida a predicar la

paz en la tierra. Esta fue su noble misión. Ciertamente, llegará un día en el que los seres humanos se darán cuenta y comprenderán que no predicó ninguna enseñanza extremista. Se darán cuenta de que todo lo que trajo fue un mensaje de paz, amor y bondad. Ciertamente que si los seguidores de este Noble Mensajero tam- bién respondieran a las crueldades e injusticias con el mismo amor, entonces sin duda aquellos que plantean objeciones en contra de las enseñanzas magníficas del Islam quedarían convencidos de su verdad y belleza.

La Comunidad Musulmana Ahmadía vive de acuerdo con estas enseñanzas. Son enseñanzas de entendimiento mutuo, tolerancia y compasión las que promovemos y difundimos por todo el mundo. Seguimos el ejemplo histórico e inigualable de bondad y benevo- lencia que mostró el Santo Profeta Muhammadsa cuando, tras años de sufrir la persecución y crueldad más terrible y amarga, fue capaz de regresar finalmente victorioso a las calles de la Meca. Durante muchos años les fueron prohibidos, a él y a sus seguidores, el acceso a elementos tan básicos como la comida y el agua para satisfacer sus necesidades elementales, y en consecuencia, en muchas ocasiones, pasaban días sufriendo la hambruna. Muchos de sus seguidores fueron atacados y resulta difícil describir los asesinatos crueles e in- humanos que sufrieron. Ni siquiera a los ancianos, mujeres y niños musulmanes se les respetó la vida; al contrario, se les dio el mismo trato brutal y despiadado. Sin embargo, cuando el Santo Profetasa regresó a la Meca victorioso, no buscó la venganza. En su lugar, proclamó: no hay ningún castigo para ninguno de vosotros pues os he perdonado a todos. Soy un mensajero de amor y paz. Poseo el mayor conocimiento del atributo de Al-lah ‘La fuente de Paz’: Él es Aquel que nos concede la paz. Por tanto, os perdono a todos vuestras trans- gresiones del pasado, y os garantizo la paz y la seguridad. Sois libres de permanecer en la Meca y practicar libremente vuestra religión. Nadie será  forzado  o  coaccionado  de  ninguna  manera.

Algunos de los incrédulos más encarnizados habían huido de la Meca por temor al castigo que pudieran recibir, pues eran cons- cientes de que habían sobrepasado todos los límites en las cruel- dades que habían cometido contra los musulmanes. Sin embargo, tras ser testigos de este acto de compasión y bondad sin preceden- tes y de este despliegue de paz y armonía, sus familiares les envia- ron mensajes para que regresaran. Les informaron que el Santo Profetasa les había traído el perdón, la paz y la seguridad, y por tanto regresaron a la Meca. Cuando ellos, que habían sido previamen- te los oponentes más firmes del Islam, vieron por sus propios ojos la benevolencia y la misericordia del Santo Profetasa aceptaron el Islam por voluntad propia.

Lo que acabo de contar es parte de la historia escrita, y la ma- yoría de los historiadores no musulmanes y orientalistas también reconocen su veracidad. Estas son las verdaderas enseñanzas del Islam y este fue el noble ejemplo del Santo Profeta Muhammadsa. Por tanto etiquetar al Islam y su Fundador como violentos, y hacer esta alegación en su contra es una cruel injusticia. No hay duda de que nos sentimos profundamente contrariados por cualquier acu- sación falsa de este tipo que se realice.

De nuevo me gustaría decir que actualmente es nuestra Comunidad, la Comunidad Musulmana Ahmadía la que sigue y vive de acuerdo con las enseñanzas originales y pacíficas del Islam.

Y, de nuevo, diré que los actos llenos de odio perpetrados por las organizaciones o individuos extremistas no guardan ninguna relación con las verdaderas enseñanzas del Islam.

La justicia verdadera requiere que los actos y los intereses per- sonales de determinados individuos o grupos no sean atribuidos a las enseñanzas de una religión concreta. Tales acciones no deben ser utilizadas como pretexto para criticar injustamente a ninguna religión ni a su fundador. Debemos reconocer urgentemente esta necesidad en la época presente, de forma que todas las personas muestren un respeto mutuo, y también el debido respeto a todas las religiones en un esfuerzo sincero para establecer la paz y armonía global. De lo contrario, las alternativas son terribles.

El mundo se ha convertido en una aldea global y por tanto la ausencia de dicho respeto mutuo y el fracaso en una unión co- lectiva para promover la paz no sólo afectarán a una región local, ciudad o país, sino que de hecho provocará en última instancia la destrucción del mundo entero. Todos somos conscientes de la de- vastación terrible que han provocado las dos últimas guerras mun- diales. A causa de los actos de determinados países, hay ya indicios sólidos de que se avecina otra guerra mundial.

Si estalla otra guerra mundial entonces el mundo occiden- tal también se verá profundamente afectado por su alcance y sus consecuencias devastadoras. Salvémonos de esta destrucción. Salvemos a nuestras generaciones futuras de las consecuencias mi- serables y devastadoras de la guerra. Evidentemente, la guerra más terrible sería una guerra nuclear, y, ciertamente, si observamos el rumbo que está tomando el mundo, hay un riesgo real de que esta- lle una guerra atómica. Para evitar este terrible desenlace, debemos aferrarnos a la justicia, a la integridad y a la honestidad, y unirnos todos para erradicar y detener a estos grupos que desean promover el odio y destruir la paz del mundo.

Deseo y pido a Dios Todopoderoso que permita que las gran- des potencias desempeñen sus responsabilidades y obligaciones en este sentido de la forma más justa. Amén. Antes de finalizar me gustaría de nuevo expresar mi agradecimiento por vuestra presen- cia hoy aquí. Que Al-lah os bendiga a todos.

Muchas gracias.
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