La vida del Santo Profeta (sa)
SERMÓN DEL VIERNES, 19 de ENERO de 2024,
pronunciado en la MEZQUITA MUBARAK de Islamabad (Tilford, Surrey), Reino Unido.
Después de recitar el Tashahud, el Taawwuz y el Surah Al-Fatihah,
Hazrat Mirza Masrur Ahmad, Jalifatul Masih V (atba), habló lo siguiente:
[En los sermones recientes] he estado mencionando acontecimientos que rodearon la “Batalla de Uhud” [y hoy] voy a narrar algunos datos más al respecto.
Como expuse, el enemigo anunció que el Santo Profeta Muhammad (sa) había sido martirizado. [Entonces], ¿cuál fue el estado de los musulmanes cuando se enteraron de la noticia del “martirio” del Santo Profeta (sa)?
[Pues bien], los incidentes en relación con esto son los siguientes:
Cuando Ibn Qamiah creyó que había matado al Profeta (sa), proclamó que: “¡Muhammad [sa] ha sido martirizado!”. También se dice que fue satanás quien hizo este anuncio, tomando la forma de Yual o Yuwal bin Suraqah, que fue uno de los primeros devotos musulmanes y estaba entre la gente de Suffah. [Posteriormente y respecto a esta persona], el Mensajero (sa) cambió su nombre a Umar con motivo de la “Batalla de Jandaq” [‘de la zanja’]. En cualquier caso, cuando la gente escuchó esto, corrió hacia Yual para matarlo. Sin embargo, expresó que no tuvo nada que ver con esa noticia y dijo que no hizo ninguna proclama así. [En todo caso], Jawad bin Yubair y Abu Burdah testificaron que, cuando escucharon tal clamor, Yual estaba peleando a su lado; [en otras palabras], que se les había unido y luchaba junto a ellos.
Asimismo, se dice que quien hizo este anuncio fue Azab al-Aqabah, quien habría pronunciado tres veces que el Santo Profeta Muhammad (sa) había sido martirizado. [En definitiva], hay varias narraciones con respecto a quién hizo este anuncio y es posible que varias personas lo hayan experimentado de manera diferente, y que distintos individuos hubieran realizado tal proclamación, como Ibn Qamiah, Iblis y Azab al-Aqabah. [Al mismo tiempo], es posible que otra persona malvada hubiera hecho tal anuncio. [De todas formas], cuando se difundió esta noticia, algunos musulmanes afirmaron: “Dado que el Santo Profeta (sa) ha fallecido, todos vosotros deberíais volver a vuestra tribu, ya que ellos os otorgarán protección”. Ante esto, algunos otros dijeron: “Si el Mensajero (sa) ha caído mártir, ¿ya no lucharéis por la religión y el mensaje de vuestro Profeta (sa) hasta que encontréis a vuestro Señor como mártires?”.
[Por su parte], Hazrat Zabit bin Dahdah (ra) pidió a los “Ansar” [musulmanes nativos de Medina]:
“¡Oh grupo de los ‘Ansar’! Incluso si el Santo Profeta Muhammad (sa) ha sido martirizado, Dios Altísimo está vivo y la muerte no puede alcanzarlo. Luchad por vuestra religión y Al’lah os concederá la victoria y el éxito”.
Al escuchar esto, un grupo de entre los “Ansar” se levantó y lanzó un ataque, junto a Hazrat Zabit (ra), contra un contingente de idólatras que incluía a Jalid bin Walid, Ikrimah bin Abu Yahl, Amr bin al-Aas y Zirar bin al-Jattab. [A continuación], al ver a este pequeño grupo de musulmanes realizar esa embestida, Jalid bin Walid lanzó un severo contraataque y martirizó a Hazrat Zabit bin Dahdah (ra) y a sus compañeros “Ansari”.
En relación con esta terrible situación, Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) ha escrito lo siguiente en “La vida y el carácter del Sello de los Profetas (sa)” y explica que:
“En aquel momento, los musulmanes estaban divididos en tres grupos: el primero estaba formado por aquellos que habían huido del campo de batalla al escuchar la noticia de que el Santo Profeta (sa) había sido martirizado y este era el más pequeño de todos, e incluía a Hazrat Uzman bin Affan (ra). No obstante, como se menciona en el Sagrado Corán, teniendo en cuenta las circunstancias especiales de aquella época y la profunda fe y sinceridad de estas personas, Dios los perdonó.
De entre estas personas, algunos incluso habían llegado a Medina y, de esta manera, las noticias del supuesto martirio del Profeta (sa) y la derrota del ejército musulmán lograron llegar también a Medina, [por lo que] un estado de lamentación estalló en dicha ciudad y los hombres y mujeres musulmanes, tanto jóvenes como viejos, salieron de la misma en un estado de inmensa consternación, se dirigieron hacia Uhud y algunos se apresuraron al campo de batalla y se lanzaron contra las filas enemigas en el nombre de Al’lah, (o sea, ellos también comenzaron a pelear).
El segundo grupo estaba formado por personas que no habían huido, pero que al escuchar la noticia del [supuesto] martirio del Mensajero de Dios (sa), habían perdido la determinación o sentían que ahora era inútil luchar. Por lo tanto, se marcharon a un lado del campo de batalla y se sentaron con la cabeza agachada.
El tercer grupo era el de los que continuaron luchando sin tregua. Entre ellos, algunos formaban parte de aquellas personas que estaban concentradas alrededor del Santo Profeta Muhammad (sa) y exhibían actos de valor sin precedentes, aunque la mayoría de ellos luchaban en el campo de batalla dispersos unos de otros. [Luego], a medida que estas personas y las del segundo grupo continuaban descubriendo que el Santo Profeta (sa) [en realidad] estaba vivo, dichas personas continuaban luchando y acercándose al Mensajero de Al’lah (sa) a semejanza de aquellos poseídos por la locura. [Entretanto], el estado de guerra en ese momento era tal que el ejército de los qureish avanzaba desde los cuatro frentes en forma de feroces olas del océano, y una lluvia de flechas y piedras caía sobre ellos en el campo de batalla desde todas direcciones.
Al presenciar dicho estado de peligro, estos devotos rodearon el perímetro del Profeta (sa) y protegieron su cuerpo bendito con el suyo [propio]; y, a pesar de ello, siempre que la fuerza del ataque avanzaba, este puñado de hombres era empujado aquí y allá, y en esta situación, a veces el Santo Profeta Muhammad (sa) casi se quedaba solo. En uno de esos casos, una piedra arrojada por Utbah bin Abi Waqqas, el hermano idólatra de Sad bin Abi Waqqas (ra), golpeó el rostro bendito del Mensajero (sa), lo que le rompió un diente y le hirió el labio. Poco después, otra piedra lanzada por Abdul’lah bin Shahab hirió la frente del Santo Profeta (sa). Incluso una tercera piedra arrojada por Ibn Qamiah golpeó la mejilla bendita y dos clavos del ‘mighfar’ (o casco) del Profeta (sa) perforaron su rostro; [por lo que] Sad bin Abi Waqqas (ra) estaba tan furioso por esta acción de su hermano Utbah que dijo que nunca se sintió tan deseoso de matar a un enemigo como lo estaba por aniquilar a Utbah en el día de Uhud”.
Hazrat Musleh Maud (ra) ha profundizado sobre la filosofía de la aceptación de la oración y al hacerlo, ha explicado con gran detalle este incidente de la “Batalla de Uhud” ahondando en el tema [de esta forma]:
“Lo que dije con respecto a la victoria de los británicos es que si se establecieran en la Unidad de Dios y me pidieran que orara por ellos con un corazón puro, obtendrían la victoria”.
Esto fue en 1940, respecto a la Segunda Guerra Mundial.
Y añade: “Si esta gente me pide que ore [por ellos], saldrán victoriosos”.
[Continúa]: “Esto está en completa conformidad con las profecías de Dios Altísimo, Su Divina Palabra y mis visiones. [Es más], el Mesías Prometido (as) ha orado mucho por estas naciones, pero dichos países han colocado a un ser humano en el trono de Dios y por eso Dios [Mismo] los está sometiendo a pruebas”.
[Es decir], [el hecho de] que hayan tomado al Profeta Jesús (como) “hijo de Dios” es por lo que estas personas se enfrentan a pruebas, aunque se han ofrecido muchas oraciones por ellos.
Más tarde mencionó a los “paighamis” [-la secta lahori-, en el sentido de] que “si los paighamis desean negar esto, entonces pueden hacerlo”; en otras palabras, los “paighamis” tenían una creencia contraria a lo que afirmaba Hazrat Musleh Maud (ra).
En todo caso, expone:
“Pero [respecto a] las oraciones que el Mesías Prometido (as) ha ofrecido por ellos, el impedimento en la aceptación de las mismas es el hecho de que asocien [a un humano] con Dios. Si este obstáculo se elimina parcial o totalmente, entonces dichas oraciones ciertamente serán aceptadas. [Aparte], yo he visto varias visiones en las que mis oraciones pueden eliminar sus aflicciones, aunque esto no significa que cualquier oración que ofrezca será aceptada automáticamente. Si estuviera en mi poder hacerlo, ¿por qué no eliminaría las aflicciones a las que nos enfrentamos? En el Santo Corán se afirma que los incrédulos solían decirle al Santo Profeta Muhammad (sa) que ‘si eres verdaderamente amado por Al’lah, ¿por qué no resuelves tal o cual tarea tuya?’. Pero Dios Altísimo afirma: ¡Oh Muhammad [sa]! Di que ‘si estuviera en mi poder hacerlo, ¿por qué no iba a recibir todos los beneficios para mí?’.
Así pues, si esta regla no se aplicó tan siquiera al Mensajero de Dios (sa), -[o sea], de que todas sus oraciones serían aceptadas-, entonces, ¿cómo esto se podría aplicar a mí? [En otras palabras], cuando esta regla era incluso para el Santo Profeta (sa), que cuando Dios estaba listo para aceptar una oración y deseaba establecer el honor del Profeta (sa) por medio de una señal, entonces ciertamente la aceptaba; por lo que, ¿cómo puede ocurrirme lo contrario a mí o a otra persona?
Acepto que está en el poder de los británicos que, si quisieran, podrían ejecutarnos o encarcelarnos, –en ese momento se los consideraba débiles en comparación con el enemigo y se encontraban en un estado bastante precario durante la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de esto, afirmo que sus aflicciones pueden ser eliminadas a través de mis plegarias, porque el poder que tienen sobre nuestras vidas está bajo una ley diferente y la aceptación de la oración se rige por otra ley distinta. [En este sentido], el rey de Persia tenía la intención de arrestar al Mensajero de Al’lah (sa), aunque quienes debían detenerle aún no habían llegado. Al final, solo unos enviados del Gobernador de Yemen trajeron el mensaje, pero el Santo Profeta Muhammad (sa) les comunicó: ‘Id y decidle a vuestro amo que no iremos, [pues] nuestro Dios ha matado a vuestro dios’.
[Lo que ocurrió fue que] Dios incitó al hijo del rey y este mató a su propio padre, pero durante la ‘Batalla de Uhud’, el enemigo atacó al Santo Profeta (sa), le arrojó piedras, le rompió los dientes, resultó herido en la cabeza, los clavos de su casco se le incrustaron en su cara, quedó inconsciente y acabó [en una zanja], tras lo cual otros Compañeros (ra) cayeron encima de él. Por eso, algunos de ellos pensaron que había caído mártir. Ahora [bien], alguien puede preguntar: si Dios Altísimo honró tanto al Profeta (sa) que causó que mataran al rey de Persia, que vivía muy lejos, entonces ¿por qué permitió que los incrédulos le arrojaran piedras en el campo de batalla de Uhud?
[En realidad], tales acusaciones no son correctas, [ya que] esta es la prudencia y la sabiduría de Al’lah [en acción; es decir], estos son Sus secretos): [que] a veces castiga a una persona por un asunto insignificante y otras, de acuerdo con lo que considera prudente, muestra indulgencia para que la persona se dé cuenta de su propia impotencia y miseria”.
En todo caso, volvamos al incidente [de Uhud] que estaba siendo narrado.
Después del rumor de su muerte, el Mensajero de Dios (sa) apareció repentinamente frente a los Compañeros (ra) y, explicando esto, está escrito que Hazrat Abu Ubeidah (ra) fue la primera persona en ese momento que reconoció al Santo Profeta (sa) y que estaba vivo y bien.
[El propio] Hazrat Abu Ubaidah (ra) dijo:
“Reconocí al Profeta (sa) por sus ojos brillantes y radiantes bajo su ‘jaud’.” [En este caso], “jaud” era un tipo de casco que un soldado usaba para proteger su cabeza y su cara; y añadió: “Vi un gran brillo y luz en sus ojos, y supe que el Santo Profeta Muhammad (sa) estaba vivo. Por eso, tan pronto como lo reconocí, grité con todas mis fuerzas: ‘¡Oh musulmanes, os doy la buena noticia de que el Santo Profeta (sa) está entre nosotros!’. Ante esto, el Mensajero (sa) me hizo un gesto para que permaneciera en silencio”. [No obstante], en otra narración, se afirma que fue un Compañero (ra) diferente quien reconoció al Profeta (sa).
Entretanto, un autor escribe que tras caer en la trinchera, todo el cuerpo del Santo Profeta Muhammad (sa) quedó cubierto de sangre; y cuando salió [de la zanja], Hazrat Kab bin Malik (ra) reconoció los ojos del Mensajero de Al’lah (sa) debajo de su casco y gritó de alegría:
“¡Buenas nuevas para los musulmanes! ¡Alegraos porque es el Mensajero de Dios [sa]!”.
Ante esto, el Santo Profeta (sa) le indicó que permaneciera en silencio. Sin embargo, como los musulmanes continuaron recibiendo noticias de ello, corrieron hacia el Santo Profeta (sa). Entre ellos estaba Hazrat Abu Bakr Siddiq (ra), Hazrat Umar bin al-Jattab (ra), Hazrat Ali bin Abi Talib (ra), Hazrat Talha bin Ubeidul’lah (ra), Hazrat Zubair bin al-Awwam (ra), Hazrat Hariz bin Simha (ra) y varios otros musulmanes. [A continuación], el Profeta (sa), junto con sus Compañeros (ra), se refugió en un valle de la montaña de Uhud; y a lo largo del camino, cada vez que el enemigo lanzaba un ataque, los Compañeros (ra) del Mensajero (sa) respondían enfáticamente.
En ciertos libros se ha narrado que cuando el impulso de la batalla cambió repentinamente, la situación del enfrentamiento se volvió muy peligrosa y delicada. Inesperadamente, el Santo Profeta Muhammad (sa) surgió de entre Hazrat Sad bin Muaz (ra) y Hazrat Sad bin Ubeidah (ra) y los Compañeros (ra) pudieron reconocerlo por su forma de caminar. En ese momento, se fortalecieron con [gran] pasión y fue como si no hubieran sufrido derrota ni pérdida alguna. [Luego], cuando todos los musulmanes vieron al Santo Profeta (sa), se reunieron apasionadamente alrededor suyo y él los llevó hacia un paso de montaña. Entonces, Hazrat Abu Bakr (ra), Hazrat Umar (ra), Hazrat Ali (ra), Hazrat Zubair y Hazrat Hariz bin Simha (ra) estaban con él (sa).
[Sobre este tema], Hazrat Jalifatul Masih II (ra) afirma:
“Como el ataque contra los musulmanes fue tan inesperado, estos se volvieron extremadamente ansiosos y fueron incapaces de luchar contra el enemigo, ya que se habían dispersado. Los enemigos se hicieron con el control del campo de batalla y los Compañeros (ra), desesperados, comenzaron a huir hacia Medina y solo doce de ellos permanecieron alrededor del Profeta (sa). De hecho, hubo un momento en el que solo quedaron tres Compañeros (ra) cerca del Mensajero de Al’lah (sa). En particular, el enemigo comenzó a disparar flechas contra él en ese momento y, a pesar de la peligrosa situación, él permaneció firmemente asentado contra el oponente y no se movió de su posición.
De repente, los enemigos avanzaron con fuerza y los pocos Compañeros (ra) que quedaban también fueron empujados hacia atrás. El Santo Profeta Muhammad (sa) resultó herido y cayó en una zanja, y algunos de los Compañeros (ra) que le protegían fueron martirizados y se desplomaron sobre el [propio] Santo Profeta (sa). Durante unos instantes, los Compañeros (ra) no pudieron verle y se extendió la noticia entre el ejército de que el Profeta (sa) había sido martirizado. Esta primicia conmocionó aún más a los Compañeros (ra) y la poca energía que les quedaba se esfumó. Los Compañeros (ra) que estaban alrededor del Mensajero (sa) en ese momento y aún vivían retiraron los cadáveres y sacaron al Santo Profeta Muhammad (sa) de la zanja y montaron guardia a su alrededor.
Cuando el Santo Profeta (sa) se alejó de los idólatras que lo habían rodeado y se dirigía hacia el paso de montaña junto con sus devotos Compañeros (ra), Uzman bin Abdul’lah bin Mugheirah, que estaba montado en un caballo blanco, se acercó al Profeta (sa). Iba cubierto con una armadura de pies a cabeza y se dirigía hacia [el mismo] paso de montaña al que se iba el Mensajero de Dios (sa); y lo hacía diciendo: “¡O vive él, o vivo yo!”. Al oír su voz, el Santo Profeta Muhammad (sa) se detuvo. El caballo de Uzman cayó en una de las trincheras que habían cavado allí y Hazrat Hariz (ra) corrió hacia él, y durante unos instantes lucharon entre sí con sus espadas. De repente, Hazrat Hariz bin Simha (ra) le golpeó en el pie con su espada y Uzman se sentó debido a la herida. [Finalmente], Hazrat Hariz (ra) lo mató y le quitó la armadura y el casco. Al presenciarlo, el Santo Profeta (sa) expresó su gratitud a Al’lah por haberle matado.
Al mismo tiempo, Ubeidul’lah bin Yabir Amiri atacó a Hazrat Hariz (ra) y le golpeó el hombro, causándole una herida. Uno de los Compañeros (ra) de Hazrat Hariz (ra) lo levantó y se lo llevó. Tras esto, Hazrat Abu Duyanah (ra) avanzó hacia delante y atacó a Ubeidul’lah, lo mató con su espada y regresó junto al Profeta (sa).
Asimismo se menciona a Ubayy bin Jalf, que era uno de los jefes de La Meca y atacó al Mensajero de Al’lah (sa). [Lo que ocurrió fue que], cuando el Santo Profeta Muhammad (sa) se dirigía hacia el paso de montaña, Ubayy bin Jalf [también] llegó allí. Esta fue la misma persona que [ya] había pagado un rescate por ser capturado en la ‘Batalla de Badr’. Él decía que tenía un caballo llamado Ouz, al que alimentaba diariamente con 7,5 kg de maíz. Era un equino muy poderoso y sano, y había afirmado que ‘montaré en este caballo y mataré a Muhammad [sa]’. Cuando el Santo Profeta (sa) se enteró de esto, exclamó que en realidad sería él mismo quien lo mataría y no al contrario”.
Según otra narración, había dicho esto al Profeta (sa) mientras estaba en La Meca antes de la emigración. Así, con ocasión de la “Batalla de Uhud”, el Mensajero (sa) comunicó a sus Compañeros (ra): “Sospecho que Ubayy bin Jalf me atacará por la espalda. Por tanto, avisadme cuando lo veáis”. En ese momento, Ubayy llevaba una armadura y se acercaba haciendo cabriolas sobre su caballo. El Santo Profeta Muhammad (sa) también lo vio y Ubayy preguntaba: “¿Dónde está Muhammad [sa]? Si escapa vivo, estaré acabado”.
[En ese momento], Hazrat Musab bin Umair (ra) estaba de guardia ante el Profeta (sa) y se presentó ante él, pero Ubayy lo martirizó. Ante esto, los Compañeros (ra) respondieron: “¡Oh Mensajero de Dios (sa)! Ubayy viene hacia ti, que uno de nosotros vaya y lo mate”; y según otro relato [más], se menciona que los Compañeros (ra) se enfrentaron a Ubayy.
En cualquier caso, [parece que lo cierto es que] el Santo Profeta (sa) les ordenó que lo dejaran y se apartaran de su camino. [En definitiva], cuando se acercó un poco más, el Mensajero de Al’lah (sa) le espetó: “¡Oh mentiroso! ¿A dónde irás después de huir?”. El Santo Profeta Muhammad (sa) tomó una lanza de Hazrat Hariza bin Simha (ra), [aunque] según otra narración la prendió de Hazrat Zubair bin al-Awwam (ra) y se preparó [para atacar]. Los Compañeros (ra) se alejaron del Santo Profeta (sa) igual que las moscas se alejan del lomo de un camello. El Profeta (sa) se puso delante de Ubayy y le golpeó el cuello con la lanza o impactó la zona visible entre el casco y la armadura, como resultado de lo cual tropezó varias veces con su caballo y empezó a bramar como un buey.
[De todos modos], sufrió un ligero rasguño en el cuello y la sangre también se detuvo, o tal vez se rompió una de sus costillas. [Luego], volvió a su gente y dijo: “¡Por Dios, Muhammad al-Arabi [sa] me ha matado!”. Los suyos respondieron que simplemente se había desanimado y que no había pasado nada, que solo se trataba de un simple rasguño; y dijeron que, aunque el ojo de alguno de ellos hubiera sufrido esa herida, no le habría pasado nada. Ante esto, Ubayy señaló: “Juro por Lat y Uzzah que si la herida que he sufrido hubiera sido infligida a la gente de Zul Mijaz o Rabiah o Mudar, todos habrían perecido. Él (o sea, el Santo Profeta -sa-) me había dicho en La Meca que me mataría. Por Dios, aunque me hubiera escupido, me habría matado”.
Posteriormente, cuando los idólatras regresaban y llegaron a Sarif, murió y fue condenado al infierno. Sarif es un enorme valle que ahora se conoce como Nawariyah. [Por cierto], con motivo de la peregrinación de despedida [“Hallatul Wida”], esta fue la séptima “manzil” [parada] que hizo el Mensajero (sa) desde Medina y está cerca de Tanim, aproximadamente a 9 o 10 millas [15 km] de La Meca.
[Por su parte], Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) escribe:
“Después de que los qureish retrocedieran un poco y los musulmanes que estaban presentes en el campo de batalla vieran al Santo Profeta Muhammad (sa), se reunieron a su alrededor. [Entretanto], con este grupo de Compañeros (ra), el Mensajero de Al´lah (sa) comenzó a subir lentamente a la cima de la montaña y llegó a un paso seguro de la misma. En el camino, Ubayy bin Jalf, un jefe de La Meca, lo divisó y, cegado por su enemistad y malicia, corrió hacia él gritando las palabras:
‘¡Si Muhammad [sa] escapa con vida, entonces estoy acabado!’.
Los Compañeros (ra) intentaron retenerlo, pero el Santo Profeta (sa) les pidió: ‘Dejadlo y que venga hasta mí’. Cuando se acercó al Profeta (sa) para atacarle, este cogió una lanza y le asestó un solo golpe por el que tras dar una vuelta cayó al suelo. Entonces se levantó y echó a correr gritando y chillando, y aunque la herida no era demasiado grave, [finalmente] falleció antes de llegar a La Meca”.
[Como he dicho], el Mensajero de Dios (sa), junto con sus Compañeros (ra) llegó al paso de montaña y, en relación a esto, Ibn Ishaq afirma que tras la falsa noticia de que el Santo Profeta Muhammad (sa) había sido martirizado y la gente se había dispersado, la primera persona que lo vio fue Hazrat Kab bin Malik (ra), quien relata: “Vi los ojos brillantes del Santo Profeta (sa) a través de su casco y proclamé en voz alta: ‘¡Oh musulmanes! Alegraos porque el Mensajero de Dios (sa) está aquí’.” Al oír esto, el Profeta (sa) hizo una señal con la mano para que guardaran silencio.
[Entonces], cuando los musulmanes reconocieron al Santo Profeta Muhammad (sa), se dirigieron hacia el puerto de montaña junto con él y a su lado estaban Hazrat Abu Bakr Siddiq (ra), Hazrat Umar (ra), Hazrat Ali (ra), Hazrat Talha bin Ubeidul’lah (ra), Hazrat Zubair bin al-Awwam (ra), Hazrat Hariz bin Simha (ra) y varios otros Compañeros (ra); y justo cuando el Santo Profeta (sa) y sus Compañeros (ra) estaban sentados sobre las piedras del paso de montaña, de repente un grupo de entre los qureish llegó a la cima de la misma. Jalid bin Walid estaba en ese grupo. [Presto], al ver al enemigo sobre ellos, el Mensajero de Dios (sa) rezó:
“¡Oh Al’lah! No es posible que salgan victoriosos sobre nosotros.
¡Oh, Al’lah! No tenemos poder ni fuerza sino Contigo”.
Inmediatamente Hazrat Umar al-Faruq (ra), junto con un grupo de “Muhayirin”, fue a luchar contra ellos y los hizo retroceder; y como consecuencia de ello se vieron obligados a bajar del monte.
En “La Vida y carácter del Sello de los Profetas (sa)” [de Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra) esto] se menciona de la siguiente manera:
“Cuando el Profeta (sa) había llegado al paso de la montaña, un grupo de entre los qureish, encabezado por Jalid bin Walid, intentó subir hasta la misma y lanzar un ataque, pero por orden del Santo Profeta Muhammad (sa), Hazrat Umar (ra) luchó contra ellos junto con unos pocos ‘Muhayirin’ y los expulsó”.
De esta misma batalla hay un incidente mencionado bajo la autoridad de Hazrat Zubair (ra)[y señala] que en el día de Uhud, el Santo Profeta (sa) llevaba dos cotas de malla. El Profeta (sa) intentó escalar el monte, aunque debido al peso de las mismas y a la debilidad que le causaban las heridas en la cabeza y la cara, no pudo ascender. [Por eso], Hazrat Talha (ra) se arrodilló y el Mensajero (sa) se montó en él y lo subió al monte. [Luego], Hazrat Zubair (ra) narra: “Oí decir al Santo Profeta Muhammad [sa] que: ‘Talha se ha hecho merecedor del Paraíso’.”
En otro relato [se dice que] el Santo Profeta (sa) deseaba subir al monte -el paso de montaña- pero cuando estaba a punto de hacerlo, brotó sangre de la herida en su bendita cabeza y, debido a la debilidad, no pudo subir; además, tenía el peso de dos cotas de malla. Al presenciar esto, Hazrat Talha bin Ubeidul’lah (ra) se sentó frente al Profeta (sa) y lo subió a sus hombros. [Entonces], fue en esta ocasión cuando el Mensajero (sa) exclamó:
“El Paraíso le será otorgado a Talha por esta buena acción”.
Como ya se ha mencionado, fue en esta batalla cuando se rompió el bendito diente del Santo Profeta (sa) y, explicando toda esta escena y hablando del día de Uhud, Hazrat Aisha (ra) narra que Hazrat Abu Bakr (ra) solía decir:
“El día perteneció a Talha”.
Luego, [el narrador] contó los detalles de la siguiente manera:
“Yo estaba entre los que regresaron junto al Santo Profeta Muhammad (sa). [Pues bien], cuando volví, observé que había un individuo protegiendo al Profeta (sa) y luchando a su lado”.
Y continúa: “Creo que él [es decir, Abu Bakr -ra-] dijo que le estaba protegiendo”.
[A continuación, el propio] Hazrat Abu Bakr (ra) relata:
“Y me dije: ‘¡Ojalá esa persona fuese Talha!’. Yo perdí la oportunidad, aunque en el fondo, deseaba que ese individuo perteneciera a mi tribu, ya que eso me hubiera complacido más”.
Esto es lo que Hazrat Abu Bakr (ra) pensó en aquel momento.
Hazrat Abu Bakr (ra) comentó asimismo:
“Había una persona entre el Santo Profeta (sa) y yo a la que no podía reconocer, a pesar de que yo estaba más cerca de ese individuo que el Mensajero (sa). Caminaba tan rápido que fui incapaz de seguirle el ritmo. Cuando observé más de cerca, me di cuenta que era Hazrat Abu Ubeidah bin Al-Yarrah (ra) y llegué al Santo Profeta Muhammad (sa), y (había dos personas allí: Hazrat Talha -ra- y Hazrat Abu Ubaidah bin al-Yarrah -ra-). Su incisivo inferior es decir, el diente entre los dos incisivos frontales y los caninos, estaba roto y su cara herida. [Al mismo tiempo], los clavos del casco se habían alojado en la mejilla del Santo Profeta (sa).
[Entretanto], el Mensajero de Dios (sa) dijo: ‘Vete a ver a tu compañero’. Con esto el Santo Profeta (sa) le indicó que fuera a ver a Talha (ra), ya que había perdido mucha sangre. Hazrat Talha (ra) fue gravemente herido al tratar de proteger al Santo Profeta Muhammad (sa). [Entonces], en lugar de pedirnos que le ayudáramos con sus [propias] heridas, el Profeta (sa) ordenó que se ocuparan de Talha (ra). De todas formas, lo dejamos y yo di un paso adelante (es decir, no atendimos a Hazrat Talha [ra], sino que acudimos al Mensajero (sa) para quitar los clavos del casco [que se introdujeron] su mejilla.
Ante esto, Hazrat Abu Ubeidah (ra) proclamó:
‘Juro por el derecho que tengo sobre ti, por favor deja esta tarea para mí’. Por consiguiente, se la dejé a él y [de inmediato], ante la petición de Hazrat Abu Ubeidah [ra] de sacar los clavos, Hazrat Abu Bakr [ra] se hizo a un lado.
Hazrat Abu Ubeidah (ra) no deseaba sacar los anillos de metal con la mano, en caso de que causara dolor al Santo Profeta (sa), por lo que intentó arrancarlos con los dientes. Cuando sacó uno de los clavos, su propio diente frontal también se rompió.
“[A continuación, -dice Hazrat Abu Bakr (ra)], di un paso adelante para quitar el segundo anillo de la misma manera en que él lo hizo”.
[Posteriormente], Hazrat Abu Bakr (ra) narra que:
“Propuse que intentaría sacar el otro clavo, aunque Hazrat Abu Ubeidah (ra) volvió a decir: ‘Juro por el derecho que tengo sobre ti, por favor, déjame esta tarea’.” En otras palabras, que él también sacaría el segundo clavo y no Hazrat Abu Bakr (ra).
[Cuando] le pidió esto a Hazrat Abu Bakr (ra) y este se hizo a un lado, Hazrat Abu Ubeidah (ra) actuó lo mismo que antes y, al sacar el segundo anillo, se le rompió el otro incisivo frontal. [Como consecuencia de ello], Hazrat Abu Ubeidah (ra) era el más guapo de todos aquellos cuyos dos dientes frontales estaban rotos.
Hazrat Abu Bakr (ra) [finalmente] relató esto:
“Después de atender las heridas del Profeta (sa), fuimos hacia Talha [ra], quien estaba en una zanja. Vimos que en su cuerpo tenía cerca de 70 heridas de espada, lanza y flecha y uno de sus dedos había sido amputado; las tratamos y le aplicamos ungüento”.
Aparte de Hazrat Abu Ubeidah (ra), hay narraciones que afirman que los anillos fueron arrancados por Hazrat Uqbah bin Wahb (ra) y Hazrat Abu Bakr (ra). No obstante, la primera es más auténtica.
[Por otro lado], Abu Said Judri relata que cuando quitaron los dos clavos de la bendita mejilla al Santo Profeta Muhammad (sa), la sangre comenzó a brotar como si el agua se desbordara de un odre [completamente] lleno. [Ante esto], Malik bin Sinan comenzó a chupar la sangre con la boca y el Santo Profeta (sa) le preguntó: “¿Estás bebiendo sangre?”; y él respondió afirmativamente. El Profeta (sa) luego proclamó: “El fuego está prohibido para la persona cuya sangre tocó mi sangre”.
Este es un relato de “Subul al-Huda wa al-Rashad”, aunque parece que el mismo y algunos otros son discutibles y dudosos. Solo Dios sabe la [verdadera] autenticidad de los mismos, porque si uno intenta detener el flujo sanguíneo de esta manera, en lugar de pararlo, aumentará y [la persona] quedará en una condición más débil. En todo caso, a pesar de esta narración, encontramos la [verdadera] respuesta a esto en los relatos posteriores. Por lo tanto, siento que esta historia no es auténtica.
Hazrat Sahl bin Sad (ra) narra una tradición en Sahih al-Bujari con respecto a las heridas sufridas por el Mensajero (sa) en la “Batalla de Uhud”.
[Un día] se le preguntó sobre esto, a lo que respondió: “Si me preguntáis sobre eso, por Dios, recuerdo muy bien quién estaba lavando las heridas del Santo Profeta Muhammad (sa), –o sea, podía recordar toda la escena vívidamente-, quién estaba vertiendo agua y qué ungüento se estaba aplicando”.
Hazrat Sahl (ra) continuó diciendo:
“Hazrat Fátima (ra), hija del Santo Profeta (sa), estaba lavando las heridas y Hazrat Ali (ra) vertiendo agua con su escudo. Cuando Hazrat Fátima (ra) vio que el agua estaba causando más pérdida de sangre, tomó un trozo de saco, lo quemó y lo aplicó [en la herida]. Entonces la sangre se detuvo. Ese día se le rompió un diente delantero [incisivo lateral], le hirieron la cara y se le rompió el casco en la cabeza”.
Aquí se ha hablado de detener la hemorragia y lavar la herida, nada de succionarla; y este relato de “Sahih al-Bujari” es correcto.
Cuando el Profeta (sa) llegó al borde del paso de montaña, Hazrat Ali bin Abu Talib (ra) llenó su escudo con agua de Miraz y se lo llevó al Mensajero (sa). “Miraz” es el nombre que se les da a las pequeñas y grandes zanjas en Uhud en las que se acumulaba el agua de la lluvia. Esto es lo que se ha registrado como el significado de Miraz y ese sitio estaba cerca del lugar donde Hazrat Hamzah (ra) había sido martirizado. [Pues bien], Hazrat Ali (ra) trajo agua para que el Santo Profeta Muhammad (sa) pudiera beberla, pero debido a su hedor, el Santo Profeta (sa) no la bebió, sino que la usó para lavarse la sangre de la cara y la vertió sobre su cabeza, diciendo: “La ira de Dios Altísimo es severa para alguien que hiere el rostro de Su Profeta”.
[Entretanto], Muhammad bin Maslamah (ra) fue también a pedir agua a las mujeres, aunque no tenían [ninguna, pero ya que] el Profeta (sa) estaba muy sediento, [el propio] Hazrat Muhammad bin Maslamah (ra) fue a un manantial y trajo agua dulce. [Finalmente], el Mensajero de Al’lah (sa) bebió el agua y oró por él.
Al-Tabrani registra en una narración de Sahl bin Sad que el bendito rostro del Santo Profeta Muhammad (sa) fue herido el día de Uhud y perdió algunos de sus benditos dientes, y el casco de su bendita cabeza se rompió. Cuando los politeístas se marcharon, las mujeres fueron hacia los Compañeros (ra) y entre ellas estaba Hazrat Fátima (ra). Cuando llegó al Santo Profeta (sa), lo abrazó y comenzó a lavarle las heridas mientras Hazrat Ali (ra) vertía agua con su escudo, aunque fluía mucha sangre, por lo que Hazrat Fátima (ra) quemó una hoja de palma, la convirtió en cenizas y la usó para comprimir la herida hasta que se fusionaron con la herida y el sangrado se detuvo. [Al mismo tiempo], la sangre goteaba del rostro bendito del Profeta (sa) y él mismo se la limpiaba mientras decía:
“¿Cómo puede prosperar una nación que hirió a su Profeta y le rompió el incisivo lateral, cuando lo único que hizo fue invitarlos a acercarse a Dios Altísimo?”.
Si Dios quiere, el resto se mencionará en el futuro.
He estado recordando continuamente que se ore por el pueblo de Palestina.
El estado de las naciones musulmanas es tal que, en lugar de unirse para ayudar al pueblo de Palestina, han comenzado a luchar entre sí. [Ahora], se ha informado que ha comenzado un conflicto entre Pakistán e Irán y ambos se han lanzado bombas entre sí. Así, está surgiendo una situación peligrosa. Orad para que Al’lah conceda a las naciones y líderes musulmanes sabiduría y comprensión. Rezad por ellos para que Dios les conceda la capacidad de comprender su propósito [en la vida] y que se unan como uno solo.
Después de la oración [del viernes], dirigiré dos oraciones funerarias de cuerpo ausente:
La primera es la de Syed Maulud Ahmad Sahib, hijo de Syed Daud Muzaffar Shah Sahib, quien falleció recientemente a la edad de 76 años:
¡En verdad, a Al’lah pertenecemos y a Él volveremos!
Era nieto de Hazrat Musleh Maud (ra) y Hazrat Sayyidah Umm Tahir Sahiba (ra), e hijo de Sahibzadi Amatul Hakeem Sahiba y Syed Daud Muzaffar Shah Sahib. Por la gracia de Dios, era “musi”, [además] de ser mi primo materno y hermano mayor de mi esposa. Su abuelo paterno era Syed Mahmudul’lah Shah Sahib, quien era hijo de Doctor Syed Abdus Sattar Shah Sahib, quien alcanzó [grandes] alturas en rectitud y piedad; [aparte], era muy humilde y estaba a la vanguardia del cumplimiento de los derechos de Dios Altísimo y los de Su creación.
Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra) ha narrado un incidente relacionado con Abdus Sattar Shah Sahib [en el que] ha escrito:
“Él mismo me dijo (el propio doctor Syed Abdus Sattar Shah le dijo a Hazrat Mirza Bashir Ahmad -ra-) que una vez, Hazrat Jalifatul Masih I (ra) cayó gravemente enfermo y esto fue en el tiempo en que residía [antes de ser Jalifa] en la casa de Su Santidad (el Mesías Prometido -as-). Hazrat Musleh Maud (ra) ofreció [algunas] cabras como limosna. El Doctor Sahib dice que él también estuvo presente allí, que pasó la noche junto a Hazrat Jalifatul Masih I (ra) y le dio medicinas. Por la mañana, cuando el Mesías Prometido (as) lo visitó, Hazrat Jalifatul Masih I (ra) dijo: ‘Su Santidad, el Doctor Sahib permaneció despierto a mi lado toda la noche, me dio medicinas y me atendió’. El Mesías Prometido (as) se alegró de esto y dijo: ‘Nosotros también estamos orgullosos de él. Esta familia está destinada al Cielo’. El Mesías Prometido (as) repitió estas palabras unas cuantas veces”; [es decir], continuó diciendo esto sobre el doctor Abdus Sattar Shah Sahib.
[Bueno, volviendo al difunto], Syed Maulud Shah Sahib obtuvo su educación en Rabwah. [Más tarde] completó su matriculación, FSc y luego se matriculó en la Facultad de Ingeniería de Lahore y obtuvo una licenciatura en ingeniería mecánica. Trabajó en varias empresas en Pakistán y como ingeniero para una empresa en Nigeria. Por la gracia de Dios vivió una buena vida.
Su “nikah” [anuncio de matrimonio] fue dirigido por Hazrat Jalifatul Masih III (rh) y en su sermón declaró que la relación en el matrimonio es como un injerto de árbol que, al principio, debe ser cuidado con mucho esmero.
A veces leo estos sermones antiguos de “nikah” porque la gente pregunta cómo pueden cuidar adecuadamente sus relaciones y estas son las pautas que debemos tener en cuenta. Es por eso que a veces menciono la guía de los Jalifas anteriores en mis sermones.
En cualquier caso, Hazrat Jalifatul Masih III (rh) continuó [su alocución así]:
“…Al principio hay que cuidarlos con mucha delicadeza. Según la guía del Sagrado Corán, este injerto debe estar atado con el hilo de ‘la palabra correcta’. En otras palabras, debe estar sujeto con el hilo de la veracidad absoluta y así es como se puede proteger la relación. Esta responsabilidad no solo recae en el marido y la mujer, sino también en sus familias, en su entorno y, de hecho, incluso en sus amigos; de lo contrario, muchos hábitos se desarrollan como resultado de los malos pensamientos, chismes, impaciencia y enojo. [Así pues], la veracidad es un hilo muy fuerte que lo impide”.
Luego, Hazrat Jalifatul Masih III (rh) dijo:
“¡Que Al’lah haga que el ‘nikah’ que estoy a punto de anunciar sea una fuente de bendiciones para ambas familias, para la Comunidad y para la humanidad! ¡Que sus descendientes lleguen a ser servidores de la fe!”. Y añadió: “La unión se ha acordado entre Syed Maulud Shah, el hijo de mi hermana menor Amatul Hakeem y Syed Daud Muzaffar Shah, y Lubna Shahbaz, hija del doctor Syed Ghulam Mujtaba”.
Y respecto al Doctor Sahib manifestó:
“El Doctor Sahib se encuentra entre los primeros médicos que sirvieron como personas consagradas en África Occidental. Dios había puesto curación en sus manos; y sirvió como un consumado cirujano, primero en Ghana, y más tarde fue enviado a Nigeria por algún tiempo, donde también completó cierto periodo de consagración. Posteriormente sufrió complicaciones cardíacas por lo que tuvo que regresar”.
Más tarde, Hazrat Jalifatul Masih III (rh) también oró por él:
“¡Que Dios Altísimo le conceda salud y le permita regresar a África!”.
Al’lah aceptó esta oración y pudo regresar y tuvo la oportunidad de servir por mucho tiempo en África.
A continuación pidió:
“¡Que Dios Altísimo permita a Syed Maulud Ahmad servir a la fe”.
A partir de entonces, ofreció todos los servicios voluntarios que pudo.
Su hijo, Syed Saud Ahmad, nos cuenta que:
“Mi padre siempre ofrecía [sus] oraciones con regularidad, recitaba el Santo Corán después de ‘fayr’ (oración justo antes del amanecer). De hecho, ofrecía regularmente ‘tahayud’ [oración nocturna voluntaria], (yo también sabía esto); y recitaba muy bien el Sagrado Corán”.
Y añade:
“Antes de ir a dormir, nos contaba historias e incidentes de los mayores. Él fue regular en ofrecer contribuciones financieras y también nos ordenó que fuéramos constantes en hacer lo mismo. Incluso cuando nos daba dinerito, nos decía que primero ofreciéramos nuestras contribuciones financieras. [Por ejemplo], si recibíamos dinero para ‘Eid’, nos aconsejaba que ofreciéramos contribuciones y había hecho un archivo separado para cada uno de nosotros. De manera similar, cuando hizo que sus hijos se unieran a la institución del ‘Wasiyat’, mantuvo asimismo un registro de ello en un archivo y se aseguró de que todas las contribuciones financieras fueran liquidadas.
Además de ayunar en Ramadán, lo hacía en [el mes de] ‘Shawwal’. Recitaba el Santo Corán por completo dos veces e intentaba completarlo una tercera vez durante el Ramadán”. Aparte, me han está escrito que era un individuo refinado, transparente y directo. Incluso fue muy amigable, [pues] ya sea que conociera ya de antemano a gente o recientemente, mantenía el contacto y encontraba una excusa para preguntar sobre el bienestar de los demás. Trataba a todos con amabilidad, ya fueran mayores o menores. Nunca tuvo ningún sentimiento malicioso hacia nadie y jamás albergó ningún prejuicio. No importa cuán crueles fueran los demás, él siempre demostraba buena moral como respuesta. Si alguien era extremadamente cruel, él mismo se acercaba para cerrar la brecha”.
Esto no es algo que solo su hijo haya mencionado, pues yo mismo he sido testigo de que realmente poseía estas excelentes cualidades. [Ciertamente] he sido testigo de esto y muchos de los que lo conocieron y le ofrecieron sus condolencias también escribieron esto y dijeron que poseía dichas cualidades.
Su hijo comenta además:
“Una vez, Hazrat Musleh Maud (ra) viajó al extranjero y le trajo un juguete como regalo. Lo abrió y lo hizo añicos. [Presto], Hazrat Musleh Maud (ra) le dijo: ‘Te traje un regalo y lo has roto en pedazos’. En respuesta, él contestó: ‘Lo arreglaré ahora mismo’, y de hecho lo hizo antes que Hazrat Musleh Maud (ra) regresara; y Hazrat Musleh Maud (ra) luego le comunicó a su madre que debería hacerlo ingeniero”.
Estas palabras de Hazrat Musleh Maud (ra) se cumplieron y más tarde se convirtió en un ingeniero excelente.
Hay algunos consejos muy útiles de Hazrat Musleh Maud (ra) que os presentaré [ahora].
Una vez, Hazrat Musleh Maud (ra) estaba visitando sus tierras de cultivo en Sindh. Él [el fallecido] también se hallaba presente allí en esos días y se encontraba con su padre en el séquito de Hazrat Musleh Maud (ra) que recorría y evaluaba la tierra. Parece que esa época era la temporada de mangos y había fruta. Los contratistas de los huertos habían recogido los frutos y formado un pila [con los mismos]. El contrato de la tierra se les entrega y se les vende, [por lo que] de esta manera el fruto les pertenece, [siendo que] ciertas variedades se toman del propietario. Sin embargo, el contratista había cogido la fruta y había hecho un montón. En ese momento, Syed Maulud era un niño y tomó un mango de la pila, [y presto] Hazrat Musleh Maud (ra) le pidió: “Ve y devuélvelo, ya que no te pertenece, sino [que es propiedad] del contratista”.
Esta fue la manera en que Hazrat Musleh Maud (ra) aseguró el “tarbiyat” (formación moral) de los demás. Pudo haber dicho que el mango se lo quitarían de la parte que reciben y que no había problema; no obstante, al contrario, crio así a su nieto.
Luego, Mariah, la hija de Syed Maulud, narra:
“Con frecuencia recitaba el Sagrado Corán y leía ‘Ruhani Jazain’ y ‘Malfuzat’, [libros del Mesías Prometido (as)]. También sé que leyó el ‘Tafsir-e-Kabir’ [el gran comentario del Santo Corán realizado por Jalifatul Masih II (ra)] y poseía un conocimiento muy profundo del mismo. No compartía sus conocimientos entre otros, aunque si alguien alguna vez hacía una pregunta o planteaba un problema, daba excelentes referencias en respuesta”.
Otros me han escrito [lo mismo] sobre esto.
[Y sigue diciendo] su hija:
“Ya sea que le preguntáramos sobre un asunto religioso o secular, él nos daba una respuesta excelente. [Aparte], él siempre nos inculcó el hábito de la oración y decía: ‘Solo reza y deja el asunto en manos de Dios’.”
¡Que Al’lah le conceda perdón y le muestre misericordia, proteja a su esposa e hijos, y les permita continuar con sus virtudes!
Su hermano, Syed Sahib, asimismo me escribió que una de sus mayores cualidades fue que siempre era el primero en ser parte de una celebración o de un momento de duelo; felicitaba por los momentos de alegría o era el primero en visitar a alguien si se enfermaba.
Hanif Mahmud Sahib, un misionero, escribe:
“Lo conocí en Islamabad. Iba elegantemente vestido, era muy sencillo, tranquilo, tenía un carácter santo y angelical; y poseía un gran respeto por los consagrados de por vida y los misioneros en particular. Cuando llegó a Rabwah, mantuvo la relación que forjamos en Islamabad y a menudo me buscaba en la mezquita para encontrarse conmigo. Cada vez que le pedíamos oraciones, él siempre hacía un seguimiento y preguntaba cómo habían resultado las cosas”.
Como he dicho…, que Dios Altísimo permita que sus hijos continúen con sus virtudes.
La segunda oración fúnebre que voy a ofrecer es la del respetado Ikmid AG Muhammad Sahib. Era el presidente local de la yamat de Mahdiabad, en la región de Dori de Burkina Faso. Falleció hace unos días a la edad de 65 años:
¡En verdad, a Al’lah pertenecemos y a Él volveremos!
Le sobreviven sus dos viudas, 10 hijos y cinco hijas.
El misionero encargado relata:
“Estaba muy fuerte y sano. Yo recientemente fui a Dori para visitar a las familias de los mártires y él mismo estaba instalando a las familias en sus casas”.
La Comunidad ha construido nuevas casas para las familias de los mártires y les estaba ayudando a instalarse.
Y continúa:
“Después de dos días, regresó a casa y fue entonces cuando se desmayó tras sufrir un grave infarto y falleció”.
En 1999 tuvo el honor de aceptar el Ahmadíat. Después de convertirse en áhmadi, se mudó a Mahdiabad para vivir con Al-Hajj Ibrahim Bidga Sahib, con quien iba a las aldeas cercanas para predicar y a través de esa actividad estableció muchas yamats locales nuevas. Era empleado del gobierno y trabajaba como guardia forestal para el Ministerio de Vida Silvestre, [aunque] perdió su trabajo debido al aumento de terroristas [que operan en la zona]. Cuando se recogían las cosechas, separaba la porción de la misma dedicada al “Zakat” del resto de los miembros, hacía todos los cálculos del mismo, lo presentaba al secretario de finanzas y obtenía el recibo.
También tuvo la oportunidad de ejercer como presidente local en Mahdiabad durante cinco años. Era muy tierno y tenía un temperamento tranquilo. Nunca se enfadaba. Cuando los terroristas atacaron Mahdiabad el 11 de enero de 2023, él ya había regresado a casa después de haber ofrecido la oración de “maghrib”. Tras ese incidente, hubo gran temor y terror entre los miembros de la yamat [local]. A causa de los martirios, el pueblo quedó conmovido y, [por su parte], él tranquilizó y consoló a los habitantes. Cuando le ordené nuevamente que trasladara a la gente de Mahdiabad a Dori, trabajó para lograrlo con gran diligencia. Dio fuerza al pueblo y lo rejuveneció. Hizo los preparativos para que todos los miembros fueran trasladados a Dori bajo su supervisión y, hasta su fallecimiento, se ocupó de las necesidades de todas las familias de los mártires.
Rana Faruq Sahib, un misionero en Dori, nos dice:
“Todos los días, tras la oración de ‘fayr’, solía transmitir saludos de paz a todas las familias de los mártires y les preguntaba por su bienestar. Si alguna vez había un problema, intentábamos resolverlo de inmediato. En la actualidad, hay aproximadamente 800 miembros afectados en las distintas comunidades locales de Dori y él cuidaba de todos ellos. Siempre estuvo dispuesto a servirles. Ofrecía oraciones con mucha regularidad y constantemente otorgaba su plena cooperación a la yamat y asimismo animaba a otros a hacerlo”.
¡Que Al’lah le conceda perdón y le muestre misericordia!
¡Que Él conceda paciencia y fortaleza a sus hijos y a los que dejó atrás, y les permita también continuar con sus virtudes!