¿Pueden los musulmanes integrarse en occidente?
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
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Bismil-lahi-Rahmani-Rahim:   En   el   nombre   de   Al-lah,   el Clemente, el Misericordioso.

Distinguidos invitados: assalamo alaikum wa rahmatul-lahe wa barakatohu: que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con todos vosotros.

En primer lugar quisiera expresar mi gratitud a todos los asistentes que han aceptado nuestra invitación para acudir a este evento. Afortunadamente, muchos de ustedes están familiariza- dos con la Comunidad Ahmadía o tienen antiguos lazos de amis- tad con los musulmanes áhmadis. Tengo la seguridad de que aque- llos que han conocido recientemente a la Comunidad Ahmadía habrán desarrollado un verdadero deseo de aprender más sobre esta Yamaat. Su asistencia hoy aquí, muestra su convicción de que no hay peligro o amenaza en conocer y mantener contacto con los musulmanes áhmadis, como tampoco hay riesgo alguno en asistir a sus mezquitas.

La verdad es que en el clima actual, donde la mayoría de no- ticias y artículos sobre el Islam son extremadamente negativos, aquellos de ustedes que no son musulmanes, fácilmente podían haber llegado a la conclusión de que visitar una mezquita áhmadi es un hecho que podría resultarles perjudicial o causarles algún tipo de daño. Sin embargo, como ya he dicho, vuestra participa- ción en este evento es muestra de que no existe aprensión hacia los musulmanes áhmadis, y no se les considera una amenaza; lo cual, a su vez, indica que se valora a los áhmadis, que se cree que son gente sincera y decente, al igual que la mayoría de ustedes y una gran parte de la población.

Al mismo tiempo tampoco descarto la posibilidad de que entre los aquí presentes pueda haber un reducido número de personas que puedan albergar inquietudes sobre las posibles consecuencias negativas de asistir a este evento. Es posible que haya gente que se pregunte si no estará sentada a lado de una persona con mentali- dad o tendencias extremistas. Si alguno de ustedes experimenta esta desconfianza, le ruego encarecidamente que la aleje con ra- pidez de su corazón, ya que velamos por la seguridad de todos, estamos muy atentos a este respecto, y si, por casualidad, algún ex- tremista intentara entrar en la mezquita, o tan siquiera acceder a la zona, tomaríamos firmes medidas para expulsarle del edificio. Por lo tanto, permanezcan tranquilos, pues están en buenas manos.

En efecto, la Yamaat Ahmadía es una comunidad tal, que si en un momento dado, uno de sus miembros adoptara tendencias extremistas, o violara la ley o destruyera la paz, éste individuo sería expulsado automáticamente de la Comunidad. Consideramos nuestro deber mostrar firmeza en este aspecto, pues sentimos un respeto absoluto a la palabra “Islam”, que literalmente significa “paz” y “seguridad”. Nuestra Comunidad representa, por lo tanto, la verdadera imagen de la palabra “Islam”. De hecho, el concep- to auténtico y también la evolución del Islam fueron profetiza- dos por el Fundador del Islam, hace más de 1400 años. El Santo Profetasa dijo que llegaría un momento en el que la gran mayoría de los musulmanes se olvidarían de las enseñanzas puras y reales del Islam. Y de acuerdo con dicha profecía, en aquel momento, Al-lah enviaría a una persona en calidad de Reformador, Mesías y Mahdi cuya finalidad sería restablecer el verdadero Islam en el mundo.

Nosotros, los fieles de la Comunidad musulmana Ahmadía, creemos que el Fundador de nuestra Comunidad, Hazrat Mirza Ghulam Ahmad de Qadián, es la persona enviada por Dios en cumplimiento de esta profecía. Gracias a Dios, esta Comunidad ha prosperado y en la actualidad se haya extendida en todo el mundo a lo largo de 202 países. En cada uno de estos países, tanto la población local como las diferentes etnias han aceptado a la Comunidad Ahmadía, y se puede constatar cómo nuestros fieles siguen desempeñando sus roles como ciudadanos leales de sus respectivos países, sin encontrar ningún conflicto entre su amor por el Islam y el amor por su país. De hecho, estas dos lealtades están entrelazadas y unidas entre sí. Los musulmanes áhmadis, dondequiera que residen, se cuentan entre los ciudadanos más res- petuosos de la ley de cada nación, y ciertamente puedo afirmar, sin lugar a dudas, que estas cualidades se dan en la gran mayoría de los miembros de esta Comunidad.

Debido a estas cualidades, cuando los musulmanes áhmadis emigran de un país a otro, o cuando la población local se une a la Comunidad Ahmadía, no tienen ningún problema en cuanto a su integración en las nuevas sociedades, como tampoco a la hora de desempeñar su papel en relación con la promoción de los intereses a gran escala de sus países de acogida. Dondequiera que vayan, los musulmanes áhmadis, amarán a su país de residencia como ver- daderos ciudadanos, dedicando sus vidas a la búsqueda activa del mejoramiento y el progreso de la nación. El Islam nos enseña a vivir de esta manera, y, de hecho, no aboga simplemente a favor de esta idea sino que nos determina a ser absolutamente leales y en- tregados a nuestro país de residencia. De hecho, el Santo Profetasa hizo especial hincapié en que el amor a la nación es parte de la fe de un verdadero musulmán. Cuando amar a tu país es un elemen- to básico del Islam, ¿cómo puede un verdadero musulmán mostrar deslealtad o traición a su país renunciando de esta manera a su fe? En todos nuestros eventos principales, tiene lugar una ceremonia en la que todos los miembros de la Comunidad Ahmadía, ya sean hombres, mujeres, niños o ancianos, se alzan y hacen una promesa tomando a Dios por testigo. En esa promesa se comprometen a renunciar a sus vidas, a la riqueza, al tiempo y al honor, no sólo por su religión, sino también por el bien de sus naciones y países. Por lo tanto, ¿qué ciudadano podría llegar a ser más leal que aque- llas personas a quienes se les recuerda constantemente que han de servir a su país y que reafirman repetidamente su compromiso de estar siempre dispuestos a sacrificar todo por el bien de su fe, país y nación?

La mayoría de los musulmanes proceden de Pakistán, Turquía u otros países asiáticos. Por tanto, podría surgir la duda, aquí en Alemania, en la mente de algunas personas, de si llegado el momento en que estas personas tuvieran que hacer sacrificios por sus naciones, ¿no darían acaso preferencia a sus países de origen antes que a Alemania? A este respecto, debo aclarar y explicar que cuando una persona adquiere la nacionalidad alemana o la nacio- nalidad de cualquier país, entonces se convierte en un ciudadano de pleno derecho de esa nación. Ya he presentado previamente este concepto a principios de este año, cuando pronuncié un dis- curso en la sede de Ejército alemán, en Koblenz. Expliqué, en base a las enseñanzas islámicas, lo que debería suceder si se presenta una situación en la que Alemania estuviera involucrada en una guerra con el país de origen de un inmigrante que se ha convertido en ciudadano alemán. Si el inmigrante siente simpatía hacia su país de origen y piensa que existe el riesgo de que pueda causar algún daño a Alemania, entonces esa persona debe renunciar inmedia- tamente a su ciudadanía o estatus migratorio, y regresar a su país natal. Sin embargo, si decide quedarse, entonces el Islam no per- mite ninguna forma de deslealtad con el país donde reside. Esta es una enseñanza absoluta e inequívoca. El Islam no tolera ninguna forma de comportamiento rebelde por parte de ningún ciudada- no en contra de su nación, ni tampoco permite perjudicarla de ninguna manera, ya sea esta su nación adoptiva o de cualquier otro tipo. Si una persona actúa en contra de su nación adoptiva o le causa algún perjuicio, entonces debe ser tratado como enemigo del Estado, traidor, y castigado de acuerdo con las leyes del país.

Esto deja clara la situación de un inmigrante musulmán en cualquier país. Para el caso de un alemán local, o el de cualquier persona de cualquiera nacionalidad que se convierta al Islam queda perfectamente claro que no tiene otro camino que el de mostrar lealtad absoluta a su nación. Otra pregunta que a veces se plantea es: ¿qué medidas deberían adoptar los musulmanes que viven en Occidente cuando un país occidental inicia una guerra contra una nación musulmana? Para responder a esta pregunta, debo, en primer lugar, mencionar que el Fundador de nuestra Comunidad, el Mesías Prometidoas, explicó que en la actualidad nos hallamos en una época donde las guerras religiosas han llega- do a su fin. Durante el curso de la historia, en ocasiones tuvieron lugar guerras o batallas entre los musulmanes y personas de otras religiones. Y en estas batallas la única meta para los no musulma- nes era matar a los musulmanes y acabar con el Islam.

En la mayoría de las primeras guerras, los no musulmanes to- maron la iniciativa de forma agresiva, por lo que los musulmanes no tuvieron otro remedio que defenderse a sí mismos y defender su religión. Sin embargo, el Mesías Prometidoas explicó que tales circunstancias ya no existen hoy en día, puesto que no hay gobier- nos que estén declarando guerras en un intento por acabar con el Islam; existiendo, por el contrario, una gran libertad religiosa en la gran mayoría de los países occidentales, así como también en los países no-musulmanes. Nuestra Comunidad está extrema- damente agradecida de que exista tal libertad religiosa, que está permitiendo a los musulmanes áhmadis propagar el mensaje del Islam en estos países no musulmanes. Y esto a su vez nos permi- te presentar las verdaderas enseñanzas del Islam, de paz y armo- nía, en el mundo occidental. Ciertamente, gracias a esta libertad y tolerancia religiosa, yo soy capaz de estar hoy frente a ustedes y presentarles el verdadero Islam, quedando así demostrado que en la actualidad no hay ningún tipo de guerra religiosa. La otra situación que pudiera surgir sería, por ejemplo, si un país de ma- yoría musulmana y un país de mayoría cristiana entrasen en guerra por razones no religiosas. ¿Cómo debe reaccionar un ciudadano musulmán que vive en estos países, ya sean cristianos o de cual- quier otra religión, ante tales circunstancias? Para responder a esta pregunta, el Islam ha establecido un principio fundamental, y es que las personas nunca deben apoyar la crueldad o la opresión. Por lo tanto, si un país musulmán practica la opresión o la crueldad, debe impedirse que este país siga así actuando; y si un país cristia- no practica la crueldad, deben igualmente detener sus acciones de inmediato.

¿Cómo puede un solo individuo detener a su propio país ante cualquier forma de crueldad u opresión? La respuesta a esto es muy simple. En la actualidad, la democracia prevalece a lo largo del mundo occidental, y por lo tanto, si un ciudadano (o grupo de personas) ve que su gobierno está actuando de manera opresiva, entonces debe levantar la voz, oponerse a tales medidas y tratar de guiar a su país hacia el camino correcto. Si un ciudadano considera que su país está violando la soberanía de otro país, entonces debe llamar la atención de su gobierno y despertar su conciencia.

Alzarse pacíficamente y exponer los problemas, no es un acto de rebelión o sublevación, sino que, de hecho, es una expresión de verdadero amor por su país. Un ciudadano que no puede soportar ver la reputación de su país empañada o deshonrada dentro de la comunidad internacional, y que por tanto llama la atención de su país, está manifestando su amor y su lealtad hacia él.

En lo que se refiere a la Comunidad Internacional y sus institu- ciones, el Islam enseña que cuando un país es atacado injustamen- te, otras naciones deben unirse y tratar de detener al agresor. Si la nación que agrede se da cuenta de su error y se retira, no debe im- ponérsele ningún tipo de castigo como venganza, o como medio para aprovecharse de la situación. Por lo tanto, el Islam ofrece respuestas y soluciones a todas las situaciones posibles. La esencia de las enseñanzas del Islam es que debemos extender la paz, en la medida en que el Santo Profetasa ha definido a un musulmán como la persona de cuyos actos físicos o verbales todos los demás están a salvo. Como ya he dicho, el Islam enseña que nunca se debe apoyar la crueldad y la opresión. Esta es la hermosa enseñanza llena de sabiduría que inspira a un verdadero musulmán a mantener una posición de honor y dignidad en el seno de cualquier país en el que viva. Sin duda que todas las personas sinceras y decentes desearían tener esas personas pacíficas dentro de sus sociedades.

El Santo Profeta Muhammadsa ha dado a los musulmanes otra hermosa enseñanza para que la adopten en sus vidas. Ha enseñado que un verdadero creyente debe buscar siempre lo que es bueno y puro. A su vez, también enseñó que siempre que un musulmán oiga un sabio consejo debe adoptarlo en su vida diaria. Por lo tanto, con la misma determinación con que una persona busca ad- quirir lo que le corresponde, a los musulmanes se les enseña que deben esforzarse por obtener y beneficiarse de los sabios consejos y de la bondad donde quiera que se encuentren. Es un principio hermoso y perfecto, muy necesario actualmente cuando existen tantas preocupaciones acerca de la integración de los inmigrantes. Con el fin de integrarse en sus sociedades locales y desarrollar el respeto mutuo, a los musulmanes se les enseña que deben tratar de aprender todos los aspectos positivos de cada sociedad, cada región, cada ciudad y cada país. No es suficiente sólo aprender acerca de estos valores, si no que, además, los musulmanes deben esforzarse por adoptarlos en sus propias vidas. Esta guía es la que verdaderamente inculca la unidad, y el espíritu de confianza y de amor mutuo. En efecto, ¿quién puede ser más amante de la paz que un verdadero creyente, que además de cumplir con las exigen- cias de su fe, trata también de adoptar todos los aspectos positivos de su sociedad o de cualquier otra? ¿Quién puede difundir la paz y la seguridad mejor que él?

A causa de los medios de comunicación disponibles en la actualidad, el mundo es ahora conocido como la “aldea global”. Esto es algo que el Santo Profetasa profetizó hace unos 1.400 años, cuando dijo que llegaría un momento en que el mundo sería único y las distancias parecerían acortarse. Dijo que, debido a los medios de comunicación rápidos y modernos, la gente sería capaz de ver el mundo entero. De hecho, se trata de una profecía del Santo Corán, que él mismo explicó con detalle. Así, el Santo Profetasa enseñó que cuando llegara dicho momento, la gente debería tratar de aprender y adoptar las cosas buenas de los demás, con el mismo entusiasmo con el que tratarían de recuperar sus propiedades perdidas. En otras palabras, se puede decir que deben adoptarse todas las cosas positivas, a la vez que se debe evitar todo lo nega- tivo. El Sagrado Corán explica este mandamiento diciendo que el verdadero musulmán es aquel que ordena el bien y prohíbe el mal. Teniendo esto en cuenta, ¿qué país o sociedad diría que no es capaz de tolerar o aceptar la presencia en su seno del Islam, o de los musulmanes amantes de la paz? El año pasado tuve la opor- tunidad de conocer al alcalde de Berlín y le expliqué que el Islam enseña que se debe considerar cada aspecto positivo de cualquier nación como si fuera nuestra herencia personal. Respondió di- ciendo que si se actuara de acuerdo con esta enseñanza, sin duda de que el mundo entero uniría sus manos y apoyaría esta iniciativa. Me siento bastante sorprendido y entristecido cuando escucho que en algunas partes de Alemania hay personas que dicen que ni los musulmanes ni el Islam pueden integrarse en la sociedad alemana. Es verdad, ciertamente, que el Islam que representan los extremistas o los terroristas no tiene la capacidad de integrarse en ningún país o sociedad, y no sólo en Alemania. Ciertamente lle- gará un momento en que se levantarán voces de oposición a tales ideologías extremistas, incluso en los propios países musulmanes. Sin embargo, el verdadero Islam, el que trajo el Santo Profetasa, siempre atraerá a la gente sincera y decente. En esta época, para re- vivir las enseñanzas originales, Al-lah envió al Mesías Prometidoas como siervo del Santo Profetasa, y la Comunidad que él fundó y que yo represento, practica y predica el verdadero mensaje del Islam.

Quede claro, por tanto, que nadie puede afirmar con justicia que el verdadero Islam no se pueda integrar en cualquier sociedad. El verdadero Islam fomenta la justicia y la bondad, y evita todas las formas de maldad y delito. El verdadero Islam enseña a los mu- sulmanes a poner fin a la maldad y a la crueldad dondequiera que exista. Por tanto, más que una cuestión de falta de integración, el verdadero Islam atrae de forma natural a la sociedad, al igual que lo hace un imán magnético. El Islam enseña que una persona no sólo debe esforzarse por adquirir o desear la paz para sí mismo, sino que debe hacer un esfuerzo íntegro para difundir la paz y la armonía entre los demás, con el mismo anhelo que lo siente hacia sí mismo. Esta actitud desinteresada es la manera de establecer la paz en el mundo. ¿Hay alguna sociedad que no aprecie estas en- señanzas y no apruebe este tipo de enfoque? Sin duda que una buena sociedad no puede desear que la inmoralidad y el mal se extiendan dentro de ella, y nunca se opondría a que se promueva la bondad y la paz en su seno. Cuando definimos “bondad” es po- sible que haya diferencias en la definición que de la misma hace una persona religiosa y una persona no religiosa. Entre los aspec- tos de la bondad y la virtud que el Islam describe, hay dos virtudes primordiales a través de las cuales emanan todas las demás formas de bondad. Una de ellas es la obligación que debemos Al-lah el Todopoderoso, y la otra es la responsabilidad hacia la humanidad. Aunque exista diferencia en la definición que ofrece una persona religiosa frente a una no religiosa, no hay diferencia en lo que se refiere al segundo aspecto: la obligación hacia los seres humanos. Las responsabilidades debidas a Al-lah se refieren al culto a Dios, y en consecuencia, todas las religiones guían a sus seguidores en relación con dicho culto; mientras que en lo que se refiere a los derechos del hombre, tanto las sociedades como la religión, se han encargado de educar conjuntamente a la humanidad a este respec- to. El Islam nos habla con gran profundidad y detalle acerca de los derechos y obligaciones para con los seres humanos. Siendo im- posible intentar cubrir la totalidad de éstas enseñanzas en el breve tiempo que dispongo, voy a mencionar, sin embargo, algunos de los derechos fundamentales que establece el Islam, y que son nece- sarios para que la paz germine dentro de la sociedad.

El Islam enseña que se deben respetar y cuidar los sentimientos de los demás. Esto incluye los sentimientos religiosos y los senti- mientos ajenos en relación con las cuestiones sociales en general. En una ocasión, con el fin de proteger el sentimiento religioso de un judío, el Santo Profetasa se sentó a su lado incluso después de saber que se había producido un altercado entre dicho judío y un musulmán. Mostrando respeto hacia los sentimientos del judío, el Santo Profetasa reprendió al musulmán, diciendo que él no debería haber reivindicado que el Santo Profetasa era superior a Moisés, aunque era consciente que él había traído el último libro de la Ley Divina. Esta es la manera en la que el Santo Profeta se hacía cargo de los sentimientos de los demás y establecía la paz social.

Otra gran enseñanza del Islam es la exigencia de que se cum- plan los derechos de las personas pobres y desfavorecidas. Para hacerlo, enseña que las personas deben aprovechar aquellas opor- tunidades a través de las cuales se puede mejorar la posición social de los sectores más necesitados. Debemos tratar de ayudar a los más pobres de manera desinteresada y no explotarlos de distintas formas. Por desgracia, en la sociedad actual, se crean proyectos u oportunidades que aparentan “ayudar” a los desfavorecidos, pero que a menudo se basan en un sistema de créditos cuya devolu- ción está sujeta a intereses. Por ejemplo, a menudo se conceden préstamos a estudiantes para ayudar a completar su educación; o hay personas que toman préstamos para iniciar negocios, que, sin embargo, les lleva años o incluso décadas pagarlos. Tras años de esfuerzo, o a causa de una crisis económica, pueden encontrarse al final con un nivel de deuda igual al que tenían al principio o, posiblemente, en una situación financiera aún peor. Hemos pre- senciado o escuchado un sinnúmero de ejemplos en los últimos años, en los que muchas partes del mundo se han visto afectadas por la crisis económica.

Una alegación que se hace habitualmente en contra del Islam, es que no trata a las mujeres de una manera justa o con igualdad. Sin embargo, esta alegación carece de fundamento y justificación. El Islam ha conferido a las mujeres dignidad y honor. Les voy a dar un par de ejemplos: el Islam dio a la mujer el derecho a divorciarse de su esposo a causa del mal comportamiento del marido en un tiempo en que las mujeres eran consideradas una mera posesión o un bien. Paradójicamente, este derecho a favor de las mujeres no se estableció en el mundo desarrollado hasta el siglo pasado. Por otra parte, el Islam dio a las mujeres el derecho a la herencia en un pe- riodo en que se consideraba que la mujer no tenía ningún estatus o valor. Este derecho sólo se ha otorgado a las mujeres de Europa en tiempos relativamente recientes. El Islam a su vez, también confie- re derechos a los vecinos.

El Corán da orientaciones detalladas sobre quién es tu vecino y cuáles son sus derechos. En el concepto de vecindad incluye a quien se sienta a tu lado, a las casas cercanas, abarcando a aquellos a los que conoces y también a los que no conoces alcanzando hasta las cuarenta casas que rodean a la tuya. También se incluyen como vecinos a aquellos con los que se viaja, encomendando cuidar de su bienestar. Estos derechos se enfatizaron de forma muy impor- tante, hasta el punto de que el Santo Profetasa dijo de los vecinos que en ocasiones pensaba que tal vez se les acabaría incluyendo entre los herederos legales de una persona. De hecho, el Santo Profetasa fue tan lejos como para afirmar que una persona de quien su vecino no está a salvo, no puede ser considerado como creyente o musulmán.

Otro mandamiento del Islam en pro del bienestar de los demás requiere que todas las partes se ayuden y se apoyen mutuamente en el cumplimiento de la tarea de ayudar al débil y al vulnerable a me- jorar su situación. En consecuencia y con el fin de cumplir su rol y poner en práctica estas enseñanzas, la Comunidad Ahmadía viene proporcionando educación primaria y secundaria en las más zonas pobres y desfavorecidas del mundo. La Comunidad ha construido y puesto en funcionamiento diversas escuelas que proporcionan educación secundaria, y financia becas de ayuda para que aquellos que están en una situación necesitada puedan llegar a una posi- ción en la que sean capaces de valerse por ellos mismos.

Otro mandamiento del Islam es que se deben cumplir todas las promesas y los pactos. Esto incluye a todas las promesas que se hacen unas personas a otras, y también obliga a que un musulmán deba cumplir el pacto de lealtad que se establece entre el ciudada- no y su país, del que ya he tratado anteriormente.

Estos son sólo algunos puntos que muestran en qué medida el Islam es una religión compasiva y tolerante. Es triste observar cómo, con la misma fuerza que el Islam enseña y busca favorecer la paz en el mundo, los opositores del Islam, o los que no cono- cen sus verdaderas enseñanzas, crean acusaciones infundadas en contra de esta maravillosa religión. Como ya he dicho anterior- mente, la Comunidad Ahmadía está propagando en esta época el verdadero mensaje del Islam. A la luz de esto, pediría a aquellos que realizan objeciones contra el Islam, basadas en las acciones de una minoría de musulmanes, que cuestionen y pidan cuentas a estos individuos; y que no utilicen sus ejemplos injustos para difa- mar y desacreditar a las verdaderas enseñanzas del Islam.

No debéis considerar que las enseñanzas del Islam supongan una amenaza o sean peligrosas para Alemania o para ningún otro país, así como tampoco debéis preocuparos sobre si un musulmán puede o no integrarse en la sociedad alemana. Como ya he dicho antes, un rasgo distintivo del Islam es que enseña a los musulma- nes a adoptar todas las cosas buenas, y no cabe duda de que los musulmanes pueden integrarse y vivir dentro de cualquier socie- dad. Si alguien actuara en contra de este mandamiento, sería sólo un musulmán de nombre, y no un seguidor de las verdaderas en- señanzas del Islam. Ciertamente que a los musulmanes no se les permite hacer nada que no sea correcto, o no tenga en cuenta las instrucciones del Sagrado Corán en relación con los principios de la humildad, la santidad de la religión o actuar en contra de la jus- ticia. Sin embargo, estas cuestiones no son una cuestión de la inte- gración, sino que son un aspecto de la libertad religiosa personal. La violación de la libertad religiosa no una cuestión a la que sólo los musulmanes tendrían que oponerse; en realidad toda per- sona sincera y decente debería alzarse y hacer oír su voz en contra de esta situación, y declarar abiertamente que ningún gobierno ni sociedad deben interferir con los derechos religiosos de carácter personal. Rezo para que Alemania, y de hecho, todos los países que se han convertido en hogar de personas de diferentes nacio- nalidades y culturas, muestren los mayores niveles de tolerancia y respeto por los sentimientos de los demás. De esta manera, se convertirán en abanderados de quienes muestran amor mutuo, afecto y paz. Este será el medio para garantizar la paz y la segu- ridad permanente en el mundo, de manera que la humanidad se pueda salvar de la destrucción a la que se dirige por culpa de la ausencia total de tolerancia mutua.

La amenaza de una destrucción terrible se cierne sobre noso- tros, y para salvarnos de tal devastación, cada país y cada individuo, religioso o no religioso, tiene que ver por donde pisa con exquisito cuidado. ¡Espero que todas las personas, en todo el mundo, se den cuenta de esta realidad! Para finalizar, me gustaría darles las gra- cias a todos ustedes, una vez más, por dedicar su valioso tiempo para asistir a este evento y escuchar lo que les he dicho hoy. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

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